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❀ ═══════ • Sakura • ═══════ ❀

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¿Cómo fue que llegué a esto?

El color favorito de Sakura siempre fue el rojo; incluso de pequeño, siempre buscaba que sus atuendos o juguetes lo tuvieran. Desde que tenía uso de razón, se vio atraído hacia ese color en particular.

Le gustaba el rojo, como la cinta que le obsequió Ino de pequeños para darle valor ante quienes se burlaban de él.

Le gustaba el rojo, como los dibujos que hacía Naruto en las paredes o en los rostros del monumento a los Hokage.

Le gustaba el rojo, como el rostro de Hinata cada vez que veía a Naruto.

Le gustaba el rojo, como los ojos de Kurenai-sensei cuando cruzaban miradas al toparse con ella y su equipo.

Le gustaba el rojo, como los ojos de Sasuke cuando activaba su Sharingan.

Pero no le gustaba el rojo de sus heridas cuando los niños lo golpeaban porque tenía la atención de la niña más bonita de la clase, teniendo que devolver su cinta para romper su amistad con Ino porque no lo soportaba.

No le gustaba el rojo cuando la nariz de Naruto sangraba por el golpe de algún aldeano, y él no hacía nada para evitarlo porque no quería que lo trataran igual.

No le gustaba el rojo cuando los ojos de Hinata estaban hinchados por el llanto al ser rechazada por su familia, y él no podía darle palabras de aliento para animarla porque no tenía valor para acercarse.

No le gustaba el rojo cuando no podía ver a la cara a Kurenai-sensei para pedirle que lo entrenara en Genjutsu, por la vergüenza de ser dejado de lado por su propio maestro porque era débil e inútil comparado con sus compañeros.

No le gustaba el rojo al saber que el poder de Sasuke representaba dolor, y él no pudo llegar a su corazón para aligerar su carga porque no era alguien confiable para los demás.

En esas ocasiones, a Sakura no le gustaba el rojo, porque solo era un recordatorio de su cobardía y debilidad. Era por eso que, a pesar de ser su color favorito, estuvo odiando el rojo por un tiempo. Hasta que conoció a Lady Tsunade y le pidió que lo entrenara; fue ahí donde tuvo su reconciliación con el color rojo, llevándolo en sus prendas una vez más.

Comenzó a amar el rojo de nuevo porque sus heridas al entrenar significaban que ya no se quedaría detrás de los demás.

Comenzó a amar el rojo de nuevo porque Ino lo había perdonado y le regresó la cinta que simbolizaba su amistad.

Comenzó a amar el rojo de nuevo porque gracias al entrenamiento de Lady Tsunade, podía luchar junto a Naruto y ayudarlo a traer a Sasuke de regreso aunque sus sentimientos no fueran correspondidos.

Comenzó a amar el rojo de nuevo porque ahora tenía el valor de hablar con Hinata y brindarle su apoyo, como también alentarla con sus sentimientos hacia su amigo.

Comenzó a amar el rojo de nuevo porque podía pararse frente a Kurenai-sensei y compartir ideas sobre Genjutsu, sin sentirse menospreciado.

Comenzó a amar el rojo de nuevo porque, a pensar que su mejilla dolía cuando su maestra lo golpeaba al pillarlo observando sus 106, valía la pena. Porque gracias a las enseñanzas de Lady Tsunade, pudo cambiar su significado. Ahora tenía más confianza en sí mismo y era más confiable para los demás.

• ────── ๑❀๑────── •

Tres años pasaron desde que le pidió a Lady Tsunade que lo entrenara. Tres años desde que Naruto se fue a entrenar con el Sannin Jiraiya. Tres años desde que Sasuke abandonó la aldea para ir con Orochimaru en busca de poder.

El tiempo pasó y las cosas cambiaron. Él se hizo más fuerte para ser útil, luchar junto a sus compañeros y ayudar a Naruto a traer de nuevo a Sasuke.

