En esos tiempos, pero en otra parte, muy lejos, se encontraba una niña pelirroja. Era Emma Brown, una niña de cinco años, alegre e hiperactiva, como lo seguiría siendo mucho tiempo después. Aquella niña jugaba contenta en el gran jardín de su casa, aún que sola, se divertía.
Jugaba corriendo por ahí, saltando y girando por el césped, y no parecía parar pronto. De repente, la niña se encontró con un pequeño parche de flores, y la niña las vio atenta.
-que bonitas – dijo sorprendida – le voy a regalar una a mamá!
Emma tomo una flor roja y corrió hacia la mansión, seguramente a su madre le gustaría mucho su regalo, y hasta jugaría con ella un rato. Entro a la mansión, que seguía silenciosa, y no había nadie cerca.
-mamá! – grito Emma caminando por la mansión – mami!
-señorita Brown, que necesita? – dijo Volks al encontrarse con la pequeña, en la enorme estancia
-Volks! ¿Sabes dónde está mamá? – le pregunto Emma contenta
-en el trabajo, señorita – contesto Volks
-ah… quería jugar con ella – Emma bajo la mirada
-gusta que juegue con usted? – pregunto Volks
-no… está bien – Emma se dio la vuelta y salió de la mansión
Suspiro un poco y vio la flor en su mano. Emma camino hacia un árbol, se sentó y descanso ahí. El viento sonó, moviendo las hojas de los árboles, y el cabello de la niña, que miraba a los lados. Estaba sola de nuevo, y no había niños, o sus padres para jugar con ellos. Sabía que Volks estaba ocupado, y que tal vez no quisiera jugar con ella.
La noche llegó, y Emma escucho un "zas" fuera de la mansión, se levantó contenta de las escaleras de la casa y espero. En unos minutos, sus padres entraron a la casa, y Emma corrió contenta a recibirlos.
-HOLAA! – Emma se lanzó a abrazar a sus padres
-jaja, hola hija – dijo el señor Brown dándole palmaditas en la cabeza a la niña
-mamá, mamá! – Emma miro a la mujer – tengo un regalo para ti, mira – metió la mano en el bolso del overol de mezclilla y saco la flor
-ah, gracias – la señora Brown alzo la flor
-te gusta?! – dijo Emma emocionada
-sí, es muy bonita, hija – la señora Brown sonrió un poco
-siiii! – Emma dio saltitos de emoción – vamos a jugar, vamos a jugar!
-ahora no, hija, estamos bastante cansados – suspiro la señora Brown
-pero…
-jugaremos luego, Emma – dijo el señor Brown caminando hacia las escaleras
-mañana? – dijo Emma expectante
-no, tenemos que ir a trabajar – contesto la señora Brown
-siempre tienen trabajo – suspiro Emma – siempre! ¡Quiero jugar! ¡QUIERO JUGAR!
-Emma! ¡No tienes que gritar! – la regaño la señora Brown
-nunca quieren jugar, siempre trabajan y trabajan! – gruño Emma
-ah, bien, bien, mañana traeremos a uno de tus amiguitos – suspiro el señor Brown – a quién?
-al hijo de los Palmer? – pregunto la señora Brown
-no, es una chica y ya está bastante grande – el señor Brown negó con la cabeza – si tiene nuestra edad!
-ah… el… los Archer tenían hijos? – pregunto la señora Brown
-no lo sé, no los veo desde que nos graduamos – suspiro el señor Brown
-tampoco eso – dijo Emma – siempre que vienen otros niños siempre juegan con ellos, y conmigo no juegan nada
-ay, Emma – la señora Brown suspiro – ve a tu habitación, por favor
-ustedes solo quieren jugar con otros niños! – gruño Emma – son papás malos, papás malos! – dijo corriendo hacia su habitación
-esa niña se está portando mal – dijo la señora Brown – la vamos a tener que castigar
-no lo creo, tal vez si estemos poniéndole poca atención – el señor Brown suspiro un poco
-le ponemos la suficiente – la señora Brown se apartó el cabello y subió las escaleras
El señor Brown vio hacia el pasillo que daba a la habitación de Emma, suspiro, y subió las escaleras junto a su esposa.
Por otro lado, la pequeña Emma entraba triste a su habitación, desordenada como siempre, tomaba un carrito de madera y prendía la vieja radio, que Volks le había traído un día de esos, y que era su única compañía. Así, junto a la música y el narrador, jugaba sola, otra vez.
Fin.
