Pelaje
—Viktor ya se comienza a cansar, Yuri, debes cooperar con nosotros— Otabek le miraba con los antebrazos apoyados en sus rodillas y sus manos entrelazadas— mientras más rápido hagamos esto, más rápido te dejaremos ir.
—Estoy con las bolas llenas de su gato de mierda—atacó de inmediato—Ya les he dicho que no sé nada y si me siguen preguntando, maldita sea, ¿qué quieren que les diga? Si no-sé-nada.
—Entonces de dónde vienes realmente—le miró amenazante—Si no vienes de la zona en que el leopardo de las nieves habitaba, ¿de dónde vienes realmente?
—De la ciudad de abajo, cerca del bosque — no se inmutó para nada al mentir —Si me cogieron a mí entonces también pudieron agarrar a otros de ahí.
—La ciudad Gamma (*), esa ciudad que tú dices, cayó hace cinco años, los alfas lograron atravesar sus muros y devoraron a todos, ahora no son más que escombros... ¿Dónde estabas tú en ese momento? Tengo entendido que tienes 17, ¿Cómo te salvaste con mediocres 12 años?
Mierda. Eso no lo sabía.
En aquel tiempo él ya había abandonado su zona natal y nunca volvió a saber de aquellos lugares. Que su propia mentira haya creado luz para una verdad desconocida que no coincidía con sus hechos hizo que su cerebro casi reventara por la presión de crear una respuesta rápida.
—Mi abuelo se sacrificó para salvarme. Mi abuelo omega, también, un gato montés, como yo. Dejó que lo mataran para que yo tuviera tiempo de correr — Una mentira-verdad a medias. Notó la tensión que se creó en el ambiente —vagué un buen tiempo hasta que me situé en una cabaña y eso hasta que ustedes me encerraron aquí. Nunca tuve contacto con ningún leopardo, que viviera cerca de las montañas no significa que viviera con ellos.
Otabek suspiró, era una buena coartada que, a pesar de no saber su credibilidad, sonaba bastante razonable. No quiso sacar más el tema, Yuri ya se veía muy irritado y supo que el que le obligaran a nombrar a alguien anexo a su propósito de estar ahí, como su abuelo, solo lo había hecho enojar más.
Su ceño estaba totalmente fruncido, a pesar de que el cabello rubio le tapara casi toda la cara, una pequeña porción de la orilla de su suave perfil se veía. Se fijó en sus manos que enterraban sus uñas en sus muslos abrazados a su pecho. Aquel niño sí que era una bomba de tiempo. Grosero, malhablado, recatado al punto de actuar demasiado reticente, orgulloso con una fuerza de voluntad inhumana y casi contrario a cualquier omega que Otabek hubiera conocido. Contrastaba con sus facciones pulcras y bellas, como si fuera pacífico y sumiso.
—No estaré por aquí durante un par de días —sintió necesario comentar.
—Me alegra. No tener tu molesta cara vigilándome suena bi...
—Te cuidará alguien más.
Yuri se alertó. No quería que nadie más lo cuidara, no porque le agradara el kazajo, sino porque no sabía si aquel otro cuidador tendría el mismo instinto calmo con un omega como Otabek. Y no había ninguna posibilidad de que no fuera un alfa quien lo vigilara.
— ¿Por qué?
—Tú sólo eres una carga más en mi trabajo— el rubio arrugó la nariz, ¿una carga? se sintió algo lastimado, pero no dijo nada— Tengo más cosas que hacer fuera de este lugar.
—Bien.
—Sólo serán unos días y...
—Dije que bien— le miró feo—No tienes que darme explicaciones, no las quiero.
Y ahí terminó la conversación del día.
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No le gustaba. No, para nada.
Aquel hombre de mirada lasciva no lo convencía para nada. Asco, eso era lo que Yuri sentía, asco y repulsión a esos ojos que brillaban cada vez que se topaba con los suyos, dándole una descarga de escalofríos en su espina dorsal. Le sonreía sugerente y eso sólo aumentaba su odio.
—Yuri él es Chris, Chris él es Yuri. Espero que al menos tengan una convivencia pacífica— habló Viktor mirando con una ceja alzada a Yuri, obviamente refiriéndose a él más que nada, cuando realmente era en Chris en quien debía reparar.
Plisetsky no dijo nada, sólo miró enojado a Viktor que de inmediato se puso a discutir un par de cosas con aquel tal Chris. Al no recibir más atención, miró a Otabek, a un lado, el chico había guardado silencio todo ese tiempo. Mantenía su rostro estoico y los brazos cruzados, Yuri se sorprendió cuando notó que el chico también lo observaba.
