Abraza la manada

23

La última fuerza

Segunda parte

—¿Están llamando? —preguntó Candy en un murmullo. Tenía los ojos cerrados y estaba abrazada al cuerpo de Anthony.

—Sí… es uno de los chicos —contestó Anthony.

—Diles que ya voy —pidió Candy evitando un bostezo, pero sin éxito.

—¡Ya vamos! —gritó Anthony y su voz sonó hasta el pasillo.

Candy se incorporó y se puso su bata de dormir, la primera prenda que halló. Anthony se quejó al verla alejarse de él.

—Traen comida, no repliques —le dijo por lo bajo y corrió hasta la puerta.

Al abrir no vio a nadie, pero encontró una bandeja de comida en la cómoda del pasillo y volvió a la habitación. Puso la charola sobre la cama y Anthony se enderezó. Había sopa, pan y vino.

—Es ligero, pero le caerá bien a tu estómago después de no comer nada —dijo Candy tomando el tazón de sopa y ofreciéndoselo a Anthony.

Él comió sin replicar y su estómago se lo agradeció. Candy cortó un trozo de pan y se lo dio en la boca, Anthony comió sin apartar la mirada de ella y sonrió al ver el sonrojo de su mujer. Bebió el vino de un solo trago y eso lo ayudó a despejar la mente.

Anthony miró el reloj de pared y frunció el ceño. Los minutos de paz que habían robado al día se agotaban. Candy ya sabía la hora, la había visto al levantarse y deseó que lo que ocurría en el exterior no fuera cierto y pudiera retener a Anthony dentro de esas cuatro paredes, donde ningún peligro lo asechaba.

—Candy —habló Anthony después de dar el último sorbo a la sopa—, llegó el momento —dijo tomando sus manos y ella se las apretó para evitar que sintiera el temblor que emanaba de su cuerpo—. No puedo mentirte, hay una posibilidad de que no ganemos, pero te juro que no dejaré que nada te pase —se apresuró a decir cuando Candy iba a interrumpirlo—. Te prometo que pelearé hasta mi último aliento por ti y por lo que has hecho por esta familia. Me has dado un tesoro invaluable al entregarte a mí y si sobrevivimos, pasaré el resto de mi vida haciéndote feliz, compensando todo lo que has sufrido estos días y que no tenías por qué padecer. Me has dado no sólo fuerza física, has depositado tu fe en mí y no te voy a defraudar. Pelearé, Candy, pelearé por ti y nuestro futuro. —Candy tenía los ojos inundados de lágrimas—. Pero necesito pedirte una cosa más. —Ella asintió antes de que él le dijera de qué se trataba—. Sé que no lo has hecho, pero por ningún motivo, sin importar lo que pase allá afuera, salgas de la casa. —Apretó sus manos, suplicantes como un penitente—. Si nos vemos superados, tú y los cachorros deben escapar por el túnel. Una patrulla los escoltará y llevarán a Aaron con ustedes.

—¡Anthony, no!

—Shh —dijo él acariciando con suavidad su rostro—. Necesito que me lo prometas para poder estar tranquilo y seguro de que estarás a salvo.

Candy asintió lentamente. Le aterraba la idea de abandonar la casa. ¿Qué tan desesperada debía ser la situación para abandonar su refugio?

—Te lo prometo, Anthony —dijo arrojándose a sus brazos y llenándole la cara de besos combinados con sus lágrimas saladas.


*C & A*

Se vistieron de prisa y salieron juntos de la habitación. Candy le señaló la recámara en la que descansaba Aaron y quién lo cuidaba hasta que Odette volvía. Anthony asintió y aunque quería ver a su amigo, lo dejó descansar. Bajaron los tres niveles de la casa tomados de la mano y al llegar al último escalón, Anthony apretó la mano de Candy. No quería separarse de ella.

—Tenemos control de las minas. —Víctor apareció por el pasillo y Candy se llevó la mano libre al pecho, recordando que su compañera estaba cerca.

—¿De todas?

—Sí, Paul instruyó bien al grupo y el mapa facilitó las cosas. Lo recorrimos unos kilómetros más cerca de ellos y cuando vengan, sufrirán las consecuencias.

—Bien, ¿qué hay del cambiante de Elizabeth?

—Sigue vivo, pero débil. Está recluido en una cueva y a Lizzie le cuesta trabajo comunicarse con él, pero lo rescataremos. —Las fosas nasales de Víctor se dilataron y olisqueó el aire.

—¿Qué pasa? —preguntó Candy.

Víctor no respondió de inmediato.

—Nada… —Se talló la nariz—. Hay muchos olores nuevos en la casa y mi vieja nariz lo resiente.

Candy y Anthony intercambiaron una discreta mirada.

