CAPÍTULO 8

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Era temprano en la mañana cuando Terry estacionó su auto frente a la mansión de su madre. Le pagaría una visita junto a Candy, ya que Eleanor habia expresado lo mucho que deseaba volver a verla luego de que su hijo le diera la noticia sobre su compromiso. Aprovechando que esta estaba con él para ver su proxima obra, Mucho Ruido y Pocas Nueces, una comedia romántica de William Shakespeare, decidió llevarla consigo.

Candy se bajó del auto antes que Terry, ansiosa por encontrarse con la madre de su amado, y también por conocer a su hermanita Eva. Terry le había hablado mucho sobre ella, y realmente sonaba como una niña muy dulce a pesar de lo vivido por la separación de sus padres.

—Si quieres puedes ir, Pecosa. Tengo que bajar unas cosas —le dijo Terry al notar la emoción de su prometida. Con una sonrisa en el rostro, vio como ella se aproximó a la entrada y tocó el timbre sin dejar de pegar unos brincos alegres. Para él era una gran suerte que su futura esposa quisiera tanto a su madre, y su madre a ella.

Poco tiempo después, la puerta de la mansión se abrió, revelando a la hermosa mujer rubia tras de esta.

—¡Candy!

—¡Señora Baker!

Las dos exclamaron con una gran sonrisa en los labios. Se abrazaron efusivamente como la ultima vez que se habian visto, pero este hecho Terry aun lo desconocía.

—Dios mio, Candy, estas hecha una mujer preciosisima —Eleanor le dió un cumplido, mirándola con admiración mientras tenía sus manos agarradas—. Con razón mi hijo está loco por ti.

—Qué cosas dice... —El rostro entero de la Pecosa se tornó rosado en cuestión de segundos—. Muchas gracias, señora Baker.

—Llamame Eleanor, Candy. Durante poco seremos familia.

Candy se alegró al escuchar aquello. Eleanor se convertiría en su madre, la que tanto había deseado tener cuando pequeña. Unas cuantas lágrimas conmovidas se acumularon en sus ojos, pero no quiso llorar porque si las dejaba escapar, probablemente no sabría detenerse.

—¡Mami! —Eva se acercó a las dos rubias, curiosa por la presencia desconocida. Cuando Candy se volteó a ella y le sonrió, la niña agrandó los ojos y se arrojó a ella para abrazarla—. ¡Mami, mira! ¡Es ricitos de oro!

Candy y Eleanor se miraron a la vez ante la comparación inocente de la niña, y rieron al unísono.

—¿Has venido a visitarme?

—Por supuesto. Quería conocerte. Me han dicho que eres una niña muy linda y dulce. —Candy se arrodilló frente a ella para estar a su nivel y poder tener una conversación divertida—. ¿Es eso cierto?

—¡Si!

—Entonces creo que nos llevaremos muy bien, Eva.

—Puedes jugar con mis juguetes, y comer de mi plato favorito, y mecerte en mi silla, y también puedes tomar una siesta en mi cama. ¡Y todo será perfecto! —Evangeline realmente creía que Candy era el personaje del cuento, y Candy no supo cómo romperle la ilusión.

Cuando Terry entró a la casa con unas bolsas de regalos, se sorprendió al ver que su hermanita no había corrido hacia él como siempre lo hacia. La niña estaba muy ocupada hablando con Candy, o como ella le decía, Ricitos de oro.

—Estoy feliz por ti, hijo —dijo Eleanor, luego de unos minutos de estar afuera en el jardín mirando cómo Candy y Eva jugaban entre las flores—. Por fin parece que la vida te da la oportunidad de ser feliz.

—Si lo soy. Es decir, ya me sentía feliz por mi carrera y mis logros, pero ella era la parte de mi que faltaba. Ahora si me siento completo.

—Te lo mereces, y ella también. Mis oraciones fueron respondidas —rió. Había esperado el reencuentro entre su hijo y esa chica desde hace mucho tiempo.

—¡TeyTey! Ven a jugar —pidió Eva, corriendo hacia su hermano con la muñeca nueva que le había regalado en mano, para hacerlo unirse a ella y a Candy.

—Eva quiere que seas el príncipe. —Candy se acercó sonriente a ellos, y Terry no perdió tiempo para tenerla entre sus brazos.

—¿Ah, si? ¿Y cual de las dos sera mi princesa?

—¡Terry!

—Hablo en serio.

La pareja río, y Eleanor hizo lo mismo al verlos tan enamorados, pero Eva no compartió la misma alegría. La pequeña, al ver cómo Ricitos de oro se abrazaba a Terry, y cómo este no la soltaba, sintió una pequeña punzada en el corazón.

