SEPARADOS POR LA SANGRE
Un Cuento de Hadas
"Los cuentos de hadas son solo eso, cuentos de hadas, sin embargo desde pequeñas creemos las historias de príncipes y princesas que se casan y son felices para siempre. En la vida real el amor verdadero no es tan fácil y no me refiero a que nos enfrentemos a dragones, pulpos gigantes o hermanastras amargadas, el amor verdadero requiere entrega, esfuerzo, dedicación y mucho amor por la otra persona para buscar el bien común, hay que tener el deseo de querer cuidarlo, amarlo y hacer ciertos sacrificios para poder lograrlo".
TREINTA Y OCHO
Anthony se levantaba como todas las noches a atender a sus pequeños, después de que Candy los había alimentado, siempre era él el encargado de regresarlos hasta su habitación, que a pesar de estar contigua a la de ellos, les daba privacidad como pareja a pesar de que a tres meses de haberse casado aún no había intimidad entre ellos.
Regresó a la habitación y sonrió al ver la delicada figura de su esposa completamente dormida, no había pasado mucho tiempo desde que los había alimentado, pero eso le indicaba que estaba exhausta. Aquella noche sentía muchísimo calor y a pesar de que la ventana estaba entreabierta no le era suficiente para refrescarse.
Se recostó junto a la rubia, quien se removió un poco al sentir el cálido cuerpo de su esposo, quien decidido a vencer aquel calor se deshizo de la parte superior de su pijama.
-Descansa hermosa. – Le dijo dando un beso en su frente con sumo cuidado para no perturbar su sueño. Candy sonrió entre sueños y se acercó hacia él para acurrucarse entre sus brazos.
El cansancio hizo que Anthony pronto durmiera, sabía que dentro de unas cuantas horas más tendría que levantarse por los gemelos para volver a alimentarlos y volver a revisar sus ropas. Candy despertó una hora después de haberse dormido, el calor que sentía era insoportable, pero era un calor que no tenía nada que ver con el ambiente, su cuerpo le estaba exigiendo la compañía de su esposo. Ella se sentía lista para compartir con él, pero Anthony temía aún lastimarla, a pesar de las ganas que tenía de volver a tenerla entre sus brazos se dedicaba únicamente a besarla apasionadamente para después dormirse.
Candy lo miró con deseo, comenzaba a entender las veces que se había despertado en medio de la noche cuando estaba embarazada de los gemelos, su necesidad por él iba en aumento. Lo observó dormir y sintió culpa por siquiera pensar en despertarlo. Sus labios entreabiertos totalmente relajado y dormido, sus rubios cabellos que caían sobre su frente cubriendo una parte de sus ojos, su pecho desnudo y sutilmente marcado que encendía sus sentidos. Se acercó a él y lo besó tiernamente con la intención de no despertarlo, sin embargo el mismo calor que sentía ella era el calor que abrasaba a Anthony.
-¿Sucede algo princesa? – Preguntó Anthony sorprendido al ver el rostro de su esposa tan cerca de él. Candy abrió los ojos sorprendida en su travesura.
-No… lo que pasa es que… - Decía un poco ansiosa, sabía que lo había interrumpido en las pocas horas que tenía de descanso antes de que sus hijos les pidieran alimento.
-¿Tienes calor? – Preguntó Anthony al imaginar que era lo que no la dejaba dormir. Candy asintió y lo miró fijamente. Las pupilas del rubio reaccionaron al ver tan cerca los ojos de Candy brillar de esa manera tan especial.
-Anthony… - Le dijo acercándose a él en un susurro. Anthony la observó acercarse a él con sensualidad, su cuerpo reaccionó rápidamente, reconociendo que el calor que Candy tenía era el mismo calor que lo martirizaba desde varias noches atrás.
-Candy… - Le dijo queriendo resistirse a lo que ella le pedía, sin embargo su necesidad también era mucha y lo sentía, sentía como su sangre se desviaba de su cabeza y se concentraba en aquella parte ávida de acción.
Candy no dijo más, la rubia venció su timidez y deslizó el camisón que llevaba puesto sobre sus hombros y lo arrojó a un lado de la cama. La mirada de Anthony se encendió furiosamente, no podía dejar de admirar el maravilloso cuerpo de su esposa, esta vez no estaba alimentando a sus bebés, no era la mirada que él le dirigía cuando lo hacía, su mirada era otra, el deseo lo consumía y ella no estaba ayudando a nada para que se controlara.
-¿Estás segura? – Preguntó Anthony al verla tan dispuesta. Candy asintió acercándose a él de rodillas, dispuesta a entregarse por fin después de tanta abstinencia de su parte.
Anthony se levantó hincándose frente a ella, admirando con deseo su cuerpo, por supuesto que la deseaba, la había deseado desde que volvió a encontrarse con ella en Nueva York, se había abstenido de tomarla y después se había apropiado de su cuerpo robando su inocencia, tenía aproximadamente un año que no estaba con ella y su cuerpo lo pedía a gritos. Ella pudo ver que bajo su pantalón de noche había despertado. Candy rosó el elástico de su pantalón ansiosa y él la invitó a colarse bajo él permitiendo que sintiera sus glúteos mientras él se apoderaba de su cuello.
-No quiero lastimarte pecosa… - Le dijo en un susurro contra su oído. Ella gimió necesitada, su cuerpo estaba a punto de colapsar por la necesidad que tenía por él.
