Nikiforov

Los primeros días en la mansión del clan Nikiforov fueron difíciles para Yuuri. El mal cuidado de su cuerpo, las heridas como moretones de su piel y sobretodo la altísima fiebre no le habían asegurado ni a Isaak ni al Dr. Hiroto (padre de Yuko -años más tarde- Nishigori) que el chico sobreviviría, además, no tenía apetito, sudaba mucho por las noches y temblaba como hoja de papel aún cuando decía sentirse ahogado.

Y al parecer Viktor fue uno de los pocos que depositó toda su confianza en que el pequeño omega se recuperaría. Tuvo esperanzas sobre él, que a pesar de toda la mierda que desconocía pero sabía que había vivido, lucharía por mejorarse.

Se quedaba con él por las noches, velando porque durmiera bien, esperando para que se mejorara.

En el fondo de su egoísta pero noble corazón solo quería que ese chico, del que solo sabía se llamaba Yuuri y a su juicio era la persona más preciosa del mundo, abriera sus ojos para poder anhelar el tenue color sangre vivo en ellos. Sentía unas ganas de abrazarlo y no soltarlo jamás que solo su temprano cariño frenaba para no dañarlo y así dejarlo descansar y recuperarse.

Le tuvo esperanza, y al parecer, esa es una fuerza maravillosa, porque las primeras mejoras de Yuuri se dieron al mes cuando a ratos empezaba a reaccionar y los pocos remedios que Nishigori tenía a su alcance hicieron efecto en el cuerpo del menor, hecho que de paso los sorprendió ya que no esperaban tal fortaleza en un frágil omega.

Yuuri aún podía recordar su tediosa pero reconfortable recuperación. Estaba tan lleno de cuidados que jamás esperó, que jamás supo que siquiera existían porque toda su vida había vivido en la violencia y el maltrato.

Isaak y Viktor le explicaron todo lo que había pasado, sin omitir detalle alguno, hasta las consecuencias y los futuros problemas que eso podría traerles.

Superar su mal estado fue la primera etapa para Yuuri. La segunda fue cuando su estado anímico bajó por los suelos, cuando por más buen cuidado que recibía ahí, su mente se torturaba pensando el Sala y Mickey que debían estar viviendo un infierno lejos de él, cuando pensaba que Celestino nada se demoraría en dar con él y arrastrarlo nuevamente a la fría realidad que había tenido esos 14 años de vida.

Comía poco, dormía mucho. Habían días en que se la pasaba tirado en la suave cama de la habitación que se le había otorgado, haciendo nada, mirando a la nada, perdido, ido en su mente.

Habían días en que la ansiedad podía con él, comiéndolo por completo, no pudiéndose el cuerpo y llorando por varias horas.

Sentía que no era justo, no era justo que mientras él estaba ahí los Crispino estuvieran a la deriva en un clan al que ellos nunca habían visto como familia. Sentía que los había abandonado y el recuerdo de no haberse despedido de ambos, dejándolos ahí, llorando, pidiendo a gritos que se volteara, rogándole un abrazo, una mirada... era terrible, torturaba por completo su alma.

Sin embargo, aunque hasta ese punto sintiera que se estaba derrumbando de a poco, Viktor siempre estuvo ahí.

El alfa solía arrodillarse en la orilla de la cama con su rostro de cachorro observándolo con cariño y dedicación.

La primera vez que se atrevió a contar lo que sucedía en su mente, el Nikiforov sonrió con calidez y únicamente dijo "Tenles confianza. Si los criaste tú estoy seguro que deben estar creciendo juntos y fuertes". Y quiso creer en esas palabras.

De a poco los gemelos dejaron de atormentarlo, no dejaba de extrañarlos a horrores porque al fin y al cabo eran parte de su alma, pero ya no se autotorturaba con lo que pudo haber sido o no.

Viktor había marcado un antes y un después en su vida. Con del tiempo se dio el placer de conocer quién era realmente ese alfa.