—¡No! —se quejó, metiéndose entre ambos para despegarlos. Apartó a Candy con un pequeño empujón y se aferró a las piernas de su hermano—. TeyTey es mio —declaró. Eva podía compartir cualquier cosa con Candy, menos a Terry.

—¡Evangeline, eso no está bien! —su madre regañó, intentando soltar el agarre que Eva tenia en Terry, pero la pequeña persistía en abrazarlo.

—Creo que está celosa —susurró Candy a su novio—. No quiere que le roben tu atención.

—Tengo suficiente para las dos —dijo a la vez que ayudaba a Eleanor a quitarse a Eva. Una vez esta estuvo en los brazos de su madre, comenzó a llorar desconsolada. Nunca había tenido que compartir el cariño del castaño, pues su consentida siempre había sido ella. Pero ahora Terry había traído a una completa desconocida a su casa y no paraba de abrazarla.

Terry se arrodilló frente a ella y Candy hizo lo mismo.

—Eva, sé que esto es nuevo para ti, pero no debes sentirte así. Candy es mi novia. La amo muchísimo, pero eso no quiere decir que a ti te amaré menos. Las dos son importantes para mi —trató de hacerla comprender.

—Hay varios tipos de amor —incluyó Candy—. Mira, esto me lo dio Terry —dijo, mostrándole a Eva su anillo de compromiso. Eva la miró con recelo, y encontró sobre su dedo una argolla similar a la que su madre solía usar cuando su padre aun vivía con ellas—. Significa que estamos comprometidos porque nos amamos. Es un amor romántico, así como el de los cuentos que has escuchado. Pero ese no es el unico amor que alguien puede sentir. Terry también ama a su madre, y es un amor muy puro entre madre e hijo, amor filial. Y para ti, tiene un amor de hermano, un amor fraternal. Y ese es solo para ti. —Candy le secó las lágrimas a la niña, y esta se fue calmando poco a poco. Supuso entonces, que Candy no estaba tan mal. Ella era muy linda y mostraba ser una persona dulce. Había jugado mucho con ella a pesar de justo haberla conocido. De pronto, compartir el amor de Terry ya no sonaba tan mal. En todo caso, ahora tenía a una hermana también.

—Eso es, así me gusta verte —dijo Terry, al ver a Eva sonreír.

—Vaya, es lo mas rápido que ha dejado de llorar. —Eleanor se sorprendió. Su hija siempre le daba trabajo al momento de querer detener su llanto, pero Candy con facilidad logró contentarla—. Eres muy buena con los niños, Candy. De seguro serás una madre muy buena.

—Oh, gracias... —Candy bajó la mirada.

—Piensan tener hijos, ¿verdad?

—Ya habrá tiempo para eso, Eleanor —respondió Terry.

—Claro, después de casarse van a querer disfrutar ustedes dos solitos primero —se carcajeó la mujer ante los rostros ruborizados de los jovenes. Sabía perfectamente en lo que ambos habían pensado.

—Mamá, por favor...

—¿Se van a casar? —preguntó Eva, quien había estado muy al pendiente de la conversación, aunque no había entendido mucho.

Candy y Terry le asintieron con la cabeza.

—La boda se hará el año que entra. Ahora solo estamos discutiendo los preparativos —aclaró Candy.

—Estamos pensando hacerla en el hogar de Pony, donde Candy creció.

—¿Puedo ir?

—¡Por supuesto que si! De hecho, allá habrán muchos niños de tu edad con los que podrás jugar. Te aseguro que te divertirás mucho.

—Pero solo puedes jugar con las niñas —advirtió Terry.

—Pensé que la única celosa era Eva... —masculló Candy.

—¡Escuché eso, Pecosa! —Terry trató de darle alcance para hacerle cosquillas, pero su novia salió huyendo de él. Ambos comenzaron a corretear detrás del otro, y pronto la pequeña Eva se les unió.

Eleanor se quedó observando con una mirada cargada de amor. Verlos tan felices le traía un sentimiento caliente y reconfortante en el pecho. Su hijo reía como nunca lo había visto. Había encontrado su felicidad completa, y no podía estar mas que orgullosa por él. Candy, su futura hija, también se le veía plenamente feliz, comparado a la última vez que la vio en Rockstown. El tiempo los había unido de nuevo, para nunca mas separarse...

«O al menos, espero que sea así», pensó, rogando en su interior que no tuvieran que pasar por mas obstáculos.

