Orgullo
—Otabek Altin y Yuri Plisetsky estuvieron en Sigma. Anocheciendo partieron de nuevo hacia el oeste y les perdimos el rastro cerca de los ríos — Viktor suspiró, iba a decir algo pero el mismo guardia continuó — es posible que hayan caído al agua y muert-...
—No — Sentenció el peliplata de inmediato — Otabek no es tan tonto — inconscientemente, la muerte para Otabek no era una opción que cayera entre sus pensamientos. No era posible y no lo aceptaba. No era así. — No me importa, sólo sigan más al oeste ¿Qué hay de Leroy?
—También van tras ellos, aunque más adelantados, al parecer, van rodeando las aguas por donde ellos pasaron — hizo una pausa, pensándoselo, el alfa lo miró con expresión severa "no andes con rodeos" transmitió aquellos celestes ojos — son demasiados.
—¿El Clan Leroy? no es novedad.
—Más de doscientos. — de pronto soltó.
Viktor calló de golpe y un silencio tenso se hizo presente. Volvió a suspirar, maldita sea.
Los Clanes normales podrían bien ser manadas de 20 o hasta 100 personas... más de doscientos ya era casi un ejército, más incluso que los mismos hombres que Viktor resguardaba dentro de aquella mansión ¿Cuánto dominio podía llegar a tener Jean Jacques Leroy sobre esas personas y en sus territorios?
—Se dispersan según zonas y las órdenes que de el líder. Es su estrategia, están por todos lados porque jamás están todos juntos, cada parte sabe algo y lo van pasando a través de mensajeros de un lugar a otro. Viktor, ese hombre es peligroso y mucha gente seguramente lo sabe y por eso lo siguen.
—¿Saben en qué zona está él? — su rostro comenzaba a mostrarse impaciente.
—Dentro de nuestro rango, pero no se ha mostrado. — el portador de malas noticias miró otra vez dubitativo a Viktor, pero antes de que el cabreo de este mismo creciera decidió hablar rápido — sospechamos que Christophe Giacometti tuvo algún contacto con él y cuando entramos a registrar el cuarto de chico Plisetsky, b-bueno, tenía ciertas notas... y todo indica que eran de Leroy.
La cara aterradora de Viktor giró hacia el hombre, su semblante serio y sombrío logró ponerle los pelos de punta.
—... ¿Qué? ... — pronunció lentamente.
El hombre tragó en seco.
— Yuri Plisetsky mantenía un tipo de contacto con Jean Jacques Leroy...
Viktor soltó un suspiro tremendamente largo, para seguido soltar un bufido a modo de risa. De modo sorpresivo soltó un puñetazo hacia la pared creando una grieta bastante fea en él, haciendo saltar al hombre a su lado por el susto, quedando estático y helado.
Si era así, entonces, seguramente Otabek tampoco sabía nada. Conocía el rencor y odio que le guardaba a Leroy, y si se hubiera enterado que el rubio mantenía algún contacto con ese tipo no le hubiera ayudado a escapar.
Ni Viktor procuraba no nombrar a Leroy frente a Otabek por saber de su baja tolerancia a él, ¿Cómo reaccionaría al enterarse que Yuri guardaba sospechosas notas de él?
— Beka, Beka, Bekita... cometiste un grave error. — se dirigió al guardia esta vez —Saca a todos los hombres de la mansión, cerraremos todo. Iremos tras ellos, no me importa encontrarme con Leroy.
.
.
.
Yuri pisó con cuidado las piedras para cruzar el riachuelo y no caer al agua. Se encontraban próximos a Omega, la ciudad atestada de alfas, y eso podía sacarlo de su concentración al punto de resbalar. Otabek alcanzó a tomarlo a tiempo de la mano y lo ayudó hasta pasar al otro lado.
El Plisetsky parecía mucho más calmado desde que tuvieron esa charla en la playa, incluso, ahora había mantenido un récord de dos horas sin insultar de ninguna forma posible a Otabek. Hacía caretas de repente, obviamente por el enorme orgullo que poseía, pero no se quejaba y se había ahorrado los berrinches por esto y aquello que usualmente armaba siempre en las mañanas cuando debía tomarse algún medicamento, o cuando la comida no le gustaba, o cuando no quería caminar y Altin debía amenazarlo con dejarlo tirado a la deriva.
Yuri había comenzado a pensar en contarle a Otabek sobre las notas porque, después de todo, ya no pensaba irse con nadie más que fuera él, ¿Cierto?
Sin embargo, de alguna manera siempre terminaba por callarse en el momento justo cuando sus labios soltarían las palabras... ¿Por qué temía que el alfa se enojara con él?
