Papel

Por la noche, cuando Yuri ya se había dormido y Otabek se había asegurado de arroparlo bien, el chico se dirigió por los pasillos a la oficina de Viktor.

—No podemos mantener a más gente—había comenzado Viktor—nos queda para un par de semanas y tenemos algo de dinero... pero ya no podemos mantener a más gente, ya nos deshicimos de tres, pero Yuri también es una boca más, y si el chico ya no nos sirve... además creo que otro clan ya le sigue la pista por ser omega, no nos podemos arriesgar así.

Otabek sopesó la situación. Se paseó por la sala y se apoyó en el barandal de la ventana.

—No puedes sólo recogerlo y después tirarlo a la boca de los lobos. Tampoco es justo después de todo lo que le hicieron acá — el peliplata vio la mirada culpable de Otabek—... ¿No queda otra base de enclaustramiento más al sur de la ciudad Kappa?

—Así es, es una de las últimas que descubrimos, pero la vigilancia no es cosa cualquiera —se acercó a él junto a la ventana, mirando por ella, buscando opciones, buscando salidas, otra vía para sobrevivir — El número de cadetes que se enlista es cada año más alto, están peleando con más ímpetu cada vez, ellos también quieren sobrevivir a toda costa.

Se plantó un silencio, no uno incómodo, sino uno tranquilo. Ninguno dijo nada por unos minutos, ambos se hallaban metidos en sus pensamientos.

—¿Tú crees que ese niño oculta algo?—preguntó finalmente Viktor —Pasas mucho tiempo con él, ¿no has visto algo raro, una conducta, sólo... algo?

—La verdad, no... — pensó en las mañas del menor, eran algo de su carácter pero no algo sospechoso.

En un mundo donde ser omega era una condena a una muerte prematura, era normal que el rubio intentase poner murallas a su alrededor hasta por si acaso a modo de defensa personal.

—Pruébalo —sonrió el lobo. Una sonrisa confiada que Otabek no veía hace tiempo— Prueba que Yuri Plisetsky es sólo un omega cualquiera, un huérfano proveniente de una ciudad devastada.

—¿Por qué tendría que hacer eso? Enserio, él sólo es un chico normal. — bufó.

—Eso es — palmeó un puño en su palma abierta, llamando la curiosidad de Otabek — ¿Por qué no haces que Plisetsky se enrolle a ti y cuando te de su confianza-...?

—¿Qué quieres decir con "enrollar"? —lo miró serio, tenía la idea de a lo que se refería Viktor, pero no le agradaba para nada al extremo que el mayor se estaba yendo. Él no era ese tipo de persona.

Viktor puso los ojos en blanco, obvio

— Enamóralo, la tienes fácil, ya parece que hasta le caes bien.

—Olvídalo— Tajó de inmediato la idea— Él es un omega, además es Yuri Plisetsky — lo miró con incredulidad — Él respira odio hacia los alfas, cada fibra de su ser los repele.

—Pero en algún momento su instinto omega cederá. Tendrá que necesitar a quien aferrarse, es un adolescente, está en plena juventud, y tú eres el "más cercano" a él hasta el momento — hizo comillas con sus dedos.

Iba a jugar a la segura con esa estrategia y Otabek ya sabía de antemano que el ahora entusiasmado ruso no daría tregua hasta conseguir su apoyo. Pero ahí estaba el punto, él no quería hacerlo; no porque Yuri no fuera su tipo, de hecho, debía admitir que era totalmente su tipo, pero como bien se conocía a sí mismo: no gustaba de jugar con la gente.

—No, Viktor, en serio es una pésima idea y-...

—Beka, eres un alfa muy apuesto—se colgó de su brazo meneando los hombros y bromeando ser coqueto.

— Déjame ir, Viktor — lo miraba mal, sentía un poco de gracia por aquel hombre más mayor que él intentando actuar como una chica enamorada, porque simplemente no le salía, pero si reía Viktor no le tomaría enserio—ya debo irme, haré guardia fuera del cuarto de Yuri y dormiré un rato —arrancó como pudo su brazo entre las manos de Viktor. Cuando iba a salir el ruso le gritó:

—¿Eso es un si?—Otabek rodó los ojos y cerró la puerta — Lo tomaré como un sí — gritó solo por joder a la pantera.

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Se apresuró a caminar rápido a la salida, siendo seguido de cerca por el alfa que le cuidaba las espaldas por el largo pasillo hacia al patio.

El frío en la cara le sentó de inmediato un gozo interno, pero no se dio ni cuenta cuando por ir entusiasmado un montoncito pequeño de nieve le hizo tropezar. Pensó que caería a la nieve, no le molestaba tanto, pero ahí estaba Otabek impidiendo aquello. Se había cruzado tomándolo por los hombros.

—Cuidado— avisó.

—Bien— el orgulloso omega solo asintió y siguió su camino.

No había mencionado el tema que había ocurrido días atrás con el búho, no era de su incumbencia por más curiosidad que le diera y por la cara más acorralada y delatora que le había mostrado Otabek.

