Caricia

Yuri esperaba con su rostro caliente y avergonzado una reacción, usando los últimos vestigios de coraje para mirar a la cara a Otabek el cual poco a poco cambiaba el estoicismo por una pequeña mueca desconcertada que a pesar de ser leve se podía leer en ella la incredulidad.

La sala se quedó paralizada por unos segundos eternos para Yuri y extraños para Otabek que no caía bien en las palabras que había dicho el chico, ¿Le estaba tomando el pelo? porque si era otra forma de poder engañarlo estaba siendo muy cruel con la situación y más con sus sentimientos.

—Si es otra manera de hacerme creer en tus mentiras, estás yendo demasiado lejos Plisetsky.

Yuri lo miró descolocado, sintiendo la sangre hervir, ¡¿Cómo podía creer eso?! ¡Con lo mucho que le había costado decirlo! Apretó los puños reprimiendo las ganas de gritarle una buena sarta de groserías y mantuvo lo poco y nada que le quedaba de compostura.

—T-tú, imbécil, ¿Estás tan cagado de la cabeza para creer que la putería que acabo de decirte es mentira? — sí... poco y nada de compostura pero al menos no lo gritó.

Sin embargo, antes de que pudiera hablar nuevamente, se vio interrumpido por los vellos de sus brazos erizándose a la par que sentía en la habitación una emoción de ansiedad crecer y crecer... ¿Era Otabek? ese perfume que lo embobaba, sí, definitivamente se trataba de Otabek.

El de ojos chocolate lo seguía mirando pareciendo molesto, solo pareciendo porque esta vez fue el turno de Yuri en notar el vacile del mayor, como si pidiera permiso para moverse del lugar al que se encontraba anclado, ¿Qué demonios?

—¿V-Vas a decir algo, Otaimbécil? — reclamó con un hilillo de voz embarazoso. Pero el otro no contestó.

Otabek suspiró pesado, saliendo de todos modos de la habitación, dejando a Yuri solo y con el corazón herido. No lo creyó de inmediato y no lo quería creer, Otabek lo había dejado de todos modos. Se había confesado y había quedado como idiota al ser cruelmente ignorado.

Mierda ¿Esto era enserio?

Se le escarcharon los ojos, no lograba aceptar el hecho de que el alfa se comportara así e iba en camino a putear a los cuatro vientos con esa boca tan fina suya y un dolor horrible en el pecho cuando la puerta se abrió otra vez dejando a la vista al alfa nuevamente, pero esta vez sin Luka, y acercándose peligrosamente.

No tuvo tiempo de reaccionar a tiempo cuando el mayor se inclinó de forma abrupta pero despacio, juntando sus labios. Con la mano libre tomó su mejilla, despejándola de los pocos cabellos rubios que caían.

Le costó tomarle el hilo al tiempo; incluso le costó hilar ideas coherentes desde que el azabache había salido y ahora entraba y ¿Lo besaba?

El toque de sus labios con el propio fue sutil, demasiado a Otabek, en demasía gentil y terriblemente dulce al punto de que el corazón del rubio sintió derretirse tan solo con volver a tenerlo más cerca justo como antes.

¿Cuánto había pasado sin él? ¿Día y medio? porque se habían sentido como malditos meses.

—¿Vas a reaccionar o algo, Plisetsky? — murmuró cuando se separó despacio, jugueteando con sus dedos en la mejilla rosada del rubio que intentaba recuperarse de la sorpresa y (ahora) la vergüenza.

—Yo sí, s-sí digo — apretó los ojos y chocó su cabeza con el pecho del alfa, seguía sin creer nada de lo que estaba pasando y no podía con la vergüenza de haber sido besado sin previo aviso y que sin embargo le haya gustado tanto compartir el mismo aire y calidez que el azabache.

—Debes estar cansado, tienes que dormir.

Esas palabras fueron como el maldito desahogo de Altin, había querido cuidar a Yuri desde que entró a la habitación. El menor negó con la cabeza, avergonzado aún, sin admitir que había estado llorando por él toda la noche... y aún así, Yuri todavía tenía una duda que necesitaba saciar.

