Vuelta

El sol estaba lo suficiente agradable como para que Otabek se animara a darse un baño en el río. Sentir el agua en el cuerpo siempre lograba relajarlo, y esta vez necesitaba destensar los músculos; no lo había dicho, pero satisfacer a Yuri en celo había sido realmente difícil.

Las feromonas de Yuri lo pedían y llamaron a cada segundo de esos cuatro días en que estuvo en celo. No lo dejaba descansar y mucho menos pensárselo dos veces antes de tomar su cuerpo nuevamente. La resistencia de los omegas en celo era increíble... y también su poca cordura como alfa que cedía ante los encantos de Yuri demasiado fácil.

Así que ahí se hallaban ahora. El celo de Yuri había pasado y el chico lo miraba desde la orilla tomando plácidamente el sol y deleitándose con el físico de su alfa cuando este no se daba cuenta.

Le dolía un poco el cuerpo, pero era un dolor soportable. Además, le recordaba lo que habían hecho y, a pesar de avergonzarlo un poco, también lo ponía feliz. Para él mismo era un gran paso.

—¿Por qué no vienes?

La voz de Beka lo sacó de su ensoñación y se sonrojó al notar que lo estaba viendo fijamente. Las gotitas frías de agua recorrían su torso a lo largo e idiotamente se sintió celoso de ellas, demonios, ¿Desde cuándo era tan posesivamente idiota?

—No quiero — se recostó sobre el césped de lado, mirándolo con flojera — está rico el sol y no me gusta el río — musitó cerrando los ojos.

Por unos segundos se dejó llevar por el calor y no escuchó nada más de Otabek.

El sonido del agua haciendo su recorrido, algunos pájaros cantando en lo alto y ningún disparo por el momento logró darle sueño, o eso hasta que sintió que gotas caían en su rostro cálido, marcando la diferencia de temperatura.

—¿Beka? — se reincorporó rápido y fue muy tarde cuando el alfa lo arrastró hasta el agua — ¡Otabek, no!

Demasiado tarde. Cayó demasiado pesado y no sintió en suelo, eso lo desesperó y alzó sus brazos hasta tomarse de los hombros de Otabek que intentaba ocultar su diversión por el rostro angustiado del menor.

—¡I-Imbécil, no sé nadar! — pataleaba desesperado, la ropa encima mojada hacía peso — ¿Qué crees que haces? ¡No es gracioso!

—Tranquilo — rodeó su cintura y lo apegó a su pecho, claro que sabía que el chico no sabía nadar — puedes afirmarte de mí, solo relájate.

Enterró las uñas en los hombros ya maltratados de Otabek (por lo mismo pero en otras circunstancias) y miró el agua clara a su alrededor con algo de miedo.

—Me sueltas y juro que te mato — lo miró amenazante.

—No lo haré, lo prometo — juró besando la mejilla del rubio.

Yuri estuvo enterrando las uñas nervioso hasta que poco a poco los movimientos suaves de Beka en el agua le cedieron más confianza para irse soltando de a poco, dejando de dañar de más a esa piel morena.

Le gustaba, no lo iba a negar. Estar cerca de Otabek lo encandilaba por completo, y le gustaba estar así de juntos.

Se permitió rodear el cuello de Beka con más confianza, pero suave. Vio que el chico mantenía sus ojos cerrados, como si el agua lo relajara increíblemente y con la armonía y los sonidos tranquilizadores de los árboles, el agua y los pájaros, de a poco, se permitió cerrar los suyos también.

Se recostó despacio aún abrazado entre el cuello y pecho del mayor, relajado por lo suave que se mecían en el agua.

—¿Te acuerdas cuando te saqué del agua la primera vez? — preguntó de pronto en el oído del rubio.

El abrió los ojos pero no se despegó a pesar de poner cara confundida.

—¿Cuándo?

—Cuando te llevamos por primera vez a la mansión.

—... ¿Cuándo fue eso?

—La primera vez, Yura. Cuando te quitamos a unos tigres de encima a inicios de invierno.

Yuri frunció sus cejas. Vagamente recordaba el cómo había llegado con Viktor y Otabek; en su memoria solo estaba el recuerdo del río y un par de tigres, nada de más personas.

