Ansias

Otabek y Yuri rápidamente se acostumbraron a dormir juntos. Luka había tomado la costumbre de dormir con los Crispino en el piso superior así que ellos se quedaron en el cuarto que originalmente pertenecía a Altin.

Así también, Otabek estaba acostumbrado a que Yuri se removiera en busca de una mejor posición por largos minutos hasta encontrarla y finalmente caer dormido como roca hasta la mañana siguiente. Usualmente solía dormirse sobre él y en ocasiones lo abrazaba tipo koala con una pierna y un brazo aferrados a su cuerpo. No le molestaba, la verdad, le gustaba.

Pero esa noche parecía removerse más de lo normal, hasta que no lo pudo ignorar y tuvo que obligarse a despertar y atender al gatito turbulento a su lado.

—¿Yura? ¿Pasa algo?

Su voz salió ronca y abrió los ojos acostumbrándose a la oscuridad. Yuri tenía sus ojitos abiertos de par en par y lo miraba con sus cejas levemente fruncidas, como si se estuviera disculpando por despertarlo.

—Estoy ansioso... — murmuró — no puedo dormir.

Otabek bostezó y miró la hora en el despertador a un lado: las 2am. Se refregó la vista y suspirando algo perezoso se acomodó para ver mejor al omega que estaba hundido en la cama, cercano a su pecho y con solo sus ojos fuera de la sábana.

—¿Ansioso de qué? — preguntó confundido, quitando algunos mechones de la cara del rubio.

—No lo sé...

Yuri cerró los ojos y empezó a ronronear al sentir la mano del alfa, empujó su rostro contra la palma, haciéndole saber a Beka que quería cariño.

Lo mimó unos minutos mientras sentía sus ojos cerrarse nuevamente por el sueño, a punto de que su mente se nublara de nuevo y cayera dormido. Sin embargo, cierto omega no lo dejó y volvió a hablar.

—¿Beka?

—¿Si? — preguntó con los ojos cerrados, adormilado.

Por unos segundos solo sintió a Yuri frotar su carita con su mano, no notando que el menor titubeaba hasta por fin soltarlo.

—¿Podemos hacer el amor?

La mente del alfa despertó al instante y miró a Yuri fijamente, algo sorprendido de la petición.

El rubio se mostraba avergonzado, sin querer desenterrarse de la cama, sus pupilas estaban fijas en él y esperaba apenado su respuesta.

Otabek quedó confundido, Yuri no era un omega que pidiese cosas así, menos siendo un vergonzoso en esos temas.

La primera vez había sido comprensible; él estaba en celo y quería deshacerse de sus inseguridades, confirmar que se amaban en cuerpo y alma. Pero las otras veces en las que lo habían hecho simplemente era un *click que se daba en sus mentes, sin necesidad de palabras, como si estuvieran conectados, una sola mirada y sabían que ambos deseaban lo mismo.

—¿Es tu celo? — preguntó aún perdido, despejando por completo el rostro del omega con la palma de su mano — ... pero si llegó hace menos de un mes... — murmuró respondiéndose a sí mismo.

—No es el celo, Estupibek — frunció el ceño — s-solo quiero hacerlo y ya, ¿Quieres hacerlo o no?

El mayor vio el vacile enojado en la mirada aguamarina y aún algo extrañado asintió. Si luego con eso Yura podía dormir y descansar, aceptaría cada petición suya, con tal que estuviera cómodo.

—Está bien, vamos a hacerlo.

Sonrió con cariño y acarició su rostro, bajando la sábana y dejando a la vista sus mejillas arreboladas por completo. Se acercó y juntó sus labios en un suave toque en el que Yuri sintió todo su cuerpo destensarse, con el cálido aliento de su pareja sobre sí.

Se besaron por un largo rato, cada vez más subiendo la temperatura y el ritmo, jugando con sus lenguas y mordiendo sus labios, tirándolos con ansias. Pronto los brazos de Yuri estuvieron alrededor de Otabek como dos firmes ganchos que se negaban a descolgarse. Revolvía el cabello azabache y lo tironeó sin llegar a dañarlo cuando Otabek se posicionó sobre él, acariciando sus piernas con sus grandes manos, recorriéndolas de arriba a abajo deleitado con la respiración creciente del omega.

El corazón de Yuri latía con fuerzas, como si aquella fuera su primera vez sintiendo a Otabek. Estaba asustado de su propia hambre para con el cuerpo del alfa, lo había deseado y tenido muchas otras veces, pero ahora eran unas ganas que mientras más eran complacidas más feliz se ponía, más emocionado, unas ganas muy distinta a las otras anteriores que lo hacían sentir extraño.

Soltó un corto quejido cuando Otabek al fin se dignó a subir las caricias y apretó el interior de su muslo, donde la carne más blanda le daba una descarga eléctrica justo a su entrepierna necesitada.

