Lazos

Yuri quedó desorientado, ¿Qué demonios pasaba por la cabeza de Otabek? la confesión sobre Yuuri Katsuki quedó dando vueltas en el aire, entre sus respiraciones, entre sus ojos abiertos de par en par, entre los chocolates de Otabek que silenciosos esperaban una respuesta; un golpe, un insulto, lo que sea por parte del rubio, pero este sólo atinó a decir:

—No te vas a devolver.

Oh, no, claro que el Plisetsky no lo iba a permitir. Otabek tenía demasiado en su contra como para que lograran quedar en "buenos términos" con Viktor, además, inconscientemente estaba usando ese muy buen argumento para que así el azabache se quedara junto con él.

—No puedes hacerlo, ¿Y si te pillan más alfas de vuelta? digo, y en el imposible caso de que logres llegar ¿Qué si Viktor tampoco piensa disculparte? ¡¿Qué harás si se entera que le ocultaste a Yuuri Katsuki?! ¡Otabek, me ayudaste a huir, Viktor no te lo perdonará! — la mirada del alfa parecía demasiado calmada en comparación a las palabras del rubio.

—No tengo mucho que perder, incluso si algo malo pasa — puso ambas manos en los hombros del rubio que lo miraba con una molesta impresión a su respuesta — tú estarás a salvo aquí, tienes que prometerme que no te expondrás.

—¡Pero-...!

—¡Yuri! — elevó su voz haciendo estremecer al omega — Prométemelo. Si no, todo lo que recorrí para poder cuidarte habrá sido en vano, ¿Me lo prometes? — el rubio arrugó la nariz, en el dilema de hacerle caso por obligación o negarse, que era lo que más dictaba su corazón porque no quería que lo abandonaran, no otra vez, no Otabek— quizá no me vaya hoy, ni mañana, pero cuando lo haga... por favor...

Yuri tragó en seco. Lo lamentaba por los duros esfuerzos del alfa, pero él jamás se iría a someter ante las palabras demandantes de uno. Incluso si era lo más razonable y beneficioso para su propia persona. No quería eso.

—No — sentenció — ¡No te voy a prometer nada! — se soltó de su agarre y corrió unos pasos más adelante junto a Maka.

—Yuri... — dejó atrás con la palabra en la boca a Otabek Altin.

No le iba a hacer caso; ese era su lema, ese era él, quizá no era lo más conveniente, pero era lo que él quería.

—¡Yuri... ese no es el camino! — Otabek rodó los ojos, ¿Por qué tenía que ser tan difícil ponerse de a cuerdo con ese niño? Jamás había conocido omega más llevado a su idea, más fiero y decidido... y Yuri Plisetsky era todo eso y más.

Para sus adentros sonrió. Sabía que ese rubio era especial desde el primer día en que lo vio: cuando el carisma de Viktor no logró llegar a él ni un pelo y cuando su fuerza de voluntad fue más fuerte que sus mismas necesidades básicas.

Luego de dirigir a Yuri en la dirección correcta, definitivamente no le habló más sentenciando que Otabek en efecto la había cagado de nuevo. Pero por alguna rara razón, el camino lograba ser ameno, la calma que transmitía ese lugar al menos los sacaba de la presión de estar al descubierto o eso sentía el omega.

Y lo que al final del camino estuvo frente a él, tuvo que darle créditos: una cabaña de dos pisos blanca como la nieve, casi como si quisiera camuflarse junto a ella, por unos segundos le pareció demasiado bella y casi algo demasiado bien planeado por el camuflaje que daba a la distancia.

Maka voló de su brazo, empezando a revolotear mientras se acercaba a otra criatura del mismo color níveo, pero de inquietantes ojos carmesí que lo miraron rápido y alertado.

—Yuuri — la voz de Otabek llegando a su lado le hizo dar un pequeño brinco de la sorpresa.

Yuuri Katsuki quedó unos segundos estático fuera de la casa, con Maka entre sobre su lomo y afilando la vista, sobreesforzándola para realmente creerle a su mente que quien creía que era estaba realmente ahí. Caminó lentamente y a medida que reconocía a Otabek iba tomando forma humana y sus pasos más avivez sobre la espesa nieve.

—¿Beka? — una sonrisa confundida creció en su rostro y saltó a abrazar a Otabek fuertemente, siendo correspondido en el acto — Eres tú, p-pero por qué, digo, no respondías y-y creí que... estaba asustado —balbuceaba con la vista humedecida— ¿Qué haces aquí? hacen, d-digo. —recompuso al separarse notando la despectiva mirada del Plisetsky a su lado — Pasen, está helando aquí fuera, l-lo siento, estoy divagando mucho es que... — volvió a sonreír — no lo puedo creer.

