Abrazo

Los Crispino llegaron entre empujones para poder tirarse a los brazos de Otabek y ahogarlo entre abrazos y preguntas. Sala no se soltó del cuello del azabache hasta que cayó en cuenta de otro inquilino de aroma peculiarmente dulce que era desconocido para ambos.

El japonés los presentó y les dio una pequeña explicación que a partir de ahora sería uno más del hogar. Mickey simplemente asintió dándole la bienvenida y Sala se colgó del cuello del rubio que a pesar de sentirse hastiado con el río de preguntas de la italiana, las aguantaba por la charla con Yuuri que lo había hecho reflexionar y la mirada de Mickey que era un claro "Trata mal a mi hermana y no tendré piedad contigo". Qué fastidio.

—¡Qué delicioso hueles Yurio!

—¿"Yurio"? — preguntó el rubio confundido.

—Sí, ya que Yuuri también se llama igual y suena descortés ponerte "Yuri dos" te diremos Yurio, ¿Te gusta?

—¡Para nada! — arrugó la nariz mientras seguía reclamando con la chica que seguía abrazada a él.

Otabek los miraba divertido, al parecer se estaban llevando bien.

—¡¿Y qué es eso de que huelo delicioso?!

—¡Pues es que hueles muy bien! — Sala inhaló cerca del oído del chico — olor a omega — puso una cara sádica haciendo por unos segundos que Yuri la mirara con terror.

—Sala, basta, lo estás asustando — esta vez Mickey había intervenido, por celos y por el pobre Yuri.

—Lo siento, lo siento — se disculpó con una sonrisa soltándolo al fin.

—Sala y Mickey tienen recién catorce años, pero ya tienen casi dominado su lado alfa — avisó Yuuri por las dudas, recibiendo la atención del omega que aún así no cambió esa mueca de incomodidad — han estado conmigo por muchos años, en serio no hacen nada — Mickey infló sus mejillas, no le gustaba ser tratado como un perro rabioso, Yuuri notó su error con esas últimas palabras así que acarició sus cabellos despacio — Lo siento Mickey.

Sala en cambio, no le importó, de hecho asintió ante esas palabras.

—Está bien — terminó calmándose el nuevo omega del hogar.

Otabek había quedado en segundo plano hasta ese momento, el chico no había querido decir nada porque Yuri seguía enojado con él y además prefería observar la escena en silencio. Eso fue hasta que los Crispino comenzaron a bostezar y se despidieron para ir a acostarse al cuarto que compartían con Yuuri, este último guió a Otabek y Yuri hasta una habitación del segundo piso dándoles la última noticia por su parte:

—Solo hay una cama — torció los labios un poco nervioso de la reacción de Yuri, pero el rubio simplemente avanzó comenzando a quitarse la ropa — ¿N-No hay problema? — dijo un poco atónito al silencio de ambos.

—No. Ya hemos compartido cuarto antes — dijo Otabek restándole importancia.

—¿E-En la misma cama?

—No, pero... — el azabache miró a Yuri que comenzaba a levantar las sábanas y meterse entre ellas en silencio y hasta el rincón dejando un gran trozo libre.

—Da igual... pero como me toques te parto la cara — amenazó recostándose sin mirarles. Yuuri sonrió y asintió, haciéndole una seña a Otabek de "suerte con él y no mueras en el intento".

El japonés se retiró y no molestó más, por otro lado el alfa se acostó a una distancia prudente de Yuri, pero con el pasar de los minutos notaba que por más que intentara dormir no podía, tener a Yuri al lado no ayudaba mucho y sólo hacía crecer su insomnio. Volteó mirando en la penumbra el techo como si hubiera algo interesante ahí hasta que sintió el chico a lado suyo removerse.

—Duérmete — ordenó en voz baja, quiso sonreír, ya decía él que estaba muy tranquilo.

—Creí que tenías sueño, te veías cansado.

Lo sintió voltear hacia su costado y cuando miró curioso verificó que en efecto Yuri le miraba con cara cansada y unas pequeñas ojeras bajo sus ojos. Se removió hasta que quedaron frente a frente.

