Lágrimas

Otabek quedó plantado en medio del lugar, con la mirada severa del Nikiforov sobre él. Yuri le había mentido y él como idiota enamorado había caído.

—Vámonos de aquí de una vez por todas — suspiró Viktor volviendo a caminar sin hablar más a diferencia de Otabek que le costó tomar el paso nuevamente.

Cuando llegaron horas más tarde a la puerta de Tau, Otabek tuvo que cambiar de posición con Yuri y cargarlo en su espalda, así ocupando sus brazos para el niño y Yuuri aún con forma híbrida. Viktor dejó un beso en la cabeza de Yuuri, susurrando algo en su oído.

La secretaria de la oficina miró descolocada a Otabek, confundida y horrorizada por la sangre. Los betas vivían en un mundo aparte. La chica pensó que se trataba de algún cazador pero de inmediato desechó la idea notando que era el mismo chico que semanas antes había pasado por ahí con el rubio en su espalda.

La punta de los rifles se alzaron hacia él sin demora, lo hicieron bajar los cuerpos de los omegas y tuvo que poner su mente a trabajar de la manera más rápida posible para responder a las preguntas, intentó poner su cara más preocupada y desesperada aunque su estoica actitud lo dificultó un poco.

—Tienes que dejarme entrar — comenzó diciendo con voz trémula, un punto a su favor — mi omega se está desangrando, por favor, él es lo único que tengo — la secretaria hizo un ademán para que bajaran las armas haciéndoles saber que los reconocía.

—Y-yo, ahm... — sin embargo titubeaba y movía las manos sin saber qué hacer o tomar con ellas, hasta que un cadete con la cabeza más fría tomó el lugar de la chica.

—¿Quién es tu pareja? ¿Están registrados? Revísenlos a todos — a pesar de ser frío, sus órdenes fueron rápidas y eficientes.

—Yuri Plisetsky, yo soy Otabek Altin, unos alfas nos atacaron, l-los encontré a ellos también y yo, s-solo, no podía dejarlos — el cadete levantó la mirada estudiando sus palabras.

—¿Me estás queriendo decir que arrastraste alfas hasta acá? — su tono se endureció.

—No, cayeron al lago a unos metros de aquí, los perdimos, por favor, créame, Yuri no tiene mucho tiempo...

Mientras los otros soldados revisaban a los omegas, asintieron, dando a saber que no habían encontrado nada raro en ellos más que sangre y heridas que corroboraban las palabras de Altin

—¿Y tu identidad?

—La perdí en el ataque, pero estoy registrado, ella sabe —apuntó a la chica que miraba en silencio y asustada, ella asintió rápido y en muy pocos minutos los dejaron pasar.

Al estar heridos, la secretaria pareció compadecerse de ellos y les otorgó horas de más en su estadía, además estaba segurísima de que el médico a cargo les alargaría el plazo dentro de la ciudad por el mal estado de los omegas. No saldrían de aquel lugar hasta dentro de un par de días. Otabek hubiera deseado al menos avisar de aquello a quienes los esperarían fuera de la ciudad, pero era imposible. Tenía fe en que ellos sabrían esperar y que Yuko podría mantener la calma con los gemelos y Viktor.

Cuando llegó al hospital los atendieron de inmediato por el mal estado en el que se encontraban, los médicos no dudaron ni un instante en pasar a Yuri como prioridad mientras otro enfermero se encargó de curar las heridas de la cara de Otabek, desinfectándolas y parchándolas. Algunas miradas despectivas por aquí y por allá al ver a dos omegas de forma híbrida, haciendo a Otabek pensar que sí, los betas definitivamente vivían en un mundo aparte.

Estaba cansado, ahora era cuando todo el dolor físico caía de lleno en él. Cerró los ojos sentándose en los asientos del pasillo. El olor de ese lugar era tan enfermante que hasta le dolía el olfato. Cerró los ojos intentando respirar suave y empezar a procesar todo lo que había ocurrido.

Pero nada asaltaba su cabeza más que Yuri...

Su mente renegaba la idea de que Yuri le hubiera mentido pero cuando caía en que todo calzaba perfectamente... dejaba el tema ahí y su preocupación comenzaba a andar. Sabía que el rubio era fuerte, era duro de roer, pero ahora rememoraba el momento en que había visto su herida mientras Yuko la curaba y le dolía en el alma no poder haber hecho más por él.

Entró a la sala donde el niño descansaba. Una de las enfermeras que estaba a su cuidado se había embelesado con el leoncito, nunca había visto un omega en estado híbrido y quedó maravillada con quedar a su cargo, estaba en buenas manos. Otabek por ese lado estuvo tranquilo, al menos esa pequeña criatura tendría una cuidadora confiable. Sin embargo, estaba casi seguro que el doctor a cargo de Yuri había sido esa mujer de mirada despectiva que recordaba vagamente al entrar en el recinto.