-Por favor… - Le pidió tomando su rostro entre sus manos, esperando que en esta ocasión él cediera a su petición. Anthony la miró con súplica, demostrando que aún tenía terror de poder lastimarla en su interior. – Estoy bien… – Le dijo Candy besando sus labios con un beso corto, acercando su pecho al de él. Anthony sintió que su piel lo quemaba.
Anthony la besó lentamente, con un beso húmedo y tierno, pero poco a poco comenzó a acelerar el movimiento de su boca, sus labios comenzaron una batalla dentro de la boca de la pecosa quien se aferraba a su cuerpo acariciando sus cabellos, acercándolo celosamente a ella, permitiéndole que sintiera la suavidad de sus senos contra su pecho desnudo.
-Candy… - Decía Anthony con un suplicio indicando que no podía detenerse más, era mucho el deseo y las ganas de hacerla suya nuevamente.
-Te amo… - Le dijo Candy volviendo a atacar su boca, introduciendo su lengua en su interior, atreviéndose ella misma por primera vez a tomar lo que le correspondía. ¿No había dicho que él era de ella y ella era de él? Entonces ella lo tomaría, ella tomaría la iniciativa para estar con él y demostrarle que su cuerpo había sanado por completo y que en esos momentos le exigía ser amada.
Anthony se venció por fin a sus besos y la apretó por la cintura, aferrándola a su cuerpo con ambos brazos, permitiendo que ella sintiera sobre su vientre la dureza de su cuerpo. Candy deslizó sus manos y apretó sus glúteos con necesidad, con la fuerza que sus pequeñas manos podían tener. Anthony sonrió entre su boca complacido de que ella disfrutara su cuerpo. Él hizo lo mismo, acarició sus glúteos y besó sus senos con suavidad, deslizando su lengua para rodearlos y estimularlos, pronto se erizaron y eso lo enloqueció.
El gemido de Candy lo incitó a continuar y ella se desvivía por lograr deshacerse de la prenda que impedía la tomara por fin. Anthony la soltó por un momento para terminar de desvestirse, su miembro rebotó duro, firme, logrando que los ojos de Candy se llenaran de gozo al volverlo a tener de frente. Candy lo tomó con timidez, era algo que había deseado desde la segunda vez que lo vio desnudo y Anthony lanzó un gemido ronco cargado de placer al sentir que la delicada mano de su amada lo rodeaba, sintió una leve punzada que se parecía un poco al dolor.
Él la levantó contra su cuerpo y la obligó a abrazarlo por la cintura, él permanecía hincado y en esa posición buscaba la entrada de su mujer. Candy se removió al sentir aquel hierro fundirse en su entrada, lo sentía vibrar en su hendidura y ansiosa comenzaba a apretar su cuerpo contra él para apresurar la penetración.
-Con cuidado… - Le dijo Anthony, quien a pesar de estar ansioso se detenía en su entusiasmo, quería entrar en ella, quería invadir su cuerpo una y otra vez, pero al mismo tiempo se detenía por temor a abrir aquella herida que le había causado tanto miedo.
-Estoy bien… - Dijo Candy gimiendo necesitada de más, permitiendo que él entrara en un solo movimiento, sintiendo como su cuerpo se removía ansioso al sentir como entraba en ella, como se abría paso aquel pedazo de carne duro e hirviente en su cuerpo. - ¡Anthony…! – Gimió la rubia al sentirlo tan adentro. Anthony estaba que no podía ni hablar, estaba hincado dentro de ella, sosteniéndola por los glúteos mientras ella lo abrazaba con fuerza por la cintura y aun así se sentía desfallecer, sintió que su fuerza se debilitaba, era como si se adentrara justo a la gloria y perdiera toda la cordura en aquel cálido refugio.
Comenzó a moverse de manera lenta, fijando su mirada en la rubia, quien cerraba los ojos sosteniéndose por su cuello. Él la admiraba enamorado, maravillado de su belleza y de su sensualidad, había extrañado aquel cálido lugar que lo abrasaba y lo hacía perder la cordura.
-¿Estás lista? – Preguntó Anthony una vez que sintió que volvía a amoldarla por dentro, una vez que sintió que el cuerpo de la pecosa comenzaba a contraerse por dentro, apretando su hombría celosamente para mantenerlo en su interior, aferrándose a él necesitada de más. Candy asintió abriendo los ojos, descubriendo el deseo que la estaba consumiendo. Él comenzó a moverse primero con lentitud, permitiendo que ella se acostumbrara a su ritmo. Candy estaba a punto de llegar al clímax y el rubio aguantaba con dificultad su propia culminación. El suave meneo de su cadera la hacía desfallecer, sentía que estaba tocando por fin el cielo con sus manos, cuando él comenzó a aumentar su ritmo ella se estrechó aún más en su interior y enterró las uñas en su espalda anunciando el final del recorrido. Anthony gimió con un poco de dolor, sin embargo el verla liberarse era el mejor espectáculo que jamás había presenciado en la vida, verla disfrutar con tanto gozo, perdida en su placer lo hizo detenerse para poder admirarla y llenarse de su imagen sensual y apasionada.
