Celo

En uno de los últimos días, el celo de Yuri llegó sin haber sido invitado ni mucho menos previsto.

Otabek tuvo que hacer uso de su increíble autocontrol para poder reprimirse ante ese olor delicioso y hacerse cargo de la temperatura del rubio que se removía inquieto bajo las sábanas mientras se deshacía de la incómoda ropa y gruñía a veces por la incomodidad del lubricante natural que producía su entrada. Sin tener supresores no era mucho lo que se podía hacer.

Otabek intentó ocultar lo mejor posible el aroma dulce del omega con el propio. Cerró toda las puertas y ventanas de modo que en lo posible las feromonas no se disiparan fuera del cuarto de Yuri.

—No pensé que llegaría justo ahora, lo siento mucho Beka — susurró hecho un ovillo entre mantas y almohadas, estaba avergonzado, y Beka lo notó.

Otabek tuvo que ir corriendo en la mañana a buscar paños fríos sin poder ponerse ropa siquiera. Seguía en simple camiseta y la ropa interior.

—No pasa nada — acarició su mano que apretaba con fuerza temblorosa la sábana.

Otabek estaba apoyado en la orilla de la cama mirando con profundo amor al menor que parecía muy apenado y contrariado.

A Yuri le gustaba pasar su celo solo, alejado del contacto, quejándose y sufriendo solo. Y a pesar de eso, su cuerpo parecía reaccionar de manera positiva con Altin, de modo que quería tenerlo a su lado todo el rato.

Sus manos terminaron jugando entre ellas y sus dedos se acariciaban con paciencia.

—Recuéstate conmigo.

Se hizo a un lado y el mayor se acomodó ahí, dejando su brazo estirado para que Yuri apoyara su cabeza.

Era una sensación inexplicable, mucho más para Otabek que solo el no querer dañar o asustar a Yuri lo frenaba de cualquier movimiento brusco que pudiera entenderse mal. Pero de todas formas sentía que el menor estaba muy callado y se cuestionó si estaba haciendo algo que lo molestaba.

—Yura, ¿estás bien? — besó su frente para que lo mirara — siento no poder hacer mucho más.

—No — negó de inmediato — está bien, quédate así.

Se quedaron unos segundos en silencio hasta que Otabek sintió el jadeo en aumento de Yuri sobre su pecho. Mierda, como siguieran así no sabría si podría controlar su entrepierna que empezaba a tirar. En serio no quería asustarlo.

—Yura, déjame ir a buscar más agua. — dijo como excusa para separarse.

—No, no es necesario — reclamó con esa voz omega suya que obligaba a Otabek a someterse a él por su dulzura — quédate aquí.

Sintió una pequeña lamida en su cuello a propósito y se fue a la mierda. Apretó de los hombros al rubio para separarlo, se reincorporó pero no alcanzó a ponerse de pie porque Yuri alcanzó sus labios antes de tiempo.

El movimiento hizo que la sábana se deslizara por el cuerpo erguido de Yuri, bajando delicadamente por su espalda y dejando al descubierto su desnudez.

Cuando se separó apoyó su cabeza en el pecho ajeno.

Otabek seguía sin comprender qué pasaba con Yuri y sin saber cómo controlarse si se volvía más atrevido.

El pecho blanco del menor perlado de sudor que subía y bajaba le subió la calentura de inmediato.

—Otabek, no soy virgen — dijo de pronto, a pesar de que sabía que Otabek conocía ese dato. Yuri se avergonzó de decirlo en voz alta, volvió a sentirse poca cosa — y sé que estoy usado... p-pero, ¿podrías tomarme?

Lo rodeó con sus delicados brazos, aquellos que siempre parecen a un milímetro de romperse. Y a Otabek se le encogió el corazón, Yuri se veía muy urgido, como si temiera ser rechazado, ¿Cómo podría siquiera él hacer eso? en su mente y corazón no existía una negativa a Yuri Plisetsky.

Correspondió despacio el abrazo, tocando como la pieza más delicada de porcelana esa piel nevada. Deleitándose con la suavidad y dulzura en ella, pero con el cuidado necesario por la herida del menor.

—No estás usado Yuri. Solo fuiste dañado por malas personas.

Lo separó y acarició sus calientes mejillas, repasó la curva de su pequeño tabique y besó de forma casta sus labios.

El menor se sintió acogido por esas palabras.