Fue por eso que se guardó para sí mismo la información obtenida del Akatsuki Sasori. Fue por eso que pidió a su maestra un tiempo para vagar fuera de la aldea. Fue por eso que batalló con Kabuto y fue derrotado por Orochimaru. Fue por eso que se dejó capturar. Porque comprobó que el tiempo de Orochimaru estaba contado y sabía que Sasuke no se quedaría de brazos cruzados, no le entregaría su cuerpo, su venganza y sus metas al Sannin. Confiaba en su antiguo compañero; aun así, quería comprobarlo por sí mismo.

Lo que no estuvo en sus planes fue despertar en una celda, adolorido, desorientado, y con alguien tocando su cuerpo. Tampoco esperó que fuera una mujer y, por lo poco que podía ver y entender en ese momento, que ésta mujer poseía un cabello rojo. Era rojo, como su color favorito.

Nunca había visto una mujer con ese color de cabello.

Al observar un poco más el lugar, se topó con utensilios de primeros auxilios, por lo que seguramente esa mujer estaba ocupándose de sus heridas. Se preguntó si estaba soñando, delirando, o muerto; un ángel de cabellos rojos sin dudas era producto de su mente. Tenía el recuerdo en su mente de haber balbuceado algo y a ella responderle con gritos, luego se sumió en la inconsciencia.

La siguiente vez que despertó, estaba recostado en una cama, con grilletes en sus manos, conectados a unas gruesas cadenas que seguían hasta perderse en una pared; también notó supresores de chakra, que, gracias a su control, pudo deshacer en una semana. Tiempo en el que vivió en esa especie de celda, y fue atendido por un tipo desagradable que no hacía más que recriminarle por ser más guapo que él y burlarse de su cabello.

Entonces, un día apareció alguien diferente; una mujer joven, quizás de su edad, con el cabello rojo. No solo era pelirroja, una novedad para él, sino que sus ojos también eran rojos. Una combinación perfecta, y era real, y estaba parada frente a él, y le había gritado como la primera vez, y era atractiva, y su actitud era graciosa.

El temperamento de ella le recordaba un poco a Ino, tal vez más potenciado, pero él ya sabía cómo manejarlo. Además, Ino le había dicho muchas veces que él había dejado de ser el chico flacucho y sin gracia, para convertirse en un hombre atractivo y deseable, y no aprovecharse de eso sería una estupidez de su parte. Nunca le había prestado atención realmente a los delirios de su mejor amiga, pero quizás esta vez le serían de ayuda. Pasaría un tiempo en ese sitio, podría intentar seducir a la mujer y de esa manera obtener información relevante para su aldea cuando saliera de allí.

Había hecho su mejor esfuerzo, de verdad, pero debía admitir que falló miserablemente en su propósito. No solo la chica era un hueso duro de roer, sino que el que había terminado prendado de ella fue él. Nadie podía culparlo; ella era bonita, atractiva, sus ojos eran de un hermoso carmesí, su cabello era de un brillante rojo, sus mejillas se tintaban de un adorable sonrojo, y lo más importante: él no era indiferente para ella. La mujer también lo observaba diferente algunas veces, podía apostar a que el cuerpo de ella también reaccionaba al suyo como el de él con su toque, su cercanía, su aroma.

Nunca pasó por la mente de Sakura que un día sería ella la que lo seduciría. Trató de soportar lo más que pudo sus caricias, pero ella le atraía demasiado; una electricidad recorrió su cuerpo de pronto, ella lo sintió también, con la cercanía de sus cuerpos, pero ella se alejó y lo dejó ahí solo. Su cuerpo había reaccionado como nunca antes, la erección no se quitaba ni siquiera cuando trató de usar chakra para hacerlo.

