Autor: Leah
Pareja: SasuSaku
Advertencias: Menciones al acto sexual/Masturbación.
Solo una Kunoichi
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Sakura, Eres un ninja médico, ¿No?
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Lidiar con Orochimaru y Kabuto después de llegar a la guarida había sido genuinamente una molestia andante, el primero con su constante manera de ser, molestando, dando sus mensajes crípticos, insistiendo en simplemente ser alguna especie de sombra excusada en ser su maestro.
El segundo simplemente su mera existencia era un fastidio por sí misma.
Pero no había mucho que hacer, no cuando simplemente él mismo fue quien terminó por aceptar todo eso, los meses transcurrían sin demora, y las mejoras podía aceptar que eran palpables: un año, un año bastó para notar perfectamente como su dominio en sus propias habilidades había crecido considerablemente si lo contrastaba al tiempo en Konoha.
Orochimaru era un maldito sin consideración, que parecía incluso disfrutar de bañarlo en un coctel de venenos bajo la excusa de ayudarlo a desarrollar inmunidad a la mayoría de ellos.
Había funcionado, claro, pero nada quitaba lo mierda que se había sentido por buena parte del tiempo mientras Kabuto pululaba a su alrededor, no haciendo más que lo absolutamente necesario para asegurarse de que el niño favorito de su jefe no sufriera algún daño irreparable.
Así pues, lentamente, la tortura había sido suficiente soportable como para poder lidiar de buena manera con ella, de una u otra manera se había acostumbrado a vivir entre las cuevas, oculto, moviéndose como un miembro más del séquito de Orochimaru, aún si era claramente obvio que tenía privilegios que los demás no tenían.
Como la oportunidad de salir
Sabía que Orochimaru no confiaba del todo en él (sería estúpido de su parte hacerlo, y si había algo que el viejo sannin no tenía, era ser estúpido), pero dentro de todo, le otorgaba cierto grado de libertad, de maniobrabilidad, como un perro al que le han puesto una correa suficiente larga como para tener siempre claro que aún si lo intentara, no podía irse.
Podía sentirlo en Kabuto cuando pululaba vigilándolo a su alrededor a una distancia prudente las veces que salía más allá de la cueva de turno donde estuvieran ocultos, incluso en esa mujer, Karin, que normalmente estaba en otro lado, pero bien sabía que Orochimaru la utilizaba como sensor, un sensor suficiente bueno como para encontrarlo en cualquier parte.
No le importaba, aún si de todas formas la información al respecto la tenía bien guardada en su cerebro.
Sus planes a largo plazo no eran quedarse con Orochimaru, tenía un destino más grande que ese, así pues, como el shinobi prevenido que buscaba en general ser, cualquier información importante de su entorno era algo que bien recibía.
Gracioso si lo pensaba, Orochimaru mismo era quien se preocupaba de que precisamente siempre tuviera eso en mente: se preventivo, dos pasos no bastan, siempre debes ir muchos más delante de lo que te rodea, aliados y enemigos por igual.
Y eso hacía, se aseguró de estudiar a lo largo del año no solo lo que su sensei le pedía, si no más allá: vio a cada uno de los ninjas que rodeaban a Orochimaru, anotó cada habilidad que iba vislumbrando tanto en el sannin como en su hombre más cercano, se aseguró incluso de anotar en su propio baúl de recuerdos cada error cometido por quienes atacaban al hombre de las serpientes a lo largo del año que llevaba viviendo con él.
Fue gracias a eso que descubrió algo muy simple: Orochimaru amaba jugar con la psicología de lo que le rodeaba.
-Entonces, Sasuke-kun, tu nueva misión será vigilar de lejos a un grupo de Shinobis de la Hoja que están merodeando esta zona-
Por eso no le sorprendió para nada que lo obligara a lidiar con el que fue su antiguo hogar: si debía apostar, incluso para el hombre era una prueba, bien podría simplemente aprovechar la excusa para volver a casa, para simplemente buscar el perdón, para incluso venderlo.
