—Esta es una adaptación de la saga literaria y de películas conocida como Crepúsculo o Twilight, escrita por Stephenie Meyer y en que pretendo corregir todo lo que yo creo que fueron errores argumentales, tratando de mantener la trama de la obra original, pero dando más profundidad a los personajes. La mayoría de los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto, pero he creado personajes menores para incorporarlos y dar sentido al relato. Les sugiero oír "Hear You Scream" de Blackbriar para Izumi, "Fortress" de Bear's Den para Itachi, "Crimson Faces" de Blackbriar para Sakura, y "Decode" de Panamore para el contexto del capitulo.


La invitación que Itachi le había hecho de invitarla a cenar no se cumplió hasta el día siguiente, y aunque no estaba lloviendo en comparación con el día anterior, el cielo si estaba muy nublado, por lo que Izumi se vio tentada a hacer una broma al respecto cuando Itachi y ella se encontraron en la fila del almuerzo, el Uchiha reafirmando su invitación para estar seguro de haber sido claro el día anterior y ante lo que la Yamamoto asintió únicamente, con una distraída sonrisa, olvidándose completamente de la broma mientras ambos tomaban caminos separados hacia sus respectivas mesas. La Yamamoto y el Uchiha continuaron viéndose durante las clases que tenían en común, trabajando juntos sin ningún problema o animadversión el uno para con el otro esta vez, hasta que llegó la última clase, tras lo que se reunieron en el estacionamiento. Podrían haberse dirigido allí juntos, pero lo último que Izumi quería era que ambos llamaran más la atención, subiendo al auto del Uchiha y sorprendiéndose cuando este le abrió la puerta. Sonriendo cuando la puerta se cerró tras de sí, colocándose el cinturón, la Yamamoto vestía un suéter malva pálido de cuello en V y mangas ceñidas, cinturón de cuentas doradas que resalaban su esbeltez antes de continuar con una falda de gasa traslucida estampada en lilas y lavandas por encima de los tobillos, cómodos tacones color malva a juego con el suéter y su largo cabello castaño estaba peinado en una trenza que caía sobre su hombro derecho, resaltando el cintillo de cuentas doradas sobre su coronilla.

—¿Te molesta si pongo música?— preguntó Itachi tras subir al auto, intercambiando una mirada con ella mientras encendía el estéreo.

—Para nada, adelante— asintió Izumi no teniendo problema, mas sorprendiéndose al escuchar las primeras notas mientras el Uchiha encendía el auto. —¿Claro de Luna?— reconoció con una sonrisa, volviendo la mirada hacia Itachi.

—¿Conoces a Debussy?— fue el turno del pelinegro de sorprenderse mientras abandonaba el estacionamiento, no necesitando poner gran atención a la carretera mientras dejaban atrás la universidad.

—Es uno de mis compositores favoritos, junto con Tchaikovsky— admitió la pelicastaña, bajando la mirada con un deje de vergüenza. —Suena ridículo, lo sé, pero soy fan de la música clásica— se mordió el labio inferior, esperando escucharlo reír, pero para su asombro y al alzar la mirada, el pelinegro la observaba con una sonrisa ladina. —Sufrí por la muerte de James Horner— agregó, sintiendo que podía ser sincera con él.

—No fuiste la única— secundó el Uchiha, siendo de los pocos compositores "modernos" cuyo trabajo le agradaba, y eso era decir mucho.

—Somos dos reliquias, entonces— se atrevió a comentar la Yamamoto a modo de broma, ya que eso pensarían sus amigos de saber todo aquello.

Normalmente Izumi tenía conversaciones frívolas con sus amigas, a ellas no les interesaba lo mismo que ella—ni musical ni literaria o culturalmente—, ni siquiera concordaba con su madre en nada, y a Izumi siempre se le había hecho fácil repetir aquello que veía en revistas de moda que ojeaba o en detalles que veía en internet para aparentar ser como el resto de quienes la rodeaban, pero la hizo sentir infinitamente a gusto por fin tener a alguien con quien hablar y que compartía sus interés, sonriendo y encontrando su mirada con la de Itachi. Como ella, aparentemente Itachi—que regresó su atención al camino mientras conducía—no era en absoluto lo que parecía; vestía una camisa de mezclilla azul oscuro de cuello en V con el primer botón desabotonado, encima un abrigo gris—ligeramente más claro que sus pantalones—y que permanecía abierta, pantalón gris oscuro y botas. Estando de acuerdo con Izumi, Itachi no pudo evitar sonreír ladinamente ante las palabras de Izumi, por primera vez no le molestaba ser una reliquia; sus gustos eran diferentes a todos en la familia por la época en que había sido convertido, 1918, antes que cualquiera de sus hermanos—a excepción de Sasuke—, por lo que no había muchos puntos en común en base a los que socializar; pero con Izumi si, la vio tamborilear sus dedos sobre su falda al ritmo de la música, el mismo gesto que él tenía de vez en vez y que se abstuvo de realizar mientras conducía, mas no pudiendo evitar preguntarse mentalmente que otros gustos tenían en común, venciéndolo la curiosidad:

—¿Y tus gustos literarios?— preguntó Itachi observándola por el rabillo del ojo.

—Ya que sabes de mis gustos musicales, creo que puedes adivinar— contestó Izumi con una seca carcajada por lo bajo.

—¿Hemingway?— predijo el pelinegro con una sonrisa ladina, también admirando el trabajo de aquel escritor, en especial su libro Adiós a las Armas.

—Estás a punto de reírte, lo sé, pero sí— asintió la pelicastaña, sonriente. —Y Scott Fitzgerald— agregó, tras interpretar su sonrisa como de divertimento en lugar de alegría.

—¿El Gran Gatsby?— nombró el Uchiha para estar seguro, apenas y creyendo lo que oía.

—De hecho, sí, es mi libro favorito— confirmó la Yamamoto, sin titubeos pues cualquiera lo vería en su bolso o en casa todo el tiempo, siempre lo llevaba consigo.

—Es demasiada coincidencia, también es mi libro favorito— sonrió Itachi, intercambiando otra mirada con ella y sintiéndose afortunado por su compañía. —¿Stefan Zweig?— inquirió al haber sido contemporáneo suyo y por haber seguido su obra.

—Lo he leído, pero no me gusta mucho, sus fuentes son bastante cuestionables— aclaró Izumi, habiendo hecho sus propias investigaciones sobre el trabajo del autor.

—Tienes razón— reconoció el pelinegro con idéntica opinión, —pero he de admitir que El Mundo de Ayer es un gran libro— había comprado la primera edición en 1942.

—¿Qué sigue?, ¿Tienes la primera edición?— inquirió la pelicastaña, ya queriendo tener aquella oportunidad con alguno de los libros que tenía.

—En realidad, sí— admitió el Uchiha ligeramente avergonzado por ello, observando a la pelicastaña por el rabillo del ojo.

—¿Cómo lo conservas?— preguntó la Yamamoto con sorpresa, e inevitable envidia. —Yo tengo una edición, pero es de los años 60 y de segunda mano— regalo de cumpleaños a los quince años.

—Es mi secreto— respondió Itachi, apartando la mirada y esbozando una sonrisa ladina.

—Empiezan a gustarme tus secretos— contestó Izumi en voz alta, respetando su actuar.

No era una mentira; quizás cualquier otra chica estaría muerta de curiosidad y realizaría mil y un preguntas, intentando entender porque Itachi era como era y hacia lo que hacía…pero ella no, ella tenía sus propios secretos y respetaba los secretos de los demás; si Itachi deseaba contarle algo sobre sí mismo, como ahora hablaba de sus intereses, sea, pero ella no lo presionaría ni forzaría a hablar, por lo que, con aquel tema de conversación y teniendo más en común de lo que podrían haber creído posible, el auto se detuvo, sorprendiendo a Izumi cuando finalmente llegaron al lugar que Itachi había elegido para cenar. Maximilien Restaurant, no era un lugar particularmente elegante—en el sentido de que Izumi no se sentiría mal por no vestir apropiadamente tras cruzar el umbral—, pero cuya belleza la dejo casi sin habla, intercambiando una mirada con el Uchiha, quien le indicó que eligiera una mesa y donde procedieron a sentarse, apenas y trascurriendo unos instantes antes de que el camarero les tendiera el menú y ambos ordenaran; Izumi Soupe du Jour e Itachi Foie Gras Frais. Por supuesto que, al ser vampiro, Itachi no tenía por qué comer, no le aportaba nada, tener que comer en su caso era como si un humano consumiera únicamente caramelos, pero le era fácil aparentar y lo ayudaba a su autocontrol intentar parecer humano, cortando la carne y comiendo, pasando su mirada por los demás humanos presentes al poder leer fácilmente sus pensamientos…pero no la mente de Izumi, con ella todo era silencio y él ansiaba saber que pensaba.

—¿Puedo preguntarte algo?— inquirió Izumi repentinamente, tomando por sorpresa al pelinegro, que asintió de inmediato. —¿A qué se debe este cambio?— verdaderamente deseaba cuando menos entender aquello sobre él.

—Ya te lo había dicho— Itachi pretendió no poder hablar con la boca llena y así parecer humano. —Me harte de ser un idiota contigo— agregó, bebiendo un trago de agua.

—¿Te hartaste y me invitaste a cenar?— mas bien afirmó la pelicastaña, gesticulando un pequeño puchero. —Algo debo estar haciendo bien— consideró en voz alta, bebiendo un poco de agua de su copa.

—Sí, me agradas mucho— confesó el pelinegro finalmente, siendo la verdad y sintiendo que ella merecía saberlo.

—Me alegra, porque también me agradas— concordó la Yamamoto, sorprendiéndolo y haciendo que este la observara, —a pesar de tu mal humor y ser un idiota la mayor parte del tiempo— agregó, fingiendo resignarse burlonamente ante sus defectos. —Veamos cuánto dura esto, ¿sí?— sugirió, anticipando que seguirían habiendo problemas.