La joven regresó, y se sintió avergonzado de sí mismo. Aunque aparentara ser un coqueto, aún le daban pena hacer comentarios insinuando cosas de las cuales no tenía experiencia, y que ella lo viera en esa situación tan íntima era realmente vergonzoso. Sin embargo, todos sus pensamientos quedaron en segundo plano cuando ella lo besó, lo acarició, y su cuerpo se encendió como nunca antes; ella se entregó a él, sus cuerpos se conectaron mucho más que físicamente, fue algo inexplicable para él. Y le gustó. Al parecer, a Karin también le gustó, porque no fue la única vez que lo hicieron.

Sus encuentros sexuales fueron en aumento, creativos, excitantes, adictivos y candentes; pero no fue lo único que hicieron. Las pláticas también comenzaron a ser algo habitual entre ellos, luego de cada sesión de placer, abriéndose poco a poco uno al otro.

• ────── ๑❀๑────── •

Ambos intentaban regular sus respiraciones luego del asombroso orgasmo que los había dejado exhaustos. Sakura observó con curiosidad cómo Karin, sin deshacerse de la unión de sus cuerpos, tomaba lo que parecía ser una caja que había dejado en el suelo junto a ellos anteriormente. El asombro inundó sus rasgos cuando ella la abrió, dejando ver que dentro había comida cuidadosamente colocada en cada compartimiento. Era un bento.

—Abre —ordenó la pelirroja, acercando los palillos con comida a sus labios. Un pequeño sonrojo adornaba sus mejillas, haciéndola lucir adorable a pesar de su ceño fruncido para aparentar no estar apenada. Era hilarante que se comportara así después de haber tenido sexo con él unos minutos antes, pero no podía evitarlo.

—¿De verdad vas a alimentarme? —cuestionó con una sonrisa, se estaba emocionando al saber que ella había traído comida para él.

—¡T-Te he dicho que n-no me mires con esa c-cara de idiota! —exclamó, fingiendo enojo. Realmente le gustaban sus expresiones, mucho más cuando eran por su causa, pero su personalidad no le permitía exteriorizar sus verdaderos sentimientos tan abiertamente—. Dijiste que no te gustaba lo que te traían para comer, así que decidí ser considerada contigo y prepararte algo diferente —explicó, desviando el rostro a un lado.

—Lo hiciste... ¿para mí? —musitó con incredulidad. No tardó en cambiar su expresión a una sonrisa pequeña, pero llena de sentimientos, antes de dar su primer bocado bajo la atenta mirada de Karin. Masticó despacio, saboreando todos los alimentos—. Maravilloso. Nunca nadie preparó un bento solo para mí. Gracias, Karin. —Le robó un beso a la despistada pelirroja y abrió la boca esperando su siguiente porción.

—No es la gran cosa —balbuceó, mordió su labio inferior para evitar que una sonrisa de alegría saliera a flote gracias a sus palabras. Alimentó al muchacho hasta que no hubo más que migajas en la caja, fue ahí que recordó algo sumamente importante—. Oye... ¿Cómo...? —Aclaró su voz, cuando él la miró con curiosidad—. ¿Cómo es tu nombre?

—Oh, es cierto. Hemos estado muy ocupados últimamente, que olvidé presentarme. —Rio cuando ella lo fulminó con sus lindos ojos rojos—. Mi nombre es Sakura, Haruno Sakura.

—Ridículo. ¿Tienes nombre de chica? —Se burló, un tanto extrañada.

—¿Qué se puede esperar de padres que desprecian tu existencia? —dijo con amargura, sin dejar de sonreír.

Desde el día que nació, fue una desilusión para sus padres, aunque nunca lo supo hasta el día que se marcharon. Ellos esperaban que fuera una niña, a quien podrían casar con alguien de algún clan o de buena posición económica para asegurar el bienestar de la familia. El no ser una niña fue una decepción para ellos, pero no les impidió nombrarlo como una; fue como una especie de castigo por arruinar sus planes.

