Cuando Dalila abrió los ojos vio de nuevo esas paredes oscuras del sótano a su alrededor ¿acaso todo lo anterior había sido un sueño? Pero no, no había sido un sueño, lo supo por el cansancio general en su cuerpo y las manchas de tierra en la parte baja de su falda dándose cuenta de que en su tobillo izquierdo tenía a la esposa de una cadena que estaba atada a la cama. En la que se había despertado, la cadena era lo bastante larga como para ir por todo el espacio, pero no como para llegar a la puerta y agarró el picaporte de hierro oscuro, pero estaba cerrada con llave, aunque aquello ni impidió escuchar discutir Juan con otra persona, persona que tenía una voz que la resultaba familiar... ese hombre el del carruaje de la otra noche... ¿Él era quién la tenía retenida? No recordaba mucho de la noche anterior, solo escapar y correr, encontrar un carruaje y... nada, todo era oscuro y vacío desde allí.
La joven puso su oreja izquierda contra la madera de la puerta cerrada para escuchar.
-¡Os dejo una tarea sencilla! Y sois incapaces de cumplirla debidamente.- Gritó el cochero al zorro que tenía delante antes de agarrarlo de cuello y presionarlo contra la pared del salón principal.
-No sé cómo, pero consiguió escapar quitándome la lava de alguna forma.- Conseguí decir antes de que el villano lo lanzara contra el suelo. Apenas se había levantado cuando algo golpeó su oreja izquierda causándole un palpitante ardor en su oreja antes de notar como un líquido manchaba su pelaje y un par de gotas rojas caían sobre la madera del suelo. Jadeó por el dolor y cerró los ojos, asustado.
-Un fallo más y serás tú el que se pase el resto de su vida en ese sótano, y al contrario que con ella no creas que recibirás comida o agua, te quedarás allí hasta que nos esa más que una carcasa de huesos quebrados, tú y el inútil de ese gato idiota que siempre está contigo.-
Juan escuchó como el cochero cargaba su pistola antes de disparar justo a su lado, su cuerpo se tensó quedándose completamente quieto, a unos centímetros de su mano derecha había un agujero humeante dentro del cual se encontraba la bala que aquel hombre acababa de disparar. -¿Ha quedado claro?-
Juan apretó la cabeza antes de atreverse a hablar casi ahogándose con un nudo en su garganta que le impedía respirar.
-S... Sí... desde luego... no volverá a ocurrir.- Juan no se atrevió a abrir sus ojos, simplemente escuchó cómo los pasos del cochero se alejaban, la puerta principal rechinaba al abrirse y se cerraba de nuevo con un ruido sordo antes de que la cerradura de la puerta se cerrara desde afuera.
Con un temblor en sus piernas se dirigió a la cocina, con pesadez y su cuerpo aún en alerta, notaba los músculos temblar bajo su piel, su corazón alterado y las lágrimas cayendo de sus ojos por el miedo y la euforia.
Una vez llegó se apoyó en una mesa vieja y tomó aire para tratar de calmarse, se dio cuenta entonces que alguien lo miraba desde el marco de la puerta, al principio se asustó, pero se calmó nuevamente cuando se percató de que era su amigo felino.
-Ah... Gideon...- suspiro aliviado acerándose al fregadero de la cocina y abrirlo para refrescar su rostro.- Al menos tú estás bien.- siseó de dolor cuando el agua hizo contacto con la herida de su oreja, tardaría en curarse y sería mejor vendarla, pero el único lugar donde había objetos sanitarios era el baño de sótano.
Juan suspiró, realmente no quería bajar allí, pero debía curarse, además de llevar el desayuno a la joven, preparó una bandeja con uvas, un vaso de agua y un par de rebanadas de pan con mantequilla y se dispuso a bajar de nuevo al sótano , sintiendo como su mano tembló al apenas rozar la llave de aquella habitación. Dalila sintió un vuelco al corazón cuando vio al ver el estado en el que se encontraba Juan quien Mac llevaba el desayuno como de costumbre.
-¡Dios mio! ¿Qué te ha pasado?-
-No te preocupes... estoy bien.- dijo él dejando en la mesa la bandeja con comida.
-¡No! No lo estás.- dijo ella cercándose para ver mejor las heridas.- ¿Te lo ha hecho él? ¿Por mi culpa, por qué me escapé?
-Eso da igual, a ti no te concierne lo que pase fuera de esta habitación.- dijo sin ganas Juan quien siseó al notar desinfectó sobre la herida de su oreja mientras Dalila lo curaba.
Ella continuó su labor en silencio, limpiando la herida y envolviéndola con unas vendas, era obvio que Juan no diría nada... no al menos voluntariamente. Pero sabía cómo hacerle hablar sin necesidad de provocarle sufrimiento.
-¿Te aprieta mucho?- preguntó refiriéndose a las vendas que estaba aplicando a la herida.
-No, está bien...-
-Cuando oí el disparo fuera... pensé que... que me quedaría aquí sola para siempre.-
-En tal caso él se quedaría aquí.-
-Peor incluso.- dijo ella negando con la cabeza mientras se la saltaban las lágrimas.- Si es capaz de hacerte esto a ti o a Gideon siendo sus aliados...¿qué me haría a mí?-
-Nada.- respondió Juan.- Eres demasiado valiosa.- Gideon y yo solo delincuentes de pacotilla, le resultaría fácil sustituirnos si se deshiciera de nosotros.-
-Ayúdame a escapar nuevamente.- Juan la miró completamente horrorizado.- Venid los dos conmigo, conseguiré que la policía os proteja, hablaré con mi padre y seguro que...-
-¡no no! Me niego, no quiero más problemas.- El zorro se levantó y agarró repentinamente por los hombros a la chica de pelo castaño.- Escucha, no quieres tener cuentas pendientes con ese monstruo, deja que tu padre retire el toque de queda y que se Sal con la suya, pero no te enfrentes a alguien a quien no puedes derrotar.-
-Me dije que obedecería sus órdenes por dinero, hablaré con mi padre para que te dé una recompensa por llevarme a casa.-
-Ya hay una recompensa por llevarte a casa.- y el zorro entonces sacó de su bolsillo una hoja doblada antes de desplegar un pequeño panfleto de búsqueda con el rostro de la joven.
-Quinientas monedas de oro por llevarte de nuevo a casa.-
-¿Acaso no es suficiente? ¿No ha causado bastante dolor ese hombre llevándose a los niños del pueblo?
-No es dinero lo que quiere. Ese monstruo disfruta haciendo daño a los niños.-
-¿Adónde los lleva?-
El zorro negó con la cabeza y no respondió.
-¿Por qué te preocupas por mí?- dijo Juan mirando los ojos brillantes de la joven debido a sus lágrimas.- Sólo soy un ladrón inútil y estúpido, un cobarde y un estafador.-
-No, no lo eres, cuando hablabas conmigo, durante nuestras partidas de póquer... descubrí que había más que un simple delincuente popular del pueblo, lo que te ha pasado... como has vivido, podrían acabar con todo esto y se morirían una oportunidad.-
-Ya te lo dije, nadie lo haría.-
-¡Yo lo haría!- exclamó Dalila con lágrimas cubriendo sus mejillas.
-¿¡Por qué!?- preguntó el zorro sin esperar una respuesta sincera, pero nunca imaginó lo que inmediatamente después saldría de los labios de la joven.
-Porque… creo… que me he enamorado de ti.-
