"Borrachera sentimental"

Capítulo 1

"La vez que Katsuki se emborrachó por ver a Izuku"

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Katsuki suspiraba con una pesadumbre peor que la soporífera idea de estar despierto a horas fuera de su horario usual. De no ser porque sus amigos lo arrastraron ahí, estaría en su casa, cómodo. No en una pinche fiesta de bienvenida a Izuku.

Se hundía en los tarros de cerveza (aprovechando que tendría el día libre del trabajo) habiendo perdido la cuenta de cuántos había pedido.

La voz de Kirishima lo mantenía consciente del por qué se dejó arrastrar en primer lugar, siendo así que fácilmente podría negarse y si le insistían, los mandaba a volar con su particularidad.

No se consideraba ya el tipo que atacaba a cualquiera que lo provocara y del que su orgullo era aplastado por una piedrita en su camino, pese a que gritar era ya un rasgo natural de su personalidad.

La supuesta fiesta de bienvenida a Izuku no iba acorde al plan que Kaminari le había contado por mensaje, porque sólo eran ellos, sin los amigos de Izuku, sin el resto de la clase A.

Le comenzaba a parecer raro.

Habían pasado dos horas desde que estaban ahí. El fastidio lo invadía, mientras el alcohol disipaba sus ansias. No estaba preparado para ver a Izuku, luego de año y medio de no verse.

Aferrándose a la cerveza oscura, veía las burbujas subir y subir a la superficie. Y el color tornarse más ennegrecido a su perspectiva. Con el ceño fruncido, le dio un largo trago. Su garganta le suplicaba por un descanso, pero poco le importaba ceder; de todas maneras, padecer del síndrome del amor no correspondido era su castigo por años de acoso escolar y una disculpa que sentía que no era suficiente para redimirse.

El bartender cambió el canal de la televisión colgada en medio de los vitrales de estilo edad media, con tintes verdes de las plantas y colores rosados simulando flores primaverales abrirse camino al invierno, a uno de videos musicales. Lo oyó comentar que le fastidiaba el tedio de tener el canal de noticias de los triunfos de los héroes a casa pinche rato.

Katsuki respingó. De no ser por su estado alcoholizado, le habría dado una golpiza. Mucho le costaba mantener la paz y la frágil estabilidad de una sociedad de héroes que poco a poco ha ido reconstruyéndose. Era común encontrarse a sujetos que no confiaban en los héroes y su duro trabajo de devolverles la paz.

Izuku había sido el principal precursor de que la caída de la sociedad de héroes tuviera una luz de esperanza. Era indignante que aún con todo eso, no confiaran en su generación, que dio todo, hasta su inestable salud mental para recuperarlo todo.

No obstante, el que Izuku haya derrotado a Shigaraki y a All For One, parecía no tener gran relevancia, pues todavía existían villanos que seguían la ideología de ambos bastardos. Villanos como Mr. Compress y Spinner aún rondaban por las calles. La loca con el fetiche de la sangre estaba tras las rejas y el hermano de Todoroki también (con lo poco que quedaba de su cuerpo quemado).

El bartender con cara de pocos amigos, le ofreció llenarle el tarro, a lo que él se rehusó tajantemente.

Kirishima le pasó el brazo alrededor de los hombros.

—¿Qué quieres? —Refunfuñó Katsuki.

—Estás tomando demasiado, hermano —Comentó con un deje de preocupación—. ¿Tan incómodo te pone la idea de volver a ver a Midoriya?

Katsuki se zafó de su agarre.

—No es eso —Hizo una pausa, mirando detenidamente las burbujas acumularse en la cima y romperse—.No sé por qué carajos me hicieron venir aquí. El nerd ni siquiera ha llegado. ¡Es una maldita molestia!¡Mierda!

Kirishima lo miró, lamentado.

—Vendrá —Aseguró—. Confía en nosotros.

—Ese es el problema, imbécil.

—¡Kacchan!

La voz de Kaminari lo hizo gruñir para sus adentros. El brazo del rubio rodeó sus hombros. Cuál era la necesidad de sus amigos de andarlo tocando.

—¡No seas tan pesimista, Kacchan! Ya le hicimos saber a Midoriya que estarías aquí, para que te armes de valor y le confieses tus sentimientos.

—Nosotros te apoyaremos —Coreó Sero, situado a lado de Kirishima—, No es como que Midoriya sea un mal tipo y te rechace. Hace mucho que su pareja lo dejó.

