Katsuki

Cuando Otabek llegó a la mansión no era el tipo más amistoso del mundo. De hecho, el chico solía aislarse, era estoico, no mostraba lo que sentía y muchas veces actuaba de manera arisca con sus compañeros.

Viktor ayudó a Otabek a salir del hoyo donde estaba metido, insistiendo, hostigoseándolo, molestándolo a cada rato que podía. Intentando animarlo con todo y tratando de hacerlo parte del clan, que sintiera comodidad, que supiera que ahora ese era su lugar y que podía contar con él. Sentía un tipo de empatía hacia Otabek que no sabía explicar, un sentimiento fuerte de fraternidad.

Esa es una de las grandes razones de por qué Otabek aprecia a Viktor, estuvo en sus momentos más jodidos y no desistió hasta sacarlo de ahí.

Sala y Mickey solían ver a su papá ser amigable con Otabek, lo que les provocaba un gran sentimiento de curiosidad con él. Razón por la cual lo seguían a escondidas por toda la estancia aún cuando el muchacho podía olerlos a kilómetros y en más de una ocasión pilló a ambos niños espiándolo.

Todo al fin pudo darse cuando Otabek empezó a acercarse más y Yuuri terminó por presentar a los Crispino como personas normales y no como los pequeños espías que lo seguían por toda la mansión.

Y cuando no, jugaban con un búho que Yuuri había adoptado al que terminaron por llamar "Maka", al cual entrenaban para poder enviar mensajes, en un principio, mensajes sin mucho contenido a la oficina de Viktor que quedaba en el quinto piso de la mansión. Solo por diversión.

Sin embargo, y volviendo al tema principal; una vez que el clan empezó a crecer más y más, la comida empezó a hacerse nuevamente escasa. Muchos clanes más habían adoptado la estrategia de asaltar otras torres de enclaustramiento y Viktor empezaba a quedarse sin lugares libres.

El Nikiforov empezaba a frustrarse cada vez más, comenzaba a notar las pequeñas (pero notorias) rivalidades que iban creciendo en el seno del clan por la sobrevivencia, notaba cómo la desconfianza se iba haciendo paso entre los alfas, cómo los sobornos por más comida empezaban a ser usuales. Los intentos de atacarse o las discusiones empezaron a hacerse usuales y eso hacía hervir la sangre de Viktor que a veces sentía que las cosas se le estaban yendo de las manos.

Cuando la inestabilidad del clan fue lo suficientemente notable, no tuvo más opción que recurrir al mercado negro de forma más recurrente.

"Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas" . Y bueno, para Viktor no fue la excepción. Con el sentimiento de culpa a flor de piel tuvo que recurrir a lo más bajo para poder mantener a sus alfas: empezó a traficar la piel de aquellos que perecían.

No lo hacía muy seguido, porque una piel al menos le dejaba lo suficiente para sobrevivir un mes y medio o dos.

Pero cuando Yuuri se enteró de la que Viktor estaba haciendo, se armó la primera discusión (de una seguidilla) que empezaría a lastimar su relación.

Katsuki aguantaba que aceptara más gente en el clan porque así podrían "protegerse" en caso de cualquier ataque. E intentó ignorar el gran detalle de la desconfianza que ahora hasta él podía oler en el aire.

Pero cuando se enteró que su alfa traficaba pieles, uno de los negocios más sucios y crueles del mercado, no se molestó en ocultar su rabia.

—¡Viktor, por Dios, les estás arrancando el pellejo! — exclamó en la oficina de su pareja.

—¡Por eso no quería que supieras, porque te ibas a poner como loco!

—¡Es más que lógico! ¿Cómo puedes ir y meterte en esa mierda como si nada? ¿No ves lo inhumano que es? ¡Tú no eres así Viktor!

—¿Crees que a mí me parece lindo hacer esto? No lo hago por gusto — arrugó la nariz, negando con la cabeza.

