Aullido

Aprovechó de que el rubio estuviera vestido con ropa algo abrigada. Se sacó el abrigo que llevaba encima y se lo tiró con una seña para que se lo pusiera y así disimular más su olor. Seguido, empezó a sacar algunas cosas necesarias y las tiró dentro de una pequeña mochila.

—¿Percibieron mi celo? — se reincorporó en la cama despacio, lo que menos quería era que por un descuido hubiese liberado demasiadas feromonas — Maldición, dime qué pasa — dijo ya casi con los pelos de punta, el mayor sólo parecía ido en el apuro sacando cosas — ¡Otabek! — llamó fuerte su atención al fin, su voz sonó un poco ronca.

—Te vieron — se volteó pasándole botas — y ahora Viktor debe estar enterándose — Yuri sintió un nudo en el pecho. No lo procesó de inmediato, en su cabeza las palabras retumbaron... ¿Ese alfa no le estaría tomando el pelo? quizá él mismo lo delató y estaba tramando todo esto para... para... no... no, eso era estúpido, Otabek no tenía razones para armar todo eso... ¿o sí? Sintió que el azabache le meneaba despacio el hombro — Yuri, apúrate.

—¿Otabek? — Yuri se asustó con la tercera voz y ocultó orejas y cola de inmediato. Yuko entraba en la habitación — ¿Qué fue todo eso y...? — vio a ambos apurados y se confundió — ¿Qué está pasando aquí?

—Eres la única que me puede ayudar — le dijo el alfa tomándola por los hombros — Yuko, tengo que sacar a Yuri de aquí — su voz siempre apacible mostró agitación.

—Pero qué pasó, qué... — le echó un vistazo al rubio que terminaba de ponerse las botas y se colgaba ahora la mochila con rostro algo más preocupado que Otabek. —¿Tú hueles así? ¿Desde cuándo hueles tan... extraño?

Yuri miró desconfiado a Otabek por la presencia de Yuko y la chica notó eso.

—No los voy a ayudar si no me dicen qué está pasando.

Ambos chicos se asomaron por la puerta vigilando que por el momento no viniera nadie. Otabek le asintió a Yuri y este aún con algo de recelo retiró el gorro que traía, sacando sus orejitas.

Yuko le miró desorbitada unos segundos y las palabras en su boca trastrabillaron hasta por fin crearse una frase coherente.

—Be-Beka no puedes — le tomó el brazo — Hay que entregarlo.

Yuri comenzó a gruñirle a la castaña y Otabek en defensa del rubio también frunció el ceño.

—No — sentenció — Nos vas a ayudar a salir de aquí.

Yuko quedó en estado de shock unos segundos. De un momento a otro las salas del primer piso comenzaron a llenarse de ladridos y aullidos, Otabek abrió los ojos alertado, Yuri seguía gruñendo mientras su piel se erizaba. Ya venían por él.

—Bien — llamó su atención —Por acá — aceptó la chica llamando la atención de ambos. Los tomó por la manga y tiró para que la siguieran hasta el final del pasillo — Pero por favor, deben cuidarse una vez fuera de la instalación, más Yuri por su esencia. No saben lo que podrían encontrar afuera. — alertó preocupada y aún shockeada por todo lo ocurrido en menos de cinco minutos.

Abrió la puerta de la escalera de emergencias, esas que Yuri tan bien conocía por alguna vez intentar escapar por allí.

—Iré al tablero de seguridad y les abriré las puertas de atrás de la mansión. En no más de cinco minutos deben estar afuera porque las volveré a bloquear para hacer tiempo y así que Viktor y los demás no los alcancen, ¿bien? — Otabek asintió, sintiendo el peso de aquel nombre en su culpable consciencia.

Cuando comenzaron a bajar las escaleras, algunas voces gritando instrucciones se hicieron oír desde los pisos inferiores, tan fuertes, que por un momento Yuri temió que las demás puertas de emergencia situadas en cada piso se abrieran y los pillaran.

