Disculpa
A causa de cierto alfa y omega que gustaron ponerse melosos en medio de la madrugada cuando todos duermen, todo el clan se fue con una amenaza encima y los culpables fueron severamente regañados por Viktor.
Claro que los escuchó en la noche, el cuarto que compartía con el Katsuki estaba en el piso de arriba justo en el mismo lugar. Y si ya era incómodo dormir en el mismo lugar y la misma cama con quien ya no se dirigía ni la mirada, esa noche fue terrible para ambos escuchando los gritos de Yuri y los gruñidos de Beka teniendo en cuenta que ellos ni se habían tocado por mucho, mucho, mucho tiempo.
Viktor fue el primero en no soportarlo, salió del cuarto dejando solo a Yuuri igual o más frustrado que él sin ni siquiera pudiendo voltear a verlo. El Nikiforov descansó poco y nada en la sala que estaba en el mismo piso; teniendo en cuenta que no podía perder mucho de vista el cuarto si su omega se había quedado ahí solo.
No fue novedad que en la mañana siguiente varios alfas merodearan por fuera del cuarto de la parejita bulliciosa.
Así que Viktor tuvo que tomar medidas y advirtió a todo el clan que los omegas en ese lugar no estaban para nada más ni nada menos que para ser cuidados y protegidos. Fue empático al decir que sabía que era una tarea difícil contener el instinto pero rectificó su puesto como líder al amenazar que si se atrevían a acercarse a uno de ellos el menor de los castigos (y con mucha suerte) sería ser echados de patitas a la calle fuera de la mansión.
Luego se encargó de regañar a Otabek y Yuri a penas los vio bajando por las escaleras para desayunar.
Ambos escucharon calladitos el sermón del mayor. Otabek cabizbajo mientras asentía y Yuri gruñendo, maldiciendo mentalmente al viejo calvo, pero al fin y al cabo los dos compartiendo la vergüenza.
Una vez los dos parecieron tener suficiente y se disculparon (Yuri a regañadientes), Viktor los dejó ir. Hasta que recordó algo de golpe y detuvo al menor de ellos.
—Espera, tengo un asunto pendiente contigo, Yurio.
El rubio frunció el ceño y volteó enojadísimo.
—Otro idiota con eso ¡No soy Yurio, maldición!
—Sí, sí, sí — hizo un gesto con la mano restándole importancia — ¿Me lo prestas un segundo? — esta vez se dirigió a Otabek.
Altin, a pesar de todo, lo miró con algo de desconfianza.
—¿Para qué?
—Lo mismo me pregunto — agregó Yuri.
—Tengo que conversar algo con él. No le haré nada, te lo prometo — Viktor tampoco culpaba a Beka por ser reticente con él.
—Bueno... no seas tan grosero — dijo lo último hacia su pareja, quien rodó los ojos — iré a darle desayuno a Luka — dejó un beso en su frente y salió de la sala.
Yuri se sentó nuevamente en el sillón donde había recibido su sermón.
—Qué quieres.
Viktor se cruzó de brazos y pareció pensar sus palabras, o eso notó Yuri.
Para el alfa no era tan fácil soltar lo que pensaba decir ahora con todo lo ocurrido anteriormente con el Plisetsky y lo mal que le caía.
Sala y Mickey días antes le habían dicho que Yurio no era mala persona y que no entendían por qué ambos no se llevaban bien si era la pareja de su mejor amigo (Beka). Viktor no supo qué responderle a sus hijos y por ello lo meditó bastante.
Las razones para odiar a Plisetsky eran muchas y la mayoría partían por "robarse" a Otabek y por frustrar los planes que tenía con su pelaje en el mercado negro.
Pero ahora Yuri formaba parte del clan, estaba siendo protegido por él, era la pareja de Otabek y Otabek... había vuelto. Tal vez no estaban en los mejores términos, ni eran tan unidos como antes, y aún cuando tenía un resentimiento hacia Otabek no podía odiarlo y en lo profundo esperaba que algún día volvieran a ser tan hermanos como antes.
Había estado observando a Yuri. El omega no era mala persona, tal como le habían asegurado los Crispino; cuidaba de Luka aún cuando ese cachorro no era suyo (punto que le recordaba a Yuuri), era cariñoso con Otabek y por lo visto ambos se complementaban, no tenía el mejor el mejor carácter del mundo pero era bueno y amable a su manera, notaba la atención que le regalaba a los Crispino aún cuando se enojaba porque lo llamaran Yurio, notaba también la amistad que había hecho con Yuuri y eso le agradaba; así su pareja no se sentía tan sola en esa inmensa casa.
Quería enmendar su error.
—Quiero que me disculpes, por todo.
Ese sería su primer paso.
Yuri abrió los ojos como plato, una disculpa de Viktor era lo último en el mundo que esperaba escuchar.
No se lo esperaba, para nada, de hecho pensó que hasta el final de sus días Viktor no se disculparía por todo lo que le habían hecho dentro de ese lugar.