Pero su desprecio no terminó ahí, aunque no lo maltrataban físicamente o de manera vistosa, su trato con él era frío e indiferente la mayor parte del tiempo. Tampoco lo apoyaron cuando quiso ser ninja, pero lo apuntaron a la academia porque quizás así conseguiría renombre. Cuando se enteraron que su maestro Genin en realidad no lo entrenaba y no estaba a la altura de sus compañeros, fue suficiente para ellos y decidieron abandonarlo, porque estaban seguros que no sería nadie importante en su vida, marchándose a un pueblo lejos de Konoha.

Nunca fue muy apegado a ellos, pero de igual manera dolió. Pudo seguir adelante gracias al apoyo de Ino y luego de su maestra, cuando lo tomó como aprendiz.

—¿Sabes qué? En realidad, no suena tan ridículo. Tiene sentido porque tu cabello es rosa.

—Sí. —Sonrió, agradecido por el intento de ella por animarlo—. También tiene sentido que seas tan hermosa, tu cabello es rojo y tus ojos también. Me gusta mucho el rojo. Soy afortunado de que mi primer beso y mi primera vez hayan sido contigo.

Karin se sorprendió por tal afirmación, sintiendo algo cálido nacer en su pecho.

—E-Entonces, eso significa que me perteneces —exclamó, avergonzada. Sin embargo, se sorprendió al sentirse bien al decir algo así, y no fue la única; Sakura también tuvo un sentimiento nuevo en él, su corazón palpitó emocionado sin saber por qué—. De ahora en adelante, eres solo mío.

• ────── ๑❀๑────── •

Una noche en la que Sakura quedó solo después de la partida de Karin a su propia habitación, tuvo un recuerdo no muy lejano en el tiempo.

Flashback.

Ino, por favor, no quiero hacer esto —suplicó el peli-rosa, angustiado.

¡Cómo puedes decir eso después de que tocaste los pechos de Hinata tan descaradamente! —exclamó furiosa la rubia.

¡Fue un accidente! ¡Fue el único lugar en el que pude tomarla para evitar que cayera! —Se excusó—. Además, tú estás obligándome a tocar los tuyos. ¡Es vergonzoso! ¡¿Y por qué tengo que hacerlo?!

No pienses que me gustas o algo así, no eres mi tipo. —Puso su dedo sobre los labios de él para evitar que hablara—. Toma esto como un experimento de amistad. Sólo quiero comprobar la diferencia entre Hinata y yo.

Eres una puerca, Ino. —Se lamentó. Una lagrimita quería escaparse de su ojo de forma cómica. Su mejor amiga siempre lo utilizaba para cosas descabelladas.

Cállate, frentón. No es como si no ganaras algo. Tendrás el privilegio de tocar estos tesoros. —Tomó sus pechos llenos y los hizo rebotar frente a la cara del peli-rosa con descaro, incitándolo—. Vamos, hazlo.

Soltando un suspiro de derrota, Sakura acató la orden de la joven. Con delicadeza y cautela, se aventuró a tomar los grandes pechos de Ino con sus manos. Los estrujó un poco y los amasó, mientras los observaba con ojo crítico, sintiendo su consistencia incluso a través de la ropa. Tragó saliva pesadamente cuando la escuchó dar un suspiro involuntario en el momento que uno de sus dedos rozó accidentalmente su pezón, siendo consciente de que ambos estaban sonrojados ahora, por lo que se apresuró a dar su veredicto.

Los pechos de Hinata son más grandes, y blandos —habló mientras continuaba apretándolos sin poder evitarlo—. ¡Pero los de Ino son más firmes, y suaves también! —continuó asustado al ver la expresión asesina de la rubia. Suspiró aliviado cuando ella asintió, al parecer, satisfecha.

Bien... Ya puedes dejar de manosearlos, ¡pervertido! —gritó, dándole un golpe.

Fin del flashback.