—Víctor…

Un estruendo hizo eco en la casa.

Anthony y Víctor aguzaron los oídos para saber de dónde exactamente provenía el ruido. Se miraron entre sí.

—Esos malditos —gruñó Anthony—, sabía que atacarían antes de la medianoche, pero no esperaba que tuvieran tan poco honor.

—¿Ya vienen? —preguntó Candy apretando la mano de Anthony.

—Las minas que movimos acaban de explotarles en la cara —contestó Víctor enojado por su falta de palabra, pero satisfecho por haberlos sorprendido con sus mismos trucos.

Desde ese instante los minutos transcurrieron como segundos. Los cachorros fueron resguardados en las salas seguras, quienes pelearían fueron de inmediato a tomar sus posiciones, las puertas de la casa se sellaron hasta que el último cambiante salió.

Anthony cerró la puerta principal retrocediendo poco a poco, pues no quería perder de vista a Candy quien, en medio del recibidor, lo veía marcharse.

—Te amo —articuló ella para que Anthony pudiera entenderla.

—Te amo —dijo Anthony de vuelta un segundo antes de sellar la puerta.


*C & A*

—¡Escúchenme bien! —dijo Anthony enlazando a todos los miembros de la manada—. Esta noche no será corta ni tranquila. Nuestros enemigos están dispuestos a tomar todo lo que nos pertenece, pero ustedes han demostrado que eso es imposible. Todos sabemos de lo que ellos son capaces, así que no duden en matarlos, no tengan piedad de ellos. ¡Ataquen!, ¡defiéndanse! ¡y no dejen caer esta manada!

Todos y cada uno de los lobos de la manada aullaron y el sonido hizo vibrar los cristales de la casa. Candy se llevó una mano al pecho al escuchar esto y rezó en silencio para que quienes habían salido esa noche a pelear, pudieran ver la luz de un nuevo día.

—Conocen sus posiciones. Cubran a su compañero y no tomen riesgos innecesarios —fue la última orden que Anthony dio a sus lobos cuando empezaron a avanzar para encontrarse con el enemigo…

Anthony olfateó el aire. Su tío tenía razón, había demasiados olores nuevos y todos se agolpaban en sus fosas nasales, pero tenía que recordar su entrenamiento básico y concentrarse, primero en los más cercanos y poco a poco ir extendiendo sus sentidos. Su audición también estaba siendo afectada, juraría que podía oír el crujir de las ramas y el silbido del viento a varios kilómetros de distancia. Sacudió la cabeza, buscando un alivio.

—¿Estás bien? —le preguntó Gabriel al verlo agachar la cabeza, como si le doliera alguna parte del cuerpo.

—Sí… sigue avanzando —respondió Anthony recomponiéndose a la desafinada orquesta de ruidos y olores.

—Anthony… ¿creciste? —preguntó Gabriel mirándolo de arriba abajo mientras avanzaban.

—¿Qué…? No…

Sus patas se enterraron en la tierra y entendió lo que ocurría.

"¡Bendita seas, Candy!" pensó y aceleró el paso, dejando a Gabriel un par de metros atrás, pero no lo suficiente como para romper la formación que llevaban.

Del otro lado del bosque los lobos de Rodrick avanzaron entre los árboles lenta y silenciosamente, como una espesa capa de niebla que devoraba la naturaleza. La vanguardia del ejército se detuvo frente a frente con la manada de Anthony que ya la esperaba en el territorio delimitado por ellos. Esta vez no avanzarían más de lo que ellos permitieran.

Los gruñidos de ambos bandos vibraron en el ambiente. La manada de Anthony estaba herida, sí, pero la de Rodrick no se quedaba atrás. En el primer grupo estaban mezclados nuevos y viejos atacantes que olisquearon el aire y reconocieron entre todos esos cambiantes a sus antiguos esclavos.

"Los reconocieron", pensó Anthony. "Ven por mí, maldito. Sabes que estoy aquí".

Los nuevos miembros se pusieron en guardia tan pronto como se supieron reconocidos y sintieron cómo su cuerpo luchaba por avanzar de una vez y vengar años de maltrato y muerte. Pero no se movieron, ni siquiera cuando los enemigos se abalanzaron contra ellos. Debían esperar, sólo unos segundos y…

Las minas que habían reservado hicieron su trabajo. Los aullidos de dolor inundaron el bosque e hicieron temblar los árboles. Los atacantes retrocedieron entre aullidos y quejidos, pero ante una orden de su comandante volvieron sobre sus pasos para atacar.

Esta vez fueron recibidos por la manada de Anthony y la pelea cuerpo a cuerpo inició…

Anthony observó ese primer choque desde su posición. El aire estaba contaminado de plata y veneno que, aunque le había estallado en la cara a los atacantes, ellos también lo percibían.