-Hmp-
El ruido sordo fue toda la respuesta que obtuvo de su parte, prefiriendo actuar antes de decir algo que pudiera bien darle más armas al hombre frente suyo. -Ah, sí, creo que vi a cierta chica de cabello rosa en el séquito, procura que ella en especial no te vea-
Si saber a quién se refería le afecto no lo demostró, caminó simplemente como caminaría siempre, ignorando la sonrisita de parte del hombre mientras avanzaba con aparente calma.
Corrió a la dirección que Orochimaru señaló antes de desaparecer como la serpiente que era, se deslizó por la maleza con la soltura que solo el entrenamiento podía darle, y camufló su chakra de una forma perfecta tal cual se le había enseñado.
No sintió a Kabuto a la distancia, eso solo demostraba que efectivamente era una prueba.
O bien tenían a Karin vigilándolo desde más lejos, no tenía como saberlo a ciencia cierta ahora mismo.
Así pues, sus pisadas lo llevarían rápidamente hasta su meta: efectivamente, había un pequeño grupo de ninjas de Konoha acampando, podía notarlo en sus bandanas, incluso en sus gestos y estilos de ropa, cada aldea tenía bastante marcada su propia esencia.
El hecho de no ver ningún cabello rosa le dijo claramente que Orochimaru solo estaba molestándolo.
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El problema fue que la pequeña espina quedó ahí, clavada.
¿Cómo estaría ella? ¿Naruto la cuidaba bien? ¿Aún creían que podía volver? ¿Aún querían que volviera? Preguntas que no tenían respuesta, que no podía tenerlas.
Claro, eso hasta que por su propio pie empezó a moverse más: quizá era su mero inconsciente, un mero rastro de humanidad que aún quedaba en él (si le preguntaban, atacaría al idiota que lo preguntara), pero finalmente terminó por aprovechar un poco más de esa aparente libertad que Orochimaru intentaba otorgarle, y así fue como acabó rondando las rutas comunes de los ninjas de Konoha a la hora de pasar por el país del arroz donde ahora mismo estaban ocultos.
Era incluso irónico lo cerca que estaba y que aún así ellos no tuvieran idea de nada.
Por supuesto, todo eso en un punto se tornó aburrido: no ganaba nada, porque ellos no tenían nada útil que darle, y la única regla que aceptó no romper fue la obvia por Orochimaru. -Konoha no puede verte-
Lo entendía, aún le faltaba entrenar mucho, así que era normal que el sannin no quisiera al final del día arriesgarse a que algo pudiera bien arruinar todos los planes que tenía para él.
Sería en el día número veinticinco cuando las cosas cambiarían.
Sería justo ese día donde se dijo que si nada interesante pasaba se iría a otra cosa.
El cabello rosa inconfundible fue lo primero que sus ojos detectaron en medio del bosque.
Su ropa era diferente, ya no tenía ese vestido rojo que ella siempre usaba, ahora tenía un conjunto que parecía más práctico para moverse, que incluso acentuaba un poco la forma de sus caderas, de sus piernas largas.
El cabello estaba igual de corto como ella había traído desde los exámenes chunin, tenía los mismos ojos verdes brillantes… era ella, la misma ella, más grande, quizá más fuerte, pero seguía siendo ella.
Se recargó contra un árbol, interesado por ver si lo detectaba, pero considerando que continuó caminando a un paso constante acompañada de otros dos idiotas que no le importaban mucho (y dudaba que algún día fueran a importarle) definitivamente no lo sintió de ninguna manera.
El sharingan se activó en parte por previsión, y en parte porque una parte de sí mismo, muy dentro suyo, quería guardar el recuerdo de como ella se veía.
La risa que soltó a la distancia hasta le trajo algunos pequeños recuerdos de infancia que le hicieron fruncir un poco el ceño: no debería tener recuerdos de eso, no a estas alturas donde había algo mucho más importante entre manos.
Pero ese pensamiento no impidió que les siguiera lentamente a la distancia.
Al punto en que vio perfectamente el minuto en que los atacaban unos cuantos bandidos inútiles con una emboscada.
Se tentó de intervenir.
Resistió el impulso mientras la veía defenderse así misma, demostrando una fuerza que definitivamente antes no había desplegado así, y el interés fue mayor cuando notó perfectamente como al momento en que uno de sus compañeros caía herido, ella se ganaba a su lado, y entonces el chakra verdoso empezó a salir de sus palmas para curarlo rápidamente.
