Capítulo 74

Claroscuro

Montado en su caballo, André, ya en París, cabalgaba en dirección a la casa de Bernard y Rosalie. Oscar le había pedido que programe un encuentro entre ella y quien fuera el Caballero Negro; finalmente había accedido a ver a Bernard a pesar de que aún no le perdonaba del todo que haya lastimado al hombre que amaba.

Ya cerca de ahí, el nieto de Marion se detuvo; sabía que era mejor dejar su caballo en la entrada de un bar cuyo dueño era un conocido suyo y desde ahí caminar hacia la casa del matrimonio Chatelet, después de todo eran tiempos complicados para los franceses y los robos no se hacían esperar.

- "Aquí estarás a salvo..." - le susurró a su corcel mientras lo acariciaba, y tras ello, lo ató a una de las columnas de la entrada del bar. - "No tardaré"... - le dijo.

Entonces inició su camino, y mientras se adentraba en las angostas calles de París, no pudo evitar recordar, una vez más, las palabras que le dijo el General Jarjayes después que él le confesó que amaba a Oscar, de hecho, no había podido dejar de pensar en eso desde que salió de la casa donde había vivido casi toda su vida.

"Tonto... ¿Acaso crees que puedes superar la diferencia de clases con un noble?"

Sabía que llegado el momento, Regnier no aceptaría que él haya puesto sus ojos en Oscar, sin embargo, le dolieron sus palabras; el hecho de escuchar de los labios del padre de la mujer que amaba que lo consideraba un ingenuo por aspirar al amor de su hija había calado profundamente en su alma, aunque en el momento de los hechos haya tratado de defender su derecho a quererla. "No eres lo suficientemente bueno para ella." - ese era el mensaje que le había transmitido su amo con sus palabras, y aunque él lo intentaba, no podía ignorarlo.

André era un sirviente; era el nieto de la ama de llaves de los Jarjayes, y durante casi toda su vida, él también trabajó para la familia, sin embargo, la verdad era que nunca se había sentido así a pesar de que su abuela siempre se lo recordaba. ¿Cómo podía sentirse únicamente un sirviente si la señora de la casa, Madame Georgette de Jarjayes, siempre lo había tratado con un enorme cariño, y Regnier, por su parte, había depositado en él toda su confianza? ¿Cómo podía sentirse únicamente un sirviente si había crecido casi en igualdad de condiciones con la última de las hijas de la familia? No obstante, ahora veía todo aquello como una simple ilusión, porque en aquel momento, André sentía más que nunca que para sus amos él nunca había dejado de ser un simple empleado, un simple empleado a quien ellos consideraban inferior.

Y mientras caminaba a paso lento por las oscuras calles de París tratando de sobreponerse a su tristeza, intentaba consolarse pensando en Oscar, porque a pesar de que no correspondió de inmediato a su amor, de lo que sí estaba seguro era de que ella siempre lo había visto como a un igual. "Si tú me aceptas nada más importa..." - pensaba, sin embargo, eso sólo se lo decía a sí mismo para tratar de sentirse mejor, porque la verdad era que sí le había afectado el hecho de que el general no lo considere lo suficientemente bueno para su hija.

...

Mientras tanto, en la mansión Jarjayes, Regnier miraba pensativo a su esposa; Georgette estaba segura de que el linaje noble de André, así fuese únicamente por el lado materno, podía ser la clave para que su hija y él puedan casarse, sin embargo, el general era más realista.

- Querida, a pesar de que André desciende de la familia Chartons, para la corona no deja de ser un plebeyo. Recuerda que Renaud decidió unir su vida a una plebeya y que el padre de André también lo era... - le dijo.

Y tras una pausa, continuó.

- Cuando Marion nos pidió traer a su nieto desde Provenza después de enterarse que su nuera había muerto, no dudé ni por un segundo en aceptarlo. Jamás se me hubiera ocurrido desamparar al hijo de Gustave en un momento como ese, yo lo apreciaba mucho... - le dijo a Georgette. - Pero para ser honesto, lo que me motivó a poner a André al lado de Oscar fue el hecho de que sea nieto del afamado Renaud de Chartons. Él fue uno de los caballeros más respetados de Versalles y tenía fama de tener grandes habilidades con la espada. Estaba seguro de que André heredaría la inteligencia de su padre y la destreza de su abuelo para adaptarse fácilmente a la corte de Versalles. - agregó.

Entonces caminó hacia la gran ventana de su biblioteca, y pensativo, se detuvo frente a ella.