—Discúlpame —pronunció bajito el alfa, provocando en Yuri el gusto interno porque al fin se estaba arrastrando por su disculpa —Sé que no quieres que me vaya... y no te gusta socializar mucho, pero me molesta que me ignores — soltó con toda sinceridad, por unos segundos sorprendiendo a Yuri.

Yuri se contuvo de soltar una sonrisa boba de alegría, ese chico con la más mínima palabra estaba cavando hondo en su corazón. En cambio, hizo una mueca extraña y se apegó más a él, logrando descansar su cabeza en el pecho ajeno, tanto así que Otabek temió que el rubio escuchara los sorprendidos y agitados latidos de su corazón. Se tensó de inmediato.

—Eres un tonto — Otabek sonrió tenue y concordó con un "ajá" — y un terco, un alfa imbécil mucho más que todos, no sabes la rabia que me das, eres tan inútil...

Paradójicamente a sus palabras, el Plisetsky apretaba la camiseta del mayor, como diciendo que no se alejara, y Otabek con todo el autocontrol posible obedecía como buen perro guardián el no tocarle por su propia integridad física y además no provocar a Yuri ya que podía nuevamente sacar toda su bipolaridad y joder el momento.

Yuri, por otro lado, hacía su mayor intento para no enojarse con él mismo por estar haciendo lo que hacía; de a poco comenzar a pasar su brazo por el fornido torso del chico tornándose en un dulce abrazo, uno que había deseado hace mucho sin darse cuenta él mismo. Sintió su cara enrojecer mientras seguía insultando al mayor que aceptaba cada una de sus palabras.

Cuando cesó, Otabek se permitió hablar suavemente:

—¿Aún me partirás la cara si te abrazo de vuelta? — el rubio meneó su cabeza escondido en su pecho — ¿Eso es un sí?

—... Es un no — reclamó de mala gana, avergonzado, pero el azabache debía asegurarse si no quería cagarla... como estaba acostumbrando a hacer últimamente.

De pronto descubrió un nuevo gusto de la vida, uno que hizo a su dudoso corazón pegar el salto en altura y decidirse sin permiso a latir por ese omega menudo y soberbio que ahora entre sus brazos descansaba sin molestia alguna, pegándose a él como un dulce gatito.

Abrazar a Yuri Plisetsky era ir en contra de todos los miedos que su corazón y mente albergaba en cuanto al sentimiento de "amor" se trataba, porque para Otabek no era tan simple dejar ir a Mila... pero en ese momento, sintió que esa carga ya no era más, que Yuri podía darle la oportunidad de intentarlo otra vez y él, con miedo y decisión, tomaba la oportunidad entre sus manos poco a poco pero sin quererla dejar ir.

Porque Yuri para él comenzaba a ser prioridad. Una que no podía descuidar, una preciada y bella que quería guardar y ocultar del mundo porque la vida de esa joya se valía de eso.

—¿Otabek? — musitó un pequeño "Mmh" para que supiera que le escuchaba — ¿Por qué tu corazón late tan rápido?

Mierda.

Sintió su sangre helarse y seguramente su corazón dio un salto con eso.

—... Es porque estoy vivo. — dio una respuesta terriblemente estúpida. Yuri guardó silencio unos segundos hasta que lo incomodó — ... y tengo miedo de que me golpees si hago algo mal — el rubio soltó un jadeo a modo de risa.

Buena zafada Otabek, se la había creído.

—¿Otabek?

Volvió a preguntar pero esta vez el nombrado no habló, aún así de alguna manera Yuri supo que Otabek lo escuchaba. Se tomó unos segundos para poder convertir ese sentimiento en palabras simples, sin que el orgullo lo hiciera tropezar y guardárselas.

—Gracias.

Sin necesidad de un por qué, cada a uno sabía a lo que se refería.

Otabek acarició los cabellos de Yuri, sintiendo el suspiro del menor contra su cuello. Feliz.

—No es nada, Yura.

.

.

.

El lago circulaba con naturalidad y paz, tanta como los cadáveres que flotaban hasta la orilla o que se estancaban entre las ramas de las frías aguas. Viktor arrugó la nariz al verlos pero supo darles otro uso.

