Separación
Era increíble cómo podían salir de problemas e inevitablemente entrar a uno nuevo sin descanso alguno más que solo para reposar de las heridas un par de días insignificantes. Para la suerte de los tres, antes de que el desconocido pudiera hacer algo, Otabek avistó a Viktor. Nikiforov lo detuvo en el acto y sin problema lo tumbó en el suelo. Tan rápido como ni su aroma habían advertido.
—Emil, pensé que nunca nos volveríamos a ver — el tono de Viktor fue frío —¿Te envió Jean?
El chico ni se inmutó, sabía que Viktor venía, sabía que era malo mostrarse en solitario... aunque realmente no había ido solo.
Otabek se sorprendió mucho, ¿ese chico era Emil Nekola? Recordaba haberlo visto un par de veces cuando crío en el clan Leroy.
El Katsuki no pudo controlar el andar rápido de su corazón, como tampoco pudo controlar su sorpresa al hallarle el sentido a esa impresión de que había visto a ese chico antes. A Emil Nekola lo había visto un par de veces; cuando los antiguos líderes del clan Leroy hacían intercambios por conveniencia con el clan de Celestino en épocas de invierno, al necesitar alimentos o simplemente cruces para obtener híbridos fuertes en las manadas.
Había crecido, no lo había visto muchas veces en su niñez pero el recuerdo de un tigrillo pequeño, juguetón y travieso aún permanecía nítido. Había cambiado, y bastante. Ahora ya no era solo un pequeño travieso, en esos ojos había malicia, estaba corrompido, se dejó influenciar por el mundo.
—Y yo pensé que tampoco volvería ver al dulce Yuuri. Pero henos aq- ¡ngh! — antes de que pudiera terminar su frase Viktor no aguantó el nombre de su pareja en esa boca y torció su brazo en su espalda.
El azabache hizo una mueca cuando sintió un pequeño pero audible crujido. Para sus adentros rogó que Viktor no hiciera nada más con ese chico.
—V-Viktor — su atención se vio dirigida de inmediata — está bien, déjalo. A-Amor, déjalo por favor.
Yura lo notó de inmediato al igual que Otabek. Ese titubeo en el omega no era simplemente nerviosismo y no era exactamente un miedo a la situación... era miedo hacia Viktor.
Como perro obediente, el platinado obedeció en cuanto la palabra "amor" fue dicha. Se acercó al omega que se crispó de inmediato cuando fue abrazado por esos reconocibles brazos y sintió un escalofrío cuando Viktor rozó su nariz con su cuello, justo por donde su mordida estaba marcada de forma prolija.
Emil se retorció hasta ponerse de pie nuevamente.
—Son insistentes.
De esa tranquilidad con lo que lo había dicho no se podía esperar nada bueno. Sabiéndolo, Yuri apretó el agarre de la pequeña mano de Luka y se apegó al brazo de Otabek esperando la continuación.
Definitivamente el mal presentimiento de Yuuri Katsuki había dado en el clavo.
Con Viktor con la guardia baja, embelesado con su omega y Otabek pendiente de cualquier movimiento de Emil, habían olvidado estúpidamente el lugar en el que estaban. Fue error de ambos. Y eso nadie pudo negarlo.
El Plisetsky tuvo que sacudirse de forma brusca cuando sintió su collar ser tirado hacia atrás y se sintió caer sobre la inestable nieve. Vio frenéticamente a Luka con cara asustada y Otabek alejarlo de ahí mirándolo horrorizado. Jadeó entrecortado, alguien lo arrastraba por el collar pero no sabía quién era.
Otabek sintió el miedo recorrer su cuerpo con el pensamiento de que dañaran al rubio nuevamente. Pero no pudo hacer nada cuando más lobos se interpusieron en el camino. No sabía cómo ayudar a Yuri y tampoco podía dejar a Luka y exponerlo. La frustración e impotencia lo comenzó a consumir cuando las esmeraldas de Yuri lo buscaron llorosas mientras pataleaba para que lo soltaran; el collar lo estaba estrangulando, podía sentirlo incrustándose en su cuello.