—Buena idea— asintió el Uchiha, no queriendo prometerle nada para no irritarla a futuro.

—En español…¿Somos amigos ahora?— trató de definir Izumi, no queriendo presionarlo.

—Supongo que podemos intentarlo— asintió Itachi para hacerla feliz, y porque lo deseaba también, —pero no creo ser bueno para ti— no creía merecer su amistad.

—No dejas de decir eso desde que nos conocimos, queriendo hacer que te vea como un villano, pero no lo eres— protestó la pelicastaña, sosteniéndole la mirada. —No puedo creer que lo seas— un villano no sería tan amable, tierno y comprensivo como él.

—Entonces, ¿Vamos a intentar ser amigos?— inquirió el pelinegro solo para estar seguro, apenas y pudiendo creerlo.

Tenía amigos desde la preparatoria, amigos en quienes se sentía apoyada y con quienes sentía que podía contar, pero no les decía todo a ellos ni podía ser quien era verdaderamente, no como con Utakata, pero tristemente no podía recurrir a él todo el tiempo y no sería justo para ambos depender tanto el uno del otro, pero pese al poco tiempo que llevaba conociendo a Itachi—ya hacía más de un mes, pese a sus turbulentos inicios—, sentía que podía verlo como un amigo y le había agradado desde el principio pese a su carácter imprevisible, además pasaban mucho tiempo juntos y sería mejor para ambos llevarse bien, por lo que fue la primera en sellar el acuerdo, dando por olvidados todos sus problemas pasados. Como si fuera un acuerdo firmado, un negocio o algo parecido, Izumi alzó su mano por sobre el mantel en invitación a Itachi, quien no dudo en estrecharla contra la suya, confirmando aquel acuerdo; quizás no fuera la decisión más inteligente, pero confiaba en Izumi y todo el tiempo que llevaba conociéndola se había vuelto adicto a protegerla, estando en la universidad sentía que debía vigilarla desde la distancia, ansiaba las horas que pasaban juntos en clase y se sentía como un miserable cada vez que la irritaba o alejaba, aunque fuera lo correcto; él era un depredador y ella una presa, aunque siempre pareciera tan segura, poniéndose inconscientemente a su altura y nivel, actuando como una leona aunque la mejor comparación fuera un tierno corderito, por lo que seguiría protegiéndola, esa era su elección...


Una Semana Después

Su cena con Itachi había sido el martes por la tarde; él la había dejado en la puerta de la residencia que compartía con sus amigas y ambos se habían despedido, y al ser de noche Izumi simplemente ingresó en el baño, se dio una ducha y cambio su ropa por el pijama antes de irse a dormir, teniendo una sonrisa en el rostro y que duro los próximos días de la semana; todo el miércoles que pasaron sus clases juntos, el jueves y el viernes, despidiéndose y regresando a sus respectivos hogares. La siguiente semana inició inusual, por primera vez en semanas el sol iluminaba todo, no había una sola nube, un clima muy extraño en Washington y que Izumi supo disfrutar con el paso de los días; lunes, martes, miércoles, jueves, pero para el viernes la sonrisa de Izumi se había desvanecido, teniendo en su lugar una expresión de inquietud, pues Itachi y sus hermanos habían faltado toda esa semana, ¿Les había pasado algo? Aguardando en el estacionamiento junto a Tamaki a que Shinko las alcanzara, Izumi vestía una blusa color sandia estampada en líneas negras como una pintura japonesa, de tipo top ya que tenía cuello alto y sin mangas, dejando parcialmente expuesto su vientre, falda negra abierta en A bajo las rodillas, larga por encima de los tobillos, botines negros y su largo cabello castaño recogido en una coleta para despejar su rostro, haciendo destacar unos pendientes plateados en forma de argolla, sosteniendo su chaqueta bajo sus brazos, mas nada podía ocultar su latente preocupación aunque saludara a sus compañeros al pasar junto a ella.

—Tampoco vinieron hoy— contestó Tamaki por fin, leyéndole el pensamiento. —Cuando hay buen clima, los Uchiha desaparecen. El doctor Uchiha y su esposa llevan a sus hijos a acampar, o eso se cuenta— explicó, pues Izumi no había estado ahí para su llegada hacía poco más de dos meses. —Intente que mis padres lo hicieran, pero no funcionó— comentó con una seca sonrisa, dándole una calada a su cigarrillo. —¿Tu padre lo haría?— inquirió, esperando no ser la única que tuviera tan mala suerte.

—Ocupado como esta, lo dudo, pero de estar libre, claro, por un par de horas— meditó Izumi en voz alta, teniendo una expresión pensativa. —No puede estar lejos de la televisión— agregó con una distraída sonrisa, conociendo bien a su progenitor.

—¡Chicas!— Shinko llegó velozmente hasta ellas. —Iré al baile con Tenma— anunció, eufórica de la emoción y colgándose del brazo de Izumi.

—¿Lo invitaste?— más bien afirmó la Yamamoto, sonriendo y compartiendo su emoción.

—Si, al principio no podía ni articular palabra, pero luego me dijo que sí— asintió la Inari, brincando de emoción. —No podía parar de hacerlo— agregó con una sonrisa cantarina.

—Te dije que no podría negarse— felicitó Izumi abrazándola y compartiendo su alegría.

—Ahora sí que tenemos que ir a ver vestidos, si vamos más tarde, otras se llevaran los mejores— determinó Tamaki por si ya no estaba lo suficientemente claro.

—¿A Port Ángeles?— consultó la Yamamoto solo para estar segura.

—Sí, ¿Nos llevarías?— solicitó la Nekobaa con ojos a semejantes a los de un gato.

—Claro, también quiero buscar algo en la librería— asintió le pelicastaña, no teniendo problema.

Esa mañana al llegar a universidad, Izumi lo había hecho en su camioneta, al finalizar las clases debería regresar a Forks y siempre se ofrecía a llevar a sus amigas, por lo que todas habían subido su equipaje al vehículo en la mañana antes de salir de clases, ahora Tamaki y Shinko brincando de emoción mientras la seguían hacia su vehículo, hablando en voz alta sobre el tipo de vestidos que querían y haciendo que la Yamamoto entornase los ojos al subir al asiento del conductor y ellas en la parte trasera. Aunque en Seattle había estado totalmente despejado, ya en su camino a Port Angeles el cielo comenzó a mostrar más y más nubes que fueron acumulándose hasta hacer desaparecer casi por completo el hermoso cielo azul e Izumi volvió a entonar distraídamente los ojos, adivinando que en Forks el cielo debía estar completamente nublado; tras llegar a Port Angeles, Izumi dirigió su camioneta hacia la Boutique Alley Cat, y apenas se estacionó fuera, Tamaki y Shinko literalmente corrieron al interior como dos niñas ante una tienda de dulces, en tanto ella apagaba su camioneta y las alcanzaba con andar lento y mucho más digno, recorriendo todo con la mirada a cada paso al entrar. La Boutique Alley Cat era un lugar maravilloso, simplemente habia toda la ropa que se pudiera desear, joyas, regalos...por lo que fue facil para Izumi finalmente sentarse y observar a Shinko y Tamaki que salieron del probador un par de minutos después y se situaron a un par pasos de ella para que les diera la opinión de los vestidos que habian elegido; Shinko celeste y Tamaki rosa brillante.

—Este me gusta mucho— admitió Shinko, brincando de emoción mientras alisaba la tela.

—Y yo quiero este, mi pecho resalta— secundó Tamaki, acomodándose el escote.

—¡Qué sexy!

—¡Queremos un poco!

Como siempre en cualquier tienda de chicas, había un grupo de chicos presentes y que desde su lugar no pudieron evitar babear y devorar con la mirada a Shinko y Tamaki que se abrazaron a sí mismas, incomodas a la par que avergonzadas; el vestido que la Inari había elegido dejaba expuesta gran parte de la espalda y destacaba su esbelta así como menuda figura, con el cabello suelto y ligeramente ondulado en lugar de sujeto en trenzas; mientras que el vestido por el que la Nekobaa se había decantado tenía un generoso escote frontal hasta casi la altura del vientre, resaltando sus curvas y voluptuosidad, ambas eran bellas y cualquier hombre se encandilaría con ellas…pero esa no era la forma de demostrarlo. Sentada en una de las bancas fuera de los probadores y atenta a sus amigas, sonriéndoles al verlas tan encantadas con sus vestidos, Izumi se levantó por inercia y observo molesta a los tipos que las habían hecho sentir tan incomodas, pero ni siquiera tuvo ocasión de decir algo, pues estos se marcharon antes de que alguien los increpara, mas el disgusto de Izumi no se extinguió; sus amigas eran chicas preciosas y los vestidos que habían elegido destacaban sus atributos naturales, no tenían por qué sentirse incomodas, ninguna mujer debería sentirse incomoda solo por querer verse bien. Mas, saberse observadas, sentirse incomodas todo el tiempo y queriendo llamar la atención por ser quienes eran, pero sintiendo al mismo tiempo que estaba mal, eso era ser mujer, eso y no esperar que nada hiciera algo al respecto.

—Son unos asquerosos— gruñó Izumi, deseando ir tras esos imbéciles y golpearlos en la entrepierna. —Olvídense de ellos, se ven fabulosas— aconsejó, levantándose de su lugar y acercándose a sus amigas, enderezando sus posturas y reinstaurando su seguridad.

—¿No escogiste ninguno, Izumi?— se sorprendió Shinko, pues su amiga siempre se centraba en ayudarlas a ellas y jamás parecía pensar en sí misma.

—No pude decidirme— contestó la Yamamoto, no habiendo visto nada especialmente llamativo a comparación con ellas, —pero ya tengo una lista de opciones, por lo que la próxima vez solo vendré a comprar el que elija— aseguró, teniendo que debatirlo.

—Y no dudes que te acompañaremos— aseguró Tamaki envolviendo sus brazos alrededor de los hombros de su amiga, agradeciendo su constante ayuda y apoyo.