-¡Anthony! – Gritó Candy con dificultad cuando su cuerpo terminó de disfrutar aquella electricidad que la había cruzado. Anthony la sostenía con fuerza y se mantenía dentro de ella mientras sentía como su interior seguía vibrando y manteniéndolo atrapado muy adentro. Candy poco a poco comenzó a disminuir sus movimientos, indicándole que su alma había vuelto a unirse a su cuerpo. Ella se removía ansiosa, sus candentes movimientos lo ponían una vez más listo para continuar, quería volver a llevarla a la cumbre, quería llevarla hasta las nubes y saciarla de ese deseo que sentía la quemaba.
La recostó sobre la cama y se mantuvo en su interior, desenroscó sus piernas de su cintura y lo soltó por fin, se sentía agotada, su cuerpo estaba ligero y relajado, sin embargo el osado estímulo de Anthony la hizo despertar una vez más. La mano de Anthony se colaba entre sus piernas y la estimulaba directamente en aquel pequeño botón que crecía eréctil en su interior, estimulándola para continuar con su apasionada labor. Los ojos de Candy pronto se encendieron y sus pupilas se dilataron anclándose en las de él que estaba de igual manera, el azul de sus ojos se oscurecía víctima de la pasión del momento.
Candy experimentó otro orgasmo que la hizo aferrarse a las sábanas para controlar la intensidad de la descarga, logrando que su cuerpo se desbordara segundos antes de que Anthony la alcanzara. El calor de la noche se intensificó en sus cuerpos, que sudados buscaban obtener un poco de aire para comenzar a enfriarse. La sonrisa de satisfacción de los jóvenes amantes pronto apareció en sus rostros, ambos felices y satisfechos. Anthony permanecía aún dentro de ella intentando controlar las emociones que continuaban emergiendo de su cuerpo el cual buscaba estabilizarse, la sensibilidad en su interior estaba a flor de piel.
-Te amo… - Le Anthony dijo acercándose a ella, besando sus labios con un beso corto, lento, húmedo. Candy sonrió feliz, radiante, su piel parecía que había recobrado ese hermoso brillo que despedía después de hacer el amor.
-Y yo a ti… - Le dijo Candy tomándolo por las mejillas para enfocar su rostro. – Gracias… - Le dijo agradeciendo que por fin hubiese accedido a hacerle el amor. Anthony la miró confundido.
-¿Te encuentras bien? – Preguntó al recordar el motivo por el cual se había abstenido de tomarla.
-Estoy bien. – Le dijo Candy sin dejar de acariciar su rostro. Anthony sonrió aliviado, besando su boca una y otra vez, agradecido por no haber lastimado a su pecosa.
Se colocó a su lado y la abrazó con ternura, acercándola más a su cuerpo como si estuviera protegiéndola. Candy se dejaba cuidar, se dejaba querer por él, le gustaba esa ternura que él demostraba por ella, le gustaba sentir su abrazo y la calidez que desprendía su cuerpo a pesar del calor de la noche, el cual pronto descubrieron que era más el calor que ellos sentían por la abstinencia que el clima del ambiente.
-Soy yo el que tengo que agradecerte pecosa. – Le decía acariciando con sus manos su piel, mientras besaba su hombro con delicadeza. Candy lo escuchaba atenta, su sueño se había espantado por completo. – Jamás dejaré de agradecerte el haberme salvado. – Le decía una vez más. Candy giró su rostro para verlo a los ojos, preguntándose a qué se refería. – Si pecosa… tú me salvaste de vivir en un infierno, en un martirio que se había convertido mi vida sin ti… - Anthony hablaba sin dejar de besar su hombro desnudo y Candy se estremecía en cada caricia. – Me había confinado a la soledad, seguro que nadie me haría sentir este amor que late cada segundo en mi pecho por ti. – Candy se colocó boca arriba para mirarlo de frente. Él permanecía de lado observando como sus senos se acomodaban libres con el movimiento de su cuerpo.
-Creí que estabas decidido a casarte con Annie… - Dijo Candy un poco en broma, un poco en serio. Anthony le sonrió con nostalgia.
-Lo estaba… - Le aclaró seguro. – Pero solo para darle un apellido a su hija. – Mencionó ahora que sabía el sexo de la bebé. – Yo te veía feliz, enamorada, y mi decisión no tenía nada que ver con el amor, porque mi amor… mi amor siempre ha sido tuyo Candy… - Le dijo acercándose una vez más a sus labios, para después recorrer su cuello y situarse en sus areolas que endurecidas reaccionaban a las succiones que recibía de su príncipe.
Un nuevo encuentro amoroso ocurrió esa noche, sus cuerpos se unían nuevamente pero esta vez con más intensidad, con mayor confianza al saber que su pecosa estaba completamente recuperada y que sus movimientos dentro de ella no le harían daño alguno. Candy terminó dominando a Anthony, sentada a horcajadas sobre él dirigiendo la entrega, otorgando su propio ritmo y dejándose penetrar desde abajo mientras el rubio observaba el maravilloso movimiento circular y libre de sus generosos senos. El clímax los alcanzó al mismo tiempo y mientras sus cuerpos se retorcían de placer y sus almas se unían al abandonarlos por un segundo, el llanto de los gemelos se dejó escuchar al ser la hora que debían alimentarse una vez más.
