Azirabelle había estado haciendo cuentas todo el día, sacando números y llenando el libro de contabilidad cuando a la mañana siguiente golpean a su puertaaaa.

—Ohh…. Por favor, que no sea Gabriel… por favor que no sea Gabriel —susurra entre dientes y por supuesto... ES GABRIEL, porque nadie da por culo como Gabriel.

El suspirooooo. Azirabelle se queda quietecito a ver… Si se va.

Gabriel está ahí fuera, peinándose las cejas con los dedos y quitándose algo de entre los dientes con la punta de un cuchillo de caza de un palmo.

Yuck. No respondeeeeeee… Sileeeeeeencioooooo

Vuelve a golpear la puerta con fuerza y Azirabelle se pregunta si puede salir por la puerta trasera o algo.

—Te he visto, Azirabelle, sé que no estás leyendo, lo he mirado por la ventana —asegura moviéndose para ir a asomarse otra vez.

—Ugh… ¡Ugh, ugh, ugh!

El moreno le ve ahí en la puerta y saluda con la mano, sonriendo. Azirabelle aprieeeeeta los ojos y… toma aire profundamente antes de abrir por fin la puerta.

—Perdona, no te oí tocar.

—Allò!

—Estoy ocupado, Gabriel…

—Seguro que sí, pero esto te interesa —sonríe y ahí va para dentro.

—No estoy seguro…

Gabriel mira alrededor, caminando como si el lugar fuera suyo y deja los papeles que trae en las manos sobre la mesa, tomando asiento.

—¿Qué haces aquí, Gabriel? —Azirabelle suspira sin sentarse, mirándole.

—He traído esto. Para ti, para que leas. Te gusta leer ¿no? Toma asiento —le invita como si esta fuera su casa y no la del rubio.

—¿Qué es? —sigue ahí todo tenso sin saber qué hacer, vacilando en si sentarse o no.

—Papeleo legal. Lo resumiré para ti: Dice lo muy feliz que vas a ser cuando firmes para ser nuestro asociado y todos los beneficios que tendrás, que son los domingo libres para ir a la iglesia y una pieza de caza a la semana para comer tú y tu hermanita. Y si algún día te casas y tienes hijos... —hace una pausa y le mira de arriba abajo con cierto desprecio, pero rápidamente se ríe con cierta complicidad—. Bueno, no creo que eso vaya a pasar así que no nos preocupemos de esa parte.

Azirabelle parpadea… Y PARPADEA. Hombre, gracias.

—Podrás manejar armas también si quieres, la munición corre de nuestra parte y te enseñaremos a disparar. ¿No es genial?

—No estoy muy interesado en la caza, Gabriel. De verdad, te lo agradezco…

—No hace falta que lo hagas. Imagínate esto... —hace un gesto con las manos mirando al techo—. Tú, en un despacho lúgubre, oscuro, frío y silencioso, como a ti te gusta, contando piezas de caza, montando comandas y organizándolo todo para venderlas en la feria. Verías pueblos, conocerías el mundo, harías amigos... Y la gente te respetaría por hacer un trabajo respetable.

—Ehh… — Es que a él no se le ocurre una cosa que fuera a gustarle MENOS en esta vida que ESO.

—Solo tienes que firmar aquí. Yo he hecho una cruz, pero me han dicho que eso no vale —se lo muestra—. Y tendrás el futuro más brillante que puedas imaginar. Podrás comprarte ropa nueva, bonita —mira alrededor, arrugando la nariz—. Y una casa limpia, no como esta.

—No, pero no quiero firmar. ¡No quiero hacer eso, Gabriel! Gracias, pero de verdad yo ya tengo otro trabajo y estoy bien con esto.

—Nadie le dice que no a Gabriel, Azirabelle —Frunce el ceño—. Te lo estoy poniendo MUY fácil.

—Pero, Gabriel, es que…. Creo que necesitas a alguien mejor que yo.

Ahí se oye llegar al caballo, relinchando en el patio delantero.

—Eso… ¿Eso es un caballo? —pregunta Azirabelle, agradecido con la interrupción.

—Quoi?

—Has venido en caballo y lo has dejado en el… ¿Aquí adelante? —se asoma a la ventana.

—No, vives a quince minutos de mi casa, ¿por qué iba a venir en caballo?

—Pero… ¡es Phillipe!

—¿Quién es Phillipe? —se rasca la cabeza.

—¡Nuestro caballo! —abre la puerta y sale.

