Cuello
Mordió su labio, miró la ventana, el sueño comenzaba a atormentarlo, sus ojeras eran terribles y más con su lechosa piel. Movía su pie descalzo sentado frente al ventanal una y otra vez. Su estómago ya no gruñía, sino que dolía por lo vacío que estaba, con suerte tomaba agua y casi ni iba al baño más que para bañarse, aquel desierto estómago no tenía nada que botar, solo necesitar.
Salivaba a cada rato cuando su comida era traída, y el séptimo día no aguantó, o más bien, Otabek no aguantó.
El alfa tomó la bandeja y en vez de dejarla sobre la mesa de centro como siempre, se acercó peligrosamente al rubio.
Yuri le gruñó y se engrifó completamente, pero Otabek por primera vez impuso su lugar como alfa y habló duro, sin titubeos y ninguna pizca de rodeo. Al grano.
—Abre la boca.— Intentó tocarlo, pero Yuri se alejó, asqueado. Su mirada se volvió severa cuando intentó tomarlo nuevamente y el rubio le rasguñó el dorso de la mano dejando marcado tres garritas con una fina línea de sangre saliendo de ellas. —Plisetsky, la letra con sangre entra.— no quería ser bruto con el chico, pero este no le dejaba opción.
En una llave complicada, inmovilizó al rubio cruzando sus propias piernas por torso desde su espalda, dejando sus brazos hacia abajo inmovilizados. Así tomó el mentón del rubio posicionando su cabeza pegada a su hombro, apretó el encaje de su fina mandíbula con fuerza haciéndola abrir a la fuerza y metiendo por completo una cucharada repleta de comida.
Yuri se removía, pataleaba y rezongaba, intentó morderlo pero no pudo, odiaba la sensación de sentirse inmovilizado, de sentirse apresado por alguien más, apresado por un asqueroso alfa. Pero por más que intentó zafarse no lo logró, la fuerza de Otabek era casi bestial comparada a la suya y su débil cuerpo por -además y justamente- no haber estado comiendo bien. Otabek cerró su mandíbula en el mismo ángulo y apretó su nariz tapándola por completo, sin dejarle opción más que hacer bajar la comida por obligación, era eso o morir ahogado.
Y la verdad... la comida sabía demasiado bien.
Repitió la acción con la misma fuerza unas siete veces más hasta que de a poco (pero sin dejar de usar la misma técnica) fue bajando la presión aplicada. Luego de no más de 10 minutos Yuri había acabado todo su plato.
—Suéltame, apestas— le miró de soslayo hablando por primera vez.
La voz del rubio dio un vuelco el pecho de Otabek, quien necesitó un par de segundos para reaccionar a la (más que petición) orden del omega que se separó de inmediato de él, lo fulminó con la mirada, tomó un cambio de ropa y se fue a encerrar en el baño. Por unos momentos Otabek temió que el chico vomitara la comida a la fuerza, pero no escuchó nada por unos segundos, solo silencio.
Dentro del baño, Yuri comenzaba a quitarse la ropa de forma errática y casi torpe, sentía el olor de Otabek por todos lados de su cuerpo y no le agradaba para nada, estaba tan jodidamente molesto, ¡No era un crío para que el mayor lo agarrara de ese modo y le metiera la comida a la boca por la fuerza! Por su mente pasó la idea de devolver la comida, pero desistió, muy dentro de él sabía que era necesaria y que tendría que empezar a comer sí o sí si no quería que nuevamente lo pescaran de la misma forma.
Llenó de agua y se sumergió del todo, hundiéndose unos segundos por la amplia tina aguantando la respiración.
Cuando era pequeño, recordaba haber temido en un principio de Ganya, el alfa de Anna, pero con el tiempo el chico, dulce casi como un omega, se había ganado su cariño. Rebosaba un aura tranquila y suave, fue el único alfa que simpatizó con él en toda su vida. Recordaba que incluso solía bañarlo a él o a Dema, recién nacido; amaba a su hermana a pesar de su carácter difícil y lo agresiva que se ponía a veces, (cáracter que al parecer venía de familia) y siempre estaba dispuesto a ayudar en el hogar, sus demás hermanos también lo consideraban como uno más de la familia.
... No estaba respirando, cayó en cuenta, salió del agua rebalsando un poco la tina y respirando bocanadas de aire. Se había ido por las ramas.
—Tengo que salir de aquí —Dijo al fin. Miró a una ventanilla que servía para la ventilación del baño.
Ya seco, ya vestido, se asomó por la susodicha. No era muy grande, pero tras estudiarla supo que con su flexibilidad podría salir fácilmente. Miró como un gatito por ella y claro, el inconveniente era la altura. Sin embargo, se percató que a unos metros más allá había una escalera de emergencia delgadísima y casi imperceptible, y la pared tenía un pequeño doblés por el cual podría deslizarse apegada a ella hasta la escalera.
—¿Yuri? —Sintió la voz de su cuidador al otro lado, miró asustado, por suerte había cerrado con pestillo — ¿Yuri, estás bien?
—Muérete— Ahora o nunca.
