Verano
—Algo sobre disculparse y que te quiere mucho, que tiene un complejo de hermano contigo y que ahora estamos en algo así como una tregua.
Fue la respuesta escueta que le dio el Plisetsky a Otabek cuando le preguntó qué habían hablado Viktor y él.
No cuestionó más al chico, con esas pocas palabras había comprendido. Sonrió por la situación, todo últimamente estaba demasiado calmo, tanto que llegaba a asustar. Pero había que aprovechar.
La calma antes de la tormenta.
Yuri últimamente estaba gustando tomar la sombra fresca del patio, bajo uno que otro árbol o en la sombra de la casa, mientras veía a Luka jugar con los Crispino. Se le podía ver constantemente comiendo naranjas, era como un tipo de antojo que le había estado dando, decía sentir el olor en todos lados y no se calmaba hasta que Otabek le traía unas cuantas y las empezaba a pelar y comer con ansias.
Por las noches le gustaba despertar a Otabek para que lo mimara como él sabía hacerlo. Ahora intentaban no meter tanto ruido para no tener que ser sermoneados.
Yuri estaba más animado que antes, y Otabek sentía la necesidad de pegársele a cada rato, como si tuviera que protegerlo de todo, como una obsesión.
Un día el rubio se hizo una pequeña cortada al quebrar un vaso, Otabek corrió al baño en busca de un botiquín y poco menos casi se vuelve loco porque Yuri sangró unas gotitas. Cuando Viktor pasó por fuera de la salita donde estaban y vio la escena solo dijo una cosa:
— Patético — mirando desde lo alto a la parejita,s despectivo.
Como si él no se alteraría si a Yuuri le sucediera lo mismo. Seguramente movería montañas para traer al mejor médico de todo el mundo solo para poner una curita de la forma correcta y perfecta.
A veces Altin no sabía si era su idea, pero Yura se veía cada día más bello, sobretodo cuando sonreía estando con Luka. Otabek podía pasarse horas y horas mirando a ambos omegas y jamás cansarse. Los amaba, con todo su corazón.
Era día viernes, había estado haciendo mucho más calor de lo normal, el verano ya los tenía en la mira y en cada rincón de la casa se podía ver a Yuuri Katsuki huyendo de los calurosos rayos del sol. Ser híbrido de nieve en esos momentos no era para nada conveniente. El Plisetsky estaba por las mismas, solo que él rondaba por el patio intentando aprovechar la brisa que a veces soplaba desde la sombra.
Otabek quizá era el más feliz con ese clima. Su híbrido era de climas calientes por lo que se regocijaba con el sol de esas estaciones, amaba el calor.
Ese día, cuando el sol comenzó a caer por la tarde, ambos alfas salían del almacén donde se guardaban los alimentos. Debían repartirle a los alfas de la casa para que pudieran cenar.
Últimamente se estaban llevando mucho mejor, tras la conversación con Yuri el mismo Viktor se acercó más a Otabek y este se dejó, después de todo no podía negar que había extrañado a Viktor, el que por mucho tiempo había sido su única familia junto al Katsuki.
No le cuestionó nada, no le preguntó por qué había hecho lo que había hecho, fue como si lo dejara pasar. Entonces Otabek notó que, en efecto, Viktor realmente quería empezar desde un nuevo punto de partida.
Iban cargados cada uno con dos cajas grandes, hablando de cómo las repartirían según los alfas que habían en la mansión.
Era increíble cómo el número de hombres había bajado considerablemente. Seguían siendo fuertes... pero no era suficiente y Viktor lo sabía. Los muros de ese lugar no podrían protegerlos por siempre, menos si los almacenes se estaban vaciando; tenían solo para dos meses con suerte y si racionaban de forma correcta.
Dieron la vuelta para entrar por uno de los ventanales en la primera planta, cuando Sala con Luka en sus hombros salieron por el mismo, ambos riendo, siendo seguidos por Mickey con toda la cara rayada graciosamente.
Viktor sonrió, las jugarretas de Sala ya eran pan de cada día. Le encantaba el ánimo de esa niña. Y Otabek soltó un bufido gracioso por la cara de Mickey.
Viktor los dejó corretearse por el patio, esta vez dispuesto a entrar, pero fue detenido nuevamente por alguien que por venir corriendo, se enredó con la cortina y chocó con las cajas que traía cargadas. Otabek había alcanzado a moverse a tiempo.
Viktor abrió los ojos con sorpresa cuando sintió a alguien chocar tan fuerte con él, agarró con firmeza las cajas y tras sentir a ese alguien caer al suelo lo miró.
Era Yuuri, que ahora estaba sentado en el suelo mirando con pequeñas lágrimas, igual de perplejo, a Viktor.
