Nieve
Otabek no despertó a las pocas horas, sino que lo hizo al siguiente día. Viktor se dio cuenta de que la dosis de calmantes que le había proporcionado era el doble del que se le daría a alguien para dormirlo durante un par de horas.
Yuri ese día quedó con la compañía de Yuko quien compasible, mientras el chico la miraba desde su rincón en el ventanal medio durmiéndose, cambiaba las sábanas de su cama como una madre.
Para sus adentros el menor se preguntó por qué no lo habían puesto a cargo de ella, luego recordaba que tenía un cargo distinto ahí y que, a pesar de todo, estaba bajo la vigilancia de Otabek, la mano derecha de Viktor.
Al día siguiente, o más bien en la mañana, llegó el alfa. Extrañamente, Yuri se encontraba despierto, pero no exactamente haciendo nada, estaba sentado a la mitad del cuarto con cara enojada mirando la cama que no había podido remover de su lugar por la poca fuerza que poseía.
—Córrela a la esquina de allá —había ordenado el rubio omega sin siquiera saludar y mirándolo enojado.
Otabek quiso sonreír, pero se contuvo. Había vuelto el Yuri Plisetsky que conocía y eso le causaba cierto sentimiento de paz.
—Creí que te gustaba estar en el rincón de ahí— comentó mientras fácilmente la movía hacia donde se le había dicho.
—No... — el azabache de inmediato notó el semblante sombrío del omega —ya no me gusta.
—Está bien— y prefirió zanjar el tema allí.
Yuri actuó de lo más normal, su personalidad hasta el momento estaba siendo la misma cascarrabias de siempre. Sin embargo, para sus adentros, sentía una molesta sensación de alegría y regocijo que prefería reprimir antes de que Otabek se diera cuenta de que había estado esperando su regreso.
Sinceramente, el rubio no sabía qué pensar sobre su extraño sentir, ¿no era que odiaba a los alfas? y mucho más con todo lo que le habían hecho. Pero, ¿por qué con Otabek era diferente?
Cuando Yuko le dijo que el olor de sus mangas no era ni más ni menos que el del alfa, se avergonzó.
—¿Yuri? —espabiló —¿Estás bien? —notó que Altin guardaba distancia de él, como queriendo respetar su espacio.
Frunció el ceño.
No seas considerado conmigo, pensó apenado, pero sin demostrarlo.
—Sí —respondió tosco.
—Te tengo una sorpresa—y con solo esa línea, Otabek llamó de inmediato la atención del rubio.
—¿Qué es?
—Debes abrigarte primero — se tomó unos segundos antes de agregar — Estás bien, ¿no?
—¿Qué quieres decir con eso? — lo miró feo —Puedo caminar si es a lo que te refieres.
Otabek soltó un suave "ah" y miró hacia otro lado.
—Bien, entonces abrígate.
Yuri se puso de pie, caminó hasta el ropero y sacó un par de prendas. Comenzaba a ponerse el abrigo cuando volteó encabronado, sintiendo que era estudiado por cada movimiento que hacía, como si Otabek fuera un perro guardián o algo así.
—¡Deja de mirarme! ¡dije que estoy bien!
...
Sus ojos se abrieron con emoción. Quería contenerla para no verse como un niño, pero simplemente no podía.
El alfa vio los finos labios del omega separados, deslumbrados ante tal escenario. Cuando Yuri le miró con esos brillosos ojos aguamarinos, sintió una alegría que no supo explicar, era como si pudiera sentir lo que transmitía el omega frente a sí.
—¿En serio puedo? — Otabek le hizo una seña con la mano para que solo fuera.
Le había solicitado a Viktor el poder sacar a Yuri al patio. Luego de un par de minutos de un desconfiado gesto del lobo y con la promesa de mantenerlo vigilado a cada momento, el hombre se lo concedió. Pero si algo desafortunado llegaba a suceder como que el omega intentara huir de nuevo, el castigado ahí sería Otabek.
