Híbrido
Día a día. Un descuido de Otabek, una vista que en un segundo quitaba del rubio, un segundo que no lo vigilaba, y el rubio ya poseía un nuevo papel en sus bolsillos. Lo usual para Yuri era encontrarlos siempre entre la nieve, como si la persona que los enviara fuera tan malditamente cuidadosa de que nadie más los viera y sólo el rubio se percatase de ellos.
Una de los aviones decía que el rubio estaba en constante vigilancia no tan sólo por los guardias del omega... sino que cuando salía al patio los suyos también lo "protegían" como finalmente dio a conocer sus intenciones para con el rubio. Yuri obviamente desconfió en un principio, pero guardaba cada papel recelosamente sólo por capricho, un secreto personal, uno más a la lista.
Aquel que firmaba con el nombre de -King era obviamente un alfa, sin duda, Yuri lo supo al instante que aquel casi ido olor del papel llegó a su nariz. Pero si debía aferrarse a alguien para lograr salir de ahí, lo haría. Ya había escapado otras veces de alfas, una más o una menos ya daba igual, su castidad ya había sido rota, sólo su vida tenía valor ahora.
—... — hizo una mueca cuando la aguja pasó su vena, Yuko lo miraba atenta —¿Cuántas vitaminas más me debes inyectar? — preguntó mirando hacia arriba. Otabek esperaba a su lado.
—Hasta que al menos subas unos dos o tres kilos — sacó la aguja delicadamente pero la reacción dolorosa del rubio no cambió.
Otabek frunció el ceño, mirando mal a la japonesa y dejándola muda de la sorpresa por unos segundos. Yuko no dijo palabra, pero trató de ser más cuidadosa de lo que ya era con el chico tras eso. Cuando la atención del menor terminó, la castaña tomó del brazo a Otabek imposibilitándole el seguir su camino.
—Yuri, ¿podrías esperar aquí dentro un momento? — solicitó para que volviera a la sala. El rubio resopló pero entró de todos modos mientras. Yuko intentaba buscar las palabras en medio del pasillo para comenzar — ¿Qué fue eso, Beka? — soltó finalmente.
—¿De qué, qué cosa? — puso cara confundida.
— Estás demasiado... sobreprotector con él — apuntó la puerta refiriéndose al niño tras esa misma — ¿Qué relación tienen ustedes? — Otabek agachó la cabeza, comprendiendo de inmediato a lo que su amiga decía.
—Siento mirarte mal, si eso es lo que te ofendió... — se disculpó — creo que no lo puedo evitar, va en mí querer proteger a la gente-...
—Es que ahí está el punto, no lo estás solo protegiendo — Yuko suspiró cruzándose de brazos ¿Realmente Otabek no lo comprendía? — lo estás tratando como tu territorio. Es una reacción típica de tu especie, pero ¿comprendes del impacto que da sobre ti y el omega? — miró intentando de que comprendiera, pero en el rostro del chico no se veía más que la confusión — Es monopolización de la pareja y por lo que veo, Yuri ni siquiera se ha dado cuenta tampoco; lo que indica que ambos se están amoldando a la personalidad contraria, se van acostumbrando y acomodando al otro. Pero eso no es lo preocupante; lo que pasa es que tú eres un alfa y él un omega, a pesar de ser constantes amenazas el uno para el otro el mundo en el que vivimos también lo es ¿Le tomas el peso ahora?
De inmediato Viktor y Yuuri vinieron a la mente de Otabek. Entendió a la perfección el mensaje de Yuko; independiente de quién fuera, lo más probable era que uno saliera dañado.
La chica lo miró con tristeza, no quería joder lo que fuera que estuviera naciendo entre ambos pero debía advertirlos porque a ese paso... se notaba que ninguno de los dos se estaba dando cuenta de cómo sus organismos cambiaban.
—Oigan, ¿ya terminaron? Otabek, me quiero ir, estoy cansado — avisó refunfuñando molesto el rubio saliendo por la puerta.
—Sí... ya nos vamos — Otabek miró por última vez a Yuko, la chica solo torció los labios en una casta sonrisa.
Con el paso de los días comenzó a comprender todo con más claridad de lo que hablaron esa vez.