Sintió la voz del azabache otra vez, pero ya estaba atravesando la ventana despacio, con un poco de miedo por no llegar a ser lo suficientemente liviano como para romper el vidrio y caer. Soltó un suspiro cuando el frío le golpeó con una ráfaga de viento mientras su húmedo cabello se balanceaba, echó un rápido vistazo hacia adentro una vez más y notó que Otabek estaba forzando la puerta mientras le llamaba.
— Realmente, muérete, alfa idiota. —Miró hacia abajo y tuvo que apretujarse más a la pared. Al menos quince metros le aseguraban una caída bien fea —Pero los gatos caen de pie... caen de pie... — se decía entre murmullos mirando hacia arriba, en el caso de que resbalara. Se deslizó despacio y susurrando palabras de coraje para llegar finalmente a la escalera.
—¡Plisetsky! —Otabek se asomaba por la ventanilla, el susto que lo sacó de su concentración hizo que su pie derecho pasara de largo. -¡Yuri!
En un saltito improvisado y casi desesperado, alcanzó a agarrarse del bordecillo de la escalera, subiendo a penas con sus fuerzas, logrando ponerse a salvo afirmado de la baranda como si la vida le fuera en ello. Miró a Otabek, jadeante del puro susto que le había hecho pasar.
—¡Te dije que te murieras!
—Maldita sea... — Se alejó de la ventana y entonces Yuri comprendió que no tenía mucho tiempo para salir de ahí.
Bajó las escaleras afirmado del pasamanos, cada segundo valía oro. Al final de las escaleras miró hacia todos lados reconociendo territorio, estaba casi todo cercado con cámaras. "Mierda, mierda, mierda". Escuchó barullo y ladridos por todos lados, comenzó a correr ahora sintiendo la adrenalina tomarlo e impulsarlo a huir, pero el lugar era jodidamente grande y no sabía por dónde.
Los gruñidos se escuchaban cada vez más cerca, aquello sólo lo desesperaba y comenzaba a llenarlo de pánico. Como el día en que sus hermanos murieron.
Se mordió el labio, estaba a punto de sollozar de puro miedo sin saber a dónde ir. Pero no iba a llorar, se retuvo a hacerlo.
—¡Ah! — Una puntada en su tobillo lo hizo trastrabillar y adelantar su paso.
Finalmente sintió un peso cernirse sobre él tumbándolo en la nieve y el instinto le hizo encogerse cubriendo su cuello con ambas manos, clavando sus uñas en él por el escalofrío que le producía esa posición y el aliento del can sobre él. Volteó rápido quedando cara a cara: un lobo le acechaba con la mirada
— No me toques, bestia — haciendo homenaje a la defensa personal que le había enseñado su hermana, le propinó un rodillazo en el abdomen seguido de un puntapié en el muslo haciéndolo chillar.
Se alejó unos metros arrastrándose debajo de él y aún con las manos cubriendo recelosamente su cuello se quedó mirando con rabia a quienes ya finalmente lo habían pillado. Viktor caminaba hacia él mientras le miraba con el ceño fruncido y una mirada reprobatoria, pero primero se acercó al lobo que había golpeado cerciorándose de que su pierna estaba bien, balbuceó un "buen trabajo" y ordenó a sus hombres que lo llevaran dentro para curarle ese golpe que lo había aturdido. Sólo después de ello se acercó a Yuri.
—Te dije que te quedarías ahí, te di un buen trato, te estamos cuidando para que cooperes con nosotros ¿Qué no entendiste de todo esto?
—La parte en que mi puta opinión es escuchada. — Escupió de inmediato.
Sintió la presencia de otro animal acercarse a la vuelta del edificio. Un gato negro inmenso se acercaba calmo pero con un aura amenazante.
—La opinión de un omega no es muy válida en estos días, incluso su trato es inhumano, deberías agradecer que al menos te estamos tratando como una persona —Hizo un gesto con la cabeza a la pantera negra que se había acercado— Otabek, llévalo de vuelta. Lo pasaré por alto esta vez, pero olvida que habrá una próxima.
—Deberían morirse —Lo detuvo antes de irse— Todos ustedes, deberían morirse ¿De qué jodido trato me estás hablando? ¡Me tienes encerrado día y noche, maldita sea, no sé nada de lo que te tienes en mente y no sé nada de esos gatos! Viktor, admítelo, sólo tienes miedo de morir patéticamente, en el fondo sabes que morirás solo.
Viktor se volteó enfurecido, ningún omega lo iba a ultrajar de esa forma. Le tomó del cuello aprisionándolo
— Olvidas que tú también morirás algún día.
—No lo olvido. Sólo tengo aceptado morir más dignamente que tú, perro pulguiento —Forzó más el agarre de su cuello estrángulándolo. Yuri soltó un quejido y desviando la mirada se topó con los ojos del gato negro a su lado que comenzó a gruñir, advirtiendo a Viktor. En un parpadeo, ya era Otabek otra vez.
—Viktor, lo vas a matar — Posó su mano en el brazo del peliplata, haciéndolo entrar en razón y finalmente haciendo soltar al rubio a regañadientes que comenzó a toser, respirando dificultado.