Yuuri miró horrorizado reconociendo de pronto el animal que entre los demás lobos destacaba. Yuuri Katsuki había olvidado la sutileza que caracterizaba a Celestino Cialdini y sus canes.
Emil había desaparecido entre los demás. No eran muchos, unos veinte bastaron para separarlos. Lo que Leroy tenía en fuerza, Celestino lo complementaba con estrategia, y una que ni Otabek ni mucho menos Viktor pudieron prevenir.
Viktor detuvo de inmediato a Otabek cuando intentó abrirse paso entre los alfas que ni se molestaban en hacer movimiento o gesto. "Perro que ladra no muerde" pensó el lobo. Oh, y cuánto sabía que esa frase se aplicaba a ellos. No ladraban, solo mordían.
—¡Suéltame, joder, suéltame maldita sea Viktor! — gritaba a todo pulmón mientras veía a Yuri revolcarse en la nieve intentando soltarse del hombre que lo seguía arrastrando. —¡VIKTOR DÉJAME IR!
—¡Basta! — tuvo que hacer mucha más presión en para detenerlo, si el chico quería abrirse paso él ya no podría ayudarlo.
Viktor odiaba a Yuri Plisetsky, lo odiaba con toda su alma. Podía hacer una inmensa lista de los por qués y todas involucrarían a Otabek, por alejarlo de él y por arruinar sus planes... pero en ese momento al ver la crueldad con la que estaba siendo arrastrado, buscando al alfa con la mirada cristalizada, pataleando falto de aire, Otabek con la voz quebrándose en la impotencia, y a ese pequeño niño que ni siquiera sabía quién era pero que podía ver el terror en sus tempranos ojos mirando de la misma forma a Yuri; sintió un deje de tristeza y ahogo.
Viktor hubiese ayudado a Otabek si la situación hubiese estado en sus manos, pero en ese momento estaban solos, sin más hombres, con otros dos omegas que proteger y sin tiempo para caer en la desesperación.
Yuri sintió algo tibio en su vientre y un dolor punzante lo dejó casi sin aliento. La herida se le había vuelto a abrir y aquel olor a sangre alertó a algunos a su alrededor que lo miraron curiosos y aguantando el salivar.
—Aah~, gatito no te muevas tanto.
El hombre que lo arrastraba lo subió de su collar dejándolo a unos centímetros del piso y seguido lo dejó caer con brusquedad. Cayó de lleno sintiendo su cuerpo terriblemente pesado y doloroso. Había comenzado a toser, sentía su garganta seca y la tos sólo provocaba herirle. Sentía los gritos de Otabek a unos metros pero asustado no logró enfocar la vista en él, sino más bien en quien lo había arrastrado.
Jean Jacques Leroy no estaba mirando exactamente en su dirección, desde el suelo vio que le sonreía a Otabek en la lejanía y éste enloquecía por el gesto provocativo. Cuando el hombre al fin lo miró, un golpe en la nuca bastó para poner a Yuri a dormir e irse a negro.
Celestino ladró para que finalmente los suyos siguieran a Leroy y se retiraran. Mientras él... oh, Dios, miró a Yuuri Katsuki por última vez, recorrió cada curva de ese pequeño cuerpo desde sus hombros pequeños hasta sus caderas firmes y vientre infértil, sus piernas delgadas y esos ojos vinosos aterrorizados y asqueados por cómo lo miraban. Tenerlo otra vez abajo suyo no sería una mala idea. Para la próxima vez sería. Lo mismo con su venganza con Viktor. Cada cosa a su tiempo.
Viktor lo tomó posesivamente y lo cubrió con su cuerpo. Era una clara muestra de que se fuera lejos de ellos, de que ese omega le pertenecía a él y a nadie más.
