Rapto
El mercado negro siempre tiene un punto de control en alguna parte escondida en los suburbios de los lugares más recónditos y difíciles de hallar. Celestino y un par de alfas más llegaron con Yuuri a las quebradas de Lambda. La ciudad estaba a kilómetros y kilómetros de ese lugar por lo que jamás algún beta podría llega a ese lugar, o eso se suponía. Quien sea que hubiera puesto ese punto de control ahí era un maldito genio.
Llevaban a Yuuri de manos atadas con una ajustada soga que desde un principio había estado dañando sus muñecas, dejándolas rojizas y raspadas. Sus pies estaban heridos de tanto caminar y había recibido múltiples bofetadas en el camino por tan solo soltar quejidos ante las heridas y el trato brusco con el que fue tironeado de aquí a allá. Estaba hecho trizas.
Cuando llegaron, Yuuri sintió el mareante olor a alfa mezclado en el aire y como pudo se obligó a caminar si no quería volver a ser golpeado. Celestino saludó a un par de tipos que al parecer conocía y lo siguieron arrastrando ante las miradas curiosas y hambrientas de varios alfas que se detuvieron a mirar a un omega tras años sin ver rastro de alguno.
Yuuri levantó la vista después de un largo rato siendo tironeado y se arrepintió de hacerlo. Lo primero que vio fueron varias pieles recién despellejadas, estaban siendo secadas y limpiadas mientras los dueños se deshacían de las carnes restantes de dos o tres animales muertos a un lado. Sus pupilas se contrajeron con horror ¿Eso harían con él? no quería, no, no, no. Comenzó a removerse desesperado y empujó a uno de los alfas que lo estaba sosteniendo, el acto fue tan de improvisto que logró zafarse y escabullirse entre algunas personas hasta que sintió que nuevamente le tomaban... pero no era ninguno de los alfas de Celestino.
Otro alfa joven con mirada lasciva. Tomó una de sus muñecas y el omega empezó a sollozar del puro miedo, ¿Dónde estaba? quería volver con Mickey y Sala ¿Por qué le sucedía esto a él? ¿Era porque su vientre no servía? ¿Todo era su culpa?
—No es tuyo, suéltalo — La voz de otro hombre a su lado se hizo escuchar y con destreza tomó su muñeca apegándolo a su lado — lárgate — ordenó, y el más joven no vio de otra más que obedecer con desprecio, rechistando e insultando por lo bajo.
Yuuri subió la mirada aún aterrado. Se trataba de un hombre llegando a los cuarenta, quizá, cabello como la plata y ojos celestes como agua marina bañando las costas con parsimonia pero determinación, tenía un semblante duro pero algo en él llevaba a la paz. Tras ver al otro alfa alejarse, el hombre lo miró calmo y preguntó:
—¿Sabes lo peligroso que es andar por estos lugares solo? más si se trata de tu especie — su voz era ronca y fraternal, casi como si sintiera pena por él y eso a Yuuri solo le incitó a llorar con más ímpetu — ¿De quién eres?
— Cialdini — murmuró entre hipidos mientras en vano intentaba controlar el llanto.
—¡Yuuri! — y hablando del diablo... Yuuri llegó a saltar cuando vio a Celestino totalmente enfurecido, lo tomó por el brazo y le pegó una cachetada — ¡¿Qué pensabas al salir corriendo así?! — y al parecer cayó en cuenta demasiado tarde de la presencia del desconocido, pero lo reconoció de inmediato, casi con desprecio — Isaak Nikiforov ¿Qué hacías con mi omega?
El nombrado lo miró despectivamente y más cuando vio la violencia con la que trataba al menor. Iba a contestar cuando fue interrumpido por su propio hijo que llegaba a su lado de entre la gente.
—Papá, el clan de Yakov quiere hablar contigo... — el otro alfa más joven, casi como una copia de Isaak, se detuvo cuando se percató del ambiente tenso en el aire.
—Le enseñas el oficio a tu cachorro, ¿Eh? — Celestino lo examinó de pies a cabeza.
—Viktor, él es Celestino Cialdini, su clan vive en los Valles Primavera, seguramente has oído hablar de ellos — estrecharon manos por educación — el omega a su lado es...
