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❀ ═══════ • Karin • ═══════ ❀

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¿Cómo fue que llegué a esto?

—Karin, a partir de ahora te ocuparás exclusivamente de este prisionero —habló Kabuto.

La mano derecha del Sannin de las serpientes hablaba de espaldas a la mujer, mientras recopilaba unos informes de experimentos. La salud de su maestro había comenzado a deteriorarse progresivamente, por lo que él tenía más trabajo supervisando las guaridas. Sin embargo, podía dejar esta tarea en manos de Karin. La joven de 20 años había demostrado su lealtad a Orochimaru siendo de excelente utilidad todo ese tiempo.

—En este momento está en los calabozos del subterráneo. Cúralo y llévalo a la celda del este —continuó el ninja médico.

¿Mmm? Un prisionero VIP, pensó la pelirroja con un poco de burla.

La celda del este era una habitación-celda humanamente habitable. Estaba destinada exclusivamente para aquellos experimentos que requerían al "paciente" en óptimas condiciones.

—Por supuesto, utiliza los métodos convencionales. No se merece librarse de sus heridas tan fácilmente. No después de lo que costó atraparlo. Pero contra Orochimaru-sama no es más que un conejo jugando a ser depredador. —Rio divertido ante sus palabras.

En cambio, en su interior aún se sentía furioso con el bastardo ya que había demostrado sus habilidades excepcionales como ninja médico e inesperadamente le había dado batalla, siendo halagado por el mismo Orochimaru. No se podía esperar menos de alguien que estuvo bajo la tutela de la gran Senju Tsunade.

—Como sea, el ritual de cambio de cuerpo de Orochimaru-sama está próximo. Quizás podamos usar a este tipo en contra de Sasuke-kun. Nunca está de más ser precavidos y qué mejor que alguien de su antiguo equipo. Karin, lo dejo en tus manos —finalizó, listo para marcharse.

—Entendido —respondió, curiosa por el bastardo que estaría a su cuidado. No prometería ser delicada, si la hacía enfadar le daría su merecido.

Kabuto asintió satisfecho y salió del lugar, su tiempo en esa guarida había terminado por el momento.

Una vez que Karin detectó el chakra de su superior al límite de su rango, fue cuando se puso manos a la obra y se encaminó a buscar sus herramientas de trabajo.

• ────── ๑❀๑────── •

La primera vez que lo vio, no era más que un cuerpo repleto de heridas y cubierto por su propia sangre, inconsciente, tirado a su suerte en una esquina de la celda.

No fue para nada amable con él. Le arrojó agua con una cubeta para quitar la mayor suciedad posible antes de iniciar su curación. Él no dio señales de despertar pronto. Mejor para ella.

Sin perder el tiempo, le quitó la ropa y, con un paño que había traído, comenzó a secarlo superficialmente, sin inmutarse por su desnudez. O al menos quiso convencerse de ello ya que debía admitir que tenía un cuerpo musculoso y estaba bien dotado ahí abajo.

Ojalá pudiera ver su rostro sin esas heridas. Si es tan guapo como Sasuke, ¡no sería una carga ocuparme de él!, pensó relamiendo sus labios al momento de pasar la tela por sus abdominales bien marcados.

—¿Estoy muerto?

Karin se sobresaltó al escuchar el murmullo ronco. Había estado tan metida en sus pensamientos, fantaseando, que no se percató que él había despertado.

—Debo estarlo... Estoy sintiendo el toque de un ángel —habló con dificultad. Su lengua se sentía aletargada igual que su mente y solo podía abrir un ojo.

—¡Si-silencio, bastardo! ¡No quiero oír eso de un tipo desagradable! —gritó ella, alterada. Le arrojó el paño a la cara para que no viera que se había sonrojado por sus palabras. El tono de su voz había avivado sus fantasías a un nivel que la tomó por sorpresa; su piel se había erizado.

El prisionero emitió un sonido parecido a una risa exhalada y luego se quedó en silencio.