—¿Quieres ir a la librería?— adivino la Inari, no queriendo que ella se quedara obligada.

—Sí, antes de que oscurezca demasiado— asintió la pelicastaña, no pudiendo manifestarlo de otro modo. —Ustedes quédense aquí y sigan viendo todo lo que quieran, ¿sí? Nos vemos en el restaurante de siempre— determinó, tendiéndole sus llaves a Tamaki para que ellas se movilizaran hasta reunirse en el restaurante.

—Envíanos un mensaje y ordenaremos por ti— indicó Shinko, casi con tono maternal.

—Okey, nos vemos— sonrió Izumi, casi entornando los ojos ante sus aprensivas amigas.

Tomando su chaqueta y bolso, que había dejado sobre la banca desde la cual había observado a sus dos amigas tras abandonar el probador, Izumi se despidió de estas y dirigió hacia la salida, trotando tras cruzar el umbral, conociendo perfectamente las calles como para no necesitar su camioneta, habiendo preferido dejar está a Tamaki—quien sabia conducir, Shinko no—, prefiriendo caminar hasta la librería, dejando que el aire de las horas o minutos previos al anochecer meciera su cabello mientras trotaba ligeramente por las calles, no queriendo encontrar la librería cerrada. Debido a la ausencia de Itachi y sus hermanos a clases esa semana, Izumi casi se había olvidado por completo de su interés por investigar las antiguas leyendas de los Jinchuriki que Utakata le había mencionado, pero la visita de compras a Port Angeles con sus amigas le había reavivado el interés, un libro sobre las legendas Jinchuriki era la única fuente que tenía para investigar sin ser entrometida con Itachi o su familia directamente, queriendo entender de qué se trataba aquella historia sobre que los Uchiha y los Jinchuriki eran familias enemigas y como es que los primeros podían haber residido en Forks una vez, pues ella no había encontrado nada en los registros que tenía desde la época de sus fallecidos abuelos maternos y paternos, todos originarios de Forks. ¿Podía ser posible? Y de ser así, ¿Qué implicaría? Utakata no había aludido nada bueno, pero hasta ahora y por sus experiencias ella se negaba a creer que Itachi o su familia pudieran ser villanos, no había forma.

En cualquier caso, necesitaba información.


El destino de Izumi, a varias calles de distancia y que no le incomodo recorrer en solitario, era Odyssey Books, una suerte de librería y al mismo tiempo tienda de regalos; en Forks cualquier libro que aspirara a encontrar era de segunda mano, de nada buena calidad y de no la mejor impresión, Izumi no había tenido problema en adquirir libros así en sus primeros años de vida, pero ya a medida que crecía su padre no había tenido problema de llevarla a Port Angeles cada determinados fines de semana en busca de libros. Normalmente y de estar en Seattle, Izumi tenía una librería de confianza a la que acudir, de incuestionable calidad o de plano los ordenaba por internet tras ahorrar dinero suficiente, pero en tiempos de necesidad se hacía lo que podía con lo que tenía a la mano; tan pronto cruzó el umbral, Izumi saludó al encargado y dueño, Koichi Maru, quien la conocía tanto como ella a él luego de tantas visitas en la infancia, dejándola conducirse por los pasillos con familiaridad en busca del libro que necesitaba. Lo que Izumi buscaba en concreto era un libro que hablara de los mitos de la tribu Jinchuriki, ella ya disponía de uno, pero este era considerablemente censurado en el sentido de que eran básicamente fabulas y pequeñas historias infantiles, relatos condensados, pero lo que buscaba era la historia completa para estudiarla, encontrando finalmente el libro que buscaba y con el cual se acercó al mostrador, tendiéndoselo al encargado, que examinó el precio cuyo recibo entregó a la Yamamoto, que procedió a pagar por este.

—Disfrútalo— deseó el señor Koichi, tendiéndole el libro y su cambio.

—Muchas gracias— sonrió Izumi, guardando el cambio en su billetera. —Buenas noches— se despidió al cruzar el umbral, guardando el libro y billetera dentro de su bolso.

Dándose cuenta al salir que estaba aún oscuro que antes—esperando no haber perdido demasiado tiempo al interior de la librería—, Izumi se acomodó mejor la chaqueta ante la fría brisa nocturna, y se movió velozmente por las calles cada vez más vacías a esa hora salvo por las farolas que alumbraban el ambiente, en especial aquella hacia la cual tuvo que cruzar forzosamente por ser la más directa, no sintiéndose nada cómoda con el grupo de cinco chicos que bromeaban ruidosamente entre si y que desviaron la atención hacia ella al verla caminar hacia donde se encontraban. Izumi comenzó a cuestionarse mil y un cosas mentalmente, deseó que su blusa no fuera de un color tan llamativo, su falda con ese corte o no estar tan arreglada, quizás así no habría llamado la atención de esos chicos, que parecieron olvidarse completamente de lo que estaban hablando, bloqueándole sutilmente el paso al mismo tiempo en que ella pretendía acelerar ligeramente para evitarlos, pero estos no se lo permitieron. El que de lleno le evitó el paso debía ser un chico de su edad o cuando muchos dos años mayor, alto y muy intimidante, que la recorrió con la mirada y esbozó una sonrisa ladina que solo contribuyó a ponerla todavía más nerviosa; diciéndose que solo empeoraría todo al demostrar miedo, Izumi consiguió rodearlo sin encontrar su mirada con la suya, lo que solo provocó un aumento de las risas por parte de los otros cuatro, dos de los cuales no dudaron en bloquearle el paso y esta vez impidiéndole pasar, ya fuera por en medio de ellos o el costado.

—Que belleza— comentó uno de los chicos, recorriéndola con la mirada sin disimulo.

—No deberías estar sola a esta hora, hermosa— secundó su compañero, haciéndola estremecer.

—Con permiso, tengo prisa— se excusó Izumi, pretendiendo pasar junto a estos.

—Oye, no te vayas— detuvo uno de ellos, sujetándola del brazo y reteniéndola.

—Suéltame— pidió la Yamamoto, aun intentando ser amable y evitar responder.

—No te vayas— pidió otro con falsa amabilidad…no eran ladrones, sino algo peor.

—Sí, haznos compañía— respaldó otro, acercándose y haciéndola sentir encerrada.

—¡Suéltame!— gritó la pelicastaña completamente harta, volteándole el rostro a su captor con una bofetada y logrando que este la soltara.

—Que valiente— elogió burlonamente otro, sujetándola antes de que intentara huir.

—Es mejor si pelea— celebró el que había recibido la bofetada, volteando a enfrentarla.

Los nervios de Izumi no hicieron más que aumentar cuando sintió las manos de uno de los sujetos a su espalda, sobre sus hombros, resistiéndose ella ferozmente por escapar y lo que solo pareció envalentonar a los demás que procedieron a rodearla y tratar de alejarla de la calle para que nadie los viera o eso supuso; por inercia, Izumi pretendió gritar, pero el sujeto frente a ella le cubrió la boca, ante lo que ella lo mordió y aprovecho la diversión o burla que se adueñó del grupo, zafándose del agarre del sujeto tras ella y golpeándolo con la palma abierta como le había enseñado su padre, esperando haberle roto la nariz mientras ella salía corriendo lo más velozmente posible, maldiciendo su suerte sin embargo al escuchar al grupo seguirla. Como una oportunidad que no podía perder, Izumi soltó un suspiro de alivio cuando un auto apareció rápidamente del final de la calle, por lo que ella se arrojó en su camino con los brazos extendidos, esperando que se detuviera, arrodillándose frente al vehículo, bajando la cabeza y prefiriendo que el auto la arrollase antes que encontrarse en manos de esos sujetos; para asombro suyo, el auto freno a un par de pasos de ella con sus faros encendidos; su padre, como policía, le había enseñado que nunca confiara en un desconocido, pero ella estaba desesperada, por lo que no dudo en levantarse de forma temblorosa para subir al vehículo…pero la sorpresa la hizo congelarse en el acto, reconociendo el modelo del auto plateado—un Volvo C30—y reconociendo también a su dueño del otro lado del cristal; Itachi.

—Súbete— instó el Uchiha a modo de orden desde dentro del auto.

Regresando a la realidad ante la voz de Itachi, Izumi asintió temblorosa al correr hacia la puerta del copiloto, que abrió y cerró tras de sí aun temblando; ni un segundo después, Itachi aceleró bruscamente, amenazando con arrollar al grupo a la par que sonando la bocina , haciéndolos correr y marcharse por fin, e Izumi casi se vio tentada a cubrirse los oídos cuando los neumáticos del Volvo chirriaron al girar para abandonar la calle, permitiéndole suspirar y echar la cabeza hacia atrás, aliviada, sabiendo que ya no corría peligro. Detestaba a esa clase de sujetos, por un lado, porque su hermana Ino había tenido la desgracia de padecer una experiencia casi idéntica en su última noche como humana, con la diferencia de que nadie la había rescatado y había sido violada por cuatro sujetos...Itachi no quería pensar que habría sido de la vida de Ino como inmortal si no hubiera conocido a Sai para poder dejar atrás todo aquello; pero principalmente, detestaba a esos cinco tipos en particular, porque había podido leer las mentes de esos malditos y anticipar lo que le habrían hecho a Izumi si él no hubiera llegado a tiempo...Le dio asco solo imaginarlo y aumento su ira, apretando las manos alrededor del volante, mas trató de asirse a la presencia de la Yamamoto en el asiento del copiloto para no quedar en evidencia al abusar de su fuerza sobrehumana. Sintiéndose mucho más calmada, Izumi observó la calle, notó la alta velocidad a la que el Uchiha estaba conduciendo, y volvió su mirada hacia él, no sabiendo bien que decirle.

—Baja la velocidad, ya estamos lejos— sugirió Izumi con voz suave, preocupada por él.