—Llévalo de vuelta. —Volvió a ordenar, mirando esta vez al pelinegro —Vigílalo para todo. Hasta cuando entre al baño, no lo dajarás solo en ningún momento, ¿entiendes?
Miró de soslayo al rubio que acariciaba su cuello.
—Sí. Comprendo.
Cuando los dejó solos se acercó a ayudar a Yuri. Se inclinó a su lado sin importarle mucho si le molestaba o no, él tenía una orden que cumplir.
—Le recuerdas a su pareja — dijo de pronto—Él también era obstinado—Yuri lo miró jadeando aún por la presión que había recibido su cuello.
—Eres raro, púdrete—Sin embargo, el mayor se lo tomó con gracia.
—Lo sé — Lo alzó de pronto en brazos, sorprendiéndolo.
—Agh, ¡Suéltame! —Reclamaba, pero el otro simplemente no hizo caso.
—¿Cómo piensas caminar con un tobillo malo?—preguntó comenzando a andar, entonces verlo de tan cerca a Yuri le cohibió. Un cierto brillo amable se asomaba en sus ojos chocolate, la mirada aburrida de pronto entonces comprendió que sólo era una fachada. Detrás de aquel chico envuelto en cosas turbias, quizá había un chico de buenos sentimientos. Desde su punto de vista vio la línea firme y masculina de su mandíbula, el cuello de su camisa semi abierto dejaba a la vista la piel de su cuello en el cual se marcaba su manzana de Adán—¿Tienes algo con estudiar a la gente en silencio? —Bajó la mirada de pronto ya sin dejar a Yuri esconder su sorpresa, el omega se encogió en él mismo y desvió la mirada mordiéndose la mejilla por dentro.
Caminaron por algunos pasillos y escaleras, entonces Yuri notó que donde lo tenían era más bien una mansión gigante en medio de la nada. Uno que otro hombre con traje al igual que Otabek se paseaba por los corredores. Cuando llegaron a la habitación que se suponía ahora era de Yuri, fue bajado despacio.
— ¿Puedes solo?
—Sí.— Respondió cortante, pero a penas se soltó del mayor y pisó con el pie malo, sintió perder el equilibrio y tuvo que afirmarse del brazo de Otabek otra vez.
— Me parece a mí que no. —Yuri lo miró con el ceño fruncido, pero a Otabek le valió mierda de nuevo, llevándolo otra vez directo al pie de la cama—Quítate la ropa y... no me mires así, no en ese sentido — apuntó su tobillo, mientras se volteaba al armario para buscar en las repisas de arriba el botiquín que se suponía que debía estar ahí.
Yuri no supo bien qué hacer, ¿tantear terreno con Otabek? ¿O seguir siendo terco y desconfiado con él?... ¿cómo era siquiera que ese hombre podía tener tanto control sobre sí frente a él, un omega?
De a poco se deshizo de su pantalón, bajándolo rápidamente y cuidadoso de no soltar muchas feromonas. Cuando sus lechosas piernas estuvieron al descubierto junto con todo lo demás, procuró poner la manta a su lado sobre sus muslos, cubriendo lo mejor posible aquello que no fuera su tobillo.
—Pásame el pie— dijo Otabek arrodillándose frente a él, tomó con cuidado su pie y su sólo tacto lo puso extrañamente ansioso. Era demasiado cálido en comparación a la temperatura de su cuerpo, acostumbrado a siempre estar frío. — Tienes hinchado aquí.
—Que inteligente — rodó los ojos obvio.
—Y el hueso de aquí —Yuri hizo una mueca soportando el dolor que le estaba provocando el tacto — Piensa en algo lindo—dijo de pronto.
—¿Eh? — Un crujido súbito. Soltó un gritito que se aguantó mordiendo el labio. Otabek había enderezado no se qué diablos en su tobillo haciendo que su pecho saltara con el dolor que le había provocado. — Maldito... — decía con un hilo de voz — te odio, te detesto — chillaba despacito con la voz aguda, aguantando las lágrimas.
—Se había corrido, tenía que arreglarlo — Lo miró, un poco de preocupación apareció en su tono —Deja de morderte, tienes manías muy masoquistas de tratarte. —Yuri supo que no sólo lo decía por eso, sino porque había dejado de comer anteriormente y por no permitirse dormir o hablar. Tomó una venda de la caja y envolvió el tobillo en él. — Acá también, te quedó un moretón, ¿Quieres que le aplique algo o...? — Iba a tocar con la yema de sus dedos la marca morada en el pálido cuello de Yuri, pero de inmediato este mismo le pegó un manotazo.
—¡No! — exclamó de pronto con pánico en su mirada —No me... el cuello, el cuello no — La misma posición con sus manos cubriendo su cuello había vuelto, sorprendiendo un poco a Otabek.
—Bien, no haré nada— Se puso de pie otra vez, extrañado por la acción, tomando distancia del alertado omega— Te prepararé otro baño, Yuri.
¡Gracias por leer!