—¿Entonces por qué lo haces? hay... hay más maneras de conseguir comida — dijo exasperado — Si tu papá te viera...

—¡Pero no está! — gritó herido el Nikiforov — ¡No está y estoy tratando de mantener a flote un clan entero sin ayuda de nadie! — reclamó, con la respiración agitada, dolida. Y Yuuri lo notó.

—Yo l-lo siento, es solo que — cerró los ojos y repasó con su diestra su frente, algo sobrepasado — mi Viktor es mejor que esto...

Sangre y menta chocaron, se miraron complicados, ambos frustrados, cansados.

Viktor prometió no volver a hacerlo. Y Yuuri quiso creerle, aunque en el fondo supiera que mentía. Quiso creerle por la confianza que se habían cultivado.

Siguieron con su vida normal; ya fuera con los gemelos, ya fuera con Beka, ya fueran con los otros alfas, ya fuera con ser líder, ya fuera con ser omega, ya fuera con abrazarse por las noches, ya fuera con amarse.

Pero todo volvía a ponerse sombra para el Katsuki, que empezó a sentir esa pequeña espinita una vez más, transformándose en una molestia gigante cada vez que él y Viktor empezaban a recuperarse del orgasmo y el alfa empezaba a lamer su marca con cariño.

Justo bajo su vientre y justo en su consciencia: su cuerpo le reclamaba un bebé.

Y era lo más doloroso del mundo, porque no importaba cuánto lo intentara, su vientre infértil se lo impedía, simplemente no podía. No poder satisfacer lo que su propia naturaleza le pedía lo afectaba fuertemente, se sentía inútil cada vez que esa sensación de vacío llegaba a él, cada vez que se daba cuenta que jamás podría darle cachorros a Viktor, jamás podría darle descendencia.

Se sentía horrible, y se sintió peor cuando Viktor empezó a estar cada vez más ocupado con temas del clan, dejándolo de a poco de lado sin darse cuenta.

Su ansiedad lo iba consumiendo rápidamente. Lo ponía triste, y con ello, de mal humor consigo mismo. Cuando esa rabia lo sobrepasaba, no encontraba más remedio que ponerse a discutir con Viktor, porque se sentía inútil para él y no podía expresarlo de otra forma. Le daba vergüenza. Él mismo se daba vergüenza.

Sabía que Viktor cargaba con sus problemas también, cada día más cansado por lidiar con un clan completo, cada día más agotado buscando opciones para mantener estabilizado todo.

Sus cambios emocionales, siempre cargados a lo negativo, lo hacían llorar amargamente en el baño cuando se encerraba con la excusa de "tomaré una ducha". No sabía cómo lidiar consigo mismo, ni con su vientre, ni con su ansiedad.

Tuvieron otra discusión fuerte, cuando en los motines empezaron ya no solo a encerrar a los betas, sino que empezaron simplemente a matarlos. Yuuri tenía en cuenta que en ocasiones hacían eso para que no los reconocieran y ficharan en la ciudades, pero ya se estaban saliendo de control haciéndolo en cada encuentro.

Cada vez que abrían las rejas de los alfas enclaustrados, estos se descontrolaban provocando controversia en los mismos alfas del clan que por defenderse empezaban batallas donde siempre uno que otro terminaba ensangrentado y, en el peor de los casos, muertos.

Todo a Viktor se le estaba yendo de las manos por su blandura con sus hombres y Yuuri empezaba a notarlo.

La desconfianza no se pudo evitar más cuando uno de los alfas un día se acercó peligrosamente a Sala. A Yuuri y Mickey no les importó su propia seguridad por proteger a la chica, por suerte de ambos Viktor llegó a tiempo para detener al alfa que intentó sobrepasarse con su hija.

El hombre desapareció a los días. Así como más víveres llegaron con su partida.