Yuri claramente buscaba inconscientemente la protección suya a todo momento, no directamente, pero sí con actos que reuniéndolos de a poco lo delataban. Pero él no era el único factor ahí, Otabek también formaba parte de todo eso al corresponderle la protección sin pensárselo dos veces; como por ejemplo cuando caminaban por los pasillos y Yuri ya no se adelantaba, sino que caminaba a su lado a cortos pasitos que Otabek trataba de seguirle por acostumbrar caminar más rápido, también con los pequeños gestos de Otabek cuando preparaba el baño para el chico, o le dejaba dormir de más mimándolo, o cuando se ensimismaba en el precioso minino que jugaba con los copos de nieve, etcétera.
Yuri no quería, no quería acercarse más, pero su instinto lo llevaba cada vez con más insistencia a Otabek, cerca de él sentía la protección que alguna vez le fue arrebatada por completo y que hace tiempo había necesitado con fervor, pero que el recato le había impedido obtener por las experiencias.
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Gatito (abre esto de inmediato)
Esta noche, ¿estarías dispuesto a huir a tu hogar de una vez por todas?
Antes de irte, si aceptas, voltea hacia la entrada y ahí estaré, sin falta, para ti.
-King
Quedó mirando la carta y la releyó varias veces... levantó la vista a Otabek el cual intercambiaba unas palabras con Viktor que había llegado hace muy poco de algunos negocios. Algunos hombres bajaban unas pocas cajas que muy seguramente eran provisiones y... se tapó la nariz asqueado y con un poco de horror cuando un venado recién cazado fue sacado del vehículo. Por poco y olvida que los alfas también comían esas asquerosidades crudas.
Volvió al papel en sus manos, guardándolo en su bolsillo de inmediato al notar que la pequeña charla de los alfas terminaba, pero en un descuido un mareo repentino le hizo quedarse estático creyendo que no se trataba de él, sino que la misma tierra removiéndose bajo sus pies. No supo entonces qué pasó, pero disimuló lo mejor que pudo cuando Otabek volvió a su lado.
—¿Sucede algo? — preguntó notando lo pegado que se encontraba.
—No — se apresuró a negar — nada.
Siguió con lo suyo arrodillado sobre la nieve jugando con ella directamente del suelo... pero algo anduvo mal cuando el calor comenzó a llegarle de pronto, una oleada caliente en su cara y cuerpo le llevaron a respirar con dificultad, "¿Será el celo?" se preguntó, pero se negó a la idea, se negaba a que esa cosa le llegara justo en ese momento. Su cabeza le dolió a horrores de la nada y volteó asustado hacia el alfa que notando de inmediato el miedo en los ojos ajenos se acercó corriendo.
—¿Yuri? ¿Qué es? ¿Te sientes mal? — se arrodilló junto a él preguntando todo demasiado rápido. Puso su mano en la frente verificando el golpe de fiebre que le había dado de pronto, estaba dispuesto a cargarlo para llevarlo con Yuko cuando... el rubio lo comprendió de inmediato.
Lo alejó débilmente, entrando en pánico. Agarró su cabeza y específicamente la coronilla... esos dolores ya los había pasado en algún momento, hacía mucho que no le pasaba. Se había estado reprimiendo demasiado; había ocultado demasiado a su híbrido interior y eso no era bueno para su salud.
Miraba para todos lados desesperado, intentando huir de la mirada de Otabek. No quería que sus orejas y cola salieran dejándose mostrar, no quería, tenía miedo, miedo de que lo descubrieran. Miró fiero a Otabek cuando notó el ademán del preocupado chico intentar acercarse otra vez. Comenzó a salivar y para evitar el agua en su boca mordió su labio.
Se agachó nuevamente con sus manos tapando su cabeza, quejándose y respirando dificultoso, pero el acto final no tuvo piedad; inevitablemente sintió su piel crisparse y sus orejas aparecer de entre su larga cabellera rubia. Cerró los ojos con más fuerza mordiéndose las mejillas cuando su cola también salió.
—No... — musitó despacio, negando lo obvio.
Otabek se puso de pie despacio y procesando todo muy rápido, atónito a lo que sus ojos veían.
Frente a él no había nada más que un joven leopardo de las nieves, asustado, temblando. Su objetivo de hacía tantos meses ahora se encontraba en bandeja de plata frente a él.
Yuri Plisetsky siempre había sido el objetivo, literalmente, siempre frente a sus narices. Su larga y gruesa cola se confundía con la preciosa nieve como si fuera la manta de ésta misma.
