Heridas

—¡¿QUÉ MIERDA LE HICISTE?!— gritaba mientras lo molía a golpes.

La cara rápidamente comenzaba a ponérsele morada, lo que sólo incitaba al Altin a golpear con más rabia recordando la pálida piel de Yuri.

Viktor logró reaccionar antes de que lo matara y lo tomó por los brazos separándolo con gran esfuerzo.

— ¡Bastardo! ¡Un omega no es tu maldito objeto! — intentaba soltarse para seguir golpeando al rubio.

—¡Otabek, tranquilo, maldición! —Viktor apenas si se lo podía, no sabía desde cuándo aquel chico tranquilo poseía tanta fuerza.

—¡¿Como voy a estar tranquilo?! ¡Sabía que no podía confiar en ti!—Le gritó lo último a Chris, quien se reincorporaba secando la sangre que comenzaba a escurrir por su labio y nariz.

Viktor no comprendía nada de lo que estaba sucediendo. En un descuido Altin se le zafó de los brazos, pero esta vez se volteó totalmente enfurecido hacia él mismo. Viktor notó que el kazajo se contenía con todo su ser para no golpearlo a él.

—¡Te dije que no lo dejaras con él! — apuntó al culpable—¡Maldita sea, Viktor, te pedí que no lo dejaras con él y me juraste que no le haría nada a Yuri!

Viktor aún seguía sin entender la situación, confundido intentaba calmar a Otabek y veía a Chris en busca de explicaciones.

—Otabek, cálmate, hablemos esto civilizadamente.

—¡Lo voy a matar! — volteó nuevamente, tirándose otra vez sobre Giacometti que, aturdido, intentaba huir de los golpes.

Sin poder controlar él sólo la situación, Viktor solicitó ayuda a otros hombres para poder separar al gato negro de Chris quien ya medio inconsciente fue llevado al médico de la mansión.

Y con un poco de ayuda, rápidamente el mismo Viktor se encargó de inyectar al chico para que lograra calmarse y no volver a intentar matar a Chris. Las palabras no habían servido y Otabek terminó siendo sedado con las inyecciones de emergencia que Yuko Nishigori le había dado a Viktor en caso de emergencias. Jamás se le habría pasado por la cabeza que terminaría usando el sedante en Otabek.

—Está bien, Otabek, ya está bien— hablaba dulcemente a quien veía como un hermano menor, a pesar de este no comprender mucho por el aturdimiento.

Viktor lo cargó en su espalda hasta su habitación en donde, antes de cerrar la puerta, lo vio cabecear unos segundos antes de caer dormido.

Cuando salió, rápidamente subió al piso de arriba donde el cuarto de Yuri se encontraba. Por las cercanías encontró a varios de sus alfas merodeando por el olor en el aire, pero una sola orden bastó para que volvieran a dispersarse.

— ¿Qué hacen?, vuelvan a su trabajo— dijo crudamente con voz de mando.

Entró a la habitación cerrando la puerta y a diferencia de Otabek, Viktor captó de inmediato -por su olfato de can- lo que ocurría en esa habitación.

Un revoltijo se creó en su estómago, ahora entendía todo mucho mejor y un sentimiento inminente de culpa se abrió paso en él.

Entró al baño y encontró a Yuri, quien se hallaba en la misma posición de antes, sólo que esta vez al sentir a Viktor, de inmediato se puso de pie con algo de esfuerzo, gruñendo a la defensiva, dejando resbalar la toalla de sus piernas y dejando a la vista la mitad de sus piernas cubiertas sólo por el largo del suéter, arañazos, horribles marcas, mordidas y sangre seca.

—Yuri...

—¡No te me acerques!— le gritó temblando de pies a cabeza, el lobo no supo si por el miedo o por la rabia... o tal vez fueran ambos.

—Déjame ayudarte, Yuri, hay que curarte...

—¡Cállate! ¡Vete! ¡déjame solo!— a pesar de que gritara y le interrumpiera, Viktor no se atrevió a enojarse con el muchacho, entendiendo la atrocidad por la que lo habían hecho pasar.

