Familia

Si Yuri tuviera que definirlo todo en una palabra... simplemente no podría. Miles de sensaciones mezcladas con emoción, alegría y euforia chocaban en su estómago. Luka lo rodeaba con sus pequeños bracitos y pareciera que él fuera su mundo entero por la manera en que lo abrazaba.

Otabek sonrió de ver al pequeño tan feliz. Sintió que había cumplido con su palabra: había traído de vuelta a Yuri.

Los Crispino lo abrazaron y se refregaron contra el muslo de Yuri, en son de saludo. El rubio les sonrió asintiendo, siendo cortés y devolviendo el gesto. Revolotearon alrededor de ellos hasta que llegaron a la entrada y las rejas fueron nuevamente cerradas bajo llave.

El saludo de Viktor a Otabek fue más cargado con lo que Altin reconoció como alivio. Lo abrazó y dejó una palmada en su espalda. Y a pesar que solo hubo ese intercambio tan corto, Otabek notó de inmediato que algo andaba mal y más cuando vio al Katsuki lejos de su pareja. Sin embargo, por el momento no dijo nada.

Yuri hizo contacto visual con Viktor, quien solo lo observó haciendo un movimiento con su cabeza para que ingresara luego a la mansión. No hubo mucho desprecio en su mirada, cosa que extrañó al rubio cuando Viktor siempre lo había odiado.

Yuuri sonrió cálido, como siempre. Pero claramente tras su sonrisa había un deje de tristeza que se notaba a leguas, como si no estuviera cómodo ahí.

Yuko se encargó de curar las heridas de ambos y todos en el lugar encontraron prudente dejarlos descansar tras tan cansadora travesía. Pronto Viktor se encargaría de hablar con el par para recolectar información sobre Leroy y Celestino.

Yuri acariciaba los cabellos de Luka que había caído rendido al sueño, más tranquilo teniendo su aroma y el de Beka a su lado. Ambas personas en las que más confiaba en el mundo.

Los ojitos aguamarinos de Yuri brillaban y una sonrisa en esos labios se curvaba con alegría. Otabek sentía su estómago revolverse de solo sentir las feromonas felices de su pareja; como si la alegría se le traspasase a él también dejándolo mucho más animado de lo que ya estaba con el par.

Estaban recostados en su cuarto. Luka estaba acurrucado cerca de su pecho y Yuri del otro lado del niño. Le causaba una ternura inmensa cuando el menor olfateaba pegándose a él, reconociéndolo.

—Sala y Mickey dijeron que ya se había acostumbrado a ellos—mencionó haciendo que Yuri lo mirara—que incluso está durmiendo con ellos.

—Eso es genial—respondió con una sonrisa—Lo cuidaron muy bien.

Había un pensamiento que había estado rondando la mente del alfa hace un buen tiempo, desde que Yura había estado cuidando de Luka cuando estaban refugiados en la casa de Yuuri antes de todo el desastre.

Pero no sabía cómo ponerlo en palabras, temía que Yuri lo mirara extraño o molesto, por eso no lo había mencionado. Sin embargo, ahora teniéndolo ahí de buen humor, feliz y en calma, sintió que era el momento ideal para dejarlo salir como fuera, dejar fluir la pregunta.

— Yura, ¿cómo ves a Luka?

El rubio lo miró ladeando el rostro, curioso y en primera instancia no entendiendo sus palabras.

—Como un niño, supongo...—frunció el ceño cuando vio una pequeña mueca insatisfecha en Otabek —no entendí tu pregunta, ¿cierto?

El mayor negó con la cabeza y decidió aclarárselo mejor.

—Yo... me he estado preguntando qué significa Luka para ti, alguien más en tu vida, alguien a quien aprecias, n-no lo sé, algo así —terminó nervioso cuando notó que Yuri se ponía serio de golpe. Lo que menos quería era cagarla.

El rubio volvió a mirar a Luka, corriendo un par de cabellos negros y observando su semblante tranquilo dormir, moviendo los labios entre sueños sin palabra alguna. El pensamiento fugaz de querer escuchar su voz nuevamente llegó a él y su pecho saltó emocionado.

¿Qué significaba Luka para él?

El menor había llegado de improvisto a su vida, y aunque en un principio admitía que lo veía como un total inconveniente en su sobrevivencia, la primera vez que lo escuchó quejarse con dolor sintió que algo dentro suyo era revuelto con insistencia; fue como si ese pequeño quejidito para él sonara como un llanto insostenible de alguien a punto de desistir, muerto de miedo por estar solo. De solo recordarlo lo hacía sentir raro de nuevo.

