Una mujer cerca de los treinta años se encontraba sentada en una cafetería de lujo en el centro de la ciudad, traía lentes oscuros y un flequillo desordenado, para los conocedores de la moda era fácil indicar que solo en esos lentes había miles de dólares gastados, ni hablar del resto de su ropa. Su rostro era serio y leía en un Kindle con cara de pocos amigos.
– Srta. Bridgerton, que honor tenerla el día de hoy ¿lo mismo de siempre? – preguntó un mesero.
– No– dijo sin mirarle– estoy esperando a alguien, cuando aparezca te llamaré. Gracias.
Y luego de hacer una pequeña reverencia el hombre se fue.
La familia Bridgerton era prácticamente de la realiza en el país, de hecho, había varios que consideraban que tenían más dinero que la misma reina. Eloise, la quinta hija de la familia Bridgerton, había estudiado en las mejores universidades y ahora se dedicaba a la filantropía. Para ella, trabajar no tenía sentido, ya que no lo necesitaba. Las acciones que cada uno de los hermanos poseía en la empresa familiar les permitían vivir cómodamente sin necesidad de esforzarse.
– ¡El! –gritaron a sus espaldas – realmente lamento la demora, la revista me tiene sin tiempo para nada.
Eloise se volteó y su rostro se relajó por fin, dejando entrever una delicada sonrisa.
– Pen, por fin llegas –agregó. La recién llegada tomó asiento frente a ella después de un breve abrazo, aun agitada por la pequeña carrera que había hecho, sus piernas cortas no ayudaban.
– De verdad lo siento ¿cómo estás? –Pen, como le había llamado la mujer Bridgerton tenía el cabello pelirrojo hasta media espalda y estaba tomado en el lado con algunas florecillas.
– No sabes el problema que hemos tenido en casa, –se quejó la pelinegra haciendo una seña al mesero. – Puedes traernos dos tragos fuertes, por favor.
– El, son las 11 de la mañana.
– Ah, claro… – dijo pensativa– y algunas quesadillas. Gracias.
La pelirroja solo negó con la cabeza y sonrió levemente. Su vestimenta distaba mucho de la de su amiga, pero, aun así, podía decirse que tenía tanto dinero como para poder estar en un lugar como ese. Se quitó el abrigo que traía dejando en evidencia un delicado pero seductor escote, había abandonado la imagen de la niña robusta de años atrás… la vida agitada de la revista le había limitado en muchas cosas, incluso el poder comer a las horas indicadas, aún así distaba mucho de la figura delicada de su amiga y todas las chicas Bridgerton, las cuales se caracterizaban por su belleza y finura.
– ¿Qué ocurrió?
– Confidencial Penelope– le dijo la mujer con rostro serio.
– Eloise, sabes que mi trabajo no tiene nada que ver con eso… yo solo edito.
– Bien –dijo Eloise sin esperar nada más, realmente necesitaba contarle a alguien y resultaba que Penelope Featherington, una editora de la revista de chismes y moda más popular del país era su mejor amiga, – ayer llegó Colin.
El corazón de Penelope se detuvo por un momento. ¿Cómo podía ser? Lo conocía desde los 16 años y nunca, nunca había existido ni la más remota posibilidad que él pudiera/quisiera corresponder su enamoramiento adolescente, ni su enamoramiento juvenil, ni su enamoramiento de adulta… que estupidez sentirse así por alguien después de tanto tiempo…
– ¿Ah, ¿sí? –trató de decir, no dándole importancia.
– Terminó con su tour por Asia y está por nacer el bebé de Sophie ya sabes lo unidos que son Benedith y Colin,
Penelope asintió, conocía a la familia Bridgerton hace más de 10 años y aunque tenía claro que todos los hermanos se llevaban bastante bien, había algunos que tenían mayor afinidad entre ellos, aunque claro, Colin era la excepción… todos lo adoraban.
– Además, Anthony va celebrar sus 40 años y no le perdonaría que no esté aquí, mucho menos Kate, ya sabes como es con las celebraciones –continuó explicando la mujer.
Penelope volvió a asentir, había recibido la invitación al cumpleaños semanas atrás y estaba al tanto del nacimiento del cuarto hijo de Benedith, pero no entendía cuál era el gran problema, los últimos años Colin no paraba en ningún lugar... su sueño era recorrer el mundo y al parecer lo estaba logrando. La mujer iba a preguntar directamente cuando llegaron los tragos y vio con sorpresa como su amiga se bebía el suyo prácticamente de una vez.
– De acuerdo, ya me estas asustando.
– Madre ha discutido con Colin cuando llegó…
– Pero si lo adora.
– Está harta de sus viajes… le ha dicho… – la mujer bajó la voz¾ le ha dicho que si no sienta cabeza le reducirá sus acciones de la empresa hasta dejarlo sin nada.
– ¿Qué? ¿Puede hacer eso?
– Es miembro honorario y de cierta forma representa los intereses de mi padre… por lo que entiendo, sí puede.
– ¿Y qué dijo Colin? ¿Qué significa que "siente cabeza"? –preguntó Penelope confundida.
– Matrimonio Penelope, matrimonio… y bueno, se enfadó obviamente… ¾ dijo la mujer restándole importancia.
– ¿Acaso tiene novia? –preguntó la pelirroja sin poder ocultar su interés.
– No –respondió Eloise rápidamente para luego agregar pensativa– la verdad no lo sé… pero no creo, por como se puso. En fin… ¿sabes cuál es el problema? Que cuando logre casar a mi hermano… vendrá por mí.
– Qué dices El… –intentó calmarle Pen, pero conocía a la madre Bridgerton y eso era lo más probable.