Ese recuerdo despertó en él una curiosidad sofocante. Ya había tocado los pechos de Hinata y los de Ino; había visto los grandes pechos de su maestra por mucho tiempo también. Podría decir que había tomado gusto por esa parte del cuerpo de una mujer. Pero nunca había visto o tocado los pechos de una pelirroja. Karin tampoco se los había mostrado, para su desgracia. Sin embargo, parecía que era algo que la acomplejaba y lo entendía; pero también quería que confiara en él, porque ella le gustaba, mucho.

Nunca esperó ver todas esas cicatrices de mordidas en su piel, cuando ella decidió mostrase ante él; marcas que no se limitaban a su torso, también estaban en sus hombros, brazos y cuello. ¿Las tendría también en sus piernas, bajo las medias altas? No pudo evitar preguntarse algo así. Tampoco pudo evitar enfurecerse al entender su reticencia a mostrarse, era algo que le producía dolor; mismo dolor y vulnerabilidad que vio en su lindo rostro.

No lo pensó dos veces antes de romper las cadenas que lo retenían e ir a su encuentro, evitando que se alejara de él, quizás para siempre. No soportaría separarse de ella.

Todos se alejaron de él directa o indirectamente porque nunca pudo proteger a nadie a su alrededor, nunca pudo ser útil o confiable. Nunca pudo hacer nada por sí mismo, las personas a su alrededor tenían que hacerlo y salir lastimados en su lugar. Por eso decidió hacerse más fuerte, quería ser él quien ésta vez protegiera.

Recordó las palabras de Karin cuando le confesó que solo estaba con Orochimaru porque tenía el poder de protegerla. Él no estaba a la altura de un Sannin, pero fue entrenado por uno y esperaba poder superar a su maestra en el futuro; él podría protegerla, él quería protegerla. Su protección sería mil veces mejor que estar bajo el ala del loco de Orochimaru. Se lo hizo saber una vez que se encontraron recostados en la que era su cama en esa celda.

—Tú... Todo este tiempo pudiste escapar —musitó Karin, recostada en el pecho de él—. ¿Estás infiltrado? ¿Viniste a eliminar a Orochimaru-sama? ¿Estabas... utilizándome? —cuestionó en un susurro, asustada por lo que saldría de sus labios.

—No. —Fue rotundo en su respuesta. Quería dejar claro todo y que no hubiera dudas en ella—. Orochimaru no es asunto mío. Estoy seguro que alguien más se encargará de él. Solo estoy esperando ese momento para que sea seguro salir de aquí. —Ella no dijo nada, así que le acarició el pelirrojo cabello antes de continuar—. Cuando el momento llegue, te llevaré conmigo.

Karin levantó la cabeza de inmediato y lo observó incrédula. Sakura le sonrió, acariciando su rostro con una mano.

—Por supuesto, sólo si estás de acuerdo. Yo... Yo puedo protegerte, Karin. Si vienes conmigo, no tendrás que esconderte nunca más.

Los ojos de ella se cristalizaron y ocultó su rostro contra el cuello de él, evitando que viera sus lágrimas, pero sintiéndolas en su piel de todos modos. Se dejó abrazar y mimar por Sakura. Era un sentimiento inexplicable el que sentía, pero estaba segura que no quería apartarse de él, nunca más.

• ────── ๑❀๑────── •

Dos meses se cumplieron desde que Sakura fue aprisionado en la guarida sur de Orochimaru. Cualquiera diría que era todo un superviviente, pero no podía quejarse; no era un lugar acogedor, pero su acompañante era lo mejor de todo.

—Quieta.

—Mmh~. Ya no...

—No hagas trampa.

—No puedo... Mmh~... Necesito...

—Solo un poco más, cariño.

—¡Tú eres el tramposo-ah~!

Los amantes estaban acostados en la cama de la celda, completamente desnudos. Habían estado haciendo el juego previo al acto sexual; besándose, acariciándose, frotándose, lamiéndose. Hasta que Sakura decidió frenar todo en el momento en el que más necesitaban unir sus cuerpos para apagar el fuego que sentían.