—¿Me vas a dar una respuesta?

—Creo que ya te la di — no podía ver su rostro, así que dejó un beso en su coronilla — ¿No quieres enderezarte? podrían dolerte luego los puntos.

—Quiero una respuesta clara.

Otabek suspiró por segunda vez, Yuratchka era un caso único. Y eso lo hacía aún más especial.

—Dices que te gusto, te respondo que me gustas también, ¿No es obvio? — perfecto, Yuri podía morir con esas palabras y aferrarse más al pecho del chico que le robaba el mil y un suspiros completamente emocionado y queriendo controlar esas locas ganas de reírse como tonto. Como un tonto enamorado — me gustas demasiado, tanto, que me atreví a darle la espalda a mi familia por ti. Me había cerrado a la idea de enamorarme de alguien pero contigo no pude, Yuri Plisetsky, eres alguien a quien quiero atesorar como la joya más preciosa del mundo.

Acarició la espalda del menor despacio, dibujando figuras sin sentido con sus dedos y disfrutando de la piel suave a través de la delgada tela. El cuerpo de Yuri temblaba, dejando ganar a su omega, entregándose a las caricias y ronroneando cuando Otabek se animaba a rascar suavemente su piel.

El chico de la piel nevada quedó dormido entre caricia y caricia, por fin, con la mente tranquila y el corazón regocijado en amor.

...

—Auch...

Sin nada de cuidado, una aguja fue a parar en medio del brazo.

—Se más cuidadosa — advirtió Otabek a la mujer encargada del rubio, pero no recibió más que una mirada reprochadora y despectiva para seguido retirar la aguja de la misma forma que la había clavado junto a una mirada desafiante.

Otabek intentaba no gruñirle a la doctora, pero tampoco podía hacer mucho con el recelo que le tenía a esa mujer por no ser nada delicada al punto de parecer que hacía su trabajo de mala gana.

No sabía por qué de entre todos los profesionales ahí tenía que tocarle la peor al Plisetsky. La enferma de Luka era un amor de persona, pasaba día y noche pendiente del niño, el doctor de Yuuri no era la gran cosa pero al menos no lo trataba tan tosco y hostil como la mujer que ahora rellenaba un formulario con cara aburrida y un ceño fruncido.

Sintió el peso de la cabeza de Yuri sobre su hombro y aquel dulce aroma pudo tranquilizarlo de a poco.

Cuando quedaron solos el rubio preguntó:

—¿Cómo está el tazón de cerdo?

Sonrió por el sobrenombre.

—Sus heridas están bien pero ha estado un poco distante.

—Es por Viktor, ¿Cierto? — el silencio le dio la razón al chico y continuó — ¿Por qué estás tan seguro de que no trama nada?

—Porque tenemos a Yuuri. Viktor en este momento es más fiel a Yuuri de lo que es a sí mismo.

Tomó su mano y jugó un rato con sus dedos hasta finalmente dejarlos entrelazados. Yuri se refregó contra el cuello del alfa, sintiendo su aroma embriagarlo de a poco.

—No es asunto mío, pero ¿Qué pasó entre ellos?

—Ni siquiera yo lo entiendo del todo, su historia viene desde antes que yo llegara con ellos. Pero incluso así, ni Sala y Mickey saben con certeza qué pasó con ellos, eran muy pequeños.

Se limitó a aceptar esa respuesta, tenía en cuenta que no tenía que inmiscuirse donde las cosas al parecer se ponen turbias.

—¿Por qué no traes a Luka? — cambió el tema y lo miró con esos ojos gigantes aguamarinos que lo hacían perder el orgullo y ceder ante sus encantos. Besó su frente y asintió soltando su mano.

—Enseguida vuelvo.

Caminó por el pasillo y entró despacio a la habitación del menor unas puertas más allá. Luka miraba en su dirección, al parecer lo estaba esperando, sabía que a esa hora podía salir e ir a visitar al chico de cabellos dorados.