Ahí va Gabriel detrás, un poco confundido.

—Pero… ¿Dónde está Muriel, Phillipe? ¿Qué ha pasado? ¡Tienes aquí los vestidos aún! Gabriel, ¡ayúdame a desatarle el carro! —le urge.

Ahí va él a acercarse, aunque no es que haga nada muy proactivamente. Azirabelle hace la mayor parte, tirando del caballo para subirse a él.

—Voy a buscar a Muriel —le informa a Gabriel.

—Pero... ¿A dónde?

—No lo sé, ¡Phillipe sabrá! —grita ya en camino.

Gabriel frunce el ceño y queda ahí, manos abiertas porque... ¡es que este hombre está chiflado!

¡No lo está! ¡El único chiflado aquí eres tú!

En fin, Azirabelle deja que el caballo, que repentinamente es súper listo y nada miedoso, le lleve al lugar preciso en donde se ha asustado y tirado a Muriel.

Unas seis horas y media más tarde...

Sí. Para pasado mañana, llegan a la nieve en donde el caballo se confunde bastante con el rastro para la preocupación de Azirabelle porque es que los caballos, no son sabuesos.

Pronto vendrán los lobos a ayudar.

Gracias. Por lo visto los necesitamos, no recuerdo si los contratamos o no para esta parte de la historia

Me parece que no, pero que salgan, tenemos un poco de presupuesto extra de los números musicales y lo que debía ser la boda de Gabriel que al final no está sucediendo.

¿B-Boda? No hay bodas en… Vale. Vale. Mejor. Sin bodas, sí.

Así que ahí vienen los lobos y Azirabelle y Phillipe corren convenientemente hacía, sí, adivinaron… La Mansión de los Archangel. Ah, no, perdón, historia equivocada. De los Croulieau.

Fuck, fuck, fuck, fuck. La ansiedad.

Más gente aún en tu casa, diez años casi sin nadie.

La verdad, hoy Croulieau está en el jardín, because... #reasons. Parecía un buen momento para estar en un jardín podando los setos, ¿vale? Lleva un delantal negro que dice "Hago jardinería y así no mato a nadie" y un sombrero de paja negro.

Ya vemos que está ansioso de conocer a su amado y estar en toloache.

Ugh. ¿Va a entrar o qué?

Tan enfadado. Azirabelle se baja del caballo y decide… que dejarle amarrado afuera como carnada para los lobos es demasiado cruel, así que lo hace entrar y cierra la reja.

La serpiente gigante lo nota y pega un salto, quitándose su delantal y sombrero y escondiéndolos entre las flores. Luego se desliza por entre la hierba hasta él, parándose en mitad del camino de entrada de manera que le vea cuando se dirija a dentro pero fingiendo no verle... A ver si todavía le apetece entrar y pensando en qué decirle cuando lo haga.

La verdad es que Azirabelle… está especialmente concentrado en encontrar a su hermanita.

—Murieeeeel?

No, no es Muriel es Anaconda: El castillo embrujado. Pero vale, vale, ignóralo igual, anda.

Ehm… Muriel acabó en una historia incorrecta, ¿entonces? Pensamos que era Jumanji. Está demasiado enfocado en recuperar el aliento porque aunque el caballo ha hecho todo el recorrido… Levanta las cejas al verle ahí en medio del camino y se le queda el segundo grito de Muriel atorado e la garganta.

—Murieeeeehh…. !

—Eso se deshinchó como un globo.

—Quoi?

—Digo... e-eso. El grito. O sea, lo de los lobos y tal. Ehm, fue un poco mal —señala con la cabeza hacia afuera.

—E-Eres… Una…. Serpiente que ha-habla.

—En mi opinión deberían intentar con presas... ehm... —para con su tren de pensamientos y se mira a sí mismo—. Oh, vaya. No me había dado cuenta.

—¿N-No? E-Es muy evidente.

—Uhm... y... ¿Has traído una espada o algo?

—Una… ¿espada?

—Parece algo sensato que traer a un castillo custodiado por un dragón. O, bueno, una serpiente en este caso. ¿O te has perdido? Creo que debe haberse caído algún cartel de los que avisa del desvío porque esto está empezando a ser recurrente.

—Un… ¿cus-custodiado? No. Yo… no sabía que existían las serpientes que hablan, de hecho…

Hace un gesto con el cuello se da toda la impresión de ser un encogimiento de hombros.

