Fiereza

Como si el aliento débil de aquel zorro herido fuera suficiente razón para seguir adelante, Viktor se reincorporó desesperado dejando de lado el dolor físico y que con cada pisada su extremidad doliera el jodido infierno. Sin embargo, se vio detenido por la intervención de Leroy y aquello solo hizo que su desesperación fuera en aumento.

Aún con algo de consciencia sabía que no podría solo con Jean, así que un solo aullido bastó para poner a raya a la mayoría de los suyos, temerosos y sometidos a sus órdenes. Por unos segundos hasta Otabek desvió su mirada a Viktor, reconociendo la señal pero recordando de súbito que ya no estaba bajo su liderazgo. Acudieron de inmediato unos veinte: si el líder lo pedía, ellos obedecían y se metían a la pelea.

Leroy pareció sorprenderse con la fiereza que había mostrado Viktor al reincorporarse, no entendía cómo había tenido tanta fuerza de hacerlo. Inmediatamente y luego de eso miró con desprecio la acción del Nikiforov, tomándolo como un acto de cobardía el solicitar ayuda.

En el momento que varios dejaron retirarse a Viktor, el león lo perdió de vista.

—¡Otabek! — gritó Yuri cuando el mismo hecho que con el Katsuki se repitió con él. Sólo que él sí gritó cuando sintió unos colmillos clavarse en su espalda y otro gato grande aprovechó el momento de morder cerca de su cintura, en donde, en efecto, los gritos del rubio fueron estremecedores cuando la sangre empezó a salir sin control.

Altin se desesperó, Yuri no podía defenderse, estaba preocupado por proteger al niño entre sus brazos a costa de su vida propia. Mordió y quitó del cuello a uno y al otro lo empujó a penas mientras se posicionaba sobre el torso de Yuri, temblando, atontado por el olor a sangre del rubio que parecía perder la consciencia. Lo movió con el hocico, buscando que Yuri reaccionara, pero parecía haberse desmayado con el pequeño aún entre sus brazos.

Sintió miedo, miedo de perder a Yuri.

Miró con rabia incontenible al que intentaba morder nuevamente al omega y lo lanzó contra la nieve, con su moral ida a la mierda. Había hecho de todo para no dañar a nadie porque él no era un asesino, pero la ira que le recorría las venas en ese momento era desastrosa, una tanto o más terrible que cuando se enteró que Chris había violado a Yuri. Mordió el cuello del animal y se encargó de perforarlo hasta que dejara de respirar.

Aún así su rabia no paró ahí, estaba nublándose de apoco a los instintos y la sangre de Yuri bajo suyo le hacía tener una pequeña lucha mental contra su propia naturaleza.

"... no siempre podrás atiborrarte de solo venado y animales pequeños, Otabek..." la voz burlesca de Jean, años atrás, hizo eco en su mente.

Golpeó a otro alfa mientras protectoramente gruñó.

No. Él jamás tocaría a Yuri de esa forma. Se negaba rotundamente, no podía, no quería, no debía.

El segundo aullido de Viktor a la lejanía lo trajo a la realidad.

—¡OTABEK! — Yuko también llegó a tiempo, mirando horrorizada a Yuri.

Los ataques les dieron un pequeño cese debido al movimiento de los alfas de Viktor con órdenes de atacar a los de Leroy. Debían empezar a aprovecharlo ahora ya.

Otabek miró a Yuko y no dudando de ella ni un segundo más, la dejó tener contacto con el rubio, mientras dividía su atención entre ellos y en quienes pudieran acercarse.

—Maldición, se está desangrando...

Separó cuidadosamente al leoncillo de los brazos de Yuri, ignorando su curiosidad sobre este. Las manos temblorosas bajaron con cuidado el abrigo y el suéter, dejando vista libre a la mordida en el hombro del menor, se veía mal pero cuando subió la ropa para ver mordida de su abdomen se percató que no era nada comparada con el desastre que ahí había. La piel antes blanca ahora estaba amoratada en esa zona por la presión, la carne perforada dejaba drenar sin control la sangre manchando la nieve y sus manos presionándola.

Usó, sin perder el tiempo que tenía, algo de la misma nieve limpia que tenía a disposición para helar las carnes del rubio. Se sacó la chaqueta que traía encima y la rompió en varias tiras, comenzando rápidamente a envolver la herida. La presionó mientras asustada miraba hacia todos lados, al parecer los lacayos de Viktor estaban haciendo un buen trabajo alejando a los demás.

Unos metros más allá, los Crispino lloraban como en los viejos tiempos por Yuuri. Estaban adoloridos y asustados. No porque temieran morir, claro que no, sino porque estaban aterrados de no poder mantener a su Yuuri con vida, de que con cada segundo que perdían energías peleando, Yuuri podía dejarlos una vez más.

Cuando avistaron a Viktor entre las masas con sus seguidores abriendo el paso hacia ellos, cubrieron al omega jadeantes, sin saber qué hacer realmente; si impedirle el paso o todo lo contrario y dejarlo. Pero la mirada desorbitada de Viktor les causó algo en el pecho que ninguno pudo explicar. Ese alfa simplemente buscaba a su omega, a su pareja, a la persona que amaba.