Anthony sonrió al escuchar la puntualidad de los pequeños y giró a su esposa con cuidado para salir de ella, asearse rápidamente e ir por los niños. Candy sonrió al ver la rapidez y entrega con la que su esposo se alistaba para ir por sus hijos, para después también asearse y prepararse para alimentarlos.
Anthony la observaba fijamente alimentar a sus hijos, su mirada ya no era la misma de antes, su cuerpo continuaba excitado y por primera vez en todos esos meses de alimentarlos, deseó que los pequeños terminaran pronto para volver a sentirla, porque estaba seguro que aquella noche no dormirían más.
El cumpleaños de los herederos llegó pronto y la mansión de las rosas se vestía de gala para la celebración, la familia Ardlay era esperada por los Brower quienes en su habitación correteaban al par de gemelos que habían crecido inquietos y muy activos, logrando dar más de un susto a sus padres.
-¡Andrew! – Decía Candy quien correteaba al menor y más intranquilo de sus hijos, quien corría por toda la habitación sin dejarse atrapar mientras en su rostro se reflejaba la felicidad en su sonrisa.
-¡No mamá! – Decía Andrew sin dejar de reír, creyendo que el juego de atraparlo continuaba cuando la pecosa ya estaba desesperada por el tiempo que tenía para vestir a ambos.
-¿Qué sucede? – Preguntó Anthony al entrar con Alexander en brazos vestido ya con el kilt escocés que debía usar para celebrar su primer año de vida. Candy bufó soplando un rizo que tenía frente a su rostro, cansada por no lograr convencer a su hijo de que usara su kilt.
-No es justo tú vestiste a Alexander… con él es más fácil… - Dijo Candy mientras veía cómo Alexander estaba ya vestido para recibir a las visitas. Anthony sintió ternura por su esposa y dejando a Alexander por un lado se acercó a ella y la ayudó a levantarse de su sitio.
-Ven amor… Creo que es hora de que tú te alistes. – Le dijo con un tierno beso en los labios.
-Pero Andrew aún no está listo… - Dijo Candy con queja. Anthony la guio al cuarto de baño para después ir por Dorothy y pedirle le ayudara a su esposa a vestirse.
-No te preocupes por él. – Dijo Anthony girando su cuerpo para atrapar al torbellino de rizos rubios y graciosas pecas que pasaba cerca de él en esos momentos. – ¡Yo me haré cargo de este pequeño! – Dijo sorprendiendo al menor quien a carcajadas reía feliz por haber sido pillado en su travesura. Alexander también reía a carcajadas y aplaudía al ver que su hermano había sido atrapado y ahora lo llevaban a vestir. Candy sonrió y besó los labios de su esposo para después entrar al cuarto de baño.
-Te amo… - Le dijo Candy agradecida a su esposo. Él guiñó su ojo coqueto y Candy se ruborizó recordando el motivo por el cual se les había hecho tarde.
Anthony terminaba de acomodar el moño de Andrew, mientras el pequeño miraba a su padre fijamente, parecía que lo estaba estudiando.
-¿Qué sucede Andrew? – Preguntó Anthony con ternura al ver que su vástago lo miraba con seriedad. El pequeño sonrió emocionado al escuchar que su padre se dirigía a él.
-Tengo sueño. – Dijo Andrew sintiendo de pronto que sus hermosos ojos azules comenzaban a cerrarse. Anthony sonrió a su pequeño y lo levantó en sus brazos.
-Creo que sería buena idea que durmieras un poco antes de recibir a los invitados. – Dijo caminando con él hasta donde estaba Alexander, para su sorpresa el mayor de los gemelos yacía dormido sobre la cama en la que lo había dejado. Anthony sonrió al ver a su pequeño dormir plácidamente. – Creo que tu hermano también está muy cansado… - Dijo Anthony percatándose que Andrew también estaba exhausto. – Duerme pequeño, creo que la persecución con tu madre te dejó cansado. – Dijo Anthony en su interior, colocando a su hijo junto a Alexander.
Candy salió del cuarto de baño y posó sus ojos en la tierna imagen de su esposo acomodando a Andrew junto a Alexander.
-¿Se han dormido? – Preguntó Candy un tanto indignada de que su pequeño remolino se hubiese tranquilizado en cuanto Anthony había entrado a ayudarle. Anthony asintió con una sonrisa y sus ojos viajaban a la hermosa silueta de su esposa.
Anthony se acercó a Candy y la atrapó por la cintura, permitiéndose sentir el cuerpo desnudo de su esposa bajo la bata de baño que la cubría.
-Anthony… - Gimió Candy con sensualidad al sentir que su esposo a pesar de ya estar listo no le importaría quitar su elegante kilt para satisfacerla una vez más aquel día.
-¿Qué sucede señora Brower? – Preguntó Anthony en su oído, su voz era suave, delicada, provocando que la piel de la rubia se erizara emocionada esperando algo más de su parte.
-Falta poco para que… - Decía Candy sin terminar su frase que sus manos se desviaron a las manos de su esposo, la cuales se posaban en su vientre bajo.
-Todavía tengo tiempo de festejar tú cumpleaños a solas. – Le dijo Anthony tomándola entre sus brazos para después llevarla al diván que adornaba la habitación. Un rayo de luz entraba por la ventana iluminando aquel espacio donde la rubia era colocada para después descubrir su parte baja. Un profundo gemido ahogado salió de sus labios cuando Anthony separó sus piernas y coló su rostro justo en la entrada a la gloria.