—Está bien, prometo contarte todo — únicamente mencionó, entonces Yuri cayó en cuenta de la bonita sonrisa que Otabek portaba en su rostro para con el otro omega.

Los últimos pasos hacia la casa los dio al lado del alfa, obviamente sin hablarle, pero como si quisiera primitivamente "cuidar lo suyo". Cuando entraron sintió el calor en las mejillas y un aire hogareño le hizo sentir nostalgia rememorando a su antigua casa; junto a sus padres, abuelo y hermanos. Era demasiado cálido y agradable el ambiente allí.

—¿Yuri? — la voz de Otabek le llamó, se había quedado pegado mirando hacia un punto muerto — ¿ Vienes?

—Sala y Michelle salieron hace un rato y no han vuelto. Se pondrán felices cuando te vean — aseguró Yuuri, quien también se veía bastante contento teniéndolo ahí.

Se sentaron en la sala de la casa. El rubio observaba todo disimuladamente, ese lugar ya olía de por sí a una mezcla entre alfa y omega, sin embargo no era un aroma inquietante como el que otras veces había olido.

Solo la presencia demasiado amistosa de ese azabache con Otabek le ponía incómodo.

—Antes de comenzar, él es Yuri Plisetsky — presentó Otabek, el rubio sólo miró a Yuuri.

—¡Ah! El chico del que me escribiste —asintió — Yo soy Yuuri Katsuki — respondió amable y sintiendo extraño tener ambos el mismo nombre.

—Lo sé.

Yuri prestó un poco de atención ¿Otabek había escrito sobre él? quizá debía comportarse y cooperar con Otabek si se había tomado la molestia... pero se sintió tonto de pronto ¡Claro que no! ¡Ahora mismo estaba enojado con ese imbécil!

—Él es así — se refirió Otabek a la mirada recelosa de Yuri. Luego se dirigió al azabache serio— de seguro tienes muchas preguntas, pero primero necesito que me hagas un favor, uno muy grande —Yuuri asintió, así que continuó— Necesito dejar a Yuri contigo.

Abrió sus ojos aún más confundido, mirando al rubio que se mordía las mejillas con unas ganas tremendas de discutir con Otabek otra vez. Frunció el ceño amenazante con el Katsuki que solo atinó a encogerse un poquito por esos ojos fieros.

—¿Qué pasó con... Viktor? ¿Dónde está él?

Otabek alternó la mirada entre ambos omegas.

—Viktor quedó en la mansión. Tuve que sacar a Yuri de ahí porque... —el rubio le apretó el brazo, temiendo de las palabras que diría.

— No... — susurró negando con la cabeza.

— Podemos confiar en él, puedes ser tú aquí — susurró de vuelta, acariciando su cabello, bajando hasta su mejilla fría y suave, y de alguna manera calmándolo. Yuri le soltó el brazo despacio y si no hubiese sido por el regocijo de esa caricia, hubiera reclamado de inmediato contra Otabek una vez más — Yuri resultó ser lo que Viktor buscaba.

Los labios del Katsuki se separaron levemente por la sorpresa.

—Un... ¿leopardo de las nieves?

—Sí. El último — se inclinó hacia el azabache desde el sofá de enfrente — necesito se quede aquí, al menos hasta que vuelva— "Si es que vuelvo" pensó inevitablemente.

—¿V-Volver? ¿Dónde te vas? Yo-no... sigo sin entender mucho— se sonrojó y jugó con sus manos—¿Eso significa que le diste la espalda a Viktor? — su voz sonó un poco amarga y Otabek lo entendió— Temía que se quedara solo pero si él es importante para ti, también puedo entender eso...

—Gracias Yuuri — agradeció tremendamente el gesto.

—¿Qué harás?

—Nos venían siguiendo, supongo que rodearé el camino de vuelta y volveré con Viktor para solucionar algunas cosas — entonces la cara de Yuuri se desarmó con horror.

—No puedes volver, te matarán cualquiera de los dos.

—¡¿Ves?! — exclamó de pronto el rubio, saliendo de su silencio — ¿Ves que no te puedes devolver? ¡Hasta el lo sabe! t-tú — se avergonzó de pronto y se ruborizó de rabia — ¡Eres tan terco! ¡Te odio!

A zancadas salió de la sala y dio un portazo cuando salió de la casa. Yuuri quedó estupefacto, por Beka, por Yuri, por la situación en sí. Otabek en cambio suspiró, desde que le contó a Yuri el plan había estado terriblemente irritable con él y ahora acababa de decirle que lo odiaba. De alguna manera ese comentario le dolió.