—¡Oi! —Protestó Katsuki, al jaloneó amistoso de Kaminari. Katsuki le restregó un codazo— ¡Cómo chingas!

—Vamos, Kacchan. No seas tan grosero. ¿Así vas a enamorar a Midoriya?

—¿Tienes deseos de muerte? —Esta vez, hizo estallar chispas de sus manos con una vena saltando en su sien y una sonrisa macabra ensombreciendo su rostro.

Kaminari pegó un gañido y se escondió detrás de Kirishima. «¡Ayúdame!» Murmuró. Katsuki se cabreó más; se bajó del banco y amplió su sonrisa.

—Cálmate, Bakugo —Dijo Kirishima, con gesto incómodo—. Estamos en un bar, descansando. Kaminari lo dijo de broma.

El bartender se quejó, diciendo «Otro grupito de héroes presumiendo sus poderes ¡Fantástico!» Con una nota de sarcasmo.

Katsuki se volvió hacia éste.

—Te voy a pulverizar, cabrón —Amenazó—,Ya tuve suficiente de tus pinches quejas, imbécil —Pero se vio detenido por los brazos de sus amigos al instante. Sero lo sostuvo del brazo izquierdo, Kaminari del derecho y Kirishima de la cintura.

El bartender no se inmutó con su ira y, simplemente se encogió de hombros, dándose la vuelta hacia las estanterías de los licores.

—¿No tienes algo más fuerte? —Le dijo Kaminari al bartender—, Está muy estresado. Su crush de la adolescencia vendrá a verlo y cualquier cosa lo hace estallar.

—¿Qué dijiste, cabrón? ¡A ti también te aniquilaré y a ustedes igual!

—Tenemos whisky, ¿Eso le servirá? Si no para llamar a la policía.

—¡No es necesario! —Replicó Kirishima—. Bakugo, ya cálmate. Eso no es varonil.

—Varonil, mis-

—Aquí tienes —Intervino el barrendero con una copa de whisky, que Kaminari le arrebató y se la metió a la boca a Katsuki, antes de terminar la oración.

—Relájate. Compórtate como un héroe —Katsuki protestaba, pese a que el sabor del licor amilanaba su garganta de una manera tan dulce que paliaba sus ansias. Kaminari se aseguró de que Katsuki lo tomara todo—.Con esto bastará para que le digas a Midoriya que lo quieres.

—¡Una mierda se lo voy a decir! —Exclamó Katsuki.

—¡Eh! ¡Lo admitió! —Apuntó Kaminari, sonriente—. Parece que la bebida le anda haciendo efecto.

—Esperemos que esto no sea motivo para que nos explote después —Añadió Sero.

En eso, sus amigos lo soltaron.

El bartender se dirigió hacia el extremo izquierdo de la barra para atender a otros clientes.

—Si lo hace —Dijo Kaminari, seguro—, Tenemos a Kirishima que nos protege.

—Oye —Protestó el pelirrojo—, Lo que Bakugo debería hacer es ser directo con sus sentimientos estando sobrio. Eso es lo que hace un verdadero hombre. Decir esas confesiones que provocan que los lagrimales se desborden.

—¡Sí, eso sería perfecto! —Gorjeó Kaminari—. Vamos, Sero. Tú también anímate a tener una pareja pronto.

—Nah —Negó el pelinegro—. Prefiero concentrarme en ser un mejor héroe y disfrutar de mi soltería. Aunque —Subió una mano a su barbilla en ademán pecaminoso—, No me molestaría conocer a alguien si me la presentan.

—Yo conozco a alguien de la agencia que te puede interesar —Sugirió el rubio—, Te puedo pasar su número.

—¡Cállense! —Exclamó Katsuki; sus mejillas enrojecidas visibilizaban el poder del alcohol consumiendo sus sentidos.

Katsuki sentía la mente enjabonada, como las burbujas explotando en la inacabada cantidad de cerveza del tarro. No dejaba de respirar agitadamente y anclar la frente en el dorso de sus manos para no caerse.

Oía a sus amigos comunicarse entre ellos, sus voces parecían distorsionarse cual ruido blanco. El bartender se aproximó con la intención de quitarle la cerveza, mas él se la quitó de las manos y la terminó. No sabía por qué tenía la imperiosa necesidad de alcoholizarse antes de que Izuku lo viera y más el por qué se dejó influenciar por el apoyo de sus amigos.

