Plisetsky

Dimitri Kozlov fue un cadete común y corriente de la ciudad Gamma, se enamoró a los 19 años de Nelli Plisetsky, la linda chica que bajaba con su padre de las colinas nevadas dos veces al mes para comprar en la ciudad. Ambos eran omegas fichados.

La simple plática de seguridad para ingresar a la ciudad empezó poco a poco a sumar más diálogos, más risas entre ambos, más complicidad y más confianza. Fue así como ambos empezaron a conocerse y con los años la química fue tan compatible que se casaron y Dimitri empezó a vivir con los Plisetsky a las afueras de la ciudad.

Dimitri llegó a amar tanto a su esposa, que no le negó el mantener su apellido que parecía tanto adorar por su orgullo a su rara especie.

Nelli era alguien de carácter fuerte, orgullosa y obstinada. Por eso Nikolai agradecía que al fin alguien pudiera con el carácter de su hija y lo mejor: que la enamorara con tanta paciencia y dedicación.

La chica se había prendado del beta tanto que en las mañanas lo abrazaba y se negaba a soltarlo para que se fuera a trabajar.

El beta no descuidó en ningún momento su labor como cadete, de hecho, todos los días se despedía temprano de su esposa y su suegro y bajaba a trabajar para así ayudar en el hogar.

Se dice que es difícil que un beta y un omega puedan concebir, por ello, cuando se enteraron que Nelli había quedado encinta, los dos hombres con que vivía la chica la dejaron mareada entre tanto abrazo, beso y felicitación. Su primer milagro fue Georgi, un pequeño beta, como su padre.

De la misma manera emocionada recibieron a la primera omega, Anna, quien nació con los mismos rasgos de su madre y de la cual Dimitri se enamoró en el primer instante en que la vio.

Varios de sus compañeros no miraban muy bien el hecho de que su esposa fuera una omega, sentían que era un riesgo para Dimitri y sobretodo si estaba viviendo en las afueras de la ciudad. Sin embargo, a él nunca le importó, amaba a Nelli, amaba a Georgi y a Anna, apreciaba a Nikolai que lo había recibido y lo trataba como un hijo más. Era feliz así.

Y más feliz fue cuando la familia fue creciendo, esta vez sumándose la pequeña Irina, otra omega más. Ahora Georgi tenía dos chicas a las que cuidar como hueso santo.

El tan amado invierno de su familia acabó derritiéndose con la llegada de la primavera, con sus flores, su brisa cálida, con los pequeños Plisetsky jugando en el patio y con Nelli nuevamente en cinta de su cuarto y quinto cachorro.

A veces a Nikolai le gustaba molestarlos diciéndoles que eran igual que los conejos, que no paraban de tener bebés, obviamente causando el enfado de su hija con sus mejillas rosadas y avergonzando a su yerno, dejándolo tan rojo como un tomate.

Dimitri ese año tuvo que enlistarse en la temporada de caza, por lo que no pudo estar cuando los mellizos nacieron. Soffi y Sergei eran unas ternuritas, chillonas y con los ojos castaños como los de su padre, una beta y el otro omega.

Ahora tenía a muchos cachorritos que lo recibían en la entrada de la casa, los omegas que estaban aprendiendo a domar su forma híbrida solían tirárseles encima y morder sus manos, mientras que los otros se le colgaban al cuello o la espalda. Eso causaba las risas de Nelli que cuando le abría la puerta tenía que descolgarle uno por uno sus hijos.

Ese año Dimitri decidió no enlistarse a la caza de esa primavera. Quería quedarse con su familia y pensaba tomar sus vacaciones esa semana para descansar. Además, el sexto de sus hijos ya estaba por nacer. Yasha fue un beta, un precioso beta de mejillas rosadas y risueño por cada gracia que sus hermanos le hacían.

Sin embargo, los cadetes esa temporada se devolvieron de la caza a causa de un terrible accidente de los que fueron notificados antes de que empezaran a subir el bosque al otro lado de la ciudad.