Descubrió muchas cosas que lo encandilaron por completo. Desde su carisma, sus sonrisas en forma de corazón, su cariño infinito a su familia, su dedicación al puesto que ejercería en un par de años como líder, lo preocupado que era por él, la forma en que lo protegía, lo cuidaba, acariciaba sus mejillas, abrazaba su delgado ser, la forma en que lo aceptaba aún con la mancha de incontables alfas más que habían mancillado su cuerpo, la forma en que calaba hondo en su corazón y se instalaba ahí como si estuviera destinado a pertenecer a ese lugar. Todo, todo en Viktor de a poco logró removerle el mundo por completo.

El progenitor de quién se percató estaba enamorado meses después, resultó ser un alfa nada comparado con Celestino. Hasta a Yuuri le costó comprender del todo los valores como la lealtad y la disposición con la que servían los demás alfas del clan, le costó comprender el compañerismo para poder sobrevivir juntos porque aparte del interés propio también velaban por el compañero, le costó entender el negocio limpio con el que trabajaban los Nikiforov. Porque de donde él venía no existía nada de eso, solo discusiones, todo tipo de violaciones, violencia, egoísmo y agresividad.

Isaak Nikiforov era un líder y hombre firme, firme sin dejar de ser justo y justo sin dejar de ser demostrativo. Resultó ser una persona demasiado comprensiva con Yuuri, compartiendo su hogar, preocupándose de él como si se tratara de un hijo suyo más y regañando a Viktor cuando no dejaba respirar al omega con tanto amor.

Y cuando la muerte llegó para reclamarlo, llevándoselo en el sueño, diciéndole que ya había hecho suficiente en ese mundo, fue el turno de Viktor en derrumbarse y de Yuuri consolarlo.

Fue enterrado junto a su esposa y alma gemela bajo el mismo árbol internados en el bosque, donde no muchos pudieran dar con él.

El único primogénito estuvo muy deprimido por varias semanas. Yuuri, ya habiendo sido marcado por Viktor, se encargó de acogerlo en sus brazos y tranquilizarlo cuando recaía en su pena.

El duelo por su pérdida duró poco, puesto que los rumores corren demasiado rápido y en menos de tres meses tras Viktor haber tomado el control del clan, Celestino apareció en las afueras de la mansión para reclamar lo que supuestamente le pertenecía a pesar de demorarse años en volver por ello. Como si la muerte de Isaak hubiese cambiado la lealtad de los alfas hacia el nuevo líder Nikiforov, como si fueran más débiles ahora.

Celestino se mostró demacrado, la significativa pérdida del omega les había costado caro. Estaban flacos, famélicos, la raza de felinos incluso era casi nula y en su mayoría eran solo canes; algo realmente malo ya que se suponía que la abundancia de especies en un clan los hace ser más fuertes. Incluso algunos lobos demasiado jóvenes habían ido por obligación a pelear, incluso si con eso aseguraban su muerte prematura.

Yuuri los vio entonces, los pudo reconocer a kilómetros, los Crispino estaban ahí con mirada reticente y demasiado delgados para estar en pleno crecimiento. Su pelaje estaba sucio y se mantenían juntos cubriéndose las espaldas incluso de su propio clan.

No se hubiera perdonado perderlos por segunda vez. Así que lograron recuperarlos antes de que la manada huyendo arrastrara sus pequeños cuerpos también, y frente a la mirada enfurecida de Celestino que no tuvo de otra más que huir como el cobarde que era tras haber sido amenazado y humillado de forma patética.

Mickey y Sala estaban desnutridos, sucios, temblorosos y se aferraron el día entero a Yuuri, llorando y apretando su cuerpo con desesperación. Estaban resentidos, pero no podían evitar amar a Yuuri, siempre lo habían amado por ser su madre cuando el mundo era un infierno y la gente más falsa y demente que la mierda. El Katsuki los contuvo aún cuando sus brazos se entumieron y sus piernas minutos después también.

Les costó acostumbrarse a más gente, incluso más que a Yuuri. Desconfiaban de los demás alfas de la mansión hasta por si acaso.

Extrañamente, con Viktor no fue así, se dieron de inmediato. La confianza nació como algo natural y el cariño también. A Yuuri le resultó curioso y tierno, como si Viktor por esencia fuera alguien demasiado querible.

Pero Yuuri era un omega que quisiera o no, tenía su cuerpo en constante desarrollo y cuando alcanzó la madurez suficiente, su vientre empezó a sufrir.

