— Kacchan... —susurra Izuku deslizando su mano en su miembro erecto, dejándose llevar por las delicias de la masturbación. Dejandose llevar por sus instintos básicos en la soledad de su cuarto. Mira con atención a través de una pequeña abertura de las cortinas de la ventana. Ve a su vecino cortar el césped con el pecho desnudo, sudoroso en aquella tarde. Está escuchando música a través de simples auriculares, le ve cabecear al ritmo de una canción que probablemente sabe. Le ve tararear vagamente con voz grave y golpear el mango de la cortadora. Le ve alzar los lentes oscuros para posarlos sobre la cabeza, luciendolos bastante bien, quitarse parte del sudor de la frente y peinarse los cabellos hacia atrás. Es demasiado para Izuku, bastante disfrutante y encantador, siente el orgasmo cerca, palpable a pocos instantes. Sólo verle le pone a mil y verle casi desnudo aquella tarde calurosa le es suficiente como para acabar su semilla en su mano bajo el nombre de Katsuki, su vecino.

Acomoda mejor la cortina, haciendose el loco, haciendo como si estuviera acomodandolas en una tarde normal. Regresa su vista al interior de su habitación. Se acomoda las ropas y trata de controlar su respiración. Aquella acción de desestrés fue suficiente como para alocarle bastante. Oh, dulce, dulce, dulce Katsuki. Cuánto daría con sólo tenerle en su cama. Lo que haría con tal de tener sus labios chupando su pene. Todo, absolutamente todo con tenerle en su cama, desnudo de pies a cabeza, complaciendo cada una de sus fantasías sexuales.

Abre la puerta corrediza de su guardarropa que está completamente fija a la pared debido a que es del mismo material que las paredes. Hace a un lado cada camisa colgada por los ganchos para ropa. Quita el fondo de madera con cuidado, después de todo no quiere que se estropeé. Le ha funcionado bien desde que ha comprado aquella casa, antes no le había encontrado un uso pero de un tiempo para acá era bastante favorable.

Detrás del fondo falso, hay una entrada pequeña y angosta, lo suficiente como para entrar tranquilo. Cierra el guardarropa y entra con cuidado al interior de aquella entrada secreta. Con cuidado pone el fondo en su lugar, ha hecho aquello varias veces aunque algunas no en esa misma casa. Ahora está en el interior de la casa. El corazón de ella. El acto de poner el fondo en su lugar es debido a que si alguien se mete, no lograría ver si están encendidas las luces del corazón de su casa. Es un completo tapón a un lugar nuevo y diferente. La ventaja de ese tipo de casas grandes es que tienes un espacio determinado y crees que es amplio pero cuando le recorres con cuidado, notas que el espacio es pura fachada debido a que hay mucho más de lo que tus ojos logran ver.

Este es el caso de Izuku y su casa. Vivió tiempo atrás en un lugar idéntico a ese, sólo que los espacios eran mucho menos notorios. Tal parecía que la vendedora de bienes raíces no estaba ni enterada de aquello debido a que en ningún momento le había mencionado de toda la estructura. Aún así, el hecho de que lo mantenga en secreto también es una posibilidad.

Pero ha eliminado todo rastro de evidencia que vincule que la casa de espacios escondidos la tiene él. Sería estúpido de su parte mantener los cabos por ahí, regados. Era necesario tenerlos los más lejos posible o de tal manera en que jamás se unan. Atribuyó algunas casas en venta a otros sujetos y otros lugares a otras personas. Entre más esparcida esté la información, menos probable sería dar con él y una casa de ese tipo.

Tal vez fue una increíble suerte.

Aunque claro, la casa tenía sus espacios más no eran del todo estables. Tuvo que darles el mantenimiento necesario para tener los corredores estables del corazón vinculados a otras habitaciones. Tuvo que hacer varias modificaciones y crear nuevos espacios.

¿Por qué hacerlo si no era necesario? Izuku mantenía un trabajo fijo siendo un profesor de escuela preparatoria de buen nivel. Era codiciado por mujeres como por hombres. Mantenía una buena relación con sus vecinos, tan buena que ellos serían capaces de meter las manos al fuego por él.

Katsuki.

Él era la única razón por la que había dado un buen mantenimiento a ese lugar. Sin ayudantes, logró acabar toda la estructura que quería en poco tiempo. Ahora hacerla el lugar que quería que fuera, aún apenas iniciaba. Unas escaleras completamente pegadas al fondo del pequeño pasillo le conducen a dos lugares.

El cielo y el infierno.

Izuku, en el subático improvisado, tiene varias cosas que usará en la hazaña de su vida. Tiene todo lo necesario. Cámaras de seguridad aún nuevas. Candados. Cadenas. Látigos. Cuerdas. Juguetes sexuales. Un collar para perros que da descargas eléctricas. Herramientas. Un desfilbrilador. Y demás.

Cosas que consideraba útiles.

En el subsótano, también improvisado, es donde tenía a su primera víctima.

El idiota de Kirishima jamás encontraría a la persona que había hecho aquel vandalismo porque él lo tenía encerrado en su casa. Y está ahí, amarrado de pies a cabeza. Está dormido, meado y cagado. Lleva días ahí después de todo.

Le bastó sólo tener el subsótano para ir por él para luego secuestrarlo.

¿Cómo supo que era él?

Porque el muy idiota le había encarado. Nunca debes hacerle frente a alguien sólo por creerte superior. Nunca sabrás que mañas tenga o las cosas que haga. No porque le veas de una manera, signifique que sea así. Ese es el caso del pobre muchacho que está ahí. Le ha sedado bastante bien y le ha mantenido con la cabeza hecha un lío.

Después de todo, en algún punto le serviría.

En algún punto, podría utilizarle.

Porque si no obtenía el premio gordo, estaría bien el premio de consolación.

Y es que ese niño era físicamente igual a su Katsuki.

Gogo.

Siempre podía usarlo de segunda opción.