Hola hermosas! Espero que estén muy bien disfrutando de su semana.
Muchas gracias por estar presentes. Les recuerdo que la historia No es para menores de edad.
Gracias por comprender.
SEPARADOS POR LA SANGRE
Talento de Amor
"El talento es una aptitud que no todos tenemos, pero es algo que sí podemos desarrollar. Dicen que por amor se comenten muchas locuras, pero hay locuras que son extremas cuando se trata de tener éxito".
TREINTA Y SIETE
El ambiente estaba muy movido aquella mañana en Lakewood, el automóvil esperaba frente a la puerta principal y las maletas con solo lo necesario para pasar unos días fuera con el par de gemelos, estaban dentro.
-¿Está todo listo? – Preguntó Anthony bajando las escaleras con prisa para cerciorarse que todo estuviera dentro del coche.
-Todo listo señor. – Dijo John con una sonrisa, él mismo se había encargado de que los empleados hubieran puesto todo lo que necesitaban para salir rumbo a Chicago.
Candy apareció en la puerta principal, junto a los pilares donde un día la había recibido para su primer baile juntos. Anthony sonrió al verla tan radiante, tan hermosa, su rostro se iluminaba con el reflejo de los rayos del sol y la hacía verse aún más hermosa. Ella correspondió a esa sonrisa, parecía que también recordaba la vez que galán se había recargado en uno de los pilares aparentando una seguridad que no sentía.
-¿Lista señora Brower? – Le preguntó con esa voz tan maravillosa que poseía, sus ojos se posaban fijos en ella y aquella mirada se fusionaba con la mirada verdosa de la rubia.
-Listo señor Brower… - Le respondía Candy con una sonrisa radiante, feliz por escuchar aquel nombre distintivo que portaba con orgullo.
Anthony subió las escaleras para ir por ella, aún no quería que se esforzara de más aunque Candy aseguraba que ya se encontraba en perfectas condiciones, a un mes del nacimiento de sus hijos se sentía segura para realizar sus actividades cotidianas con normalidad.
-¡Anthony! ¡Puedo hacerlo sola! – Dijo divertida al sentir que su esposo una vez más la tomaba entre sus brazos y la llevaba hasta el automóvil.
-Lo sé… - Le dijo con tranquilidad y una hermosa sonrisa, una sonrisa que derretía toda queja de la rubia. – Pero me encanta tenerte cerca de mí… - Le dijo con sensualidad, aquellas palabras provocaron un fuerte sonrojo en Candy, quien lo miró una vez más maravillada. Anthony besó la punta de su nariz y Candy reprimió las cosquillas que esto le provocaba, le encantaba aquella tierna caricia que era una costumbre para él sobre ella.
Dorothy y Julia ya estaban acostumbradas al trato tan tierno y dulce que Anthony tenía con Candy, y ellas simplemente caminaban cargando a cada uno de los pequeños Alexander y Andrew, quienes dormían plácidamente sin estar enterados que los llevarían de viaje. Ambas jóvenes se acomodaron en el vehículo antes de que Anthony y Candy entraran en él.
El camino inició y la joven familia sonreía feliz por el destino al cual se dirigían. La boda de Stear y Patty pronto se llevaría a cabo y ellos harían su presencia como una familia constituida en Chicago por primera vez.
La llegada de los rubios junto a sus hijos fue una alegría para toda la familia, sobre todo para Elroy quien a pesar de todo estaba encantada con los pequeños herederos, saber que eran hijos de Anthony era motivo suficiente para ella de que eran sus consentidos, además de que eran varones, algo que no tenía por qué decir pero que todos sabían que tenía una inclinación fuerte hacia ese sexo, sobre todo Amelia era la que sabía sobre aquello ya que de pequeña jamás fue invitada a quedarse en Lakewood para convivir con sus hermanos y su primo.
-¡Por fin llegaron! – Dijo Stear abriendo sus brazos para recibir a su primo y a Candy. Tanto Albert como Elroy y los Cornwell se acercaron a recibir a los rubios y a los gemelos. Elroy se encargó de Andrew y Albert tomó a Alexander.
-¡Que gusto volver a verte Stear! Bueno a todos. – Dijo Anthony correspondiendo a aquel abrazo. - ¿Nervioso? – Preguntó el rubio al ver que su primo no dejaba de sonreír.
-Me conoces Anthony. – Le dijo Stear en respuesta.
-¿Dónde está Patty? – Preguntó Candy, quien se imaginaba que la futura esposa estaría en la mansión esperando su llegada, así lo había prometido, además de que era la única que no estaba presente en el salón. Stear se rascó la nuca en señal de nerviosismo.
-Ella está… - Dijo mirando hacia el lugar donde había dejado a su prometida. Anthony y Candy lo miraron esperando que respondiera. – Está en el laboratorio… - Dijo de nuevo el joven y travieso inventor.
-¿En el laboratorio? – Preguntó Anthony confundido. Stear asintió riendo con travesura.
-¿Qué está haciendo en el laboratorio Stear? – Preguntó Candy imaginándose a la pobre de su amiga en algún aprieto.
-¡Nada! – Dijo Stear con nerviosismo, Anthony y Candy podían ver que su primo escondía algo.
-Vamos Stear confiesa. – Dijo Archie acercándose también a los recién llegados para saludarlos.
-¡Archie! – Dijo Stear quejándose de que su hermano lo echara de cabeza.
-¿No me digas que ahora Patty es tú nuevo conejillo de indias? – Preguntó Candy entre divertida y temerosa de que su amiga hubiera tomado su lugar, nadie mejor que ella para saber que los inventos de Stear generalmente terminaban en desastre.
-¡Ella quiso! – Dijo Stear nervioso, sabía bien que si Candy se enteraba de ello lo retaría por ocurrente. – Pero te aseguro que nadie mejor que tú para ese puesto. – Dijo de nuevo como queriendo asegurar que Candy era mejor conejillo de indias que Patty.