Karin estaba a horcajadas de Sakura, recostada contra él debido a que la tenía abrazada de la cintura mientras succionaba sin apuro los pezones de ella; primero uno y luego el otro, repitiendo el proceso en intervalos. Sus atenciones la hacían delirar, pero lo que la tenía intranquila y le impedía saciar su deseo era que no la dejaba mover sus caderas para sentirlo completamente en su interior. Sakura solo dejada que la punta de su miembro estuviera en contacto con su centro, manteniéndose estático en su lugar, sin salir de ella, pero tampoco entrando del todo. Karin lo sentía como una tortura, lo necesitaba con desespero.

—Por favor —suplicó Karin. Intentó una vez más mover sus caderas, pero fue retenida por él.

El peli-rosa la inmovilizó agarrando su trasero, el cual comenzó a apretar y masajear, todo sin dejar de lamer sus pechos. Quería devorarla. Su pene palpitaba en necesidad, pero debía esperar solo un poco más. Dejó su tarea un momento y buscó sus labios, sintiendo como ella lo besaba de forma hambrienta y no dejaba de intentar moverse sobre él.

Unas lágrimas involuntarias se formaron en los preciosos ojos de Karin, amenazando con caer, debido a la frustración que estaba sintiendo por no tener lo que su cuerpo pedía. Sakura se sintió mal por ella, pero solo debía esperar un poco más y le entregaría hasta su vida si se lo pedía. Cortó la unión de sus bocas y comenzó a repartir besos por sus mejillas; sus manos abandonaron su tarea de amasar su carnoso trasero para pasar a acariciar su cintura y espalda, abrazándola de nuevo. Le dio un casto beso antes de tomar su rostro para llamar su atención.

—Lo completé —dijo con emoción y una sonrisa amorosa para ella.

Antes de que Karin pudiera preguntarle a qué se refería, observó con curiosidad cómo un rombo morado se formaba en la frente de su peli-rosa. Segundos después, unas líneas negras salieron de éste, marcando su rostro y todo su cuerpo. Sintió vibrar todo su ser cuando percibió el chakra de Sakura en grandes cantidades.

—¡Ah~! —gimió extasiada cuando él la penetró con lentitud hasta lo más profundo que su cuerpo permitió.

Una enorme calidez inundó el cuerpo de Karin, mezclada con la sensación placentera de las lentas penetraciones que sentía en su vagina; era algo completamente nuevo, casi se dejó llevar por el deseo si no fuera porque su piel estaba emitiendo una especie de vapor. Con perplejidad observó que las líneas negras también estaban por su propio cuerpo, haciendo de conductor para que el chakra del peli-rosa se paseara por éstas.

Su chakra en mí es como una caricia cálida y protectora, pensó ella.

El vapor, apenas perceptible, no salía de toda su piel, sino de sus cicatrices, las cuales iban desapareciendo lentamente de su cuerpo, una por una, hasta que ya no hubo ninguna más. Lágrimas comenzaron a salir de sus bellos ojos rojos ante esto, cayendo en el rostro de Sakura. Él la miró con cariño en sus expresivos ojos jades, conmovido por la felicidad con la que lo miraba su pelirroja favorita, a pesar del llanto que se había apoderado de ella.

Ah, sin dudas quería protegerla con cada partícula de su ser.

Karin lo besó, sin dejar de llorar por lo que había hecho él; movió sus caderas con locura, esta vez sin ser detenida; él la ayudó yendo a su encuentro con sus propias caderas para profundizar su unión.

No se detuvieron hasta que sus cuerpos se sacudieron ante el orgasmo. No se detuvieron hasta que sus labios, hinchados, pidieron clemencia. No se detuvieron hasta que sus cuerpos, exhaustos, ya no podían continuar. Porque ésta vez fue diferente, no tuvieron sexo, ellos hicieron el amor. Se entregaron en cuerpo y también entregaron sus corazones.