—Digamos que traía una espada pero ahora mismo ya no la traigo, pero seguro si me atacas y necesito defenderme podré sacarla y defenderme. Pero por lo pronto busco a mi hermanita. Es como de esta altura, pelo negro y cara de buena—explica poniendo la mano a la altura de Muriel.

Croulieau levanta las cejas con el asunto de la espada y mira hacia el interior del castillo con lo de la hermanita pensando que debe ser la muchacha, pero claramente este tipo se la va a llevar antes de que pueda romper el hechizo así que...

—No sé, no la he visto —decide, volviéndose a mirarle.

—Oh ¿de verdad? ¡Esperaba que estuviera aquí!

—Lo siento.

Azirabelle suspira, completamente decaído

—¿Sabes si hay algún otro sitio cerca donde se pueda haber refugiado?

—Nop, esto está un poco aislado —la serpiente inclina un poco la cabeza.

—La lógica dice que debería estar aquí. Voy a… Voy a buscarla adentro, ¿vale? —señala las puerta empezando a dirigirse ahí.

—La lógica también dice que esta es una propiedad privada —da un golpe con la cola frente a él para barrarle el paso.

—Solo estoy buscando a mi hermana. No voy a robarme nada—levanta las manos.

—Y yo te he dicho que no está aquí —frunce el ceño.

—Me dijiste que no la has visto, podría estarlo y que aún no la vieras. Por favor, déjame buscarla —suplica un poquito—. Mira ella iba a la ciudad a vender vestidos que ella hace, era una gran oportunidad.

—¿Insinúas que podría alguien haberse metido en mi casa sin que yo lo supiese?

—Pues… Parece una casa muy grande. Es… ¿es tuya?

Croulieau vacila con esa pregunta porque no quiere decirle necesariamente que sí... ni que no, por algún motivo.

—Claro, fui al notario y nadie se puso a gritar ni nada y firme la compraventa como Monsieur Serpiente coma Arrastrado —decide responder sarcásticamente.

—¿Serpiente coma Arrastrado? Es… Peculiar. Bueno que hable también es peculiar, debo insistir.

—Pareces mucho menos sorprendido por el hecho de lo que normalmente lo está... nadie.

—¿Lo… lo parezco? Solo lo parezco.

—Mira, no te voy a engañar. Entrar en el castillo es una sentencia de muerte. Si cruzas esas puertas no podrás volver a salir, así que... tú eliges —quita la cola y se hace a un lado.

—¿P-Por?

Ese movimiento otra vez que parece que se encoja de hombros.

—Pero ¿van a matarme solo por entrar? ¿Y si mi hermana entró?

—Hay una bestia terrible custodiándolo. Yo no sé cómo funciona, solo te digo lo que sé.

—¿No era el dragón, o sea serpiente… o sea usted?

—Esa es una pregunta terriblemente personal y ciertamente un poco ofensiva —protesta.

—¡Pero si me lo dijo un rato atrás! De hecho, es raro que la bestia que cuida y el dueño del sitio sean la misma persona…

—¿Has venido aquí a cuestionar el statu quo o...?

—A… A encontrar a mí hermana.

—Pues te sugiero que sigas tu camino, sea el que sea.

Azirabelle suspira y mira de reojo la puerta hacia el bosque, y luego la casa.

Croulieau recupera su sombrero de paja y se lo pone sobre la cabeza, girándose a los rosales y rezando para que se largue.

—¿Cómo es que eres una serpiente que habla? —Azirabelle se muerde el labio.

—Pues solo me faltaría no poder hablar tampoco —protesta, recortando los setos con unas tijeras que maneja con la cola.

—Las serpientes no suelen poder hablar.

—Pues las compadezco, sinceramente.

—¿Has hablado desde siempre? ¿Cómo te llamas?

—Antoine —finalmente se gira a mirarle de nuevo.

—Yo soy Azirabelle.

Sonríe. El recién llegado, vacila porque nunca había visto a una serpiente sonreír, pero pese a todo, sí que se nota que está sonriendo.

—Te recomiendo volver a tu casa ahora que aun tienes la oportunidad, Azirabelle.

—No puedo volver a casa sin mi hermana.

La serpiente le mira en silencio unos instantes, porque mira que es insistente.

—Ella es la única familia que tengo. Tendré que salir a buscarla hasta que la encuentre. Traeré ayuda, haré todo lo que sea necesario.

—Azirabelle? —pregunta Muriel sacando la cabeza por la puerta para la frustración de Croulieau que aprieta los ojos con lo inútiles que son todos. Tenían UN trabajo.