—Quiero volver y arrancarles la cabeza— gruñó Itachi, viéndose muy tentado a regresar y matar a esos malnacidos.

—No, no lo hagas— protestó la pelicastaña, no queriendo que cometiera una locura.

—¡No sabes las cosas repulsivas que pensaban!— discutió el pelinegro, casi alzando la voz.

—¿Tú sí?— cuestionó la Yamamoto arqueando una ceja por las palabras que había usado.

—No es difícil imaginar— contestó el Uchiha como si fuera obvió. —Háblame de otra cosa, distráeme para que no regrese— pidió, no siendo en absoluto una mentira.

—Ponte el cinturón— aconsejó Izumi, dándose cuenta de que no lo estaba usando.

—Póntelo tú, mejor— contestó Itachi, riendo ante su innecesaria preocupación por él.

Por un lado, fue una maravilla que no pudiera leer la mente de Izumi, aún podía notar como temblaba por inercia ante la terrible experiencia de la que podría haber víctima, pero ya que él no podía leer en su mente, evitaba tener que pensar en esos malnacidos más de la cuenta, pues no sabía si ella también pensaba en ello o de la misma manera que él, y ella sí que tenía razones para sentir ira o indignación, mas no aparentaba nada de ello, estaba muy tranquila. No dejaba de hacerle gracia las cosas que podía decir Izumi solo por ser humana; ella no sabía que él estaba acostumbrado a conducir rápido para no sentirse como un maldito caracol con sus agudos reflejos y que como vampiro que era lo último en que pensaba era en usar cinturón de seguridad, mas le hizo gracia poder hacerla sonreír según noto por el rabillo del ojo mientras ella lo obedecía. Pudiendo recuperar la calma y dejar atrás lo que podría haber ocurrido, Izumi obedeció rápidamente, llenando el silente Volvo con el chasquido del cinturón de seguridad conectándose; como si supiera como se sentía, Itachi alargó una de sus manos y la situó sobre las suyas, como si intentara calmarla, e Izumi no pudo evitar entrelazarla con la suya a modo de silente agradecimiento, antes de decirle que debía reunirse con sus amigas en determinado restaurante, y aunque Itachi no dijo nada, ella notó que cambiaba de camino y comenzaba a conducir más lento para tranquilizarla, aunque ojala y supiera que, con su sola aparición, su aterrado corazón había logrado recuperar su acompasado latir…


—¡Izumi!

El camino debió durar apenas un par de minutos, pero fue asombrosamente lento y duradero en la mente de Izumi, que se vio tentada a quedarse dormida, pero sus ojos no se cerraban; una descarga de adrenalina la había golpeado a ella, ya que ahora que lo analizaba no podía creer que hubiera mordido a uno de sus atacantes y golpeado a otro, su padre le había enseñado defensa personal al cumplir quince años, pero nunca la había puesto en práctica. Lentamente todo fue volviendo a ella, dirigiendo la mirada a su hombro derecho, comprobando para alivió suyo que aún tenía su bolso consigo, examinando este y hallando su teléfono, llaves de su casa, billetera y el libro que había comprado. Al mismo tiempo en que Izumi daba las gracias, o eso pareció por el murmulló que emitió, Itachi esbozó una sonrisa ladina tras estacionarse fuera del restaurante Kokopelli Grill, exactamente en el espacio disponible por delante de la camioneta de Izumi, apagando el motor al mismo tiempo en que las dos amigas de la Yamamoto; Tamaki Nebokaa y Shinko Inari, cruzaban el umbral, reconociendo a Izumi que en ese momento bajo del auto, casi corriendo hacia ellas, que hicieron lo mismo, siendo envuelta en un cariñoso abrazo. Como habían acordado al despedirse, Tamaki y Shinko habían esperado a que Izumi les enviara un mensaje diciendo lo que deseaba para cenar, y tras cenar ahora habían pretendido ir a buscarla en su camioneta—conociendo la dirección de la biblioteca—, pero verla a salvo las tranquiló enormemente, rompiendo el abrazo.

—¿Dónde estabas? Nos tenías preocupadas— interrogó Shinko con voz exigente, preocupada de forma casi maternal.

—No contestabas nuestros mensajes— regañó Tamaki, viéndola con el ceño fruncido.

—Lo siento, chicas, de verdad, hubo un pequeño imprevisto— se disculpó Izumi, no queriendo decirles nada de lo que casi había ocurrido para no preocuparlas.

—Me disculpo si las hice pasar un mal momento, sin saberlo— habiendo bajado de su auto, Itachi aprovechó ese momento para acercarse a la Yamamoto y sus amigas. —Izumi y yo nos encontramos y nos entretuvimos hablando más de la cuenta— mintió al observar a las chicas, no queriendo que Izumi recibiera reprimenda alguna.

Lo último que Itachi quería era que Izumi tuviera un problema, y pese a no leer su mente podía anticipar—como había sucedido con Ino en los primeros días que la había conocido, aunque su vínculo continuaba siendo tenso por momento—que ella no querría hablar de nada de lo que podría haberle ocurrido. Normalmente, Itachi no disfrutaba del efecto que tenía en la mayoría de las personas, especialmente en las féminas, ser un vampiro implicaba ser un depredador que, sin embargo, parecía la presa más apetitosa; su llamativo aspecto físico, atractivo y magnetismo eran una trampa para atraer a víctimas, y ya que él no se alimentaba de humanos, eso era básicamente un incordio; cuando había sido humano, había sido alguien discreto, que si había tenido compañía femenina a su disposición, pero que prefería ser un intelectual que departía en las fiestas como cualquier chico de veintidós años, o así había sido cuando había sido humano. Izumi había visto muchas facetas de Itachi hasta ese momento, usualmente era un perfecto caballero, alguien con quien se parecía poder hablar de cualquier tema, elocuente, divertido y tierno, aunque esto último solo lo estaba demostrando en el último tiempo, por lo que la tomó por sorpresa e hizo arquear una ceja ligeramente divertida cuando hablo con aquel tono tan carismático a la par que seductor y que embelesó completamente a Tamaki y Shinko a su derecha e izquierda respectivamente y que se sonrojaron bajo su mirada, como si se sintieran las más afortunadas porque les pusiera atención.

—Descuida, somos algo aprensivas, es nuestra culpa— excuso Shinko jugando nerviosamente con su cabello, dando por olvidado el tema.

—Qué bueno que estabas cerca— celebró Tamaki igualmente, mordiéndose el labio inferior. —¿Izumi, vendrás con nosotras?— consultó, regresando su atención a su amiga.

—La verdad no he comido nada— recordó la Yamamoto, casi escuchando su estómago.

—Yo llevaré a Izumi a casa, no necesitan preocuparse— intervino el Uchiha, sorprendiendo a Izumi que volvió la mirada en su dirección. —Es lo menos que puedo hacer— obvió el encontrar su mirada con la de ella, siendo totalmente sincero.

—Muchas gracias— apreció la pelicastaña genuinamente. —Tamaki, cuida mi auto, déjalo estacionado fuera de casa— pidió ya que su amiga aún tenía las llaves de su camioneta.

—Okey— asintió la Nekobaa, acercándose para abrazarla. —Disfrútalo— animó en un susurró contra su oído, solo audible para ella.

—Mentes de alcantarilla— regañó Izumi también en voz baja al romper el abrazo.

Sus amigas, como todas las chicas de la universidad sin importar su edad, estaban completamente embelesadas por los hermanos Uchiha, la diferencia era que el interés de las féminas era más evidente en el caso de Itachi porque él estaba soltero, mientras que Sasuke estaba con Sakura y Sai estaba con Ino, ambas de gran belleza por si solas; pero Izumi no tenía tiempo para nada de eso y menos tras la terrible experiencia de la que por poco había sido víctima, pero en la cual ni siquiera trato de pensar, golpeando amistosamente en el brazo a Tamaki, quien rio en voz baja al igual que Shinko, que se despidió de ella con un ligero abrazo y no dejaron de observarla mientras subían a la camioneta. Negando sutilmente para sí y apretando los labios para no suspirar, absteniéndose de entornar los ojos, Izumi volvió la mirada hacia Itachi, quien para su asombro la observaba con perfecta calma, con su espalda perfectamente recta en la postura que tanto lo caracterizaba y las manos en los bolsillos, aguardando a que la Yamamoto se sintiera lo suficientemente cómoda para ingresar hasta verla asentir. Inevitablemente divertido ante las interacciones entre la Yamamoto con sus amigas—cuyos pensamientos iban de la idolatría a un vínculo casi de hermandad, lo que lo dejaba tranquilo—, el Uchiha abrió la puerta y la invitó a pasar primero, casi reverenciándola respetuosamente como haría en el siglo XX, lo que provocó que Izumi sonriera al ingresar, con él siguiendo sus pasos. Ya había sido suficiente de malos recuerdos o experiencias.

Todo lo que él deseaba era verla feliz y a salvo.


De alguna forma, y aunque la mente de Izumi no dejara de rebobinar el casi ataque del que había sido víctima, preguntándose mentalmente que habría pasado si Itachi no hubiera llegado…el Uchiha consiguió mantenerla anclada a la tierra y evitando que se distrajera, como si de alguna forma adivinara los derroteros hacia los que su mente deseaba dirigirse y consiguiera evitar que lo hiciera, aunque al mismo tiempo también parecía observarla de forma analítica, como si deseara saber lo que pensaba. Kokopelli Grill no era un lugar desconocido para Izumi, sus amigas y ella acostumbraban a comer ahí cada vez que visitaban Port Angeles, pero esta vez junto a Itachi, Izumi casi sintió como si fuera la primera vez que estaba ahí, aunque eso quizás se debiera a los perfectos modales del Uchiha, que ofreció recibir su chaqueta cuando ella se la quitó y la colgó en su silla, moviendo esta para que ella se sentara, él solo sentándose frente a ella tras saberla perfectamente cómoda. No estando para nada acostumbrada a que nadie se preocupara tanto por ella, ni a ver tan buenos modales en un chico de su edad, Izumi parpadeó más de una vez para asegurarse de que no estaba soñando, apenas y poniendo atención en la camarera cuando está anotó sus pedidos, aunque solo Izumi pidió algo, ya que Itachi dijo no tener hambre y el silencio volvió a gestarse en la mesa, ambos observándose mientras esperaban, Itachi pareciendo evaluar todo el tiempo si es que ella estaba bien, e Izumi teniendo la mente llena de preguntas cuando la camarera regresó:

—Pollo con crema poblana— la camarera dejo el plato frente a la Uchiha, que se olvidó completamente de cualquier problema con solo ver el apetitoso plato.