La pelirroja le quitó la tela lentamente y vio que nuevamente estaba dormido. Dedujo que aún estaba bajo los efectos de la droga que lo inmovilizaba. Suspiró y continúo con su trabajo. Ella lo curó y vendó rápidamente, le colocó la ropa que llevaban los prisioneros —camisa y pantalones grises— y ordenó a un par de sus subordinados que lo trasladaran a la celda del este. Observó cómo lo encadenaban de las manos en silencio, en lo que sería su nueva "habitación" hasta nuevo aviso.

Un ángel, ¿eh?, pensó con rostro inexpresivo, luego cerró la puerta blindada y se marchó a hacer sus tareas.

• ────── ๑❀๑────── •

La segunda vez que lo vio ya había pasado una semana desde el primer encuentro. Era consciente de que era su tarea exclusiva el ocuparse de él, sin embargo, sucedieron una seguidilla de situaciones que se lo impidieron. En ese tiempo, había estado realmente ocupada debido al fallo de uno de los experimentos que supervisaba, sumándole que había tenido que encargarse de unos prisioneros rebeldes y apaciguar a los otros para que no se rebelaran también.

Su humor había ido en declive y de solo pensar que debía ocuparse de un tipo que estaba relacionado con Sasuke, quien le hacía desplante tras desplante cada vez que lo veía, no aligeraba su estado de ánimo. Por lo que no le tembló el pulso a la hora de enviar a otro a encargarse de las heridas y necesidades del prisionero VIP. Pero era hora de ocuparse personalmente; no quería que las malas lenguas llegaran a oídos de Orochimaru-sama y la castigaran por no cumplir su orden.

Se paró frente a la puerta y apretó el botón que retraía las cadenas de los grilletes en las manos del prisionero. El mecanismo estaba diseñado para que, quien estuviera ahí, pudiera moverse libremente con la restricción suficiente, pero quedaría sentado en el piso e inmovilizado contra la pared al tocar el botón, como método de seguridad para los guardias.

Una vez segura que estaría a salvo, se adentró en la habitación, cerrando la puerta detrás de sí.

Ahí lo vio, su mirada expresaba una fría irritación y no parecía estar para nada a gusto con sus brazos extendidos a cada lado.

¿Tú también me verás de la misma forma que Sasuke? ¿Como si no valiera tu atención?, pensó Karin con enojo al recordar al Uchiha. Sin embargo, quedó sorprendida y paralizada cuando él volteó a verla.

El prisionero, de cabello rosa, la observó con asombro en sus ojos color jade. Las heridas en su rostro habían sanado en su mayoría con una rapidez admirable y sólo llevaba puestos algunos pequeños parches en su mejilla y frente. Gracias a eso, la pelirroja pudo ver con mejor claridad su rostro: era muy guapo. No estaba al nivel de Sasuke, pero era realmente atractivo.

—¿Tenshi? —Le escuchó decir, sacándola de su estupor.

—¿Eh? —Ella vio confundida al sujeto. Le había llamado "ángel", luego su rostro había mostrado una emoción que la sacó de onda y ahora le sonreía con alivio.

—Sí eres real. Pensé que te había imaginado —respondió con una pequeña risa—. Al despertar pensé que me encontraría al ángel que me curó la primera vez. Al no verte me desanimé mucho —agregó, con un leve rubor en sus mejillas.

—¡O-Otra vez con eso! ¡N-No me fastidies, maldito! —gritó, sosteniendo sus lentes con una mano para disimular el sonrojo que quería salir a flote.

¿Es posible hacer ese tipo de expresiones y verse guapo a la vez?, pensó Karin. Era la primera vez que se topaba con alguien que no necesitaba mostrarse inexpresivo y misterioso para verse atractivo.

—Debo admitir que eres más bonita de lo que recuerdo —musitó girando el rostro y apartando la mirada. El sonrojo era un poco más notorio en sus mejillas. La observó por el rabillo del ojo y le sonrió levemente.

—¡N-No quieras tomarme el pelo! ¡T-Te dejaré sin comer! —amenazó entre ofuscada y apenada. Nunca había recibido un cumplido por su aspecto a pesar de que le ponía mucho empeño a su apariencia.