El sentimiento de culpa volvió a su estómago, apretándolo.

—Sé que estás demasiado enrabiado, pero, Yuri, hay que curarte —dio un corto paso, tanteando terreno —Chris y los otros que te hayan hecho esto recibirán su castigo, te lo prometo, jamás fue mi intención que esto sucediera. P-Pero ahora mismo tenemos que llevarte con el médico, esto es malo y si llega a mayores... —no quería decirlo en voz alta al ver ya la desesperación en el rostro ajeno, pero se veía en la obligación de — quizá hasta podrías quedar en cinta.

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Caminaba incómodo por los pasillos. Sentía mil agujas atravesándole la espalda y otra zonas de su cuerpo. Sus piernas temblaban como las de un cordero recién nacido, por suerte se había vestido y los pantalones ocultaban su temblor. Se apretaba la piel sintiendo la presión en su pecho de quitar aquel horrible olor de sí; se sentía sucio, usado, asqueroso, quería su esencia de vuelta y nada podía calmarlo. La mirada de alfas curiosos al verlo pasar por los corredores sólo le causaron náuseas. Sentía que el piso se le movía del solo asco.

—¿Yuko? — Viktor se asomó por la puerta en la que habían parado.

—Sí, de inmediato lo atiendo —Viktor hizo la seña para que el rubio pasara, este, desconfiado como siempre, obedeció— supongo que ya estás enterada — murmuró.

—Las noticias vuelan. Recién he vuelto de ver a Beka allá arriba, le diste una buena dosis.

Yuri vio con cautela a la mujer de cabello castaño. En su interior, agradeció que esa persona fuera una mujer en vez de otro hombre; claramente era una alfa, pero eso no fue demasiado punto a considerar en ese momento.

Viktor suspiró con pesadez.

— Los dejaré un momento y ya vuelvo, debo ver otras cosas— la chica asintió.

Yuri quedó estático en su lugar, mirando cómo Nikiforov lo miraba por última vez con pesadumbre antes de salir de ese lugar.

Tragó y no se atrevió a moverse. La mujer bajita y de bonitos ojos rasgados se paseaba buscando un par de cosas por los estantes de esa blanca habitación.

—Tú eres Yuri Plisetsky, ¿no? siento lo ocurrido.

—No sirve sentirlo— dijo de inmediato, sin mucho sentimiento.

—Lo sé, por eso ahora necesito que te sientes aquí— palmeó una camilla, el rubio apretó la tela de su suéter y frunció su ceño. No se movió.

La chica lo miró con sus ojos castaños y sonrió maternalmente, intentando cederle de su confianza al rubio para que confiara y se dejara en sus manos.

—No te haré daño, quiero curarte.

A paso lento y pesado, el omega se acercó a la camilla. Se sentó lentamente e hizo una mueca al terminar la tarea. El dolor era horrible.

—¿Me das permiso para...? —la chica levantó sus manos, indicando si podía tocarle.

Yuri lo dudó, pero el olor de la mujer era reconfortante, una mezcla a naranja y vainilla, imponente, pero cariñoso. Así que terminó por asentir.

Despacio y con delicadeza, ella le tomó del cuello, elevándolo y revisándolo. Pidió permiso otra vez para sacar su collar y continuar con su labor.

Halló todo en orden menos -obviamente- los moratones y cortes que marcaban su piel. Sus clavículas también estaban bien; habían casos en que los omegas poseedores de collares, al no dejarse marcar, sus violadores mordían brutalmente sus clavículas hasta el punto de romperlas solo por la frustración. Por suerte este no fue el caso.

—Necesito que te quites la ropa y te recuestes— Yuri hizo lo que le pidió obediente y en silencio. Por alguna razón esa muchacha le inspiraba un deje de confianza.

Con paciencia y delicadeza, Yuko curó cada uno de los arañazos y heridas de las piernas del chico. Sin embargo, al momento de tener que curar las heridas internas, Yuri de inmediato intentó cerrar las piernas.