—Robaré a Yuri por unos momentos—avisó recibiendo una seña afirmativa de Viktor con la mano mientras seguía explicándole al rubio maduro la pauta de vigilancia para el rubio.
Abrió un poco el ventanal y lo miró serio, haciendo un gesto con la cabeza para que saliera al balcón de la habitación. Yuri, a regañadientes, obedeció.
Cuando salieron, la pantera volvió a cerrar el ventanal y se volteó hacia Yuri que de inmediato reclamó:
—No me agrada ese imbécil. Cámbialo.
—Yuri, a ti no te agrada nadie— dijo rodando los ojos — pero, la verdad, a mí tampoco me agrada Chris, y aunque no me creas intenté decirle a Viktor que lo cambiara por otro, pero ya sabes, sigue enojado contigo por no estar siendo de ayuda ¿ves? te lo dije: si hubieras cooperado con nosotros ese tipo no estaría aquí.
—Hey, bastardo, alto ahí. A mí nadie me dice qué hacer ni menos tú, no me vengas con tus putadas de "te lo dije", como si fueras mi madre.
— Como sea— olímpicamente ignoró cada insulto. Miró de reojo por el ventanal y notó que Chris los miraba, volteó y bajó la voz, pero no lo demasiado como para que Yuri no lo escuchara— Yuri, debes tener cuidado con ese tipo.
—Wow, qué observador—rodó los ojos mientras se afirmaba de la baranda al lado de Otabek.
—Plisetsky, es en serio— insistió mirándolo con las cejas fruncidas, solo entonces fue cuando Yuri se sintió cohibido y miró enfurruñado hacia el frente, apoyando su rostro de muñeca en la palma de su mano, como quien acepta orgullosamente y sin querer hacerlo un consejo de sus padres—No dejes que se te acerque, Chris es alguien peligroso y no tendrá control con un omega bonito como tú...
Bonito como tú.
Otabek cerró la boca de golpe. ¿Eso había salido de su boca? Intentó hacerse el tonto, pero no pudo pasar por alto la tensión que había provocado en el menor a su lado.
Yuri se removió y evitó el rostro ajeno. Un extraño revoltijo en las tripas del omega se hizo al escuchar tales palabras de Otabek. Le había dicho bonito.
—Bueno... como te decía — tosió y retomó la palabra — no te descuides frente a él y no hagas nada tonto como insultar, fastidiar o incluso levantarle la voz. Él no te aguantará todas tus mañas sin hacer algo al respecto. No hagas movimientos que puedan dar a entender dobles sentidos...
Yuri volteó incrédulo.
—¿Qué quieres decir con eso? — ¿movimientos en doble sentido? ¿cuándo él había hecho algo como eso?
—Cuando acaricias tu cuello se ve bastante mal, Yuri — el alfa recibió un golpe en el brazo de un enojado gato.
Yuri sintió el rubor en sus mejillas. ¡Claro que no lo hacía con esa intención, Otabek idiota! ¡¿Y cómo que se veía mal?! ¿no que recién le había dicho que era bonito?
—Se ve mal en el sentido de que pareciera que te estás sugiriendo— aclaró de inmediato — además, vamos, no me digas que es muy normal que tenga que taparte cuando tomas siestas porque te subes la ropa dormido, o que cuando te muerdes los labios inconscientemente no es provocativo, incluso ese... ese gesto que tienes de tirar tu cabello a un lado se ve bastante coqueto.
Le miró con cara obvia de "¿tengo la razón o no?" sin opciones de recibir una negativa. Yuri se coloreó rojo hasta las orejas, de vergüenza, de enojo y de pena, porque realmente y como decía Otabek, todo eso lo hacía inconscientemente y eran puramente acciones de un omega insinuándose frente a alguien, en este caso: Otabek.
—¡No me llames anormal cuando el único raro aquí eres tú!— Otabek le hizo una seña para que bajara la voz.
Calló de golpe y dejó de mirarlo, sentía demasiada vergüenza encima como para darle la cara ¡maldito sea el día que nació como omega!
Otabek notó lo que había provocado en Yuri así que, sintiendo un poco de culpa, paró. Pero realmente en lo profundo de sí, sinceramente quería que Yuri se cuidara de Chris. Él mismo sabía lo peligroso que había sido y seguía siendo ese tipo. También tenía en cuenta de que el problema también iba de parte de Viktor quien no toleraba el comportamiento sublevado de Yuri y no había cedido a su petición cuando le pidió cambiar a Chris.
—Sólo ten cuidado con él y no hagas nada de lo que te mencioné, es por tu bien.