—¿Por qué harías eso? —cuestionó, levantando una ceja en confusión—. ¿No has venido a salvarme de este lugar?

—¡Yo soy quien está a cargo aquí!

Él se mantuvo en silencio por unos largos segundos en los que ninguno apartó la mirada del otro.

—Mientes. No tienes la apariencia de un carcelero. —Sonrió de lado, tentando su suerte al recorrer su cuerpo con intensidad.

El peli-rosa ya había entendido el tipo de temperamento que tenía la muchacha frente a él y le parecía gracioso. Pasaría un tiempo en este lugar así que mejor intentaba hacerlo lo más llevadero posible. Además, ella era sexy; con su ombligo a la vista, los pantalones cortos ajustados y marcando su trasero, sus piernas torneadas enfundadas en esas medias altas. No podían culparlo, sus hormonas de 19 años estaban a flor de piel; mejor culpen a su amigo rubio y esas revistas pervertidas que vio bajo su cama y estudió en el tiempo que se ocupó de su departamento.

—¡Tú, infeliz! ¡Te quedarás en ese lugar por una semana! —sentenció apuntándole con el índice, para después salir del lugar azotando la puerta.

La pelirroja salió al pasillo y comenzó a caminar con las manos en puños y el ceño fruncido.

—Idiota. ¿Quién se cree que es para decirme todas esas cosas? ¿Acaso no entiende la posición en la que está? ¿Su cerebro aún está bajo los efectos de la droga? Estúpido. ¿Quién tiene el cabello rosa, de todos modos? —habló para sí misma en un monólogo.

Llegó a su habitación, cerró la puerta y se apoyó en esta.

—Su chakra... No mentía... ¿Puede ser...?

Se deslizó lentamente por la madera hasta el suelo. Su rostro encendido hacía competencia con su cabello ahora que estaba en la privacidad de su habitación.

No podía dejar de pensar en su atractivo rostro acompañado de sus expresiones, su voz electrizante y varonil. Recordó su cuerpo desnudo, tonificado, sexy, apetecible. Nunca nadie había llamado su atención como lo había hecho Sasuke, pero ahora...

Su chakra no mentía, pensó, relamiendo sus labios. Él de verdad cree que soy bonita, agregó con una sonrisa boba.

Ella mordió su labio inferior al recordar su cuerpo una vez más, su sonrisa, el sonrojo, su mirada sobre su propio cuerpo. Su mano izquierda tomó su pecho y lo apretó, comenzando a masajearlo por encima de la ropa, mientras la otra lentamente recorrió su abdomen descubierto hasta perderse dentro de sus pantalones cortos.

Bastardo, eres muy caliente y tu chakra es exquisito, pensó, un leve gemido escapó de sus labios un segundo después de tocar su centro de placer.

• ────── ๑❀๑────── •

Pasó una semana entera en donde solo se dedicó a cuidar de sus heridas, escuchar sus monólogos e insinuaciones, tener que gritarle por eso e intentar ignorarlo, hasta que acababa su tarea y se iba enfurruñada. Sin embargo, al regresar a la privacidad de su habitación en la noche, no podía evitar que sus fantasías se apoderaran de ella, buscando la placentera liberación con sus propias manos y otros recursos que poseía.

A pesar de todo el teatro que hacían —que claramente era una fachada—, era plenamente consciente de la tensión sexual que los envolvía a ambos cada vez que compartían el espacio. Estaba segura de que él también lo sabía.

Fue debido a eso que un día, después de su rutina matutina, Karin recorrió aquél pasillo que la llevaría a la celda del este con una mirada decidida.

Después de darle vueltas toda la noche al asunto —y al cuerpo del responsable—, decidió que, si así serían las cosas de ahora en adelante, dos podían jugar ese juego. Es más, ella tenía las de ganar gracias a su posición. Si él quería jugar ese juego con sus insinuaciones, le sacaría el mayor provecho.