No podían explicar con claridad qué sentían el uno por el otro. Pero sí podían afirmar que sentían una conexión muy fuerte, al punto que sentían que le pertenecían al otro y el otro le pertenecía.

Karin era de Sakura para proteger y Sakura era de Karin para que hiciese lo que quisiera con él.

Sakura era de Karin, porque era el primero que la trató diferente, y Karin era de Sakura porque quería que la amara y la mimara.

Ninguno quería separarse del otro, nunca más.

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❀ ═══════ • Fin • ═══════ ❀

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Bonus:

—Ino, te presento a Karin. Ella es mi novia —habló Sakura, haciéndose a un lado para dejar al descubierto a su pelirroja—. Karin, ella es Ino, mi mejor amiga.

—¿Novia/mejor amiga? —dijeron ambas a la vez.

Un tenso silencio los envolvió a los tres, mientras ambas féminas se escaneaban con ojos críticos. Sakura tragó pesado cuando ellas pusieron un brazo en la cadera; no era un buen signo, mucho menos cuando pudo ver rayitos salir de los ojos de ambas. Celeste y rojo se miraban como depredadores. Era una batalla silenciosa de dos dominantes, por ver quién tomaba su territorio.

—Así que te gustan las de pecho plano, ¿eh, frentón? —Ino tomó la palabra, hablando de forma burlesca.

—¿Disculpa? ¡¿Qué dijiste, rubia desabrida?! —contraatacó Karin, ofuscada.

—¡¿Ah?! ¡¿Desabrida?! ¡Todos los hombres mueren porque les dé una simple mirada!

—Pues no te sirve de mucho. Te veo aquí sola. En cambio, yo estoy con mí hombre.

—Que sepas que yo fui su primera masturbación.

—¡Ino! —exclamó el peli-rosa, avergonzado y traicionado porque revelara algo tan íntimo.

—No es la gran cosa. Ahora tiene mi cuerpo sobre el suyo en su mente.

—¡Karin! —reprendió ésta vez a su mujer. Quería que la tierra se lo tragara, la gente en las calles de Konoha estaban empezando a mirarlos raro.

—Me compadezco de él, con lo mucho que le gustan los pechos grandes.

—No tienes de qué preocuparte. Él los aprecia igual. Pero le gusta más mi trasero. No es algo de lo que tú puedas entender.

—¡Retráctate ahora mismo! ¡Sakura, tienes que tocar y decir quién lo tiene mejor!

—¡Ya, es suficiente! ¡No voy a hacer eso! —Sakura se cubrió el rostro con sus manos, el sonrojo que tenía le hacía competencia al cabello de Karin. Se lamentaba de haberlas presentado. Sin embargo, quedó descolocado al escuchar a las dos chicas reír. Se descubrió el rostro y las miró como si les hubiera crecido otra cabeza.

—Tienes garras, pelirroja. Me agradas —declaró Ino, con una sonrisa complacida en su rostro.

—Lo mismo digo, rubia. Es un placer conocerte —correspondió Karin, con la misma expresión.

—¿Eh? —musitó Sakura, sin entender nada.

—Entonces ¿ya lo hicieron? —La rubia se acercó a la pelirroja y se enganchó en su brazo, cubrió su boca y habló en un murmullo que era audible de todos modos—. ¿Cómo fue?

—¿Por dónde empezar? Tenemos mucha imaginación —respondió ella con orgullo, imitándola.

—Eh~ —expresó su asombro—. Con lo mojigato que se veía el frentón. Siempre supe que era un pervertido.

Sakura las observó marcharse murmurando entre ellas, dejándolo olvidado y con las personas a su alrededor mirándolo con desaprobación.

¿Qué he hecho?, se lamentó, antes de comenzar a seguirlas.

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