El primogénito de los Lee había muerto. Uno de los cadetes de más alto rango en camino a convertirse en el Sargento del Escuadrón de la ciudad.

Dimitri conocía a Seung Gil Lee. No era cercano a él ni nada, pero una que otra palabra habían intercambiado en el trabajo.

Él y Nelli dejaron a los niños con Nikolai y asistieron al funeral que le hicieron al infante de corta edad. Una ceremonia simbólica en la iglesia de la ciudad, ya que el pequeño cuerpecito de la criatura había sido devorada y lo demás arrastrado hacia el bosque por el animal que lo atacó, todo ante los propios ojos del padre que mostraba un estoicismo doloroso mientras su esposa se rompía, llorando a su niño a viva voz.

Por lo que supo, Seung había tomado sus vacaciones la misma semana que él y había viajado a otra ciudad para visitar a sus padres. Fue entonces, camino de vuelta, cuando los atacaron y los cadetes de la ciudad solo pudieron salvarlo a él, no alcanzando a rescatar al niño que fue agarrado por un alfa hambriento.

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Nikolai Plisetsky había tenido un hermano, un hermano alfa. El último alfa de los Plisetsky y así, el último de su especie como leopardo de las nieves. Mijail era su nombre.

Mijail era alguien despectivo, sabiendo que era el último alfa de su especie sentía que era superior a sus pares. Así que teniendo esa mentalidad, abandonó a sus padres y su hermano en su adolescencia para valerse por sí solo en el bosque, cazando el solitario, armando de a poco un clan con el cual sobrevivir.

Sin embargo, lo que tenía de altanería también lo tenía de mal líder, fue así que su imperio como rápidamente nació, rápidamente murió.

Varios de sus alfas se disiparon, tomaron otros caminos distintos para sobrevivir y dejaron el clan Plisetsky. Entonces Mijail quedó solo, con suerte dos o tres perros con los que se unía solo por conveniencia.

Cuando quiso volver con su familia, era muy tarde, habían dejado el lugar donde vivían. Sus padres habían muerto, su hermano Nikolai había hecho su vida.

Nuevamente, tuvo que valerse solo, a duras penas. El orgullo no le sirvió de nada, el gran alfa ahora estaba como un vil gato a la deriva.

Fue en sus arranques de instinto, cuando se le nublaba el juicio por el hambre y no paraba de salivar, cuando la muerte ya acechaba su vejez, que encontró la ocasión perfecta para atacar a las afueras de una ciudad que ya ni podía recordar cuál era.

Estaba hambriento, estaba muriendo.

No lo pensó dos veces, no pensó que con eso ataría a toda la familia que le quedaba a la muerte. No tenía ni idea.

Él solo corrió y agarró al niño ante la estupefacta mirada de su progenitor. Los sonidos distorsionados de sus gritos ante sus dientes clavándose en el frágil cuello del infante lo alertaron, pero ya no podía parar, ya no podía procesar nada, solo quería degustar carne.

Los disparos de los cadetes lo hicieron correr con la mandíbula encajada en la carne. Y para cuando tuvo la cabeza algo más despejada, cayó en cuenta que una bala le había atravesado por el lado de la costilla.

Era increíble cómo el hambre los hacía enloquecer hasta bloquear el dolor físico.

El último alfa Plisetsky murió solo, en el bosque, desangrándose... pero con el estómago lleno. Un último banquete antes de cerrar los ojos para siempre.

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Pasaron los meses y fue por épocas de verano cuando su familia empezó a ser acechada por varios cadetes, haciendo preguntas a Nikolai y Nelli acerca de su familia.

Ellos le explicaron con paciencia todo lo que sabían, incluso Nikolai habló de su hermano (al que no había visto desde su adolescencia) y de sus padres que habían muerto hace muchos años.

Cuando quisieron acercarse a los niños, Dimitri no los dejó poner ni un solo dedo encima de sus cachorros.

—Mi esposa es omega, yo soy beta, por ende los cachorros son omegas y betas, ya no tienen nada más que hacer aquí, largo—fue lo único que les dijo.