— T-Te está sangrando la nariz — indicó la pantera, notando la tensión en el aire.
El Plisetsky apareció de pronto, abanicándose con la mano y quedando curioso al ver la escenita tan tensa en ese lugar.
Yuuri rompió el contacto con Viktor y se pasó la muñeca por donde le escurría la sangre, con notable nerviosismo e incomodidad por ser el centro de atención de los tres ahí presentes.
Pero al parecer, el Plisetsky fue el primero en espabilar.
— Oye, ayúdalo — le dijo a Viktor con el ceño fruncido — tú lo botaste, ¿O no?...
El Nikiforov lo miró algo atontado, asintiendo rápido y con algo de torpeza dejó las cajas en el suelo.
Yuri y Otabek se retiraron, Altin dijo que podía encargarse de repartir los alimentos por partes iguales, que no se preocupara y que atendiera a Yuuri.
Nikiforov estaba nervioso, y el omega lo sintió de inmediato. Quiso pararse, alejarse y hacerse el fuerte, pero la sangre saliendo de su nariz y sus ojos escarchados por el golpe lo dejaban al descubierto; le había dolido. Tampoco podía llegar e irse corriendo con sangre fresca, no tardaría en llamar la atención de uno que otro alfa y podría ser peligroso.
— No, no, no, no tires el rostro hacia atrás — le dijo Viktor, y con delicadeza inclinó su cabeza, casi con miedo de que el Katsuki lo rechazara — te puede bajar sangre por la garganta, te puedes atragantar.
Yuuri tuvo que aguantar las ganas de cerrar los ojos y frotarse con la mano de Viktor que afirmaba su mentón levemente inclinado. Era tan doloroso y placentero sentir el tacto de su alfa.
— Siento haberte empujado — murmuró el mayor con notable nerviosismo, casi tan tieso como una estatua.
El omega lo miró por unos segundos con esos ojos tirados hacia un carmín hipnótico. Viktor se sintió temblar, más cuando parecieron atravesarle con una expresión indescriptible.
— No lo hiciste, yo me enredé con la cortina — soltó en un una voz que pareció un arrullo cansino. Parecía querer decir algo más, pero se vio interrumpido por Mickey que entraba aún con esos garabatos rayados en la cara.
— ¡Papá está llegando gente!
Y al parecer se dio cuenta de que estaba interrumpiendo algo, porque se calló al instante, intentó contener la sonrisa pero no pudo, así que se tapó con la mano y desvió la mirada algo... ¿feliz?
Para ninguno de los dos pasó desapercibido eso, más cuando el Crispino se retiró corriendo seguramente donde Sala, tan feliz como ridículo con toda la cara rayada.
Poco y nada duró el contacto entre ambos.
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Leo de la Iglesia llegó a las rejas de la mansión Nikiforov cuando estaba casi anocheciendo. De los treinta y cinco alfas que habían logrado librarse de la caza de la temporada, solo sobrevivieron veintiocho; las heridas de los otros no les permitieron seguir y perecieron en el camino.
Leo les había ordenado cavar tierra y enterrar los cuerpos. No dejaría que quienes alguna vez fueron sus compañeros fueran encontrados y profanados por cualquier comerciante de pieles que por casualidad los hallara. Fue por esa razón que demoraron más de la cuenta, cansados, sedientos, hambrientos e intentando con todas sus fuerzas no desmoronarse, después de todo, les habían arrebatado sus familias y hogar.
A Viktor le costó reconocerlo ya que no se habían visto mucho desde su infancia, cuando sus padres habían coincidido un par de veces para intercambiar alimentos. Pero si había algo que recordaba bien era el aura relajada del joven, con una sonrisa calma, cosa que en cuanto se percató carecía intuyó que algo iba muy mal.
Abrió y los dejó pasar. A los alfas de Leo los dejó en el patio, siendo atendidos por Yuko a los heridos y otro par de alfas entregando agua y comida.
Otabek quedó algo descolocado al ver a tanto alfa desconocido en el patio. Yuri venía a su lado comiendo gajitos de naranja y dio un pequeño brinco, acercándose a su pareja, gruñendo bajito, desconfiando de la situación.
— Es el hijo de un antiguo compañero de mi padre, Leo de la Iglesia — le aclaró luego Viktor a la pantera y algunos otros alfas para que no se alertaran.
Katsuki estaba sentado en el sofá de la sala, aún mantenía un pañuelo bajo su nariz pero la sangre ya no escurría.
A Leo lo hicieron pasar y en cuanto se percató de la presencia de dos omegas en ese lugar apretó la mandíbula.