Viktor había hablado con el rubio un par de veces. Pero nada le parecía tan relevante como para hacerle caso. Sin embargo, el sentimiento de comodidad se comenzaba a asentar en su interior y sabía que nada bueno podía salir con ello, no debía comenzar a sentirse así o a bajar la guardia... Pero eso era justo lo que ahora estaba haciendo sumido en su cabeza mientras era observado por Otabek.

Se volteó a mirarlo. Su semblante cambió a uno incrédulo cuando notó que el alfa comenzaba a dormirse, ¿En serio? ¿Así realizaba su labor?

— Hey, Otabek — lo llamó tosco, pero no contestó—Otabek —y nada ¿Siquiera cuántas horas había dormido el mayor?

Se acercó un poco molesto, si él era su trabajo ¡Al menos debía hacerlo bien! era irónico cómo él mismo pensaba, pero aquel alfa podía sacarlo de su riel.

—Despierta —dijo. No quiso menearlo por miedo a que respondiera de forma agresiva, aunque dudaba un poco de ello—Otabek, ¡Oye! —pegó una patada infantil a piso. Odiaba que no le prestaran atención y ese estúpido alfa parecía dormir tan profundo como un oso.

Se había decidido por fin a moverlo para que despertara, pero algo blanco planeando en el cielo llamó su atención. Algo lo bastante simple como para confundirse con el mismo cielo apagado, pero bajaba con gracia y sutileza. En un principio pensó que se trataba de la misma ave que Otabek había atendido hace unos días, pero al agudizar la vista notó que sólo era... ¿Un avión de papel? vio el objeto caer finalmente a unos metros de la "escultura" de nieve que estaba haciendo (si es que a esa cosa se le podía llamar así) miró por última vez a Otabek y finalmente corrió al pedazo de papel sin ni siquiera pensar de dónde provenía, de quién ni para quién.

Era un avioncito lo bastante bien hecho, con la punta doblada para que justamente pudiera planear y caer despacio. Miró para todos lados en busca de alguien, pero ahí solo eran Otabek y él, además, parecía haber venido de desde las afueras; donde los árboles cubrían la mayoría de la visual y más con la nevada.

Una caligrafía elegante pero sin llegar a ser bella rotulaba la carta para: Gatito.

—¿Qué tienes ahí? —preguntó el alfa, con voz adormilada. Yuri se sorprendió.

—Un avión de papel, solamente —tuvo la extraña sensación de no querer mostrárselo, de que acarrearía más problemas, así que simuló una mentira con la verdad—y tú no deberías quedarte dormido—atacó de inmediato, frunciendo el ceño—Se supone que soy tu trabajo. ¿Qué hubiera pasado si se me ocurría escapar de nuevo?

—Déjame ver el papel —estiró su mano hacia el rubio ignorando el último comentario.

—Lo tenía en el bolsillo antes de bajar, si es lo que dudas —se cruzó de brazos.

Quizá una de las más grandes virtudes de Otabek era confiar en la gente... o quizá una de las más grandes falencias era creerle a Yuri Plisetsky... Decidió dejarlo, suspirando pesado, no había dormido bien desde que Viktor le había dicho que las provisiones estaban comenzando a escasear y muy posiblemente tendrían que idear un plan luego para poder conseguir más.

Yuri jugó un rato más hasta que su hora de curación llegó. Yuko había dicho que todo estaba muy bien, en cuanto a sus heridas internas muy pronto sanarían y los moretones ya estaban desapareciendo casi por completo. Sólo las heridas provocadas por los rasguñones eran las que debían bañar con cicatrizante para que no dejaran alguna fea marca.

Eran los últimos y fríos rayos del sol. Otabek se tendría que ir en un par de horas más, pero sentía la mirada del pequeño gato ruso sobre sí a ratos, el inconveniente era que cuando intentaba devolvérsela, este ya se la había quitado. En un dado momento, finalmente preguntó:

—¿Pasa algo? ¿Tienes hambre? — el chico lo miró con desinterés y negó con la cabeza— ¿Te duele algo? ya debes tomarte la pastilla — El rubio puso mala cara.

—No quiero esa mierda... Yuko ya me inyectó antes de ayer—se tiró en la cama amurrado, comenzando a acariciar su delicado cuello, moviendo la cadenita prendada en él de un lado al otro. Repasándola por sus labios y sintiendo el frío toque que de a poco su mismo cuerpo calentaba la plata hasta dejarla tibia. Sintió la manta caer sobre él pero no se movió. Los suaves pasos de Otabek se devolvieron a su lugar—No es tu obligación protegerme— de pronto soltó.

Otabek le miró fijo. Un poco sorprendido. Tardó unos segundos en reaccionar y responder.

—Es el instinto, lo siento, nunca lo he podido evitar—fue sincero.

—¿Con quién más? —la pregunta curiosa soltó un deje de desagrado celoso, pero que ninguno de los dos notó.

Vio los cabellos desordenados del rubio revolverse en la manta pero sin llegar a separarse. La mirada aguamarina le dio escalofríos, aquellos ojos comenzaban a querer ver a través de él... y a Otabek le incomodaba sentirse estudiado.

