Era una agradable mañana cuando el grupo de Sesshomaru decidió hacer una pausa en su viaje.

El demonio se había recostado bajo la sombra de un frondoso árbol, disfrutando de la tranquilidad que los rodeaba.

A su lado, la pequeña Rin jugaba alegremente entre las flores, recogiendo los más hermosos ejemplares para hacer una corona.

Un poco más alejado, el leal sirviente Jaken vigilaba atentamente los movimientos de la niña, asegurándose de que no se alejara demasiado.

Y, a unos pasos de distancia, reposaba Ah-Un, el dragón de dos cabezas que acompañaba al grupo y quien con sus imponentes ojos, de vez en cuando, miraban a la niña recortar flores.

De pronto, la humana se acercó a Sesshomaru con una radiante sonrisa, sosteniendo en sus manos una delicada corona de flores silvestres.

—¡Sesshomaru-sama! —exclamó Rin, con entusiasmo—. ¡Mire lo que he hecho para usted!

El susodicho desvió su mirada dorada hacia la niña, observando con cierta intriga aquel elaborado tocado floral.

—¡Es una corona de flores, Sesshomaru-sama! —dijo Rin, acercándose a él—. Por favor, ¿puede usarla?

Los ojos de la pequeña brillaban con una emoción casi palpable, y Sesshomaru no pudo evitar sentir una extraña calidez en su pecho ante aquel ofrenda, impidiendo que pudiera rechazar su inocente petición.

Sin mediar palabra, el demonio inclinó levemente la cabeza, permitiendo que Rin colocara la corona sobre sus cabellos plateados.

Jaken, que había observado la escena con una mezcla de asombro y recelo, no pudo contener una exclamación de sorpresa al ver a su amo portando aquel peculiar adorno.

—¡Niña, ¿qué estas haciendo?! —exclamó el pequeño youkai, con tono escandalizado—. ¡Eso es completamente inapropiado para el gran Lord Sesshomaru use!

Pero Rin lo ignoró por completo, concentrada en su tarea de ajustar la corona sobre la cabeza de su protector.

Sesshomaru permaneció inmóvil, observando de reojo la expresión de Jaken, quien parecía estar a punto de sufrir un colapso nervioso.

Ah-Un, por su parte, observaba la escena con sus tranquilos ojos, emitiendo un suave gruñido que parecía respaldar la inocente acción de Rin.

Cuando la niña finalmente se alejó, admirando su obra con orgullo, Jaken estaba a punto de desmayarse. De inmediato, miró por todos los costados por si alguien estaba en el territorio. Tenía que proteger a su amo bonito de las evidentes burlas que llegarían si alguien lo viera con flores en la cabeza.

Por otro lado, la niñata solo se encargaba de decirle lo bonito que le ha quedado. Obviamente Jaken no pudo contradecirla porque todo le quedaba bonito, pero ese accesorio no era algo que sea digno para alguien como él use.

Mucho peor fue cuando tiempo después, Sesshomaru se puso de pie, y comenzó a caminar sin un atisbo de lanzar ese adorno colorinche, por lo tanto se enfrentó a la atónita mirada de su sirviente.

—¡Amo bonito, no puede andar por ahí con esa... esa cosa en la cabeza! —protestó Jaken, escandalizado por sus nuevas pintas—. ¡Tiene una imagen que proteger! —exclamó el demonio tratando de hacerlo recapacitar, ya que su amo bonito, además de guapo, era noble, majestuoso... ¡Temible! Esas flores en la cabeza distorsionaban su imponente apariencia.

Pero Sesshomaru lo ignoró por completo, girando sobre sus talones y adentrándose en el bosque, aún portando la corona de flores.

Rin lo siguió de cerca, con una radiante sonrisa, mientras Jaken observaba la escena, perplejo y atónito. Ah-Un, por su parte, simplemente soltó un bufido complacido, como si aprobara la decisión de su amo.

Quizás, en aquel momento, Sesshomaru no fuera el temible e imponente señor demonio que aterrorizaba con su mera presencia a todos por igual. Pero, por increíble que parezca, no le importaba tanto como la opinión de Rin, y por nada del mundo quería despreciar lo que ella con tanto esfuerzo había creado con sus pequeñas manos.