La noche había llegado, y Candy y Terry ya hacían en el teatro dentro del camerino de él, quien interpretaría a Benedicto. Faltaba poco para que los actores tuvieran que salir a las tablas, así que Terry se estaba apresurando con lo que quedaba de su vestuario.

—¿Qué tal? —preguntó, girándose a su novia, quien estaba sentada en el mueble a su costado. Candy le dio una mirada de arriba a abajo, quedando atónita. Con el maquillaje y la cabellera rubia casi no lo reconocía.

—Te ves mucho mas guapo.

—Gracias. —Sonrió ampliamente y se regresó al espejo, solo para darse cuenta de lo que había escuchado—. Oye, ¿que quieres decir?

—Solo bromeo. Sí te ves bien, pero creo que no me acostumbro a verte rubio. Te pareces mas a Eleanor. —Candy se puso de pie y miró a Terry a través del espejo—. Creo que me gusta más el Terry que conozco.

—Mas te vale, Pecosa. —La tomó de la quijada y le dio un pico, pero como le pareció poco, regresó a sus labios por un beso—. Hmm... Ahora no sé si quiero aparecerme en el escenario.

Candy soltó una carcajada aún estando pegada a los labios de Terry, lo cual le contagió a él la risa.

—Debes ir. No quiero que por mi culpa los espectadores se queden sin tu presencia.

—¡Que considerada! Bien, pero tienes que prometerme que me dejarás besarte todo lo que yo quiera cuando se acabe la obra.

—¡Terry, te estamos esperando! —Karen tocó la puerta de su camerino, apresurándolo.

Candy le abrió la puerta, y sintió algo extraño en su vientre al verla frente suyo, vestida de Beatrice, la pareja romántica de Benedicto. Realmente lucía preciosa.

—Hola, Candy. No sabía que vendrías a ver mi obra —bromeó, dandole un abrazo como saludo.

—Hola, Karen.

—¿Dónde esta tu novio feo? Estamos por entrar y Hathaway se pondrá de mal humor si nos retrasamos.

—Esta ahí —señaló al rubio sentado frente al tocador.

—Candy, ¿como supiste que preguntaba por mi?

—Eres el único novio que tengo. —Alzó los hombros.

Karen ladeó la cabeza al ver a Terry y luego soltó una risa burlona.

—¿Sabes que no te pega el rubio?

—¿Sabes que no te pregunté? —respondió él con un semblante serio, pero segundos después, no pudo contenerse más, y también se echó a reír.

—¡Vámonos! —Karen lo jaloneó del brazo—. Despídete de tu amor.

—Candy, no olvides cual es tu asiento, y quédate ahi hasta que todos se hayan ido. Mandaré por ti cuando sea seguro, ¿está bien? No vemos luego de la obra... Te amo.

—«Te amo» —imitó Karen, burlándose de él, ya que sabía que le costaba hablar así frente a los demás.

—¡Cállate! —gritó él, corriendo detrás de ella.

Candy se quedó unos segundos parada en su sitio, escuchando las risas de los dos actores mientras se alejaban entre los pasillos. No comprendía la inquietud que sentía al escucharlos.

«No me gusta nada este sentimiento», se dijo para sus adentros, alejándose dubitativa.

Esperaba que la obra la ayudara a olvidarlo, y en parte fue así. La magia del escenario siempre le resultaba entretenida, pero en realidad siempre era él quien la cautivaba más. Adoraba verlo hacer lo que más le gustaba, y usualmente su pecho se llenaba de orgullo por él, pero esta vez aquella alegría no duró mucho tiempo. Su alegría se opacó al momento en que Karen entró en escena. Verla junto a él le estrujaba el corazón porque, a pesar de que la mayor parte del tiempo Beatrice y Benedicto se estuvieran insultando, Candy sabía que la obra iniciaba así, y que poco a poco Beatrice y Benedicto comenzarían a mostrar sus verdaderos sentimientos.

«Cálmate, Candy... Solo están actuando», se repitió varias veces cuando ambos hacían o decían algo que implicaba que sentían algo por el otro, aunque fueran palabras sarcásticas.

—«¿Vos no me amáis?» —inquirió Benedicto a Beatriz.

—«Claro que no; no más de lo razonable.»

Comenzaron con su usual, pero extraña, manera de insinuarse.

—«¿Vos no me amáis?» —preguntó esta vez Beatriz.

—«Claro que no; no más de lo razonable». —Benedicto respondió.

En lo que discutían, Leonato y Claudio los interrumpieron, desmintiendo la falta de su amor, pues alegaban ellos tener unos sonetos que cada uno había escrito dedicado para el otro.