Cuando llegaron al final, con pies sobre la nieve, Otabek que había ido casi todo el camino cuidando sus espaldas pasó de él tomándolo de la muñeca y apresurándolo. Cada vez la respiración se le hacía más pesada y el celo no lo dejaba pensar ni actuar con claridad, si hubiera estado bien consciente ya le habría dado una buena patada a Otabek por llevarlo como llavero.

Una reja inmensa se alzó a la vista de ambos a unos metros, el final de la estancia estaba cerca... y los ladridos también.

Un aullido se escuchó en lo alto por sobre todo el ruido y las respiraciones agitadas de ambos.

—Ay... — se quejó el rubio al sentir el agarre de Otabek más fuerte — imbécil bruto, ah, me duele — chilló.

Agitó débilmente su mano sin dejar de correr.

Llegaron a la reja a un par de metros mientras esperaban con el alma en la mano el timbre avisando que estaba desbloqueada. Yuri se quejó otra vez de su mano sin ser soltada, se inclinó hacia Otabek para reclamar o insultarle o lo que sea, pero sólo se llevó una sorpresa algo triste.

Un quejido por parte del alfa lo detuvo, su mandíbula estaba tensa. Su ceño levemente fruncido con una mueca dolorosa aún escuchaba los aullidos lastimeros... los aullidos de Viktor.

Yuri prefirió no decir nada por el momento y se tragó los insultos. No era el mejor momento, mucho menos para Otabek.

La reja sonó y de inmediato Otabek la empujó y cerró. Miró a una de las ventanas hacia arriba de la mansión a lo lejos, en la que se suponía estaba Yuko. El siguiente timbre avisando que las rejas habían sido bloqueadas de nuevo se hizo presente y justo antes de seguir huyendo Yuri notó que una manada de lobos daban la vuelta a la mansión avistándolos.

Corrieron por un camino que extrañamente estaba marcado, como si alguien más lo hubiera recorrido hace poco. Otabek olfateaba como sabueso mirando hacia todos lados, notando que no se hallaban solos. Maldijo mentalmente, sentía el acecho por todas partes y eso lo inquietaba.

De forma híbrida todo podría hacerse mucho más rápido, pero con Yuri en aquel estado era casi un suicidio, se tenían que valer de la nevada para comenzar a ocultar su esencia hacia atrás.

Miró a Yuri y entonces también notó que la criatura que llevaba arrastrando estaba muy cerca de desvanecerse por el cansancio y la presión. Iba a detenerse y atender al menor cuando un aroma nuevo llegó a él... uno muy bien conocido y que por instinto le hizo gruñir tomando por los hombros a Yuri de forma posesiva. El clan Leroy había pasado por aquel lugar, estaba seguro de ello. Y no sería sorpresa si no se encontraban solos ahora mismo.

Sin saber qué hacer todavía, la esencia de ese lugar era débil, pero no tanto como para que bajara su guardia. Dejándose netamente en el instinto que se había osado de él, la primera reacción que tuvo fue nuevamente salir de ahí.

—Para — Yuri lo detuvo exhausto — no puedo... correr más — respiraba dificultoso, como si estuviera próximo a un ataque de asma.

Tosió un poco, su garganta dolía, su cabeza daba vueltas, el calor en su cara era insoportable y las capas de ropa que tenía encima eran desesperantes. Las piernas le habían comenzado a temblar y el problema con su entrada debido al celo lo incomodaba de sobremanera por la lubricación.

Otabek sintió el olor a los Leroy de nuevo acrecentar en sus fosas nasales. Intentó ubicarse y suponiendo que lo había logrado, reconoció que a unos kilómetros la ciudad Sigma estaría situada.

—Treinta minutos — le dijo haciendo que caminara despacio — sólo treinta minutas y todo estará bien — le aseguró.