Siguió trabajando como usualmente hacía, pero dado el momento la situación no se pudo evitar más: Seung Gil Lee enviaba constantemente guardias a vigilar su hogar y a él mismo en horas de trabajo, las personas hablaban a sus espaldas, los culpaban sin ninguna prueba de la muerte del hijo de Seung.

Sin poder hacer mucho más, ni tener el derecho a reclamar porque Seung tenía más rango que él en el oficio, presentó su renuncia. No estaba dispuesto a seguir exponiendo a su familia de tal modo.

Así fue como de esa forma, con tal de darle una noticia feliz a Dimitri tras haber dejado su trabajo, Nelli le dijo que el cachorro número siete ya venía en camino.

Su esposo no lo pudo evitar, había estado un poco deprimido y tras esa noticia soltó una carcajada divertida; tal vez Nikolai sí tenía razón, tal vez sí eran parecidos más a los conejos de lo que creía.

Por suerte, Dimitri alcanzó a reclamar la cuota de los omegas de la casa en la ciudad, por lo que cada mes recibían el dinero correspondiente para poder vivir. Claro que a veces Georgi, Anna e Irina (que eran los mayores) debían bajar a Gamma y hacer uno que otro trabajo o encargo para ganar algo más de ingresos extra. Pero se las arreglaban así.

Yuri, el último y menor de los omegas, fue un embarazo complicado. Nelli sufría mucho porque era muy inquieto, en las noches no la dejaba dormir y los últimos meses enfermó, así que estuvo en cama hasta que dio a luz.

El -ahora- menor de los Plisetsky era un omega rezongón, lloraba por todo y siempre quería estar siendo cargado por su abuelo Nikolai que ya había empezado a sufrir de los huesos.

Solía llevarse muy bien o muy mal con Yasha con el que siempre jugaba, le gustaba ser cariñoso con sus padres, que Anna le diera la comida en la boca, que Georgi le ayudara a armar rompecabezas y jugar al escondite con Soffi y Sergei porque eran muy buenos escondiéndose.

Era todo un mimado. Era el rey de la casa hasta que llegó Dema, el último de los Plisetsky y un beta.

Yuri lo odiaba cuando estaban con más personas y se robaba la atención, pero lo amaba cuando estaban solos y Dema reía con las caras que le hacía. Una relación típica de hermanos.

A Nelli y Dimitri les gustaba espiarlos y reírse de lo bien que se llevaban cuando estaban solos y de lo celoso que se ponía Yuri cuando estaban con más personas.

Fue por esos tiempos en que Ganya también se sumó a la familia como el prometido de Anna. Era un alfa, un lobo.

La familia lo recibió con reticencia, pero una vez notaron las buenas intenciones del chico lo aceptaron con los brazos abiertos. Jugaba con los menores y los cuidaba cuando hacía falta. Le gustaba molestar a Anna pero sabía que solo podía hacerlo hasta cierto punto, ya que no le convenía jugar con el temperamento de su futura esposa si no quería recibir una buena patada.

—Tenle paciencia, mucha paciencia—le aconsejó Dimitri a su yerno, sabiendo los genes Plisetsky que Nelli les había traspasado a sus hijos—estos Plisetsky son de armas tomar.

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Guardarte los sentimientos pesados o la pena es algo malo, te va envenenando de a poco de negatividad. El estoicismo no le sirvió de nada a Seung, quien podía parecer muy tranquilo por fuera, pero por dentro era un caos lleno de resentimientos y tristezas.

Que la búsqueda del asesino de su hijo haya sido fallida lo frustraba. Que no se haya podido hacer justicia por su primogénito lo estaba cegando por ver muerto a ese animal bastardo.

Cuando se enteró que la familia de Dimitri Kozlov eran leopardos de las nieves, su rabia creció. Intentó investigarlos pero nada dio frutos. Dimitri se había alejado de la ciudad tras renunciar y bajaba lo justo y necesario a la ciudad a hacer pequeños trabajos, a acompañar a sus hijos a comprar, a los controles médicos, etc.