—«¡Milagro! ¡He aquí nuestras propias manos contra nuestros corazones! Vamos, te tendré; pero, por esta luz, que te tomo por lástima». —dijo Benedicto.

—«No he de rechazaros; pero, por este día radiante, que es por ceder a la gran influencia persuasiva y en parte por salvaros la existencia, pues me han dicho que os estabais consumiendo.» —respondió Beatriz.

—«¡Silencio! Voy a cerraros la boca.» —declaró Benedicto, para así agarrar a Beatriz y darle un beso.

De repente, todo ruido fue enmudecido para Candy.

Había visto a Benedicto besar a Beatriz, pero sabía que ellos no existían, que debajo de esos vestuarios, en realidad estaban Terry y Karen.

Sus manos empuñaron su vestido, y su rostro se puso helado ante la escena. No podía verse a sí misma, pero de haber tenido un espejo en frente, habría notado su palidez, como si estuviera por desfallecer.

Candy se puso de pie de golpe. Necesitaba salir urgentemente y tomar un respiro, pues le pareció que aquella gran sala oscura se encogía y la encerraba.

Terry siguió con la obra sin enterarse de que su Pecosa ya no se encontraba admirándolo desde su silla, ya que aun no le lanzaba de sus miradas fugaces.

—«Bien esperé yo que rechazaras a Beatriz, para haberte sacado a palos de tu vida de soltero y hecho de ti un hombre de dos caras; lo que acontecerá, sin disputa, si mi prima no te vigila muy estrechamente.» —le dijo Claudio a Benedicto.

—«Vamos, vamos, somos amigos. Tengamos un baile antes de casarnos, para...» —las líneas de Terry se fueron desvaneciendo en su cabeza al haber mirado de soslayo la silla de Candy. Al encontrarla vacía, su mente se quedó en blanco por unos segundos.

—Ehem —Harry carraspeó la garganta.

—«Para aligerar nuestro corazón y los talones de nuestras mujeres.» —completó.

Durante lo que quedó de la obra, Terry no dejó de mirar el espacio vacío, preguntándose por qué se encontraba así. Quiso pensar que volvería durante poco tiempo, pero mediante los minutos pasaban, menos seguro estaba. Quería que la obra culminara de una vez para poder encontrarla y saber qué había ocurrido, pero estaba obligado a seguir con su trabajo, y esto lo desesperó hasta al punto de hacerlo balbucir en varias de sus lineas.

Luego de unos minutos de tortura para Terry, la obra al fin acabo. Ni siquiera esperó para hacer su reverencia de agradecimiento al público, y salió corriendo hacia los pasillos.

—¡Candy! ¿Estás aquí? —llamó, buscando en cada esquina, sin dar con ella—. ¡Maldición! —gritó desesperado y corrió hacia su camerino, con las esperanzas de que Candy lo estuviera esperando ahí—. ¿Candy? —La buscó en el sillón, y luego la buscó detras del vestidor, pero tampoco estaba ahi.

—¡Terry! —llamaron Robert, Harry y Karen al unísono, entrando al camerino.

—Terry, ¿que te pasó allá? Tartamudeaste durante el último acto —cuestionó Robert, pero mas que demostrar enojo, mostró preocupación por el comportamiento inusual en Terry.

—¡Tú nunca te equivocas! —exclamó Harry, pero fue ignorado por Terry, quien seguía dándole vueltas al cuarto como buscando algo.

—Terry, estás sudando mucho, ¿qué te ocurre? —Ahora fue el turno de Karen para preguntar.

—¿Alguno de ustedes ha visto a Candy? —interrogó, casi gritando.

—¿Qué? —Harry preguntó.

—¡He dicho que si has visto a Candy! —Terry lo agarró del cuello de la camisa y le gritó en el rostro.

—¡No! Estábamos en el escenario contigo, ¿como vamos a saber dónde esta?

—¡No lo sé! ¡Se supone que esperara en su lugar hasta que toda la gente abandonara la sala! ¡Se lo dije! ¿Por qué no está ahí?

—Terry, cálmate... —Robert colocó su mano sobre el hombro de Terry, tratando de hacerlo sentarse, pero Terry se desprendió bruscamente de él y se alejó.

—¡No me voy a calmar hasta que aparezca! —exclamó a todo pulmón.

Todos se dieron cuenta de que Terry no estaba siendo él mismo en esos momentos. Estaba consumido por la desesperación y el pánico, por lo que decidieron permanecer tranquilos para no alterarlo de mas.

—Te ayudaremos a buscarla, seguramente está cerca —aseguró Robert, teniendo el cuidado de que su voz sonara calmada, pues todo lo que Terry necesitaba en esos momentos era sentirse seguro.