—¿Vamos? — el niño asintió y le estiró los bracitos para que lo cargara.

El menor no pesaba nada, tanto así que Otabek temía a veces romperlo si lo sujetaba con más fuerza de la que debería. La sonrisa inocente de Luka provocaba cosas extrañas en las memorias de Altin, pero por más que intentara encajar esas extrañas sensaciones de estar viviendo un déjà vu no podía llegar a ninguna respuesta y mucho menos cuando lo entregaba a los brazos de Yuri, como ahora, quien lo recibía igual de contento que como... como... como si el leoncito fuera un hijo para Yuri.

Esa simple sonrisa maternal en el rostro de Yuri podía derretir la cordura de Otabek.

—¿Disculpen?

Los tres en la habitación voltearon a la inquilina en la puerta. Era la enfermera de Luka, la chica sonrió al verlos, por su mente pasó la imagen de una bella familia.

—Necesito hablar con el Señor Altin en privado.

Otabek asintió y antes de que pudiera ponerse de pie para salir fue detenido por la mano de Yuri.

—¿Por qué tiene que hablar contigo?

—Debe ser algo con-...

—¿Por qué tiene que ser en privado?

Y Otabek cayó en cuenta. Cierta belleza rusa estaba celosa. Sonrió sin poder evitarlo haciendo fruncir el ceño al susodicho.

—Seguramente tiene que ver con Luka, no tienes que ponerte así. — por último acarició los cabellos azabache del niño y salió prometiendo volver sano y casto.

La chica lo esperaba afuera en el pasillo, lo miró algo seria e hizo una seña para que la acompañara. Caminaron por algunos pisos que jamás había pasado antes hasta llegar a una oficina pequeña llena de archivos y al lado de esta misma otra un poco más grande con varios frascos y otras bolsas en refrigeración con muestras de sangre.

—Luka está bajo de peso, está desnutrido y al ingresar tuvimos que hacerle algunas muestras de sangre para asegurarnos de que no sufra alguna enfermedad, alergia, etcétera. Usted me comprende, ¿cierto?

Él asintió, no sabiendo bien a dónde quería llegar. Ya le habían pasado algunos papeles de Luka en donde confirmaban que el niño (además de estar desnutrido y con las defensas bajas) no poseía ningún tipo de infección o enfermedad.

—Estaba revisando el resultado del chequeo que le hicieron pero mi colega se equivocó de archivos y me pasó varios de distintos omegas — Altin frunció el ceño, esto se estaba poniendo demasiado extraño — al principio creí que se confundió con su pareja o el otro chico japonés que lo acompaña, pero no... me dio unos archivos viejos que los cadetes de los Escuadrones recuperaron de la Ciudad Bēta luego de ser destruida por alfas de la zona.

Otabek la quedó mirando serio, aunque más que seriedad, sintió que una avalancha se le venía encima. Bēta fue la última ciudad que pisó antes de ser encontrado por Viktor y Yuuri.

—Trasladaron estos archivos por si alguna vez los omegas de esa ciudad migraban a las afueras de aquí, de Tau. Es algo poco posible, casi imposible por su baja esperanza de vida en las afueras pero aún así los trajeron para guardarlos como documentación.

—¿Qué tiene que ver Luka con todo esto?

—Eso es a lo que quería llegar. Entre la mezcla de papeles que tuve que revisar esa noche, más esos archivos, terminé revisando a otra omega por una confusión de sangre muy similar. Tuve que releer los nombres y mandar a hacer otras pruebas para darme cuenta finalmente de que su ADN era el mismo.

Una idea descabellada cruzó la mente del alfa. Demasiado irreal y demasiado posible.

—No sé si sea de ayuda pero sería bueno que supiera, ahora que está usted a cargo de Luka, que su progenitora también fue una omega.

La última vez que pisó Bēta...

"Si muero, no quiero que por ningún motivo lo dejes solo".

—Se llamaba Mila Babicheva.


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