Celestino sonrió para sus adentros. Ya habría tiempo para Yuuri, por ahora tendrían que conformarse con ese pequeño omega rubio.
...
Otabek estaba enloqueciendo, cada milisegundo que pasaba, cada segundo que respiraba sin Yuri a su lado significaban mil pensamientos de todo tipo que situaban a su preciosa joya en los peores escenarios posibles. Varias veces estuvo a punto de devolverse corriendo para ir en busca de él pero Viktor tuvo que detenerlo en todas para que no cometiera ninguna estupidez.
—Pensaremos esto con la cabeza fría, te ayudaré a traerlo devuelta, pero debes calmarte. Para este niño eres su imagen, si tú no puedes estabilizarte imagínate cómo se debe sentir él...
Fue la excusa que mejor pudo dar para que desistiera y pensara en Luka que denotaba su miedo hacia Viktor, pero que se aferraba al cuello de Otabek que lo cargaba en sus brazos, con la incertidumbre de dónde se habrá ido Yuri instaurada en su pequeña cabecita de cinco años.
Los gemelos fueron los primeros en recibirlos en la entrada de donde habían estado acampando. Extrañados por la ausencia del Plisetsky y el actuar nervioso y a veces errático de Beka. Cuando Yuuri les explicó la situación fueron los primeros en abrazar a Otabek y decirle que todo iría bien, que Yura estaría bien porque era el omega más obstinado y orgulloso de todo el mundo, que lo irían a rescatar dentro de nada y mil cosas más.
Pero aún así en su corazón tenía miedo.
Otabek Altin temía volver a perder a alguien que ocupaba ese especial puesto en su vida.
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Yuri despertó sin recordar lo que ocurría, perdido en el tiempo en el que había estado inconsciente, un dolor punzante en su costado y un dolor de cabeza como si tuviera una resaca. Buscó ido alguna señal de alguien alrededor, sentía demasiados olores juntos y aquello podía lograr marearlo asqueado. Levantó la quijada olfateando, buscando a Otabek, pero no lo encontró y poco a poco iba recordando el por qué estaba en ese lugar desconocido.
Palmeó asustado su cuello, aún poseía el collar.
Pero estaba desnudo.
Solo una chaqueta cubría su cuerpo. La levantó horrorizado y el alma le volvió al cuerpo al registrar que nada andaba mal con su cuerpo, nadie lo había tocado.
Tenía miedo, no lo iba a negar así como tampoco lo iba a demostrar. Con la mirada reconoció que se encontraba en una vieja cabaña abandonada.
"Nómades" pensó de inmediato. Claro, el clan de Leroy no se establecía en un solo lugar, siempre estaban en movimiento teniendo que arreglárselas para pasar las temporadas fuera.
Apretó la chaqueta a su cuerpo cuando sintió pasos hacia la habitación decadente en la que se encontraba. Olía asquerosa, olor a otro alfa, pero era lo único que poseía para cubrir su desnudez y tenía que arreglárselas con eso.
—Despertaste — era Jean — he venido a curarte la herida.
No dijo palabra. Miró receloso a ese alfa que se mostraba en el marco de la puerta, reconoció que la chaqueta le pertenecía.
Se acercó con esa sonrisa petulante y el rubio sintió escalofríos de solo tenerlo cerca. Apretó la chaqueta entre sus manos y contra su silueta, empezando a gruñirle para que no se atreviera a tocarlo.
Pero, vamos, ¿Acaso eso podría atemorizar a Jean Jacques Leroy?... no, para nada. Aquello solo lo incitó a acercarse del todo hasta llegar a una de sus pálidas muñecas.