—Ahh! ¡Muriel! —Azirabelle va a correr hacia ella, que sonríe abriendo los brazos para abrazarlo y él la abraza muy contento—. ¿Estás bien? Ahhh! ¡Estaba muy preocupado por ti!

—Sí, sí —le devuelve el abrazo—. ¿Cómo me has encontrado? Cuidado, hay por aquí una serpiente asesina gigante horrible con los ojos inyectados en sangre.

—¡Joder! Es solo una pequeña conjuntivitis, ¿vale? —protesta Croulieau desde atrás, poniéndose unas gafas de sol.

—Ahh! Antoine! Sí, sí, ya se presentó conmigo aquí afuera… Estaba asesinando setos, ¿a eso te refieres? Te he encontrado gracias a Phillipe, aunque Antoine me dijo que no te había visto… quizás es ese el problema de los ojos.

—¿A-Antoine? —pregunta ella sin entender y tira de Azirabelle para meterle dentro de las puertas y cerrar para que no venga la serpiente a comerlos. La verdad, la serpiente pone los ojos en blanco y sigue podando setos.

—Ohh… — Azirabelle parpadea sin esperar eso.

—Mira, ayer nos atacaron unos lobos y Phillipe se asustó y yo llegué aquí y me escondí para que no me comieran, pero resulta que este lugar está encantado. Los muebles hablan y están todas estas plantas raras por todos lados y esa serpiente gigante que casi me come.

—¿¡La serpiente casi te come?! ¿En serio? Pero… si está ahí fuera haciendo jardinería.

—¡Pues qué se yo! ¡Debió comerse ayer un armario y hoy ya estar llena!

—Me pareció bastante amable, en realidad. Hum… ¿Y cómo puede estar esto encantado? O sea, no existen los encantos.

—No lo sé, Azirabelle, quizás deberías preguntárselo al reloj.

—Al reloj. Es… es… ¿estaremos alucinando?

—No tengo ni idea, pero en cuanto la serpiente se largue del jardín, tenemos que marcharnos.

—No se va a largar, esta es su casa…

—¡Me refiero a cuando esté libre la salida!

—Es que no va a pasar, tendríamos que ir a hablar con él y nos dejará ir.

—¿Hablarle?

—¡Sí!

—¿H-Habla?

—Oh, sí.

—Cielos, estamos perdidos. Esto es delirante y raro. Estoy súper cansada, llevo toda la noche escondida en un cuarto con una escobas que no paraban de quejarse del espacio y del té, creo que he perdido la cabeza —se lleva las manos a la cara.

—Todos hemos perdido la cabeza ¿te has lastimado en algún lado?

—Tengo algunos golpes y rasguños de correr en el bosque y mi capa esta arruinada, pero en general estoy bien.

—Bueno, menos mal. La capa, tendrás que hacerte otra. Creo que tendríamos que ir afuera a negociar. ¿Qué más te han dicho los… Ehm, muebles?

—Que llevan así diez años. Que le echaron una maldición a la serpiente que es el señor del castillo y en general TODOS se han quejado de que qué culpa tienen ellos de que la serpiente sea un… ehm, bueno, algunas palabras que es mejor que una señorita no repita, que no tiene modales y que ellos no merecían esto.

—Oh, una maldición. Eso no pensé que se pudiera. ¿Y cómo se acaba?

—No tengo ni idea, creo que con algo con el árbol —se lo señala.

—Algo del árbol… hum, habría que preguntarles. Pobre gente.

Ahí va Croulieau para dentro seguido de una pala y un rastrillo que van saltando y dejando un caminito de tierra en la alfombra.

La señora escoba y el señor recogedor te detestan, porque ni siquiera es que estemos en la época del señor aspirador.

Ya, pero necesita asistencia para algunas cosas del jardín, como llevar el caballo al establo en vez de que lo hayan dejado allí fuera.

Gracias, eso sí. Azirabelle se sobresalta un poco al mirarle deslizarse por ahí en medio.

—Ah, Antoine…?

Croulieau se detiene y se gira a mirarle.

—Ehm… Hello —sonrisita y Muriel se esconde un poco tras su hermano porque sigue pareciéndole terrorífico.

—¿Qué hay? Veo que has elegido tu destino. No es la elección más inteligente a mi parecer, pero tenemos bonitas vistas desde la torre de Gryffindor.

—¡Apártate, serpiente! —le grita Muriel poniéndose delante de Aziraphale—. ¡No nos vas a asfixiar y luego a comer vivos para poder digerirnos enteros!