Las orbes aguamarinas, contraídas, de pronto lo miraron aterrado hacia arriba. Plisetsky parecía querer llorar.
—Otabek — su nombre en aquella voz le erizó la piel por completo — no le digas a Viktor... Otabek, no le puedes decir — pero el mayor se encontraba lo bastante sorprendido como para responder bien a las suplicantes palabras del menor. Sólo cuando Yuri pareció desvanecerse por acto de reflejo lo tomó antes de caer — no le digas, me va a vender — seguía suplicando entre jadeos.
—¿Alguien más lo sabe? — fue lo único que el nudo de la sorpresa en su garganta le permitió decir. El chico negó recargando su peso en el mayor, quien con delicadeza lo tomó y puso la capucha del chico para ocultar sus orejas. — Agarra tu cola — le avisó, el chico obedeció abrazando su cola e intentando ocultarla entre sus brazos.
Lo llevó con algo de prisa por los corredores para que nadie se percatara del olor que comenzaba a desprender el chico y mucho menos cayeran en cuenta de la situación. Cuando lo bajó a su cama Yuri aún intentaba reprimir el tomar su forma híbrida del todo. Sus orejas se movían al mínimo estímulo de ruido demostrando cuán sensibles estaban.
—¿Qué te duele? iré por algunos medicamentos con Yuko — avisó rápido.
—La cabeza — Otabek puso la palma de su mano otra vez sobre la frente de Yuri, que dio un pequeño quejido por el contacto pero nada más.
—Tienes ardiendo, Yuri ¿Te duele algo más?
—No, sólo me mareos a ratos — Otabek asintió y tras asegurarse de que el rubio quedara encerrado en caso de que alguien más quisiera entrar, salió a los pisos inferiores donde Yuko atendía.
Entró abriendo la puerta abruptamente, sobresaltando a la chica que parecía llenar unos papeles en su mesón.
—¿Beka, pasó algo?-...
—Dame algunas pastillas para la fiebre y el dolor de cabeza — ordenó, la chica sin saber qué pasaba obedeció de inmediato.
—Ten, ¿son para Yuri? si se siente mal debes traerl-... — se detuvo unos segundos olfateando con cuidado — ¿Qué es ese olor?
—Muchas gracias Yuko — ignoró por completo la interrogante y rápidamente se retiró haciendo oídos sordos a la castaña que desde la puerta lo había llamado nuevamente, pidiendo una explicación.
Entró a la habitación y otro olor empalagoso llegó a él. Se detuvo en seco cuando reconoció aquel dulce aroma del rubio que respiraba dificultoso bajo las mantas con las que se había tapado... Maldición, Yuri había entrado en celo.
Intentó acercarse pero el rubio lo miró de inmediato amenazante, marcando su territorio personal como privado.
¿Cómo Otabek no iría a reconocer aquel aroma? Había estado miles de veces acompañando a Mila cuando la misma entraba en celo y él, como buen amigo que era, la cuidaba y la ayudaba con medicamentos caseros, acompañándola en sus momentos más duros. Sabía lo pesado que era aquella cosa para los omegas, lo había vivido en carne propia con la chica y ahora mismo lo estaba viviendo junto al rubio, sólo que este era mucho menos accesible que la pelirroja y ahora mismo se negaba a recibir ayuda ajena.
—Las dejaré aquí — aún así dijo, pasando lentamente a su mesita de noche dejando las pastillas sobre ellas.
Yuri temblaba cual hoja de papel, sus mejillas estaban rojizas, Otabek pensó que era por la fiebre... o por el celo... o quizá ambos. Sintió un poco de pena por él.
—Iré a buscarte algunos supresores y-...
—No sé qué me pasa — admitió de pronto, contraído, enojado, encolerizado, afiebrado, con dolor de cabeza y ocultando con todo su orgullo su tristeza — quiero matarte, pero tengo ganas de llorar, tengo miedo y-y sólo quiero dormirme un buen rato. Otabek, mi cuerpo se siente raro — le temblaban los labios y con sus puños apretaba las mantas con rabia. Se removía inquieto y la ropa le molestaba.
Otabek no supo qué decir por unos momentos. El fiero Yuri Plisetsky se veía como un niño temblando para que su madre lo acurrucara y protegiera de una tormentosa noche de lluvia.