En un inicio fueron simples pensamientos, la tonta pregunta de "¿Qué pasaría si...?" que se repetía constantemente en su mente como hobbie. Imaginaba cosas imposibles, cosas que por desgracia jamás podrían suceder y punto.

Luego se transformaron en algo así como una leve espinita, algo a lo que en un inicio no le quiso prestar atención por más que su mente se lo gritara y lo pidiera... y con eso inevitablemente se hizo una molestia, una hiriente molestia en el pecho que no se animaba a soltar con Viktor.

Demasiado tenía ya el alfa ocupándose de él, los Crispino y más encima todo un clan el cual alimentar.

Los trueques con demás clanes empezaron a agotarse. Ya no todos disponían víveres u objetos servibles para conseguir los mismos en el mercado. El mundo de los alfas estaba cayendo demasiado bajo, estaban entrando todos en una nueva crisis mercantil y fue entonces donde el tráfico de las pieles se potenció, nadie sabiendo el por qué, pero con ello trayendo nuevas oportunidades de víveres que la mayoría no sabían de dónde provenían pero que no era de importancia con tal de sobrevivir.

Los Nikiforov, siempre leales a la idea de que el tráfico de pieles era un acto inhumano, siguieron ideándoselas con nuevas estrategias para poder mantenerse, para poder comer.

Fue así como Viktor tuvo la brillante idea de organizar motines en las torres de enclaustramiento de los Escuadrones más cercanos. Organizaban las maniobras por semanas y cuando llevaban a cabo el plan se aseguraban de burlar brillantemente la seguridad y los cadetes, dejándolos atados o encerrados dentro de las oficinas para que no estorbaran cuando saquearan los almacenes que tenían repletos de alimentos.

Yuuri y los Crispino quedaban en el hogar las primeras veces, pero cuando notaron que más animales merodeaban la zona fuera de la mansión cuando Viktor y la mayoría de los alfas estaban fuera, el lobo decidió no volverlos a dejar solos. Así fue cómo empezó a llevarlos consigo, teniendo la tarea de cuidar su familia aparte de cumplir su labor como líder.

Los alfas enclaustrados se volvían salvajes con la presencia de más animales en libertad, y exigían la suya a gritos, ladridos y gruñidos. En más de una vez uno que otro se volvió loco y al soltarlo se tiró a atacarlos, así que debían ser cuidadosos cuando los soltaban.

Si Yuuri lo piensa, quizá esa fue la primera falencia del Nikiforov para con su clan. Dejar entrar a desconocidos al clan.

Porque aparte de soltarlos, también habían algunos que adoptaba. Fue entonces cuando la desconfianza en el clan Nikiforov empezó a nacer. Con gente desconocida, de la que no se sabía por qué llegaron a ser enclaustradas, de las que no se sabía su pasado, lo que hicieron o quiénes eran, sus reales intenciones y por qué decidieron tomar la mano del Nikiforov. Mero interés, después habría de reconocer Katsuki, cuando nadie confiaba en nadie y en los pasillos no se podía caminar sin sentir los ojos en la nuca, como si estudiaran cada uno de sus movimientos.

...

—Adivina a quién encontramos en uno de los tantos motines — cortó su relato Yuuri.

—¿Beka? — aunque lo hizo como pregunta, sonó más un hecho que ya sabía.

Yuuri quiso reír porque en todo el rato que llevaba hablando el rubio lo había escuchado en silencio y quieto, ante uno que otro detalle solo asentía. Pero al decir el nombre de la pantera había movido los pies que le quedaban colgando desde el mesón, como niño pequeño, ocultando su emoción; como cuando tu súper héroe favorito entra en acción y sabes que se viene la mejor parte incluso cuando la historia no trataba exactamente de Otabek.

Yuuri asintió, solo sonriendo para ocultar que le había hecho gracia ese tierno gesto del leopardo. Y para no hacerlo enojar, claro.

— ¿Y qué pasó después? — preguntó. — aún no me has dicho por qué tú y el viejo están mal.

El zorro ártico torció los labios y suspiró.

— Bueno, muchas circunstancias pequeñas se volvieron grandes y, de a poco, todo comenzó a colapsar.


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