—Sacre bleu... Veo que alguien ha hecho sus deberes. No, no voy a hacer eso, desde luego.

—Mi destino. Ugh, no, no espera… ¿Por qué crees que va a comernos? —Aziraphale se gira a Muriel.

—Pues porque eso es lo que hacen las serpientes, lo leímos en ese libro de los animales de la tierra —replica Muriel a Azirabelle.

—La verdad, personalmente preferiría cebaros hasta que tuvierais el punto adecuado de grasa en el hígado para luego extraerlo y prepararlo en mi-cuit con una salsa agridulce de frutos de bosque y sal gorda. Regado con un Cabernet-Sauvignon —explica Croulieau bromeando, haciendo gestos de cocinarlo con la cola.

Muriel frunce el ceño y señala a la serpiente para Azirabelle con cara de "¿Lo ves? ¿Lo ves?"

—Pero esta serpiente parece ser medianamente razona… —hace una pausa al oírle—. ¡NADIE comería eso con un Cabernet-Sauvignon!

—No es tan fuerte como parece si es de la añada correcta. Además, el hígado de una persona es mucho más intenso que el de un pato.

—Ah, entonces has probado hígado humano —Azirabelle le mira fijamente como si no le creyera.

—No, pero he probado el de cerdo y debe ser parecido.

—¡Anda ya!

Encogimiento de hombros.

—Bueno, el caso es que queríamos saber sobre la maldición. O encantamiento. O… eso que hace que todo aquí sea tan raro.

—No veo qué es lo que te parece raro...

—¿Sarcasmo?

Sonríe de lado porque exactamente.

—Pues es que… ¡es como un sueño!

—¿Por? ¿No tenéis muebles insufriblemente sarcásticos de dónde venís?

—Ehm… dicen que hablan los muebles aquí, ¿verdad? Yo solo le he visto a usted, que es raro ya, no a los muebles.

—Ah, no te cortes —Croulieau señala alrededor.

—Pero ¿y qué hay de la maldición?

—Es un mal asunto, pero lo tengo todo controlado —miente.

—¡No es verdad! —protesta a gritos la tetera desde el carro del bar.

La serpiente la fulmina.

Azirabelle gira a donde el grito y obviamente no ve a nadie. Muriel levanta las cejas porque a la tetera no la había oído y la verdad se acerca a levantarle la tapa.

¿La tapa? ¿Así se calla? Sin vapor no hay presión, sin presión no hablamos. Ehh! Croulieau! Ugh

—Ehm… Bueno, la verdad es que todo esto sí que es un poco raro y se empieza a hacer tarde… —empieza Azirabelle.

Muriel mira la tapa con curiosidad porque tiene dibujados unos motivos que parecían flores pero en realidad son moscas y le parecen muy curiosos, antes de devolver la tapa a su sitio y mirar a su hermano.

—Os mostraremos vuestros cuartos... —propone Croulieau.

—¡No me toques! —protesta la tetera cuando la toca—. ¡Y menos la tapa aun, que sin vapor no hablo!

—Oh, perdón, madam tetera—responde Muriel.

—¡Jum!

—Grábate eso a fuego, muchacha, en el futuro te será útil —asegura Croulieau.

—Ah, sí, perdón. No tocar a la tetera. Entendido.

Croulieau tuerce el morro porque se refería que se grabara a fuego como hacerla callar.

Azirabelle mira a Muriel un poco preocupado y le hace un gesto con la mirada así de vámonos. Ella mira a su hermano y asiente.

—Bueno, ehm… Nosotros nos vamos a ir a casa —Azirabelle ha decidido ignorar activamente lo de los cuartos.

—Ya estás en casa. Ya te lo he dicho antes. Una vez cruzas estas puertas, ya no hay vía de escape.

—P-Pero… —Azirabelle parpadea—. Esta casa es muy bonita, en realidad, no vamos a decir que no. Más amplia y grande que la nuestra, pero nosotros vivimos en el pueblo y… —se lo piensa un poco—. Mis libros están allá.

Muriel le mira con la boca abierta porque eso parece algo un poco pobre como motivo.

—E-Es… todas nuestras cosas están allá, además, ¡la máquina de coser de Muriel también! —añade—. ¡Y ella tiene que llevar las cosas a la ciudad!

—El certamen era hoy, igualmente —ella le recuerda, un poco alicaída.