-¿Qué estás haciendo Stear? – Preguntó Anthony curioso, él también quería saber en qué se había metido esta vez el genio de su primo.
-¡Nada! – Decía Stear insistente. – Es solo una sorpresa para el día de la boda. – Dijo nuevamente el inventor. La mirada de Archie les decía que él sabía algo al respecto.
-Vamos Stear ya diles, de todas formas ya lo has terminado ¿O no? – Animó una vez más Archie para que Stear se decidiera a revelar lo que estaba haciendo. Stear asintió sin dejar de rascar su nuca.
-Es verdad Stear, todos estos días te la has pasado en el laboratorio. – Dijo Albert mientras mecía a Alexander de un lado a otro y el pequeño lo miraba con el ceño fruncido como preguntándose quién lo traía en brazos. - ¿Qué es lo que guardas con tanto recelo? – Preguntó de nuevo el patriarca. Elroy esperaba también una respuesta, ni ella misma sabía lo que estaba haciendo, generalmente no se inmiscuía en los inventos de su sobrino desde la vez que le habían dado aquel artefacto que comenzó a echar humo y a chillar de manera escandalosa.
-¡Está bien! – Dijo Stear ya con la presión de todos sobre él. – Quería que fuera una sorpresa para ustedes. – Dijo a Anthony y a Candy, quienes lo miraron con una sonrisa. – Lo que sucede es que quería regalarles un cochechito para pasear a ambos gemelos al mismo tiempo. – Dijo revelando sus intenciones.
-Pero los gemelos tienen uno. – Dijo Candy segura de que sus hijos tenían uno bastante funcional.
-Lo sé. – Dijo Stear una vez más. – Pero este es como un automóvil de verdad. – Dijo emocionado, poniendo el mismo gesto de felicidad que ponía cuando había hecho un nuevo invento.
-¿Cómo un automóvil? – Preguntó Anthony confundido con la comparación, imaginándose al vehículo de Stear, el cual sabía bien que aún no funcionaba del todo bien a pesar de las modificaciones sufridas en todo el tiempo que estuvo ausente.
-Les explico. – Dijo Stear caminando hacia afuera de la mansión, precisamente rumbo a su laboratorio, donde Patty se encontraba dando los últimos detalles al regalo que Stear tenía para sus sobrinos.
-¡Candy! – Dijo Patty al ver a su amiga aparecer junto a su esposo y al resto de la familia.
-Nos descubrieron. – Dijo Stear a su novia al ver que ella también se sorprendía con la presencia de la rubia, ella tenía entendido que les daría el obsequio un poco antes de su boda, esto era porque quería asegurarse que la carriola de los gemelos funcionara sin problema. - ¡Sorpresa! – Dijo Stear sin el mismo entusiasmo que hubiera demostrado si hubiera sido el día que él quería entregarla. Patty sonrió con timidez.
-Stear la diseñó… - Dijo Patty antes de que otra cosa pasara. – Pero yo le ayudé a confeccionarla. – Dijo mostrando el hermoso trabajo que había hecho con sus propias manos.
-¡Es hermosa! – Dijo Candy emocionada por el coche de bebé más hermoso que había visto en su vida.
Era un cochecito de un color azul índigo oscuro con tonos celestes en su interior, los listones que lo adornaban lo hacían ver adorable para un par de recién nacidos. La comodidad en su interior se veía finamente cuidada, pero la seguridad que Stear había diseñado en ella era efectivamente como la de un automóvil ya que las ruedas eran más gruesas de lo normal y además tenían su propio sistema de frenado.
-Tiene cinturón de seguridad para que puedan quedarse en su sitio. – Comenzó a explicar Stear con orgullo cuando tenía a todo el público interesado en su invento. – Tiene un toldo que puedes quitar o poner según la posición del sol. – Decía cada vez más animado. Candy y Anthony miraban el cochecito con emoción, sobre todo Candy quien seguía con los efectos del embarazo y sus ojos se llenaban de lágrimas de felicidad y agradecimiento para su primo el inventor. – Y lo mejor de todo es que los puedes recostar para que duerman la siesta y además… - Dijo girando un botón que estaba cerca de la palanca de empuje. Una suave música de cuna comenzó a sonar, los ojos de Candy brillaron más por las lágrimas y estas comenzaron a correr por sus mejillas.
-¡Tiene música! – Dijo Candy emocionada al escuchar la tierna melodía que salía del coche.
-Es hermoso Stear. – Dijo Anthony agradecido por la sorpresa que le daba su primo, era la primera vez que no sentía miedo por un invento hecho por él.
-¿Seguro que no explotará? – Preguntó Archie un tanto escéptico con el éxito del nuevo invento.
-¡Por supuesto que no! – Dijo Stear ofendido con su hermano. – Patty y yo nos aseguramos después de muchos intentos. – Dijo mostrando el rincón donde habían varios cochechitos destruidos. Patty sonrió con timidez, ella había sido varias veces afectada con los defectuosos. Todos comenzaron a reír después de ver los intentos fallidos.
-¿Y a Anastasia por qué no le hiciste uno igual? – Preguntó Archie sintiéndose ofendido por que a su hija no le había regalado uno igual.
-¡Por supuesto que lo hice! – Dijo Stear acercándose hacia un rincón donde tenía escondido un coche igual pero individual de color rosa. – Funciona exactamente igual que este que es doble, además se pueden plegar para llevar en el maletero del auto. – Decía Stear emocionado ante la mirada de agradecimiento de Archie.
-¿Por qué no me lo habías dicho? – Preguntó Archie a su hermano.
-Porque jamás creí que aceptarías que Anastasia lo usara. – Dijo Stear con desánimo en su voz.
-Es el regalo más hermoso que nos pudieron dar Stear. – Dijo Annie agradeciendo a su cuñado. Stear sonrió y de pronto sacó otros dos más, uno rosa y uno azul.