Será solo un experimento. Puedo pulir mis armas de seducción para cuando vea a Sasuke otra vez, se dijo intentando convencerse mientras ya estaba frente a la puerta. Y este tipo no tiene desperdicio, agregó con lascivia. Frotó sus muslos uno contra el otro cuando recordó lo que había hecho en la noche pensando en el peli-rosa.

Le tomó unos minutos recomponerse antes de ingresar al lugar después de ver que el botón de seguridad se encontraba activado antes de que lo presionara. Él estaba en la misma posición de siempre cuando lo vio. Le dio una mirada de indiferencia antes de reconocer su presencia, entonces su mirada cambió completamente. Karin tragó en seco ante esto.

—Quita esa cara de idiota —habló la pelirroja, cerrando la puerta y acercándose de una vez.

—Qué mala eres, Tenshi. Estoy feliz de verte. —Sonrió de lado con una mirada seductora—. Ya no quiero ver a ese tipo de cara amargada. Solo dice cosas desagradables y huele feo. Dejó la comida en la mesa, pero no soltó las cadenas. ¿Cómo se supone que me alimente?

—Te recuerdo que eres un prisionero, no una celebridad. —Arregló sus gafas. Sabía que se refería al sujeto al que le había puesto la tarea de cuidarlo en su lugar. Coincidía esta vez con él, el hombre era un idiota.

—Más bien diría que estoy bendecido por la gracia de Kami-sama. —Karin levantó una ceja, escéptica—. Puso a su ángel más sexy en mi camino. ¿Tú me alimentarás, Tenshi?

—¡Deja d-de llamarme así, i-imbécil! ¡Mi nombre es Karin! —exclamó haciendo berrinche. Su rostro se había sonrojado al ser tomada por sorpresa y él lo había visto.

—Karin, un bonito nombre. Como tú —dijo con la intención de seguir molestándola. Era gracioso ver cómo se alteraba de un segundo a otro.

—¡C-Cállate! ¡No voy a alimentarte! —Luego de decir aquello, se quedó en silencio por un momento. Mordió su labio inferior y decidió poner en marcha su plan—. Solo voy a revisar tus heridas.

El muchacho la observó en silencio, curioso por éste cambio repentino. La vio acercarse, contoneando las caderas hasta su lugar. Ella se paró frente a su cara, con una mano en la cadera, y lo observó desde arriba. Parecía una diosa ante sus ojos. Tragó saliva pesadamente cuando ella se arrodilló entre sus piernas y sus rostros quedaron a la misma altura.

Un sonrojo cubría las mejillas de Karin a pesar de su actuación de dominante. Él la observaba de una manera diferente a hace un momento, diferente a todos los que la habían mirado alguna vez, diferente a como la miraba Sasuke.

—Estoy a tu cuidado —susurró él, observando sus carnosos labios como en un estado de trance.

La piel de la pelirroja se erizó ante su tono de voz profundo. Sus labios se habían secado y tuvo que mojarlos con su lengua, procuró hacerlo despacio ya que tenía la atención de él puesta ahí. Un calor inundó su centro al ver sus ojos oscurecerse en un jade más profundo.

Ambos se observaron en silencio.

Con lentitud, ella subió su camisa hasta dejar sus pectorales a la vista. Bajó sus manos y las pasó por su torso intencionalmente, acariciándolo, hasta llegar al vendaje que estaba en su cintura. Recorrió el camino de la misma manera hasta su espalda, donde encontró el extremo de la venda; la desató, procurando que sus pechos se aplastaran contra él cuando acercó su cabeza al hombro para mejor accesibilidad. Sonrió cuando lo escuchó respirar profundamente y tensarse contra su cuerpo. Sin embargo, quedó paralizada cuando él apoyó sus labios en un suave toque en su oído.

—Hueles bien, Karin —susurró suavemente, enfatizando su nombre.

Karin se apartó rápidamente, lo observó con asombro y el corazón retumbando en su pecho. Se sostuvieron la mirada un tiempo, compartiendo la misma expresión. Ambos lo habían sentido, se habían dado cuenta de la electricidad placentera que los azotó de repente.