—Lo siento mucho, Muriel —Azirabelle suspira, porque eso es una pena. Ella suspira también.

—¿Tenías un certamen? —pregunta Croulieau porque eso suena a algo de lo que hablar con ella.

—Sí, pero ya no importa. Igual mis vestidos no estaban terminados.

—Estaban muy bonitos. Muriel cose como NADIE.

Croulieau mira a Azirabelle de arriba abajo y piensa que debe coser para otros.

—Ropa de m-mujer —se sonroja un poco.

—Hay un montón de vestidos en algunos armarios del castillo. De la familia y en general. Puedes arreglarlos para ti si quieres —asegura la serpiente para ella.

—Ehh… pero ella los hace. Es decir, entiendo que no… Ehm, gracias —Azirabelle se muerde el labio. Muriel está con la boca abierta aun con eso.

—La tetera te dirá dónde están. Puedes ponerte uno para la cena, si te apetece —añade Croulieau señalando a Muriel el camino.

Y ahí va ella a tomar la tetera en brazos para llevársela con ella hacia dentro a pesar de las protestas porque... Bueno, hay prioridades.

O sea, sí bueno, todo el asunto de los muebles que hablan era como de estar en drogas y la serpiente gigante que quería comérselos parecía, de hecho, ser un poco más gourmet de lo que aparentaba al principio.

¿Cuántas veces crees que una chica huérfana y de pueblo podía tener entre sus manos capas y vestidos del estilo Luís XVI... y Luís XV (aunque esos estuvieran ya un poco pasados de moda)?

No le pasaría nada a su hermano por quedarse hablando cinco minutos con un extraño para variar. Aunque fuera así de sumamente extraño.

La verdad Croulieau sonríe con ese movimiento de Muriel, pensando que se ha marcado un tanto con la chica con esto. ¡Ja! Para que luego digan que él no es un conquistador. Brazos y piernas... ¡Ahí vamos!

—Ehh…. En-Entonces ¿nos quedamos hoy, Muri? —vacila Azirabelle, pero ella no le hace caso.

—La verdad, no tenéis porque quedaros los dos, si ella está bien aquí, tú puedes volverte a tu casa con tus libros —ofrece la serpiente.

—Que yo… No, no, no.

—Es lo que decías hace un minuto.

—Y hace dos dije que no podía irme sin mi hermana.

Ojos en blanco.

—Ven, vamos tomar una copa a la sala en lo que ella revisa el castillo —propone, yendo para allá.

—Ah, eso no está tan mal. Aunque yo casi no bebo.

—¿No? Estabas muy seguro sobre con que acompañar el hígado humano hace un momento.

—Bueno, eso es un traguito —igualmente le sigue, mirando alrededor.

Ahí le guía pidiéndole a una cajonera que vaya a por una botella a la cava.

—Es interesante todo esto que hay aquí y muy MUY grande este palacio para estar a las afueras.

—Hay mucha tierra alrededor que pertenece a la propiedad.

—Además ¡es aún más grande de lo que parece!

—Admito que las plantas ocupan mucho espacio.

—Te gustan, por lo visto…

—Son un buen lugar en el que proyectar la frustración.

—¿Y por qué estás tan frustrado?

—Eso. ¿Por qué debe ser? —pregunta de manera retórica.

—Pues… No lo sé.

Croulieau se señala a sí mismo y le mira por encima de las gafas.

—O sea ¿lo de la maldición esa es cierto?

—¿Por qué lo dices? ¿No te sirve el vino una cajonera en tu casa?

—No, no, solo es que. Es raro esto, nunca había visto algo así y a momentos pienso que está todo en mi cabeza y quizás me he caído del caballo en el bosque y sigo ahí tirado o estoy en casa tomando una siesta de la que no puedo despertar.

—Eso es algo que todos contemplamos tarde o temprano, pero ¿acaso habría alguna diferencia?

—Ehh… bueno, sí y no.

La serpiente se sube a la butaca haciéndose bolita en ella bajo una manta y hace un gesto para que le cuente.

—Si estoy tirado en el bosque no vale mucho la pena intentar entender esto, más me vale despertar pronto. Si estoy en casa, ni eso. Si estoy aquí, esto es MUCHO más interesante y raro —mira alrededor buscando otra butaca en la que sentarse junto a él.

—Lo que digo, es que si estás tirado en el bosque sin poder despertar, no cambia nada que tú sientas que estás en un sueño, no vas a despertar antes por hacer o no hacer algo en el sueño—apoya la cabeza en el reposa brazos y le mira desde ahí.