Sin embargo, ante todo, Altin aceptó. Quería ver alegría en Yuri tras toda la mierda que había pasado. Si tan solo lograba ver una sonrisa en el rostro del omega, él podría darse por pagado.
Ver a Yuri Plisetsky emocionado por poder disfrutar de la nieve era, quizá, una de las escenas más divertidas e interesante de todas. El rubio revoloteaba entre la nevada intentando atrapar todos y cada uno de los copos que caían, siempre con el objetivo de encontrar el más perfecto.
Hacía muchos años desde que Yuri no había podido disfrutar con tiempo aquellas gotitas blancas, con paciencia y a su ritmo. Donde vivía anteriormente, el invierno sólo había lluvia; estando cerca del mar, este mismo regulaba la temperatura y por eso no habían nevadas.
La hora del almuerzo se le había pasado a Yuri, pero este ni lo notó por estar divertido sentado en la nieve armando un pequeño gatito redondo.
Otabek sonreía disimuladamente de vez en cuando por el pobre dote artístico del chico. Escultura que sólo parecía una pelota con dos bolitas en la cabeza a modo de orejas y una vasta cara demasiado simple incluso como para parecer un gato normal o siquiera un animal.
—No te rías— Yuri lo regañó cuando se dio cuenta—yo creo que se ve bien—se paró y lo miró con aires orgullosos.
Supo que la hora de entrar había llegado cuando un guardia intercambió un par de palabras con Otabek que se encontraba sentado un poco más allá en las bancas del patio. Pero no sólo se trataba de entrar, sino que también era porque su revisión diaria con Yuko había llegado.
Cuando ambos entraron a la sala de enfermería, una enérgica Yuko saludó de abrazo al alfa.
—Es irónico que aún viviendo en la misma estancia nos veamos tan poco —comentó divertida —me sorprendí cuando tuve que ir a revisarte por los sedantes que te dieron.
—Lo siento por las molestias —siempre demasiado cortés, Otabek se disculpó.
Yuri los miraba sin ninguna expresión, sintiéndose un poco fuera de lugar hasta que Yuko volteó hacia él.
—Pero aquí lo que nos convoca eres tú, Yuri —puntó al rubio con una sonrisa. Caminó a las estanterías buscando algunos parchecitos y lo demás necesario — ¿Cómo te has sentido?—preguntó mientras revisaba algunas inyecciones.
—Bien— dijo de inmediato. Yuko le miró con una ceja alzada.
—¿En serio?—el rubio miró nervioso a Otabek—La verdad, Yuri. Necesito medicarte bien, esta vez debo inyectarte algunos nutrientes y si no me dices cómo te sientes realmente, podría inyectar los equivocados pudiendo alterar tu organismo.
El omega rodó los ojos, cruzándose de brazos.
— Me duele la espalda a ratos y me cuesta caminar.
Otabek miró con el ceño fruncido al omega.
— ¿Por qué no me lo dijiste? — le preguntó.
Yuri solo le dio una rápida mirada.
— ¿Y qué podrías hacer tú? — le espetó en un murmullo.
—¿Sólo eso? ¿Has estado tomando las pastillas? — los interrumpió Yuko.
— No, digo... — la mirada reprochadora de ambos alfas en la habitación fue súbita, se sintió como un niño pequeño a punto de ser regañado — No me gustan las pastillas — y se sintió muy avergonzado en ese momento. Él no era un crío y las excusas de un crío era lo que justamente ahora estaba haciendo, admitiendo que fue descuidado con su propio cuerpo.
—Entonces no me queda más que inyectarte.
Yuri arrugó el gesto. Maldición, odiaba los medicamentos, las pastillas y mucho más las inyecciones. Pero ya se había acorralado solo y escapar de ello hubiese sido bastante humillante.
—Beka, te voy a pedir que salgas un momento, cuando Yuri esté listo te aviso —pidió la castaña. El chico asintió y salió de la habitación.