Yuuri volvió a pelear con Viktor. Por lo maltrecho que estaba el clan, por el peligro que pasó Sala en ese lugar, por la razón que no quería darle a los víveres que aparecieron tras la desaparición de ese hombre. Los gritos entre ambos empezaron a ser usuales.

No lo malentiendan, se querían, se amaban, se necesitaban. Pero ambos estaban cometiendo un grave error al no confiar en el otro sus respectivas cargas.

Se empezaron a herir mutuamente y luego hacían ver como si nada hubiera pasado incluso entre ellos dos.

El cuerpo de Yuuri cada día y con más fuerza pedía crías y eso (como si fuera efecto dominó) lo llevaba a caer en su ansiedad, que llevaba a su dolor, que llevaba a su llanto, que llevaba a su rabia de saberse inútil, que llevaba finalmente a su descargo para con Viktor.

—No entiendo qué pasa contigo — un día de pronto el Nikiforov soltó, sentándose en el sofá frente a uno de los grandes ventanales, harto de todo eso y apoyando su frente entre sus manos entrelazadas.

A Yuuri le pegó feo esa frase, quiso decirle que él tampoco sabía lo que le pasaba, pero sería una gran mentira porque lo sabía muy bien.

Se le hizo un nudo en la garganta y se sintió aún peor.

Solo pudo sentarse al lado de su alfa y soltar pequeñas lágrimas. Se dejó hacer cuando Viktor, algo dudoso por su temperamento, empujó despacio sus hombros para recostarlo en su regazo.

Limpió sus lágrimas sin hacer preguntas, acarició su rostro con cariño, y se quedó a su lado pacientemente hasta que se calmó. Demasiado comprensivo con el omega que le había gritado de todo y cosas de lo más hirientes anteriormente. Aún con demasiado amor en cada caricia que hizo sentir a Yuuri que no lo merecía.

—Lo siento. — fue lo único que pudo musitar.

Todo se estaba yendo a la mierda. Y solo entonces se percató que Viktor no era el único al que se le estaban escapando las cosas de las manos, a él también y demasiado.

Y ambos no hicieron mucho para tomar las riendas de sus sus asuntos nuevamente.

Viktor jamás fue un alfa agresivo, o frío, o cruel. Nunca. Pero es increíble cómo el poder cambia a las personas, para bien o para mal, ya sea porque quieren o porque la situación los obliga.

Yuuri pudo presenciar el cambio significativo de su pareja. El Viktor alguna vez carismático, alegre y jovial empezó a desaparecer, había sido cambiado por alguien de órdenes crudas, de frío liderazgo y calculador en cada acto.

Las sonrisas dejaban de darse tan usual como antes. Muchas estaban reservadas para Yuuri, Sala, Mickey o incluso Otabek el cual con el tiempo se había convertido en la mano derecha y mejor compañero de Viktor.

Pero en cuanto a los demás del clan, todos eran tratados de la misma forma ruda, fría y pesada.

...

—Yo sé que no debería hacer esta comparación, pero su carácter y el de Celestino... o incluso el de Jean, empezaron a encajar de forma muy similar. Viktor ya no era solo un líder como lo fue en un inicio o como fue su padre. Es algo que no sé cómo ponerlo en palabras, tú quizá debes comprender — miró a Yuri con un semblante más dolido que complicado — Son fríos, controladores, lo que dicen ya no parecen órdenes sino amenazas, amenazas que los demás sabían que si no las obedecían... serían desechados.

Yuri asintió, creyendo comprender por lo que había visto hasta el momento entre Viktor, Leroy y Celestino.

Miró por la ventana, volviendo a toparse con la vista de Otabek correteando a Luka y siendo seguido de cerca por Sala y Mickey, como si jugaran a tener que detenerlo antes de devorar al leoncito. Sonrió por la ternura que esa imagen le hacía en su interior.

Así que uno de los grandes problemas de Yuuri era ser infértil y no poder darle hijos a Viktor.

