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-Un recuerdo persistente-

Exhaló un suspiro helado dejando que el vaho salga de sus pulmones y se desvanezca sobre la rama más cercana que tenía. Frotó el tronco palpando un buen lugar y escogiendo un sector a la altura de su rodilla.

El pomo del hacha estaba frio, pero su mano gruesa se adaptó muy rápido a la temperatura y, sujetándola con fuerza arremetió dando un hachazo decisivo.

Agotado luego de dar tan solo un golpe, se quitó el imaginario sudor de la frente haciendo una sonrisa y pensando que podría acelerar el proceso de cortar leña. Su esposa se lo había advertido una vez, sin embargo, dio un vistazo detrás como si alguien lo estuviera mirando y dispuesto a cometer su "crimen" encantó su mano con magia lumínica y la posó en el árbol.

Al instante el árbol empezó a iluminarse en líneas rectas que lo empezaban a cortar mágicamente y, luego de tres segundos éste explotó con fuerza partiéndose en astillas.

Sylas recogió todas las que pudo sobre su hombro derecho y regresó a su casa dispuesto a paso firme y decidido sin hacer caso a las miradas de las criaturas curiosas y asustadas que le miraban en su camino.

-.-.-.-.-.-.-

Ligeras partículas de nieve caían a su alrededor pero por fortuna ya estaba a unos cuantos pasos de su cabaña. Al entrar el calor de la chimenea lo recibió y agregó un poco de madera mas para que éste no se extinga. Era agradable volver a sentir el calor de hogar. Unos pequeños pasitos le advirtieron que alguien venia por su detrás pero no se movió ni un milímetro.

—¡Papi!

Luchando por sostenerse de su cuello y su capa de piel, el niño no se soltó y acompaño a su padre mientras él se levantaba y lo sostenía con su único brazo.

—Hola campeón — dijo revolviendo sus cabellos castaños —. ¿Ya preparaste lo que te pedí?

—¡Si! Las cosas están listas para mañana ¡Pero mamá no quiso colaborar!

—El que te haya regañado, no significa que no quiera colaborar — la voz se escuchó en el fondo del pasillo de madera — Ya te dije que no puedes llevar juguetes a un viaje tan largo.

Limpiándose las manos con un trapo, Lux se unió a ellos en la pequeña sala de estar mirando al pequeño y meciendo sus cabellos como lo hizo su padre hace instantes.

—Se pone más quisquilloso a medida que crece — dijo ella dándole un pequeño beso en los labios al recién llegado.

—Es porque salió a su madre.

Luego de un pequeño golpecito en el brazo Lux dio una risilla y llevo a ambos varones directo a la cocina anunciando que el almuerzo estaba listo.

Los tres se acomodaron y sirvieron lo que era un caldo de verduras y algo de carne de conejo. Sin embargo el pequeño no estaba satisfecho pues decía que conforme pasaban los días este tipo de carne se hacia mas y mas aburrida; a esto, el niño salió sin pedir permiso directo al patio donde la brisa se llevaba las ultimas hojas de los árboles de otoño.

—El viaje definitivamente le hará bien.

—A los tres, aunque no sé si sea la temporada para emprenderlo.

—¿Cada año lo hemos hecho no? No creo que exista mucha diferencia ahora.

—Si es solo que… — Sylas observó fuera de la ventana, podía divisar las primeras motas de nieve del invierno recién entrado. Pensando que tal vez debería hacer caso a su instinto y no exponerse de esta forma —. No importa.

— ¿Estás pensando en eso cierto?

El antiguo mago renegado bajó el semblante reflexionando sobre lo sucedido hace años, si su esposa no lo mencionaba tal vez habría dejado de pensar en ello ese día.

—Un poco — mintió —. Pero creo que me hubiera gustado mantener esto en secreto de él.

Lux posó su mano en su mentón de manera dubitativa. Habían pasado cerca de siete años en la que emprendían el viaje al Cruce Yimal, todos los meses, todos los años el mismo día. Esta vez se habían retrasado casi una semana por algunos percances, pero la idea de emprender ese recorrido no podía aplazarse más.

—No quieres ir ¿Cierto?