El peli-rosa tragó saliva y apartó la mirada, dejando que sus cabellos cubrieran sus ojos y sus mejillas lo más que podían; sin embargo, sus orejas rojas lo delataban.

La joven salió de su estupor y continúo con su trabajo, esta vez de forma rápida. Quería salir de ahí cuánto antes, se sentía confundida, aturdida.

—Todas tus heridas han sanado correctamente —informó poniéndose de pie—. Yo... Debo irme —murmuró.

Ella se marchó sin esperar respuesta, olvidando presionar el botón de seguridad; dejó al muchacho avergonzado, sin poder moverse y con un problema creciendo en su entrepierna sin saberlo.

A toda prisa, ella fue por los corredores de la guarida hasta su habitación. Entró y de un portazo cerró la puerta detrás de sí. Se dirigió a su baño privado y ahí se observó en el espejo meticulosamente. Su rostro estaba ruborizado, pero no era un rubor normal, era distinto, realzaba sus ojos carmesíes que se notaban más oscuros de lo que en realidad eran; su pecho subía y bajaba rápidamente y no tenía nada que ver con su carrera anterior, sus inhalaciones eran más profundas. Miró hacia sus pechos a través del cristal, sentía sus pezones duros y erguidos, queriendo atravesar la tela de su sostén. También notó una incomodidad en su entrepierna, estaba comenzando a mojarse más de lo normal.

Karin se puso de cuclillas, tomó sus cabellos entre sus manos peinándolos hacia atrás, y soltó un gemido de frustración.

¿Cómo es posible que me ponga así solo por su tacto?, pensó en reproche a sí misma. Todo estaba bien al principio, tocarlo fue delicioso, pero después... que él lo hiciera..., agregó, lamiendo sus labios secos.

Rápidamente se puso de pie y salió disparada hacia la celda del este nuevamente. La razón: detectó que el chakra del peli-rosa se estaba manifestando. Una preocupación se instaló en su pecho, nunca había sucedido algo así desde que llegó a la guarida, sobre todo porque tenía grilletes supresores de chakra.

¿Intenta escapar?, se preguntó. Y recordó que ella misma le había informado que estaba en buenas condiciones. Era buen momento para escapar. Se maldijo a sí misma por su estupidez y descuido.

Contra todo pronóstico, no lo encontró de la manera en que se lo imaginó. Él permanecía en su sitio, pero su apariencia fue lo que llamó verdaderamente su atención: respiraba agitado, su rostro continuaba rojo, ahora con gotas de sudor, y en su entrepierna un gran bulto era perceptible.

—Regresaste —musitó él, su voz unos tonos más graves que antes.

Karin salió de su trance y se aclaró la garganta antes de hablar:

—Sólo lo hice porque sentí que estabas haciendo algo con tu chakra —acusó. Se felicitó mentalmente cuando su voz salió normal, y no alterada por la gran vista que estaba teniendo frente a sus ojos.

—Eres del tipo sensor. —Ella no dijo nada ante su deducción—. Eso quiere decir que siempre estaré en tu mira. Aunque lamento un poco que sea en éstas... condiciones. Estoy un poco... inquieto ahora. —Rio incómodo al observar sus pantalones holgados, específicamente donde su pene se marcaba en toda su gloria.

La peli-roja cerró la puerta tras de sí sin emitir palabra, dejó sus lentes en la mesa a un costado y se acercó al peli-rosa.

—¿Qué...? —Se interrumpió cuando ella se sentó a horcajadas sobre él, poniendo en contacto sus sexos a través de la tela. Apretó los dientes para contener un gemido.

—Tú... ¿te pusiste así... por mí? —cuestionó, tomándolo del rostro para conectar sus miradas. Él miró sus labios con insistencia en una respuesta tácita—. Déjame solucionarlo.

Con rapidez unió sus labios y comenzaron un lento beso que poco a poco se volvió apasionado, hambriento. Ambos jadearon cuando sus lenguas se frotaron por primera vez de manera deliciosa. Se besaron con una necesidad que no esperaban tener.