—Preguntaré si la han visto —dijo Harry, saliendo del camerino, seguido por Robert.

—Vamos, Terry, siéntate. Candy aparecerá en cualquier momento. —Karen tomó su brazo y lo guió hacia el mueble—. A lo mejor fue al baño o a tomar aire fresco. A veces hace calor dentro de la sala, especialmente las butacas que están mas cerca del escenario. Así que no hay por qué preocuparse, sabes que Candy no abandonaría el teatro sin decírtelo.

—¡Karen, cállate ya! ¡No me estas ayudando en nada! —Terry brincó de vuelta en pie al escuchar lo ultimo. Anteriormente, Candy sí se había ido del teatro sin comunicárselo, y temía que se fuera a repetir—. No, ¡no entiendo por qué no está aquí! ¡No he hecho nada para que se vaya! —Se quitó la peluca y parte de sus accesorios, dispuesto a salir a la calle.

—Entonces, ¿por qué te desesperas tanto?

—¡Pues no lo sé, pero el hecho de que nunca regresó a su asiento no me parece bien! —Terry arrancó del perchero su gorra e intentó salir, pero Karen se puso en su camino—. Muévete.

—Terry, no ganas nada alterándote. Siéntate y espera.

Pero las palabras de Karen no hicieron a Terry cambiar de parecer. Este la quitó de su camino, haciéndola a un lado con un movimiento de su brazo, y salió a la calle.

—¡Terry! —Su esfuerzo por detenerlo fue en vano, como todos los intentos que habían hecho de tranquilizarlo.

«Candy, ¿a donde te habrás metido?», se preguntó mentalmente.

Debido a todo el escándalo, no se había percatado de que ya era tarde, y que aun seguía con su vestido de Beatriz puesto. Si la noche hubiera fluido como siempre, ya estaría lista para volver a su casa. Ahora no sabía si debía esperar por noticias de Terry y Candy.

Al abrir la puerta de su camerino, se llevó un gran susto al ver ya alguien dentro. Ella estaba parada en medio del cuarto, aguardando por su llegada.

—¿Candy? Pero, ¿que haces aquí? ¡Terry está preocupado por ti! Justo acaba de salir a buscarte por la ciudad. Si vamos tras él ahora, puede que lo alcancemos. —Karen tomó a Candy de la mano para llevarla por el camino que Terry había tomado, pero antes de poder dar el primer paso, Candy se zafó de su agarre—. ¿Candy? —Karen se sorprendió ante la resistencia de la Pecosa. Ella aun no pronunciaba palabra, pero su lenguaje corporal lo decía todo. Algo andaba mal con ella—. ¿Te sientes bien?

—Karen, necesito que me digas exactamente lo que pasó. —Al fin habló la rubia, aunque fue casi inaudible.

—¿De qué hablas?

—Hablo de lo que sucedió entre Terry y tú aquella noche en Inglaterra. Y por favor, te pido que no trates de ocultármelo, ya él me lo dijo... Pero se negó a darme explicaciones.

Karen frunció el ceño con cierta incomodidad, y siguió de largo hacia su tocador, negándose a darle la información que tanto pedía.

—Perdón, Candy, pero si Terry no quiso contártelo él mismo, yo no tengo nada que decirte.

—Creí que éramos amigas, Karen.

—Si te ofrezco mi amistad, pero antes soy amiga de Terry. Te aprecio mucho, Candy, de verdad, pero yo...

—¿Estás enamorada de él?

Karen se detuvo por unos instantes a pensar. Candy no parecía querer irse hasta obtener lo que buscaba, y si algo Terry le había dicho acerca de Candy, era que esta era muy persistente.

—Lo estuve en ese momento —respondió, a lo que Candy asintió lentamente con la cabeza.

—Es por eso que lo besaste.

—Es así.

—Y él te correspondió, ¿verdad?

Karen soltó un suspiro pesado. Prefería no acordarse de ese suceso.

—Lo hizo, pero eso fue hace mucho tiempo. Susanna había muerto recientemente.

Candy se mordió el labio ante aquella información, y aquel burbujeo en su vientre se hizo presente mas fuerte que nunca.

—Eso quiere decir que Terry fue hacia ti antes de aquella carta... —susurró, sentándose en el mueble, pues de otra manera, sentía que sus piernas no la soportarían.

—¡Espera un momento, Candy! —Karen dijo al imaginarse lo que estaba pasando por su cabeza—. Las cosas no son como suenan.

—Entonces, ¿por qué? —exclamó.

