Esencia

(Advertencia: violación)

.

.

.

No compraron ninguna piel, no, claro que no. No estaban ahí para eso.

Sin embargo, sí intercambiaron un par de bebestibles a cambio de información sobre dónde había conseguido la piel. La mujer estoicamente dio datos sueltos y ambiguos siempre recatada, pero información que al fin y al cabo sirvió para el Nikiforov. Ahora mismo se dirigían a la ciudad Kappa, en sus cercanías y camuflados por la naturaleza de sus afueras, la mujer dijo que un clan de alfas le habían vendido un par de esas pieles. No dio detalles de quiénes eran específicamente, ni cómo encontrarlos. Sólo la ubicación.

Otabek miraba por la ventana sumido por el paisaje que avanzaba rápidamente. Un escalofrío recorrió su cuerpo y se hundió más en su lugar y la bufanda que llevaba encima, él odiaba el clima frío, seguramente porque su animal híbrido pertenecía a la selva y al clima tropical.

—Llegamos — avisó el alfa en el manubrio.

Viktor fue el primero en bajar. Sus hombres, tras la orden del ruso, tomaron su forma híbrida y de inmediato comenzaron la búsqueda. Otabek se llevó la peor parte.

— Comenzarás a buscar por dentro de la ciudad — ordenó Viktor — Me encargué de que borraran tu historial, así que el Escuadrón no tiene ningún archivo de avistamiento contigo como alfa.

No podía reclamarle, él era el único en ese lugar con una voluntad de oro para no atacar a un beta o un omega. Viktor también podía contenerse, pero era distinto, él debía vigilar a sus propios hombres y vigilar tanto la búsqueda como que no se descontrolaran si se tentaban a atacar. Otabek era su hombre de más confianza y no dudaba en poner tal responsabilidad en él.

—Sospecharán si vas caminando, así que ten, lleva el automóvil y di cualquier excusa por estar fuera de la ciudad — le lanzó las llaves, tomó su propia forma híbrida, dejándolo de inmediato.

Mientras conducía a la entrada, no podía fingir, iba nervioso. Los cadetes no podrían descubrir su aroma así que no sabrían su especie, incluso llevaba una identificación falsa proporcionada por Viktor. Ese hombre sí que pensaba en todos los detalles.

Cuando llegó a la entrada, una decena de cadetes custodiaba el ingreso, otros siete yacían en las distintas y separadas torres de vigilancia y otros tres organizaban, aceptaban y denegaban la entrada.

—Identificación — preguntó uno de semblante duro. Otabek la extendió al instante y mientras el hombre corroboraba la información en el acta sobre su banco, preguntó — ¿motivo de ingreso?

—Viaje de negocios. — respondió simplemente.

—Con quién — le miró dudoso.

—Oh, no, vengo de realizar unos viajes de negocios. Vivo aquí solo.

—Bien — los dos cadetes de la oficina salieron para sacarlo del auto — lo siento señor Altin, primero debemos revisar el automóvil por si su llegada trae algún peligro para la ciudad Kappa.

Otabek se tensó unos segundos... Viktor no traía nada raro en el vehículo, que él supiera. Aún así se había puesto muy nervioso. Mantenía su mandíbula apretada y de brazos cruzados fingía estar de lo mejor.

Luego de un rato de tensión, dejaron ingresar al kazajo a la ciudad.

Estacionó en una pequeña calle. A pesar de que se les llamara "ciudades", algunas nunca superaban los dos mil pobladores. Contaban con instituciones tales como hospital, farmacias, colegios, algunos mercados a lo largo de su extensión, locales con lo necesario para vivir y por su puesto el Escuadrón como respaldo para su seguridad y buen vivir.

Caminó por las calles observando a la gente pasar por su lado sin saber cuán riesgoso era. Los niños pasaban jugueteándose entre ellos luego de la escuela con una sonrisa en sus rostros, algunos ancianos yacían sentados tomando los inútiles y nada calientes rayos del sol, disfrutándolos de todos modos con una charla amena. Pero la vista no era lo importante ahí, en su misión, sólo el olfato al final lo llevaría a su objetivo.

Pero nada parecía querer mostrar su esencia verdadera.

.

.

.

La segunda noche Yuri salió de su habitación para dormir en la suavidad que le proporcionaba la cama y no aquel frío y duro piso del baño. Se despojó de su ropa con lentitud y pesadez, se puso una muda y reparó nuevamente en la marca de su muñeca que ya se había cambiado de color en un feo moratón, el tacto le dolía. Suspiró, primero su tobillo y ahora su muñeca, menos mal que el primero ya había sanado y podía caminar bien.