Claramente le estaba ocultando algo importante ya que el mismo dueño de las notas ahora les estaba siguiendo, no quería darle más problemas a Otabek. Aunque... él no había hecho nada malo, ¿No? digo, Yuri nunca le respondió, nunca aceptó nada, nunca... Nunca le dijo a Otabek, ¡Y mierda! ese era el punto que lo hacía volver a callarse y terminar en el mismo sitio de siempre.
Quizá, sólo quizá, un pequeño quizá, le gustaba Otabek y no quería caerle mal.
Pero su orgullo que desde pequeño había traído arrastrando y su repulsión los alfas en sí le hacían reprimir el sentimiento de querer ronronear cada vez que el aroma de Altin estaba cerca. No sabía cómo canalizar su cariño aparte de evitar los insultos, porque nunca había sentido atracción por nadie ni la necesidad de tenerle cerca a cada momento.
Cuando se enteró de que Otabek ya había sentido amor por otra persona se sorprendió, porque no se lo esperaba, le había tomado por sorpresa esa confesión. Y en el fondo, nuevamente por su orgullo, se guardó esa pizca de celos, esa pizca bien grande de celos ¿Por qué ese estúpido alfa lo hacía sentir así? ¡Era estúpido!
— Deja de mirarme así, no te he hecho nada — Otabek lo miraba, el rubio en ningún momento hasta ese se había percatado de que lo estaba mirando con el ceño fruncido mientras gruñía bajito ¿Por cuánto tiempo había estado observando a Otabek?
— Muérete — murmuró bajando la cabeza avergonzado, pero sintió la suave risa del alfa que pudo revolver suavemente su estómago.
— Solías decirme eso a menudo.
— Solía desearlo a menudo. — dijo recordando que era cierto.
— Te estoy siendo útil, supongo que por el momento no quieres que me muera. — Yuri no pudo evitar la risa. — cuando te deje allá podrás desearme la muerte si quieres — el alfa sonrió, pero cortando de pronto la sonrisa del rubio.
— ¿Qué? — lo miró con confusión — ¿Dejarme? Tú no-...
— Pienso devolverme, quedarás en buenas manos y además-...
— ¿Por qué? — estaba consternado, ¿Lo iba a dejar e irse así como así?
— Quiero hablar con Viktor... aunque él seguramente quiera matarme — Otabek miró de soslayo a Yuri que observaba el suelo mientras caminaban.
Los cabellos rubios caían grácilmente, algunos estaban afirmados de forma desordenada tras la oreja de Yuri, de paso dejando a la visa el collar negro del rubio pero eso solo le daban una apariencia preciosa a su consternación.
— ¿Aún si quiere matarte? — murmuró Yuri apretando los puños dentro de sus bolsillos — Otatonto... — masculló caminando pasos más adelante suyo.
Otabek suspiró. Genial, la había cagado con Yuri. Justo cuando parecían ir bien.
Solamente por eso a "Otatonto" no se le dirigió la palabra del soberbio gatito por toda la tarde y noche hasta que se durmió irónicamente apoyado en su espalda... dándole la espalda orgullosamente. Sí, y es que Yuri era un joven demasiado... único.
Otabek no entendía el enojo (según él) sin razón por parte del rubio, ¿Había alguna parte del plan que no le había gustado? Quizá a Yuri no le gustaba convivir con más personas.
Yuri Plisetsky era alguien exótico. Demasiado único. Alguien que quería atesorar aun cuando no fuera de su propiedad.
...
Al día siguiente Yuri comenzó a hablarle de nuevo, palabras cortantes, pero algo era algo y Otabek estaba satisfecho con sólo un simple "estúpido" por parte del omega con tal de que no estuviera enojado por completo con él... Sí, quizá algo con su alfa interior estaba mal por no tener un orgullo "normal". Tal vez era porque las vidas ajenas eran tan o más preciadas para él que la suya propia, aún más la de ese rubio que la había pasado tan mal en el pasado.
Cuando estuvieron cerca de la Ciudad Omega, lo hicieron con suma cautela, no detuvieron el paso en ningún momento. Yuri se estremeció cuando gritos a lo lejos comenzaron a oírse.
— No dejes de moverte — había alertado el alfa.
— ¿Son omegas?
— No — Otabek se engrifó cuando un fuerte rugido se escuchó — Son alfas.
A Yuri se le heló la sangre. Canibalismo.
Cortaron camino por un paso angosto y no fácil de ver entre unas colinas que daba a la parte paralela de ese bosque, donde los árboles se esparcían de forma distanciada y no eran tan rebosantes. Era un lugar mucho más silencioso y de alguna forma tranquilizante. Algo increíble para Yuri que creía que caminar por esos lugares sería más amenazante de lo que pensaba; era como si esa zona estuviera aparte del mundo que los envolvía.
— Esa persona, ¿por qué vive por estos lugares?
Otabek subió y bajó los hombros.
— A veces el ojo del huracán es el lugar más seguro.