Rompieron la unión de sus labios cuando Karin comenzó a mover sus caderas para frotarse contra él. Comenzó un marcado vaivén que los hizo delirar; se besaron una vez más, los sonidos que producían se iban haciendo cada vez más audibles.

Sin dejar de mecerse contra él, Karin lo abrazó por el cuello y pegó sus frentes mientras sus labios se rozaban y entremezclaban sus respiraciones. Verde y rojo se observaron con lujuria, nublados por el deseo que finalmente se desató entre ellos.

—La sientes, ¿verdad? —susurró él. Le dio un rápido beso, mordió el carnoso labio inferior de ella y lo estiró antes de continuar—. Esta conexión entre los dos.

Karin se apartó de él de repente, otra vez sin responder con palabras. Él se alarmó al pensar que algo malo había ocurrido, para luego sentir como su pene palpitaba en necesidad al ver la imagen tan sensual que tenía frente a sus ojos. Ella desabotonó sus pantalones cortos, quitándoselos junto a sus bragas, dejando expuesto su sexo completamente empapado con sus propios fluidos; unos cortos vellos rojizos coronaban su monte de Venus en contraste con su blanquecina piel.

Sin perder más tiempo, la pelirroja se acomodó en su antigua posición y bajó los pantalones de él, liberando su miembro. Gimieron sin poder evitarlo cuando sus sexos se tocaron superficialmente, piel con piel, sintiendo el calor y la humedad de ambos. Él movió su pelvis, simulando penetraciones en su vaivén, para tener más contacto. Ella lo acompañó con el movimiento, besando sus labios de manera salvaje.

Las manos de Karin tocaron sus abdominales por debajo de la ropa, deleitándose con la firmeza de éstos. Lo acarició con ansias, como tantas veces lo había hecho en sus fantasías. Rompió el beso para pasar a lamer su mandíbula, siguiendo el recorrido por su cuello, el cual lamió, succionó y besó. Los gruñidos placenteros que él emitía le parecían de lo más excitantes, quería oírlo más. Ella tenía el control.

Sus miradas conectaron nuevamente. Las expresiones de cada uno solo encendían más al otro.

Karin quería sentir más.

Se elevó unos centímetros, sintiendo rápidamente el frío por la separación de sus centros de placer calientes; con un mano se apoyó en su hombro y con la otra tomó su miembro totalmente lubricado con sus propios jugos.

—¿Estás segura? —cuestionó él, con la respiración agitada, sintiendo su pequeña mano rodear su falo y acariciar la cabeza con el pulgar.

Por toda respuesta, ella frotó el pene en su entrada un par de veces más antes de comenzar a introducirlo lentamente. Sin quitar la mirada del rostro del peli-rosa, se auto-penetró bajando las caderas despacio para acostumbrarse a su intromisión. Era grande. Más grande de lo que había pensado que se sentiría. Lo vio tirar la cabeza hacia atrás, jadeando con los dientes apretados, hasta que le devolvió la mirada cargada de una lujuria superior a la anterior.

—Ah~ —gimió por lo bajo. Esa mirada que le dio la encendió completamente. A mitad de camino, bajó sus caderas con fuerza hasta que lo tuvo plenamente en su interior—. ¡Ah~! —gimió con fuerza. La llenaba por completo, estirando su interior.

—Karin —nombró en un jadeo ronco. Su interior se sentía tan bien, era como estar en el cielo. Movió su pelvis hacia arriba, provocando otro gemido en conjunto al presionar más profundo en ella.

Volvieron a besarse con desespero una vez que se acostumbraron a la nueva sensación; la saliva escurría entre sus bocas al frotar y succionar sus lenguas, pero no les importaba. Las caderas de ella cobraron vida, comenzando a moverse en busca de la ansiada fricción entre sus sexos, buscando saciar su deseo. Los gemidos de ambos llenaron la habitación sin pudor alguno, acompañados por el sensual sonido del golpeteo de las penetraciones; por suerte el lugar estaba insonorizado, como todo en la guarida.