—El antídoto funciona —dijo Gabriel olisqueado también el aire.

Elizabeth y Candy habían dosificado el antídoto contra la plata para que todos bebieran y soportaran el efecto el tiempo suficiente hasta que el veneno se disipara.

Anthony olfateó de nuevo el aire en busca de Rodrick o sus hijos, pero ninguno de los tres estaba ahí. No era de extrañarse. No encabezarían el ataque, no pelearían hombro a hombro con su manada. Pero Anthony era diferente…

—Ya empezó —dijo a Amelia al tiempo que empezaba a correr junto con su guardia de lobos.

—Los veo avanzar, pero… todavía no es seguro para nosotros.

—Hazlo cuando sea necesario.

Anthony y Gabriel peleaban codo a codo. Sus cuerpos chocaron contra salvajes atacantes que les lanzaban mordidas directas a la yugular, pero ellos las esquivaron y, usando la fuerza que les había dado la carrera, los derribaron.

—Sus garras tienen plata —dijo Anthony al someter a uno y hundirle las fauces antes de que este pudiera herirlo con sus garras.

—Cubre tu pecho —advirtió Gabriel luchando contra un par de lobos que actuaban más por instinto que por estrategia.

Candy sabía que la batalla había comenzado, pero no se oía ningún ruido en el exterior. Lo último que había escuchado fue el aullido de la manada y después nada… absoluto e inquietante silencio. De pronto la casa le pareció enorme y pesada.

En el campo de batalla ya no estaba sólo la vanguardia de Rodrick. Gradualmente había enviado al resto de sus lobos y estos eran detenidos por la manada de Anthony. Él tampoco había enviado a todos a luchar al mismo tiempo. Víctor y Zachary lideraban los últimos grupos de ataque, mientras que Lucille comandaba al otro extremo de Anthony.

De repente, los árboles empezaron a caer sobre la manada de Anthony que, de inmediato retrocedió. Los enemigos habían cortado los árboles lo suficiente para que se sostuvieran, pero al ser empujados por dos o tres cambiantes, caían sobre ellos, aplastándolos, hiriéndolos e impidiéndoles el paso.

La maniobra hizo que los sitiados se desperdigaran por el terreno y perdieran fuerza de defensa, pues primero pensaron en salvar sus vidas y después en buscar las patrullas a las que pertenecían. Sin embargo, la confusión no duró lo suficiente y pronto, la manada se reagrupó. Anthony improvisó un nuevo ataque sobre la marcha y sus lobos obedecieron.

El ejército de Rodrick no parecía disminuir, a pesar de los esfuerzos de la manada de Anthony por acabarlo. Estaban cansados, mareados por los vestigios de gas de plata en el ambiente, pero resistían, aunque no sabían cómo ni por cuánto tiempo…

Un aullido a coro llegó desde atrás. Los aliados estaban avanzando y atacaban desde la retaguardia de Rodrick.

—Ya vamos, Anthony —la voz de Amelia resonó en la mente de Anthony.

—Nuestros aliados han empezado a atacar —dijo a Víctor, Gabriel y los comandantes de patrullas.

Fue una inyección de fe lo que la manada de Anthony recibió, pues al escuchar esto, redoblaron esfuerzos. Se reagruparon, bloquearon tanto como pudieron el paso del enemigo y empezaron a avanzar. Estaban esperando esa noticia y ahora debían seguir con el plan. Acorralar al enemigo y no perder más terreno.

Los comandantes de patrulla ordenaron avanzar de manera que el terreno de combate se estrechara cada vez más. Lucille buscó a Amelia a través del enlace mental para saber en qué punto debían encontrarse y Víctor y Zachary obedecieron el mensaje en que les transmitió la ubicación exacta.

Anthony avanzó entre la batalla, seguido de su patrulla se adentró en el terreno que dominaba el enemigo. Gabriel cubría su flanco e impedía que los lobos lo atacaran. Anthony no se defendía porque su paso era abierto por su guardia. Anthony estaba cazando…

Llegó a una zona del bosque bastante estrecha y olfateó. Sabía que estaban cerca así que, en un instante volvió a su forma humana.

—¡Rodrick! ven aquí, cobarde. ¡Enfréntame si tanto deseas matarme! ¡Es tu oportunidad! ¡sólo tú y yo! ¡Ataca! ¡ataca antes de que sea demasiado tarde para ti y tu manada!

Gritó y su voz hizo eco entre los árboles, pero nadie apareció frente a él.

Olfateó una vez más y aguzó el oído. Se estaban moviendo, pero no en retirada. Volvió a cambiar y echó a correr sintiendo que la sangre le hervía y le tapaba los oídos, pero nunca había escuchado ni olido mejor; tampoco había corrido tan deprisa como en ese momento. Las ramas crujieron detrás de él.