Anthony despejó el camino dispuesto a alimentarse de ella, dispuesto a aprovechar cada segundo que tuvieran a solas antes de que la mansión de las rosas se llenara de la familia una vez más, sabía que cuando todos estuvieran ahí sería difícil aprovechar esos momentos en los que sus bebés dormían y ellos podían aprovechar al máximo sus muestras de amor.
Candy se dejó llevar colocándose en posición, sabía lo que venía y su cuerpo se preparaba para abandonarse a la candente caricia. Anthony la miró a los ojos y cómplice comenzó a emular un beso en aquella hendidura que se estremecía y se abría cual flor en primavera para recibirlo gustosa, aspirando su fresco aroma a rosas que desprendía el jabón que utilizaba. Sus labios se movían expertos entre sus piernas, su lengua ávida de placer se colaba en su interior envistiendo con suavidad, una y otra vez preparándola para el clímax, era fácil reconocer cuando estaba a punto de llegar, su cuerpo se arqueaba y sus manos se aferraban con más fuerza a sus cabellos, hundiendo su rostro entre sus piernas para incrementar el placer. Anthony aceleraba sus intromisiones en su interior y pronto aquel desbordamiento natural comenzaba a filtrar hacia su boca, para después recibirlo como una ola intensa que lo atacaba y lo llenaba salvajemente.
El cuerpo de Candy comenzaba a convulsionar desesperadamente, ansiosa, moviendo sus caderas en un suave compás que poco a poco iba perdiendo fuerza para después sentir el vacío que dejaba los labios de su amado.
Los ojos de Anthony estaban dilatados, su mirada estaba fija en el cuerpo de la rubia, quien desplomada en el diván y con las piernas aún separadas ante él pedía a gritos que continuara con aquella maravillosa experiencia. Anthony sonrió sensual dispuesto a cumplir con su pedido poniéndose de pie para deshacerse de sus estorbosas ropas.
El sonido de la puerta lo alejó de sus intenciones y Candy lo miró con decepción al ver que su cuerpo estaba más que listo bajo el kilt que portaba.
-Lo había olvidado. – Dijo el rubio con agitación en su pecho. – Llamé a Dorothy para que te ayudara a vestir. – Le dijo una vez más intentando contener su excitación. Candy se levantó cubriéndose frustrada por no tenerlo dentro de ella.
-Yo atiendo. – Le dijo Candy con travesura, al ver en el aprieto que se encontraba su esposo, quien exhibía su kilt como una carpa de campaña al amanecer. Anthony sonrió resignado y se dirigió hacia la habitación que era de sus hijos.
-Con su permiso señora. – Dijo Dorothy con una sonrisa al percatarse que la rubia era quien le abría. – El señor me llamó para que la ayudara a vestirse. – Le dijo con amabilidad. Candy sonrió y dio el pase a su fiel amiga, una vez que se había cerciorado que su esposo estaba a salvo en la habitación contigua.
Anthony esperaba que Candy bajara para recibir junto con él a los invitados, quienes llegaron antes de que ella lo hiciera.
-Bienvenidos. – Saludó Anthony con una sonrisa a la matriarca y a Albert, quien entraba del brazo de Rebeka O'Brian, su prometida.
Archie y Annie venían con su pequeña Anastasia, quien venía cansada por el viaje. Stear y Patty quienes esperaban el nacimiento de su primer hijo también habían llegado junto con Albert y la tía Elroy.
-Muchas gracias Anthony. – Dijo la mayor, quien lucía visiblemente cansada por el viaje.
-Por favor tía abuela. – Le dijo Anthony llevándola hasta el interior de la mansión para que descansara.
-¿Dónde está Candy y los niños? – Preguntó Albert quien tenía ganas de ver a sus sobrinos y revelarles el regalo que les había preparado.
-Los gemelos estaban dormidos y Candy no debe tardar en bajar. – Dijo Anthony con tranquilidad. Albert asintió y miró a su prometida quien sonreía tímida porque era la primera vez que salía con él, sin la compañía de sus padres desde que habían anunciado su compromiso.
Candy estaba lista frente al espejo y por la ventana había advertido que la familia Ardlay había llegado, se apresuró a terminar su arreglo y Dorothy daba los últimos toques a su peinado.
-Estás hermosa, Candy. – Dijo Dorothy al ver que la joven rubia ya estaba lista para recibir a la familia. Candy sonrió agradecida con su gran amiga.
-Muchas gracias Dorothy. – Dijo Candy con alegría. – No sé qué haría sin ti. – Dijo una vez más tomando sus manos entre las suyas.
-No tienes nada qué agradecer. – Dijo Dorothy feliz de poder ayudarla. – Ahora anda, ya conoces a la señora Elroy de seguro está impaciente porque no estás para recibirlos. – Dijo la mucama animando a que bajara. Candy asintió y dio una última vista a los gemelos. – Descuida yo los cuidaré hasta que despierten. – Dijo segura que así lo haría.
-Gracias. – Dijo Candy con una sonrisa para después salir de la habitación y bajar junto con la familia.