-También hice uno para nosotros. – Dijo Stear ante el asombro de Patty, quien no se imaginaba que aquellos dos cochecitos que había ayudado a adorar eran pensados en los hijos que vendrían para ellos. La joven de anteojos se sonrojó ante todos y la familia comenzó a reír. – Pero como no sabemos si será niña o niño… - Dijo demostrando que se había preparado para recibir a su primogénito o primogénita.
-Tendré que levantar un pedido para cuando me toque mi turno. – Dijo Albert sin pensar, hablando como si le hablara a Alexander, quien seguía mirándolo con el ceño fruncido. – Tía te cambio de gemelo porque creo que Alexander sigue molesto conmigo. – Dijo con gracia pidiendo que le dieran a Andrew.
-Pues más vale que los vaya haciendo tío, porque no sé cuánto tiempo me quede libre cuando sea todo un hombre con responsabilidades. – Dijo Stear acomodando su saco con cierta gracia.
-Pues yo solo espero que sea pronto. – Dijo Elroy discretamente, a ella también ya le urgía irse a descansar y dejar el mando a una nueva matriarca que se encargara por lo menos de las obras de beneficencia y los nuevos compromisos que habría qué arreglar en el futuro.
-Vamos tía, aún soy muy joven. – Dijo Albert queriendo distraer a su tía de su soltería.
-No tanto… - Dijo Stear tosiendo mientras decía esto. La familia comenzó a reír por las palabras del inventor y Albert se sentía un poco ofendido.
-¡Oye! – Decía con reclamo. – Si aún no cumplo ni los treinta. - Decía seguro que tenía mucha vida por delante antes de amarrarse como lo estaban haciendo sus sobrinos.
-Es por demás. – Dijo Elroy suspirando. – Es igual a su padre, William tampoco quería casarse, tenía más de treinta cuando conoció a tu madre y ella era mucho más joven que él. – Albert sonrió nostálgico al recordar a sus padres.
-Tal vez cuando encuentre a alguien como mamá decida casarme. – Dijo Albert con tranquilidad, mientras veía que Andrew también lo miraba con el ceño fruncido. – Anthony ¿Qué sucede con tus hijos? – Preguntó el mayor al ver que ninguno de los dos lo veía de manera amistosa. Anthony comenzó a reír por la manera en la que su tío se quejaba.
-No lo comprendo. – Dijo Anthony seguro que sus hijos eran un amor, ya que siempre estaban risueños. – Ellos siempre sonríen. – Dijo acercándose a su tío para después hablar a Andrew y captar su atención.
En cuanto escuchó la voz de su padre el pequeño Andrew comenzó a moverse inquieto, sacudiendo las manitas y buscando a su alrededor el rostro amoroso de su padre.
-Creo que no te quiere. – Dijo Candy con travesura a su amigo, quien fue su turno de fruncir el ceño en desacuerdo con el comentario de la rubia.
-Pero si soy el tío favorito ¿Verdad Anastasia? – Dijo preguntando a la pequeña Cornwell que estaba en los brazos de su madre, para tomarla con gusto y hacer todo tipo de gestos para lograr una hermosa sonrisa por parte de la pequeña.
-Creo que se sienten confundidos contigo tío. – Dijo Archie al creer que había descubierto porqué los pequeños Brower miraban con extrañeza al mayor. – Tal vez te encuentran parecido con su padre pero al mismo tiempo tu voz no coincide. – Dijo de nuevo el joven elegante.
-Puede ser. – Dijo Albert mirando a Anthony.
-Pero yo no estoy tan feo ¿verdad? – Le decía Anthony al pequeño Andrew, quien emitió un sonido de alegría al escuchar la voz de su padre frente a él.
-¡Oye! – Volvía a decir Albert con falsa ofensa. – Creo que tú eres la única que me quiere. - Le decía a Anastasia, quien seguía atento a la voz del patriarca.
-Por cierto, ¿Dónde está Amelia? – Preguntó Anthony al caer en cuenta que la joven no había estado ahí para recibirlos.
-Amelia regresó a Nueva York. – Respondió Archie inconforme con la decisión de su hermana.
-¿Sola? – Preguntó Anthony, porque sabía bien que la tía abuela no permitiría que la joven se fuera junto a su novio de regreso.
-Mis padres se fueron con ella. – Dijo ahora Stear. – Al ver que no podrían convencerla de quedarse, se fueron con ella, pero también están por llegar. – Agregó de nuevo el inventor. – Pero yo quiero saber ¡cuándo vamos a estrenar los cochecitos de los bebés! – Decía una vez más el joven inventor, quien estaba ansioso por presumir su invento.
-Qué te parece si mañana salimos a pasear por el parque. – Dijo Anthony seguro de que podrían salir a pasear por la mañana. Candy lo miró y asintió segura que podía ir con ellos. - ¿Crees que será posible? – Preguntó a la rubia, no porque pidiera permiso como lo interpretaban sus primos quienes comenzaban a reír burlonamente, sino porque sabía que Candy no podía caminar grandes distancias.
-Por supuesto… - Dijo Candy con una dulce sonrisa a su marido, segura que todo estaría bien, además de que él la cuidaría.
-Bueno después de todo esto yo también tengo que darles un obsequio a mis sobrinos-nietos. – Dijo Albert mientras caminaban de regreso hacia la mansión.
-No era necesario tío. – Dijo Anthony agradeciendo con una sonrisa cuando tuvo entre sus manos unas pequeñas cajas de madera, cada una con un listón de seda amarrado en forma de moño.
-Por supuesto que sí. – Dijo Albert seguro que él quería darles algo significativo a los hijos de su único sobrino directo.
Candy y Anthony abrieron cada uno una caja que escondía el hermoso regalo que Albert había elegido para cada uno de los pequeños.