—No te preocupes, ya te dije: él es así. Lo siento si causa problemas— dijo mirando por donde el rubio había salido y ahora se lo escuchaba gritar groserías e insultos sin ningún cuidado. Volvió a suspirar. Yuuri asintió un poco temeroso, no tenía ni idea de que existían omegas tan osados y explosivos como ese chico.

—Se parece a Mickey cuando Sala hace algo malo...

Otabek asintió a medias, y le explicó con mayor detalle lo que había sucedido desde que Yuri llegó, hasta cuando tuvieron que huir, sobre Leroy que nuevamente había aparecido con una manada que los había emboscado en el lago y de Yuri en sí para hacerle saber de su temperamento y costumbres.

—Pareces conocerlo bien — de pronto Yuuri rió recogiendo sus piernas y abrazándolas. Otabek notó el mensaje oculto en esa frase.

—No tuve más opción que empezar a conocerlo por mi cuenta. Él no era muy cooperativo.

—Pero él tiene razón. No te puedes devolver Beka, el camino es largo, hay muchos enemigos y aunque me duela decirlo... créeme, Viktor es este momento es uno de ellos — arrugó la nariz negando, dolido, pero aceptándolo.

—Tengo que hacerlo — se acercó al azabache y se acuclilló frente a él, tomando sus manos entre las suyas en una forma de que lo entendiera — Viktor es importante para mí, al igual que tú, pero Viktor es...

—Más cercano a ti — completó la frase sin ninguna pizca de celos o algo, de hecho, detrás de ellas había un claro deje de cariño fraternal.

—Sí. Y siento que aún lo necesito en mi vida — apretó las manos del Katsuki — tú conoces más que nadie ese sentimiento.

Sabía que Yuuri quería evitar que el tema se desviara a su relación con Viktor, pero tenía que hacerlo, para que comprendiera. Porque después de todo el Katsuki aún amaba a Viktor, a pesar del dolor de su alma, de las decisiones erróneas y de huir de su alfa aislándose junto a los Crispino.

Dentro de sus mundos Viktor jugaba un rol fundamental, más para Yuuri por ser su omega. Pero suficiente, él no quería pensar más en eso.

—No estoy de a cuerdo con que te devuelvas, pero... ¿Por qué decidiste ayudarlo? — preguntó a medida que Otabek volvía a sentar frente a él, refiriéndose a Yuri. Su pregunta iba a ser respondida cuando se adelantó a agregar — Y no me vengas con eso de que está en ti ayudar a la gente, que es el instinto de alfa o cuanta cosa más — abrazó sus piernas mientras se carcajeaba divertido al ver el rostro de Beka y descifrar exactamente lo que iba a decir— Es lindo, ¿Es eso?

—Claro que es lindo — respondió enseguida, pero se avergonzó un poco de su misma respuesta y su estoico rostro evitó los ojos del Katsuki — ... es decir, todos los omegas son lindos — Yuuri rodó los ojos, una respuesta tan ambigua era típica de ese (aún) niño frente a sus ojos.

—Te gusta—aseguró.

—No lo diría así.

—Eres un libro abierto para mí, Beka —se burló el japonés frente al avergonzado alfa.

—No lo entiendes... — se tiró hacia atrás en el sofá, estaba agotado — él es tan jodidamente difícil, a veces siento que jamás nos llevaremos del todo bien. Siempre es muy orgulloso, esquivo, demasiado quisquilloso...

—Pero te gustan así, rebeldes.

—... Quizá eso me atrae un poco.

—¿No deberías ir a hablar con él ahora? — preguntó.

—No, ya estaba enojado desde antes, hay que dejarlo solo. Cuando le de hambre volverá a hablarme seguramente.

Yuuri sonrió dulcemente. Que Otabek estuviera al pendiente de alguien más le resultaba tremendamente tierno y más aún con la inocencia (o estupidez) del alfa al hacerse el desentendido. Claro que aquello también tenía que ver con que fueran alfa y omega (una atracción de polos opuestos), pero Yuuri podía notar algo más ahí, algo muy hermoso y que sabía que solo era cuestión de tiempo para que se desarrollara de forma natural.

—Iré a verlo yo entonces, puedes descansar aquí, estoy cocinando así que vuelvo pronto. — Otabek pensó en detenerlo, pero por un segundo también pensó que si el efecto maternal con el que Yuuri trataba a las personas podía con el carácter del rubio (como pasaba con él) le vendría de maravilla para todos, así que dejó al chico ir.

El rubio después de gritar sus descargos al aire se había sentado cansado contra una de las paredes laterales de la casa, de brazos cruzados, ceño fruncido y un puchero gracioso para quien lo viera. Esperó varios minutos a que el estúpido de Otabek lo fuera a buscar pero este ni se había dignado a salir, lo que logró sacarlo más de sus casillas y comenzar a mascullar maldiciones contra él.

