Advertencia: El siguiente capítulo contiene escenas y temas de violencia
Abraza la manada
21
La guarida de Oregon
segunda parte
Despertó desorientado, mareado y sin poder ver nada. Sacudió la cabeza y sintió dolor por el golpe recibido. Su movimiento causó un ruido metálico y, al sacudir el cuerpo, sintió los grilletes que tenía en las muñecas y que lo obligaban a tener los brazos alzados. La sangre no circulaba en las extremidades y las sintió dormidas. Sacudió el torso. Le habían quitado la camisa, chaqueta y zapatos, dejándolo solo con los pantalones que, de inmediato sintió húmedos. Estiró las piernas, sus tobillos también tenían grilletes y lo mantenían en pie.
No podía ver, pero sí oír y oler. Apestaba a humedad y sentía frío, no se oían voces ni murmullos, pero el movimiento de las cadenas causaba eco y la roca sobre la que estaba parado indicaba que estaba en un calabozo.
Apretó los ojos y se obligó a acostumbrarse a la oscuridad. Logró distinguir el techo y una que otra bestia nocturna. No era un calabozo, sino una cueva. Agitó las cadenas, aunque sabía que no podría zafarse con facilidad.
—¿Anthony? —una voz femenina retumbó en la cueva.
—¿Quién está ahí? —preguntó y su voz salió ronca.
—¡Despertaste! —Oyó decir a la mujer y no supo por qué se alegraba tanto.
—¿Quién eres? —preguntó con desconfianza. ¿La voz era real o estaba alucinando?
—Soy Amelia —respondió la voz—, tu tía Amelia, compañera de Víctor.
¡Estaba alucinando!
—Ella murió —contestó a la voz.
—Ojalá hubiera sido así —dijo con melancolía—. Dime, ¿cómo te sientes?
—Aturdido.
—Los tranquilizantes de Aquiles son bastante agresivos y efectivos. Te costará liberarte de sus efectos.
—¿Dónde estás?
—A unos quince metros de ti, a tu izquierda.
—Acércate.
—No puedo, igual que tú, estoy encadenada.
Anthony aguzó sus sentidos en la dirección que la voz le había indicado. No creía que fuera Amelia, la compañera de su tío Víctor y tampoco estaba seguro de que fuera real.
—¿Dónde estamos?
—En la cueva que Rodrick usa como prisión y cámara de tortura. Está a ocho kilómetros al sur de la casa principal.
Anthony guardó silencio y se mantuvo quieto. Hizo memoria de los últimos momentos en casa de Rodrick y la voz que decía ser Amelia creyó que había vuelto a caer inconsciente.
—¡Anthony!
—Estoy aquí.
—Es difícil, pero intenta no dormirte. Vendrán en cualquier momento —dijo ahogando un sollozo.
—¿Quiénes vendrán?
—Rodrick y sus hijos.
—¿Sus hijos?, ¿Aquiles está aquí?
—Llegó dos días antes que tú con Héctor.
Tiró de las cadenas con rabia. ¡Cómo había sido tan estúpido! Cayó directo en la trampa y su manada… ¡Candy!
—Dijiste que salvara a mi manada —dijo Anthony.
—La atacarán —afirmó la voz—, otra vez.
—¿Otra vez? —Anthony entendió que el ataque en el que su madre había resultado tan herida y en el que supuestamente Amelia había muerto era obra de Rodrick—. ¿Así llegaste aquí?, ¿Por qué dejaste la manada?, ¿por qué dejaste a Víctor?
—No los abandoné. Me capturaron. Nunca los abandonaría… ¿Víctor cree eso?
—Cree que estás muerta. Dijo que moriste en el incendio.
—Hubiera sido mejor a todos estos años de esclavitud.
—Cuéntame qué pasó, pero primero dime cómo podemos salir de aquí. Conoces el terreno y sus estrategias muy bien, por lo que veo.
—¡Mi niño! —Sollozó Amelia—. No podemos salir. Nadie ha salido con vida de esta cueva.
—¡No moriré aquí! —gritó Anthony y su voz resonó en toda la cueva.
—¿Prefieres que te mate afuera? —preguntó una voz masculina con burla.
Anthony giró el cuerpo en dirección a la voz y reconoció una figura que se acercaba con una linterna. Era Héctor y detrás de él avanzaba Rodrick.