—Escucha, no me gusta que hayas venido a mi, pero te dire todo lo que quieres saber con tal de que no hayan malos entendidos... —Karen se giró a Candy para verla cara a cara, y le sostuvo la mirada a pesar de que la Pecosa tuviera lágrimas asomándose por sus ojos—. Luego de la muerte de Susanna, la compañía se fue de gira. Fueron tiempos difíciles por razones que creo debería contarte él, pero lo que te puedo decir, es que yo intenté acercarme a él. Como ya Susanna no estaba en el camino, me atreví. Lo besé, lo besé porque lo amaba, y sí, él me correspondió.

—¿Qué hicieron? —interrumpió Candy.

—¡Estás preguntando demasiado!

—Terry me dijo que nunca había estado con alguien, pero que estuvo a punto de. ¡Eso quiere decir que hubo mas que un beso! Dime, ¿fue así?

—En cierto modo te dijo la verdad. No nos entregamos... Pero terminamos tumbados en un sofa. —Karen tragó seco al ver como las cejas de Candy se habían juntado, y cómo aquella mirada verde que siempre lucía alegre se había oscurecido. Nunca la había visto así, y dudó en continuar, temiendo por su reacción—. Sí hubieron caricias... Pero no pasó a más. Te admito que me sentí feliz porque pensé que él sentía lo mismo por mi... Pero no fue así.

—¿Qué quieres decir?

—Estoy segura de que sabes lo que es el deseo, y eso a veces causa que actúes sin pensar. Creo que eso fue lo que sucedió con Terry. Terry en realidad nunca me quiso, al menos no de la manera en que yo —Karen señaló a su corazón—, en ese momento, solo vio en mi un tipo de alivio. Me dolió mucho, pero no lo culpo tampoco. En algún momento tenía que suceder, fuera conmigo o con...

Candy se puso de pie de repente, asustado a Karen, pues creyó que esta se le iba a lanzar encima, pero supo por su mirada, que no estaba dispuesta a seguir ahí.

—Ya no sigas, Karen —pidió, con voz temblorosa—. Tengo que irme. —Candy agarró su bolso, y sin mirarla, abrió la puerta.

—Espera. Antes de que te vayas, quiero que entiendas el hecho de que en ese tiempo, Terry estaba soltero, y no tenía idea alguna de que tú volverías a su vida, es más, no lo creía posible.

—Adiós, Karen.

—No lo vayas a dejar —Karen se apresuró a decir.

—No pensaba hacerlo —espetó, azotando la puerta tras de sí, desconociendo su propia reacción. Odiaba admitirlo, pero estaba celosa, muy celosa. La primera vez que experimentó ese desagradable sentimiento fue cuando se enteró de la cercanía de Susanna Marlowe a Terry cuando empezó su carrera de actor. En su tiempo había enterrado esos celos, pero ahora regresaban mas fuertes que antes. Sabía que Karen tenía razón, ella había dejado a Terry libre, y tampoco creía en la posibilidad de volver a estar con él, pero aun así no podía evitar sentirse inquieta al preguntarse lo que había pasado por la cabeza de Terry en aquellos momentos. ¿Le había gustado? ¿Lo recordaba cuando la besaba en el escenario?... ¿Lo seguía disfrutando?

Después de haber buscado a Candy por los alrededores de la ciudad y no hallarla, Terry se dirigió hacia el hotel donde se hospedaba su Pecosa. Una vez allá, bajó del auto, corriendo y repitiéndose mentalmente que tal vez Candy se había sentido mal y decidido descansar.

Corrió escaleras arriba, pisando de dos en dos los escalones, ya casi sin poder respirar de la ansiedad. Se detuvo frente a su puerta y empezó a tocar, esperando a que esta se abriera.

—¿Candy? ¿Candy, estas ahi? ¿Estas bien? —preguntó, sin dejar de golpear—. ¡Candy! —Terry pegó su oreja a la puerta, haciendo el intento por escuchar el ruido mas sutil, pero solo encontró silencio.

Bajó de nuevo al primer piso y se acercó a la recepcionista. Esta se asustó al verlo aproximarse al mostrador con tanta brusquedad.

—Señorita, ¿ha visto a una mujer rubia con rizos y pecas en la nariz? Se supone que esté habitando la habitación 215. ¿La ha visto regresar? ¿Sabe si sigue aquí? ¿O la ha visto irse? ¿O si se fue con maletas? —la bombardeó con preguntas, interrumpiendo la respuesta de la muchacha con una nueva—. ¡Por Dios, contésteme!