Candy caminaba con una emoción en su pecho, recordaba los momentos que había pasado junto a su esposo antes que Dorothy interrumpiera. Su rostro se enrojeció rápidamente y un calor la abordó de improviso, provocando que se detuviera de pronto para observar desde lo alto la imagen perfecta de su gallardo esposo, quien con una deslumbrante sonrisa platicaba con Albert, Stear y Archie. Candy se estremeció tan solo de verlo. Su cuerpo ahora lucía relajado, atrás había quedado el bochornoso suceso que levantaba el elegante kilt que usaba y que le permitía lucir un par de perfectas y torneadas piernas, largas y musculosas. Debía reconocer que a los cuatro Ardlay el kilt los hacía verse muy atractivos, pero la personalidad que Anthony desbordaba junto a todos era maravillosa, simplemente deslumbrante "Deslumbrante Anthony", pensó la rubia.
Anthony sintió la mirada de su esposa puesta en él y discretamente la buscó en lo alto de la escalera. Una sonrisa apareció en su rostro, una sonrisa que desplegaba feliz de tenerla junto a él. Se alejó de su tío y sus primos para ir hacia ella, mientras la rubia sentía que un millar de mariposas volaban sin control por su vientre, al ver que la había descubierto. Aquella vieja emoción que la asaltó la primera vez que lo vio no era nada comparada con la emoción que sentía cuando la veía de esa forma, una manera tan dulce y a la vez salvaje que le anunciaba cuanto la deseaba.
-Te ves exquisitamente hermosa. – Le dijo dando un beso en su mejilla, mientras la rubia se ruborizaba intensamente al escuchar aquel halago que le hacía. Ella sabía que aquellas palabras encerraban lo sucedido momentos antes. Anthony ofreció su mano para dirigirla hasta los demás y una corriente eléctrica la sacudió. El rubio sonrió al recibir aquella descarga, una descarga que le anunciaba la misma emoción truncada que él había sentido cuando Dorothy los interrumpió. – Esta noche continuaremos… - Le dijo con discreción, besando su mano delicadamente, con un beso húmedo y lento que le provocó una emoción directa en su deseo.
-¡Candy! – Dijo Albert acercándose a ella con los brazos extendidos. - ¡Luces hermosa! ¿Dónde están los gemelos? – Preguntó el patriarca buscando detrás de ellos para ver si Dorothy y Julia venían cuidado al par de torbellinos que eran los pequeños pecosos.
-Aún duermen. – Respondió Candy mientras recibía el abrazo de su amigo. – Bienvenida Rebeka. – Dijo Candy saludando a la prometida de Albert.
-Beka, por favor. – Dijo la joven con timidez.
-¡Lo olvidé! ¡Lo siento Beka! – Dijo Candy con pena por haber olvidado que ya alguna vez la joven había pedido que simplemente la llamara por el mote cariñoso con el que la llamaba su familia más cercana.
Rebeka O'Brian era prima de Patty, y al igual que ella era muy tímida y seria, Candy la observaba y no podía creer que ambas jovencitas fueran familiares directos de Martha O'Brian quien era bien sabido por la rubia que era una señora bastante revoltosa para su edad.
El llamado a la puerta principal interrumpió la llegada de Candy, quien mientras saludaba estaba al tanto de los recién llegados. Amelia llegaba junto a Terry, los señores Cornwell, y por supuesto sus padres. Eleanor y Vincent hacían su aparición. Vincent de inmediato se acercó a Candy para felicitarla y preguntar por sus nietos.
-Ambos duermen, pero les aseguro que ya no deben de tardar. – Dijo Candy segura de que el tiempo de la siesta estaba llegando a su fin.
Tal como Candy lo había dicho no pasaron de diez minutos que Julia bajaba junto con Dorothy, cada una encargada de un pequeño, quienes con esa vivaz chispa que tenían en sus hermosos ojos azules observaban felices la reunión familiar, para ellos no era aún muy claro que aquella reunión era en honor a ellos y a su bella madre, quien se acercaba a las jóvenes para encargarse una vez más de los pequeños ciclones que había engendrado.
-Muchas gracias Dorothy, Julia. – Les dijo a ambas mientras tomaba de la mano a cada uno de los niños.
-¡Tío! – Dijo Alexander corriendo de inmediato hasta Albert, Andrew lo seguía porque ambos niños recordaban que el patriarca les había prometido una sorpresa en su próxima visita.
-¡Vengan con su tío favorito! – Les dijo Albert poniéndose en cuclillas para recibir a los dos cumpleañeros.
-Dirás con su tío abuelo favorito. – Dijo Stear queriendo mostrar que él era el tío favorito.
-Creo que ahí vamos a discutir un poco. – Dijo Archie también entrando en la contienda.
-De ninguna manera elegante, si alguien es el tío favorito ese soy yo. – Dijo Terry quien al igual que los Ardlay estaba seguro que los pecosos lo querían mucho. – El par de monos se divierten mucho con su tío Terry, ¿No es así pecosos? – Les dijo Terry con gracia, mientras los dos pequeños lo miraban no muy conformes con su manera de llamarlos.
-No tío, no monos… - Le dijo Alexander cruzando sus brazos a modo de queja.
-¿Lo ves? – Dijo Candy reclamando a su cuñado aquella forma tan peculiar de llamar a sus hijos, lo cual sabía era una variación al mote que él le había puesto en sus años de colegio.
-Tío Terry escala como mono… - Dijo Andrew con diversión, señalando a Terry para que todos lo vieran a él.