—Yuuri, Katsuki Yuuri — completó Celestino.
Viktor asintió, cayendo en cuenta del dulce olor que desprendía el chico al lado de Celestino por primera vez. Perdiendo el aliento por lo que creyó horas cuando solo fueron un par de segundos en los cuales su corazón latió como nunca antes. Yuuri lo miró por unos segundos, no aguantando de pronto el calor en su cara y las vergonzosas lágrimas que seguía intentando secar en vano
Viktor tuvo un nudo en la garganta ¿Por qué alguien tan precioso lloraba de forma tan amarga? se preguntó, respuesta que obtuvo enseguida.
—Intentamos sacarle algo a este chico, es estéril y no nos sirve más ¿Estás interesado en la piel de un zorro ártico, Nikiforov?
—No — el mayor arrugó la nariz — no estoy en el tráfico de pieles... lo dejo para otras bestias — dijo lanzándole la indirecta.
—Lástima — Celestino sonrió y se despidió, tironeando a Yuuri otra vez.
Viktor se sintió tentado a partirle la cara a ese hombre, pero apenas Isaak notó que su hijo daba un paso adelante, por instinto lo detuvo.
—¿Pasó algo? — cuestionó con una tenue sonrisa, suponiendo lo que ocurría. Viktor volteó con ojos de cachorro hacia él, casi rogándole algo que su padre entendió al instante, como si sus mentes estuvieran conectadas — No, Viktor. Es un omega, además perteneciente al frío y conociendo a Celestino... debe cobrar por él lo que comemos en un año.
El Nikiforov menor miró frustrado de nuevo al omega yéndose entre la gente, cabizbajo. Carajo, ¿Cómo alguien tan bello podía pertenecerle a alguien tan... vil y asqueroso? la voz de su padre lo sacó de sus pensamientos casi extremistas sobre cómo conseguir a ese chico.
—Es mejor ir con Yakov, vamos. — tomó por los hombros al chico y caminó con él a lado contrario.
Los Nikiforov desde siempre habían sido un clan poderoso, pero envidiado por muchos porque a diferencia de todos, ellos no jugaban sucio y mucho menos dejaban que sus valores se doblegaran ante los caprichos del mercado negro. Hacían intercambios justos. La lealtad era su primer valor seguido de la honestidad y el orgullo.
Isaak Nikiforov por el momento llevaba las riendas del clan hasta el día de su muerte, en el cual el mando lo tomaría su primogénito, Viktor. La esposa y madre de la familia había muerto hace un par de años por una enfermedad a sus pulmones y el par de lobos quedaron solos.
Aquel día en específico estaban en ese lugar para intercambiar unos cuantos víveres y conseguir el apoyo de Yakov para asaltar un par de torres de enclaustramiento al sureste y conseguir alimentos para el invierno. Pasarían en ese lugar un par de días hasta volver a casa y si todo iba en orden, ejecutarían el plan unas semanas después.
Celestino durante esos días pudo negociar con varios traficantes de pieles y muchos estaban dispuestos a comprar a Katsuki por su piel y lo que podrían hacerle previo a eso. Disfrutarlo un poco antes de despellejarlo no sonaba para nada mal.
Al final se había decidido venderlo a un clan pequeño que había ofrecido lo suficiente como para dejarlo satisfecho.
¿Y Yuuri? bueno, ¿Qué podía decir él ahí? no tenía el derecho a opinar, a oponerse, a aceptar ni nada por el estilo, ni siquiera a abrir la boca.
Viktor había seguido de lejos cada movimiento de Celestino para con el Katsuki. Había intentado hacerle caso a la palabra de su padre de "no meterse en tratos ajenos" ni tocar las propiedades ajenas... pero vamos, Viktor tan solo era un adolescente enamorado por primera vez de un omega que anhelaba fuera suyo. Quería ver sonreír a ese destruido chico. Algo inexplicable dentro suyo le exigía hacer feliz a ese niño, algo que ni las órdenes de su padre podían detener.
La oportunidad se dio como si la aguja en el pajar deslumbrara gritando para ser sacada. Y Viktor no iba a desaprovechar aquello por nada del mundo.