—Gracias— apreció Izumi, no perdiendo el tiempo y tomando los cubiertos cuanto antes.

—No hay por qué— contestó la camarera, enfocando su atención en el Uchiha. —¿Seguro que no quieres nada?— preguntó con un tono nada disimulado de interés por él.

—No, nada— negó Itachi sin dejar de observar a Izumi, mas esbozando una sonrisa ladina.

—Si quieres algo, solo dímelo, ¿sí?— solicitó la camarera, retirándose finalmente, sonrojada cabe añadir.

La mayor parte del tiempo era divertido para Itachi ser testigo del interés de las féminas a su alrededor, no lo compartía ni disfrutaba en absoluto, de hecho, podría considerarse a sí mismo célibe desde que se había convertido en vampiro, pues no había tenido contacto íntimo con el sexo opuesto ni había visto la necesidad, aunque como humano sí que había tenido sobrada experiencia; leer la mente de las personas a su alrededor no ayudaba, ver realmente como eran quienes lo rodeaba eliminaba cualquier posible interés, por lo que sonrió ladinamente ante la partida de la camarera, regresando su atención a la única persona presente que podía despertar su interés por su mente insondable; Izumi Yamamoto. Arqueando una ceja ante la conducta de la camarera, que no podría haber dejado más claro su interés por Itachi, Izumi se abstuvo de sonreír más de la cuenta tan pronto como esta se marchó, regresando entonces su atención a Itachi, que hizo crecer su sonrisa ladina al encontrar su mirada con la suya, aparentemente igual de divertido por la actitud de la camarera, ¿Eso le pasaba todo el tiempo? Izumi se reprochó por lo tonta que sonaba esa pregunta…mas, ahora que no tenía otras cosas en que pensar, cortando la carne de su plato y comenzando a comer, la Yamamoto no pudo evitar encontrar más y más extraña la forma en que Itachi había aparecido básicamente de la nada para rescatarla de aquellos sujetos, ¿Qué hacía en Port Ángeles ese día, a esa hora de la noche?, ¿Cómo había podido encontrarla si no sabía dónde había estado?

—¿No comerás nada?— preguntó Izumi, no sabiendo si preocuparse por ello o no.

—No tengo hambre, no después de lo que sucedió— justificó Itachi, no teniendo ánimo para pretender ser humano. —Me quedare con los palitos de ajo— agregó, tomando uno de estos de la mesa y mordiéndolo sin mayor interés.

—Itachi, tienes que darme respuestas— pidió la pelicastaña por fin, no pudiendo tragarse sus dudas ni interrogantes en esta oportunidad.

—Sí, no; cruzar al otro lado; y podría decirte que el león no es como lo pintan...— nombró el pelinegro, siendo bueno en pretender no entender de que hablaba ella.

—Eso no es gracioso— interrumpió la Yamamoto, endureciendo su tono de voz.

—¿No lo es?— inquirió el Uchiha, deseando más que nunca leer su mente insondable.

—¿Cómo sabias donde estaba?— cuestionó ella por fin, queriendo una explicación.

—No lo sabía— mintió él, ante lo que la pelicastaña soltó los cubiertos y pretendió levantarse. —Izumi, espera— detuvo, alargando su mano y sosteniendo la suya.

Encontrando su mirada con la de Itachi, Izumi asintió y volvió a sentarse, no queriendo armar un escándalo y debiéndolo mucho por la forma tan amable en que él la había ayudado, mas queriendo a su vez que el Uchiha entendiera que ella tenía preguntas y que para continuar siendo amigos necesitaba cuando menos una respuesta concreta, no una explicación porque eso sería demasiado exigente de su parte, pero si información, algo, desconocer tanto solo la hacía sentir impotente, y eso no le gustaba nada. Sabía que le estaba pidiendo demasiado a Izumi, ella había callado cualquier duda desde el principio, francamente le asombraba que ella no se estuviera devanando la cabeza con mil y un preguntas, interrogándolo en cada oportunidad e Itachi sí que respetaba eso, respetaba la gran comprensión que Izumi le había mostrado hasta ahora, no deseaba tener que guardarle secretos…pero decirle que era un vampiro era no era en absoluto una opción; revelar su secreto al mundo humano estaba prohibido y penado por la ley, los Volturi—los lideres entre los vampiros, aquellos que decidían que estaba bien o mal y sancionaban cualquier actuar subversivo—mataban por tan siquiera aludir su existencia a los mortales; por ello no salían al sol, por ello es que los vampiros tradicionales debían alimentarse de forma controlada para no llamar la atención, entre otras cosas más; Izumi había sido tan amable con él y su familia desde el principio, siempre tan transparente y clara…que Itachi se dijo que ella al menos merecía saber algo, porque él no quería mentirle.

—¿Me estabas siguiendo?— interrogó Izumi, no pudiendo interpretarlo de otro modo.

—En parte— contestó Itachi, parcialmente, lo que la hizo suspirar de decepción ante su esquiva respuesta. —Es que, siento que debo protegerte— prosiguió, intentando explicar su punto. —Estaba manteniendo mi distancia, por si necesitabas mi ayuda, pero oí lo que esos malnacidos pensaban...— soltó aquella información antes de que pensar las palabras.

—¿Oíste lo que pensaban?— repitió la pelicastaña en voz baja. —Lees la mente— obvio por la información, enormemente sorprendida por aquello.

—Sí, leo todas las mentes en este lugar, excepto la tuya— admitió el pelinegro, no pudiendo mentirle al respecto. —Por ejemplo; sexo, dinero, sexo, gatos...— predijo, pasando su mirada por las mesas cercanas, escuchando una ligera risa de Izumi antes de regresar su atención a ella. —Y luego estás tú; nada— todo lo que podía hacer era observar su bello semblante, —realmente frustrante— deseaba leer su mente más que la de nadie, y lo intrigaba a la par que irritaba no poder hacerlo.

—Pero sí que hay algo en mi mente, estoy pensando ahora y mucho— contrarió la Yamamoto, confundida. —¿Hay algo mal en mí?— preguntó, preocupada de ser el caso.

—Déjame entender, ¿Acabas de descubrir que leo mentes y preguntas si hay algo malo en ti?— el Uchiha no pudo evitar reír ante eso, y la pelicastaña no tardó en hacerlo también. —Quiero que estés a salvo, Izumi, lo digo de verdad— confesó encontrando su mirada con la suya. —Eres la primera persona que conozco con un corazón tan honesto y desinteresado, y no quiero que te pase nada— lo hacía sentir humano, a la par que en conflicto consigo mismo por su deseable sangre. —Entiendo si mi presencia te resulta molesta...— en su opinión, ya le había causado suficientes traspiés.

—No lo hace— interrumpió Izumi con voz cálida, tomándolo por sorpresa. —Pero, lo que acabas de decirme me hace entender mejor porque parecías odiarme cuando nos conocimos— consideró en voz alta, esbozando una sonrisa al atar cabos en su mente.

—Sí, no era a ti, sino a tu mente insondable— diferenció Itachi, mordiéndose la lengua por tener que ocultarle información y el hecho de que deseaba su sangre.

—Entonces, disculpa a mi mente— rio la pelicastaña, recuperando su buen humor. — ¿Empezamos de nuevo?— sugirió como una semana atrás, tendiéndole su mano. —Izumi Yamamoto— se presentó como si acabaran de conocerse.

—Itachi Uchiha— correspondió el pelinegro, estrechando su mano contra la suya.

Escuchar la explicación de Itachi en cierto modo la dejaba más tranquila, le daba sentido a la tensión existente entre ambos desde su primer encuentro y que ella no había sabido interpretar o explicar, claro que escuchar que alguien podía leer la mente era extraño, pero el mundo estaba plagado de cosas extrañas, y desde su pre adolescencia Izumi había leído hasta el hartazgo sobre casos de personas con dones más allá de lo entendible o explicable por la ciencia misma, ella misma tenía la tendencia a que los sueños que tenia de alguna forma se trasladaran a la realidad o predijeran algo que iba a ocurrir, sin embargo, ¿Era tan extraño que de alguna forma una persona pudiera tener el don psíquico de leer los pensamientos de otros? No para ella, ni por la forma en que Itachi se lo explico, e Izumi estaba dispuesta a volver a empezar, porque confiaba en él y quería tenerlo como amigo. Itachi por su parte, se reprochó mentalmente el tener que mentir, Izumi realmente parecía la persona más dulce, comprensiva, transparente y maravillosa que había conocido en su vida, no poder leer su mente le recordaba a su pasado, cuando no había sabido de su don ni había dependido de este; pero, al mismo tiempo desear su sangre le recordaba la parte que más odiaba de sí mismo, una parte que no solo quería esconder de ella, sino que debía ocultar por su propio bien, por el suyo y por el de su familia, o de otro modo tendrían que irse de Forks y eso solo traería problemas, porque la dejarían a ella como cabo suelto. E Itachi realmente quería estar cerca de ella…


Forks

El resto de la cena fue amena, y luego de terminar de comer, Itachi pagó la cuenta antes de que Izumi pudiera sacar su billetera de su bolso siquiera, el Uchiha justificando que era una compensación por todos los disgustos que le había dado en el pasado, ante lo que ella entornó los ojos y aceptó, casi ruborizándose cuando el Uchiha se levantó de su lugar y movió la silla al mismo tiempo que ella se levantaba, ayudándola a colocarse la chaqueta; decidiendo que dos podían jugar ese juego, ya que él estaba siendo tan caballeroso, ella lo tomó desprevenido, sujetándolo del brazo al caminar hacia la salida, adelantándose un paso cuando este pretendía abrirle la puerta…pero no pudo hacer lo mismo con el auto, sosteniendo la mirada al pelinegro al subir al asiento del copiloto. El viaje a Forks fue muy ameno, era poco más de una hora de viaje e Izumi estaba tan casada por tan agitado día, a la par que sintiéndose tan segura junto a Itachi, que no pudo evitar quedarse dormida mientras escuchaba "Dream of Autumn" de Archibald Joyce; pudiendo acelerar ya que Izumi se encontraba dormida, Itachi logró acortar en camino de alrededor de una hora y media a apenas 35 minutos, esbozando una sonrisa ladina ante el sereno semblante de la Yamamoto y el acompasado vaivén de su pecho antes sus respiraciones, desacelerando lentamente al darse cuenta por el latir de su corazón y respiración que iba a despertar, viéndola abrir lentamente los ojos mientras se acomodaba en el asiento junto a él; debía admitir que se veía muy adorable mientras dormía.