Esos idiotas qué iban a saber de sus sentimientos. Cuánto se ha reprimido por orgullo que por voluntad propia.

Katsuki sabía que tenían buenas intenciones, pero a veces, las buenas intenciones radicaban en no entrometerse.

Hundió la frente en la palma de sus manos humectadas y dulces; los ojos entrecerrados.

Quizás el whisky había sido una buena idea, después de todo.


La siguiente vez que abrió los ojos vio la sombra de una sonrisa, una voz suave, aguda y vivaz, un brazo rodeaba su esbelta cintura. Lo escuchaba hablarle, Katsuki le contestaba en monosílabos.

La escasa iluminación penetraba sus pupilas como un aguijonazo en el fondo de su cerebro. Su cuello yacía encorvado por el borde de un sofá.

—¡Maldición! —Bramó Katsuki.

Quien sea que estuviera a su lado, lo hacía sentirse extraño, indefenso y vulnerable. No distinguía quién compartía espacio con él. Por un instante, creyó que se trataba de su vecino del piso de a lado, que tiene una voz suave y es amable con él, mas descartó esa posibilidad en cuanto atisbó un rostro acercarse al suyo y notó pecas.

Forzó los ojos. Eran pecas. Muchas. Eran constelaciones estrelladas en el cielo de noche y, la luz lo cegaba de distinguir entre si era el efecto del alcohol o si realmente estaba consciente.

Las pecas simulaban bailar, y para su deleite, invitarlo a acercarse, a contemplarlas. Llevaba año y medio sin ver pecas en un rostro; sin ver cuán negras y circulares pueden ser; sin sentir el vuelco de su corazón dilatar las fibras de su interior.

Estiró el brazo, sus dedos rozaron una peca. Sintió el rostro tensarse, pero permaneció ahí, estático, firme.

—Izuku —Habló Katsuki, con voz perezosa.

—Aquí estoy —Alcanzó a percibir que le contestaba.

Katsuki sonrió de lado. Sí, era él. Su mente había sido tan condescendiente de traerlo en físico con la intención de tenerlo cerca.

—Eres un nerd de mierda —Espetó; una risa baja y grave salió de él—, Decidiste irte por llorón y nos dejaste a todos. Te dije que no hicieras todo tu solo, pero nunca escuchas.

—Lo siento —Le replicó.

Katsuki se dirigió a otra peca. Sus dedos podían trazarlas, largo y ancho. Su corazón no podía con tanto y su alma pesada por el desamor, tampoco.

Era tan real, tan vívido.

—Te has convertido en un maldito presumido —Despotricó—, Desde que derrotaste al pendejo de Shigaraki, te creíste con el derecho de salir con un imbécil que apenas conocías. Y a mi… me dejaste a un lado.

Su brazo se extendió al punto de poder abarcar su pómulo entero, la palma ahuecada de su mano tocar la piel. Esto era algo que, estando consciente no se permitiría.

—Ése cara de drogadicto era insuficiente para ti —Prosiguió Katsuki—, Él no estaba a la altura, como… ¡Mierda! Y tuvo el descaro de dejarte, el maldito. ¡No se lo voy a perdonar! ¡Ja! Como si perdonar fuera tan fácil. ¡Carajo, Izuku! ¡Llévame a mi cama! Este sofá me va a matar la cabeza.

Escuchó una retahíla de disculpas, seguido de esos brazos fuertes que lo llevaron, arrastrando los pies, a la cama. Lo recostó con lentitud y firmeza.

Katsuki lo tomó del brazo con la poca fuerza que le quedaba.

—Aún no he terminado.

—Necesitas descansar —Recordó; esa voz tan parecida a la de Izuku que lo hacía temblar—. Te traeré un vaso de agua. Estás borracho.

—¡No lo estoy!

—No puedes estar de pie, Kacchan. Es un desafío para ti hacerlo.

—Nada es un desafío para mí. ¡Además, no estás escuchando lo que te estoy diciendo, estúpido nerd!

El contrario hizo silencio. Katsuki lo interpretó como una señal de seguir hablando; incluso en su imaginación, Izuku continuaba siendo amable, gentil y atento.