En algún punto sintió un poco de pena por él, aunque realmente no lo supo bien ya que su cuerpo nunca había sentido esa necesidad, ¿Será porque no estaba marcado? quiso pensar que se trataba de eso.

Tocó su vientre inconscientemente ¿Cómo sería tener cachorros de Otabek? ¿Siquiera Beka querría tener descendencia? Porque sería maravilloso verlo corretear pequeños leoparditos o panteras así como ahora hacía con Luka. Y sería muy lindo ver a Luka rodeado de hermanitos.

Pero luego pensó en 9 meses gordo, comiendo como vaca, llorando por todo y en medio parto desangrándose y se le pasó las ganas de imaginarse embarazado; sobretodo con esa terrible imagen mental que tenía sobre el parto.

Volvió a prestar atención a Yuuri cuando volvió a tomar la palabra.

—El último motín en el que acompañé a Viktor, antes de que se diera cuenta, tomé a Sala y Mickey conmigo y huí de ese lugar.

Yuri lo vio descolocado, sin poder creer que así terminaba todo. Su expresión debió haber sido de total desconcierto y de inmediato se negó a que el zorro ártico sellara la historia de ese modo.

—¿Huiste? ¿Así sin más? ¿Solo porque sus tontos problemas fueron mayores? — dijo sin tacto alguno, entrecerrando los ojos como si fuera un total demente — ¿Jamás lo conversaste con él? Viktor puede llegar a ser un imbécil total pero quizá también tenía sus mierdas de problemas de por medio.

Yuuri desvió la mirada. Si Plisetsky lo decía así, sí sonaba como una medida realmente tonta y extremista. Pero eran tantos pequeños y significativos detalles que pesaban en su relación que simplemente no pudo soportar más, no todo era tan superficial como se podía pensar.

—Mi cuerpo empezó a desconocer a Viktor — soltó — estaba tan cambiado, tan diferente... que mi lado omega empezó a desconocerlo. No era el mismo tacto, ni el mismo carácter, ni el mismo alfa, ni la misma persona de la que me enamoré, ¿Sabes lo horrible que se sentía eso? Son como mil agujas en el pecho, y me preguntaba por qué, por qué estaba pasando todo eso, ¿Era mi cuerpo el culpable? ¿Yo tenía la culpa? Entonces mis cambios de humor venían rápido a culpar a Viktor de todo, a buscar pleitos con él, a querer gritarle que todo esto era su culpa; el que yo me sintiera inútil para él, el que haya cambiado tanto, el que estuviera en el tráfico del mercado negro, el que matara betas, el que cada vez él se pusiera más frío, más demandante, quería gritarle que era su culpa que ya no se pudiera caminar tranquilo por la mansión, su culpa que aquel alfa intentara tocar a Sala, que era un asesino, un animal, una bestia, que era su culpa que yo no quedara embarazado.

Yuuri se detuvo en seco, sintiendo un escalofrío en su espina dorsal. Su boca se cerró de golpe, dolorosamente, algo resentida pero no lo suficiente como para no admitir que él también sentía el peso de la culpa en la ruptura de su relación.

—Quería culparlo de todo para no sentirme tan frustrado conmigo mismo... y tenía razones para hacerlo, tenía tantas razones por lo que estaba haciendo. Y cuando me daba cuenta de que todas las medidas crudas que él estaba tomando al menos para sobrevivir surtían efecto, me sentí el doble de enojado sin razón. Viktor estaba liderando un clan con toda su mente y fuerzas y yo... — apretó los puños y el Plisetsky ya empezaba a notar que el problema no era tanto con el Nikiforov, como lo había estado suponiendo — yo solo era el omega que no podía darle descendencia, al que él tenía que consolar todas las jodidas noches porque no paraba de llorar de solo ansiedad, el omega que no confiaba en su alfa, el que luego de ser consolado le gritaba cosas hirientes a la cara. Sé que él puede llegar a ser cruel, a veces agresivo, muy caprichoso y no se da cuenta que hay cosas que está haciendo mal por mera moral, pero aunque él mismo lo haya olvidado, es un buen alfa con corazón demasiado puro y no merece un omega como yo — admitió, soltando los puños, sin ganas — merece algo mejor. Y como te dije, fueron tantas cosas juntas, tantas, tantas, de parte suya y mía, de las circunstancias, de la mierda en que estábamos metidos cada uno por su cuenta, que aunque nos amáramos como si el mundo se fuera a acabar yo decidí cortar mi vínculo con él el día en que huí con Sala y Michelle; fue cobarde de mi parte, pero ya no encontraba más caminos para poder arreglar las cosas con Viktor. Quería quedarme a su lado, pero sería forzar las cosas y estábamos lo suficientemente dañados.