—¿Por qué haces esto? — preguntó saliendo del pasmo, sorprendido y desconfiado — ¿Qué tienes en mente?
El mayor suspiró. Se esperaba el recato del rubio.
—Solo me quiero disculpar por todo lo que ha pasado desde que llegaste aquí, tú sabes, el encerrarte, el que te haya pasado eso... — rodó los ojos, caminando hacia la orilla de la ventana y sentándose ahí — ahora que eres la pareja de Otabek, supongo que no es tan descabellado que te esté proponiendo algo así como una tregua entre nosotros...
Yuri lo estudió con esa mirada afilada que tenía.
—Bien... prosigue — musitó dispuesto a escuchar lo demás que tenía por decir.
—Quizá no tenga que explicar mucho el por qué te encerré acá, eso ya lo sabes... estaba frustrado, nos estábamos quedando sin comida y cuando escuché el rumor de que estaban buscando un leopardo de las nieves por un trueque inmenso de alimentos, no dudé en mover algunos hilos y buscar por aquí y por allá hasta que di como sospechoso contigo. Me enojó mucho cuando escapaste, se suponía que eras mi boleto a sustentar por mucho más tiempo este clan... y me enojó mucho más cuando me percaté que Otabek te había ayudado a huir y te escogió a ti por encima de mí.
—Porque para ti él es importante.
—Otabek no es tan solo importante para mí, Yurio. Él es como el hermano que nunca tuve y lo he cuidado tanto que me enfada que escoja a alguien por sobre mí y que incluso me traicionara de esa forma dejándome solo y con medio clan encima.
—¿Estás celoso? — dijo Yuri arrugando la nariz.
—¡No son celos! Tú no entiendes cuánto significa él para mí, Otabek es como el lado consciente de mi mente, siempre sabe cómo traerme a tierra y fue un gran soporte cuando Yuuri desapareció; enterarme que también él sabía dónde estaba Yuuri fue doblemente doloroso, me sentí otra vez traicionado, como si ya no pudiera confiar en nadie más. — Yuri escuchaba intrigado, por un momento pensó que Viktor sentía un amor romántico hacia su alfa y se asustó, pero ahora que lo estudiaba mejor, parecía más como un amor filial — A veces pienso que habrá tenido sus razones para hacerlo porque quiera o no, no lo puedo tachar como una mala persona, no puedo odiarlo porque lo quiero mucho. Me enoja que me haya mentido y se haya ido, pero supongo que estaba destinado a ser si después de todo tú ahora eres su pareja y él volvió a este lugar.
—Está bien, comprendo. Quieres deshacerte del problema que te hago porque ya ves que Otabek y yo fuimos hechos el uno para el otro y que jamás, jamás, jamás de los jamases nos podrás separar porque nos amamos de aquí al infinito, ¿Cierto? — dijo orgulloso al autoploclamarse el compañero eterno del alfa.
— No des por cierto cosas que no sa...
— JAMÁS — reiteró con voz firme.
Viktor rodó los ojos, pensando que con ese niño no se podía hablar bien.
—Sí, eso, lo que tú digas Yurio.
El Plisetsky desvió la mirada, quería largarse a reír de una manera que el Nikiforov ni se imaginaba, quería burlarse porque ahora Beka era suyo, porque Viktor tenía un increíble y severo caso de complejo de hermano y porque por fin se estaba disculpando con él.
Pero de pronto recordó a su pareja triste cuando huyeron de la mansión y cuando comprendió lo que Viktor significaba para él. Entonces toda su risa se esfumó. De esa forma le fue más fácil entender el aprecio y afecto que esos dos se tenían.
Miró a Viktor que esperaba paciente la respuesta a su disculpa y frunció un poco el ceño, se mordió la mejilla por dentro y refunfuñó a regañadientes:
—Beka también estuvo deprimido cuando tuvo que dejarte por mí, él también te quiere mucho — se cruzó de brazos y miró a Viktor que parecía algo más alegre — acepto tus disculpas, ¡Pero no creas que por esto vamos a ser amiguitos! —dijo lo último meneando la cabeza y arrugando la nariz. Solo hacía esto por Otabek.
Viktor no pudo evitar soltar una pequeña sonrisa.
—Tampoco pienses que querría ser tu amigo, gata mimada.
Yuri soltó una escueta mueca ante el apodo, iba a ponerse de pie para marcharse si eso era todo, incluso ya le había levantado el dedo de en medio a Viktor, pero se acordó de algo de súbito y se devolvió.
Viktor lo miró con una ceja alzada.
—Deberías conversar con Yuuri — dijo serio.
—¿Conversar de qué?
—Sé que estabas cerca cuando hablábamos en la cocina.
El Nikiforov quedó estático por las palabras del menor, sin frase ni pensamiento coherente para responder.
—Sentí tu olor a perro cerca. Yuuri no se dio cuenta porque siempre te está sintiendo aún cuando no estás, su lazo está roto, pero todavía tiene tu esencia muy encima suyo.