Lo sacó de inmediato de ese lugar. Estaban demasiado expuestos al peligro en esos parajes.

Cuando a lo lejos unos muros se alzaron, Otabek se permitió suspirar. El amenazante olor era cada vez más suave pero en ningún momento bajó la guardia. Antes de que estuvieran a la vista de los cadetes el chico volvió a dirigirse al Otabek.

—Estoy fichado — dijo despacio, pero de todos modos audible.

El alfa hizo una mueca. Entonces no dispondrían muchas horas dentro... ni menos con Yuri en celo. Le tomó los hombros y se inclinó a su altura

— Vas a tener que fingir que es sólo un resfriado.

—No puedo... — unas ganas casi incontrolables de llorar lo atacaron, pero no se iba a dar el lujo de humillarse. Maldito celo que lo ponía sentimental. Tragó duro. — Mi celo nunca antes había llegado así... Y estoy reprimido híbridamente, se van a dar cuenta.

—... — miró de reojo los cadetes que merodeaban en la entrada y entonces una idea cruzó su mente — Dirás que estás embarazado.

—¿Qué? — frunció el ceño —¡Claro que no! — se negó de inmediato — estúpido, ¿qué te hace pensar que un omega quedaría embarazado de la nada? como si fuera la jodida Virgen María, eso es... — entonces le tomó el hilo a la idea —... ¿estás fichado?

—No.

—¿Cómo piensas entrar?

—Tengo una identificación falsa de beta.

—Estás loco — lo miró incrédulo — Es difícil que un omega se embarace de un beta.

—Es riesgoso para el omega, pero no imposible.

—... — tragó saliva — puede que funcione — admitió.

Otabek sonrió forzosamente para el rubio, pero miró de inmediato hacia el bosque cuando creyó ver algo corriendo... pero solo la nieve parecía moverse allí así que lo pasó por alto. Quizá estaba muy sugestionado por todo.

Caminaron otra vez, ahora a la entrada de la ciudad donde los cadetes los detuvieron de inmediato pidiendo identificaciones. Otabek pasó con suerte la suya y a Yuri lo buscaron en los informes, su ficha tenía varios tickets de entrada y salida de la ciudad de donde se abastecía anteriormente. Revisaron la mochila que el rubio llevaba en la espalda y un inspector se detuvo en los supresores.

—Un omega embarazado no necesita supresores, se supone que su celo no llega. — acusó.

Yuri no cambió de expresión aunque por dentro le estuvieran comiendo los nervios. Otabek se adelantó a dar respuesta.

—Pensamos en un inicio que era el celo, al final supimos que era el embarazo — el inspector entrecerró los ojos cruzándose de brazos con las pastillas aún en la mano.

—¿Cada cuánto es su celo? — se dirigió al alfa. Yuri iba a responder pero le detuvo, quería que el mayor contestara.

Yuri se puso pálido, aquella información estaba en su ficha y si descubrían que Otabek no tenía ni idea siendo su pareja estarían al descubierto de inmediato.

— No lo sé con seguridad — Yuri aguantó el aire. Por alguna razón Otabek se veía bastante tranquilo, lo cual lograba sacarlo de sus casillas. El inspector lo quedó mirando, acrecentando sus sospechas.

—Soy irregular — habló por fin el rubio, recibiendo atención — mi celo puede llegar cada un mes como puede que dos o incluso tres... por eso él no lo sabe con seguridad.

El hombre corroboró la información en su ficha. Efectivamente el omega no tenía una fecha definida de su celo. Suspiró resignado, volvió a revisar las cosas de ambos y sus bolsillos con ayuda de otros ayudantes y finalmente los dejó pasar.

—¿Qué mierda planeabas hacer si hubieras dado una respuesta mala? — dijo cuando estaban ya lejos de los cadetes, dentro de Sigma — eres un tonto.