—Te dejo en tu casa, ¿verdad?— consultó Itachi al saberla despierta, cruzando en ese momento la entrada de Forks.

—Si...— contestó Izumi, ahogando un bostezo, mas abriendo los ojos al reconocer la comisaria y que parecía repleta de actividad, encontrándose fuera una ambulancia. —¿Qué estará pasando? Normalmente papá ya debería estar en casa— consideró en voz alta, contando las patrullas y encontrándose también la de su padre.

—¿Quieres que me estacione?— inquirió el Uchiha, reduciendo la velocidad y viéndola asentir. —Es el auto de mi padre— notó, igualmente desconcertado ahora. —¿Qué estará haciendo aquí?— se preguntó al estacionarse fuera de la comisaria.

—Resolvamos dudas— sugirió la Yamamoto volviendo la mirada en su dirección.

Nacida en los últimos años del siglo XIX, su madre Mikoto era muy tradicionalista ante la enseñanza que había recibido, eso querría decir que jamás se atrevería a reprochar a Fugaku por tardar en llegar a casa, por pasar más horas en el trabajo o por tomar turnos extra—de hecho, ella en más de una ocasión lo había visitado y hecho más que hablar con él en su oficina, jugando con el rol de paciente-doctor—, pero a Itachi y sus hermanos sí les hacía ruido que Fugaku se quedara hasta tarde en el trabajo y normalmente siempre había una razón de peso para ello, a menos que lo informara a la familia, lo que no era el caso, por lo que Itachi no podía estar más de acuerdo con Izumi, apagando el auto y bajando de este a la par de ella. Como si se supiera aludido, el doctor Uchiha emergió del interior de la comisaria, ya no vistiendo su bata de hospital, sino que un abrigo negro que ocultaba en su mayoría su camisa azul oscuro y corbata gris, hablando con uno de los oficiales y del que se despidió, concentrando su atención en su hijo de pie junto a su auto y a quien acompañaba la hija del jefe de policía; Izumi Yamamoto. Siendo su don el autocontrol, no habiendo bebido jamás sangre humana en todos sus siglos de existencia, Fugaku deseó tener el don de Itachi y leer las mentes, teniendo muchas preguntas al acercarse a la "pareja", habiendo sido testigo de la tortura mental que Itachi había experimentado desde que conocía a la señorita Yamamoto y que sin embargo era tan inofensiva a la par que asombrosamente discreta, debiéndole su permanencia en Forks.

—Doctor Uchiha— saludó Izumi con una amable sonrisa al padre de Itachi.

—Izumi— correspondió Fugaku inclinando la cabeza ante la señorita.

—¿Qué sucedió, papá?— preguntó Itachi, esperando que no se tratara de algo malo.

—Vine por Masao Morino, ya examiné su cadáver— explicó el patriarca Uchiha, tomando por sorpresa a la pareja por igual.

—¿Cadáver?— repitió la Yamamoto con incredulidad. —¿Qué le paso?— era amigo de su padre, lo conocía desde niña, era un buen hombre.

—Estaba en un bote cerca de su casa y aparentemente un animal lo atacó— contestó el doctor Uchiha, no necesitando decir nada más, pues su hijo podía leerle su mente.

—¿Es el mismo animal que atacó al guardia de seguridad en Mason?— inquirió la pelicastaña, viniéndosele aquello a la mente de inmediato.

—Eso parece— contestó Fugaku únicamente, no siendo apropiado decir más.

—Se está acercando...— murmuró Izumi para sí con preocupación. —Lo siento, pero debo ir con mi papá, Masao y él eran amigos de la infancia— se excusó, acercando sus pasos al umbral de la comisaria, donde se detuvo. —Gracias por traerme, Itachi, acompañare a mi papá a casa— apreció, realmente debiéndole mucho.

—Descuida, me encanto pasar tiempo juntos— correspondió Itachi, esperando que la noticia no la hubiera herido demasiado.

—También a mí— sonrió la Yamamoto. —Buenas noches, doctor Uchiha— se despidió del patriarca Uchiha.

—Buenas noches, Izumi— deseó Fugaku, intercambiando una mirada con su hijo.

Viendo a Izumi desaparecer en el umbral de la estación de policía, Itachi únicamente observó a su padre y viceversa, cada uno subiendo a sus respectivos autos, teniendo que tratar el verdadero asunto en cuestión tan pronto llegaran a casa, por era un asunto familiar; vampiros nómadas, otra vez, y estaban causando muertes que ellos no tendrían como justificar si llamaban la atención de los Volturi, ¿Tendrían que intervenir y eliminarlos? Eso debían debatir. Masao Morino había sido uno de los grandes amigos de vida de su padre, luego estaban Harusame Kirigakure, Bunkupu Terumi—padre de Mei, Yugito y Kagura—, ambos habían sido compañeros de escuela, secundaria y universidad, habían ido tras las mismas chicas y demás; Izumi había visto al señor Masao en casa desde pequeña, él se había disfrazado de Santa Claus en cada navidad hasta que había cumplido 10 años, la había llevado a pasear en bote junto a sus amigos, se lo encontraba en la cafetería…recordando aquello, Izumi no pudo evitar sentir un nudo en la garganta mientras cruzaba el pasillo hacia la oficina de su padre, saludando a los oficiales a su paso y finalmente llamando a la puerta antes de ingresar. Izumi solo había visto así de mal a su padre luego de sus peleas con su madre, cuando creían que ella no oía sus discusiones por las noches, podía ver que estaba emocionalmente destrozado por perder a un amigo tan querido, sentado frente a su escritorio y con el rostro cubriéndole las manos, por lo que ella no dudo en acercarse, rodeando su escritorio y abrazándolo afectuosamente.

—Lo siento mucho, papá— murmuró Izumi en medio del abrazo. —El señor Masao era un buen hombre— a ella también le dolía muchísimo su muerte y entendía su dolor.

—Lo conocí por casi treinta años...— murmuró Ryuu, apenas y pudiendo creerlo aún.

—¿Estás bien?— preguntó ella, rompiendo el abrazo y viendo atentamente a su padre.

—Sí, solo algo impactado, tranquila— sosegó él a su hija, estrechando sus manos entre las suyas. —Encontraremos a ese animal, donde quiera que este, pero ojalá antes de que mate a alguien más— ya había causado demasiado daño. —Sé que quizás es demasiado, ¿Pero podrías llevar esto contigo?— pidió, tendiéndole un atomizador de gas pimienta. —Me daría algo de tranquilidad— agregó a modo de justificación.

—Si así logras conciliar el sueño, lo llevaré— asintió Izumi, recibiendo el atomizador y guardándolo en el bolsillo de su chaqueta.

—¿Qué haces aquí?— preguntó Ryuu finalmente, confundido. —Deberías estar en casa— debería haber llegado a casa hace ya varias horas como de costumbre.

—Acompañé a Tamaki y Shinko a Port Ángeles tras salir de clases, pero en el camino me encontré con Itachi y me invito a cenar— explicó ella, saltándose el incidente ocurrido. —Me dejo en la puerta y se encontró con su padre— agregó, explicando porque estaba ahí.

—Entonces estabas a salvo— se tranquilizó él, conociendo y respetando a la familia Uchiha. —Vamos a casa, ¿sí?— comentó, intercambiando una mirada con su hija.

Asintiendo como cuando era pequeña y visitaba a su padre en la estación, Izumi volvió a abrazarlo y le dio un beso en la mejilla, disfrutando de la sensación tanto como su padre que la abrazó contra sí y los mantuvo unidos mientras se levantaba de su escritorio y avanzaba hacia la puerta, apenas y separándose de su hija más que para cerrar su oficina con llave tras apagar la luz, volviendo a abrazarla, despidiéndose de sus colegas en el camino y dirigiéndose hacia su patrulla, él conduciendo y su hija en el asiento del copiloto. Normalmente Ryuu no necesitaba preocuparse por su hija, pese a lo menuda y frágil que parecía Izumi a sus 22 años, era perfectamente autosuficiente, él jamás tenía que decirle nada, pero era padre y era natural que se preocupara por ella, mas se sentía muy aliviado de que uno de los hijos del doctor Uchiha, Itachi, que ya la había salvado anteriormente de un incidente, ahora estuviera cerca para traerla de regreso a Forks y que siempre estuviera al pendiente al ser su compañero de carrera, lo hacía sentir tranquilo, pero le brindaría tranquilidad extra el atomizador de pimienta que había entregado a su hija para que se defendiera si había algún problema. Intercambiando una mirada con su padre mientras este encendía el vehículo y emprendían rumbo a casa, Izumi prefirió no decir nada de lo que había pasado en Port Angeles, no se los había dicho a sus amigas, en cualquier caso, y tras llegar a casa bajo sus cosas de su camioneta, se dirigió a su habitación y se fue a dormir tras desear buenas noches a su padre.