Yuko lo hizo desvestirse nuevamente y cambió algunos parches de las heridas más superficiales, masajeó algunos moretones y marcas y revisó que los puntos del rubio no se hubieran salido o corrido. Mientras, intentaba desviar la incomodidad ajena con una charla casual. Tras pedirle nuevamente que se vistiera, pero dejara su pantalón bajo, dijo:
—Date vuelta Yuri, te voy a inyectar —concentrada llenaba la aguja con un líquido transparente de un frasco pequeño. El rubio miró con asco la aguja que prontamente entraría en su piel.
—¿Enserio tengo que...?
—No te tomarás las pastillas y al parecer Beka es demasiado suave contigo y tampoco te obligará a tomarlas, lo conozco, y empiezo a conocerte a ti —dijo certera— te juro que esto sólo será un momento y ya estará.
—P-Pero es sólo una aguja, ¿No? — Se sentía patético titubeando de esa manera, pero realmente las odiaba.
—Estás muy delgado, tendré que ponerte otras dos porque tu cuerpo necesita nutrientes. Además de esta para los dolores.
Si Yuri fuera menos duro consigo mismo y su imagen, se hubiera permitido desmayarse en ese mismísimo instante.
La primera aguja lo hizo enterrar las uñas en la camilla mientras hundía su rostro en la misma. Para su mala suerte, el tensarse sólo hizo que la aguja se tapara tres veces y terminara con un tremendo dolor adormecido en su trasero. Yuko rió divertida por la pequeña lagrimita que, a pesar de sus esfuerzos, no pudo contener.
—Tranquilo Yuri, sólo serán otras dos y podrás irte.
—Pero tengo que volver mañana — rodó los ojos, bufando molestamente mientras se sentaba de forma incómoda, inclinado más al lado que no había sido inyectado y de paso sintiendo una contracción pequeña en su espalda.
—¿Quieres que llame a Beka?— preguntó mientras verificaba que las agujas hubieran quedado sin aire.
—No. ¿De qué me serviría un alfa? — El típico pensamiento de "puedo solo" había vuelto a él. Yuko sonrió divertida.
La primera aguja fue rápida, desvió la mirada para que su suplicio avanzara más rápido. La segunda dolió más, su brazo comenzando a estar resentido había captado mejor el dolor.
Cuando terminaron, Otabek recién entró a la habitación y tras recibir algunas indicaciones de Yuko para con Yuri, como si éste fuera su padre o algo por el estilo, se retiraron.
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Dos días después, en medio del bosque, Nikiforov se encontraba vendiendo a Chris y a los otros dos cómplices de este que por suerte logró atrapar justo antes de que se escaparan.
—Tajaste su mandíbula, pero creo que podré sacarle dinero—asintió levantando el cuello del desvanecido rubio— ¿qué son esos?—apuntó a los otros dos hombres que inconscientes se encontraban atados y tirados sobre la fría nieve, cubriéndola de un sutil carmesí.
—Chacales— Viktor estaba cruzado de brazos, esperando la obvia afirmativa de la mujer a la que le vendería la piel de esos animales.
Lilia se acercó y revisó las dentaduras corroborando la información dada. Asintió en su lugar y se volvió a acercar a los hombres de su clan que la acompañaban, tras un par de indicaciones del vehículo extrajeron un maletín repleto de billetes.
—Sabes que el dinero ya no tiene mucha relevancia — frunció un poco el ceño, desconforme.
—Sí, lo sé Viktor. Pero la mayoría de los recintos de los Escuadrones han sido saqueados por alfas— El Nikiforov notó de inmediato la indirecta, obviamente ellos eran los que asaltaban aquellos lugares — La gente que me espera en mi hogar también necesita comida y de esto vivimos, del tráfico de pieles, vendiendo a nuestros fallecidos para poder sobrevivir, comprando e incluso haciendo trueque ya sea de piel o alimentos. La comida ya no abunda y tú tienes más poder dentro del mercado, sabrás cómo manejar el dinero.