—Sabía que eras irregular — soltó un pequeño jadeo a modo de risa, pero con ello sólo mostró su cansancio. A pesar de la seguridad que les daba la ciudad, su mente estaba cansada de todo ese ajetreo. Yuri le miró entre sorprendido y enojado. — antes de encerrarte Viktor hizo un pequeño informe contigo. Me hizo estudiarte y me calificó para vigilarte — la boca de Yuri se desencajó. Ese imbécil ya lo conocía antes de siquiera verlo por primera vez.

Iba a maldecirlos por psicópatas o algo por el estilo cuando un nuevo mareo llegó a él y Otabek lo obligó a detenerse y sentarse en una banca de una placita pequeña por la que pasaban.

A diferencia de Yuri, Otabek no se sentó y había comenzado a caminar de aquí a allá como un animal enjaulado. Yuri lo miraba incómodo, le pesaban los párpados pero no iba a cerrarlos por más que quisiera. El rostro serio del mayor lo ponía de mal humor y su propia incertidumbre emitía feromonas nada tranquilizante para el chico. En un dado momento el Plisetsky frunció el ceño y carraspeó un poco antes de hablar.

—¿Puedes solo venir y sentarte en paz? — aunque paz era lo que menos existía ahí, Otabek se acercó y se sentó de todos modos con el silencio tumbado entre ambos — ¿Podrías por favor calmarte? — dijo molesto — me das tu maldito nerviosismo y me pones los pelos de punta.

—¿Tomaste los supresores? — preguntó de pronto mirándolo.

—Me tironeaste para todos lados — rodó los ojos, pero se arrepintió de hacerlo, sólo le provocó más dolor de cabeza — Ni tiempo me diste de tomarlos — vio que Otabek tomaba la mochila que reposaba en sus muslos y los buscaba, pero lo detuvo — No, no quiero tomarlos, me dan asco — dijo con la nariz arrugada.

—Tu olor también llega a mí, Yuri. — le dijo — Y soy un alfa, también me pone inquieto. — Yuri se ruborizó, había estado siendo egoísta todo el tiempo y no pensó en eso — Tómalos, por favor — le pasó unas tabletas color rojizo claro con una botella de agua. No tuvo más que tomárselas rápido para no sentirles el asqueroso sabor. Vio que Otabek le tendía otras tabletas de color blanco, lo miró molesto y negó con la cabeza.

—No voy a tomar esas mierdas — se rehusó.

—Te voy a agarrar como cuando no querías comer y no te va a gustar — le amenazó ahora el alfa molesto, Yuri le ponía la piel de gallina por el dulce olor que emitía y lo que menos quería era hacerle daño. Los instintos estaban del alfa estaban a flor de piel, Yuri sintió aquello y se tomó las pastillas de mala gana — Lo siento... — dijo cuando se sintió culpable por amenazarlo.

Yuri no dijo nada por unos segundos. Y cuando ambos parecieron haberse calmado abrió la boca.

— Cualquier otro ya me habría violado, otra vez... — dijo de pronto haciendo que Otabek se sorprendiera y frunciera ligeramente el gesto, siempre había odiado la palabra "violar" y todo el contexto que la envolvía — ¿Por qué tú no?

—No me compares con esas cosas — respondió ofendido — conviví con otras personas omegas, por eso me sé controlar.

—¿Qué hacían con ellos luego de...? ya sabes, de eso.

— No es algo de lo que me gusta hablar — respondió mirando al rubio que a diferencia de él observaba la botella entre sus manos con el ceño fruncido.

—Tú — lo miró de reojo — ¿lo hiciste? — la mirada aguamarina le chocó expectante, pero en ellos logró ver nuevamente la pizca de miedo, rencor y frialdad que los caracterizaban.

—No. Jamás lo hice. Nunca toqué a un omega, tampoco comí bocado de ellos.

Yuri suspiró aliviado.