Ordenó a uno de los hombres que lo acompañaba a buscar a Lilia al otro lado de la zona en que estaban para negociar esas preciadas pieles que no podían desperdiciar ahí como si nada. Rescataron las que pudieron y otro se encargó de la custodia de ellas hasta que la mujer fuera notificada y llegara. Por otro lado, Viktor se vio en la obligación de seguir por el camino recorrido por Otabek y Yuri además del otro grupo de Leroy.

Rodear el río resultó mucho más tedioso de lo que imaginó; perdieron más de una hora en ello y más encima los roqueríos eran terribles si al menor paso en falso te descuidabas y caías. El mero instinto era lo que les estaba ayudando, el olfato en ese momento era el sentido más necesario pero a veces perdían más tiempo descifrando el camino a seguir entre la nevada que cubría los rastros de los que anteriormente pasaron por ahí.

Viktor era un líder duro, no daba tregua a sus acompañantes ni descanso alguno, viajaron sin dormir por dos días hasta llegar a Tau, en donde obviamente tuvieron que pasar lejanos a la entrada de la ciudad, de lo contrario serían cazados o en el peor de los casos enclaustrados.

Y eso no estaba entre los planes de Viktor, no, ni pensarlo.

El platinado notó que algo andaba mal cuando se sintió observado. De a poco escuchaba a uno que otro animal de los suyos gruñir a la nada o engrifarse sin razón aparente. Le pareció extraño hasta que divisó a un par de ojos amarillentos observarles desde las alturas de la montaña. El ladrido soberano que dio fue acatado de inmediato por quienes lo seguían para capturar a quienes estuvieran espiándolos, sin embargo sólo lograron cazar a uno: un zorro rojo alfa, para su maldita desdicha al parecer dos más habían huido.

—De dónde eres — interrogó al zorro que se negaba a tomar forma humana y gruñía mientras era rodeado por las decenas seguidoras de Viktor — No te conviene para nada resistirte conmigo — amenazó inclinándose al nervioso animal.

Un chacal al lado del zorro se acercó más de la cuenta y mordió al aire haciéndolo retroceder en son de que se rindiera de lo contrario tendría pelea. El acto se repitió ante la mirada con desdén de Viktor y su infinita paciencia que dio su última gota cuando finalmente el zorro fue mordido en la parte del cuello y chilló removiéndose.

Se acercó despacio al animal y le tomó cerca de donde había quedado la herida, tirándolo en un movimiento totalmente bruto hacia atrás, volvió a chillar y a gruñir en su defensa. Intentó moderlo, pero Viktor apretó el agarre dejando su dentadura al aire, inmovilizado.

—Perteneces al clan Leroy, ¿no? sabes dónde está él — otro lobo volvió a morder la pata trasera del animal, pero no le soltó hasta que lloró lo suficiente como para que ignorara por un segundo a Viktor y en un parpadeo ya fuera nada más ni nada menos que una adolescente alfa de mirada acabada y moribunda. Viktor hizo una seña para que le soltara la (ahora) pierna de la chica y en silencio esperó sus palabras mientras ella intentaba recobrar el aliento con una herida sangrando en su nuca y pantorrilla.

— M-Maldito... — musitó, pero enseguida siendo mordida esta vez sobre la misma herida de su cuello con hambre incontenible por otro lobo. Se lo quitó como pudo de encima entre sollozos, gritos y la penetrante mirada de Viktor. — ¡Está a la cabeza! ¡Va a la cabeza! — gritó desesperada.

—A la cabeza de qué.

—N-No lo sé — agachó la cabeza, rendida sobre la fría nieve, tomando la herida que ya no paraba de chorrear — una expedición, ahh, no lo tengo muy claro, persiguen un omega, ¡N-no lo sé!... va a liderando— suspiró quejándose — Jean Jacques va cerca de Omega...

Varios notaron como la mandíbula del Nikiforov se tensaba y contuvieron sus ganas de atacar a la chica que ahora se desangraba ahí, murmurando maldiciones y temblando como una hoja de papel.

—Déjenla morir, nos vamos — ordenó comenzando a correr al frente, ya no había tiempo que perder.

Lo tenían en la palma de su mano. Jean Jacques Leroy estaba ahí y Viktor Nikiforov no lo iba a desaprovechar.


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