—No juegues, tócame luego — reclamó cortando el beso, enfadado. Otabek soltó un corto jadeo a modo de risa por ese Yuri siempre tan apurado.

—Dame permiso... — dio una cachetada suave en sus piernas, pidiéndole que las abriera, con el correspondiente cuidado que siempre le daba para que el rubio estuviera cómodo con su toque.

Yuri obedeció, mordiéndose el labio por la escena entre sus piernas de Otabek posicionándose, sacándose la camisa, dejando caer la sábana que los había estado cubriendo.

Quiso morirse cuando vio que Otabek lamía la palma de su mano y la bajaba para darle placer a su miembro. Sus ojos conectaron justo cuando el mayor tocó su glande y empezó a subir y bajar por su extensión. Yuri tapó su boca por los gemidos que empezaron a salir, sin poder quitarle los ojos a su amante, hipnotizado por aquel hombre que tenía solo para él.

¿Por qué mierda Otabek debía ser siempre tan malditamente sexy? Misterios de la vida.

—Beka... — llamó gimoteando, con esa voz omega que hizo temblar a su compañero por ser tan empalagosa.

Altin no aguantó su nombre en esos labios y se lanzó a devorarlos de nuevo, apretando un poco cada vez que su mano subía y llegaba a la glande del menor, algo que hacía enloquecer a Yuri y mover sus presumidas caderas de manera involuntaria.

La mente de Beka explotaba con tanta ternura y sensualidad en Yuri, esa mezcla de atributos debía ser ilegal.

Su propia ropa interior empezó a tirar de forma dolorosa y con la mano libre intentó quitársela, en vano, puesto que hasta Yuri lo notó frustrado por no poder.

El rubio rió entre dientes. Decidió ayudarle, de manera hábil usó sus propios pies y lo ayudó a bajar la prenda por los costados hasta caer y ser tirada lejos por el propio dueño. Entre jadeos ansiosos Yuri observó la extensión del azabache todo lo que pudo porque extasiado como estada, se hundió en la almohada al sentir su propio vientre cosquillear nuevamente.

Otabek aprovechó ese momento mismo para prepararlo y poder entrar luego en él, ya temía por un derrame con tanta sangre que su cuerpo bombeaba a su miembro.

Para poder distraerse dejó el miembro del menor y levantó la camiseta suya que el menor usaba para dormir, dejando a la vista su pecho agitado, perlado de sudor y con sus pezones erectos. Atrapó uno con sus dientes y lo tiró haciendo chillar a Yuri, que desesperado enterró sus manos en su cabello.

Mordió y lamió los botoncitos tanto como pudo. Cada sonido obsceno de la boca del Plisetsky era como música para sus oídos. Los dejó tan rojizos e hinchados que a Yuri empezaron a dolerle, pero de forma placentera, quedando terriblemente sensible en esa zona tan erógena.

—Lo siento, ya no puedo aguantar más — admitió. El olor dulzón del menor lo estaba embriagando y no quería correrse así de patético sin siquiera haberlo penetrado.

— Solo hazlo de una vez — pidió en un suspiro.

Sacó sus dedos de Yuri, tiró lejos la molesta sábana y alineó su pene para empezar a entrar, sin despegar sus ojos chocolate de las facciones de Yuri que parecía derretirse al sentir por fin al alfa dentro suyo.

Observó con detenimiento cada expresión de Yuri, sus ojos cerrados con fuerza con sus largas pestañas chocando con sus rosados pómulos, sus manos apretando la almohada mientras lo recibía dentro suyo, su pecho inflado inhalando aire lentamente, sus labios mojados y abiertos, su tierno ombligo, su rosada hombría, la caída de su gentil cintura, sus piernas largas, lisas y recogidas. Mierda, Yuri era tan perfecto a sus ojos. Apretó la mandíbula, sintiendo las típicas ganas de morderlo, salivando por apretar con sus dientes su piel, aquella que tanto amaba recorrer.

Cuando pegó la primera embestida, Yuri gimió lastimero, abriendo sus ojos, mostrando sus pupilas dilatadas, pareciendo mucho más hermoso de lo normal.

¿Esos ojos claros siempre habían brillado de tal forma? Su piel parecía retratar la más bella escultura de chocolate blanco derritiéndose, deliciosa, preciosa, intrigante, ¿Por qué se veía más hermoso de lo que ya era? Demasiado puro.

Su alfa sintió un ansioso gozo interno, unas ganas de abrazar a Yuri con una felicidad tan grande que parecía demasiado para cargar una sola persona. Tenía unas ansias caóticas en su pecho, latiendo con emoción por tener a Yuri así, por sentirlo así, por saberlo suyo y con su orgullo por los cielos.