Sylas exhaló un pesado suspiro mientras se dirigía a un rustico sillón de madera y se lanzaba agotado.

—No.

Aunque la respuesta era una que esperaría, Lux no quedó conforme con ella. Se levanto y acercándose a él a un paso bastante femenino se sentó a su lado acomodando sus piernas por sobre la de su esposo.

—Vamos… Hazlo por mi ¿Si?

—Oh Lux… estas usando tus artimañas otra vez…

Esta vez ella atrajo su mentón haciéndolo que la mirara, frotando suavemente sus mejillas y frotando sutilmente sus labios femeninos por sobre el cartílago de su oreja.

—Sabes que es algo a lo que no puedo faltar~ Además, si lo haces podríamos…

Dejándose seducir a su antojo Sylas no pudo evitar sonreír ante esta proposición, aunque su negación a participar de este viaje estaba más bien obstaculizado por otras razones.

—Si salimos de aquí, existe la posibilidad que nos expongamos y… aunque nunca ha pasado, sabes que afuera hay personas vengativas qu-

—Pasaron casi ocho años desde la Guerra de los Magos Sylas, creo que ha sido tiempo suficiente para que las cicatrices terminen de sanar. La gente seguro ya lo olvidó porque… bueno. Fuimos los únicos en salir de ahí.

Frotando las delgadas cicatrices en las manos de Lux a Sylas vinieron los recuerdos de su lejano pasado. Aquella época donde gracias a sus gigantes convicciones de destrucción y venganza había logrado formar un enorme ejercito de hechiceros que le hicieron frente al Reino de Demacia.

Fue en esa decisiva batalla en que la misma Lux con su pequeño regimiento de protegidos magos intercedieron para tratar de lograr la paz antes de que la guerra se dé inicio, pero su llegada no hizo mas que avivar las llamas de la discordia entre los tres frentes.

Fue así que se dio inicio a ese combate en las colinas de Terbisia, aquella terrible carnicería donde su gente, guerreros y pacíficos magos se mataron entre sí. En pleno auge de batalla la desesperación de la gente de Sylas empezó a brotar en sus fuerzas y, optando una medida drástica y encolerizada cargaron un hechizo, un enorme y potente hechizo tan gigantesco que hizo resquebrajar la tierra y la partió en dos. La enorme explosión había diezmado a todo ser viviente que existía en un enorme radio, convirtiéndolos en nada mas que cenizas.

Sylas observo ahí donde su brazo izquierdo debía encontrarse, recordando como aquella muchacha que había conocido en las celdas de su peor tormento le arrastraba y luchaba por contener sus heridas. Sus dorados cabellos manchados de sangre y suciedad no opacaban la sonrisa que ella le había dado, sabiendo que él, el provocador de tal incidente estaba vivo.

—Mmm…— posó sus labios con dulzura en la frente de su ahora esposa — Por ti lo haría todo Lucecita…

Definitivamente no podía negarse a ninguno de sus caprichos, se lo debía. Le debía su vida, su cambio y la tranquilidad en su alma que ahora tenía gracias a ella.

Luxanna Crownguard era la luz al final del túnel y por fin la había alcanzado.

—¿Tejiste otra bufanda este año?

—Por supuesto que sí, siempre fueron sus favoritas y estoy segura que éste le gustará.

Sylas dejó salir un profundo suspiro, era irónico emprender una travesía para visitar la tumba de quien fue su peor enemigo antes y a quien ahora consideraba un "hermano" según las políticas familiares.

Era curioso incluso como su pequeño niño fue nombrado Gillian en honor al tío de Lux, quien fuera en ese entonces asesinado por un mago rebelde. Por un momento pensó que estaba adoptando muchas cosas de ella, pero tampoco es que tuviera mucho de él al salir de sus celdas mas que su sed de venganza y esa aptitud, gracias a la mujer de cabellos dorados, había dejado de existir.

Pero todo esto valía la pena. Tenía una preciosa esposa que lo amaba, un niño que lo admiraba y una vida pacifica que nunca creyó imaginar.

Cumplir un capricho de su amada no tenía nada de malo ¿Cierto?