-Médico, Sakura se había vuelto un médico. -
Si lo pensaba, tenía todo el sentido del mundo que a ella le gustara eso.
No solo estaba el hecho de que de los tres siempre había sido la más inteligente y aplicada como para aprender un arte que podía aceptar que era complejo, si no que al final del día seguía siendo la más… amorosa, él tenía su venganza, Naruto tenía su deseo de ser reconocido por todos… ella solo quería ayudarlos, cuidarlos.
Un médico era la mejor forma de cuidar y ayudar al par de bestias que eran, si lo pensaba a fondo.
Una sonrisa de lado apareció en la comisura de su boca mientras la veía trabajar, mientras la veía no necesitarlo para salvarla.
Ese último pensamiento se sintió extraño, una mezcla de orgullo y de algo perdido.
Pero lo ignoró para cuando dio media vuelta con la intención de irse de ahí.
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El problema fue que sus impulsos como pocas veces le ganaron a la lógica.
Antes de darse cuenta no fue capaz de quedarse mucho tiempo quieto, no cuando se vio así mismo en su intento de cama en la guarida de Orochimaru, mirando el techo, cuestionándose que estaba haciendo ella, si estaba curando a alguien más.
No se preguntó así mismo que pasó con el idiota de Naruto simplemente porque Kabuto le dio toda la respuesta que necesitaba un tiempo después de su encuentro súbito con Sakura: había reportes de que el rubio andaba pululando por el mundo con el otro sannin, Jiraiya, entrenándose y perfeccionándose.
Bien, no necesitaba saber más, el idiota bien podría servir más de algo después de todo eso.
La cosa era Sakura.
Kabuto no se molestó en hablarle de ella (aún si parecía tener cierta fascinación con mencionar ocasionalmente cosas de la aldea), pero deliberadamente la obviaba, como si no fuera la gran cosa (Que no lo era, ¿verdad?), y siempre daba más énfasis en comentarle que pasaba con Naruto fuera de la misma si se trataba de ser específico sobre alguien.
Cosa útil, pero molesta, una parte de si mismo también quería saber que ocurría con la kunoichi de cabello rosa.
Pero eso no era algo que diría en voz alta, así que, como alguien resolutivo que era, simplemente de forma lenta se aseguró de ir poco a poco buscando excusas y formas de mirarla, de enterarse sobre qué ocurría con su vida.
De Naruto se enteraría de una manera u otra después.
Sakura por otro lado era un constante que se andaba moviendo genuinamente como un activo real de Konoha, y bien, saber de ella era una buena manera de también prepararse, especialmente cuando asoció lo obvio: era discípula de la actual Hokage.
Podía verlo no solo en como peleaba (pues con el tiempo se la encontró a la distancia un par de veces como para verla en acción); si no también en las anécdotas que contaba Orochimaru de su antiguo equipo, sobre como Tsunade era la mejor médico que había visto.
Dudaba que cualquiera le hubiera enseñado sobre venenos de manera tan efectiva a su antigua compañera de equipo si no era la antigua compañera de su sensei.
O al menos eso pensó cuando la vio expresamente salvar la vida de un mercader envenenado por una de las toxinas de Kabuto el día que este lo mandó a probarla, justo en el país del fuego, cuando se encontraban casi que en las narices de sus enemigos.
No le dijo a nadie con quien la usó, de todas formas, no estarían más que dos días en el país del fuego, y si bien fue arriesgarse demasiado el hecho de utilizarla en un simple mercader esperando que Sakura lo viera y le tratara… bien, el riesgo valió la pena solo para ver lo buena médico que se había vuelto.
De lejos, oculto como estaba, anotó en su mente no solo la habilidad obvia que demostró, si no incluso el hecho de que lo hizo cuando no estaba en servicio: la ropa civil la delataba, ella ni si quiera tenía porque detenerse a ayudar al hombre.
Pero lo hizo, porque Sakura era simplemente demasiado ella.
Así que vio con entretención como la chica no solo curaba al hombre, si no que se daba el tiempo de llevarlo a resguardo al pueblo más próximo (uno que a estas alturas ni recordaba el nombre) antes de ir y mandar incluso un pájaro para informar a la aldea el porqué de su ausencia temporal.