Se acercó a la puerta del cuarto, se paró quieto un rato escuchando mejor lo que pasaba al otro lado de la puerta... y nada. Lo encontró extraño, pues, cuando la vigilancia la hacía Otabek, él siempre se encontraba fuera de ésta por las noches cuidándolo, incluso se había llegado a preguntar si siquiera el chico dormía. Tomó el pomo entre sus manos y despacio comenzó a girarlo, tiró de ella y cayó en cuenta de que estaba con llave. Bufó. Claro que no se la iban a dejar abierta.

Rodó los ojos y se fue a acostar. Destapó las cobijas y, una vez dentro, se tapó por completo haciéndose un ovillo, abrazándose a sí mismo. Tuvo la necesidad de sacar sus orejas y cola, pero tuvo que contenerse, no se podía poner cómodo, la mañana siguiente debía temprano encerrarse en el baño si no quería toparse con Chris.

Muy en el fondo, quizá, se encontraba más cómodo con Otabek. Parecía conocer sus mañas y su paciencia parecía inmutable.

...

Sintió una mano por sobre las cobijas.

—Vete a joder a otro lado, Otabek — dijo encogiéndose más en sí, creyendo que el kazajo lo estaba cubriendo con otra capa más de mantas, como solía hacer en sus siestas.

No obstante, reaccionó de golpe. Aterrado.

Aquella persona no podía ser Otabek.

Abrió los ojos inmediatamente, paralizado en su lugar. La mano insistía acariciándolo sobre la gruesa tela que lo cubría. Se comenzó a aterrar, el olor en la habitación no insinuaba exactamente a una sola persona. Habían más alfas. Entre ellos, distinguió a Chris.

El baño estaba demasiado lejos como para lograr encerrarse en él y, además, estaba seguro de que esta vez sí derribarían la puerta. Cerró los ojos de golpe, intentando no delatarse con su respiración angustiada. El ventanal se encontraba a su lado, si tan sólo lograba abrirlo estaba dispuesto a tirarse él mismo por esos diez metros de alto.

Su corazón latía desbocado.

Corre, corre, corre, corre, gritaba en su mente, pero simplemente no lograba moverse.

Sus ojos aguamarinos temblaban, mirando bajo las cobijas donde se suponía en camino recto estaba su escapatoria.

Una risita se escuchó.

—Yuri, despierta.

Fue el momento.

Se destapó tan rápido como pudo y sin mirar atrás chocó su palma con el ventanal, desesperado buscando el picaporte.

Pero fue demasiado tarde.

Una fuerza descomunal lo tomó de los hombros y lo empujó hacia atrás haciéndolo caer al suelo. Seguido, fue arrastrado del cabello y arrojado nuevamente a la cama, su espalda rebotando en el colchón junto a un quejido suyo.

El aire era denso, su nariz dolía. No le gustaba, estaba aterrado, tan aterrado que su instinto más fiero salió con todo.

Comenzó a gruñir y engrifarse como nunca antes, se acorraló retrocediendo, chocando su espalda con el cabezal de la cama. Frente a él dos alfas además de Chris lo miraban con lujuria, una sonrisa estúpida en sus rostros y feromonas llenando toda la habitación.

—Vamos a divertirnos mucho — reparó que Chris traía una copa de vino en su mano. Como si la función de teatro que se daría a continuación sería la más emocionante y atractiva del mundo. Aún era de noche, pero Yuri pudo ver con claridad aquel brillo vengativo en los ojos del rubio — Háganle lo que quieran.

Y, como si aquella frase fuera suficiente, uno de ellos tiró de su pie atrayéndolo nuevamente hacia él. Yuri le pegó una patada en el brazo, pero eso sólo provocó que su fuerza y rabia aumentaran.

—Vamos, puto omega, después de todo naciste para esto — le dijo uno, el cual Yuri no dudó en escupirle en la cara mientras seguía pataleando para que le soltaran.

—Vete a la mierda, asqueroso — bramó.

El alfa apretó la mandíbula, limpiándose con su muñeca.

—Cavaste tu tumba, maldita puta. Juro que te haré llorar.

Fue entonces cuando Yuri se sintió totalmente atrapado, entre ambos alfas le agarraron las manos y los pies, comenzando a sacar sus prendas rápidamente o prácticamente romperlas y tirarlas a cualquier lado de la habitación.

Se quejó, sintiendo sus ojos aguarse, pero sin permitirse llorar.

Todo su interior tembló horrorizado y aterrado. Sintió a flor de piel el pánico cuando uno de ellos abrió sus piernas, dejándolo expuesto en totalidad.