—Que te parece si… aceleramos el viaje por el tiempo que perdimos haciendo, tú sabes. Un conjuro de teletransportación como en-

—Oh Sylas te aceptaría todo menos eso, sabes que no debemos usar hechizos.

—Tu misma lo has dicho ¿No? Han pasado ocho años, no hay nada que temer, nadie nos vera hacerlo.

Lux dudó un poco ante esto haciendo circulitos con el dedo índice en el pecho de Sylas, pero su posición era firme.

—No podemos…— dijo, dando una cachetada amistosa a su esposo y levantándose en ese momento —. Ahora, será mejor que prepares esa mochila tuya o Gillian y yo te dejaremos aquí. Iré a por él.

El antiguo mago renegado solo alcanzó a dar una ligera risilla mientras se levantaba se dirigía a su dormitorio, dejando que su mano palpase los muros de su morada la cual había levantado con su único brazo bueno. Era triste dejarlo al menos una semana. Se podían ahorrar una caminata muy larga si tan solo usaran magia.

El sonido de unos golpecitos en la madera llegó a sus oídos, un poco confundido fue a la puerta principal que tenían aun intrigado de si era alguien tocando el portón. Escuchó el repique nuevamente y se dirigió más rápidamente hacia la entrada.

Al momento de abrir, escucho un sonido veloz que cortó el aire.

Frente suyo estaba una figura encapuchada que apenas le alcanzaba el mentón. Al bajar la mirada se topó con una mano delgada y la cual sostenía con fuerza un cuchillo el cual tenia clavado de lleno en su pecho.

El shock inicial no fue defenderse, ni un indicio de guardar su seguridad.

Como si el puñal ni siquiera le doliera, Sylas corrió con todas sus fuerzas por los pasillos de su casa, dejando un rastro carmesí en sus botas, su ropa y en las maderas del pasillo de su preciada casa.

—¡Lux! ¡Tienes qu-!

Su cabellera dorada giró dándole un vistazo de horror y pánico, pero tan pronto dio un paso hacia él, una veloz y mortal saeta salió de los arboles clavándose y perforando su delicado cuello de cisne.

El niño, su pequeño hijo asustado y horrorizado no pudo mas que gritar con todas sus fuerzas y correr hacia su madre moribunda.

Sin fuerzas y agotado de correr Sylas también se derrumbó, impregnando de rojo el pasto donde había caído, sintiendo por fin el dolor de la puñalada que su corazón había recibido.

Otro ente encapuchado apareció a la distancia portando un arco, acercándose al niño producto de su amor con Lux. Sosteniéndolo del cuello, de los cabellos y arrastrándolo muy lejos de su madre.

La mano que elevó quiso alcanzarlo, pero sus fuerzas habían abandonado su cuerpo. Trató de arrastrarse entre la hierba, tosiendo sus entrañas intentando alcanzar el cuerpo de su amor que yacía con esa flecha clavada en el cuello y de la cual emanaba su líquido vital.

—Lux… ¡No!

El brillo de sus ojos se iba extinguiendo segundo a segundo, siendo él lo ultimo que mirase, estirando sus deditos mágicos tratando de tomar su única mano sana. Sylas vio como su luz, la preciosa luz de su vida le abandonaba completamente.

Sintió una mano en su hombro que le obligo a darse vuelta, dejándolo boca arriba. Allí diviso nuevamente a su asesino, desencapuchado y cuyo cabello gris combinaba con las motas de nieve que caían del cielo.

Empuñó otro cuchillo tan afilado como el anterior, dispuesto a darle el glorioso golpe final.

—¡Los magos de Terbisia te mandan saludos! ¡Asesino!

Y lo sintió, clavarse tan hondo como la misma culpa que volvía a su ser, la misma culpa que le había carcomido durante ocho años. La misma culpa que sentía ahora por haber realizado un simple hechizo para cortar la leña para su esposa y su hijo.

Le ponía triste pensar que el ciclo de odio en el que una vez creció y de la cual se alejó le perseguiría hasta su tumba y con ellos arrastraría a quienes mas amaba en el mundo.

-FIN-


Estoy desaparecido y me vislumbro como fantasma para saludar y decir que amo este ship, y todo lo que amo lo hago sufrir muajaja.