Aquella noche, al parecer uno de los alfas de Celestino había intentado violar a la pareja de uno de los vendedores y este, enfurecido, comenzó a insultarlo, cosa que en nada se transformó en una pelea llena de mordidas y sangre. Entonces el líder tuvo que ir a detener el conflicto al ser notificado por otro hombre, dejando a Yuuri solo con otro de sus acompañantes que a penas si había escuchado las órdenes de su líder por seguir durmiendo.
Varias personas se habían acumulado alrededor de donde la pareja le rompía la cara a puñetazos al alfa. Incluso padre e hijo lobo miraban la escena con desagrado a la distancia, estaban a punto de partir tras cerrar exitosamente el contrato con Yakov hasta que el menor notó que al fin Celestino se había separado de donde estaban acampando. Miró a su padre que seguía inmerso en la pelea y aprovechó de escabullirse entre la gente de forma híbrida para pasar desapercibido.
Era una locura, en su mente lo sabía, pero su cuerpo lo estaba realizando de todos modos. Estaba arriesgando demasiado por algo que ni siquiera sabía si terminaría bien pero que sentía que valía toda la pena del mundo intentar. Algo se lo decía, un presentimiento quizá. Quería ver al menos por última vez a Yuuri Katsuki.
Y en efecto, el omega yacía ido. Tirado en el suelo, con la poca ropa desarreglada y su aroma mezclado a otras más, respiraba un poco agitado y su rostro estaba colorado. El lobo tuvo que apretar la mandíbula para no devolverse a matar a Celestino.
Yuuri olisqueó alguien desconocido, pero su vista borrosa y entorpecida por la fiebre y el cansancio no le permitieron ver más allá que solo un par de ojos destellantes entre la oscuridad. No tardó mucho para volver a cerrar los ojos y dejarse hacer por lo que sea que quisiera la persona que se acercaba. Muy en el fondo de su mente nublada, tenía el pensamiento que cuanto antes lo mataran, mejor.
Pero aquello no fue así, y lástima que ni siquiera se percató puesto que cayó exhausto por el sobresfuerzo mientras Viktor lo cargaba delicadamente. La muerte había desechado la opción de llevarse a Yuuri ese día.
Cuando Isaak salió del punto de control del mercado negro buscando a su hijo, lo primero que hizo al verlo con el omega entre sus brazos y cubierto con su abrigo fue tomarse el rostro.
—Viktor qué demonios acabas de hacer... — frunció el ceño frustrado, aunque más preocupado.
Viktor lo miró silencioso, apegando más al chico a su pecho y sintiendo su aroma a canela que lo relajaba de forma placentera. Ni una pizca de duda ni arrepentimiento se encontraban en esos ojos celestes marinos copia digna de su padre.
— ¿Sabes que ya no podremos devolverlo? no nos creerán lo que sea que digamos, Celestino nos querrá matar.
—Lo sé — respondió en el acto, mirando el rostro pacífico de Yuuri al dormir — ... pero no puedo hacer nada con lo que siento... — murmuró apenado, cabizbajo y un poco triste.
Su padre lo quedó mirando con pena unos segundos, entendiéndolo a la perfección porque alguna vez él también sintió lo mismo por su esposa y madre de ese ser tan terco y obstinado frente a él. Pero también tenía en cuenta que Viktor había hurtado algo realmente valioso a alguien más y que ya no había vuelta atrás con esa decisión. Suspiró pesado, volteando, sabiendo que Celestino ya se había percatado de la falta del omega. Apreció por última vez cómo su hijo miraba con detención cada rasgo de Yuuri en sus brazos, con una expresión que jamás había visto en él. Ya nada se podía hacer.
Tenían tiempo para huir. En las quebradas habían tantos alfas que sus olores podrían confundirse, además, todos sabían que se irían esa noche porque su trabajo estaba hecho y era una coartada perfecta si también decimos que muchas más personas partían en las noches de vuelta a sus hogares para aprovechar la sutileza que otorgaba la oscuridad.
—Estará a tu cuidado, ¿Comprendes lo que eso significa? — Viktor asintió, decidido —... ya escuchaste lo que dijo ese hombre... él no te podrá dar cachorros.
— No necesito cachorros si lo tengo a él.
¡Gracias por leer!