El Katsuki se puso de pie y empezó a sacar la vajilla como si nada, o eso pareció, porque el Plisetsky notó que se contenía las ganas de deprimirse.

— ¿Por qué Omega? ¿Cómo llegaste ahí?

— En su oficina Viktor tiene un mapa de la gran mayoría de las ciudades de aquí, lo heredó de su padre. A veces me ponía a verlo cuando estaba aburrido y descubrí un punto ciego entre bosque, montaña y ciudad. Y en el fondo sabía que Omega era la última ciudad en la que Viktor me buscaría.

El rubio escuchaba atento mientras también se ponía manos a la obra y abría los cajones con el servicio para ponerlos en la mesa.

— Beka supo que yo huía por casualidad, me vio salir apurado con Sala y Mickey y entonces no me quedó más que contarle y pedirle ayuda. Aunque se mostró desconfiado en un inicio me ayudó de todos modos a sacarme de ese lugar. Los gemelos y yo caminamos nueve días por las colinas más altas para no encontrarnos con más alfas, lo bueno era que estábamos en pleno invierno y con eso pudimos mantener un paso constante y tapar con la nieve el rastro. No comíamos mucho, lamíamos nieve para estar hidratados y llegamos nada más que por suerte y cálculos.

— Y luego tú y Beka se comunicaban con Maka, ¿no?

— Así es, Maka nos siguió todo el camino.

— ¿Y ahora el viejo y tú están mal porque...? — sentía que estaba haciendo demasiadas preguntas, pero Yuuri no se molestaba en contestarlas así que continuaba.

— ... Le dije que ya no lo quería cerca y me está haciendo caso.

El rubio frunció el ceño, ¿Qué mierda con Yuuri? aunque ahora sabía la historia no entendía el motivo de alejar aún más a Viktor.

— ¿Sala y Mickey no preguntaban nada?

— Ellos sabían que Viktor y yo no estábamos... en los mejores términos — musitó — y por ese tiempo, como me veían todo el tiempo triste y su papá siempre ocupado, le tomaron un tipo de resentimiento silencioso; no opinaban ni preguntaban nada, pero lo sentían. Cuando nos fuimos y nos quedamos en la cabaña que estaba situada ahí se notaba mucho que lo extrañaban; se sentaban en el patio, jugaban un rato y de inmediato se tiraban a mirar tristes hacia abajo al bosque.

— Pero ahora están bien, ¿Cierto? digo, se ven bien.

— Sí — sonrió con ternura — Sala y Michelle no pueden evitar a Viktor, después de todo fue quien los adoptó y cuidó cuando eran pequeños. Aunque se enojen e intenten ocultarlo, ellos no podrían odiarlo.

— ... ¿Y tú? — preguntó algo más cuidadoso — ¿Tú odias a Viktor?

— Claro que no — dijo suavemente — jamás podría odiarlo. Él me salvó primero, en todos los sentidos posibles.

Yuri notó el cargado cariño en esa última frase, lo miró unos segundos y guardó silencio. Para sus adentros tenía el presentimiento que ese no era el fin de su historia, que les quedaba mucho más ahora en adelante.


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