Se frustró un poco, ¿Cómo no iba a recordarlo? sus memorias llegaban hasta cuando...

—Cuando caí al río — murmuró — ese es el último recuerdo que tengo. Beka, no sabía que me habías sacado tú — dijo sorprendido, separándose para mirarlo.

Y no lo culpaba. El mayor sabía que Yuri en ese momento había estado casi inconsciente por tragar tanta agua y gastar tantas energías.

—Te aferraste gruñendo a mi chaqueta todo el camino, incluso hasta que te dejé en la habitación. Pero cuando despertaste me repeliste casi al segundo — Yuri calló, sonrojado y apenado — Estabas muy delgado Yuri, no pesabas nada... pero creo que ahora estás más rellenito.

La mano de Otabek apretó la poca y nada grasa arriba de su cadera y el rostro del menor se puso como tomate, ofendiéndose demasiado. Gruñó disgustado y golpeó en el pecho al alfa que rió simplemente mientras hacía chapotear el agua.

—M-Miserable — musitó entre dientes — si peso mucho entonces devuélveme a la orilla — se quejó, en el fondo derritiéndose por la risa ronca de Altin cerca de sus labios.

—Está bien, está bien. No te molesto, estás precioso así como estás Yura.

Esta vez el mayor se dejó descansar en el pecho del omega, escuchando el escandaloso latido de su corazón. Las manos de Yuri, a pesar de todo, acariciando su cabello lo relajaba.

Sin embargo, al cabo de unos minutos escuchó nuevamente la voz de su pareja:

—¿Beka? — susurró.

—¿Mmh?

—... ¿Crees que estoy tan gordo como Yuuri?

...

Aprovecharon ese mismo día para partir. Los disparos ya no se escuchaban, posiblemente la caza había ido en dirección contraria, era el mejor momento de salir de ahí cuanto antes.

Yuri trabó la puerta, en caso de cualquier cosa. Aunque en el fondo tenía en cuenta que no mucho le costaría a otro animal tirarla abajo y desordenar otra vez toda la cabaña.

Suspiró, echaría de menos aquel lugar.

Tomarían el camino largo, el que iba por encima de las colinas para no toparse con ningún inconveniente.

—¿Cómo te hicieron eso? — le picó la curiosidad y apuntó al pómulo de Otabek, donde la herida ya comenzaba a ponerse un poco mejor.

—Un alfa pensó que estaba contrabandando comida y quería robarla — explicó — me golpeó pero tuve suerte cuando logré dejarlo inmovilizado y huí.

Yuri asintió, pero no muy convencido con esa humildad en las palabras de Otabek.

—No fue suerte, eres fuerte, seguramente no era competencia contra ti.

Otabek lo miró un poco sorprendido puesto que no estaba muy acostumbrado a los halagos (y menos de Yuri). Siempre se había considerado alguien dentro de lo común y hasta un poco menos; un alfa más del montón.

—No creo que no fuera competencia si me dejó con un moretón en la cara — bromeó, pero los ojos del menor parecían certeros y seguros en lo que diría.

—Lo que pasa es que eres muy gentil. Siempre quieres solucionar las cosas como persona, hablando o con calma... algo que los demás no entienden porque son simples animales. A veces prefieres huir pero eso tampoco te hace cobarde, sino sensato. Conoces tus límites y comprendes cuando algo está fuera de tu alcance, mucho más cuando no estás solo y quieres proteger a los tuyos a toda costa... Ojalá en el mundo hubiera más gente como tú. Eres muy humano, Beka, eso te hace fuerte.

Otabek no pudo impresionarse más, y su boca semi abierta y ojos mirando fijamente a Yuri lo delataban por completo. Pero en ningún momento Yuratchka sintió arrepentimiento de lo dicho, quizá un poco de vergüenza, pero para nada se retractaba de sus palabras.

Sonrió tímido mientras seguían caminando.

—Deja de mirarme así como imbécil.

—Ah, y-yo, no... bien... — repasó sus labios con la punta de la lengua con nerviosismo — gracias, supongo.