Juntó sus frentes mientras las embestidas hacían gritar a Yuri que en vano intentaba taparse la boca, porque paradójicamente movía sus caderas al compás suyo, ayudando a llegar al miembro ajeno más profundo dentro de sí. El chico no podía cerrar su boca, los gritos no se lo permitían.

—Yura, ¡ngh! — gimió ronco mordiendo el labio del menor que lo abrazó sin dejar de desbordar amor mientras lo miraba profundamente a los ojos, calando profundo en su alma. Empujó su pelvis una y otra vez dentro del menor que no le despegaba la vista, ambos atrapados en las ventanas ajenas.

—T-Te amo — murmuró el menor a penas, rozando sus narices, con sus respiraciones sincronizadas.

Otabek enterró su nariz en su cuello, apretando sus muslos y trasero, embistiendo cada vez más rápido, haciendo sentir a Yuri en el mismo infierno por lo caliente que ambos estaban. Levantó la pierna de Yuri por sobre su hombro llegando por fin al punto ansiado del menor que se quedó sin aire, manoteando con pánico deleitable su espalda, enterrando sus uñas dolorosamente en la piel morena.

—¡Otabek, demonios! ¡Ahhh! — exclamó mordiendo el cuello del alfa, sintiendo la locura invadirlo. Y por más que negara, amaba cómo Otabek lo estaba tomando; rudo pero de forma empalagosa. Demasiado para su corazón.

El mayor gruñó en su cuello y volvió a hundirse de la misma forma con los ojos cerrados por el placer que el interior de Yuri le profesaba.

Seguramente mañana los regañarían por meter tanto ruido en la madrugada, pero en ese momento fue lo que menos le importó.

Embistió de la misma forma hasta que por fin sintió que llegaba al clímax, con un orgasmo ronco ahogado contra el pecho de Yuri que sin necesidad de algún toque también se había venido, pero él dejando su orgasmo en el aire.

Solo entonces y con el calor en caída, ambos supieron que serían regañados por Viktor por montar escándalo de madrugada... más encima porque su habitación estaba bajo la suya.

Pero por el momento no importaba.

Otabek esperó un poco y bajó con cuidado la pierna de Yuri sin poder salir aún de él. Tenían sus respiraciones desbocadas, ambos sentían su cuerpo laxo y sin fuerzas. Pero Beka aún así lo tomó por la cintura y cambió posiciones dejándolo sobre sí, tapando a ambos con las desordenadas sábanas que habían quedado colgando de la cama. No quería aplastarlo y tener al rubio acostado sobre su pecho siempre lo hacía sentir el hombre más completo del mundo.

Yuri tembló ligeramente cuando sintió formarse el nudo de Otabek dentro suyo, amaba y odiaba esa sensación tan incómoda pero placentera a la vez. Últimamente estaba tomando unas pastillas por semana que Yuko le había dado como anticonceptivo, así que no había mucho por preocuparse.

Espabiló de pronto de sus pensamientos, cuando sintió la lengua del mayor pasearse por su hombro y cuello, a lo largo y sin intenciones obscenas.

Se quedó estático y sintió el color subírsele nuevamente al rostro, la ternura y la vergüenza lo cohibieron y no se atrevió a levantar el rostro. Otabek lo estaba aseando, como los felinos.

—Te amo — susurró cuando llegó atrás de su oreja.

Yuri soltó un quejido por el salto que dio su corazón, conmovido y sintiéndose tímido de pronto. Cerró los ojos dejándose limpiar por el mayor y suspiró.

—También te amo — respondió.

Ambos no pudieron negar que había sido la vez que más emoción se apoderaba de ellos mientras hacían el amor. Pero no sabían a qué se debía, porque tanto Yuri como Otabek siempre estaban a gusto estando uno junto al otro, con el sentir rebosante en gozo y una alegría de tontos enamorados. Pero sus mentes cansadas por el ejercicio no los dejó meditar.

Cuando el sueño empezó a pegarle a Yuri, antes de dormirse, se atrevió a besar la barbilla del alfa.

—Gracias por el baño — murmuró despacio, sorprendiéndose al ver que Otabek estaba un poco avergonzado también.

—No es nada... — respondió desviando la mirada, causando aún más la ternura en Yuri.

Cuando el nudo pasó rato después y con un Otabek ya algo adormilado otra vez como un oso, Yuri lo sacó de su interior. Se recostó al lado del chico, el que lo buscó de inmediato con los ojos cerrados y sonrió por eso.

Antes de que Morfeo por fin lo dejara caer a un dulce sueño, sintió a Otabek pegarse más a él, pasando su brazo bajo su camiseta y dejando su mano sobre su vientre, acariciando por inercia entre sueños. Volvió a sentir su corazón ansioso y los ronroneos de Otabek en su nuca le llevaron una paz increíble. Así fue como terminó durmiéndose.


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