—¿Estás seguro de que quieres esto? — Yuri asintió.

—¿Tú no? — preguntó con duda en la mirada, mierda, Otabek no podía creer que esa persona tan hermosa siquiera dudara de su afirmativa, ¿Acaso no veía cuánta poca voluntad tenía a sus peticiones?

—Claro que quiero hacerte mío — sonrió, haciendo sonreír también a Yuri. — pero aún no quiero marcarte Yura. Quiero ganarme todo de ti, llegar hasta lo más profundo de tu ser, descubrirte por completo y entonces, hacerlo.

El rubio asintió, de acuerdo. Por una marca de Otabek podría esperar años. Él también quería estar 100% listo para ese momento.

Volvieron a besarse, pero de forma mucho más intensa. Tembló considerablemente cuando la mano de Altin bajó por la curvatura de sus costillas directo a su cintura y cadera, para apretarla ligeramente.

—Ven aquí — Otabek lo tomó invitándolo a sentarse en sus piernas. Quería probar si con eso el rubio tomaba la suficiente confianza.

Los aromas en la habitación se empezaban a entrelazar de una forma casi natural, como si desde un inicio su esencia estuviera destinada a ser así. El uno para el otro.

Las manos de Yura revoloteaban por los fornidos hombros y brazos del alfa hasta su cabello y rostro. Dado el momento, la ropa le empezó a incomodar y ser el único desnudo era desesperante.

—Sácate esto.

—Sácamelo tú — dijo casi retador, con una voz ronca que casi hizo a Yuri gemir.

Levantó por los bordes la camiseta del alfa y la retiró sin mucho esfuerzo.

Al ver el torso bien trabajado nuevamente, un gemido lastimero salió de sus labios rosados. Otabek era malditamente perfecto, se hizo la nota mental de nunca dejarlo ir o se arrepentiría toda su jodida vida. Repasó con sus dedos cada detalle del alfa para guardarlo en su mente como una memoria de las más preciadas.

La ropa interior de la pantera tiraba. Sus manos encajadas perfectamente en la cintura del menor apretaban ligeramente la carne y su boca ya no solo se concentraba en besar los labios del rubio que ahora gemían y jadeaban bajito, sino que exploraba desde su cuello bajando por sus preciosas clavículas hasta llegar a esos pezones rosados que hicieron temblar al omega cuando tan solo su aliento los acarició.

Los besó ambos antes de atrapar uno entre sus labios y hacer que Yuri se mordiera la mejilla, perdido en la excitación que empezaba a mojar más su entrada y ponerse duro, sintiendo las manos de Otabek en su piel, moviendo sus caderas creando fricción sobre su erección aún atrapada en la ropa interior.

La estrategia de poner a Yuri arriba había funcionaba. El menor no se mostraba tan tenso y parecía disfrutarlo mientras sus labios separados levemente soltaban gemiditos y sus ojos cerrados dejaban a sus pestañas acariciar sus pómulos.

Bajó las manos hasta el trasero del menor donde se permitió apretar y acariciar de arriba a abajo mientras sus caderas chocaban con su entrepierna ya dura.

Volteó con cuidado a Yuri dejándolo abajo y contra las almohadas. Se quitó su ropa interior liberando al fin la dolorosa erección.

Besó a Yuri nuevamente tomando una de sus piernas para poder encajarse entre ellas. Pero de la nada sintió que Yuri instintivamente intentaba cerrarlas.

—Yura — llamó — Yura, mírame, soy yo. No te pienso hacer daño.

Los ojos verdes lo buscaron temblorosos, aferró sus manos tras la nuca de Beka y este pudo notar el nerviosismo que ese solo movimiento le producía al menor.

—Podemos parar si quieres... — dijo con el dolor de su entrepierna. Lo sentía mucho por su calentura, pero la seguridad de Yuri estaba primero — No tienes que forzarte a...

—Quiero hacerlo, Beka... en serio quiero hacerlo — interrumpió.

El mayor lo miró atento por unos segundos. Pareció pensar en algo y luego propuso:

—Hagamos algo, ponte en cuatro.

Frunció un poco el ceño, no entendiendo la frase.

— Date vuelta, lo intentaremos así — aclaró, entonces el otro comprendió la idea acatando.

La posición le avergonzaba, bien, pero al menos no lo ponía tan nervioso como de frente.