El golpe de luz le lastimó las retinas, pero de inmediato se recompuso. Al mover la cabeza observó el panorama completo. Miró las cadenas bien fundidas al suelo que lo mantenían sujeto. Descubrió una mesa en la que había una colección de instrumentos de tortura. Cuchillos de diferentes tamaños, pinzas, tenazas y hachas de plata, así como látigos de cuero con incrustaciones de plata. Ordenados, alienados y limpios, listos para ser usados.
Anthony sintió cómo la sangre abandonó sus arterias principales y un frío glacial se adueñaba de su cuerpo.
Héctor puso la linterna en la mesa y gran parte de la cueva se alumbró. Pasó el dedo por los instrumentos y sonrió. Su deseo de venganza se adueñó de sus movimientos. Tomó un cuchillo y jugó con él entre sus dedos, revisó el filo, el peso y el mango, pero lo devolvió a su lugar.
Anthony observaba cada movimiento y se preparaba mentalmente para recibir el golpe.
Rodrick, cruzado de brazos, también esperaba a que su hijo atacara.
Héctor avanzó hasta Anthony y lo golpeó en repetidas ocasiones en el pecho. No usó ningún instrumento, solo sus puños.
Anthony recibió cada golpe con la entereza que sus fuerzas le permitían y se obligó a no emitir ningún sonido.
–¡No eres tan orgulloso ahora, ¿cierto?! —decía entre cada golpe— ¡dónde está tu valor, jefe! —se burló cuando estampó el puño en el rostro de Anthony y este escupió sangre.
—¡Ya basta! —gritó Amelia.
—¡Tú cállate! —gritó Rodrick y fue hasta ella para abofetearla.
Ella también estaba encadenada, pero sus grilletes estaban a la altura de la cintura y la mujer cayó al suelo ante la fuerza del golpe.
—¡Déjala! —gritó Anthony con una voz tan potente que, por un segundo extrañó a sus torturadores, pues mantenía tanta fuerza y claridad que no parecía aturdido ni recién golpeado—. Esto es entre tú y yo —dijo a Héctor—. Desquítate de todos los golpes que te di y ruega porque seas capaz de matarme aquí.
Los ojos de Héctor se abrieron de par en par. ¿En serio?, ¿aún encadenado mantenía su orgullo?
—Te mataré aquí —prometió Héctor y volvió a golpearlo, pero esta vez en la espalda.
Amelia lloró.
—¡Silencio! —ordenó Rodrick—. O cada sonido de tu boca, será un golpe más.
—Calma, Amelia —dijo Anthony y la mujer se llevó las manos a la boca para ahogar el llanto.
Héctor pateó las piernas de Anthony por detrás y este perdió el equilibrio, pero las cadenas de sus brazos le impidieron caer.
—¡Suficiente! —ordenó Rodrick y se acercó al prisionero.
Héctor retrocedió. Se limpió la sangre de las manos con la camisa y se cruzó de brazos.
—No terminé de contarte la historia de tu madre —dijo haciendo que los ojos de Anthony se posaran en él y dejaron de ver a Amelia—. ¿Todavía quieres saber lo que hubo entre nosotros?
—¡No hubo nada! —masculló Anthony.
Rodrick sonrió. Se sentó en la mesa, haciendo a un lado la herramienta de su hijo y se cruzó de brazos.
—Sí quieres saber si me la cogí, lamento decirte que no.
Disfrutó ver cómo Anthony se contraía por la rabia. Entendió que la tortura física empleada por Héctor no tendría efecto en él, pero las palabras, esas lo lastimarían más que diez puñaladas de plata.
—Y es una verdadera lástima porque era una mujer fuerte. Habría sido una buena compañera si no me hubiera humillado en la forma en que lo hizo.
Héctor decidió que ese era su momento de salir de la cueva. Volvería después, cuando su padre terminara con la moral de Anthony.
—Verás, Anthony, yo le ofrecí a tu madre una buena alianza. Yo dominaba el oeste del país y ella el este. Nuestras manadas siempre han sido las más grandes y fuertes. No teníamos nada que envidiar a las demás y juntos pudimos haber controlado todo el país, pero no, tu madre no aceptó mi oferta y me acusó de ser un déspota y megalómano, así que me retiré.
«Me retiré solo hasta que tuve un plan para acabar con la idealista y justa jefa Rosemary; y, mira que tuve suerte. Verás, mi padre, que por fortuna llevaba muerto varios años, me dejó una herencia que apareció en esa época.
«El bastardo tuvo un hijo con una loba cualquiera y lo ocultó toda su vida. Mi hermanito creció lejos de la manada y cuando descubrió de quién era hijo vino a nosotros. Me ofreció su lealtad y juró hacer cualquier cosa que yo le pidiera.