Era mejor continuar y olvidar.


Esa noche fue muy inquieta, repleta de pesadillas sobre lo que podría haberle ocurrido con ese grupo de sujetos si Itachi no hubiera aparecido…pero cada vez que había sentido que lo más horrible fuera a ocurrir, la pesadilla se trasformaba en un sueño dulce en que Itachi aparecía para rescatarla otra vez, permitiéndole abrir los ojos y regresar a la realidad, sintiendo que no tenía por qué tener miedo. El sábado en la mañana comenzó muy ocupado; ella se levantó tarde y encontró una nota de su padre en la mesa de la cocina, diciendo que había sido llamado por una pista sobre el animal que estaba rondando tras la desaparición de dos excursionistas, por lo que llegaría muy tarde ya que se debían peinar los bosques alrededor de Forks. Luego de almorzar, Izumi se recostó sobre su cama, repasó cualquiera de sus apuntes para prepararse para la semana siguiente y luego tomo el libro que había comprobado sobre leyendas Jinchuriki; la Yamamoto vestía un suéter verde agua de hombros caídos, mangas abullonadas que se ceñían en las muñecas y cuyas mangas tenia subidas hasta casi los codos, jeans azul oscuro y zapatillas negras, con su largo cabello castaño cayendo tras su espalda, ni siquiera poniendo atención a la hora hasta ahogar un bostezo, alzando la mirada hacia su ventana y viendo que había anochecido; el momento en que la Yamamoto cerró su libro y se levantó de la cama coincidió con un ruido en la planta baja, lo que la hizo tensarse, levantando de la cama y avanzando muy sigilosamente hacia la puerta de su habitación, apenas y asomando la cabeza por el umbral, no habiendo oído llegar a su padre.

—¿Papá?, ¿Hola?— llamó la Yamamoto, cruzando lentamente el umbral hacia el pasillo.

Cuando su padre llegaba a casa, ella lo reconocía, escuchaba el ruido distintivo de su patrulla, el eco de sus pasos en la puerta principal y él se anunciaba cuando ella estaba en casa…ahora no había nada de eso, por lo que la Yamamoto se condujo con pasos lentos por el pasillo hacia el resto de la planta alta, negándose a bajar; cuando pareció escuchar otro ruido, volvió la mirada hacia ambos lados, al frente, izquierda, derecha, sin ver a nadie...pero, casi tuvo un ataque al corazón al voltear, encontrando a alguien tras ella, a escasos centímetros. Se trataba de un hombre unos cinco años mayor que ella o eso pudo intuir, alto, de ojos negros, cabello azul oscuro—casi negro—medianamente largo y alborotado, con unas marcas distintivas en la cara, como cuchillas gemelas, una en cada mejilla, además vestía una desgastada chaqueta de cuero marrón…que le aterró haber visto usar al fallecido Masao Morino, pantalones gris oscuro y botas café igualmente desgastadas; algo en ese sujeto gritaba peligro por todos lados y lo peor es que Izumi no sabía qué hacer, si gritar, correr o atacar, ¿Y eso serviría de algo? Reviviendo en su mente la experiencia del día anterior, tratando de planear algo, lo que fuera, lo que más desconcertó a Izumi fue no haber oído entrar a ese individuo, no escuchar sus pasos, ¿Y cómo había aparecido tras ella? Estaba a unos siete pasos de su habitación, ¿Cómo había aparecido tan rápido y sin que se escuchara tan siquiera uno de sus pasos?

—¿Quién eres?— cuestionó Izumi, no sabiendo si gritar o salir corriendo, ¿y a dónde?

—Siempre las mismas preguntas; ¿Quién eres?, ¿Qué es lo que quieres?, ¿Por qué haces esto?— repitió el hombre con una sonrisa aparentemente amable. —Pero no veo miedo, que curioso— celebró, no habiendo visto es valor en ninguna de sus víctimas anteriores. —Tu padre es muy testarudo, se está metiendo en terreno peligroso al seguir nuestra pista— comentó como si fuera un adulto hablando con una niña. —No somos animales, ¿cierto?— obvió, revelando así quien era. —Creo que es momento de darle un mensaje para que no meta la nariz donde no debe— consideró, alargando una de sus manos y trazando el delicado semblante de la chica. —Pero para hacer las cosas más interesantes, grabare nuestros momentos juntos, espero que no te moleste— agregó, revelando la cámara que sostenía en su mano izquierda y que se encontraba encendida.

El hombre la observaba como un cazador que apuntara con su arma a una presa que se había esforzado en rastrear o seleccionar, inclinando ligeramente la cabeza al observarla, como si fuera una estatua en un museo, y con mucha atención, casi demasiada y ello la aterró más allá del miedo que había sentido el día anterior, porque parecía no poder decidir por dónde empezar, ¿Y empezar qué? Si, sentía miedo, pero no por ello se dejaría en evidencia; recordando el atomizador de pimienta que su padre le había dado la noche anterior, Izumi alargó distraídamente la mano hacia el bolsillo trasero de su pantalón mientras parecía la perfecta presa, disparando este finalmente al rostro del hombre con un movimiento rápido, corriendo lo más rápido que le permitieron sus piernas entre la distracción, no hacia la planta baja pues ello no tendría mucho caso, sino al baño, para encerrarse y bajar al exterior por la ventana y la enredadera al costado de la casa. A solo uno o dos pasos de la puerta del baño, el hombre volvió a aparecer sorpresivamente frente a ella, pero ahora tenía una expresión nada amable, sujetándola bruscamente del cuello hasta quitarle el aliento, viéndola a los ojos y arrojándola con desmedida fuerza al otro lado del pasillo, Izumi escuchó el ruido de su cabeza chocando contra la sólida pared de madera tras de sí, muy aturdida por el dolor, mas luchando por mantenerse consiente, sentándose sobre el suelo y alargando la mano hacia su nuca, revelando que estaba sangrando; alzó la mirada al ver el hombre nuevamente frente a ella.

—Precioso, visualmente muy dinámico— admiró el hombre…o lo que fuera, porque no podía ser humano, arrodillándose frente a ella. —Escogí bien me escenario— reconoció ufanándose de la escena. —Ustedes los humanos pueden ser bastante interesantes, supongo que puedo ver el atractivo en observarlos— más era mejor alimentarse de ellos que contemplarlos. —Sin embargo, debo admitir que estoy algo decepcionado, todo esto fue demasiado fácil, demasiado rápido— aunque debía reconocer el valor de la chica. —La vida puede ser muy cruel, ¿verdad?— comentó, empezando a aburrirse.

Gruñendo de dolor y sintiéndose muy mareada, Izumi se negó a ser una presa, usando la poca fuerza que tenía para empujar al hombre frente a ella, pareciendo conseguirlo o eso le dio a entender este más bien, ella irguiéndose tambaleante y corriendo hacia la escalera, pero nuevamente a un paso de distancia, el hombre la detuvo, sujetándola por la espalda, solo que ahora no la arrojó al otro lado del pasillo, se reservó a sujetarle firmemente la pierna derecha, emitiendo un chasquido repugnante y que paralizó a Izumi de dolor mientras gritaba de agonía, dándose cuenta de que le había roto la pierna; el hombre la soltó en ese momento e Izumi se fue de bruces contra la escalera, intentando sujetarse de esta en vano, rodando por los escalones y aterrizando boca abajo sobre el suelo del pasillo previo a la sala. No tenía caso luchar, una voz en su subconsciente le dijo a Izumi que todo había terminado, pero ella se negó a admitirlo, arrastrándose por el suelo con el atroz dolor en su pierna…sintió la sombra de alguien a su costado y no necesito voltear para saber que se trataba de aquel sujeto, porque estaba segura de que no era humano, nadie podía ser tan veloz ni tener tanta fuerza; el peliazul la sostuvo de la parte trasera del suéter, obligándola a sentarse con un quejido de dolor mientras él se arrodillaba junto a ella, y antes de que Izumi pudiera adivinar que pensaba hacer, este le sostuvo la muñeca derecha y la acercó a su boca, mordiéndola; el simple contacto quemó a Izumi como si fuera ácido y todo en lo que pudo pensar fue dolor…


Por lo que había ocurrido el día anterior, Itachi pensó en visitar a Izumi, quizás les vendría bien a ambos socializar fuera de su tiempo en clases, y antes de que se diera cuenta se encontraba a bordo de su auto, conduciendo a casa de la Yamamoto…pero antes de siquiera estacionarse fuera de la casa—lo que se dio prisa en hacer, casi abandonando su auto—, pudo leer la mente de Fudo en el interior, su regocijo, y él lo conocía lo suficiente para saber que Izumi estaba en peligro. Escuchar el alarido de dolor de Izumi fue todo cuanto necesito—agradeciendo que fuera de noche—, abriendo la puerta y abalanzándose ferozmente contra Fudo, tomándolo del cuello y ayudado por el factor sorpresa, estrellándolo contra la pared, furioso porque ese monstruo se hubiera atrevido a tocar a Izumi, luchando uno contra el otro, rompiendo múltiples tablas y los cristales que decoraban el umbral de la sala, el Uchiha mordiéndolo en el cuello y arrancándole la piel con gusto, deseando arrancarle la cabeza…y lo habría hecho si el maldito no se resistiera tanto. Quizás, de haber estado tranquilo, habría recordado el don de Sakura, que bajo velozmente del auto de Sai y que Sasuke estacionó fuera, los tres bajando del auto e ingresando en la casa, sujetando a Itachi y Fudo por igual, interviniendo antes de que aquello se convirtiera en una verdadera masacre; Sasuke sujetando a Itachi de los hombros. Sakura se arrodilló velozmente junto a Izumi, examinándola mientras se retorcía de dolor, gritando desesperadamente por la mordida en su muñeca derecha.