Quería ver el rostro de Beka, pero como si su llamado fuera atendido de inmediato, sintió el pecho de Otabek pegado a su espalda más su aliento anclado a su cuello, el chico acarició sus hombros y empezó a besar su espalda de forma caliente, quemando toda la piel a su paso, haciendo que levantara el trasero sin darse cuenta solo por el cosquilleo placentero.

—Chupa.

Le puso frente a su rostro específicamente tres dedos que el omega tomó y empezó a lamer, mordiendo a veces para provocar pequeños gruñidos del alfa a su espalda.

En venganza, sorpresivamente rozó su erección con su entrada.

—¡Beka! — chilló agudo.

— No muerdas — pidió casi en una súplica con voz ronca, y el rubio notó la necesidad en su tono. Eso lo ponía, lo ponía mucho, imaginar esa lengua y pequeñas mordidas en cierta parte de su anatomía, la dulce boca de Yuri...

El rubio sonrió. Le gustaba esa honestidad y obviamente cómo le hacía sentir. Dejó un beso en la mano de Beka antes de devolvérsela.

Su entrada fue rozada con el primer dedo, y ese solo hecho hizo que le temblaran las extremidades. Sintió un dígito intruso entrar lentamente en él y enterró su rostro en la almohada.

No era ni parecido a cuando el imbécil de Chris y los otros lo habían tocado. Esa sensación de asco y repulsión no la podía sentir con Otabek.

Con Otabek todo parecía demasiado irreal como para sentirse tan bien. Adoraba cómo lo hacía sentir y cómo lo estaba tomando de la forma más cuidadosa y atenta posible.

—¿Te duele?

—N-no ¡a-ahh! — el segundo dedo empezó a entrar de manera más fácil con el lubricante natural que su cuerpo producía.

A Otabek lo hipnotizaba de forma nada sana el cuerpo retorciéndose de Yuri, los encantadores sonidos saliendo de su boca y su pequeña entrada que parecía estar lista mientras succionaba sus dedos con necesidad.

De todos modos, introdujo un tercero, solo para cerciorarse de que realmente estaba listo. Pero esta vez simulando penetraciones que hicieron gritar a Yuri.

—¡Dame vuelta, d-dame vuelta! — rogó.

¿Y cómo iba él a no mimar a esa hermosura?

El sonrojo de Yuri era escandaloso y más cuando el menor lo vio a la cara. Aunque de todos modos seguramente él también estaba sonrojado.

—Voy a entrar — suspiró, ya no podía esperar más, sentía que explotaría si lo hacía.

El rubio asintió. Sus piernas ya cedían solas y hasta se empezaban a enredar en la cadera del moreno.

—¡Hng! e-es monstruosa, T-Tontabek... ah-ahh, n-no va a caber.

El chico rió, Yuri parecía una gatita en celo, chillona, quejosa y contradictoria porque lo estaba recibiendo de la mejor manera.

Entró de forma lenta pero se sorprendió con la facilidad que el omega se acostumbraba a su tamaño soltando pequeños grititos cuando parecía estirar el límite de sus paredes internas.

Se inclinó una vez más para limpiar una lágrima furtiva que se le escapó y besar los dulces labios de Yuri que no sabían soltar otra cosa más que algunas maldiciones y gemidos ahora ahogados en su boca y lengua que jugaba con la cavidad del menor.

Sintió las uñas del felino clavarse en su espalda y rasguñar desesperado cuando estaba casi por completo dentro. Tomó su cintura con ambas manos cuando sintió que retrocedía por el placer.

—O-Ota... Otabek — a penas podía articular las palabras — nmgh... muévete, por favor...

Lloriqueó otra vez, pero cegado ahora en las ansias.

Su cuerpo había recibido de forma natural a Otabek, como si fuera parte de su cuerpo, algo que siempre había pertenecido a él. Como si sus carnes fueran una sola.

Otabek empezó con vaivenes suaves, penetrando despacio a Yuri, con caricias en el vientre del chico o mordiscos en sus pezones.

El menor se empezó a ahogar en el éxtasis. Yuri era un precioso manojo de gritos, temblores, cabello despeinado, cuerpo sudado y rostro rojo que solo soltaba feromonas llamándolo, reclamando toda su atención... y vaya que la tenía por completo, de eso podía estar seguro.