En aquel chico disfrazado con la fachada de un omega fuerte no había más que un alma destrozada que buscaba aferrarse a la vida como fuera. Sintió ganas de acercarse a él, decirle que todo iría bien, sintió la irrefrenable necesidad de protegerlo, cuidarlo, quererlo.
Los ojos de Yuri parecían llamarlo con más insistencia, ahora más calmos, hasta que finalmente terminó a su lado, con pasos inseguros pero anhelosos. Se arrodilló a la altura de él que lo miraba expectante sobre la cama, cuidadoso pero también ansioso. Elevó su mano despacio, esperando la aprobación del menor quien cerró los ojos sintiéndose morir cuando su instinto le hizo llevar su propia mejilla contra la palma de la fuerte mano del alfa, restregándose con vergüenza y pena.
Quiso morirse ahí mismo, pero realmente, en el fondo de su ser, había deseado por muchos años una simple caricia que le recordara lo que se sentía tener a alguien, sentir a alguien.
El alfa sintió un pequeño gozo interno con el gesto del felino frente a él. Su temperatura era terriblemente alta, tenía el cabello desordenado, sus mejillas estaban rosadas y sus ojos fuertemente cerrados sólo le hacían ver más niño, más joven y más puro. El olor que despedía era totalmente embriagador y el tibio aliento del menor chocó con su mano. Movió sus dedos despacio, sintiendo los suaves cabellos del chico que se dejaba acariciar enredarse y deslizar.
No quería separarse, ahí estaba nuevamente el instinto territorial sobre el omega que abría los ojos sin querer mirarle. Pero debía hacerlo.
—Iré por supresores, ¿bien? — preguntó suavemente.
Yuri se separó de su mano tapándose por completo con la manta, no pudiendo con la vergüenza.
— Bien — dijo, su voz sonó ronca y forzosa.
Altin caminó rápidamente a través de los pasillos, le pidió a Yuko un par de supresores y otras pastillas para bajar el celo. La chica volvió a pedirle explicaciones, pero nuevamente hizo oídos sordos.
—Lo siento, es solo que su celo llegó demasiado pronto, no es nada grave — fue lo único que dijo saliendo de la habitación.
Iba de prisa otra vez con los medicamentos en mano cuando por acto de reflejo miró a uno de los guardias que custodiaban el piso. Su mirada centelleante de pronto le hizo detenerse en seco.
Se miraron por algo que no fueron más de cinco segundos en donde las palabras estaban de más. El hombre se encontraba al borde del ventanal que daba justamente... al patio trasero de la estancia. Donde hace poco había estado junto a Yuri.
La mirada del hombre lo escrutó, culpándolo y delatando que lo había visto todo. Fue muy tarde cuando el guardia tomó su forma de can para aventurarse rápidamente al sector contrario de la mansión donde la oficina de Viktor se encontraba.
Iba a tomar su forma híbrida también, sintiendo la horrible adrenalina de ser descubierto, pero su sentido racional lo detuvo diciéndole que ya no lograría alcanzarlo. Era muy tarde.
Abrió la puerta de la habitación de Yuri desbocado y la cerró de un portazo alertando al rubio que aún avergonzado lo miró en busca de una explicación a ese acto. La manta deslizó despacio por su cabeza, aún no ocultaba sus orejas.
Otabek respiraba agitado. Su cerebro comenzaba a procesar la información demasiado a prisa y tanto así que al final llegó a las únicas dos opciones que finalmente definirían el camino a partir de ahí en adelante: O apoyaba a Viktor, o protegía a Yuri...
Una discusión interna se creó en su mente, en su pecho y en la cuestión que ahora mismo debía hacer, porque era eso... ¿Qué demonios debía hacer? ¿Qué era lo correcto hacer?
Ya no tenía tiempo. El rubio lo miraba, con la respiración trabajosa, enfermizo y aún esperando una respuesta.
Suspiró pesado, cerró los ojos fuertemente por solo un segundo en el que su mente no pensaba otra cosa que vanos "lo siento, lo siento, lo siento..." disculpas que ya no podría dar, que no sabía si algún día llegarían a su destinatario.
Cuando volvió a abrirlos, se apuró en hablar.
—Te sacaré de aquí.
Y ese fue el momento en el que Otabek se sentenció como un traidor.
¡Gracias por leer!