«Reunió a un grupo de lobos solitarios y los entrenó. Cuando estuvieron listos empezamos a mandarlos al territorio de tu querida madre para medir sus fuerzas y conocer sus famosos y temidos protocolos de seguridad. No fue fácil, debo admitir, pero después de varios ataques aislados logramos entrar a la manada y atacar. ¡Qué hermosa batalla!, ¿no es así, Amelia?
—¡Maldito! —gritó Amelia, quien conocía la historia y se lamentaba no haber podido hacer nada para salvar a su familia.
—Fue una pelea justa. Matamos a tantos de sus lobos como ellos a los nuestros. Mi hermanito, que era bastante fuerte porque se había apareado recientemente con su compañera, atrajo la atención de tu madre y la guio hasta mi posición. Dos contra una no era una pelea equitativa, pero ella resistió. Resistió tanto que, aún no sé cómo, mató a mi hermanito y, comprenderás que yo no me arriesgaría a ser el siguiente o ser descubierto, así que tuve que huir y para lograrlo necesitaba una distracción. ¿Quieres contarle, Amelia?
Rodrick sonrió y como Amelia no decía nada, continuó.
—Incendiamos el bosque y eso nos aseguró la retirada. Una loba de tu manada interceptó a unos míos que huían y tras pelear con ella, la derrotaron y, en lugar de arrojarla al fuego como a otros tantos, la trajimos con nosotros. Un botín de guerra, un recuerdo de aquella aventura. La primera de muchas.
Anthony no podía controlar su rabia y ante cada frase de Rodrick se sacudía con violencia, agitando las cadenas. Los efectos de los tranquilizantes se disipaban o él creía que así era y a cada segundo sentía que recuperaba sus fuerzas. Si tan solo pudiera romper las cadenas con su voluntad, lo habría hecho y acabado con Rodrick en ese instante.
—Aquella noche no gané, pero no tenía prisa. Volví a mi manada y esperé noticias. Tú madre quedó lo bastante herida como para no poder volver a transformarse y aunque pudiera, no lo haría ¿sabes por qué?
—La envenenaste.
Rodrick soltó una carcajada llena de burla y superioridad.
—¡Me ofende, caballero! —dijo con ironía—. Las cosas no fueron así.
Se levantó de la mesa de un brinco y se sacudió la ropa.
—¡Hora del examen! —exclamó con un insoportable tono burlón—. Piensa, Anthony, ¿cuál es la única razón por la que una cambiante dejaría de transformarse?
La respuesta no tardó en llegar y Rodrick lo notó en el rostro de Anthony, que se contrajo y lo miró con odio.
—¡Mientes!
—No tengo motivos, no era mi cachorro. —Rodrick se encogió de hombros, restándole importancia a lo que acababa de decir—. Ahora, si me disculpas, debo retirarme a descansar. Ha sido una noche larga y mañana tengo cosas importantes que hacer.
Tan pronto como Rodrick desapareció de su vista, Anthony agachó la cabeza y sintió lágrimas brotar de sus ojos. No era cierto, no podía ser cierto. Su madre no podía estar embarazada, su madre no pudo haber perdido a su hermano…
—Es mentira, ¿verdad? —preguntó Anthony a Amelia, que lloraba en silencio.
Ella no respondió de inmediato.
—Víctor dijo que tú eras la mejor amiga de mi madre, su confidente.
Amelia lloró, de rodillas en el húmedo y frío suelo, se cubría la cara, pero sus sollozos hacían eco en toda la cueva.
—No tuvo opción —dijo al cabo de un rato—. Dijo que después de defender la manada no se volvería a transformar para no dañar al bebé.
Anthony también lloró.
—Dijo que transformarse una vez más no les haría daño —continuó—. Lo había hecho contigo… antes de darse cuenta de que estaba embarazada de ti, se transformó varias veces y tú naciste sano y fuerte. Creyó que sería lo mismo con ese bebé y… lo hizo para salvarnos a todos. Ella nunca huyó de la pelea.
—¿Mi padre sabía que estaba embarazada?
—No, en ese entonces sólo ella y yo lo sabíamos. Rose quería darle la sorpresa a Vincent.
—No entiendo… si nadie sabía del embarazo de mi madre entonces… ¿cómo es que Rodrick lo supo?
—Él fue a Lakewood después del ataque —respondió Amelia—. Quería ver en qué estado se encontraba Rose…
—¿Cómo lo sabes?