Sentía un odio irrefenable hacia la familia Kozlov-Plisetsky.

Su mente envenenada le decía que si no habían más leopardos de las nieves, ellos debían ser, ellos le habían matado a su hijo. Y no importaba si eran omegas, algo debían estar ocultando, porque estaba convencido de que ellos eran los culpables.

Sin embargo, la búsqueda del alfa que mató a su hijo se vio cancelada y finalmente su caso cerrado en una incógnita que jamás concretaron. Nada podían hacer si no tenían pruebas contra ellos, además, el sistema también arrojaba que si eran una familia omega-beta era imposible que fueran los protagonistas de la cruel matanza.

"Estupideces", pensaba Seung. Ellos eran. Ellos eran y punto.

Si el sistema con el que vivían no lo apoyaba, a la mierda, lo tendría que hacer a su modo.

Cuando su esposa le dio la noticia de su segundo embarazo, no fue lo mismo, no sintió la misma emoción que con Dak Ho. Nada pudo devolverle esa felicidad que su primogénito le brindó.

Su esposa tuvo su consuelo comprando pieles, un intento en vano de llenar el vacío que también le había dejado su hijo. Se embelesó con cada abrigo que vio, con cada bonita alfombra que compró.

Entonces Seung le prometió llevarle la más preciosa piel de un leopardo de las nieves a su esposa. La más suave y blanca piel del asesino. Intacta y por completo, con su cola gruesa y mullida, sus orejas pequeñas y blandas.

Esa sería su promesa de venganza.

Entró al mercado negro, fue tarea difícil, pero lo logró con contactos sucios de aquí a allá poder hacerse paso a ese lugar lúgubre lleno de tráfico y negocio de todo tipo. Le pagó a una banda de tigres para que cazaran a una pequeña familia que vivía a las afueras de la ciudad Gamma.

La ama de casa fue la primera, la destrozaron en pedazos y la devoraron con hambre, ansiosos. Los hijos mayores siguieron: Georgi, Anna, Sergei e Irina fueron violados y devorados luego.

Un error grandísimo al que no pudieron contenerse los tigres. Destrozaron el pellejo del animal que los habían mandado a cazar y así la piel quedó totalmente inútil.

La muerte siguió al único alfa de la casa, que entró con la sangre hirviendo y horrorizado a flor de piel cuando vio a su prometida irreconocible, en un baño de sangre.

Mataron a los demás hermanos que venían de la ciudad, eran simples betas así que simplemente clavaron sus garras en ellos y los devoraron.

Uno de los tigres cayó cuando un disparo del padre de la familia le llegó en plena cabeza, pero claro, eso no era suficiente, pronto lograron arrastrarlo a él también a la muerte y seguido pillaron al anciano unos metros más allá casi internándose en el bosque.

Seung confió en las personas equivocadas. La notificación de que todo Plisetsky fue aniquilado llegó tan rápido al pueblo como sus pieles jamás llegaron a sus manos.

Todo leopardo de las nieves había sido devorado en ese hogar, todos excepto uno, pero él no lo sabía.

Se encargó de eliminar a los tigres por inútiles y fue así como cada vez empezó a tener más contacto con el mercado negro. No desistiría hasta hallar uno de esos gatos, no hasta llevarle esa piel a su esposa, no hasta saciar su sed de venganza.

La ciudad Gamma fue atacada al par de años después, los alfas tomaron cada rincón de la ciudad. Muchas personas murieron de las formas más crueles posibles. Los cadetes no pudieron contener a los alfas y subieron a las camionetas junto a algunos sobrevivientes, huyendo lejos de ese lugar a alguna ciudad más segura.

Ese fue el fin de la familia Plisetsky y de la ciudad Gamma. Pero no de la sed de venganza de Seung, el mundo podía caerse en mil pedazos antes de que Seung pudiera calmar el odio dentro de su corazón.


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