—No es algo que me gustaría hablar contigo — musitó a duras penas.
—No, a mí tampoco, por eso creo que lo debes hablar con él.
Tragó dificultoso, recién se daba cuenta que Yuri estaba al tanto de muchas cosas, más de las que él pensaba.
No obstante, lo que Yuri no sabía era que Viktor no habría escuchado la gran cosa, solo cuando Yuuri acababa su relato y contaba cómo había huido. Viktor no pudo escuchar más y se había ido de ahí antes de sentir su corazón ser apuñalado una vez más. No hablaría con él, le dolía. Simplemente no se atrevía.
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El punto de control del mercado negro en Lambda seguía tan concurrido como siempre, con la diferencia de que esta vez los gritos y los gruñidos entre alfas eran mucho más agresivos justo a las entradas de las quebradas.
Varios curiosos se amontonaban a ver qué tanto alboroto se estaba causando. Pero no era para menos, ya que el beta que había prometido montañas de comida al que le trajera la piel de un leopardo de las nieves estaba ahí.
Seung pasaba entre los alfas sin preocupación alguna de quienes le gruñían con hambre, para eso tenía alfas contratados a los que mantenían para que lo protegieran.
Llegó hasta el puesto de cierta mujer que daba de comer pequeños trocitos de carne a unos niños. Lilia volteó con el semblante amargo y sin siquiera saludar habló.
—No deberías estar acá. Es peligroso para alguien de tu especie pasearse entre animales con hambre.
—Eso es lo de menos, ¿Ha habido alguien que haya dado con lo que les pedí?
La Baranovskaya frunció el ceño, ese negocio no era nada fácil, ni menos lidiando con betas de tanto poder como ese hombre. Se agachó y les dejó más trocitos de carne a cada uno de sus nietos para que se entretuvieran mascando.
—El rumor se propagó en masa, pero la mayoría está crédula a creer que esa especie felina siga existiendo, Lee. No van a arriesgarse buscando en un pajar una aguja que ni siquiera saben si existe.
—¿Cómo mierda les meto en la cabeza a estas bestias que hasta que no busquen y encuentren no sabrán si existe? — dio un paso hacia adelante, intimidando a la mujer — Lilia, no te conviene para nada hacerte la desentendida. Quiero ese puto leopardo y lo quiero ya.
—Cuidado con lo que haces muchacho, estás en territorio alfa y-...
—No, eres tú a la que no le conviene no tener precaución, ¿Quién crees que es el que te pone el pan en la mesa? ¿Quién es el que vende tus pieles dentro de la ciudad?
La mujer arrugó la nariz, sin palabra alguna, no podía refutarle nada. La piel vendía bien entre los mismos alfas, pero ella tenía el dato directo para venderla dentro de las ciudades y teniendo una gran familia ese era su más grande sustento para sobrevivir ahí en las afueras.
—Me vale mierda si estoy en tu territorio, tú sabes que si me llegan a matar mis cadetes me buscarán y a tu especie la dejarán de culpable. Los perseguirán por un largo tiempo más hasta llevar a varios de los tuyos a la tumba, hasta esos niñitos que estás alimentando; hasta ellos no estarán libres de ser pillados ni de la bala entre ceja y ceja con la que serán enviados al infierno.
—Eres igual o más bestia que nosotros — dijo la mujer negando con la cabeza, gruñendo por la amenaza y por meterse con su familia.
—Quizá, pero tengo la dicha de ser beta y la sociedad piensa que somos la especie salvadora de este mundo. Alfas y omegas no son más que una mala plaga de desgracia. Ahora, me vas a explicar bien ¿Cómo es que ningún imbécil ha dado con algo desde que te ordené correr el rumor?
Lilia apretó los puños, solo quería que ese hombre se largara, así que dijo lo primero de lo que supo hace un par de meses acerca de lo que Seung buscaba.
—El clan Nikiforov estaba tras tu maldito leopardo hace un tiempo.
El Jefe soltó una pequeña sonrisa, ahí estaba lo que quería escuchar. Un camino más para continuar.
—¿Dónde puedo encontrarlos?
—Pasando Tau y Sigma, varios kilómetros al Este hay una gran mansión situada en medio de la nada. Residen ahí hace años.
—¿Cuál es el nombre del líder?
—Viktor Nikiforov, tengo entendido que tenía a un chico sospechoso. Ya vete, no sé nada más, solo eso.
—Bien, al menos te ganaste la comida esta vez — le tiró a los pies una bolsa negra que reconoció de inmediato por el solo olor.
Carne de vacuno. Con razón todos estaban tan alterados, no era tan solo por el beta...
Lilia frunció el ceño y no tomó la bolsa hasta que perdió de vista a Seung. Gruñó a quienes se le acercaron por el olor y la carne la llevó hasta los demás de su familia para que pudieran comer.
Vivir de esa forma era difícil. Traicionando para salvarse, haciendo trabajo sucio para comer.
¡Gracias por leer!