Tenía la necesidad de querer cuidarlo, su instinto omega le dictaba protegerlo a costa de todo, como cuando Leroy los había rodeado con su clan y él lo único que podía hacer era apretar a esa cría abandonada contra su pecho, negándose a soltarla en ningún instante. No quería dejarlo solo y de forma paradójica, sentía que algo faltaba si el niño no estaba cerca.

La compañía de Beka y la compañía de Luka, ambas tomaban papel fundamental en su amor; uno como su pareja, su amor, su romanticismo y su cable a tierra, el otro como su dedicación, algo que cuidar, apreciar, ver crecer, algo con lo que su omega interior se emocionaba como si perteneciera a él, como si lo hubiera adoptado.

Se sonrojó con el pensamiento que estaba teniendo, sintiéndose un poco tonto.

Miró a Otabek avergonzado, frunciendo el ceño por todo lo que lo estaba haciendo pensar, pero la mirada preocupada y esperando una respuesta como si fuera de vida o muerte de Otabek lo desarmó por completo.

Volvió a juguetear con la mirada de aquí a allá, ¿Era posible tener esa sensación en sus entrañas?

—Un cachorro—musitó—un cachorro tuyo y mío... eso es Luka para mí.

La vergüenza plasmó su rostro por completo y no se atrevió a mirarlo, mientras tontamente simulaba estar calmado acariciando la mejilla del niño en medio de ellos. No pudiendo mirar al mayor volvió a retomar la palabra más rojo que nunca.

—E-Es tonto, ya lo sé, digo, yo no di a luz a Luka, pero cuando lo miro siento algo en mi estómago y a veces me gusta pensar que es mío o más bien n-nuestro, nuestro cachorro... ¡Pero no tienes que darle muchas vueltas a lo que dije! Son solo cosas tontas que a veces pienso y no tienes que hacerme caso...

Otabek observaba al omega en silencio, pero no porque lo que haya dicho lo hubiera sorprendido a mal, sino todo lo contrario. Que Yuri pudiera reconocer a Luka de esa forma aún tras todo lo sucedido, tras todo el pasado que arrastraba ese cachorro y la historia de sus progenitores, lo conmovía de una forma que no se imaginaba cómo. Y mucho más cuando lo mencionó de manera tan adorable.

La habitación se llenó de una sensación que Yuri reconoció como felicidad, felicidad por parte de Altin, y eso fue lo que lo motivó a al fin mirarlo a la cara, viendo al fin la sonrisa más preciosa que alguna vez Otabek le había dedicado.

—¿Es eso cierto?

Yuri tragó en seco, abrumándose y embriagándose con el aroma que desprendía del alfa frente suyo.

—Sí...—asintió a penas.

Otabek se levantó y se corrió a su lado de la cama, besándole toda la cara mientras Yuri protestaba apenado que dejara de hacerlo y tuviera cuidado con Luka para no despertarlo.

Pero no podía detenerse, hacía mucho, mucho, mucho tiempo que no se sentía así de feliz, así de completo.

Tras una pequeña disputa entre besos, empujoncitos, mordidas y risas, Yuri terminó sobre el alfa, cómodamente apoyado sobre su pecho.

Se miraban como lo más precioso del mundo, con una conexión única, sin necesitar palabras o gestos. Riendo a ratos, Yuri por la vergüenza y Otabek por alegría.

Los ojos aguamarinos de Yuri destellaban como un precioso mar cristalino en el que Otabek estaba dispuesto a zambullirse por completo. Dios, cómo amaba ese par de ventanitas que abrían y cerraban haciendo que sus largas pestañas rozaran sus pómulos al caer.

El quejido de Luka a su lado llamó sus atenciones a tiempo cuando el menor volteaba aún dormido y se acomodaba en su brazo, casi pegado a su pecho otra vez cerca del rostro de Yuri que aún lo observaba maravillado.

—Eres el padre de esta familia—murmuró el rubio, en son de broma, pero al fin y al cabo con cierta verdad en sus palabras—cuídanos muy bien.

Le sacó la lengua para pasar desapercibida su vergüenza con esas palabras y Otabek rió bajito, besando su frente. Miró a Luka y cruzó su brazo abrazándolo mientras el menor se apegaba más a él en busca de calor.

—Que omegas más exigentes me tocaron — bromeó de vuelta —entonces no me queda más que dar lo mejor de mí.

Yuri rió y unió sus labios, sintiendo otra vez esa extraña emoción en sus entrañas. Una familia. Ahora tenía una nueva familia.

En su interior deseó que su familia pudiera verlo donde sea que estuviera. En su interior, también, sabía que estarían igual o más felices que él por estar construyendo su camino junto a más personas, reconstruyendo una vida para su felicidad y quienes amaba.