—¡YA PARA! ¡SUÉLTAME! ¡DÉJAME!

Sus gritos eran exasperados, pero solo lograban retumbar en las paredes y se perdían en el mismo aire nauseabundo que dañaba su nariz.

Por más que intentaba zafarse, los esfuerzos eran en vano. Eran más fuertes que él.

Manos ajenas apretando su pecho, recorriendo sus costillas sin cuidado alguno. Rasguñaban su cintura y sus muslos con fuerza.

Yuri comenzó a gritar, pero su voz volvía a caer en oídos sordos.

Comenzó a sentirse mareado, los sonidos se volvían distorsionados, como si estuviera yéndose en la desesperación.

Fue cuando sintió que alguien entraba en su cuerpo de golpe, sin preparación alguna, dañándolo, quebrándolo, una penetración en seco que rasgó su interior.

Sollozó anestesiado por el pánico. Si gritaba, ya ni él lo sabía, no podía siquiera escucharse.

Comenzaba a desmayarse cuando vio borrosamente a Chris sonriendo desde el sofá de la entrada, caminando nuevamente hacia él, desabrochándose la bragueta del pantalón.

Pestañeó.

Veía el techo saltar una y otra vez. Escuchaba jadeos y gemidos distorsionados.

Otro pestañeo.

Sus manos habían sido liberadas. Con dolor las arrastró, aprisionando su cuello.

Cerró los ojos.

Y finalmente no los volvió a abrir. No pudo.

Había sido violado, como sus demás hermanos.

.

.

.

—Entonces dentro de la ciudad no encontraste na... ¿Otabek? — Viktor le miró extrañado, de pronto parecía un poco ido — ¿Otabek? — puso su mano en su hombro y entonces espabiló. Lo miró despacio y asintió lento.

— Sí... se sintió como... — musitó, un mal presentimiento de pronto lo había aturdido. Meneó la cabeza — no, no es nada... ah, ehm, no, dentro de la ciudad no había nada y tampoco creo que pudiéramos encontrar algo, los cadetes tienen todo muy vigilado y los muros de la ciudad la rodean por completo sin ningún punto ciego.

—Nosotros tampoco encontramos nada — dijo uno de los hombres — al parecer el clan ya dejó estas zonas. Seguirán el recorrido quién sabe por dónde hasta la próxima temporada de invierno, cuando vuelvan por acá... pero ya habrá pasado un año.

Viktor suspiró frustrado, le estaba costando más de lo pensado y si era así no le quedaban más que esperar al próximo año y aquello simplemente no era una opción.

—Vele un punto a favor — Otabek interrumpió sus pensamientos — debe seguir vivo, aquella no era su piel, sabes que es inteligente. Se debe encontrar en alguna parte, hay que ser pacientes.

—Tienes razón. Yuuri es astuto — se intentó echar ánimos — creo que nuestro trabajo aquí ya terminó, volvamos.

El viaje de vuelta demoraría al menos medio día más así que el kazajo se preparó nuevamente para volver al clima más frío entre la nieve.

Una pequeña parte de sí insistía en preguntarse cómo se encontraba Yuri. Y aquella sensación de mal presentimiento lo invadió de nuevo.

— No debiste dejar a Plisetsky con Chris — le dijo de pronto a Viktor.

— Sólo fueron unos días — rodó los ojos — no había nadie de más confianza en la mansión.

— Pero sí habían más alfas... racionales.

— En mi familia el único más racional eres tú — rió con gracia — no hay otro más sensato y con más control sobre sí que tú. Así que realmente nadie más estaba calificado para cuidar de Yuri, pero yo realmente también necesitaba tu ayuda para estos días. Te juro que estará todo bien.

Otabek no supo discutirle. En parte tenía razón y en parte el presentimiento no quería dejarlo.

Conversaron más cosas triviales, Otabek ayudando a suavizar la preocupación de Viktor para con su fallida misión y también para hacer menos hostil el tiempo hasta llegar a la mansión. La mitad del viaje hablaron y la otra mitad no aguantaron el cansancio y se durmieron. Otabek temblaba a ratos por la temperatura pero no abría los ojos para no concentrarse en eso.

Cuando sintieron el automóvil detenerse de a poco notaron que ya habían llegado. Bajaron en la entrada, Viktor agradeciendo a sus hombres por su buen trabajo y de paso acompañando a Otabek para volver a la habitación del rubio.

Abrieron la puerta despacio, entrando Viktor primero.

—¿Qué tal, Chris? ¿Cómo estuvo todo? — preguntó al hombre que sentado en el sofá miraba una un viejo libro desinteresadamente.