Se acercó rápido, pero lo reconoció lento. Lo olisqueó despacio con el corazón apretado. Lo movió y Yuuri lloró envuelto en el dolor de su herida y la vista nublada, a punto de irse a negro.

"Yuuri" pensó Viktor "mi precioso Yuuri" cerró los ojos juntando su cabeza con la contraria, lleno de dolor y de amor, una mezcla terrible y a la vez preciosa. Lo había encontrado, Dios, por fin, su Yuuri estaba ahí y se podía ir en cualquier momento por culpa de esos asquerosos alfas que intentaron tocarlo.

Miró fiero a sus subordinados y no bastó mucho para comprender el mensaje de que despejaran toda esa mierda de cualquier alfa mugriento perteneciente al clan Leroy.

Acataron presos del miedo y el impulso. En algún punto se preguntaron si Viktor no era igual que Jean Jacques Leroy.

Viktor apretó los dientes, por el miedo, por la rabia, por su acelerado corazón. Otabek estaba ahí con el Katsuki, ¿Qué significaba aquello? los Crispino también, los había dado por muertos todo ese tiempo y ahora los encontraba ahí todos juntos. Pero más le dolía Otabek, le dolía tanto que lo llenaba de furia, y lo llenaba de furia porque realmente no podía sentir odio, hacia Otabek Altin no podía sentir odio e inevitablemente lo quería. Lo quería tanto que dolía su traición.

Pero ese no era el momento para pensar cosas así, ese era el momento de huir. Miró a Sala y Mickey, haciéndole señal de que abrieran camino para poder salir de ahí. Ellos, reticentes, asintieron. Cargó a Yuuri en su espalda y, antes de irse, ladró fuerte para que Otabek lo escuchara, el chico volteó y asintió también.

Yuko tomó al niño desconocido para ella en sus brazos y Otabek tuvo que dejar a su híbrido para tomar a Yuri con cuidado. Lo apegó a su pecho y besó rápido sus cabellos desordenados saliendo de ese lugar mientras por mandato de Viktor era cubierto.

Iban a bajar la colina otra vez pero el escalofrío que sintió en la nuca lo hizo voltear a tiempo cuando las fauces del león estaban ahí. Logró pasar el cuerpo de Yuri a Mickey antes de poder quitarse del camino y esquivar por los pelos a Jean.

—Bajen, yo voy enseguida — avisó intentando priorizar la seguridad ajena.

La mirada suya con la de Viktor chocaron, se quedaron mirando los segundos mientras Jean se reincorporaba y, antes de que el mayor volteara, pudo jurar ver una pizca de indecisión en su andar. Supo que si en ellos no hubiera quedado el desastre, Viktor se habría quedado junto a él para protegerle la espalda. No lo culpaba, tampoco, ya se encargaría de recuperar su confianza otra vez.

—¡Vamos, gatito, no me digas que la mordida de Viktor te dejó atontado!

Lo había provocado para desviar su atención. Y Jean, siendo el animal que era, había respondido llevando su atención a él.

Sus ojos destellaron furiosos de su derrota. No esperaba que los perros de Viktor lograran detenerlos y tampoco estaba dentro de sus planes que los suyos se volvieran locos por la presencia de los omegas llegando al punto de desobedecerlo ¿Hace cuánto que buscaban algún omega? Claro, desde que Otabek se fugó con Mila hace años, la última.

—Te has vuelto un sublevado — Jean agarró su clavícula al tomar su cuerpo, la movió con brusquedad y arrugando la nariz, aguantando una mueca, la reacomodó salvajemente.

—Quizá, sí — admitió al que antes había sido su líder.

—Siempre fuiste un cobarde, Otabek, no te las vengas a hacer de héroe — sonrió — pero dime, ¿Dónde está Mila? ¿Dónde quedó mi adorado hijo?

Otabek apretó los puños, dejando sus nudillos tornarse blancos. Ahora era el turno de Jean provocarlo. El silencio se pronunció dejando solo los bramidos y ladridos de fondo de los otros animales enredándose en peleas.

—¡Ah! oh, y-yo, lo siento — se llevó la mano al pecho, con una fingida voz dolida — me siento jodidamente mal ¿Y qué tal eso de enredarte en las piernas del tal Yuri? mierda, de eso sí te envidio — se mordió el labio y negó — correrse cada noche dentro de esa preciosidad, ¡No sabes cuánto me gustaría follarlo y hacerle otro hijo a esa puta omega!

Suficiente. Otabek estalló.

No hubo tiempo de transformarse en híbrido, no hubo tiempo para reaccionar calmo a las palabras de Jean ni mucho menos hubo tiempo para que el puño que le dio directo en la cara titubeara. Cayeron a la nieve ambos, agarrándose entre rasguño y puñetazo limpio.

—¡Hijo de puta! — gritó exasperado ante la cara arrogante y la odiosa sonrisa de sus labios — ¡No trates a Yuri como se te pinte la maldita gana!