No podía entrar a ver al Katsuki, tampoco, él también estaba dentro de la zona grave por haber perdido mucha sangre y le prohibieron verlo hasta que el doctor a cargo le diera noticias suyas. Aún así, Otabek prefería tener esperanzas en la fortaleza de los que quería.

Se apoyó en la camilla del pequeño, cerrando los ojos para descansar un poco, pero el movimiento de la cama lo hizo levantar la vista de súbito.

El pequeño cuerpo había bajado de la cama y se agazapaba en el piso, en el rincón.

Y ahí estaba, un niño de piel pálida y enfermiza, tenía el cabello azabache y unos enormes ojos azules que Altin sintió haber visto antes en algún otro lugar. No tenía ropas y en su cuerpo se marcaban las costillas de su delgadez.

—No te haré nada — intentó acercarse pero como si de un animal asustado se tratara, miró hacia todos lados buscando otra salida. Otabek olió el miedo y teniendo en cuenta de que el niño sabía que era un alfa se agachó a su altura desde su lugar — juro que no te haré nada, ¿Tienes hambre?

Lo miró con desconfianza y asintió despacio. El mayor sonrió, algo en ese famélico chico le traía paz.

—Debes tener mucha hambre, pero primero necesito que subas a la camilla y te cubras con las mantas, aquí hace frío y te puede hacer mal, ¿Bien? — el niño volvió a asentir, subiendo despacio a donde se le había indicado y metiéndose entre las mantas mirando todo de forma expectante y tímida.

—¿Señor Altin? ¡Ah! — la enfermera a cargo dio un salto de sorpresa al ver que el leoncillo que antes ocupaba la camilla ahora era un niño que la miraba cohibido y con miedo — Ah, pues, el doctor lo llama, es sobre su pareja. No se preocupe, me ocuparé del cuidado del niño, justamente traía la comida.

Otabek asintió y miró por última vez al menor, susurrando que volvería enseguida. Se paró y se fue rápido agradeciéndole a la enfermera. Dando vuelta al pasillo, hacia la izquierda y al pie de donde habían ingresado a Yuri la doctora lo esperaba. Apenas lo vio lo saludó y comenzó a explicar.

—Yuratchka Plisetsky ahora está fuera de peligro, pero tendremos que internarlo unos días hasta que se recupere. Detuvimos la hemorragia de la herida en el costado de su abdomen y ahora necesita no hacer ningún tipo de movimiento brusco o sobreesforzarse. A partir de mañana estaremos inyectando vitaminas a su cuerpo, tiene bajas las defensas.

La mujer siguió de largo sin esperar palabra y Otabek frunció el ceño, esa mujer sí que era una maleducada. Como no dijo nada sobre pasar o no a ver al rubio... le importó bien poco e ingresó de todos modos.

A penas el crujido de la puerta abriéndose resonó, Otabek vio esos ojos aguamarinos abiertos, con pequeños rasguñones en sus pálidos brazos. Sus cabellos estaban desordenados y estaba semi-sentado apoyado en las almohadas. Bajo la bata de hospital se notaba el vendaje de su abdomen y los parches en su hombro.

—Otabek — sonrió sin poder evitarlo, revolviendo el mundo del alfa.

—¿Despertaste recién?

—Hace unos minutos, estaba mareado pero ya se me pasó... ¿Te vas a quedar ahí parado? — frunció el ceño, obviamente invitándolo a sentarse junto a él de forma indirecta.

Otabek no esperó ni un segundo más en acercarse y besar la frente del omega que refregó su mejilla contra su palma en busca de cariño que prontamente se le fue dado, haciéndolo ronronear. Sin embargo, se dio cuenta rápido de que Otabek se encontraba más callado de lo normal y lo miró curioso.

—¿Pasó algo malo? ¿Cómo salimos de ahí?

—No, no, no, todos están bien... aún no me han dicho sobre Yuuri pero parece que está bien. Viktor nos ayudó a salir de ahí, nos está esperando fuera a las afueras de la ciudad con los gemelos y Yuko.

—¿Viktor nos ayudó? — entrecerró los ojos, desconfiado en el caso de que Viktor planeara algo contra él y su piel — ¿Yuko también estaba ahí?

—Sí... también. El niño despertó hace poco, está en una habitación de aquí y una enfermera lo está alimentando ahora mismo

—¿Enserio? quiero verlo ¡Ahh! — apretó los dientes y frunció el ceño, el movimiento repentino al querer pararse le había otorgado una punzada terrible en la mordida a su costado.

—¡Yura! no hagas eso, la doctora dijo que debías estar en reposo.

El rubio frunció aún más el ceño, ¿Reposo? ¡Y una mierda! Iba a ponerse a reclamar como siempre cuando Otabek habló primero.