Plisetsky sonrió por la vergüenza ajena y se le tiró por la espalda emocionado del casi imperceptible sonrojo provocado por sus palabras en el rostro de Altin.

El ataque sorpresivo hizo que el mayor tomara sus muslos para que no cayera y así quedara cargado en su espalda como un koala. Rió refregando su nariz con la nuca de Otabek y le besó la mejilla.

—Volvamos pronto. Quiero ver a Luka — dijo mientras se acurrucaba en la cuenca entre su cuello y hombro, cerrando los ojos con una sonrisa.

— También yo, Yura.

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Al lado contrario del bosque, unas millas más lejanas a la ciudad más cercana, el barullo de los cadetes murmurando disgustados hacía que el semblante de Seung Gil Lee no cambiara en ningún momento.

—No podemos alargar tanto una cacería, Sargento — se atrevió a decir uno.

Pichit miraba desde el extremo de la fila, en silencio. Sabiendo que nada haría cambiar de opinión a Lee. Se abstenía de decir algo sabiendo que cuando algo se le metía en la cabeza al que fue su amigo de la infancia, no era fácil cambiarlo.

—La temporada de caza terminará cuando yo lo diga — dijo con calma aparente — y ustedes están bajo mi mando, ¿vas a cuestionar lo que te estoy ordenando?

El cadete calló bajando la mirada.

Querían volver cuanto antes, se suponía que aquel era el trato: un aumento de sueldo para el final de la primavera si se enlistaban a la caza de la temporada. Querían volver a ver a sus madres, esposas, hijos. Volver a sus hogares sanos y con la protección que les otorgaba las paredes de la ciudad.

Pero que su Sargento quisiera alargar la caza por razones desconocidas a pesar de prometer más dinero... no era convincente. Tentador, pero no convincente.

—¿Alguien tiene algo más que agregar?

Silencio. Nada más que eso.

—Perfecto.

Una razón para las acciones de Seung era lo que buscaban algunos cadetes. Pero eso no era necesario para Pichit, él ya sabía por qué estaba sucediendo todo eso y se arrepentía un montón de haberse inmiscuido en la cacería de ese año; sus padres iban a estar muy preocupados y a pesar de eso, también temía por su amigo.

A veces lo escuchaba hablar solo por las noches. Murmuraba cosas, hablaba al aire, parecía mucho más distante de lo normal y eso era preocupante.

Todo había ido mal desde que el hombre había asegurado haber visto a un leopardo de las nieves, a veces se preguntaba cuánto rencor podía guardar el hombre o por qué no dejaba ir de una vez por todas el fantasma de su hijo.

No había estado ahí cuando perdió a su primogénito. Por ser más joven y menor de edad el siguiente año se enlistaría en el Escuadrón de su ciudad. Pero lo que sí recordaba era el estoicismo doloroso del pelinegro hasta llegar a los brazos de su esposa sin su hijo, cuando se largo a llorar sin ningún quejido saliendo de su boca y cuando su segundo y tercer hijo jamás pudieron devolverle la alegría de su primogénito ya fallecido.

Entendía el odio que había en su corazón, pero no compartía el hecho de su egoísmo obligando a sus cadetes a seguir sus objetivos personales, ellos también tenían que volver a quienes pertenecían. También era empático con el dolor de haber perdido a un hijo, sin embargo no coincidía con la idea de ahogarse en el rencor y el odio.

Esa noche Seung desapareció por un largo rato, aquello fue lo único que Pichit no pudo saber por qué. Ni mucho menos cómo volvió oscuro en la madrugada sin rasguño alguno.

El el fondo temió algo, pero quiso pasarlo por alto.

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Sala entró con una sonrisa al salón donde Viktor estaba sentado en uno de los extensos sofá. Mickey venía siguiéndola derrochando odio por los pasillos a los alfas que osaran mirar a su hermanita.

La chica se tiró por el respaldo del asiento y quedó con su cabeza apoyada en el regazo del Nikiforov que sonrió al verla. Michelle fue más discreto, él se sentó y apoyó su cabeza en su brazo observando el libro entre las manos de Viktor.

—¿Qué hacen? No deben dejar solo a Yuuri.