-¡Es hermosa! – Dijo Candy sacando de aquel elegante empaque una cadena con una medalla con el rostro de cristo y por la parte trasera decía el nombre de Alexander.
-Muchas gracias tío. – Dijo Anthony agradecido por el detalle que había tenido Albert con sus hijos.
-No hay por qué. – Dijo el rubio con una sonrisa. – Ahora sí ya no es necesario el listón que lleva Alexander en su mano. – Dijo provocando la risa de todos al mismo tiempo.
Candy ayudó a Anthony a colocar las medallas en el cuello de sus hijos y Albert sonreía feliz porque les había gustado a ambos aquel regalo que había elegido con mucho cariño para cada uno de ellos.
El día pasó rápidamente y por la mañana Anthony se levantaba primero para verificar que sus hijos estuvieran bien, estaba acostumbrado a levantarse junto con Candy a la hora de la toma de comida, así como para revisar el pañal y que ambos estuvieran secos, sabía que era una tarea ardua y que Candy necesitaba ayuda.
-Aún duermen. – Dijo a Candy cuando vio que ella también se estiraba perezosa en la cama. - ¿Tienes sueño? – Preguntó Anthony al ver que la rubia se sentía algo cansada aún. – Si quieres podemos posponer el paseo para otro día. – Agregó acercándose a ella con una actitud cariñosa.
-No es necesario. – Dijo Candy con una sonrisa ya más despierta. – Además ya quedamos de salir de paseo con los muchachos. – Dijo acercándose a él de manera mimosa. Anthony la observó detenidamente, le gustaba cuando ella buscaba un acercamiento entre ellos. Anthony cerró sus ojos y se acercó a sus labios, esperando que ella correspondiera a su caricia. Candy de inmediato se dejó querer por su esposo, quien la besaba cariñosamente, con besos cortos y húmedos que hacían que su corazón se estremeciera de gozo.
Después del desayuno, el joven matrimonio se preparaba junto a sus dos pequeños, quienes estaban muy despiertos después de haber desayunado.
-¿Están todos listos? – Preguntó Archie quien estaba junto con Annie acomodando a Anastasia en el nuevo cocechito de paseo que le había diseñado su tío Stear.
-Listos. – Respondió Anthony, quien también había colocado a los gemelos en el coche.
-Se ven hermosos. – Les decía Candy a sus pequeños, quienes como si comprendieran sus palabras comenzaban a moverse entusiasmados e inquietos por el paseo.
-Igualitos a su madre. – Dijo Anthony dispuesto a tomar la manija junto con Candy para que ambos pudieran empujar el coche.
-¿Iremos caminando? – Preguntó Stear con cierto desánimo, la verdad era que no le gustaba mucho caminar, era de los que prefería evitar la fatiga.
-Por supuesto que no. – Respondió Archie seguro que irían en el coche. – Solo estábamos probando que nuestros hijos estuviesen seguros en su coche. – Dijo de nuevo el elegante.
Una vez en el parque las tres parejas comenzaron a caminar tranquilamente, su paso era calmo, lento, disfrutando del agradable clima de la ciudad. Las aves entonaban sus melodías mientras los jóvenes platicaban y reían felices por estar todos juntos.
-Qué bien se siente. – Dijo Patty aspirando el aire del parque.
-Te aseguro que se respira mejor en la mansión de Lakewood. – Dijo Candy aspirando de la misma forma el viento que llegaba hacia ellos.
-Eso sin duda. – Dijo la joven castaña que estaba nerviosa por su próxima boda.
-¿Estás nerviosa Patty? – Preguntó Candy en un momento que los caballeros se habían ido a conseguir un helado para consentirlas.
-Muy nerviosa. – Dijo Patty confesando sus sentimientos. – Todos estos días nos la pasamos haciendo los cochecitos y les confieso que fue muy terapéutico para los dos. – Dijo la joven revelando que haber estado ocupada en los inventos de su futuro esposo la habían hecho olvidarse un poco de los nervios de la boda.
-No te preocupes Patty, Stear es un buen chico y de seguro te hará muy feliz. – Dijo Annie con una sonrisa tímida recordando a su elegante esposo.
-¿Tú eres feliz Annie? – Preguntó Patty con cierto nerviosismo en su voz, se podía ver que la joven tenía mucho miedo de su próxima boda, ya que nadie le decía qué sucedía la primera noche entre un hombre y una mujer.
-Soy muy feliz Patty… - Dijo Annie poniendo los ojos como corazón al enfocar a lo lejos al hermoso hombre que la hacía suya casi todas las noches. – Archie es el hombre más maravilloso del mundo. – Decía enamorada. Candy la miraba feliz de que por fin su querida hermana fuera tan feliz al lado de Archie.
-¿Y tú Candy? – Preguntó Patty, ella sabía la historia de sus dos amigas y a pesar de todo lo que habían pasado con sus respectivos maridos ambas tenían una sonrisa que no podían ocultar. - ¿Eres feliz con Anthony? – Preguntó Patricia con curiosidad, ella quería saber cuál era la clave para ser feliz, porque a pesar de los pequeños desacuerdos que había tenido con Stear, principalmente por lo de su casi alistamiento, sus problemas no podían compararse con lo que sus dos grandes amigas habían tenido que pasar antes de casarse.
-Soy inmensamente feliz Patty. – Dijo Candy con la misma mirada llena de amor que Annie había dirigido a Archie. La rubia también observaba a lo lejos a su flamante esposo quien volvía empujando el coche donde los gemelos venían. Patty sonreía feliz por las dos.
-Yo no he tenido los problemas que ustedes han tenido y tengo miedo que… - Decía Patty indecisa de hablar acerca de los temores que tenía.
-¿Crees que es necesario sufrir para ser feliz después? – Preguntó Candy incrédula al comprender lo que su amiga quería explicar. Patty desvió la mirada confirmando que era su sentir.