— Tenemos 3 omegas dentro de la casa — avisó Viktor.
— ¿Tres? — preguntó sorprendido, la verdad, nunca había visto a un omega ni mucho menos sentido su aroma — ¿L-Los tienen para...?
— No, no, no — aclaró de inmediato al notar una mueca de incómoda en el chico — Son parte del clan pero no los tratamos así, los estamos protegiendo. Él es Yuri Plisetsky, es el omega de Otabek, este chico de aquí — apuntó a la pareja que miraba reticente — y él es Yuuri Katsuki es mi... es, uhm...
Yuuri quedó mirando a Viktor nuevamente, expectante a lo que diría, pero al notar que vacilaba tanto entre esto y lo aquello y notando la confusión de Leo que no entendía, decidió hablar él.
— Soy su omega.
Viktor lo miró disimulando su sorpresa y asintió también.
Leo asintió, tragando en seco. El aroma dulce de ambos chicos lo aturdía, pero no era para tanto, después de todo había vivido la mitad de sus años con un beta, y si bien esa especie no tenía un olor que resaltara como el de alfas u omegas, sí eran igual de apetecibles para su especie.
— ¿Y el otro omega?
— Es el hijo de ellos — Viktor apuntó con la cabeza a la parejaque se había sonrojado por igual. Ni Yuri ni Beka pudo ocultar el gusto que esas palabras les dio en el pecho, el reconocimiento era algo precioso y los llenaba de dicha — pero supongo que eso no es lo que te trae por aquí, ¿No?
El chico negó de inmediato, algo cabizbajo. Lo hicieron sentarse y explayarse.
— La caza pilló a más de la mitad de mi clan, tuvimos que huir y este fue el primer lugar al que se me ocurrió llegar. Siento ser inoportuno pero no tenemos otro lugar al que ir, ya destruyeron el lugar donde habitábamos y seguramente sabrán si volvemos. Dejamos todo atrás.
Viktor se cruzó de brazos y asintió. Su clan también estaba en una situación difícil, sin comida pero también sin gente, el imbécil de Leroy había acabado con la mitad de él y era muy posible que mientras el tiempo parecía "calmo" él y Celestino estuvieran reuniendo a más gente, porque era totalmente improbable que la enemistad que se había creado hubiera acabado.
Pero de pronto pensó que, mientras más gente... más comida haría falta.
— Estaremos dispuestos a ser Nikiforov si nos aceptas — propuso.
Entonces se ganó el asombro de los presentes.
Los apellidos eran importantes rótulos en un clan, marcaban la fuerza de quien fuera el portador del apellido, su poderío, su influencia, las agallas de manejar a más personas, algo de sumo valor.
Que ese chico estuviera dispuesto a renunciar a su apellido para poner a su clan bajo otro era o una deshonra o una medida desesperada para sobrevivir. Y en el caso de Leo, era obvia su desesperación. Él quería mantener a salvo a los suyos a costa de todo.
Viktor suspiró, Leo debía tenía un valor increíble para decir aquello.
— No, no puedo dejar que hagas eso. Pueden quedarse pero haremos una alianza indefinida, nosotros también tenemos bastantes problemas y necesitamos más alfas.
Al decir eso la curiosidad se plantó de inmediato en el recién llegado.
— Yo creo que deberías explicarle a él también en qué andamos metidos — interrumpió Otabek a Viktor. — Es lo justo.
— ¿Qué tipo de problemas tienen? — preguntó Leo, ya más tranquilo con tener la certeza de tener un lugar donde quedarse al menos por un tiempo. Sintió que nada podría perturbar ese hecho hasta que Viktor habló.
— Tenemos problemas con el clan Leroy y Cialdini.
— Mierda... esos intensos...
Leo se frotó la frente con la palma de la mano y Otabek frunció el ceño por lo último.
— ¿Les han hecho algo, también? — preguntó.
— Estuvieron molestándonos el mes pasado — aclaró — merodearon la zona por varios días, nos hicieron preguntas, los dejamos llevarse un par de cosas con tal de que nos dejaranen paz porque empezaron a ponerse tediosos. Estaban buscando a un omega, no sabía que era tu omega, Viktor.
— No es a Yuuri a quien siguen — "al menos no hasta el momento" pensó — es a Yurio, el rubio.
El nombrado frunció el ceño, mirando feo a Viktor por el apodo de mierda que tanto odiaba. Leo se disculpó por la confusión.
— ¿Por qué? — preguntó.
— Quieren más omegas — respondió simple Otabek — esos imbéciles solo quieren dejar en cinta a Yuri para poder tener más omegas y hacer la única mierda que saben hacer con ellos, golpearlos, violarlos y luego comerlos .