—No es asunto tuyo.

Por unos segundos juró ver el ceño del rubio temblar. Pero no pudo apreciar más ya que se había vuelto a recostar sin decir palabra; notó de inmediato que se había molestado.

Yuri por su parte se sintió extraño, no pensó que la pregunta daría a una respuesta tan fría por parte del alfa que siempre solía ser gentil y educado, jamás admitiría que su orgullo se sintió pasado a llevar. Quiso responderle, pero por alguna razón las palabras de aquella grave voz le dejaron callado, molesto y sin acuses porque después de todo, era cierto ¿Qué pintaba él en los asuntos de Otabek?

La habitación se sumió en un silencio tenso. Nadie dijo nada hasta que Yuri finalmente cayó dormido con molestia, Otabek se retiró en silencio, sabía que había sido frío con el menor, pero cuando se quiso disculpar Yuri ya había caído dormido.

De todos modos, el menor se había quedado con la duda, ¿Quién más había recibido las atenciones de Otabek en un pasado?

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Temprano la mañana siguiente, cuando Yuri entró al baño para tomar un baño recordó de sopetón el avioncito de papel del día anterior. Antes de que Altin llegara, salió corriendo del baño precipitándose entre la ropa que estaba colgada en el armario, buscando rápidamente en los bolsillos del abrigo que había usado ayer. Pilló justo el papel cuando la puerta se abrió y sin prisa Otabek entraba con la bandeja del desayuno... hubiese sido bastante normal aquella situación de no ser porque la mirada del alfa viajó rápidamente a los muslos blancos y desnudos de Yuri que en ese momento sólo poseía la ropa interior encima y una camiseta. Quedó embobado y Yuri paralizado por los nervios.

La vergüenza en Yuri actuó cuando Otabek con gran esfuerzo le quitó la mirada hasta llegar a su cara.

—¡N-No me mires!—Sintió el calor subir de pronto y exclamó a todo pulmón muerto de la pena y de la rabia. Le tiró lo que tuvo al alcance, el pobre alfa esquivó como pudo las cosas con la bandeja del desayuno aún en las manos —¡Asqueroso, alfa imbécil, Otabek eres un estúpido!

El último ruido estruendoso que se escuchó fue el portazo del baño. Solo en ese momento el mayor se atrevió a soltar el aire que había estado reteniendo ante la tan maravillosa imagen que le había regalado Yuri por un descuido suyo.

La respiración del rubio se aceleró y por más que se tiraba aire con las manos, el calor en su cara no disminuía. Se quitó rápido la ropa y se tiró al agua hundiéndose por completo.

Cuando salió de la bañera, nuevamente recordó al maldito papel. Tirado entre sus ropas estaba el susodicho, al fin y ya más calmado que antes, de una vez por todas se dignó a abrirlo.

Gatito

¿Verdad que es aburrido aquel lugar?

¿No quieres volver a tu hogar? Prometo ayudarte, sólo si tú quieres, claro.

-King

Su semblante se frunció, confundido, ¿Qué era todo eso? ¿Ayuda? ¿Y quién demonios era el que firmaba la carta?

Las gotas de su cabello caían despreocupadamente y cuando la puerta fue golpeada suavemente, el movimiento brusco hizo que cayeran algunas sobre el papel. Yuri dobló rápido la nota por el susto, pero recordó que había cerrado la puerta justamente para que un cierto alfa no jodiera.

—Muérete, ya vete —le dijo.

—¿Yuri? Lo siento, no fue mi intención entrar y... verte.

La sangre nuevamente se le subió a la cabeza.

— ¡Agh! ¡Sólo vete! — le gritó otra vez.

—¿Me disculpas si te traigo duraznos picados? —Otabek se jugaba la vida sacando provisiones de más. Pero sentía que era por una buena razón.

—... — calló unos momentos, ese estúpido alfa comenzaba jugarle chueco ¡Y es que ya había aprendido la mayoría de sus mañas y las usaba a su favor! — T-Tonto...

—¿Eso es un sí? — no lo veía a través de la puerta, pero Yuri sabía que el chico mostraba una idiota sonrisa gentil para con él... Y odiaba que su estómago se retorciera de sólo imaginarla.

—... Si no están con crema de leche no te disculpo nada —dijo bajo, pero lo bastante audible para el alfa.

—Comprendo. Volveré en un momento, ¿Si?

—Sólo lárgate — dijo recomponiendo su orgullo.

Mientras secaba su cuerpo delicadamente, la pregunta rondaba su cabeza: ¿Por qué Otabek era tan estúpido? Su cabeza no le daba una respuesta clara. Que el alfa fuera tan calmo le ponía los pelos de punta porque sólo se acostumbraba más a aquella presencia pacífica que no podía permitirse tener, porque muy pronto y como tuviera oportunidad se largaría de aquel lugar. No debía acostumbrarse a la rutina de ahí.

Apretó el avión de papel en su mano, dejándolo de paso también un poco mojado.

Sí. Ya era tiempo de irse, irse de verdad.


¡Gracias por leer!