-¡Por supuesto que no Patty! – Dijo Annie rápidamente. – Stear te ama y te aseguro que no tiene nada que ver los problemas que tuvimos en nuestro inicio de la relación. – Dijo una vez más Annie.
-No hay una clave para ser feliz Patty. – Dijo Candy segura de sus palabras. – Pero si buscaras una, podría decirte que no basta con el amor, sino hay que tener confianza en tu pareja, hay que cultivar ese amor día a día, hay que mantenerse unidos con las adversidades y los problemas, es como si fuese una pequeña planta que debes de cuidar para hacerla fuerte, regándola diario con amor, con cariño, con palabras bonitas, con ternura. – Decía Candy pensando en todo lo que Anthony hacía con ella. Patty la escuchaba con una sonrisa, ella también quería tener esa complicidad que Candy mostraba con su esposo.
-Stear es muy tierno conmigo. – Dijo Patty con el rostro totalmente sonrojado.
-Stear será un maravilloso esposo y un padre ejemplar. – Dijo Candy seguro de que así sería, no en vano era un Ardlay y al parecer los tres lo tenían en los genes.
Los ojos de Candy se desviaron hasta dónde venían los tres caballeros, sonrientes, deslumbrantes, ellos mismos mantenían su propia plática y reían demostrando que se estaban divirtiendo a pesar de que empujaban el coche de sus hijos. Patty suspiró al ver a Stear y este le sonrió enamorado y algo nervioso, no tenía ninguna duda de que quería ser su esposa.
El día de la boda llegó y todos los invitados estaban listos en la iglesia, el novio estaba de pie frente al altar y en las bancas principales se encontraba la familia Ardlay en todo lo alto, mostrando esa elegancia y ese refinamiento que siempre demostraban ante toda la sociedad. Del otro lado estaba la familia de Patty, igual de elegantes que los primeros, pero en menor número.
Albert fijó su mirada en la fila contigua y algo llamó su atención. Una joven de cabellos negros y ojos azules que él recordaba de su viaje en tren estaba acomodada del lado de la familia O'Brian, a su lado la mujer que suponía su madre se daba cuenta de su mirada y este desvió su atención hacia el frente.
La ceremonia se llevó con garbo y estilo, los novios tomados de la mano juraban amor eterno frente al altar, las madres de los recién casados lloraban con emoción y hasta la vieja Elroy derramaba una lágrima discreta evitando ser vista por los demás invitados.
Anthony y Candy tomados de la mano se miraban enamorados, como si con aquellas miradas reforzaran aquel juramento que habían hecho en el hogar de Ponny, en una ceremonia más sencilla y menos concurrida, sin embargo con la misma validez que tenía la que presenciaban frente a ellos.
Amelia no pudo evitar emocionarse al pensar que tal vez algún día fuese ella la que pronunciaba los votos junto a Terry, quien nervioso escuchaba atento los juramentos que se hacían en el altar.
Albert se mantenía al frente junto a la matriarca y a los padres del novio, representando con ello el poder de la familia del talentoso inventor, desviando de vez en cuando su mirada hacia la joven que se preguntaba cada vez más intrigado quién era.
La celebración de la boda inició con alegría, todos los invitados estaban atentos al primer baile nupcial, el cual se llevaba a cabo al centro del salón principal de la mansión de Chicago, la elegancia de Stear se sincronizaba a la perfección con la cadencia que Patty destilaba, ambos felices y al mismo tiempo más relajados después de haber unido su vida en matrimonio.
-¿Estás feliz querida? – Preguntó Stear en cada giro que hacía con ella en brazos. Patricia lo veía enamorada, con una sonrisa que no podía ocultar la dicha que la embargaba.
-Muy feliz, Stear. – Le respondía sin poder evitar que sus ojos brillaran con intensidad. Stear la miraba enamorado, pero al mismo tiempo nervioso de que todos se fueran para comenzar realmente su matrimonio.
-Creo que Stear está algo ansioso porque termine el baile. – Dijo Anthony a Archie con cierta travesura en su voz.
-Tú tienes la culpa Anthony. – Dijo Archie reprendiendo a su primo.
-¿Qué sucede? – Preguntó Candy al escuchar que Archie culpaba a su esposo de algo que ella desconocía.
-Lo que sucede es que tu flamante esposo habló con Stear respecto a la noche de bodas. – Dijo Archie con cierta pena en su voz al reconocer de lo que estaban hablando el día del paseo por el parque. Candy se ruborizó por haber preguntado. Anthony la besó en la mejilla con ternura, sabía que a pesar de todo ella seguía siendo muy inocente.
-Es un tema que se debía abordar, y si su hermano se negó a aclarar sus dudas… - Dijo Anthony con cierto reclamo a su primo, quien sonrió avergonzado al no sentirse capaz de explicar lo más básico a su hermano mayor.
-Es cuestión de práctica. – Dijo Archie provocando que Annie se ruborizada con intensidad.
-¡Archie! – Lo retó la ojiazul mientras Candy y Anthony comenzaban a reír por la indiscreción que había cometido el elegante.
-¿De qué hablan? – Preguntó Terry quien llegaba de la mano de Amelia.
-De nada, solo de la noche de bodas de Stear. – Le respondió Anthony a su hermano, quien sonrió de lado con travesura.
-¿El buen Stear necesita consejos? – Preguntó Terry con la misma picardía y travesura que lo caracterizaba. Las damas sintieron que las orejas se les ponían coloradas y Amelia abría los ojos con sorpresa por lo que decía su novio.
-¿Qué intentas decir Terry? – Preguntó Archie encarando a Terry. – Mucho cuidado con pasarte de listo con mi hermana. – Decía el elegante con reto en su mirada. Terry lo miraba ansioso de seguirlo provocando, tenía tantas ganas de enfrentarse a ese su mejor oponente.