A medida que iban caminando la nieve caía de forma sutil y con gracia para la diversión de Yuri, que corría delante de Otabek a medida que veía uno que otro copo caer e intentaba tomarlo intacto.
Otabek veía al rubio correr en zig-zag, elevar sus manos y luego bajarlas despacio para terminar mirándolas y fruncir el ceño cada vez que el copo terminaba desarmado o se derretía antes de tiempo. Tras varios intentos fallidos, el omega pudo recién tomar uno bien.
Elevó el rostro con una radiante sonrisa hacia Otabek y corrió hacia él deteniéndose frente suyo.
— ¡Mira! — Le mostró emocionado sus manos, en donde yacía una linda figura con seis patitas que de a poco comenzaba a derretirse.
A pesar del ensimismamiento con que el Plisetsky observaba el objeto consumirse con el calor de su misma mano, Otabek no pudo quitarle los ojos de encima a esas preciosas joyas aguamarinas que brillaban emocionadas, una emoción infantil que pudo con él y que le hizo sentir una extraña sensación en su estómago, una a la que temía demasiado volver a sentir y hacerse más grande... pero que le hacía sentir demasiado bien, demasiado vivo.
— Se deshizo... — elevó la vista y sus miradas conectaron, quizá demasiado cerca — ¿si-siquiera lo viste? — murmuró sintiendo el calor en su cara y de pronto apretando sus dedos en donde no había quedado más que agua.
A Otabek le costó un poco procesar la pregunta. Yuri lo embobaba por completo.
— No... lo siento — vio de pronto la cabeza del rubio agacharse.
— Imbécil — Otabek sonrió dando un paso hacia atrás seguido de una mueca cuando Yuri levantó el rostro mostrando un ceño fruncido. Mierda, ¿La había cagado por segunda vez? — Lo había atrapado para ti... — para su sorpresa, la vergüenza estaba plasmada en el rostro del rubio que de a poco se le coloreaban las mejillas. Le pareció sumamente tierno el gesto. — Intentaré atrapar otro ¡Pero te golpearé si no lo miras bien! — exclamó volviendo a correr frente a él.
Otabek asintió, saliendo de su ensimismamiento, pero de pronto sintió un conocido aleteo, uno gentil y pacífico. Fue cuando vio en la copa de uno de los árboles esos ojos color sangre tan conocidos que le hicieron soltar un corto suspiro de alivio. Eso significaba que estaban cerca.
— Maka... — el búho bajó planeando en círculos y al reconocerlo le miró fijamente ladeando su carita. Otabek acarició las plumas albinas del ave — Lo siento, hice que tu trabajo se atrasara — dijo refiriéndose a la nota que ahora sacaba de su pata.
De reojo vio a Yuri acercarse desconfiado. Supo que tenía razones de estarlo ya que le había omitido esa parte de la historia.
— De inmediato te lo explico — el rubio asintió y quedó mirando al ave, entonces Otabek notó la intención del rubio — no hace nada.
— Claro que no hace nada — rodó los ojos — es sólo un ave... — Otabek se quedó mirándolo, entonces, aguantando la sonrisa burlona para no molestarlo y esperando a que el rubio acercara su mano para acariciar a la criatura blanca que reposaba en su antebrazo estirado.
Otabek tomó su mano despacio, acto que le dio una pequeña y placentera descarga eléctrica; era tan cálida. Acercó despacio sus dedos al ave, en su cuello, donde Maka se refregó de inmediato y Yuri sonrió con ternura.
— No va a reaccionar mal contigo, eres un omega, él lo sabe. Tuvieron que pasar meses para que se acercara a mí.
Apretó despacio la mano de Yuri para que no la retirara y de a poco pudiera acariciar al ave que confianzudamente dejó a Otabek para posarse sobre el brazo de Yuri esta vez, mirándolo como si pudiera presentarse. Entonces el rubio perdió el miedo y disfrutó de la suavidad de las blancas plumas. Notó que en una de sus patas traía un pequeñísimo dije que lo nombrara "Maka" y recordó la primera vez que lo vio en el patio junto a Otabek, cuando el último lo miró como si lo hubieran pillado haciendo algo ultramente secreto.
— ¿De quién es? — preguntó cuando Otabek comenzaba a abrir la nota dejando a la vista una caligrafía un poco enredada pero de cierta forma bella.
Beka...
Me alegra saber que todo esté bien, ¿cómo está Viktor? por favor cuida de él y mantenme al tanto de todo.
Cuídate. Con cariño: Yuuri K.
— Yuuri... — los ojos del Plisetsky se abrieron confundidos. — ¿Qué significa todo esto? — miró esos ojos chocolate que lo veían de forma profunda.
— Yuuri Katsuki desapareció para Viktor. Pero nunca lo hizo para mí.
¡Gracias por leer!