—Debiste habernos escuchado —Le refirió Katsuki—, El cuatro ojos, cara redonda, hasta el bastardo mitad y mitad nos dimos cuenta que algo no estaba bien en ti. Pero siempre lo negaste. Te lo dije, ¿No? Que si la carga era demasiada de soportar, que te inclinaras en nosotros para apoyarte. ¡Carajo! ¡No lo hiciste! ¡Preferiste huir de nuevo! Como un maldito cobarde… Tus idiotas amigos lo entendieron después, porque son unos inútiles. Pero yo no —Se golpeó el pecho con la mano abierta; sentía el ardor apabullar su garganta, las palabras volverse más pesadas, difíciles de gesticular—, Soy diferente. Te conozco mejor. Sé que no has cambiado. Sé que te vas a ir y me volverás a dejar atrás.

—No haría eso, Kacchan —Replicó escandalizado.

—¡Pendejadas! ¡Si lo harías, me habrías escogido…!

Katsuki se detuvo en seco, abriendo los ojos y dejando caer su cabeza en la almohada. El corazón le amartillaba el cerebro y las ideas se le entrecruzaron.

—Kacchan…

Esa voz emergió aterciopelada; acariciando lento, lento el aire.

Katsuki se sintió a sí mismo estremecer. No se percató que sus ojos escocían, presos de unas agrias lágrimas clamando un trayecto vertical en su rostro.

Tenía a la personificación de sus sentimientos no correspondidos frente a él, posando una mano en su hombro en un ademán de acompañarlo.

—Me gustas, me gustas… Izuku. Izu —Katsuki inhaló y exhaló, pidiendo clemencia de apaciguar su cuerpo—.Deja esa ridícula idea de hacer las cosas por tu cuenta, de cargar con todo. Me tienes a mi…

—Este no eres tú, Kacchan. El Kacchan que conozco no podría esperar para sacarme de su casa.

Katsuki agarró los brazos del contrario y lo miró firmemente a la cara.

—Debí saberlo —Dijo, en tono represivo—, ni en mis fantasías me correspondes, imbécil.

—¿Qué dices, Kacchan? ¿Fantasías…?

«Si estoy soñando, al menos puedo permitirme hacer esto»

Katsuki jaló el cuerpo idéntico de Izuku a la cama, ignorando los balbuceos escandalizados del contrario y hundiendo su rostro en su pecho.

—Quédate —Pidió Katsuki—.Izuku

Atisbó que éste se paralizó; y, luego, a los minutos (o el tiempo que haya transcurrido), aceptó su cercanía.

Las lágrimas se habían marchitado, el calor se sumergía por debajo de su piel, cual velo cubrirlo.

Si este era un sueño, una fantasía, una ilusión, lo que fuera, reflejaba en carne propia sus más ocultos y tiernos deseos, reprimidos por el temor de enfrentarse al rechazo.


Despertó al sonido de su estómago gruñir.

Lo peor, fue que al abrir los ojos, el ardor le azotó como si le estuvieran taladrando la cabeza.

Katsuki se removió entre las sábanas, sus piernas se enredaron consigo mismas, sus manos se perfilaron en sus sienes. La resaca lo estaba aplastando.

Se giró en la cama y notó que, en efecto, estaba en su departamento. Sus cosas, los colores neutros de las paredes, las ventanas, las cortinas, todo era suyo.

Se preguntaba cómo fue que llegó allí; sus amigos lo debieron de haber traído. Izuku no asistió a la bienvenida y acabó teniendo una ilusión muy real y nítida con éste, quedándose a dormir con él.

Por reflejo, se sonrojó. La cara le quemaba.

La cabeza le punzó y se dijo que era urgente atenderse la resaca antes de atar hilos de la noche anterior; sin embargo, al entornar los ojos para bajarse de la cama, vio una notita en la mesa de noche, debajo de la lámpara.

Frunció el ceño.

La tomó y lo que leyó lo dejó helado: era la letra de Izuku. Decía:

«Te traje a casa. No te molestes, tus amigos me llamaron para recogerte. Espero que estés mejor. Te dejé un remedio para la resaca en la alacena de arriba, en el segundo estante. Cuídate, Kacchan.

Deku»

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NOTA: Este es un especial por el cumpleaños de Kacchan.

Originalmente, pensaba en hacer un one-shot o varios one-shots de una temática por separada, pero me decidí hacer este, como una alternativa a un one-shot que publiqué hace tiempo. Consistirá en otro capítulo más.

Dejen sus comentarios si quieren que el siguiente capítulo sea centrado en Deku.

Espero que les guste.