– No creo que lo intente con Frannie, es decir, enviudó joven y todo… pero yo creo que la dejará en paz… mientras que Gregory y Hyacinth aún están en la universidad.
Eloise comenzó a respirar agitadamente mientras dejaba sus lentes de sol en la mesita y se devoraba un par de quesadillas.
– El ¿no crees que podrías hablarlo con Anthony? Quizás él…
– No, no, ni siquiera quiero plantar la idea en sus cabezas, tal vez si tengo suerte no se les ocurre… ¿verdad?
–Verdad –dijo Penelope, pero ninguna de las dos se veía muy convencida.
Eloise siempre había sido la rebelde de la familia, incluso había causado más problemas que todos los hermanos juntos, cuando optó por la filantropía y dejó de lado (un poco de lado) las manifestaciones feministas radicales su madre sintió que podía estar en paz (un poco en paz), pero la idea de matrimonio nunca había pasado por su cabeza, era demasiado convencional para la vida que quería llevar.
Penelope y Eloise eran muy diferentes, no solo en aspecto sino incluso en su forma de pensar, pero ambas sabían que podían confiarse la vida si era necesario… y al menos así había sido un par de veces cuando Pen tuvo que sacar discretamente a El de la cárcel luego de ser apresada por protestar en las calles. Si la madre de Eloise se enteraba de algo así pondría el grito en el cielo, los hermanos sabían obviamente, pero pagaron a los medios para que la información no se difundiera.
Aunque últimamente Eloise estaba tranquila, quizás demasiado para ser ella…
Luego de conversar un momento con su amiga Penelope debía volver a la oficina, a pesar de venir de una familia "respetable" como le gustaba decir a su madre, Penelope tenía otras pasiones y una de ellas era escribir.
– Lo siento El, debo volver a trabajar –se disculpó la muchacha.
– ¿Te veré en el cumpleaños de mi hermano?
– Claro que sí, es… –agregó mirando su teléfono– ¿en dos días?
– Sí, recuerda que no puedes llegar tarde o Kate te sentará con los niños– rio.
– Descuida, ahí estaré... todo estará bien El.
Y luego de un cálido abrazo se despidieron.
Penelope corrió a su empleo, era muchas veces desgastante pero realmente era feliz… era como su gran amor, en realidad era el único. Nunca había tenido mucha suerte en ese aspecto… y ahora que lo pensaba bien, en ningún aspecto salvo en ese trabajo.
El gran edificio estaba imponente en una esquina de la plaza, en un lado había una enorme pantalla que mostraba algunas fotografías de famosos y como la revista rosa se encargaba de dejar en evidencia cualquier chisme o crítica de moda, aunque siempre respaldándose con jugosas fuentes, al finalizar la publicidad aparecía una mujer bajo una capa cuyo rostro no podía verse, con una pluma y una hoja con el mensaje "nada se le escapa a Lady Whistledown".
Cuando Penélope hizo ingresó al edificio entregó su credencial en la entrada y una voz la paralizó por completo.
– ¿Dónde estabas? –preguntó una mujer apuntando con su bastón hacia la puerta de entrada.
– Sra. Danbury –dijo Pen de un salto. La dueña de la revista nunca se presentaba en el edificio, salvo ese día, la pelirroja realmente no tenía mucha suerte en ningún aspecto.
– Lo siento yo estaba…
– Penelope, por fin llegas ¿trajiste lo que te pedí? –dijo un hombre de pronto acercándose a las dos mujeres.
– ¡Alfred! N-no, ¿no lo encontré? –respondió dudosa, sabía que su compañero estaba tratando de cubrirla, pero ella no era buena improvisando.
– ¿De qué hablas Debling? –preguntó la mujer tocando con su bastón de forma poco sutil el brazo del hombre.
– Lo siento, le pedí a Penelope unos papeles, creo que no tuvimos suerte… mejor nos vamos a trabajar.
Y antes de recibir algún tipo de respuesta, ambos caminaron con destino al elevador.
– Gracias, sé que soy la peor pero una amiga me necesitaba –dijo Pen tocando el brazo del hombre.
– No hay problema –respondió él con una sonrisa– te pido por favor, puedas revisar la nueva columna de Lady Whistledown, llegó esta mañana y parece que eres su editora favorita.
Ante el comentario Penelope sonrió complacida, el resto del recorrido lo llenaron con conversaciones frívolas o relacionadas con el trabajo, Alfred era un tipo muy agradable y habían congeniado bastante bien, para disgusto de Cressida Cowper que cuando los vio llegar juntos y riendo puso cara de pocos amigos, lo que no era tan difícil de lograr si somos honestos.
– ¡Alfred! Te estaba esperando para nuestro café del día –dijo la rubia tomándolo del brazo. El rubio alzó los hombros a modo de disculpa y se marchó.
– Pobre, es demasiado amable y eso le traerá problemas –susurró la pelirroja.
Penelope encendió su computador para revisar los correos que tenía pendiente, mientras eso ocurría decidió revisar rápidamente las redes sociales, esperando secretamente que Colin hubiese subido alguna fotografía o alguna historia en Instagram, pero el hombre era reacio a mostrarse públicamente y en su página abundaban fotografías de paisajes, animales u otras personas… pero de él, eran poquísimas.
– ¿Tanto te costará mostrarte de vez en cuando? –se quejó. Tomó una fotografía a la pila de correos que tenía por abrir y la subió a su historia con un mensaje poco alentador: "pero ella quería trabajar y ser independiente #crying".
Comenzó con la lectura de uno de los artículos que debía ser aprobado esa tarde cuando un mensaje la distrajo. Era un comentario en su historia:
"Si sigues así, no estarás libre para la fiesta de cumpleaños".
Su corazón volvió a latir una vez más ese día, por el mismo hombre otra vez… era Colin.