-Es verdad parece un mono greñudo trepando árboles. – Dijo Archie con diversión, acercándose a Andrew para chocar su puño con él en señal de camaradería.
-Creo que no podrás negar algo como eso. – Dijo Anthony acercándose a su hermano, quien sonrió divertido por el comentario de su sobrino.
-Como tampoco negaré que se parecen a su madre. – Dijo Terry observando a Candy con cierta nostalgia en su mirada. Candy sonrió tímida, sabía bien que sus hijos habían sacado su talento para subir árboles.
-Y no sabes lo orgulloso que estoy de ello. – Dijo Anthony mirando a Candy con profundidad, demostrando que él era el más feliz de que sus hijos fueran tan parecidos a su amada esposa.
-Pues yo tengo una sorpresa que darles. – Dijo Albert una vez más, de lo contrario si seguía permitiendo que sus sobrinos se pelearan entre sí jamás podría dar el regalo que había llevado para los pequeños.
-¡Sorpresa! – Gritaron ambos gemelos, mientras brincaban junto a su tío Albert.
-Veo que ya quedó claro que su TÍO favorito soy yo. – Dijo Albert levantándose con ambos niños en brazos.
-No es justo tío, Anastasia también te prefiere a ti. – Dijo Stear a modo de puchero porque la distancia entre su hermano y él impedía que conviviera más tiempo con la pequeña. Annie se acercó a su cuñado y permitió que la pequeña le diera un beso a su tío el inventor. - ¡Yo también te amo! – Le dijo Stear a la pequeña mientras la abrazaba entre sus brazos.
-No te preocupes Stear, cuando nazca tú nuevo conejillo de indias, no tendrás tiempo ni de quejarte. – Dijo Anthony mientras todos salían hacia el frente de la mansión, lugar donde los dirigía Albert para dar la sorpresa a sus sobrinos.
Al salir de la mansión, al pie de las escaleras se encontraban dos jóvenes potrillos andaluz de color blanco con la crin negra. La mirada de Anthony y el resto de la familia fue de asombro, la belleza de ambos ejemplares era algo que no podían dejar de admirar.
-¡Vaya ejemplares! – Dijo Terry admirando a los animales.
-Son andaluz, vienen directamente desde Andalucía y son gemelos. – Dijo Albert sorprendiendo aún más a todos, sobre todo a Anthony, quien sabía bien que eso era verdaderamente extraño de que sucediera.
-Pero los niños son muy pequeños. – Decía Candy con temor, era imposible que olvidara aquella desgracia que había vivido en el pasado junto a su esposo. Anthony la atrajo hacía él.
-No te preocupes hermosa. – Le dijo besando su frente al saber los recuerdos que les traería. - Te prometo que nada malo le pasará a nuestros hijos. – Dijo Anthony seguro que protegería a sus hijos de cualquier peligro.
-Lo siento yo no creí que… - Dijo Albert apenado, creía que aquel regalo sería maravilloso para sus sobrinos ya que él sabía que a su padre le encantaba montar.
-¡No! – Dijo Candy recomponiéndose de inmediato. – Son hermosos Albert. – Le dijo Candy con una sonrisa, comprendiendo que su amigo no había querido importunarla a ella o a Anthony con su costoso regalo. – Gracias. – Dijo mirando a sus hijos, quienes verían a los dos caballos con el gran moño rojo que los representaba como su sorpresa. Albert sonrió más aliviado.
-¿Les gusta? – Preguntó a sus sobrinos mientras Anthony tomaba a Andrew para acercarlo con mucho cuidado a uno de los ejemplares. Albert cargaba a Alexander y al igual que Anthony lo acercaba al otro potrillo. – Aún son jóvenes y necesitan entrenamiento, pero creo que Tom el hermano de Candy podría hacerlo. – Dijo de nuevo el patriarca. Candy sonrió agradecida porque sabía bien que Candy confiaría en Tom para que los caballos de sus hijos fueran lo más dóciles posible.
Después del regalo de Albert nadie se atrevía a dar los regalos a los pequeños Andrew, quienes tenían todo, sin embargo cada uno quería regalarles algo que fuera significativo. Terry regaló una copia de Romeo y Julieta y de Hamlet a cada uno de los pequeños, regalo que en esos años no apreciarían, a pesar de ser una primera edición. Anthony y Candy se emocionaron más que los pequeños al tener tan valiosos libros en sus manos.
-Son hermosos. – Dijo Candy fascinada con el obsequio. Anthony también sonrió agradecido, él sabía que su hermano era gran admirador de la obra de Shakespeare y que además había interpretado varias de sus obras en teatro.
-Nada mejor que un invento nuevo. – Dijo Stear quien sacaba de una gran caja que había cuidado celosamente desde que había llegado, un par de coches de juguete que él mismo había fabricado, ambos vehículos eran una copia exacta del primer Stearmóvil que había diseñado siendo un joven de quince años.
Los pequeños Alexander y Andrew se sentaban sobre el piso emocionados, observando el juguete que su tío Stear les obsequiaba, uno era de color rojo y el otro de color negro, se había esmerado tanto que había colocado pequeños detalles realistas en su diseño.