-Archie, Terry, por favor… - Decía Amelia con pena por lo que escuchaba y por la manera de actuar de su hermano y su novio.
-Amelia, siempre lo defiendes, pero él está insinuando que… - Amelia lo miró con reto y Terry lo miraba divertido. - ¡Solo velo! Quiere dar a entender que entre ustedes hay algo. – Dijo Archie un poco desesperado.
-Por supuesto que hay algo… - Dijo Terry con malicia en su voz y en su mirada.
-¡Terry! – Dijo Amelia dándole un pellizcón en su mano.
-¡Oh! – Dijo Terry cuando sintió aquel pellizco nuevamente. - ¡Por Dios Amelia! - Le decía sobándose repetidamente. – No te preocupes elegante, tú hermana no necesita que la defiendas ella misma me mantiene a raya. – Decía Terry mirando a Amelia con cierto disgusto. Amelia sonrió con travesura y acercándose a Terry le dio un beso en la mejilla.
-Es una buena táctica, chicas. – Les dijo a Candy y a Annie, quienes comenzaron a reír cuando vieron que Terry se había puesto en paz, algo que era casi imposible de hacer. Anthony y Archie comenzaron a reír al ver que el rebelde se había tranquilizado.
Albert por su parte no estaba a gusto hasta que con toda la intención de conocer a la joven que suponía era de la familia de Paty, pero que nadie lo había presentado aún, se acercaba elegante.
-Buenas noches. - Saludó a la joven y a su madre, la jovencita sintió que el piso se abría bajo sus pies al tener nuevamente de frente a aquel caballero tan atractivo. - La recuerdo del viaje en tren... de regreso a Chicago. - Dijo Albert para recordar donde la había visto por si lo había olvidado.
-Lo recuerdo muy bien. - Dijo la mayor sin atreverse a hacerle un desaire.
-William Albert Ardlay. - Se presentó Albert frente a ellas, su mirada seguía puesta en la linda jovencita.
-Judith O'Brian y ella es mi hija Rebeka O'Brian. - Dijo la mayor con elegancia. Albert sonrió encantado por tener el nombre de la joven mientras sonreía y besaba el dorso de ambas manos con caballerosidad y respeto.
La fiesta terminó y con ello terminaba la presencia de los invitados, quienes comenzaban a salir de la mansión con una gran sonrisa por tan magnífico evento. Elroy se sentía orgullosa porque una vez más el nombre de los Ardlay estaba en lo alto gracias a las fiestas tan maravillosas que otorgaban.
Los novios se habían retirado un par de horas antes, Stear había decidido pasar la noche fuera de la mansión, creía que había demasiada gente como para comenzar su vida de casados alrededor de tanta familia, eso era extraño para él y aún no comprendía cómo le había hecho su hermano, quien había tenido que quedarse en el tercer piso de la mansión de Nueva York.
Los nervios eran evidentes para los dos, tanto Patty como Stear sentían que la emoción de comenzar esa nueva vida los estaba sobrepasando, sobre todo Stear, quien sabía gracias a Anthony y Archie que era él el que debía llevar el ritmo de la seducción.
-¿Estás cansada? – Preguntó con cierta inocencia en su voz.
-Un poco… - Respondió Patty con el rostro completamente rojo por los nervios. Stear sonrió con timidez no quería que su esposa creyera que estaba ansioso.
-Si quieres vamos a descansar… - Dijo de nuevo el inventor, no es que no quisiera estar con ella, pero los nervios que tenía por esa noche lo estaban consumiendo. Patty asintió y se dirigió hasta el cuarto de baño que había en la habitación para quitarse el vestido y enfundarse en el grueso camisón de noche que su abuela le había preparado.
Stear hizo lo mismo, mientras ella se preparaba para dormir él también se había colocado su pijama a cuadros, y cuando escuchó que la puerta del baño se abría después de varios minutos de permanecer cerrada sus piernas le temblaron de la emoción al ver por primera vez a su amada Patricia en camisón de noche. Para Stear, Patty se veía adorable, con su salto de cama atado a la cintura, con sus lentes mal acomodados y con sus mejillas ruborizadas por estar a solas con él en una habitación.
-Te ves hermosa. – Le dijo con ternura. Patty le sonrió colocando un mechón de cabellos detrás de su oreja, no sabía cómo actuar o qué hacer enfrente de él. – Ven. – Le dijo Stear al verla tan nerviosa, podía jurar que hasta sentía miedo de él. – No pasa nada. – Le dijo con ternura y la tomó de la mano para dirigirla hasta la cama.
Patty se dejó guiar por Stear quien la llevaba de la mano, la colocó del lado de la cama que generalmente él no usaba y se sentó junto a ella.
-Puedes dormir tranquila. – Le dijo imaginándose que la joven tenía alguna idea de lo que sucedería en su luna de miel. Patty asintió y se recostó en la cama, segundos después Stear se colocó junto a ella y la abrazó atrayéndola hacía él. Patty se tensó y se quedó sin moverse por un buen rato, hasta que el cansancio la fue venciendo y terminó dormida entre sus brazos.
Stear por un momento se sintió aliviado, temía no poder llevar a su esposa a ese lugar de ensueño que le habían platicado su primo y su hermano, temía no dar la talla que él creía merecía su ahora esposa, la veía ahí tan hermosa, tan frágil creía él, tan serena, confiaba plenamente en él y por un momento sintió alivio de que no tuviera que iniciarla y por ende lastimarla.
La mañana llegó sin que ellos pudieran darse cuenta, la noche había pasado demasiado rápido y ambos despertaban en el mismo lugar que como habían dormido, ambos abrazados. El rostro de Patty se encendió al ver tan cera el rostro de Stear.
-Buenos días. – Le dijo el joven inventor con cierta timidez.
-Buenos días. – Respondió Patty con la misma timidez que reflejaba en su rostro.