Karin separó sus labios de los de su amante y cambió de posición sin romper la unión de sus cuerpos, quedando inclinada hacia atrás y apoyando sus manos en el suelo como soporte. De esa manera comenzó a moverse rápidamente, jadeando y gimiendo como nunca lo había hecho; la sensación que sentía su cuerpo era indescriptible.

El peli-rosa lamentó profundamente no poder mover sus brazos, sus manos picaban con la necesidad de acariciar ese cuerpo que le estaba brindando tanto placer. Movía sus caderas al encuentro de las de ella para profundizar la unión. Su caliente y estrecho interior rodeaba su pene de una forma inigualable, era placer puro. Era el paraíso. Su mirada jade atrapó la carmesí, la observó con intensidad y devoción.

—Ah~. Ah~. Ah~. —Karin no podía dejar de gemir, se sentía en la gloria, podría volverse adicta a esto. En su interior ya se estaba formando aquél cúmulo de sensaciones que pedían a gritos ser liberadas.

—Déjame... verte —pidió él, con su mirada fija en sus pechos que rebotaban aprisionados bajo su ropa.

Un miedo repentino apareció en Karin al oírlo decir aquello. Bajo su camisa solo había cicatrices que iban desde sus brazos, pecho y cuello, como también en sus piernas, que denotaban su pasado. Un pasado que no quería recordar. Además, temía que le resultaran repugnantes y la rechazara; temía que su mirada cambiara a una indiferente, como la de Sasuke. No quería que él la viera así, no ahora que había aceptado esta atracción que tenían.

—No —musitó ella, y se movió más rápido y lo tomó más profundo para olvidar esa sensación desagradable—. No...

—... —La observó fijamente, sintiéndose culpable al percatarse del cambio en su mirada—. Acércate.

Ella tardó un momento, pero le hizo caso de todos modos. Se acomodó una vez más en su regazo y esperó. Se sorprendió cuando él la besó lentamente y movió su pelvis de igual manera, penetrándola con calma.

—Está bien —susurró contra sus labios y pegando sus frentes. Le sonrió con suavidad para luego besarla otra vez.

Los ojos de Karin picaron y su garganta se cerró de repente.

¿Qué es esto? ¿Por qué se siente tan... cálido?, se preguntó a sí misma.

Con miedo a que sus sentimientos la traicionasen, se aferró a él en un abrazo, escondiendo su rostro en su hombro, y comenzó a cabalgarlo con desespero.

El calor volvió a sus cuerpos con fiereza y se entregaron a sus deseos con esmero, buscando el tan ansiado orgasmo.

La primera en sucumbir fue ella. Karin se sacudió con violencia cuando un explosivo orgasmo la azotó desde su centro hasta las puntas de sus pies. Se desplomó encima de él porque sentía que se desmayaría en cualquier momento, mientras recuperaba la respiración. Había sido fantástico. Sin dudas, la realidad siempre superaba a las fantasías. Una inesperada calidez la arropó cuando sintió un beso en su sien, seguido de otro, y otro, y otro.

—¿Te sientes bien? —habló con preocupación. Había sentido la deliciosa succión de su vagina en su pene, pero fue opacada cuando la vio tirarse encima suyo y quedarse quieta de repente.

Karin tragó saliva, respiró profundo dos veces antes de enfrentarlo. Sus mejillas estaban adorablemente ruborizadas y sus pupilas carmesíes estaban cristalinas.

—Eso fue... increíble —murmuró con una pequeña risa. Se sentía diferente, relajada, hasta podría decir que... feliz.

—Me alegra oír eso —respondió con una sonrisa, besó su mejilla y luego le robó un beso en los labios; ambos se sonrieron cómplices—. Me alegra oír eso, porque aún no me he venido.

La pelirroja gimió cuando él se movió una vez más con una estocada más profunda, luego más rápido para buscar su liberación. Su mente y su cuerpo comenzaron a dar vueltas en una nueva nebulosa de placer, y todo lo que pudo hacer ella fue gemir y disfrutar. Sin ser consciente de que ese solo era el comienzo de todo.

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