Las manos desesperadas del rubio por aferrarse a algo pasaban de las sábanas a su nuca y de su nuca siempre a su espalda, rasguñando toda la piel morena a su paso dejando huellas rojizas que lo marcaban como suyo.

Porque Otabek era suyo. Por más egoísta que fuera, quería adueñarse por completo de esa piel canela con sus marcas.

Cada embestida en aumento y cada beso a su cuello blanco, cada caricia apretada en sus muslos o mordiscos en sus rosados hombros lo volvía loco. Más a Otabek, quien de mero instinto sentía la necesidad de querer marcar ese cuerpo conteniéndose a duras penas y conformándose con tener que lamer y chupetear cada trozo de piel disponible.

El aroma de Otabek era tremendamente embriagador. Yuri ya no sentía miedo, maldita sea, claro que no, cómo sentirlo.

Se abrazó a la amplia espalda cuando lo volvieron a penetrar de manera más profunda, haciendo que sus piernas se abrieran con más necesidad, apretando al miembro dentro suyo.

—¡OTABEK! — se desgarró la garganta, pero se sentía tan bien que no podía evitarlo — ¡Ahí! ... ¡Ahí, B-Beka!

El moreno sonrió, triunfante de haber encontrado aquel punto dulce del omega bajo suyo.

Se afirmó del cabezal de la cama para volver a embestir con fuerza aquel lugar. Las feromonas de Yuri empezaron a soltarse con más fuerza y promiscuidad; como si todo su cuerpo le gritara.

La entrada de esa preciosidad rusa empezó a apretarlo con más fuerza, haciéndolo gruñir por cada vez que se sentía al completo dentro suyo.

—Agh, Yura — mordió suavemente con sus labios el lóbulo del menor que ya no podía parar de gritar — por qué eres tan lindo... maldita sea, ¡hng!...

Tomó el miembro de Yuri y ese fue el momento en que se descompuso por completo, sumido en el celo y la excitación, los aromas, las sensaciones y el placer. Lo único con sentido que salía de su boca era el nombre de Otabek que ya no podía parar de penetrarlo y sentía ya la puntada sobre su pelvis indicando que estaba a punto de llegar al clímax.

Yuri también lo sintió en su vientre y ahogó todo en los labios del alfa hasta que llegó al tan ansiado orgasmo.

Beka embistió un par de veces más hasta venirse dentro del chico. Mordió el collar de Yuri gruñendo cuando sintió vaciarse en su pareja que no lo soltaba ni por si acaso y tampoco parecía querer hacerlo.

Las respiraciones desbocadas de ambos se buscaron, dejándose besar muchas veces de forma corta para regularizarla.

Yuri sintió a Otabek hincharse dentro suyo. Anudó a los pocos segundos haciéndolo sentir incómodo, no en el sentido de raro, sino que incómodo en el sentido de sentir la punzada de excitación nuevamente, lo que le provocaba algo de vergüenza.

—Te amo — murmuró Beka mordiendo sus labios dejándolos aún más rosados de lo que ya eran.

—También te amo — rió Yuri, aquella risa aniñada que mostraba solo con él.

—¿Te dolió?

Preguntó preocupado. Yuri rodó los ojos, maldito Otabek y su maldita caballerosidad, siempre tan atento. Negó con la cabeza y juntó sus frentes, invitando a Otabek acomodarse sobre suyo.

—No. Me gustó... p-pero esto es incómodo.

—Lo sé, tranquilo. Pasará en unos minutos.

Pero el rubio terco seguía moviendo despacio las caderas, y una vez que Otabek se percató de lo que realmente ocurría al hacer eso, cuando lo apretaba, no pudo evitar reírse de la cara apenada de Yuri.

—¡No te rías!

—¿Me estás pidiendo una segunda ronda? ¿Esa es tu manera de pedírmelo? puedes hacerlo mejor, amor.

—¡N-No!

—Entonces iré a cambiar el agua cuando el nudo pase.

—¡No! — reclamó de inmediato enojado.

Otabek volvió a levantar una ceja de forma socarrona, sonriendo de lado y cohibiendo a Yuri.

—Dímelo claro Yuri. Que yo sepa, a ti te gustan las cosas claras — buena forma de atacar, Altin.

—T-Tú... ¿por qué me vas a hacer decirlo? — le pegó sin ganas en el pecho, tomando valor — la segunda ronda está bien.

Altin volvió a reír. Amaba a ese chico.


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