—No sé, a veces cuando uno sabe que es un sueño puede medio despertarse, ¿no?

—Inténtalo, entonces —gesto con la cola.

—Y… me pellizqué y no parece —admite, mirando el fuego.

—Mira, te voy a ser sincero... —se incorpora y toma una de las copas que la cajonera les trae en una bandeja—. Es muy probable que tu hermana sea la clave para romper la maldición.

—¿Mi hermana? Oh… ¿cómo es eso? —Azirabelle parpadea, volviéndose a mirarle.

Croulieau hace girar la copa y luego mete la lengua en el vino para olerlo pensando en que no sabe si será buena idea contarle exactamente qué es lo que tiene que hacer ella, probablemente no le va a gustar.

—En las historias, en general…—empieza el rubio igual, así que le mira de reojo—. En los cuentos, las maldiciones a menudo se rompen mediante algún acto heroico, un sacrificio desinteresado —cuenta con los dedos—, o el cumplimiento de alguna una condición específica establecida por el hechicero o la bruja que la lanzó. Puede implicar en general la superación de desafíos, el amor verdadero, la redención o… el perdón.

—¿Has pensado en hacerte consejero de las brujas vengativas? Parece que podrías hacer carrera —inclina la cabeza y Azirabelle se ríe.

—También podría ser consejero de embrujados.

—Entonces, experto en maldiciones... ¿qué opinas de esto?

—Pues, no sé. Si crees que puede ser mi hermana dudo que sea un acto heroico. Espera, ¿te lo dijo la bruja?

—Digamos que sí.

—¿Digamos?

—De todos modos ibas bastante bien encaminado, sorprendentemente —se encoge de hombros.

—Sorprendentemente. Que falta de fe.

—Ni siquiera sabía que esta era una profesión real.

—Esta no es mi profesión. Yo le llevo la contabilidad al negocio de mi hermana. Pero me gusta mucho leer y las historias.

—Entonces ella es... ¿modista?

Azirabelle asiente.

—¿Qué cosas has probado ya para la maldición? O más bien deberíamos empezar por saber… ¿por qué los maldijeron?

—Por hacer preguntas.

—¿Preguntas de qué ti…? Espera, no eres TÚ la bruja que está intentando engañarme, ¿verdad?

Croulieau le mira con cara de circunstancias.

—¿¡Cómo sé que tú no eres la bruja!?

—Claro, porque algo que hacen todas las brujas es hacerse la vida más simple quitándose extremidades a sí mismas.

—Ese es un buen punto.

La serpiente suspira.

—Vale, vale. Es que luego en las historias…

—Espera, en serio me estás hablando de ¿ficción?

—Pues sí. Te estoy hablando de cómo funcionan las historias en los libros.

—¿No te parece que es importante separar la realidad de la ficción?

—Me lo parecía, hasta que hay teteras que hablan.

—Y eso que no has hablado con tu copa de vino.

—¿Y quieres que separe la realidad de la ficción?

La serpiente se queda unos instantes con la boca abierta.

—Bueno, vale, ese es un buen punto.

—Creo que solo por eso, si me considero un poco un experto —decide Azirabelle.

—Bien, experto... expertiza.

—¿Qué te dijo la bruja?

—Que si hubiera sido una princesa no la habría cuestionado.

—Ah… ¿y crees que es cierto?

—No, pero no me dejó dar un alegato.

—Así suelen ser las brujas. Entonces, ehm… ¿eras una persona? ¿O una serpiente que no hablaba?

—¿De verdad crees que una serpiente tendría un castillo así? Crees que yo no pago diezmos

—Vale, vale. Es un buen punto. Entonces, eras un humano y ahora ya no.

—Exacto.

—Y te hizo una serpiente. ¿Y que hicieron los demás para quedar así?

—Ser insufribles.

—Ehm… ser insufribles —repite.

—Estar aquí. No lo sé. En realidad nadie hizo nada —Croulieau suspira.

—Creo que eso pasa comúnmente con las brujas.

—De todos modos lo importante es romper la maldición.

—Y ¿qué te dijo la bruja que tenías que hacer?

—Romperla antes de que acabe el tiempo.

—Pero ¿cómo se rompe?

—Eeeeh... —vacila porque le da un poco de vergüenza decirle—. No estoy seguro.

—Oh ¿No? ¿Qué has intentado?

—Lo de... —mira alrededor buscando un poco de ayuda porque además no se acuerda de qué ha dicho que era lo más habitual.