—Es que yo... Lo siento, acabo de ocupar mi puesto. No he visto a ninguna mujer aun. Pero... —La mujer calló al momento que Terry pegó un golpe al mostrador. Había querido decirle que averiguaría si la llave había sido entregada, pero él no le dio tiempo al salir escopeteado del hotel rumbo a su apartamento.

Candy tenía la llave a su hogar en caso de cualquier emergencia, tal vez lo esperaba ahí. Era lo último que le quedaba por buscar.

«Por favor, que esté ahí», rogó.

Abrió la puerta de su apartamento y lo primero que hizo fue llamar a su nombre, y al igual que las veces anteriores, no recibió respuesta. El apartamento estaba a oscuras, tal y como lo había dejado en la mañana.

—Candy, no me hagas esto... —murmuró, entrando a la cocina, luego a la sala, y por último a su habitación. Todos los cuartos estaban deshabitados—. No es cierto. —Se sentó en el borde de su cama, muy lentamente. Bajó la mirada a sus manos, y se asombró al ver que estas se encontraban sudorosas y temblorosas. No se había percatado de las reacciones de su cuerpo ante la angustia.

Como última esperanza, regresó a la sala, y tomó el teléfono para llamar a Robert.

—¿Buenas noches? —escuchó la voz de él al otro lado de la línea.

—Señor Hathaway.

—¿Terry? —se preguntó, pues su voz sonaba muy diferente—. ¿Encontraste a tu novia?

Esa pregunta fue lo que terminó con lo poco que le quedaba de calma.

—Yo le iba a preguntar lo mismo...

—Harry y yo buscamos por todo el teatro, pero no la vimos por ningún lado... ¿Terry? ¿Terry, sigues ahí?

El castaño fue incapaz de seguir la conversación. Se sostuvo la cabeza al sentirla pegar golpes, y respiró profundamente con el miedo de estallar en ese instante. Abrió los ojos, y frente a él no pudo ver nada, solo unas manchas extrañas creadas por la vista borrosa.

—¡Terry! —Alguien lo hizo deshacer la posición en la que estaba al agarrarle las manos. Sus oídos vagamente podían recrear el ruido, ya que solo podía escuchar los rápidos latidos de su corazón, pero cuanto más llamaban, más podía reconocer la voz.

Candy había entrado al apartamento para disculparse por haberse ido de su lugar, pero al ver a su novio, aun con el vestuario de la obra puesto y temblando en una esquina, olvidó para lo que había venido.

—Terry tus manos están sudando... Estas pálido y frío. ¿Qué te ocurre? —Insistió ella, mirándolo a los ojos mientras él la veía como no creyendo que estaba ahí—. ¡Terry...!

Él la abrazó con necesidad, pegándola a su pecho y descansando su quijada en la cabeza de ella. Necesitaba sentir que era real, y no una de sus pasadas alucinaciones.

Candy se consternó al poder escuchar el corazón corriendo desbocado dentro del pecho de Terry. Parecía estar a punto de salírsele, y supo que, aunque no había sido su intención, lo había asustado al desaparecer así.

—Terry, siéntate. Te preparare algo para que te puedas tranquilizar —dijo la Pecosa, despegándose del cuerpo de Terry, pero él la agarro de la muñeca, obligándola a permanecer frente a él.

—¿Dónde estuviste? —su reclamo alertó a la rubia—. ¡Te pedí que te quedaras en tu silla! ¡Te pedí que esperaras! ¿Sabes la angustia por la que pase al no verte regresar? ¡Te busqué al rededor de la ciudad, y luego fui a tu hotel solo para que nadie me supiera decir a dónde demonios habías ido! ¿Por qué no me dijiste nada? ¿Qué te impidió hacer lo único que te pedí, Candice? —gritó, reemplazando su ansiedad por furia. Se había prometido a si mismo controlar esos arrebatos, y lo había manejado bastante bien hasta ese momento.

Candy se sintió regañada al oírlo llamarla por su nombre completo. Nunca lo utilizaba a menos que estuviera muy enojado con ella, y cuando eso sucedía, sentía que su figura se encogía ante él.

—Tuve que salir a tomar un respiro... No me sentía bien. —Sabía que no era una excusa lo suficientemente buena, pero se avergonzaba de sus celos. Habían hecho que actuara sin cuidado.

Terry no dijo nada, lo cual era lo que Candy no quería que hiciera. Eso solo significaba una cosa: estaba demasiado enojado como para discutir.

Sin tan siquiera mirarla, Terry le paso por el lado, y se encerró en su habitación. Candy se sentó en el sofa y aguardó por él en la sala durante una hora, queriendo que en algún momento este saliera ya mas tranquilo para contentarse, pero no parecía que eso pasaría.