—Cariño, sé que duele, pero es por tu bien — le había dicho Yuko, acariciando su mejilla con una mueca comprensiva con su dolor.

Yuri lo olió de inmediato en sus mangas; un olor tenue que lo relajó al segundo, tomó su muñeca para acercar el aroma a su nariz y Yuko lo vio sorprendida por un par de segundos antes de espabilar y quitarse su delantal. Yuri lo recibió inconscientemente, su nariz hundiéndose en la tela. Ella prosiguió rápidamente y sin perder tiempo.

Tras desinfectar y poner un par de puntos, se cercioró de que ningún tipo de extracto de ningún alfa quedara dentro de Yuri.

—Aún así, debes venir todos los días, ¿te está cuidando Beka, no? —Yuri la miró extrañado, mientras se ponía la ropa con su ayuda —Oh, a Otabek, me refiero.

—Se supone que ahora sí— ¿Ese era al apodo de Otabek? era algo extraño, pero de alguna manera sonaba genial.

—Bien, él tendrá que traerte para resguardarte de los otros alfas de la casa. Vendrás todas las tardes para que cambie los parches de las heridas y revise tus puntos— lo apuntó mientras le daba algunos medicamentos —Las pastillas son cada vez que sientas dolores musculares y si el malestar es continuo y pesado, una cada seis horas; te darán un poco de sueño, pero es normal, sin embargo tampoco abuses de ellas. Todo exceptuando tus heridas físicas anda bien, de todos modos debes venir de inmediato si vuelves a sentirte mareado o si tienes náuseas, no corres el riesgo de estar embarazado porque tal parece no anudaron en tu cuerpo, pero siempre es mejor prevenir. Tu olor volverá pasadas unas semanas, no fuiste marcado así que volverá tu esencia natural, ¿bien? En todo caso también pondré al tanto a Beka sobre esto cuando despierte.

Yuri asintió, algo mareado por las indicaciones. La última frase causando su curiosidad.

—¿Cuando despierte? ¿qué pasó con él? — pensó que el chico había ido a conversar con Viktor cuando salió de la habitación.

—Lo adormecieron porque armó un alboroto hace un rato —los aguamarinos de Yuri se abrieron con sorpresa.

—¿Por qué?— preguntó en un murmullo.

—Al parecer no le gustó para nada que Chris y los otros hicieran lo que te hicieron... bueno, a nadie le agradó, pero él reaccionó más agresivo y tuvimos que sedarlo antes de que matara a Chris a sólo puñetazos.

Yuri frunció el ceño otra vez. Sintió un poco de regocijo con saber que Otabek casi había matado a Giaccometi. Sintió su pecho algo agitado, ¿en verdad Otabek lo había defendido? y lo habían tenido que sedar, ¿acaso ese imbécil estaría bien?

Y Yuko, como si leyera su mente, añadió:

—Lo fui a ver hace unos minutos, dormirá por unas horas y se le pasará. — puso la mano en su hombro con delicadeza — Ahora tú debes descansar, te llevaré a tu cuarto y si quieres ayudaré a limpiar — le sonrió.

Yuri asintió, todavía algo turbado por escuchar sobre la escena de la pantera.

—Ah, y el olor de mis mangas —la chica movió sus puños mientras sonreía— Es de Otabek.

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—Te había dejado órdenes explícitas, y no las seguiste —la mirada celestina lo escrutaba— te había dicho que era un sublevado, pero joder, Chris ¡Eres un monstruo, un imbécil, no debiste tocarlo!

El rubio oscuro, a pesar de estar siendo regañado, sonrió. Varios parches y un pómulo morado lo hacían ver terrible, además de una cortada con dos puntos en su labio, pero sonrió. Viktor vio algo más en esa sonrisa, algo que bien no pudo descifrar pero sabía que ocultaba algo y que ese algo no podía ser nada bueno.

