Piel
Los últimos momentos de su lucidez los recordaba como algo frenético; corría de una manada de tigres. Todo era difuso, pero sabía que iba corriendo en dirección a su hogar a través del frondoso bosque y cuando atravesaba el río... Todo se volvía negro y no recordaba más.
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Yuri Plisetsky, un chico de carácter afilado y arisco, se había recluido de forma voluntaria y había sido fichado como amenaza para todos los archivos de las ciudades que tuvieran algún avistamiento con él o percance.
Aunque decirlo así suene como si el menor de edad fuera un ser fiero y despiadado, la verdad no era así, puesto que siendo un omega tanto su realidad como las de otros de su misma especie era igual.
No eran aceptados dentro de las ciudades para habitarlas por, con su olor, atraer a aquellas bestias despiadadas, los alfas, quienes en su gran mayoría y sedientos por esta especie no mostraban cordura alguna al momento de atacar pueblos y ciudades completas con tal de dar con ellos para seguido hacer y deshacer comiéndolos en todos los sentidos que la palabra puede adoptar. No era sorpresa que fácilmente los omegas estuvieran en escasez y fuera difícil, muy difícil dar con uno ellos.
Los betas, la gente "normal" no podía ni se arriesgaría a tratar con ninguno de ambos siendo punta o base de la pirámide, habían decidido hace muchos años permanecer en su lugar neutro y cuidando de los suyos más que nada. Creando el Escuadrón de cadetes encargados de mantener a Omegas y Alfas a raya, a estos últimos los fusilaban o enclaustraban como animales con rabia cada vez que intentaban descontrolados entrar a lugares poblados. Quizá con los Omegas eran un poco más empáticos, sólo un poco, puesto que les daban algunas horas cada semana y media para abastecerse dentro de la ciudad, siendo vigilados siempre por un cadete hasta que cumpliera su tiempo y saliera de la ciudad.
Los Alfas tenían que arreglárselas a su manera: Comiendo Betas, animales del bosque, si la suerte les acompañaba el día les regalaría la carne fresca de un dulce omega, pero como dije, aquella situación no se daba muy a menudo... Y por ello el mercado negro movía los hilos bajo pequeñas e influenciables conexiones que sólo lo hacían crecer más y más.
Ambos polos de la pirámide, sin embargo, tal vez lo único que tenían en común era su habilidad de sangre de tomar forma híbrida del felino o can que proviniesen de familia.
Nacido de una pareja Omega y Beta esforzada, lo amaban de igual forma como a sus hermanos, sin excepciones. Ambos murieron frente a él mientras que imposibilitado por su temprana edad (cortos 5 años) no pudo hacer nada más. Sus hermanos y hermanas omegas mayores fueron violados y violadas frente a sus ojos, pudo ver en primera persona la desesperación de querer huir de aquellas garras inmensas sin mayor logro, vio cómo les quitaban la vida a esos ojos aguamarinos que alguna vez estuvieron llenos de anhelos y sueños, que alguna vez llenaban de calidez el hogar y hacían completos sus días, vio cómo se apagaban de a poco hasta cerrarse para finalmente nunca más ser abiertos. Recordaba nítidamente el olor a sangre por las paredes, los gritos, las súplicas, y cuando finalmente su abuelo a punto de cerrar sus ojos abrazando a la muerte aseguró su vida ante la propia.
Había cosas vagas, pero otras muy marcadas y que siempre recordaría; como que provenía de un lugar repleto de nieve en las altas y lejanas montañas a las afueras de una ciudad beta. Era el segundo menor de ocho hermanos y a pesar de que algunos vivían vidas normales como betas, jamás faltó el cariño entre sí. Su madre era la omega que los había dado a luz y su padre un beta perteneciente antiguamente al Escuadrón de cadetes pero que se había retirado por su bien y no exponerlos. Su abuelo y sus hermanos mayores siempre cuidaban de ellos, los menores. Recordaba las noches cálidas con sus hermanos, todos juntos en una habitación, los felinos como él siempre eran cómodos para dormir y su pelaje calentaba a los betas que a veces enfermaban por el frío al que su cuerpo no aceptaba de buena manera.
Cuando ellos murieron, vagó solo escondiéndose entre la gente común de la ciudad más cercana que tuviera hasta su primer celo a los 10 años, luego, al ser descubierto, fue obligado a desertar vagando por las cercanías un tiempo para no encontrarse con depredadores alfas. Encontró una casa abandonada en lo alto del bosque camuflada entre los árboles, y ahí se situó en medio de la decadencia en la que estaba. Poco a poco la fue reconstruyendo nuevamente, pero al no poseer mucha fuerza como omega, le costó bastante poder terminarla por completo.
Yuri Plisetsky estaba solo. Y sentía que debía ser así, él lo sabía y así quería.
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Sintió el frío de la cadenita de plata de su cuello moverse y se encogió en sí, el peligro lo olía en todas partes, la amenaza la sentía vibrar en todos lados.