Intranquila, decidió acercarse a la puerta y abrirla para poder echar un vistazo a lo que estaba haciendo su novio y cómo se encontraba su humor, pero al acercar la mano a la perilla, la puerta se abrió de repente, mostrando a Terry con sus pijamas ya puestas y con el cabello humedecido.

Terry agrandó los ojos al hallarla frente suyo. Pareció haber creído que Candy se había ido hace rato ante su evidente molestia hacia ella, pero estuvo equivocado. Luego de quedarse unos segundos mirándose a los ojos, Terry puso su tipica cara seria y se dirigió al sofá, para así tomar sus lentes y un libro para leer. Candy supo que estaba persistiendo en ignorarla... Pero ella también podía ser obstinada, y lograría que le dirigiera la palabra.

—¿Es esto un berrinche? —preguntó ella, asomándose por encima de él, en busca de una pequeña sonrisa, pero lo único que consiguió fue que frunciera las cejas—. Me pregunto... ¿que puedo hacer para contentarlo? —pensó en voz alta, con la clara intención de que él la escuchara. Sin avisar, tomó el libro de Terry, y lo cerró con lentitud, pues a pesar de su enojo, él no puso resistencia. Se sentó al lado de él, y con sus manos, dirigió la quijada de Terry a su dirección. Tomando provecho de que este la veía, Candy habló—. Terry, lamento mucho haberte asustado asi. Prometo que no vuelvo a hacerlo. —Candy le sonrió y le dejó un beso en la punta de la nariz. Si conocía una manera de quitarle un berrinche, era consintiéndolo. Besó sus mejillas, su frente, y luego su quijada, hasta que por fin vio una ligera curvatura en los labios—. ¿Ya me perdonaste?

—Hmm... Intenta en los labios.

Una risa salió de ambos antes de besarse. La suave caricia en sus labios hizo que Terry olvidara su disgusto y se entregara completamente, empujándola poco a poco hasta dejarla acostada sobre el sofá. En medio del beso, apretó su cintura y se pegó más su cuerpo. Ella le abrazó la cadera al echarle una pierna, sin tener en mente la posición comprometedora en la que los dejaba.

—Esto es peligroso, Pecosa —advirtió Terry contra los labios de su amada.

—Nadie sabe que estoy aquí...

—No me refiero a la opinión de la gente —dijo en medio de un jadeo, dando a entender que el peligro era él. Tenerla abrazada de esa forma era el regalo mas hermoso y a la vez la tortura mas cruel que podia estar experimentando en ese momento, sabiendo que no podía tocarla.

Candy rompió con el beso, no sin antes darle un mordisco a los labios de Terry. Era la primera vez que hacia eso, pero habia tenido la necesidad al recordar que durante la obra, habia besado a otra mujer.

Complacida por lo que acababa de hacer, acosto su cabeza en el cojín bajo suyo, y abrazó a Terry con mas fuerza, no queriendo que su calor se retirara de encima suyo.

—Quedémonos así... —pidió ella. Sabía que no era lo correcto pasar la noche con un hombre que aun no era su esposo, pero despues de todo lo sucedido ese dia, no quería estar lejos de él—. Hablemos toda la noche.

—Confias demasiado en mi... Está bien. —La abrazó de vuelta, apoyando su cabeza en el pecho de ella, preparándose para otra noche larga, solo que esta vez no seria tan mala, pues la tendría muy cerca suyo.

—No intentes nada atrevido, ¿oyes? Y no te acostumbres, solo será por esta noche...

—Si...

—Luego no quiero verte tratando de convencerme a siempre pasar las noches contigo —dijo con una risilla—. Es extraño, pero esto me recuerda a cuando solíamos sentarnos frente a la chimenea de la Villa en Escocia. Podíamos permanecer en silencio, disfrutando de la compañía del otro, así como también podíamos tener largas conversaciones. Fuera como fuera, siempre me sentí tan cálida como lo siento ahora, a pesar de que éramos muy tímidos como para abrazarnos de esta manera... ¿Lo recuerdas? —Pero él no le respondió. Candy permaneció en silencio, y en eso pudo escuchar la respiración calmada de él.

Terry se había quedado profundamente dormido.

Continuará...

꧁𑁍꧂

Hola! Lamento el retraso de este capitulo, tuve dificultades para encontrar el tiempo para editarlo, pero creo que lo dejaré así

Ya hasta maratones me están pidiendo para recompensarlas jajaja pero en realidad solo faltan como 5 capítulos para que se acabe el fic

Espero no retrasarme con los próximos! Hasta entonces, nos leemos!