—Es mejor así, cubrí su olor de quienes lo están buscando también— Había dado en el clavo — Pero si encuentras que hice mal, bueno, qué puedo decir yo a mi jefe— subió y bajó los hombros como si nada de lo que había hecho le perturbase.

—Habla - ordenó —Habla o juro que te voy a-...!

—El clan que perseguía a Yuri cuando lo pillaron ustedes —lo interrumpió — no era un clan completo, era sólo un cuarto del clan Leroy. Como habrás notado, Yuri tiene un olor muy particular, ellos también lo quieren y por lo que sé por mis contac-...

—Qué contactos — volvió a ordenar, sentía que cada vez su rabia crecía y se notaba con el tono de su voz que de a poco iba subiendo.

—Ahh, Viktor, Vikt-...

No lo dejó decir su nombre por segunda vez cuando él mismo le abofeteó la cara. Por suerte el impulsivo alfa, que le devolvió una mirada fiera por la osadía, estaba con sus muñecas y tobillos encadenados al calabozo de los subterráneos de la mansión. Por otro lado, el lobo comenzaba a urgirse, el tiempo le estaba jugando en contra si era como Giacometti decía.

—Qué contactos, dije. No me hagas repetir las cosas dos veces.

Chris soltó un pequeño gruñido que logró calmar a tiempo, pero aún así no respondió y su semblante adoptó otra vez aquella odiosa sonrisa que a Viktor comenzaba a irritarle.

—No son de aquí.

—Nos estás traicionando.

—Los estoy ayudando, ya dije, tapé el olor de Yuri por un tiempo.

—En dónde se encuentra el clan de Leroy ahora mismo.

—Realmente no lo s- — antes de que terminara de hablar Viktor pateó la muralla acorralándolo contra el frío cemento de la pared y por el costado con la navaja que rápidamente había sacado de quién sabe dónde. Chris sintió el filo de ésta justo bajo el término de su oreja, donde su mandíbula comenzaba.

—Te cortaré la mandíbula y venderé tu asquerosa y ordinaria piel de tigre en el mercado negro, no sobrepases mis límites Christophe, sabes que lo haré — amenazó punzando el arma blanca en el hueco blando que se creaba en esa zona.

Soltó una risilla ahogada, mientras sudaba frío. No dudaba de la palabra de Viktor

— En serio no lo sé, la última vez cuando capturaron al niño Plisetsky los perdieron, ¿no? yo sólo lo supe hace un par de semanas, ellos no deben estar muy lejos si lo han buscado por tanto.

—Por quién te enteraste— calló— Por quién mierda te enteraste — una gota de sangre manchó la pulcra y fina punta de la navaja.

— ... En mi vida me he encontrado con muchos felinos y canes, demasiadas esencias... — sonrió, pero dudó en decir lo siguiente, vaciló cortando las palabras a medias hasta que por fin se decidió por las correctas—... ¿Por qué te esmeras en buscar y no te das cuenta que ya lo tienes en tus manos?

No esperó más palabra, sin haber recibido lo que quería oír, tercamente trazó una línea delineando la mandíbula del rubio en un profundo corte, dejando que el metálico líquido carmesí brotara a borbotones mientras los ojos de Chris se contraían y comenzaba a intentar quitárselo de encima removiéndose agresivamente aunque estuviera encadenado.

—¿Sabes? me retracto. Mejor te vendo a Lilia, ¿Sabes que paga muy bien? hace excelentes negocios. Además... — limpiaba la navaja con la ropa de Chris que intentaba gruñir siendo poseído totalmente por su alfa interior, pero que chillaba por el intento y el dolor que tan sólo le producía intentar abrir la boca— ¿"ayudar"? ¿"tapar su olor"? lo último quizá, pero incluso yo, siendo un alfa, dentro de mis políticas no está la violación.

Se paró y lo miró con desprecio por última vez. Cerró la reja del calabozo y finalmente apagó las luces dejando todo en oscuridad. Lo último que se sintió fueron los gimoteos de Chris, el espeso olor a sangre y la puerta de un grueso y pesado metal ser cerrada por él mismo de un portazo.


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