Perspectivas
Luka cambió de inmediato su expresión, su semblante aniñado se transformó en uno preocupado y triste ¿Por qué Beka debía irse?
—Solo serán algunos días, te prometo que volveré mucho antes de lo que imaginas.
No quería dejarlo, la verdad, le causaba un tanto de desconfianza dejar al pequeño en esa casa. Pero tampoco podía darse la libertad de exponerlo más al peligro como ya había estado, debía tomar el papel de la persona que Luka nunca tuvo: un padre. Por ello debía protegerlo en el lugar que pareciera menos peligroso posible y ese era tras las paredes de esa mansión.
—Estarás con Yuuri — el rostro del ojiazul se iluminó pero Otabek tuvo que corregirse de inmediato — No, no ese Yuri... el de cabello negro, pero el también te agrada, ¿Cierto?
Luka asintió bajando su vista triste, de nuevo. Extrañaba al Yuri rubio y extrañaría aun más a Beka cuando se fuera.
—Buen chico— revolvió con cariño los suaves cabellos del niño y lo abrazó siendo correspondido con timidez y tristeza —te juro que llegaré... con nuestro Yuri.
En el piso de arriba de la mansión, Yuuri jugaba nervioso con sus dedos, miraba por la ventana a los Crispino que disfrutaban de los pocos rayos que el sol comenzaba a otorgar por la llegada de la primavera. Sonrió abriendo la ventana cuando vio que Sala y Michelle se comenzaban a empujar mientras reían para ver quién caía primero al césped. La brisa golpeó su rostro con gentileza, borrando un poco sus nervios hasta que la puerta se abrió dejando a la vista a Viktor con semblante cabizbajo.
Yuuri volteó luchando con el nudo que se le hizo en el estómago. Ya no sabía cómo hablar con Viktor. Había pasado tanto tiempo que había olvidado cómo hacerlo.
—¿Beka y tú hicieron las paces? —fue lo único a lo que atinó a preguntar — Supe que van a irse de nuevo... ¿P-por qué no me lo dijiste anoche?
—No hicimos las paces —y su rostro con algunas curitas lo reflejaba —no quería despertarte...— murmuró y se lanzó de espaldas a la cama tapándose los ojos cansado y adolorido.
El Katsuki asintió e inseguro se acercó hasta recostarse al lado del alfa que lo miró de soslayo. Los ojos vinosos de su pareja brillaron cuando vio que Viktor se fijaba en él y su corazón latió más rápido cuando volteó para quedar recostado observándolo. La mano de Viktor se acercó a su rostro delineando cada rasgo hasta finalmente quedarse acariciando su mejilla que se iba calentando a medida que el rubor comenzaba a subírsele acompañado del regocijo de ese cariño.
Pero Viktor parecía extrañamente serio, casi nostálgico y el contrario se percató de eso.
—¿Pasó algo?—tomó la mano del platinado y la acercó a sus labios, besándola, mirándolo fijo.
"Qué cosa no ha pasado" pensó Viktor derritiéndose por ese pequeño gesto del omega.
Las palabras de la noche anterior de Otabek estaban comiendo su mente de a poco, resonando sin querer irse. Por fin alguien le había dicho lo jodido que estaba, lo imbécil que había sido y estaba siendo. Se sentía descolocado, fuera de foco, algo nostálgico, triste, dolido... desconfiado sobre sí mismo y desconfiado de Yuuri, pero por más que su corazón le gritara que le rogara respuestas a su omega, no podía. No podía.
Si las palabras certeras y directas de Otabek le habían dolido, ¿Siquiera podría soportar las de Yuuri? Su precioso Yuuri...
—Nada —pero la voz le salió como un hilillo trémulo y vio la cara preocupada del omega en el acto, acercando ahora él su mano a su rostro limpiando las lágrimas que bajaban tan cristalinas como pesadas.
—¿V-Viktor? ¿Qué pasa? ¿Estás bien? ¿T-te duele algo?
No "algo" exactamente. Le dolía él.
Atrapó los labios de Yuuri de repente en un suave beso tan amargo como las lágrimas que seguían bajando por su rostro.
El aliento de Yuuri seguía siendo tan dulce como el primer día.
.