Tan eficiente ella.
Aún si también ilusa, ¿Cómo es que hasta ahora no lo había detectado?
Hizo una mueca hasta con preocupación mal camuflada mientras la veía aún a lo lejos: se las había arreglado para llevar al hombre a la cabaña de una mujer en el mismo pueblo, ¿curandera local? Quizá, al menos por lo que alcanzó a identificar fuera y alrededor del sitio, podía apostar eso; Orochimaru se había asegurado de enseñarle a detectar cada punto útil en cada pueblo donde llegaran, como una forma de mantener siempre su percepción arriba.
Así pues, oculto con una gabardina, demasiado lejos para ser detectado, incluso ocultándose entre sombras a medida que el día se iba, se entretuvo en eso.
Kabuto había dicho que tenían que ir al país de la roca mañana, así que esta sería su última oportunidad de verla en un tiempo quizá muy largo.
Estaba bien, era mal plan entretenerse demasiado espiando a su antigua compañera de equipo.
Pero al menos este día podía bien darse el gusto: especialmente cuando la vio salir de esa cabaña y tirar a correr rápidamente mientras la noche ya caía casi del todo sobre sus cabezas.
Arqueó una ceja y la siguió, lento, muy lento, solo para ver como se alejaba del poblado lo suficiente con una canasta entre sus manos.
Como una sombra la vio caminar hasta la orilla de un lago, con solo su sharingan activo apreció como parecía estar recolectando plantas específicas y especies: claro, seguramente quería dejarle alguna medicina extra al hombre. No es que el veneno fuera el más potente de Kabuto, pero seguramente iba a ocupar dejarle algo antes de largarse de ahí.
Se sentó sobre una rama, viéndola trabajar en silencio, y con su sharingan activo, se aseguró de que ninguna amenaza se sintiera prontamente a lo lejos, más por previsión, por puro instinto de cómo era él realmente.
Últimamente su sharingan siempre estaba activo.
Por primera vez se sintió incomodo de eso.
Porque nada lo preparó para ver el minuto exacto en que su compañera dejaba la canasta a la orilla del lago y llevaba sus manos a los bordes de su blusa.
¿Qué-se-suponía-que-estaba-haciendo-Sakura?
Casi se cayó de la misma rama cuando efectivamente vio como cada una de las prendas iba cayendo sin reparo, incluso la cota ninja que ella traía oculta desapareció, y en un momento, por inercia movió la cabeza hacia el lado para dejar de mirar cuando notó como quedaba solamente con su ropa interior de tonos pastel.
El problema es que tenía su maldito ojo, el legado de todos sus ancestros, tan activo que prácticamente se le grabó a fuego en la retina el minuto exacto en que ella se inclinó y se quitó lo que quedaba, dándole una vista total de una parte de su anatomía que por mucho tiempo ignoró deliberadamente porque tenía más cosas en las que pensar.
Pasó saliva por la garganta muy lento, aceptando su propia perdición en el momento en que nuevamente enfocó la mirada en ella entrando al lago.
Se quedó ahí, medio idiota, admirándola.
Y entonces sintió muy bien ese tirón de sangre a su entrepierna que le hizo fruncir el ceño con frustración, y tuvo que ahogar un gruñido de fastidio cuando ella se volteó y le dio la visión panorámica de todo su perfil.
¿desde cuando tenía esa cintura? ¿y esas caderas? ¿Su trasero siempre fue ta…?
Llevó una mano a su cara, obligándose así mismo a cortar todo flujo de pensamiento mental, se inclinó, sujetando su cabello con las manos, en pura desesperación: era un shinobi, un arma letal, era alguien con una misión, un vengador que se preparaba para acabar con su hermano, el culpable de todas sus desgracias.
Se mordió la boca hasta hacerla sangrar con tal de obligar a su cuerpo a no pensar en que su antigua compañera de equipo se estaba volviendo… volviend…
-Sasuke-kun-
Si no estuvieran solos en un bosque tranquilo y sin actividad nocturna, si no estuviera tan enfocado en ella con todos sus sentidos, seguramente esas palabras no las hubiera escuchado: estaba seguro de que de manera normal en ningún escenario hubiera notado el tono que ella usó.