- Reconozco que me he equivocado en muchas cosas, pero en eso no me equivoqué... André nunca me ha decepcionado, pero enterarme de esa manera que él y Oscar se aman cuando yo siempre creí que se querían como dos hermanos me descolocó, y no reaccioné como hubiera querido.- le dijo a su esposa.

- ¿Enterarte de esa manera? ¿A qué te refieres? - le preguntó Georgette, sin embargo, Regnier permaneció en silencio; aún no estaba listo para confesarle a su esposa todo lo que había ocurrido.

Entonces, mucho más calmada, Georgette volvió a dirigirse a él.

- Querido, lo único que deseo es que André y Oscar puedan ser felices tal como nosotros lo hemos sido durante todo este tiempo... - le dijo, y tras ello, sus ojos se llenaron de lágrimas.

Entonces Regnier dirigió su mirada hacia ella, y al darse cuenta de su tristeza, la envolvió entre sus brazos.

- Amor mío, no te preocupes. Sé que será difícil, pero te prometo que pensaré en algo que permita que ellos puedan estar juntos. No es mi intención obligarlos a separarse. - le dijo honestamente.

Entonces Georgette sonrió aliviada. Sabía que su esposo tenía un gran corazón a pesar de aparentar ser duro, y que al igual que ella, deseaba la felicidad de cada una de sus hijas. Era imposible para ella pensar que Regnier fuese capaz de interponerse entre dos personas que se aman después de lo que ellos mismos habían pasado, menos aún si se trataba de su propia hija.

Entonces se apartó ligeramente de él y acarició su rostro.

- Subiré a nuestra habitación... ¿Vienes conmigo? - le preguntó.

- Adelántate, voy enseguida. - le respondió Regnier con una sonrisa.

Entonces Georgette tomó el candelabro que se encontraba sobre una de las mesas auxiliares de la biblioteca y lo encendió con el fuego de las velas de otro que ella misma había prendido, y tras mirar tiernamente a su esposo, abandonó la habitación.

- "Oscar, ¿podrás perdonarme que haya intentado arrebatarte la vida?... Y tú, André, ¿podrás perdonar la crueldad de mis palabras?" - pensó Regnier con remordimiento. Aún se sentía devastado por lo que había ocurrido aquella sombría tarde, pero la calidez de Georgette había aliviado su atormentado corazón.

Unos segundos después, volvió a sentarse en el sillón de su biblioteca; tenía aún mucho sobre lo que reflexionar. Aunque le había prometido a su esposa pensar en alguna alternativa que les permita Oscar y a André vivir su amor, primero tenía que ordenar sus ideas, y principalmente, buscar la forma de perdonarse a sí mismo por lo que había estado apunto de hacer.

Mientras tanto, tras caminar por los largos pasillos que la conducían al salón principal, la bisnieta de Georges de La Tour escuchó un ruido que provenía del recibidor de la casa y se dirigió hacia allá. Era Marion, la cual - sentada en uno de los sillones - no había parado de llorar desde que fue testigo del enfrentamiento entre su amo y su nieto.

- Marion... ¿qué te pasa? ¿por qué lloras así? - le dijo Georgette muy preocupada, y la nana dirigió su mirada hacia ella.

- Mi señora... - le dijo Marion, y continuó llorando desconsoladamente.

Entonces Georgette se aproximó aún más a ella, tomó sus manos y se reclinó a su lado.

- Por favor, dime qué te preocupa y lo solucionaremos juntas, como siempre lo hemos hecho. - le dijo la esposa del general.

- Señora, por favor, dígale al general que perdone a mi nieto. Sé que fue un insensato al...

Sin embargo, cuando estaba a punto de concluir la frase, Marion se detuvo.

- ¿Al enamorarse de mi hija? ¿Eso es lo que ibas a decirme? - le preguntó ella con dulzura.

Entonces, la anciana inició nuevamente su llanto.

- Quédate tranquila... Acabo de hablar con mi esposo y te aseguro que no está enojado con André por eso. Si en algún momento reaccionó de una manera inadecuada te ruego que lo perdones; la noticia lo tomó desprevenido. - le dijo.

- ¿Entonces el amo ya no está enojado con André? - le preguntó Marion entre lágrimas.

- Te aseguro que no lo está. - le respondió Georgette con una sonrisa, y tras ello, la obligó a levantarse. - Vamos, te acompañaré a tu habitación. Es tarde, y este ha sido un largo día. - le dijo.

Y de su brazo, condujo a su vieja niñera hacia su alcoba.

...

Fin del capítulo