.
.
—¿Me estás jodiendo?— Celestino solo quería golpear al primero que se cruzara por delante y por ello cualquier lobo de los suyos estaba al otro lado bien lejos de él para salir ilesos.
—Al parecer escapó por la noche y no dejó ningún rastro—Isabella agachó el rostro nerviosísima, no quería recibir otra reprimienda y Jean estaba terriblemente serio. Dejó por unos segundos a Celestino y se acercó a su líder unos metros más allá—¿J-Jean? si deseas podemos buscarlo, quizá-...
—Cállate— la espetó atravesándola con la mirada y la pelinegra tembló de pies a cabeza—la nieve ya se derritió, las pisadas ya son agua, idiota.
—Lo siento...
Y la frase fue suficiente para colmar la poca y nada paciencia de Leroy. Se puso de pie y la tomó por el delicado cuello en lo que parecía ser una caricia... en un principio.
—¿Lo sientes?—la miró a los ojos—sentirlo no traerá a esa puta de vuelta.
Isabella quedó paralizada en su lugar, el pulgar de Jean se movió acariciando su piel marcada por él y ella suspiró con una mezcla de vergüenza y asco. O eso hasta que los dedos del león se enredaron en su delgado cuello comenzando a apretarla, asustándola.
—J-Jean amngh-...— sus manos viajaron a las contrarias intentando que le soltara, rasguñando cuando sintió su tráquea ser presionada hacia dentro, casi como si se fuera a romper, la podía sentir obstruyéndole cada suspiro.
—Tonta Isabella.
La soltó con brusquedad azotando su cabeza con el piso. Quedó aturdida y comenzó a sollozar intentando alejarse cuanto antes, miró a los demás alfas y hasta a Celestino para que la ayudaran... pero ninguno hizo nada cuando Jean tiró de sus cabellos dejando su rostro hacia arriba, dejándola ver su expresión despectiva. Tosió compulsivamente e intentó removerse porque los jalones comenzaban a dañarle.
—Discúlpame, Jean—tosió un poco antes de seguir sollozando—fue mi culpa, soy una t-tonta, sí, a-agh me duele, por favor...
—Que bueno que lo aceptes—bajó su rostro y juntó sus labios. Isabella sintió asco pero el terror que le tenía era más grande y tuvo que someterse.
—¡Jeanmgh!—exclamó cuando su labio inferior fue mordido fuerte. Sintió que le ardía y un líquido goteó por su barbilla mientras el sabor metálico inundaba su gusto.
—Eres una buena perra Isabella —susurró antes de soltarla al fin.
Se acercó a Celestino que esperaba discutir el asunto e hizo un gesto a Emil a la distancia para que se acercara a ellos.
—Necesito que te vayas con un par de hombres a buscar a Yuri hacia el suroeste, es posible que se haya ido por esos parajes al ser los más deshabitados... —ordenó, a lo que Celestino también estuvo de acuerdo.
Emil asintió y no bastaron ni dos minutos cuando tomó a los que pudo y se largó de ese lugar.
—Por la mañana encontraron un lobo muerto, murió desnutrido. Mandé a otro para vender la piel en el mercado a unos días de aquí así que no puedo moverme hasta que vuelva.
Jean rechistó. Entonces él tendría que hacer tiempo.
—Entonces también me iré, al sureste tengo otra camada de gatos y podría usarlos para reforzar aquí también. Intercambiaré algunos si el trato sigue en pie.
Celestino se lo pensó, ahora que Yuri había huido no tenía muchas razones para seguir con Jean aparte del intercambio de Emil... pero si le ofrecía más gatos, bueno, cómo negarse.
—Será tu última oportunidad.
.
.
.
Dos días después Yuri llegó hasta donde el camino se le hacía familiar. Iba exhausto, hacía mucho tiempo que no recorría distancias así de largas sin descanso y menos de forma híbrida exponiéndose a los peligros que eso podría traer.
Se detuvo cerca de un pequeño estanque para beber agua y reposar un poco. Se encontraba sentado en la orilla revisando su herida cuando sintió el sonido irregular de las ramas de los árboles sobre su cabeza. Quedó estático por unos segundos y empezó a sentirse observado. Se encogió ligeramente para cubrir su cuerpo desnudo y el vello de su nuca se erizó ante la idea de haber sido descubierto.