-¿Dormiste bien? – Preguntó de nuevo el inventor, ya que él no había dormido a gusto, sentía que su cuerpo no había descansado como debía de ser ya que se sentía tenso y adolorido de todo el cuerpo. Patty asintió con un gesto tierno y él no pudo evitar acercarse a ella para tomar sus labios por primera vez.
Patty cerró los ojos y recibió el beso que delicadamente Stear le ofrecía, permitiendo que él la abrazara con torpeza y algo de temor. El beso poco a poco se fue profundizando y sin pensarlo, aquel beso llevó a otro y a otro más, cada uno más osado que el anterior y poco a poco sus cuerpos comenzaban a encender la llama del deseo.
-Patty… - Susurró Stear en el oído de la joven, quien aún sin abrir los ojos permitía que Stear la llenara de aquellas caricias que le quemaban la piel. – Te amo… - Le dijo una vez más al oído, aquella voz sensual que jamás había escuchado Patricia la hizo que su cuerpo se contrajera sin aviso.
El beso del joven inventor se extendió por el rostro de Patricia, quien sin moverse recibía la atención tranquilamente, le gustaban las sensaciones que su piel percibía al sentir sus labios recorrer su piel. Llegó hasta su cuello y Patricia gimió sutilmente, un gemido que se escapó de sus labios y animó a Stear a continuar, se sentía bien provocar aquel sonido que salía de su garganta, un sonido que le anunciaba que le gustaba lo que hacía.
Sus manos se deslizaron por sus hombros y con ellos se fue bajando el salto de cama que ni siquiera se había quitado la noche anterior. Patricia tembló al sentir el tacto ardiente de Stear rozar su hombro desnudo. Un beso en aquella parte hizo que se removiera ansiosa bajo de él.
-Te deseo Patty… - Le decía mientras continuaba con sus besos lentos y húmedos. Patricia no hablaba solo se dejaba llevar por lo que sentía.
-Stear… - Lo llamó la joven con una voz sensual que ni ella misma había escuchado jamás salir de su boca. – Esto… - Decía nerviosa.
-¿Te gusta? – Preguntó Stear con la esperanza de recibir una respuesta positiva.
-Sí pero… - Decía la joven. Stear detuvo sus besos gracias a ese pero, ese pero que le anunciaba que no estaba del todo bien lo que estaba haciendo.
-¿Pero…? – Preguntó Stear con preocupación, quería saber qué estaba haciendo mal para mejorarlo.
-No sé si sea correcto… - Dijo Patricia con su voz acongojada, una voz que parecía pronto lloraría.
-No… no, no, no llores… - Le dijo Stear preocupado por su reacción, temiendo que con sus intenciones la hubiera ofendido o lastimado. – Por favor no llores… yo lo único que quiero es… hacerte el amor… - Dijo Stear apenado. – Quiero enseñarte… - Dijo queriendo parecer experimentado pero la verdad era que no tenía ni idea de lo que debía hacer primero, lo único que sabía era que su cuerpo ya estaba dispuesto a entrar en acción.
-¿Hacerme el amor? – Preguntó Patricia con ingenuidad. Stear asintió.
-¿No sabes qué es eso? – Preguntó Stear confundido y Patricia negó. Stear se sentó en la cama y se rascó la cabeza. - Bueno… - Dijo buscando la manera de explicar qué era eso que él llamaba hacer el amor. – Es cuando dos parejas están juntas para tener hijos… - Dijo con inocencia. – Cuando dos personas se aman se unen… juntas… los dos… - Decía con nerviosismo, sin embargo Patricia no comprendía lo que quería decir aún. - ¿No me comprendes? – Preguntó mirándola a los ojos, pero la joven negaba con un rayo de inocencia en su mirada. Stear suspiró una vez más. – Déjame enseñarte… - Le dijo tomándola de los hombros. Patricia lo miró fijamente. - ¿Confías en mí? – Preguntó a la joven y ella asintió.
-Sí confío en ti, Stear. – Le dijo con inocencia. Stear sonrió y besó sus labios con un beso corto y húmedo.
-Déjate llevar… - Le dijo con una mirada dilatada, en ese momento se sintió un cazador a punto de devorar a su presa, la cual le mostraba una mirada tierna e inocente. Patricia asintió y se dejó llevar por los besos de Stear, besos que cada vez eran más apasionados. - ¿Te gusta? – Preguntaba Stear ansioso.
-Si… - Decía Patricia sintiendo como los labios de Stear bajaban por su cuello.
-¿Qué sientes cuando te beso así? – Le preguntaba mientras se deshacía del salto de cama.
-Siento… - Decía Patricia sin poder responder. - Siento… quiero más… - Le dijo con timidez. Stear sonrió y se fijó en sus dos redondos y generosos senos, su boca se llenó al distinguir aquellos atributos tan cuantiosos que tenía la joven y los tomó con sus manos. – Stear… - Dijo Patty abriendo los ojos sorprendida por su atrevimiento.
-Déjate llevar… - Le dijo Stear con su voz sensual, moviendo sus manos de manera suave por sus senos, acariciándolos sobre la ropa, masajeando con cuidado aquella parte tan voluptuosa y delicada a la vez. Patricia asintió y con las mejillas sonrojadas permitió que Stear la acariciara nuevamente. – Patty… - Gimió Stear a punto de terminar, sentía que no podía llevar más allá aquel encuentro, su sangre estaba concentrada en un solo punto y no se conectaba con su mente.
-Stear… - Gimió Patty, sintiendo su sangre hervir por sus venas, aquellas caricias jamás experimentadas estaban logrando despertar sensaciones que jamás imaginó podría tener.
-Patty… - Decía Stear besando ahora por encima de su ropa sus areolas que pronto se endurecieron con la humedad de su boca.