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Un recuerdo lo bañó a lo lejos, trayendo consigo a Mila de paso...

Otabek se había negado a comer carne del omega que en su clan había servido, mientras la peliroja miraba nauseabunda el cuerpo mordisqueado y ensangrentado de la que alguna vez fue la penúltima omega del clan. Ya había cumplido su tarea de concebir a más cachorros, para el beneficio de los Leroy: dos cachorros alfas y para el postre de esa noche: un cachorro omega. Mila era la última omega que quedaba.

—Vamos, come algo, no siempre podrás atiborrarte de sólo venado y animales pequeños Otabek — Jean sonreía perversamente mientras mordía un trozo de lo que Altin reconoció toda la zona del cuello de la mujer, la parte más sabrosa de los omegas. Lo demás se lo había tirado a su clan.

—Paso — dijo estoico.

—Es una pena — le vio acercarse a él... o eso supuso, porque cuando pasó por su lado notó que realmente se acercaba a la pelirroja que sentada en el frío suelo miraba horrorizada todo.

Se volteó rápido atento a los movimientos de Leroy.

—Mila, que bonita piel tienes — notó el sonrojo de la chica que a pesar de estar asqueada, los cumplidos de JJ podían tocarle —pero creo que te faltan nutrientes — se agachó a su altura aún mordisqueando la carne, la chica se tapó la nariz por el olor a muerte y ahogó un gritito cuando el mayor con la mano ensangrentada retiró la suya de su nariz, manchando la piel blanca. Otabek comenzó a gruñir.

—No te atrevas a tocarla-...

—¿O si no qué? — le miró desafiante, haciéndolo detenerse en el acto justo cuando iba a acercarse — ¿O si no qué? — repitió — ¿Vas a matarme? Ni siquiera me llegas a los tobillos, morirías antes de eso. Otabek, tú no eres nada sin mi y este clan. — volvió a sonreír engreídamente.

Otabek estaba con un nudo interno... porque maldición, Jean Jacques Leroy era uno de los líderes de clanes más fuertes y buenos en la caza. Estar dependiendo del clan y de los mismísimos Leroy le irritaba y hería en el orgullo de alfa que también poseía.

Todos siempre a la sombra de ellos, siguiéndolos para sobrevivir, sometiéndose para poder comer, sirviendo para poder recibir un trozo de comida. Siempre estando a merced de sus hilos. Lo odiaba, lo odiaba porque en el fondo ese hombre tenía razón: ellos no eran nada sin él.

—Sí — asintió — Eso creí. — sonrió con superioridad — Y también creo que a tu preciosa Mila...

—¡Agh! — tiró de los cabellos de la chica hacia atrás.

La impotencia y la frustración de no poder defender a la persona que amaba hizo que Otabek apretara fuertemente los puños. Los otros del clan estaban atentos a cualquier movimiento suyo, lo atacarían en el acto sin dejarle tocar a Leroy que daría el golpe final con él.

—... Le faltan las proteínas de la carne — paseó el trozo de cuello delicadamente por los labios de Mila que miraba con horror a Otabek en busca de ayuda — la carne te da energías necesarias para el día a día — empujaba más el trozo contra los labios apretados de la omega — tu cuerpo recibe vitaminas y nutrientes — negó con la cabeza, risueño, todo esto le entretenía — come, amor, estás muy delgada — terminó por empujar con brutalidad la carne haciendo que Mila por fin abriera la boca.

Los finos labios de la muchacha se manchaban con el rojo líquido de su propia especie que deslizaba espesamente por su mentón y finalmente caía en goterones por su cuello, perdiéndose en la ropa o el suelo.

Había empezado a llorar y a gritar, con sus manos apretaba débilmente e intentando quitar las manos contrarias de su cara y cabello, mientras con voz sombría y divertida Jean le animaba "Eso es Mila, mastica, mastica, mastica" y Otabek sólo podía mirar resquebrajándose por dentro.


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