—Cállate, no tienes que hacer el intento de cuidarme— aún se encontraba lo bastante avergonzado como para no mirarlo.
—Aún así sigues estando bajo mi cuidado, ese tipo sólo es un remplazo.
—¿Tu cuidado?— bufó —vigilancia, querrás decir. Sólo soy tu trabajo.
Otabek no respondió, en parte tenía razón, pero ¿acaso no se estaba refiriendo a lo que le había dicho la tarde pasada sobre ser una carga? No. Quizá era solo una coincidencia.
Se quedaron un rato en silencio mirando a la nada. Yuri se intentaba distraer con la gentil llovizna de nieve que caía y golpeaba sus desnudos brazos, adoraba sentir el frío en la piel como nada en el mundo. No podía salir muy seguido al balcón porque creían que podía hacer otra estupidez como la que había intentado cuando trató de escaparse por la ventanilla del baño (la cual habían sellado, por cierto).
—¿Cuándo volverás?
Otabek lo vio de soslayo.
— Creí que no querías explicaciones— dijo divertido.
—Ugh, ya, bien, no las quiero—respondió, otra vez irritado.
— En dos días más, tal vez tres.
Yuri iba a preguntar algo más, pero sintió el ventanal ser abierto.
—Otabek, nos vamos en quince minutos— dijo Viktor devolviendo sus pasos hacia dentro y finalmente fuera de la habitación junto a Chris, quien tenía que acordar un par de cosas más junto a él.
Yuri miró con hastío a Otabek, quien comprendió de inmediato a qué iba esa mirada
¿En serio tengo que quedarme con ese tipo?".
—Soy la mano derecha de Viktor, no puedo quedarme, Yuri.
—No te pido que te quedes, no te creas tanto, sólo... — arrugó su nariz—no quiero quedarme con él.
—Si haces lo que te dije irá bien, o pasable, al menos.
—Juro que si intenta algo raro le rasguñaré toda la cara.
—No lo pongo en duda, Plisetsky.
...
El sutil olor a Otabek quedó en el aire pero comenzaba a ser despojado por la cargosa esencia de Chris que para Yuri no era nada agradable. Había intentado meterle conversación pero hábilmente su huelga de no hablar reanudó su camino y no había dicho palabra desde que quedaron a solas. Había comido pero se negaba a dormir, a duras penas y con mucho esfuerzo lo hacía frente a Otabek y no pensaba hacerlo frente a otro alfa más.
En todo momento sintió la mirada del contrario sobre él y eso sólo lograba ponerle los pelos de punta, tanto así que usó su cabello para tapar la visual hacia el hombre que sonreía cada vez más cuando se removía inquieto.
—Vamos pequeño Yuri.
Maldición, maldición, maldición. Odiaba desde lo profundo de sí que le llamara así, pero se negaba responder e incluso estaba siendo recatado como Otabek le había dicho con lo de las miradas asesinas.
— Debemos llevarnos bien.
Ni en sueños se llevaría bien con esa cosa asquerosa.
Sintió que el alfa se ponía de pie y caminaba hacia él. Apretó sus piernas hacia su pecho y se encogió en él mismo, pero no lo miró. Chris se sentó a su lado y un escalofrío asqueroso lo hizo retorcerse cuando un jadeo a modo de risa salió de sus labios.
—Si te llevas bien con Altin, lo puedes hacer conmigo. Ya sabes, él es un tipo más frío y yo...— estiró su mano hacia su cabello pero Yuri le dio con una sola severa mirada para que se detuviera y eso causó la gracia en el alfa — yo soy más cálido.
Aprisionó uno de los brazos de Yuri, quien de inmediato quiso quitárselo, pero el agarre era demasiado bruto y posesivo. El pánico se sembró de inmediato cuando sintió la otra mano de Chris acariciarle la mandíbula.
—¿Ves? Nuestra temperatura es distinta, si quieres puedo calentarte— Ofreció con un tono inocente demasiado cargado a lo obsceno.
Tiró nuevamente su muñeca asqueado, tiró su cuerpo hacia atrás también intentando zafarse de la presión del agarre que seguramente ahora estaba dejándole una fea marca rojiza. Al ver que el hombre se negaba a soltarlo no tuvo más opción, lo rasguñó con la diestra libre y sabiendo que aquello alteraría al alfa, una vez suelto y este quejándose por la marca, corrió a encerrarse al baño.
—¡Yuri! — Chris se paró intentando controlar su enojo.
Del otro lado, el rubio cerró de inmediato con seguro y apoyó la espalda contra la puerta como si su poco y casi inútil peso lograse retener al alfa que ahora golpeaba enfadadísimo. Se dejó caer de a poco, escuchando las maldiciones del hombre al otro lado de la puerta. No, no saldría por nada del mundo, que lo sueñen, no con ese hombre allí.