Jean rió mientras otro puñetazo era asestado en su pómulo derecho.

—¡Pregúntale a Yuri! — soltó — ¡Pregúntale a tu linda putita de quién eran las notas que leía y guardaba para fugarse de la mansión de Viktor!

—¿Qué?

Jean tumbó a Otabek abajo suyo en su aturdimiento, pero antes de que siguiera golpeando su rostro Mickey lo empujó.

—¡Vámonos! — le gritó a Otabek ayudándolo a reincorporarse — Viktor avisó a algunos de sus hombres para que te ayudaran.

Ahí estaba: la preocupación de Viktor.

Mickey lo agarró de la manga para que lo siguiera y no se devolviera a golpear a Jean que ahora se quitaba de encima cada estorboso perro y gato que se le tiraba encima. Lo último que alcanzó a ver fue la socarrona mirada azul de Jean mientras los hombres de Viktor le impedían el camino.

Y en su interior, por más que quisiera que todo hubiera terminado ahí, sabía que ese malnacido se las arreglaría para salir con vida.

Estuvo en su clan, vivió con él, estuvo en varias ramas de sus manadas, sabía que aquellos de ahí eran sólo unos cuantos y que su suerte de salvarse fue descomunal y una en un millón de no ser por Viktor.

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Se encontraron con los demás a las afueras de Omega. Las relaciones estaban tan tensas que ninguno de los alfas dijo nada, entonces, Yuko tuvo que hacer de mediadora y dictaminar rápidamente qué hacer.

—Hay que volver a Tau. Devolvernos a la mansión es un viaje muy largo y ellos no lo resistirán — dijo refiriéndose a Yurio y Yuuri — Necesitan asistencia médica y yo no puedo hacer mucho aquí.

—Puedo entrar con ellos, pero ustedes tendrán que quedarse afuera.

Otabek dijo lo último preocupado, que Viktor, Yuko, Sala y Mickey tuvieran que quedarse fuera por ser alfas registrados era una desventaja.

—Vayámonos por caminos distintos, esparzan olores por separado y la nieve se ocupará de suavizarlos.

Sala y Mickey reclamaron, no querían separarse de Yuuri, pero tuvieron que ceder de todos modos por su seguridad. Al menos los reconfortaba que Otabek fuera quien quedara a cargo del japonés, aunque les hubiera salvado la vida ellos aún desconfiaban de Viktor a causa de Yuuri.

Aquello dejó finalmente a Otabek junto a Viktor de todos modos, el lobo no tenía pensado separarse de Yuuri hasta que llegaran a las puertas de la ciudad. Sala con Mickey irían por el camino de arriba y Yuko cortaría camino por otro lado reuniéndose con Viktor en las afueras de la ciudad en el bosque espeso que yacía cerros de arriba.

El trayecto fue terriblemente incómodo. Otabek cargaba a Yuri que se abrazaba inconsciente al niño en su pecho. Viktor aún cargaba como lobo el cuerpo de Yuuri y no parecía querer cambiar de forma. Entonces, con las cosas así, el paso rápido y las respiraciones aún agitadas, Otabek con el labio roto y una mejilla morada decidió tomar la palabra:

—Gracias por mandarme ayuda... — Viktor siguió caminando ignorándolo — sé que estás furioso conmigo, Viktor... por huir con Yuri, pero, ¿Sabes? realmente en algún punto cuando descubrí que Yuri era lo que buscábamos, pensé en entregarlo, en terminar con esto y dejarte a ti todo lo demás... pero no pude, terminé por enamorarme de él — apretó los labios, con algo de vergüenza por decirlo — tú más que nadie sabe lo difícil que es querer proteger a alguien y-...

—Cállate — profirió, sin darse cuenta Viktor ya estaba ahí a su lado, con su mirada herida y su nariz arrugada — no quiero escucharte. — El hueso de su antebrazo estaba destrozado pero aún así se aferraba al zorro entre sus brazos.

Bajó la cabeza, aquello no sería tan fácil como pensaba. En su mente la voz de Plisetsky llamándolo "idiota" hizo eco y una triste sonrisa se posó en sus labios. Observó el rostro del chico, respiraba despacio, como si le costara mantener el ritmo y entonces le pareció demasiado bello para ser real. Debían apresurarse pero...

"¡Pregúntale a Yuri!"

—... ¿Viktor?

No hubo respuestas.

—Hey, Viktor. — Se detuvo, entonces molesto el nombrado volteó.

—Te dije que te callaras, ahora camina, Yuuri necesita un médico.

—¿Revisaron la habitación que utilizó Yuri?

Viktor cerró sus labios. Lo miró fijo unos segundos antes de fruncir su ceño teniendo una idea de lo que Otabek podría o no preguntar.

—Jean mantuvo contacto con Yuri por aviones de papel y mensajes que escribía en ellos. Tú, además de huir con él, creo que confiaste demasiado en alguien que ni siquiera conocías.


¡Gracias por leer!