—Cuando me trajeron hasta aquí, me dejaron encadenada al mismo lugar en que tú estás. Rodrick se complace torturando con su lengua viperina… me dijo lo que hizo… Se coló a la mansión de Lakewood y entró a las habitaciones de Rose… sabía que iba a morir y le dijo que él era responsable del ataque y de sus heridas. En la discusión Rose le reclamó que… que por su culpa había perdido al bebé que esperaba.
«Anthony, antes que todo en la vida, antes que la manada, antes que el poder, lo único que Rose deseaba era tener una familia. Fue tan feliz cuando encontró a Vincent y lo fue todavía más cuando supo que tú venías en camino. Estaba tan entusiasmada porque tendrías un hermano. Decía que serían tan unidos como ella y Albert.
«No sé qué pasó realmente, sólo sé que Rodrick se aprovechó de su debilidad física y moral para terminar de destruirla. La amenazó con hacerte daño, con matar a Vincent y a Albert… Cuando volvió de ese viaje, me dijo que Rose había muerto.
Después de esa confesión, Anthony no hizo más preguntas. Tenía demasiada información y no sabía qué le hacía más daño, si todo el sufrimiento de su madre que soportó sola y en silencio; la pérdida de su hermano; perder la oportunidad de tener una familia; la impotencia de no poder salir de esa maldita cueva; la rabia hacia él mismo por haber caído en la elaborada y absurda trampa de Rodrick y sus hijos; o el miedo, el verdadero miedo de lo que iba a pasarle a su manada.
Los golpes que Héctor le propinó empezaron a sanar, pero la sangre en sus brazos seguía sin circular y sus piernas empezaban a flaquear después de tanto tiempo de pie. Poco a poco se quedó dormido…
*C & A*
—¿Es él?
—Nada espectacular.
—Te equivocas, es… atractivo.
Anthony sintió una mano recorrerle el rostro y el pecho. Despertó confundido y se echó para atrás con el fin de que esa mano dejara de tocarlo. Una risa terminó de despejar su mente. ¿Había una mujer ahí?, ¿Amelia?
—¡Mira, ya despertó! —exclamó con emoción la misma voz femenina—, ¡mira esos ojos!
Evelyn tomó el rostro de Anthony entre sus manos y lo obligó a mirarla a la cara. La tenía tan cerca que podía oler su perfume.
—¡Un placer conocerte, jefe Anthony! Tú no lo sabes, pero tenemos una deuda pendiente.
Anthony se sacudió del agarre de la mujer a quien no conocía y alternó su mirada entre ella, Héctor y Amelia, que lo miraba desde lejos.
—¿No quieres saber? —preguntó llevándose una mano al pecho con indignación teatral.
Anthony estaba aturdido, pero se obligó a prestar atención a lo que la desconocida decía y mantener la calma.
Verás, aquí tenemos un sistema infalible para apropiarnos de otras manadas —empezó a decir—. Hacemos algunas travesuras cerca de alguna manada que parezcan obra de lobos. La manada investiga y nosotros estudiamos sus sistemas de comunicación, vigilancia y fuerza; así logramos infiltrarnos y ¡bam! Las manadas caen como piezas de dominó. Hay algunos muertos, no lo niego, pero todo acaba bien. El jefe Rodrick amplía su territorio, tenemos más recursos, más aliados, más servidumbre y todos felices.
Anthony escuchaba, pero no perdía de vista a Héctor que se preparaba para una nueva ronda de golpes.
—Pero tú, jefe Anthony, tú fuiste tan discreto, tan sigiloso para investigar el caso que no pude sacar nada concreto. ¡Tuve que recurrir a humanos para llamar tu atención! Mi querido Jimmy fue tan valiente y heroico al jurar protegerme de las bestias que habían matado a mi amada familia que tuve que poner en sus manos las armas para que salieras de tu escondite —dijo con voz fingida de víctima.
Anthony abrió mucho los ojos. ¡Ella era responsable! Derek no se equivocó.
—Pero, ¡ay!, ¿es que acaso no te importa tu territorio? ¡Ni así saliste!, manejaste todo con tanta astucia. Custodiaste al chico, ¿por qué no lo atacaste si sabías que era el tirador?, ¡Me descubriste y tuve que huir! ¡Huir y volver con las manos vacías!
Una bofetada resonó en la cueva. La mano de Evelyn ardió.
—¡Tienes idea de lo que me costó mi fracaso!
A pesar del golpe, Anthony sonrió.