Era un chico de suaves y lacios cabellos rubios, con expresivos pero fieros ojos que se confundían entre celestes y verdosos, siempre filosos y fríos como la nieve, receloso, desconfiado, arisco y esquivo, solitario y tranquilo que no se dejaba pasar a llevar. Pero por sobretodo: herido; Yuri estaba profundamente herido por la soledad que amaba.
Inconscientemente llevó sus manos a su cuello donde el tacto tibio con un collar antimordidas para no ser marcado le llevó a la realidad; abrió los ojos de golpe pero no se movió. A su lado había alguien.
—Despertaste al fin — La voz de un hombre.
Aun así no se movió, desde su ángulo (y de espaldas al desconocido) visualizó dónde estaba: una habitación de paredes blancas con detalles de un sutil marrón, se veía bastante grande, el tacto que tenía era suave y entonces se dio cuenta de que estaba recostado de lado sobre una espaciosa cama.
Temió lo peor, así que movió sus piernas reincorporándose y de inmediato tocando su cuello. La calma llegó cuando notó que estaba con ropa y ningún asqueroso colmillo marcado en su piel, aún utilizando el collar la desconfianza lo invadía.
Miró a quien se hallaba a su lado. No recordaba ni mierda ni sabía qué carajo estaba pasando pero su mirada fría no cambió.
—Entiendo que estés confundido, llamaré a Viktor para que te aclare la situación. — El hombre se paró y caminó con una elegancia pulida, que no dejaba de ser masculina y atractiva, hacia la puerta por la cual salió.
—Dónde mierda estoy... — Susurró para sí.
Sabía de casos en los que se robaban a los omegas para así luego llevarlos al tráfico, violarlos, o lo que fuera pero con malas intenciones. Muchas farmacéuticas, a las cuales acudía en las ciudades para comprar sus pastillas y supresores, le hablaban advirtiéndole que se cuidara. Quizá ellas eran lo más cercano a la palabra "agradable" que Yuri había conocido desde que le quitaron a sus pares.
Se puso de pie y tocó su pálido cuello cuidando de la pequeña medallita que colgaba de él: un copo de nieve de plata, un recuerdo de su padre.
Inspeccionó desconfiado la habitación. Como había previsto era bastante grande, algunos muebles de mármol la adornaban y a la derecha un gran ventanal hacía de pared dando vista a un lugar con unos pocos árboles y repleto de...
—Nieve — Sus ojos se iluminaron y se acercó corriendo al vidrio.
Apoyó sus manos en el frío ventanal regocijándose por la temperatura más baja ahí. Sin embargo, poco le duró la emoción, tuvo que hacer uso de su estoicismo nuevamente cuando sintió los pasos de alguien fuera de la puerta, gruñó por instinto.
—Tranquilo Plisetsky. Me presento, soy Viktor, él a mi lado es Otabek — Dijo la segunda persona desconocida para el chico, Yuri lo olió de inmediato: dos alfas. Su naturaleza le dictaba salir de ahí por ser un lugar peligroso, pero su carácter le hizo gruñir más amenazante no dejando a ninguno acercársele, él no se achicaría ante ninguna de esas bestias. — Que niño tan fiero... ¡Y eso que te salvamos la vida! — dijo con gracia el hombre al que Yuri tachó de inmediato como: anciano —Verás, Yuri, iré al grano: tú tienes algo que nos interesa — continuó caminando hacia un sofá que se hallaba a los pies de la cama — El tráfico es algo común por la falta de víveres, sobretodo en nuestro caso, ya habrás notado que solo somos alfas. No te mentiré; estamos metidos en el mercado negro y somos una gran influencia en él y últimamente se está traficando mucha piel híbrida.
Dejó de gruñir pero estaba engrifado por completo, sentía el vello de su nuca erizado. Claro que sabía de todo eso, no tenían que decírselo como a un niño, lo que él no sabía era qué diablos pintaba con todo eso. A pesar de que la matanza era algo contra sus principios, la muerte de bestias como los alfas no le provocaba nada debido a su aborrecimiento hacia éstos, una bonita piel de tigre en el suelo tenía bastante estilo y lo debía admitir.
—Pero hay muchas especies en peligro de extinción y su piel es muy codiciada ¡Qué ironía! quieren las pieles de seres escasos cuando aquello sólo los aniquilaría por completo. Pero al punto: vivías en las montañas nevadas de una ciudad ¿no? — Yuri no dijo nada — Pues hay un felino en esas cercanías que nuestros clientes están pidiendo cada vez más y la paga no es nada mala... Para nada mala, ¿sabes cuál es?
Yuratchka, corre.
Las últimas palabras de su abuelo le dieron como un balde agua congelada.
Sabía qué diría.
—Una leopardo de las nieves.
Sí. Claro que lo sabía.
¡Gracias por leer!