—Viktor, todo muy tranquilo por acá. Ese chico sí que es un arisco, pero es una belleza en sí — Otabek se asqueó cuando el hombre guiñó.

—Eso es perfecto, ¿ves? — se volteó a Otabek — Chris es muy efectivo.

Altin asintió, pero para nada convencido.

— ¿Dónde está Yuri? — preguntó mirando por toda la habitación.

—Encerrado en el baño — cambió de página, echó un vistazo y la cerró dejándola en el revistero a su lado — Salió solo a comer y a dormir — subió y bajó los hombros.

Otabek encontró eso un poco raro, Yuri no hacía eso frente a los demás.

Cuando la guardia pasó nuevamente a sus manos, Viktor y Chris se fueron de la habitación. Se acercó a cerrar el ventanal que extrañamente se encontraba abierto dejando entrar la fría brisa. Seguido se encaminó a las puertas del baño, pero primero tocó.

—¿Plisetsky? — no hubo respuesta, volvió a golpear — ¿Yuri? — Esta vez lo llamó por su nombre, pero tampoco tuvo contestación.

Sólo por cerciorarse giró el pomo de la puerta, sabía que el chico ponía seguro al encerrarse ahí, pero de igual modo intentó y su extrañeza creció al abrirla fácilmente. Ingresó al baño y un olor raro le pegó una bofetada. Era el dulce olor de Yuri pero... como si lo hubieran alterado, en la habitación el miedo, el pánico, la repulsión y sólo sensaciones negativas lograban captarse.

—¿Yuri? — volvió a preguntar al no verlo en ningún lugar visible de la habitación — ¿dónde estás?

Siguió el olor del chico hasta atrás de la tina donde unos mechones rubios se asomaban. Yuri dejó salir un pequeño gimoteo miedoso al notar la presencia de Otabek.

Apretujado en sí, con un suéter solamente y una toalla en sus piernas, el chico apretaba su cuello por sobre el collar antimordidas que usaba siempre. Sus piernas temblaban incluso estando en el suelo. En esos ojos aguamarinos que lo miraron desesperado no había más que terror, pánico y asco.

—¿Cómo lo quito de mí? — preguntó confundiendo más de lo que ya estaba al kazajo — ¿Cómo quito este olor? — comenzó a rasguñar su cuello lo suficientemente fuerte como para comenzar a dejarse rojizo y alertar al mayor.

—¡Hey, hey, hey, no hagas eso! — le detuvo tomando su muñeca, notando de inmediato la mueca de dolor ante ese acto.

Yuri intentó alejarse y zafarse casi sin fuerzas, pero de forma insistente. Chillando como el gatito que era, rasguñaba sin llegar a lastimar a Otabek para que le soltara, el sólo contacto físico lo estaba volviendo loco y lograba hacerlo entrar en pánico de nuevo.

Sin embargo, Otabek volvió a tirarlo hacia él destapando su muñeca y dejando al aire el moretón horroroso que poseía en su muñeca. Frunció el ceño, sintiendo rabia. Sabía que ese bastardo de Chris no podía tramar nada bueno y... de pronto su propia vista le aturdió, porque si le había dejado un moretón incluso ese bastardo era capaz de...

Miró con los ojos bien abiertos a Yuri. El chico se intentaba separar sin ánimos, gimoteando, quejándose. Tenía lágrimas secas en las mejillas y al más mínimo movimiento soltaba quejidos.

Temiendo lo peor, y sintiendo su propio miedo crecer, olfateó la habitación en profundidad, seguido de la piel de Yuri.

La suave esencia, alguna vez virginal, se mezclaba con otras, confirmando su peor sospecha.

Sintiendo la cólera invadirlo, se paró enfurecido y salió de ahí.

Sabía que Chris era un hijo de puta, lo sabía, joder, lo sabía, ¡lo sabía, jamás debieron dejar a Yuri con él!

—¡Viktor! — Gritó el alfa lo suficientemente alto para llamar la atención de los otros hombres que hacían su trabajo por los pasillos. Pero sus compañeros guardaron distancia tan solo ver totalmente enloquecido al siempre calmado Otabek Altin.

La pantera se abrió paso hasta la oficina de Viktor, abriéndola de golpe, estampando la puerta y hasta casi rompiéndola.

El líder del clan lo miró atónito y con la boca abierta. A su lado, justamente Chris también lo miraba sorprendido.

El alfa más tranquilo de la casa ahora parecía un gato gigante enrabiado y a punto de matar al alguien.

No aguantando la ira, tomó a Chris y lo azotó contra el suelo.

—¡¿QUÉ MIERDA LE HICISTE?!


¡Gracias por leer!