Viktor no se lo pudo discutir. Suspiró finalmente, recibiendo la maleta. En el silencio que se había formado, un quejido proveniente del hasta el momento inconsciente Chris se hizo oír. Viktor se acercó hasta él y con lentitud pero fuerza tomó del cabello al alfa mirándolo directamente a los verdosos ojos que ahora estaban idos y opacos.
—Es una lástima. Te tenía fe — apretó los labios — Pero es más una lástima que sólo valgas dinero - lo soltó sin cuidado otra vez y lo dejó caer nuevamente a la fría nieve.
Lilia dio la señal otra vez para que recogieran la nueva mercancía adquirida y la echaran a la parte trasera del vehículo.
Viktor observaba a los alfas que alguna vez acogió como compañeros ahora ser llevados directo a su tráfico.
Notó que la nieve comenzaba a caer mucho más insistente que antes, sin duda el invierno no quería dar tregua. Iba a elevar la vista al cielo pero desde un pino, a unos metros, en lo alto de una rama, un pequeño y blanco búho con su cabeza ladeada los miraba fijamente. Sus enormes y redondos ojos carmesí oscuro lo atraparon de inmediato, causando un escalofrío por su espina dorsal.
El recuerdo de su omega bañó su memoria con un frío manto de nostalgia y escalofríos; la sonrisa dulce y los cabellos desordenados, aquellos ojos marrones inclinados a un oscuro y tenue carmesí. Recordó la voz que podía hacerlo delirar nombrar nítidamente su nombre - Viktor.
—Entonces es un trato cerrado — dijo Lilia.
La mirada celeste giró rápidamente hacia Lilia, casi mareándolo
—Sí... es un trato cerrado — afirmó de inmediato, queriendo girar la vista nuevamente hacia la rama donde se encontraba la ave, pero una vez que lo hizo, ahí no había más que sólo nieve cayendo solitariamente.
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En la estancia de la mansión, Yuri se negaba a aceptar que sus dotes artísticos eran un asco, armando con su terca obstinación algo que decía era un "oso a tamaño real" pero Otabek no veía más que un montón de nieve junta que en cualquier momento podía caer y tapar de inmediato a la fina figura que lo armaba.
Sin notarlo, ambos se divertían con la contrastante compañía ajena. De a poco se acostumbraban, uno al silencio y calma ajena y el otro al enojadizo y orgulloso carácter del otro.
Otabek se había ofrecido a ayudarlo, pero el rubio dijo que no lo necesitaba, él solo le demostraría que no era tan malo como él decía.
La pantera sintió un suave y casi imperceptible aleteo llegar a unos metros de ahí. Un búho, y uno que él bien conocía.
Se acercó despacio a él con la cautela de que el rubio no se diera cuenta, el ave pareció reconocerle porque aleteó un poco más cerca hacia él y se dejó hacer cuando el chico la acarició y desenvolvió el papel que venía atado a una de sus patitas.
Sin abrir el mensaje enrollado apretado en su mano, dio un paso atrás haciéndole saber que ya podía marcharse.
Iba a voltear y volver a su lugar pero cayó en cuenta de que la mirada aguamarina del omega lo había descubierto infraganti. Yuri abrió la boca para decirle algo, curioso de esa ave y lo que La pantera parecía confabular con ella, pero el sonido de las rejas abriéndose lograron acallarlo. Ambos miraron a la entrada, era Viktor el que había llegado.
A Otabek no le había dicho que saldría, pero este lo supo de inmediato cuando horas antes vio el vehículo salir desde la ventana de los pisos superiores. No sabía qué trabajo exactamente iría a realizar el ruso, pero supuso de inmediato que trataba con Chris y los otros dos hombres culpables de la violación de Yuri. Miró al menor antes de acercarse a Viktor que ahora bajaba y se percataba de su presencia.
—Todo con Chris ya se solucionó, si es lo que quieres saber — dijo de inmediato. Otabek notó un poco de alivio en él. —Pero ahora tenemos otro problema...
¡Gracias por leer!