Dijo con asco, apretando los dedos contra el borde de la mesa donde estaba apoyado hasta que sintió la pequeña mano del Plisetsky sobre la suya. El menor le dedicó una mirada para calmarlo, mientras entrelazaba sus dedos. Yuri le sonrió despacio, entonces su compañero pudo bajar un poco su rabia. Le hervía la sangre cada vez que se imaginaba las bestialidades que pasaban por la mente de Jean y Celestino para con el menor.
— Isabella parece ser la más cuerda en ese clan de locos — soltó al aire el de la Iglesia, llamando la atención de Otabek nuevamente.
— ¿Bella? — Leo lo miró y asintió — ¿Sigue con vida?
— Es una de las parejas favoritas de Jean, creo que será la que se encargará de la descendencia de Leroy.
Otabek arrugó la nariz, recordando a Mila quien casi había sido obligada a abortar porque si el bebé nacía omega sería una real deshonra para Jean que esa criatura llevara su apellido. Sentía pena por Isabella, de todos modos, en su tiempo había sido una buena amiga con él en su tiempo.
— ¿Quién era Isabella? — preguntó curioso Viktor, robándole la pregunta primero a Yuri el celoso.
— Era una antigua amiga que tuve antes que Jean me cambiara de rama en su clan — explicó restándole importancia.
El otro asintió, dirigiéndose otra vez hacia Leo.
— ¿No escuchaste nada de información? ¿Algo de Jean o Celestino, dónde estaban, o cualquier cosa?
— No. Fueron muy reservados con ese tema...
El silencio se volvió a pronunciar en la sala, con solo unos murmullos en el patio de los demás alfas comiendo o siendo curados. Hasta que Leo pareció acordarse de algo.
— Ahora que lo recuerdo... escuché que Emil ahora pertenecía al clan de Celestino.
— ¿Qué? — Viktor arrugó la nariz confundido —¿Para qué lo cambiaron? Los Nekola han sido desde siempre devotos al clan Leroy.
— Antes de todo... esto, hablé lo mismo con mi papá. Llegamos a la conclusión que el clan de Celestino está débil, solo tiene cruzas de canes, ningún felino. Y por ello necesita a Emil.
— La línea genética de Emil es alfa felina pura — murmuró Yuuri.
— Así es, al parecer Celestino quiere restaurar su clan y qué mejor que con Emil.
Viktor se mordió el labio pensando. Había escuchado que Celestino estaba débil pero no creía que fuera así si los habían emboscado de forma majestuosa al salir de la ciudad. Tal parece que Jean era el que ponía los animales con fuerza y Celestino el que usaba la cabeza para planear.
Pero si Celestino estaba falto de un clan fuerte... entonces no era mucha amenaza.
Una de las ideas de poder preservar un clan es que hubiera mucha variedad de especies, para ser eficaces, para que cada raza use sus habilidades, para complementarse los unos a los otros para poder sobrevivir.
Celestino no era nada sin Jean, y viceversa. Porque Jean de por sí no era un buen líder si solo utilizaba la fuerza y no mucho el cerebro, como se demostró cuando lucharon en Omega. Le faltaba estrategia.
— Aún así parece ser muy fiel a Leroy todavía. — admitió Leo, rompiendo los pensamientos de Viktor — es como si estuviera enfermo de lealtad hacia él... lo siento, eso es todo lo que escuché.
— Está bien Leo, es suficiente información, gracias.
— No, soy yo quien debo agradecerte por aceptarnos aquí.
Viktor sonrió, aún con los pensamientos rondando por su mente. Varias ideas lo asaltaron con esa nueva información en sus manos, pero por el momento debía ocuparse de otras cosas primordiales, como el alimento; debería empezar a planear algo para conseguir más.
— En el segundo piso hay algunos cuartos libres, creo que podrán dormir todos si se acomodan bien. Avisaré a mis hombres que ahora tenemos más aliados. Las reglas son simples: hay horarios para comer, siempre hay que estar atento dentro o fuera de la casa, no tocar a los niños ni a los omegas y colaborar en el hogar.
Leo asintió y entrada la noche se preocupó de que toda su gente estuviera descansando bien.
Hacía un calor del infierno, pero él aún así sintió el frío calarse en sus huesos.
Le habían dejado un cuarto solo para él, pero no pudo dormir bien, no lo había estado haciendo desde hace días, desde que no sentía el calor ajeno bajo las sábanas a su lado. Extrañaba a Guang, lo extrañaba tanto que solo en esa soledad se permitió soltar las lágrimas amargas que había estado conteniendo para no verse débil ante lo que quedaba de su clan.
¡Gracias por leer!