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El ambiente tenso entre el Nikiforov y el Katsuki era terrible. En el aire se podía sentir el aura depresiva si ambos se encontraban demasiado cerca, y ni para los Crispino pasó desapercibido aquello. Pero se mantenían a raya de lo que sucedía con sus "padres", porque después de todo, solo tenían 14 años y no sabían qué hacer más que ignorar los problemas y no estar ellos tristes también. Al menos podían repartir unas cuantas sonrisas con mimos o travesuras dedicadas Viktor y a Yuuri.

Katsuki miraba divertido a Yuri cuando a ratos este se distraía mirando por la ventana de la cocina cómo Beka jugaba con los Crispino y Luka, rodando de forma híbrida sobre el césped con ambos lobos y el leoncito sobre él en modo "ataque". No podía evitar sentir ternura cuando Otabek se dejaba vencer por los menores, dándoles coraje y orgullo en su victoria, animándolos a hacerse más fuertes.

—Si quieres puedes ir con ellos también, Yuri. Yo no tengo problema.

Le había dicho el Katsuki, pero el rubio frunció de inmediato el ceño borrando su sonrisa, mirándolo enfurruñado.

—No quiero —negó saliendo de la ventana — yo dije en primer lugar que quería quedarme aquí.

Y era cierto. Una hora atrás Yuri había entrado a la cocina pidiendo que le enseñara a cocinar ya que le daba celos de solo recordar el rostro aliviado de Beka ayer en la noche con la deliciosa cena que el azabache había preparado para ellos.

Fue así que terminó ahí observando cada movimiento del Katsuki que a ratos le pedía algún condimento o picar uno que otro vegetal.

Otabek había entrado al lugar preguntando si necesitaban ayuda pero el rubio a penas lo vio lo echó de ahí a jugar con los niños. Le avergonzaba un poco sus deseos de satisfacer al alfa, así que el Katsuki prometió no decir nada y dejarlo como un secreto.

Yuuri era bueno cocinando, buenísimo, la verdad, Plisetsky tuvo que admitirlo. Podía realizar varias cosas a la vez y no parecía apurado, estresado ni nada por el estilo. En cambio él... bueno, no era como si fuera malo cocinando, la verdad, sabía hacerlo, pero no sabía muchas recetas o hacer todo a tiempo para que quedara perfecto.

Estaba revolviendo la salsa para la pasta que Yuuri estaba haciendo cuando se percató de una cacerola pequeña al lado que calentaba a fuego lento.

—Hey, cerdo ¿Qué es eso?—preguntó.

El azabache ni se molestó por el insulto, en el fondo sabía que así el rubio mostraba su afecto.

—A Viktor no le gusta la pasta con salsa de setas—Yuri notó un leve sonrojo del chico mientras se acercaba y apagaba el fuego de la misma cacerola, sabiendo que ya estaba lista—así que siempre le cocino salsa blanca con trozos de carne.

Yuri asintió, un poco incómodo con que Viktor saliera en la conversación. No por su mala relación con él, sino porque de inmediato notó la tristeza del Katsuki que siguió revolviendo en su lugar.

Sabía que no debía entrometerse, sabía que no tenía que meterse en problemas ajenos, pero a veces los impulsos le ganaban y esta vez no los pudo contener para nada.

—¿Pasó algo entre el viejo y tú?

Fue una pregunta tonta, porque era obvio que sí. Pero la forma en que Yuuri se tensó lo delató por completo.

Yura no era el mejor consejero del mundo (por no decir que era malísimo). Pero si tenía un buen valor inculcado por su familia y aprendido a la fuerza con siete hermanos: era el de saber escuchar a las personas en silencio y dejarlas expresarse.

Katsuki sonrió incómodo, volteando a mirarlo.

—Viktor y yo, nosotros uhm... es difícil de explicar.

—Tengo tiempo—dijo mientras se sentaba en la encimera de la cocina.

Le tenía aprecio a Katsuki y estaba agradecido con él, aunque no lo dijera. Él le había hecho entender lo importante que era vivir en armonía y en comunidad, y por ello había dado un importante primer paso para acercarse a Otabek, el que ahora era su pareja y se permitía amar cuanto quisiera.

Ahora, escuchar los problemas de Yuuri para que se desahogara aunque sea un poco sentía que era lo mínimo que podía hacer, además de ser paciente (aunque le costara).

Fue así como Yuuri suspiró, dejando salir toda su tristeza.

Se sentó en la mesita de centro jugando con sus manos y comenzó.

—Mira, Viktor y yo no siempre fuimos así de distantes —negó con la cabeza, recordando algo en el pasado, sonriendo con dulzura—no, para nada...


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