—Tranquila, Izumi, soy yo— sosegó Sakura, sujetándole el brazo y examinando la mordida…así como el olor de su sangre. —¡Itachi, su sangre!— llamó, desesperada.

—Nosotros nos ocuparemos— tranquilizó Sasuke a Itachi, regresándolo a la realidad junto con el grito de Sakura. —Sai, sujétalo, yo me ocupare de las tablas— indicó al pelinegro que sujetaba a Fudo y asintió, reteniendo sin problema al peliazul.

Mentalmente, Sasuke agradeció la pelea entre Itachi y Fudo, eso había soltado tablas suficientes de casa y que llevo él al jardín, indicándole a Sai que lo siguiera; había sido convertido en 1865 y había tenido que enfrentar y eliminar neófitos o vampiros nuevos, matar a los de su especie era casi una segunda naturaleza para Sasuke y esta vez no le remordería la conciencia, extrayendo el encendedor de su chaqueta para encender el fuego cuanto antes mientras Sai retenía Fudo. El don de Sakura eran las visiones, podía anticiparse a las posibles decisiones que alguien tomara, por lo que había visto el ataque a Izumi casi al mismo tiempo que Itachi salía de casa para visitarla, pidiéndoles a Sasuke y Sai que la acompañaran; si Sai no había estado seguro de ir, Sasuke lo había convencido de inmediato, siguiéndola como siempre; la pelirosa portaba un vestido de mezclilla azul oscuro, de cuello en V de aspecto elegante, cortas mangas holgadas que se ceñían en las muñecas y falda por encima de las rodillas, cerrado por seis botones en paralelo y ceñido a su cintura por un cinturón, cortas botas negras y su corto cabello rosado resaltando el collar con el emblema Uchiha que abrazaba su cuello. Itachi se arrodillo junto a Sakura, mas no pudiendo dedicarle ni un poco de atención a su hermana, que retenía las manos de Izumi mientras ella temblaba y gritaba de dolor; en su premura por quitarle a Fudo de encima, él apenas y había reparado en que la estaba mordiendo, ¿Por qué a ella?, ¿Por qué arruinar la vida de alguien tan maravillosa? No, no podía permitirlo.

—Debes decidir, ¿Dejaras que ocurra el cambio?— interrogó Sakura, aludiendo sus visiones y que él había visto al leer su mente con anterioridad.

—No— decidió Itachi de inmediato, no necesitando pensarlo. —Ve con los demás— indicó a su hermana, liberándola de presenciar aquello y apenas reparando en su partida. —Voy a aliviar el dolor, Izumi, no dejare que te pase esto— prometió, negándose a condenarla a su misma existencia, aunque ella seguramente no podía escucharlo debido al dolor.

Ser vampiro no era una vida que nadie mereciera, que no habría dado él por morir de Gripe Española en 1918 en lugar de continuar vivo, por lo que sin dudarlo le quitaría aquella horrible condena a Izumi, que estaba perfecta y maravillosamente bien siendo la inigualable humana que era; inclinándose lentamente, Itachi posó su boca sobre la mordida que Fudo había hecho sobre la muñeca de Izumi, lo que la estaba haciendo sufrir era el veneno, la ponzoña, lo que usaban los vampiros al morder a sus víctimas para inmovilizarlos por el dolor y así alimentarse. Pero, también era la ponzoña lo que provocaba la transformación, y lo que Itachi procedió a hacer fue succionar ese veneno, desagradable como nada más en su paladar, pero que soportó una y otra vez…hasta sentir el limpio sabor de la sangre de Izumi; el sabor era tan exquisito que Itachi se vio tentado a beber más, pero intentó asirse a la realidad, a la sonrisa de la hermosa pelicastaña, sus conversaciones, su amistad, la humanidad en él…y consiguió soltarla, limpiándose los restos de sangre de los labios, rompiéndose parte de la camisa para hacer un vendaje para la herida de Izumi y procedió a examinar sus heridas. Tan pronto como Sakura llegó al patio trasero, Sasuke y Sai sujetaron a Fudo de ambos brazos, debiendo admirar la resistencia de este bajo su agarre…y que, sin embargo, se detuvo con la llegada de la pelirosa, en quien se enfocaron los ojos de Fudo, quien soltó un suspiro de aparente placer y fascinación mientras ella se situaba frente a él, tomándolo del cuello.

—Miren a quien tenemos aquí— comentó Fudo con cierto aire casual. —¿No es irónico matar a quien contribuyo en tu transformación?— inquirió, con inevitable ironía.

—¿Qué?— Sakura se paralizo de la sorpresa al oírlo, así como Sasuke y Sai.

—¿No lo recuerdas?— mas bien afirmo el Imaruoka, divertido por su desconcierto. —Probablemente sea por toda esa terapia de electrochoque— meditó, como si fuera lo más natural del mundo. —La pobre Hanan Haruno, despreciada por su familia, que la encerró en un psiquiátrico por creerla demente— canturreó como una burla despectiva.

—¿Me conociste cuando era humana?— oír aquello resulto increíble para la Haruno.

—Oh, sí, y debo decir que tu sangre me atrajo aún más que la de esa chica, verdaderamente deliciosa— confirmó el peliazul, relamiéndose los labios y sintiendo a Sasuke sujetarlo con mayor firmeza en respuesta. —Luego de que te transformaran, el atractivo disminuyo, pero sigues siendo muy hermosa— si no tuviera que retenerlo, era obvio que Sasuke lo habría despedazado en ese instante por hablarle así a su esposa.

—Ya mátalo, Sakura— apremió Sai, igualmente molesto y superando su sorpresa inicial. —Está metiéndose en tu cabeza— ella no podía permitir que pasara eso.

—¿Eso te han hecho creer?— mas bien afirmó Fudo, divertido ante la idea. —Sigue repitiéndotelo— aconsejó con tono burlón, viendo a la bella pelirosa a los ojos. —Siempre has sido una pobre chica débil— condenó, aun recordándola como humana.

De alguna forma, ella había despertado en medio de la nada, todo lo que había aprendido con el paso del tiempo es que había tenido 21 años al momento de ser convertida y que se llamaba Sakura Haruno, también recordaba vagamente a un hombre llamado Kakashi, pero el resto de acontecimientos estaban en blanco en su mente, había estado completamente sola y se había hecho una historia propia con sus actos en lugar de su pasado, nada de quien hubiera sido en el pasado—un pasado que no recordaba—iba a definirla. Así que, lejos de dejarse cegar por la confusión, Sakura tomó las palabras de Fudo como una ofensa, un insulto a ella, acercando a este y sujetándole la cabeza firmemente, sosteniéndole la mirada y arrancándole esta de un seco movimiento. El más preocupado en ese momento era Sasuke, observando atentamente a su esposa, silente y dispuesto a tomar la situación en sus manos si ella no se sentía bien para hacerlo—desconociendo el pasado de su esposa y no queriendo indagar en este a menos que ella lo quisiera así—, Sasuke esbozó una distraída sonrisa ladina, halando fuertemente del brazo izquierdo del ahora cadáver de Fudo, como hizo Sai con el derecho; la única manera de acabar realmente con un vampiro no era una estaca de madera, un crucifijo ni nada parecido, había que desmembrarlo y quemar los pedazos, que fue lo que los tres se encargaron de hacer, dejándole a Sakura la estrategia mental de una coartada para lo que había pasado; nadie tenía una mente tan aguda como ella, ni su don para ver el futuro.

Destruyendo a Fudo evitaban una amenaza mayor.


PD: Saludos queridos y queridas, prometí que actualizaría esta semana y lo cumplo, esperando como siempre poder cumplir con lo que ustedes esperan de mi, agradeciendo su apoyo y deseando siempre que mi trabajo sea de su agrado :3 Las próximas actualizaciones serán "El Rey de Konoha", luego "El Sentir De Un Uchiha" y por último "Dragon Ball: Guerreros Saiyajin", quizás tome un descanso de una semana, pero aún no es definitivo :3 Esta historia esta dedicada a mi queridísima amiga Ali-chan 1966 (agradeciendo su asesoría y aprobación, así como todos los dolores de cabeza que seguramente le doy, habiendo actualizado en agradecimiento a su apoyo incondicional), a LizzyMichaellis25 y userZiha (agradeciendo contar con su apoyo y aprobación, y dedicándoles esta historia por lo mismo), y a todos quienes siguen, leen o comentan esta y todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos y hasta la próxima.

Cambios Argumentales: El primer cambio argumental, podríamos decirlo, es la "cita" entre Itachi e Izumi, ya que presuntamente esto si sucedió en los libros de Stephenie Meyer, mas no como yo lo escribí, sino de forma más bien implícita; la ocasión sirve para ver las similitudes entre Itachi e Izumi, sus gustos musicales afines, así como literarios. Luego, Itachi y sus hermanos faltan toda la semana siguiente a la universidad debido a una racha de buen clima, lo que si bien extraña a Izumi, no genera mayor interés, dedicándose en su lugar a acompañar a sus amigas tras salir de clases a Port Angeles en su regreso a Forks, para que ellas elijan vestidos para el Baile de Fin de Año, ella no encontrando uno que le guste y dirigiéndose en su lugar a una Librería. En el capitulo trato asuntos serios como el acoso a las mujeres y un posible intento de violación, el primero lo he experimentado por como visto a veces y el segundo gracias al cielo no, pero intente ser lo más realista posible. El resto del capitulo adelanto la trama original de Stephenie Meyer, ya que Izumi es atacada por un vampiro nómada llamado Fudo Imaruoka, cuyos orígenes explicare a futuro, siendo salvada por Itachi y sus hermanos, además, Sakura recibe una alusión sobre su pasado como humana, lo que la hará investigar su pasado junto con Sasuke más adelante.

También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "Cuento de Hadas" en Julio, una historia inspirada en Diana Spencer & Carlos III, un fic inspirado en un What If de la Dinastía Romanov, que aún no tiene título, "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer) :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3