—¿Acto heroico?

—Eso. Sí.

—¿Qué hiciste?

—Un acto heroico. Definitivamente. Muy actuado. Muy de héroe —sonríe falsamente porque obviamente se lo está inventando.

—¿Actuado? ¿No fue de corazón? —levanta las cejas pensando que ese debe ser el problema.

—No, no, claro que lo fue —se apresura a aclarar porque todo esto está siendo un desastre.

—Y no funcionó, como es evidente.

—Desgraciadamente —asiente con pesar.

—Entonces las nuevas opciones… Un sacrifico, desafíos, amor verdadero.

—Uhm —vacila con eso otra vez.

—Ohh —Azirabelle levanta las cejas.

—Tal vez deberíamos probar algunas de esas, sí —no le mira.

—Ehh… y ¿qué tienes en mente? —inclina la cabeza.

—Bueno, tu hermana parece una buena chica —establece, mirándole de reojo.

—Oh ¿¡y quieres enamorarla?!

—¿Q-Quoi? —pánico, pánico, pánico—. Ehm. N-No, ¡No! claro que no.

—Oh… oh. Vale. Por un momento lo pensé.

—Ehm... B-Bueno —Risa nerviosa, un poco histérica.

—Ehh… e-entonces, ¿qué quieres hacer con mi hermana? —Azirabelle se ríe un poco con él, así medio nerviosito porque no entiende por qué se ríe.

—Ah... ¿Sacrificarla? —propone, porque es tonto. Azirabelle abre la boca cómicamente—. No, no, ¡espera!

—¿E-Esperar? ¡No puedes sacrificarla!

—E-Eso quería decir, ¡no quiero sacrificarla!

—¡Has dicho sacrificarla!

—¡He entrado en pánico!

—En pánico he entrado YO.

—Pues ahora ya estamos todos dentro.

—¡Estemos donde estemos no vamos a sacrificar a nadie!

—¡Vale, vale! ¡Ya he dicho que no!

Azirabelle resopla con eso, calmándose un poco y Croulieau aprieta los ojos porque joder.

—Nada de sacrificios. ¿Qué opinas de lo otro? —empieza de nuevo la serpiente, mirando por la ventana tomando de su copita como si hablara del tiempo, pero está casi casi temblando.

—Pues dependerá de Muriel, por supuesto.

—Ah, sí, sí... claro.

—Aunque pareces más interesante que casi cualquiera del pueblo.

—¿Eh?

—Es decir, imagina, si sus opciones son Gabriel o Miguel…

—No sé quiénes son Gabriel o Miguel.

—No quieres saberlo, son unos INSUFRIBLES del pueblo.

—De todos modos no están aquí, así que no importa —se encoge de hombros.

—Yo no sé si estás pensando bien en esto pero puede ser… un poquito frustrante —Azirabelle le mira y se humedece los labios.

—¿Por? —le mira de reojo porque de hecho, no pensó que alguien fuera a considerarle interesante o... mejor opción que alguien más siendo una serpiente.

Bueno pero si funciona ya no será una serpiente

—Esto puede ser lento y no necesariamente salir bien…. Tomará tiempo y en general…

—¿Por?

—Pues porque así funciona el amor.

—Uhm... Bueno, no siempre. De todos modos, ¿qué estás pensando exactamente?

—Que si puedes cortejarla, pero si no le gustas ni se enamora tendrás que buscar a alguien en más.

Croulieau aprieta los ojos con eso, porque gracias por la presión extra.

—Muriel es suave, atenta, cariñosa y miedosa. Ya la oíste hace un rato —sigue Azirabelle.

—Mmmm... ¿Y qué tengo qué hacer o decirle o qué?

Azirabelle parpadea porque… hum. Él no es para nada un experto en esto. Pero los libros…

—P-Pues e-en los cuentos la pareja principal suele enamorarse —se lo piensa un poco—. En encuentros fortuitos, momentos compartidos que sean significativos, al superar obstáculos juntos y conectar emocionalmente a lo largo de hablar en la historia.

Lovely —protesta.

—¿Qué?

—Parece algo poco concreto.

—Pues es que así suele funcionar, con nada concreto. Creo.

—Está bien. Intentaré invitarla a cenar. Tú... ponte cómodo —decide, bajando de la butaca.

—Ehm… vale. ¡Recuerda que no es no!

Hace un gestito con la cola así como... "claro, claro".

Fundido en negro.