El rasguñón de Yuri no se hizo esperar, un fino corte que dejó fluir una línea de sangre que delineó la mandíbula de Jean como si con un cuchillo se lo hubieran hecho. Yuri se quejó cuando sintió el agarre en su muñeca apretarse, la sombría mirada azul no dejaría pasar esa falta de respeto hacia su persona, el rubio lo supo cuando fue levantado del piso por segunda vez.
—¡A-Agh! ¡Suéltame m-maldito imbécil! — se quejó cuando sintió la herida estirarse y abrirse ardientemente.
El olor a sangre fresca y las muecas de dolor que el Plisetsky hacía intentando menearse para soltarse mientras que con la otra mano seguía cubriendo su cuerpo, de alguna manera, logró excitar a Jean. Yuri entró en pánico cuando notó las feromonas del alfa hacerse más fuertes, más aromáticas... deseándolo de forma más morbosa y sucia.
—No... — negó horrorizado cuando fue tirado nuevamente al suelo y cuando Jean lo acorraló quedando sobre él— no hagas esto...
Su pequeño corazón comenzaba a hacerse trizas, temblaba como una hoja de papel, tensó la mandíbula cuando sintió que el alfa que ahora gruñía sobre suyo como un animal salvaje intentaba abrirle las piernas. Pataleó aunque le doliera, intentó alejarlo pero obviamente ese hombre era mucho más fuerte que él. Sus lágrimas se asomaron cuando sintió el aliento desenfrenado en su cuello, no quería eso, no quería eso, no quería eso, era asqueroso, todo en ese tipo era completamente asqueroso; su olor, su voz, sus gruñidos, sus manos tocando sus piernas, su aliento chocando con su piel.
Otabek invadió su mente completa, tenía miedo, ese no era su olor, Otabek no era como ese salvaje animal que ahora forcejeaba con él. El chico jamás podría querer dañarlo y ultrajarlo como ahora Jean quería ¿Dónde estaba? ¿Por qué no venía a ayudarlo? lo necesitaba, lo necesitaba mucho.
Con un sobresfuerzo alcanzó a patear al chico en las costillas y con todo el dolor del mundo se puso de pie escapando de debajo suyo. Iba a salir de la habitación pero se vio detenido por otro hombre.
—¿Qué crees que estás haciendo, JJ?
Yuri se alejó de nuevo, quedando acorralado en una esquina, mirando a Jean que se reincorporaba observándolo con rabia y un deseo intenso de tomarlo. Intercaló mirada con el hombre de ojos celestes que estaba en el marco de la puerta y se tragó cualquier rastro de llanto pero no aguantando más el dolor de su herida cayó inevitablemente al frío piso, abrazando su vientre desnudo, gruñendo bajo pero ahora más que nada por el dolor.
—No te atrevas a hacer ninguna estupidez — Celestino se acercó al alfa joven y lo tomó por el cuello de manera amenazante — fuera de aquí, ya conoces las reglas que hemos hecho, no te perdonaré si las rompes.
Jean sonrió frustrado.
—No lo haré — se soltó del agarre de forma brusca — y tú — esta vez miró a Yuri secándose la sangre del rasguño — no te vas a salvar la próxima vez, ya verás cómo te abrirán las piernas y te la meterán entre tantos que no sabrás cuál de todos será el padre de tus jodidas crías. Aquí la gente no es como Otabek Altin, niño.
Yuri frunció el ceño ¿Era tan fácil de leer? de todas formas le molestó el modo en que Jean dijo el nombre de Otabek y lo miró despectivamente mientras recibía una última mirada de Celestino.
—Le diré a alguien más que te cure eso.
El rubio volvió a no responder. Los miró fijamente hasta que ambos salieron de la habitación. Solo en ese momento soltó un pesado suspiro, de alivio, de miedo y de pánico ahogado.
Se apretó la herida y reposó su cabeza en sus piernas recogidas.
—¿Por qué te estás demorando tanto? — susurró cerrando fuerte los ojos.
Estúpido Otabek.No me puedes dejar ahora.
¡Gracias por leer!