—Eso pasa por enviar a una zorra a hacer el trabajo de un hombre —dijo con frialdad—. Tu método no es infalible, es de cobardes. Si querían mi territorio debieron atacar de frente, no esconderse como ratas.
Héctor le rompió la nariz en cuanto terminó de decir esas palabras. Anthony esperaba el golpe, así que no se quejó.
—¡¿Persiste tu orgullo?! —gritó furioso.
Retrocedió hasta la mesa y tomó un látigo. Evelyn se hizo a un lado y mordió su labio, emocionada por lo que iba a ocurrir.
—Veamos cuánto dura…
Metió la mano en el asa del látigo y sujetó fuerte el mango. Golpeó el aire y sonrió. Rodeó a Anthony lentamente, como un depredador tras su presa.
—Sanas rápido —dijo al ver que los golpes anteriores habían desaparecido—. ¿Serás inmune a la plata? —preguntó y el látigo golpeó la espalda de Anthony, quien tuvo que arquearse ante el contacto.
Levantó de nuevo el látigo y cayó sobre la piel desnuda de Anthony dejando una marca roja. Un tercer golpe. La sangre empezó a brotar. Anthony gruñó, ahogando gritos de dolor. Amelia lloraba y suplicaba piedad para su sobrino, pero sus lamentos fueron ignorados. El ruido del látigo contra la piel imperó en la cueva.
—¡Pide que se detenga! —exclamó Evelyn—, pide clemencia y se detendrá.
Anthony no emitía sonido alguno, lo que terminó por desesperar a Héctor y detuvo sus golpes.
—¡Tenemos jefe para rato! —exclamó con desdén, pues no iba a reconocer que estaba perdiendo la paciencia.
—¿Qué…? —la voz de Anthony era ronca y baja—. ¿Qué hora es? —preguntó.
Evelyn y Héctor se miraron, confundidos y creyendo que habían causado más daño del que imaginaban estallaron en risas.
—¿Por qué? —preguntó Evelyn—, ¿tienes una cita?
—¿Qué hora es? —repitió Anthony.
—Las siete con veintiocho.
Anthony asintió, respiró con dificultad y dejó caer la cabeza.
Sus torturadores salieron de la cueva.
—¿Anthony? —lo llamó Amelia.
—Dame un segundo —dijo respirando con dificultad.
Tragarse el dolor no le haría bien, necesitaba un respiro.
—¿Amelia?
—¡Anthony!, ¿cómo es posible?
—Somos de la misma manada —dijo en voz alta—. Tenía la esperanza de que nuestro enlace sirviera.
—¡Es tan extraño volver a experimentarlo! —exclamó con emoción—, pero de qué nos sirve ahora.
—Rodrick volverá, seguirá hablando y necesito que me ayudes a descifrar cuando dice la verdad y cuando miente; además, hay alguien afuera vigilándonos, entre menos nos escuchen, mejor.
—¡Eres igual que tu madre! —Lloró Amelia.
—Háblame de ella —pidió a través del enlace mental.
*C & A*
Tal como lo previó, Rodrick volvió. Anthony supuso que no pasaban de las nueve de la mañana.
—¡Estás despierto! —exclamó—, eso es bueno. Significa que no te ha ido tan mal con mi hijo. Pocos resisten, pero también creo que se lo está tomando con calma.
Se sentó en la mesa y mordió una manzana que llevaba en la mano.
—Entonces, ¿dónde nos quedamos? ¡Ah, sí!, hablábamos de tu hermano, ¿preguntas?
—¿Qué logras con tenerme aquí?
—¿Ya no te interesa el pasado? Y yo que venía a darte todo lo que quisieras.
—Quiero matarte, ¿eso también me lo darás?
Rodrick chasqueó la boca.
—Bueno, si no te importa lo que pasó con tu madre es porque tu querida tía ya te lo contó. —Miró de reojo a Amelia y ella se mantuvo erguida, aunque sentía que las fuerzas le fallarían en cualquier momento.
Anthony le ordenó que mostrara entereza.
—Entonces… ¿cuál era tu pregunta?, ¡cierto!, ¿qué gano con tenerte aquí? —Rodrick se frotó el mentón, pensando su respuesta—. En primer lugar, cumplir mi palabra: le prometí a tu madre que te haría sufrir, le prometí que te mataría lentamente y te quitaría todo… tu poder, tu manada, tu orgullo, tu nombre… todo. Segundo, estando el líder fuera es más difícil que la manada pueda defenderse.