-Pero eso no es todo. – Decía el inventor con emoción. – Además de ser tan bonitos también caminan solos. – Dijo accionando una pequeña llave que traían al frente para hacerlos más realistas, el pequeño vehículo comenzó a caminar ante el asombro de los gemelos que aplaudían emocionados. Andrew de inmediato extendió el otro cochecito a su tío para hacerlo caminar. – En un momento estará caminando Alexander. – Dijo Stear confundiendo al pequeño.
-No, Andrew. – Dijo Andrew corrigiendo a su tío, el pequeño a pesar de su corta edad sabía de las confusiones que tenían con ellos.
-¡Andrew! – Dijo Stear comenzando a reír. – Bien aquí le darás cuerda y lo pones en el piso y ya está… - Decía el joven inventor como un niño pequeño, pronto la emoción de los niños se centró en el par de juguetes que su tío el inventor había diseñado para ellos, así también como la de los adultos quienes pronto querían jugar también con los gemelos y los coches.
Candy y las demás mujeres se habían retirado al salón del té para esperar a sus maridos, quienes parecían niños de nuevo, recordando sus travesuras. La tía Elroy los observaba desde lejos con una sonrisa nostálgica, recordando la infancia no muy lejana de sus nietos.
-¿Para cuándo será la boda Beka? – Preguntó Candy a la joven prometida de Albert.
-Dentro de un año. – Respondió Beka con timidez. – Mi madre dice que es preciso un compromiso largo para poder organizar todo con tiempo y a detalle. – Dijo nuevamente. Candy se sorprendió con la respuesta de la muchacha, pero respetó la decisión de su familia.
-Por lo menos cuando eso suceda yo ya no estaré embarazada. – Dijo Patty quien se imaginaba del peso que representaban los últimos meses de embarazo.
-El tiempo pasa muy rápido. – Le animaba Annie al ver que la pobre se estaba impacientando.
-¿Y tú Amelia? ¿Cuándo anuncian su compromiso? – Preguntó Candy queriendo saber si por fin anunciarían un compromiso entre ella y el famoso actor.
-No lo sé… - Dijo Amelia con nerviosismo, ella misma no tenía ni idea si alguna ve Terry se decidiría a proponerle matrimonio, había pasado ya tiempo desde que iniciaron su noviazgo y ya hasta el patriarca estaba comprometido con la joven que había conocido en la boda de Stear y Patty meses atrás. – Terry y yo no hemos hablado de ello. – Dijo sintiéndose incómoda, y no era porque no estuviera comprometida, sino porque a pesar de los esfuerzos de Candy por ser amiga de Amelia, las cosas simplemente no se daban.
-No te preocupes pronto lo hará. – Dijo Annie segura de que así sería. Candy y las demás asintieron con entusiasmo y ánimo a la joven Cornwell.
La reunión para celebrar el cumpleaños de los gemelos había concluido y todos se habían retirado a sus habitaciones. Alexander y Andrew habían quedado completamente cansados y revolcados por mantenerse en el piso jugando con el entretenido y divertido juguete que su tío Stear les había regalado.
-¿Cómo la pasaste el día de hoy? – Preguntó Anthony con una tierna sonrisa a su esposa. Candy lo abrazó por el cuello y lo atrajo hacia ella.
-Fue un día muy emotivo. – Respondió Candy mientras su esposo besaba la punta de su nariz y ella reía discreta por las cosquillas que le generaba.
-Creo que solo falta mi regalo. – Le dijo Anthony con total sensualidad, una sensualidad que desbordaba cada poro de su piel. Candy abrió los ojos con emoción, creyendo adivinar cuál era el regalo que él le tenía preparado.
-Estoy ansiosa por recibirlo. – Dijo Candy cerrando sus ojos y ofreciendo sus labios. Anthony sonrió y volvió a besar la punta de su nariz.
-Espera un segundo. – Dijo ante la sorpresa de su esposa, quien abría los ojos repentinamente al sentir que se alejaba de ella.
Anthony regresó segundos después con una pequeña caja en sus manos. Candy abrió los ojos sorprendida por el gesto de su amado, quien no podía dejar de sonreír esperando que la rubia lo desenvolviera. Candy abrió con cuidado la pequeña caja que le había dado su marido y se sorprendió al descubrir dentro de ella un relicario de oro adornado con pequeños diamantes que simulaban una rosa blanca.
-¡Es hermoso! – Dijo Candy emocionada al ver su regalo. Anthony sonrió al ver su reacción, sabía que le gustaría y más cuando descubriera lo que había en su interior.
Candy abrió el relicario y dentro de él encontró una pequeña fotografía de ellos dos junto a sus pequeños hijos, en aquel diminuto espacio había una fotografía de su familia y ella no comprendía cómo había sucedido.
-Stear me ayudó. – Dijo Anthony confesando que su primo le había ayudado a revelar la pequeña fotografía para ponerla dentro del relicario. – Es por ello que te lo entrego hasta ahora. - Dijo Anthony revelando que Stear se lo había llevado horas antes.
Candy giró su cuerpo para que Anthony colocara el relicario de su cuello, quería llevar esa imagen siempre junto a ella. Anthony hizo caso a su esposa y colocó la cadena en su cuello, aprovechando el momento para poder deslizar el hermoso vestido que lucía Candy fuera de su cuerpo. Candy se estremeció con el contacto de su esposo quien hábilmente se deshacía de sus prendas para continuar con aquella interrupción que había sucedido temprano aquel día.
Continuará…