Cuando la puerta se abrió dio un brinco y sintiéndose un poco tonto miró con una pequeña esperanza de que se tratara del alfa... pero no.

—Tsk — chasqueó irritado, ¿Por qué había venido ese chico japonés y no quien realmente quería?

—¿Yuri? —preguntó el azabache sentándose a unos centímetros de él — Otabek me dijo que te dejara solo un rato.

—Ese malnacido...— lo interrumpió en voz baja ¡No quería estar solo! ¡Quería a Otabek rogando su perdón!

— ... Pero si vamos a vivir juntos quiero que nos llevemos bien — dijo amigable, el rubio rodó los ojos, genial, lo que le faltaba.

—Mira: si me voy a quedar aquí no es porque quiera, sino porque Otatonto me obliga y yo nada puedo hacer. Está bien si me ignoras y yo te ignoro, no quiero a más gente en mi vida— aclaró de inmediato.

—¿Estuviste mucho tiempo solo? — indagó recibiendo una mirada sorprendida del rubio para seguido convertirse en una alerta y molesta — Yuri, no sé por lo que hayas pasado, y seguramente estuviste solo mucho tiempo. Te entiendo porque también soy omega y a veces es muy difícil vivir o sobrevivir en este mundo— comenzó a jugar con la nieve con sus manos desnudas — Pero si algo he aprendido con los años, es que la soledad no te lleva a nada bueno más que la destrucción misma. Tu vida se hace importante solo para ti, ¿Pero luego qué? solo la tienes a ella y si mueres nadie podría recordarte, nadie nunca habrá podido amarte en ese tortuoso tiempo en soledad que tú llamaste alguna vez "vida", nadie nunca habrá reído, discutido y llorado contigo, jamás habrás sentido la esperanza provocada por alguien, ni el cariño, ni nada. Durante el transcurso solo sentirás pena, desesperación por mantener tu vida a salvo, rabia, dolor por tu soledad... y un frío silencio — poco a poco captaba la atención del rubio — Quiero creer que sin las barreras de alfa-beta-omega, todos somos personas, personas distintas, personas malas o buenas, pero personas al fin y al cabo y eso nos hace estar ligados de una u otra forma, sólo debes encontrar a las personas correctas, las que te hacen sentir y las que te aman aún después de la muerte, las que te recordarán. Hay que mantenerse en movimiento, hay que llorar más, confiar más, amar más ¿Quieres aferrarte a nada con una vida solitaria y en vano? ¿O prefieres, aunque sea por poco tiempo, experimentar y compartir las más bellas emociones con alguien más? — le miró directo a los ojos. Sangre y hielo se encontraron en el dilema.

No pudo responder, en cambio, agachó la vista.

¿Qué estaba haciendo? De pronto el tonto discurso de ese chico frente suyo le puso la piel de gallina, porque lo admitiera o no, el que Otabek hubiera entrado a su vida tan cerrada y solitaria le había volcado el mundo. Ya no quería estar solo, le daba tristeza, se sentiría abandonado si Otabek lo dejaba.

Quería a Otabek en su vida.

Y quién sabe, quizá con el tiempo podría llegar a hacerse con más gente. Sus mejillas se tiñeron con un tierno carmesí, la idea de hacerse "amigos" emocionaba a su corazón.

—Beka me dijo tu híbrido — comentó de pronto llamando su atención — siento que seas el último, ¿Pero quieres saber algo que tenemos en común?

—Somos omegas — dijo obvio.

—Además de eso — Yuri intentó pensar, pero nada vino a su mente y terminó negando con la cabeza — somos híbridos de nieve, ahora, ¿Quieres ser mi amigo o no?

El rubio pensó que ese último era un pésimo argumento, pero tras pensarlo se dio cuenta que hace mucho no conocía a alguien con su mismo gusto a la nieve y al clima frío. Eran pocos los híbridos de nieve.

La mano de Yuuri se había estirado hacia él y una cierta confianza creció para con esa persona que le sonreía dulcemente y olía a cerezos con arándanos. El rubio estiró su mano aún algo dudosa y estrechó la contraria de forma suave, recibiendo una alegre sonrisa del japonés.

—¿Tienes hambre? — pronunció justo cuando el estómago contrario rugió y el rubio asintió entre sonrojado, ansioso y el ceño fruncido — Estoy haciendo tazón de cerdo, aunque no sé si te guste...

Luego habría de confirmar que a Yuri le encantó, cuando devoró por completo tres tazones llenos hasta quedar exhausto.


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