Stear por alguna razón al saber que la joven no tenía ni idea de lo que debía pasar entre un hombre y una mujer, le dio la confianza para seguir con sus caricias, ella no tendría punto de comparación, no sabría qué esperar de él, aunque quería que al igual que él, ella disfrutara de cada caricia que le proporcionaba, quería dejar una huella imborrable sobre su piel, quería marcar su cuerpo con el suyo, quería ser ese hierro candente que la marcara y amoldarla a su forma, a su tamaño, aquel hierro que le arrancara su virginidad y la convirtiera en mujer entre sus brazos.
El inquieto muchacho cada vez era más osado en sus caricias, calmando una y otra vez cada que ella se sentía incómoda, avergonzada por sentirse descubierta ante él, pensado si sería necesario pero al mismo tiempo incapaz de escapar a tan maravillosas sensaciones. La tenía atrapada, la tenía convencida entre cada beso, entre cada caricia, su boca hervía de placer y se acomodaba entre sus pechos, perdiéndose entre la unión de aquellos grandes montes que ella poseía.
La mirada de Stear se puso vidriosa, su respiración estaba contenida y la joven de anteojos respiraba agitadamente preguntándose lo que haría esta vez. Patty abrió los ojos sorprendida al ver que su adorado y tierno inventor quedaba desnudo frente a ella en un abrir y cerrar de ojos. No sabía si cerrar los ojos u observar aquella tentadora visión que representaba el cuerpo marcado y viril de su amado Stear. Ella, cual joven instruida y letrada había observado las obras de arte que se exponían en los museos, ni el mismísimo David de Miguel Ángel representaba lo que estaba frente a ella, podría compararse con su blanca piel cual mármol aperlada, pero con su virilidad dejaba en vergüenza a tan famosa obra de arte.
-Quiero que seas mía Patty… - Le dijo con la voz más sensual que poseía el inventor. Patty abrió los ojos con sorpresa.
-Soy tuya Stear… soy tu esposa… - Dijo Patricia con inquietud, sin saber a ciencia cierta a lo que se refería.
-Pero quiero que seas mi mujer… - Le dijo acercándose a ella, colocándose entre sus piernas para obtener ese permiso que necesitaba para culminar su acto de amor. La besó apasionadamente y las piernas de Patricia se derritieron al sentir en el puro centro la firmeza con la que él se erguía en su intimidad.
-¿Tú mujer…? – Preguntó Patricia sin fuerza, aquellas caricias la estaban volviendo loca creía ella que permitía semejante comportamiento, comportamiento que jamás había pensado podría haber entre un hombre y una mujer. – Sí… - Dijo Patty al sentir ese calor extremo rozar su intimidad.
Stear deslizó sus manos bajo el camisón de noche y mientras continuaba besando sus labios se deshizo de su ropa interior. Patricia estaba a nada de evitar que lo hiciera cuando sintió el imperante calor de su miembro chocar contra su intimidad, fue una descarga eléctrica la que la hizo convulsionar de placer, la que la hizo cerrar sus ojos con fuerza y trasladarse a un lugar mágico que jamás había pisado y que la hacía desear repetir aquella bendita experiencia.
Un gemido fuerte salió de su boca, y aquello fue un detonante para que el inventor entrara en ella lentamente, comenzando con movimientos lentos y temerosos, había llegado la parte peligrosa y temía lastimarla de verdad.
-Patty… - Le dijo con cierto temor. Patricia abrió sus ojos que se fijaron en los suyos con temor, creyendo que había hecho algo mal. – Esto te va a doler… - Le dijo como disculpándose por lo que tenía qué hacer, sin embargo la joven no comprendía a lo que se refería, en ningún momento le había dolido nada de lo que estaba haciendo con su cuerpo, al contrario a pesar de la pena que sentía por saberse casi desnuda frente a él, ella disfrutaba cada caricia recibida.
-¿Estás seguro? – Preguntó Patricia para saber si realmente sería así. Stear asintió con una sonrisa boba, pero su cuerpo le suplicaba continuara con aquel maravilloso enfrentamiento.
-Pero es necesario… - Dijo Stear convencido que debía ser así para poder gozar ambos. Patty lo miró nerviosa, queriendo pedirle que se detuviera porque no quería sufrir dolor después de haber disfrutado tanto, no quería manchar aquella maravillosa experiencia con un acto doloroso. - ¿Puedo continuar? – Preguntó aguantando el dolor intenso que se expandía por su vientre bajo. Paty reconoció la súplica de sus ojos y asintió no muy convencida. Stear sonrió agradecido y comenzó nuevamente sus movimientos, pero esta vez fueron más pausados, entrando hasta donde le era permitido y saliendo una vez más, estando a punto de vencer su estrecha cavidad.
Aquel juego de entrar y salir de ella provocaba cada vez más placer en la joven, quien se desesperaba porque estaba a punto de volver a sentir esa corriente eléctrica que la había asaltado por unos segundos, pero que al mismo tiempo se detenía cuando Stear se salía de ella. Deseó rogarle que terminara de una vez para sentir aquel latigazo de electricidad golpear frenéticamente su cuerpo.
-Hazlo… - Rogó Patricia después de varias dudas de parte de Stear, quien no quería lastimarla y él mismo se saboteaba a hacerlo. Aquel permiso nuevamente le dio el valor requerido y al sentir el tope de su cuerpo se hundió en ella con un movimiento firme que le permitió llegar hasta el final del recorrido. Un gemido ahogado fue lo único que pudo escuchar de parte de su esposa, quien derramó una lágrima al sentir el desflore de su cuerpo.
Sus cuerpos se tensaron al mismo tiempo y en ese preciso momento un explosión de placer abordó el cuerpo de Stear, quien se dejaba llevar por el deseo de su cuerpo y llenaba a su esposa de lava hirviendo en su interior. Patty se movía con cierto dolor en su centro, pero al mismo tiempo sentía que una descarga la alimentaba y comenzaba a llevarla a un abismo que la arrastraba segundos después de que el inventor había colapsado.
Continuará…