—¿A dónde vamos? —preguntó Gabriel que lo siguió tan pronto como se deshizo de tres cambiantes que lo atacaban.

—Están cerca —fue lo único que respondió y aceleró el paso.

Llegaron a un destruido claro que, por la peste, supieron que era uno de los puntos de vigilancia de los enemigos.

Ambos lobos rastrearon a Rodrick o sus hijos. Anthony conocía el olor de los tres, sólo Gabriel desconocía al líder, pero no sería difícil identificarlo.

Un estruendo agitó las copas de los árboles y el bosque se iluminó con una ardiente luz naranja que pronto se tornó roja.

—Al sur —dijo Gabriel y Anthony se giró en esa dirección.

La barricada que habían levantado ese mismo día cayó en segundos.

Anthony enlazó a la tropa que peleaba en ese frente, pero no obtuvo respuesta.

—¡Amelia! —se comunicó con su comandante que peleaba desde atrás —¡El sur!

—¡Estoy en ello! —le respondió.

Anthony volvió su mirada a Gabriel y lo notó en guardia, listo para atacar, pues tres enormes lobos aparecieron en el claro. Anthony también se puso en guardia y midió la fuerza de sus enemigos con un solo vistazo. Ninguno era Héctor, el más fuerte de la manada de Oregon, pero sí eran de los más peligrosos.

Gabriel gruñó a uno de ellos, reconociendo al que había asesinado a la primera patrulla, cuando iniciaron el ataque. El lobo se le abalanzó y Gabriel lo encontró en el aire. Cayeron al suelo y la tierra vibró. Los otros dos lobos atacaron a Anthony al mismo tiempo y su enorme cuerpo voló varios metros hasta azotar en el suelo poco antes de ser inmovilizado y mordido, pero su fuerza en ese momento era implacable, imprevisible incluso para él, y en un rápido movimiento escapó de la garra que lo sujetaba del cuello y contratacó a ambos cambiantes.

—¡Amelia! —gritó en su mente.

—Sólo fue la explosión… no entiendo… no han atacado…

No podía ser sólo la explosión. Los movimientos de Rodrick podían ser todo, menos desesperados y aleatorios.

Intentó comunicarse de nuevo con los que defendían la zona.

—¡Fuego! —le contestó uno.

*C & A*


Queridas lectoras, gracias por el apoyo y entusiasmo a esta historia y, doble gratitud por la atención que han dado a los personajes secundarios como Amelia y Víctor. Ya vimos la gran ayuda que ha brindado y lo gran guerrera que es. Espero que este capítulo haya sido de su agrado.

Gracias a:

Mayra, qué bueno que te gustó el capítulo anterior, ya casi termina esto y veremos qué pasa con Víctor y Amelia. Te mando un fuerte abrazo.

Julie-Andley-00, gracias por comentar, espero que te gustara este episodio. Ya vamos por menos drama.

Maria Jose M, ¡Muchas gracias! Ya vimos que sí sirvió y Anthony es más fuerte. Ya casi acabamos, aguanta, aguanta. ¡Saludos!

Cla1969, gracias por comentar. El descanso sirvió y Amelia es fuerte, como su compañero y toda la manada, confía en ella. ¡Saludos!

GeoMtzR, muchas gracias por tu análisis, tienes razón en que Víctor sería capaz de sacrificarse si se algo malo le vuelve a pasar a Amelia, pero esperemos que no sea así y me disculpo por el dolor de Candy al ver a Anthony todo magullado, a mí también me dolió, sólo esperemos que esas heridas sanen y todas las demás que traen encima. Espero que este capítulo te haya gustado, ya casi acabamos esto, lo prometo.

Respecto a lo que me cuentas de las otras historias sobre hombres lobo, sí, hay un montón de universos que se rigen por sus propias reglas. Por lo regular, cuando un lobo se empareja con una humana sí mencionan que ella corre peligro en varios aspectos como la marca o la concepción, pues un humano no sana como un lobo y su morfología es diferente. Hay una saga que me gusta mucho en la que incluso al marcarlas corren el riesgo de morir y tienen que hacerlo en una vena lo suficientemente gruesa para que resistan. Sin embargo, en esta historia nos vamos un poco más relajadas y quién sabe, tal vez todavía haya más sorpresas.

Te mando un abrazo y, como siempre, un gusto leerte.

Marina777, espero que este capítulo te haya gustado y que ya estemos más tranquilas por Anthony, pues ya vimos que ha recuperado fuerzas y está dispuesto a defenderse a como dé lugar. Un abrazo de vuelta y espero leer tus impresiones.

Nos leemos pronto

Luna