Un aleteo en lo alto llamó rápido su atención y un ave aterrizó a su lado mirándolo curioso.
—Maka...—suspiró con el alma volviéndole al cuerpo, al fin una visita agradable. Sí que el Katsuki había entrenado bien a ese pajarraco.
Los ojos vinosos de Maka lo observaron y parecieron preguntarle qué demonios hacía ahí. Se dejó acariciar cuando Yuri pasó delicadamente sus dedos por las suaves plumas de su cabeza. De pronto una idea cruzó por su mente.
Si el Katsudon había entrenado bien a su mascota, aquello podría serle de utilidad para comunicarse en donde sea que el chico estuviera. Sin embargo, su problema comenzaba con el carecimiento de papel y lápiz.
Miró hacia todos lados sabiendo que aquel material no le caería del maldito cielo así como así. Pensó en la hoja de algún árbol pero... ¿Cómo mierda iba a enviar eso y ellos saber de inmediato que se trataba de él o que supieran su localización? Estuvo así por al menos unos quince minutos con Maka esperando pacientemente, casi como si adivinara su intención y estuviera dispuesto a cooperar.
Pareció iluminarse cuando se le ocurrió rasgar ligeramente la corteza de un árbol como una lámina. Cuando se desprendió de su lugar y Yuri la sacó, varios gusanillos y escarabajos corrieron tronco abajo.
—Iugh, iugh, iugh—cerró fuertemente los ojos y solo sacó rápido la maldita corteza para alejarse lo antes posible asqueado. Él y la naturaleza nunca se llevaron bien en ningún sentido.
Tomó una piedrilla y empezó a trazar lo más simple posible para que el mensaje fuera corto y entendible: "Yuri", junto al dibujo simple de una casita y la letra "S" indicando el Sur. Se sintió satisfecho con el terrible dibujo realizado, terrible dibujo no porque fuera difícil dibujar sobre una corteza sino porque era Yuri el pésimo dibujando y en las manualidades, pero bueno, él encontró su dibujo una obra de arte. Buscó algo para amarrarlo a la pata de Maka y una vez hecho le sonrió.
—¿Te pesa mucho?—susurró refiriéndose a lo atado, pero el ave de inmediato emprendió vuelo en lo alto alejándose. Eso era un no.
...
Maka llegó horas antes de que Otabek tuviera que irse junto a Viktor.
Michelle y Sala estaban pasando tiempo de calidad con Luka para que se acostumbrara a ellos y no les tuviera tanto miedo. Ahora el menor temblaba menos cuando le hablaban o se movían cerca de él, así que eso era un avance.
—¡Mira es Maka!—gritó Sala haciendo saltar al niño en su lugar. Lo miró preocupada y en cuanto notó su temblor se acercó al temeroso niño a disculparse y ganarse su amor de nuevo.
Michelle se acercó corriendo a recibirlo y el pajarito pareció hacerle una caricia juntando su frente con la ajena cuando descansó en su brazo derecho. Mickey rió por el acto y se fijó en el pedazo de corteza que traía extrañamente atado en su pata derecha.
—Trae un mensaje —le dijo a su hermana mientras se acercaba.
Luka miró maravillado a Maka y Sala notó eso sonriendo ampliamente ignorando por completo a su mellizo pero viendo la oportunidad perfecta para ganarse el afecto de Luka utilizando a la avecita blanca.
—¿Quieres acariciarlo?—Luka contestó asintiendo enérgico—préstame tu mano—estiró la suya recibiendo la contraria de manera tímida.
Posó su mano sobre Maka que, reconociendo al niño como un omega, se dejó al instante por esa pacífica especie. Bajó a la banca donde estaba sentado y entonces Michelle también aprovechó de desatar lo que traía mientras su hermana y Luka se entretenían acariciando a Maka.
Cuando la sacó le dio un par de vueltas confundido hasta que tenuemente notó marcadas algunas siglas que le costó identificar.
—Yuri...
Sala y Luka lo miraron de súbito.
—Es de Yuri, hay que avisarle a Beka.
¡Gracias por leer!