Y aunque su parte lógica le dijo que era una mala idea, terminó por dejarse llevar y alzar la cabeza, solamente para mirarla de nuevo.
Supo que estaba condenado cuando vio como ella movía suavemente una mano sobre su propio pecho.
Eso no era bañarse, definitivamente.
No necesitaba una estúpida clase de sexualidad de parte de Kabuto (que la había hecho, porque el bastardo consideró que atraía demasiado al sexo femenino como para saltarse algo tan importante) como para saber que lo que ella estaba haciendo definitivamente escapaba de cualquier idea normal respecto a lo que alguien hacía cuando quería bañarse en el lago.
Se sintió más bajo que Naruto cuando fue incapaz de irse y darle privacidad.
No, al contrario, su ojo rojo se aseguró de trazar la ruta que las manos femeninas estaban recorriendo: una pequeña mano jugaba con el pezón rosa, jalándolo de forma suave, mojándolo con la misma agua del lago, mientras la otra mano se deslizaba por su cadera, su vientre y se perdía entre sus piernas, ahí donde no podía ver bien por la distancia y por la misma agua que cubría sus caderas y ocultaba en la noche lo que hacía.
Pero él sabía lo que hacía, podía imaginar perfectamente como esa pequeña mano se movía en círculos, como acariciaba ese punto sensible femenino que la hacía sentir bien.
Sakura mordía sus labios a medida que sus manos se movían más rápido, y no supo si le frustraba más no escucharla seguir diciendo su nombre, o el hecho de no poder tocar él para saber bien como es que le gustaba eso.
Darse cuenta de ese último pensamiento, y peor, del tirón en su entrepierna, le dejó en claro que su mente se estaba yendo a un abismo muy profundo, demasiado, como para seguir aquí.
Pero su cuerpo se quedó ahí fijo hasta que la escuchó gemir con fuerza y vio como lentamente sus manos dejaban de moverse, quedándose muy quietas sobre su propio cuerpo.
Guardó en la retina la imagen que era ella después del orgasmo antes de huir rápidamente del sitio.
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Por supuesto, la imagen lo persiguó incluso en la guarida de Orochimaru.
Con la frente contra la pared, el agua cayendo sobre su cabello y espalda, apoyó el puño con fuerza contra el muro de la ducha, intentando negarse a lo que los instintos le habían rogado por hacer aquella mañana.
Porque llegar a la guarida y disimular la erección fue la parte fácil, el problema nació en cuanto durmió (o lo poco que durmió) y la imagen de una Sakura tocándose así mismo frente suyo le persiguió de forma demasiado vivida para su propia salud mental.
Despertar con una erección no estaba en sus planes.
El hecho de que ni el agua fría la bajara tampoco.
-Tan molesta-
Gruñó por lo bajo, llevando la mano libre a su entre pierna, simplemente aceptándose y resignándose: seguía siendo una simple persona.
Una persona con hormonas adolescentes.
Gracias al sharingan fue fácil recordar la forma de su cuerpo más maduro, lo hermosa que se veía húmeda por el lago y con la luz de la luna sobre su cabeza, gracias al sharingan no costó tener una perfecta imagen de ella mientras movía rápidamente su mano sobre su pene erecto que palpitaba por la necesidad de liberación.
Se masturbó rápido y necesitado, al punto en que para cuando sintió bien como su pene temblaba y eyaculaba manchando la pared, acabó moviendo la mano un par de veces más, imaginando que quien estaba ahí consigo era Sakura, su molestia, tan hermosa y pervertida haciendo eso en pleno bosque oculto, que seguro estaría más que feliz de ayudarlo en la ducha.
Cuando el alivio fue completo se obligó a desechar todos esos pensamientos y se dio el lujo de mirar su propia obra un rato.
Pasó saliva por su garganta y se obligó así mismo a guardar todo en su cabeza, usando la misma agua de la ducha para llevarse cualquier rastro del acto antes de salir: no podía demostrarlo, no debía demostrar nada de esto, no cuando tenía a Orochimaru y Kabuto sobre su cabeza, no cuando había miles de cosas más por ver.
En lo que a él respectaba, lo único que sabía de su compañera de equipo es que era ninja médico.
Sí.
Solo eso admitiría saber.