Cuando las maldiciones e insultos cesaron de a poco se permitió soltar una bocanada de aire que había estado reteniendo del puro miedo. Alfas como él, así de impulsivos, eran los más tediosos y fácil de irritar sobretodo con un omega con la actitud nada sumisa de Yuri.
Sin quererlo realmente, extrañó a Otabek. Nada de esa mierda estaría pasando si la pantera estuviera ahí. Y obviamente tampoco si el miserable de Viktor no lo hubiera dejado con ese hombre.
Miró su muñeca adolorida y se fijó en el moretón con los dedos marcados de Chris. Seguramente lo rojizo prontamente quedaría morado.
Se encerró todo lo que restaba del día en el baño y no salió sino hasta la siguiente noche. No comió, no habló ni mucho menos vio a Chris, quien rencoroso por la marca que el rubio le había dejado, no lo dejaría pasar así como así.
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La mirada de Viktor iba clavada en el camino. Todos dentro del automóvil guardaban silencio y Otabek no era la excepción, por el par de años que llevaba trabajando con Viktor sabía que por más que el lobo lograra simular que todo iba bien, sus dedos jugando despacio delataban lo contrario.
El punto de encuentro sería una de las ciudades abandonadas tomadas por alfas y luego desocupadas por la intervención de los cadetes que los exterminaron. Era el lugar más seguro debido a que nadie se llegaría a asentar en las ruinas de una matanza.
Iban en vehículo meramente por comodidad para transportar cosas, porque realmente el combustible era difícil de obtener y casi nunca se movilizaban así.
Una mujer con el semblante sobrio y amargo los esperaba al llegar, se había presentado con el nombre de Lilia.
—Vayamos al grano, las pieles— la voz de Viktor sonó cruda. Otabek a su lado le resguardaba de cualquier movimiento en falso que la mujer pudiera hacer en su contra, ya les había pasado en otras ocasiones que intentaran pasarse de listos con ellos. Otros cuatro hombres tras Viktor cuidaban sus espaldas— Me gustaría tener todo el tiempo del mundo pero no es así.
—La fortaleza es nada sin belleza, muchacho, deberías aprender a ser más sutil—reprendió la alfa sacando de un gran bolso un par de bolsas negras.
Una mezcla de olores llegó al olfato de Otabek, quien hizo una mueca por la desagradable mezcla de omegas y alfas muertos y despellejados en esa bolsa. Ni aunque pasaran mil años se podría acostumbrar al olor de la muerte.
Lilia comenzó a desenvolver la primera bolsa, los ojos de Viktor brillaban con ansiedad y expectación. El olor se intensificó cuando el primer pelaje quedó al descubierto; Un lobo siberiano negro alfa, ni Viktor pudo aguantar el asco al ver a su propia especie como un bello y asqueroso adorno.
—No me sirven alfas, Lilia — sin embargo dijo — Muéstrame los omegas —dictó. La mujer asintió y separó otras seis bolsas pertenecientes a omegas.
—Debes estar consciente de que son más caras, no son fáciles de conseguir— Viktor asintió aún cuando no las iba a comprar.
Otabek mantenía el dorso de su mano sobre su nariz, intentando no oler más esa asquerosidad, no sabía cómo otra gente podía trucar bienes necesarios por tal atrocidad.
—Un gato montés —de pronto la mujer dijo mostrando una pequeña piel. A Otabek se le revolvió el estómago recordando a Yuri. La piel se veía joven, seguramente su ex posesor no superaba la mayoría de edad. Seguido dos pieles más de tigres de bengala, la especie más abundante. Un lince, un coyote y finalmente... — Esta piel duplica el precio, Viktor, muchos la han solicitado pero todo lo que ofrecen no alcanza a pagarla.
El lobo no dijo nada, cada vez que una bolsa era abierta sentía el corazón en la garganta. De pronto sintió sus manos temblar cuando poco a poco los nudos iban siendo sueltos.
—Un zorro ártico.
Se avalanzó a la piel cuando la mujer la dejó al descubierto. El miedo lo estaba consumiendo, la olió con insistencia intentando llegar a la esencia del ser que antes preciosamente la había lucido vívidamente. Apretó los puños, frustrado, aliviado, preocupado, con una mezcla en el estómago.
Miró a Otabek con desesperación en los ojos.
—No es él.
(*) Las ciudades cercadas por los betas (y para betas) tendrán nombres del alfabeto griego clásico.
¡Gracias por leer!