—No me necesitan para pelear —respondió Anthony.
—No, claro que no, pero sin su líder pierden toda la confianza, su moral se ve mermada y eso los hace proclives a cometer errores.
—Te vencerán —afirmó Anthony—, Víctor no los dejará caer.
—¿Tu tío?, ¿olvidas que lo enviaste a Chicago? —Anthony apretó los dientes—. Mis muchachos se encargaron de él. Cualquier día aparecerá su cadáver en algún terreno abandonado.
—¡NO! —Gritó Amelia y el dolor que sintió la tiró al piso.
—Resiste —ordenó Anthony.
Los inconfundibles pasos de Héctor hicieron eco en la cueva. Bajó hasta donde estaban los prisioneros y su padre y habló.
—Todo está listo para irnos —Miró a Anthony y una horrible sonrisa se imprimió en su cara—. Aquiles está por alcanzar al primer grupo.
—¡Momento de las despedidas! —exclamó Rodrick— Jefe Anthony, ha sido un verdadero gusto pasar estas horas en su compañía, pero debemos partir. Hay una manada que conquistar. Volveremos en unos días y te contaré los detalles.
Anthony se sacudió con tanta violencia que, por un instante, sus captores creyeron que sería capaz de soltar sus cadenas.
—¡Los mataré!, ¡juro que los mataré!
Héctor dio un paso hacia adelante para acercarse a Anthony. Le dio un último golpe en el estómago y le dijo al oído.
—Veremos si eres tan valiente cuando escuches los gritos de tu compañera suplicando por piedad.
La rabia hirvió en su cuerpo, quería soltarse de sus cadenas, atacar a Héctor, golpearlo hasta matarlo, impedir que llegara a su manada, evitar que llegara a Candy.
Sintió una punzada de dolor en el estómago. Héctor retrocedió y tiró de su brazo con fuerza, tenía en la mano un cuchillo cubierto de sangre. Anthony bajó la mirada hasta donde sentía el dolor. Lo había apuñalado.
*C & A*
No hay mal que dure cien años
Gracias por leer:
Julie-Andley-00: Hola! Gracias por tu comentario, a mí me ha gustado últimamente esta literatura de hombres lobo y eso inspiró esta historia. Anthony cayó hasta el fondo, pero tienes razón, es inteligente, tengan fe en él. Gracias por tu tiempo y espero que estés muy bien.
GeoMtzR: ¡Hola! ¿estás bien?, ¿todavía respiras?, ¿no me odias? ¡Tenían razón! Amelia está viva y el malvado de Rodrick la ha tenido cautiva todos estos años, pobrecita, pero al menos Anthony tiene a su lado a alguien que lo quiere y sufra a su lado. Héctor y Aquiles sí son malos hasta la médula de los huesos, pero no sé si más que Elisa y Neal, eso ya son palabras mayores ja,ja; pero me gusto el cumplido. Me imaginé a Stear como lobo y estaría genial un lobo perdido en Europa. Geo, me despido deseando de todo corazón que no me odien y tengan fe en Anthony, no en mí, sino en él. Te mando un fuerte abrazo.
Mayra: Hola, muchas gracias por tu comentario. Lamento mucho hacer sufrir a Anthony, pero no me queda de otra, es el desarrollo del personaje para un final feliz, te lo aseguro e insisto, confíen en Anthony.
Mayely Leon: Hola, gracias por tu comentario. Anthony tiene que salir de esto, de lo contrario no sería el héroe de nuestros corazones. Esperemos a ver qué pasa. Saludos.
Marina777: Hola! Gracias por tu atenta lectura. El que Amelia esté ahí no puede ser irrelevante, de algo tiene que servir su compañía, tienes razón. Veamos qué ocurre después. Gracias nuevamente y cuídate mucho.
Cla1969: ¡Hola! ¡Amelia es la compañera perdida de Víctor! De Ray, ya saldrá más adelante y veremos qué papel juega en la historia. Tenías razón, Evelyn es la cantante que manipuló a Jimmy y casi causa una tragedia y bueno, Rodrick ya confesó lo que sucedió en el pasado, sólo esperemos que eso sirva de algo en el presente. Prometo que en el siguiente capítulo se resuelven más dudas. Lamento hacerte sufrir porque amo recibir tus comentarios y los agradezco mucho. Me siento halagada de que sigas esta historia. Te mando un fuerte abrazo y espero leerte pronto.
Gracias también a los comentarios anónimos, son bien recibidos todos.
Saludos
Luna