—Y antes de que digas algo —su mirada lo vio serio por unos segundos — hay algo que me gustaría hablar contigo.

Yuri se extrañó, ¿Sería algo sobre lo que habían vivido hace algunas horas?

—¿Qué cosa?

—No me contaste todo, Yuri—el omega lo miró confundido, ¿De qué estaba hablando Otabek?— yo te pregunté si ocultabas más cosas y tú me lo negaste. Me mentiste— su mirada estaba calmada, pero calmada en el sentido de mostrar decepción.

—¿Mentirte? ¿De qué mierda estás hablando?

—Jean Jacques Leroy, mantenías contacto con él y no me dijiste nada.

—¿Qué? — la mandíbula del rubio se abrió descolocada, ¿Ese no era el chico que los había atacado y del que todos hablaban? Porque si era así, jamás en su puta vida lo había visto antes.

—Él me lo dijo y Viktor me lo confirmó. En tu cuarto encontraron notas.

Ah. Mierda.

Entendió todo.

Los ojos de Yuri se paralizaron sobre Otabek, mostrando su sorpresa repentina de saberse expuesto ¿Ese era el tipo? ¿El de las notas? Yuri ya las había olvidado casi por completo, había decidido jamás contarle a Otabek y dejarlo en el pasado pero si las cosas se tornaban así...

— Y-Yo te lo puedo explicar...

—¿Qué me vas a explicar? ¿Que tenías planeado huir con él? no se necesita demasiada explicación si el motivo es demasiado literal— con el dolor de su alma, no podía permitirse mostrarse blando con el rubio que ahora comenzaba a jugar con sus manos delatando su nerviosismo. Yuri le había mentido en la cara y como había dicho Viktor, él había confiado ciega y erróneamente en el omega.

—No Otabek, no es así o-o bueno, en el momento sí lo fue pero era porque tenía que salir de ahí, y-yo...

—Plisetsky — su voz sonó demasiado fría, y su apellido en esa boca demasiado nada —no me tomes por imbécil, sé que querías huir, eso era obvio, ese era mi motivo para perder todos mis malditos días cuidándote. Si quieres explicarme algo, explícame por qué mierda no me dijiste la verdad en el jodido momento en que te pregunté si ocultabas algo más.

Yuri abrió la boca descolocado, escuchar tantas groserías salir de la boca de Otabek no era algo normal, él en verdad estaba enojado. Sus labios se abrieron varias veces mientras sus ojos chocaban con los contrarios que le veían atentos y sin ocultar ni una pizca de molestia.

—Y-yo no... no lo sé... —fue la vaga respuesta que dio, hace mucho que alguien no lo dejaba sin palabras, pero había quedado en blanco, temiendo del enojo de Otabek y de que ahora en adelante no quisiera saber más de él y lo desechara como si nada. Temía volver a estar solo.

—No lo sabes — murmuró asintiendo a esa gran excusa.

El dolor en su pecho no se hizo esperar, quería abrazar a ese rubio que lo miraba expectante en busca de algún atisbo de cariño, una caricia, un abrazo o algo, pero el enojo dentro suyo no se lo permitió. Levantó el orgullo que tanto había rebajado con Yuri y lo usó en ese momento. Se paró del borde de la camilla siendo detenido por las manos de Yuri.

—No, Otabek, no te vayas.

Yuri sintió el nudo en su garganta que hace tiempo no sentía, aquel que lo hacía morder sus mejillas aguantándose las lágrimas que amenazaban por bajar por sus mejillas. Maldita sea, la había cagado él ahora y no sabía cómo arreglarlo... ¿Enserio se iba a poner a llorar ahí?

—Lo siento, es mi culpa, pero no te vayas —susurró con un hilillo de voz, tomó la mano de Otabek que desviaba la mirada para no verlo —quédate un poco más.

—Tengo que ir a ver a los demás — se soltó de su agarre sin voltear a verlo, saliendo finalmente de la habitación.

Yuri se mordió el labio cuando sintió que le temblaba. En su mente maldijo el día en que se quedó callado, supo que ahora había dañado a Otabek por no decirle la verdad y, aunque no le gustara, estaba en su derecho de enojarse con él, después de todo Jean era la persona que más odiaba Otabek en el mundo; le había arrebatado y maltratado a la persona que amaba, lo había humillado innumerables veces cuando estuvo en su clan y más encima habían sido atacados y ahora perseguidos por él.

Se pasó la palma de la mano rápido por su mejilla cuando sintió que el agua se rebalsó finalmente de sus ojos. Las secó rápido, aguantando las siguientes sin éxito.

Estúpido Otabek, lo había hecho llorar patéticamente. Y estúpido Yuri, había causado todo eso.


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