Lo último lo dijo algo despacio, decaído de ese nombre saliendo de su propia boca.

—Está regando el patio con Luka, deben estar bien porque tienen a Maka.

—Un ave no defenderá a su madre o a Luka si otro alfa se les acerca — dijo con desconfianza.

—Picotea muy fuerte cuando quiere, no lo subestimes... ¿Cuándo llegará Beka con Yuri?

Yuri guardó silencio mirando al Crispino, puesto que no lo sabía. Y en el fondo solo quería que Beka estuviera bien, llegara sano y salvo.

—Pronto — sin embargo aseguró — estarán de vuelta muy pronto.

Los menores sonrieron y rasguñaron despacio su mano en señal de querer jugar. Viktor rió despacio, esos eran los momentos que podían hacerlo feliz al menos en un corto lapso.

No se hablaba con Yuuri, ni se dirigían mucho la mirada. El omega parecía dolido, reaccionaba cuando le hablaban pero se le perdía la mirada estando solo.

En Viktor aún quedaba el vestigio de ganas de querer solucionar las cosas.

Yuuri era su familia, el que fue su pareja, su acompañante y su guía en tantos sentidos como la palabra "amor" puede abarcar. Había estado ahí cuando el poder del clan Nikiforov se le había otorgado, cuando Isaak falleció finalmente dejando este mundo, cuando cometió sus primeros errores al mando, cuando logró sus primeras victorias, cuando pudieron arrebatarle al clan de Celestino a Mickey y a Sala. Viktor había visto la felicidad en el aún joven rostro del Katsuki al volver a tener al par entre sus brazos.

Y ahora no saber cómo arreglar algo tan ambiguo y roto era... frustrante.

A veces deseaba volver a tener a su padre a su lado pero luego caía en cuenta que él ahora era un adulto que debía solucionar sus propios problemas. Y era entonces cuando volvía al mismo punto de no saber qué demonios hacer.

"No te quiero cerca de mí"

La voz dolida y pesada de Yuuri le cacheteaba el corazón como si de la peor tortura se tratara.

¿Siquiera podía revertir esas palabras de los preciosos labios tristes de Yuuri? ¿Con un lazo roto y una relación dañada? ¿Contando también en lo que se había convertido él?

Maldita sea, era mucho, demasiado incluso para él. Necesitaba a alguien más.

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Luka estaba revoloteando en el patio persiguiendo una mariposa con sus patitas de león mientras Yuuri regaba las flores.

Maka volaba cerca suyo o se iba a parar cerca del leoncito a veces.

Estaban en calma hasta que los gemelos Crispino salieron corriendo de la mansión a la puerta principal. Ambos omegas los miraron curiosos notando dos figuras que se acercaban a lo lejos al establecimiento.

—¡Papá abre las rejas, las rejas, las rejas! — chilló emocionada la niña meneando la cola y las orejas.

Viktor se acercó rápido y seguido de dos guardaespaldas y Yuko sacó un par de llaves dando tres vueltas haciendo chirriar los gruesos barrotes al ser removidos.

Luka fue el primero en espabilar, corrió tomando forma humana, tropezó un par de veces pero no cayó y le siguió el paso a los Crispino.

Yuri (unos metros más lejos) sonrió en el acto, a penas vio al leoncillo a lo lejos. Miró a Otabek feliz, haber tomado el camino largo pero seguro había valido la pena.

Viktor esperaba con una imperceptible sonrisa. Fue casi mágico que su "estarán de vuelta muy pronto" diera frutos de la nada y casi a la media hora.

Sala y Mickey saltaron hacia Otabek que casi cae por el peso de ambos adolescentes, sonrió de tenerlos cerca y levantó una mano saludando a Viktor quien levantó su diestra de vuelta.

En cambio, Luka venía corriendo más lentito por ser más chiquito. Yuri se agachó y lo alzó cuando llegó a él, sus pequeños bracitos lo rodearon con ternura seguido de una infantil y corta risa; sorprendiendo al rubio de paso.

El primer sonido salido de la boca de esa criatura.

Y Yuri había sentido la emoción como si fuera su misma madre. Lo había amado.


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