Irse

Otabek sintió el aire cortarse en su garganta, y la mandíbula tensarse.

Su mano seguía sobre la cerradura y su mente le gritaba girar los números. La respiración de Yuri era agitada y movía sus caderas en busca de que se moviera.

— Yura...

Pero la puerta aporreada fue lo que lo hizo salir de ese trance ante de siquiera decir palabra a la petición del rubio.

— ¡Otabek nos vamos en veinte! — era Viktor.

Y a penas escuchar una tercera vez fue suficiente para cortar el ambiente de inmediato. Otabek no alcanzó a anudar y tuvo que salir de Yuri, dejando todo a medias y dejando al omega frustrado mientras puteaba entre dientes a Viktor por joder el momento.

Plisetsky le gritó una sarta de groserías al mayor tras la puerta y este le respondió igual de infantil y orgulloso, todo por al menos dos minutos, hasta que finalmente ambos pararon.

— Yuri — de pronto la voz del alfa a su lado llamó su atención, el chico estaba sentado en la orilla de la cama y entonces notó que él también estaba algo ofuscado porque Viktor les haya interrumpido y cortado todo el rollo — no quiero marcarte todavía.

Otabek notó cómo las cejas del menor se fruncían, pero parecía titubear, casi como si se fuera a poner a llorar. Quizá había sido muy directo.

— ¿No quieres? — susurró, arrugando la nariz, tan consternado como empezando a enojarse; a segundos de hacer una pataleta por ser herido en el orgullo.

Altin suspiró, aún sintiendo su boca salivar, pero aguantándose. No es que no quisiera marcar a Yuri, la verdad era que...

— No puedo marcarte aún, Yura — se relamió los labios desviando la mirada — quiero, pero aún no... si lo hago querré quedarme pegado a ti hasta que cicatrice la mordida y tengo trabajo que hacer justo ahora, ¿Me comprendes?

Pero Yuri seguía con el ceño fruncido, un poco menos herido, pero enfadado al fin y al cabo.

— Maldito viejo calvo que se le ocurre hacer planes... — empezó a farfullar otra vez entre dientes.

— Cuando vuelva — sonrió con paciencia Beka, recostándose a su lado — ¿Te parece?

Plisetsky hizo un puchero, mostrando su disgusto ante la idea, tentado a mandarlo a la mierda de no ser por esos estúpidos ojos que lo miraban casi con devoción, y vaya que le gustaban ese par de chocolates que se derretían al verlo; sentía que tenía poder sobre ese alfa. Sentía y sabía a ese hombre como suyo.

— Como sea — rezongó con los brazos cruzados, algo avergonzado y en su mente todavía insultando a Viktor.

Se dieron un baño rápido y por separado. Nada bueno podía pasar si entraban juntos, seguramente terminarían enredados otra vez y se les iría el tiempo. Además, Beka quería despedirse de Luka antes de partir.

El pequeño omega estaba combatiendo contra el sueño que lo acechaba, siendo entretenido por los gemelos que también bostezaban a ratos.

Se despidieron en las rejas de la mansión, donde Viktor le pidió a Yuko que cuidara bien de todos y la castaña prometió mantener todo en orden hasta que él volviera. Luka se abrazó al cuello de Otabek hasta el final, no tenía muy claro qué sucedía, pero sabía que no lo vería por un tiempo. Sala y Mickey besaron en la mejilla a su padre y finalmente Yuuri le sonrió mirándolo por unos segundos a los ojos; un gesto tan simple como suficiente para Viktor. Podía marchar en paz con eso.

Leo puso a disposición todo su clan, todos eran mayores pero tenían experiencia. Viktor solo llevó a la mitad del suyo, intuía que con eso sería suficiente para -al menos- llevar a cabo ese plan. Los demás quedarían cuidando el recinto.

Tenía presente que para el momento en que Jean y Celestino se les plantaran de frente con innumerables perros, los suyos serían nada. Pero para eso ya estaba ideando otra estrategia que comentaría en un futuro y que requeriría de más ayuda externa.

Yuri se despidió sacudiendo su mano e hizo una rara mueca a Viktor, que solo asintió, pero que frunció el ceño indignado cuando el menor le levantó el dedo de en medio, seguido yendo rápido hacia su pareja para despedirse de él. Fue cuando cambió la cara de amargado que había tenido desde hace unos minutos y sonrió quitándole a Luka que ya empezaba a cabecear adormilado.

— Vamos a irnos a acostar, ¿Bien? — dijo más hacia el menor que hacia su pareja, el niño asintió a medias, apoyándose en su hombro. — Ya te despediste de Beka.

Otabek sonrió enternecido por sus omegas. Eran las cosas más bellas en el mundo a sus ojos.

— Volveré pronto — murmuró acariciando la mejilla del rubio — te lo prometo.

A Yuri se le hizo un nudo en el estómago, no quería que se fuera. Agachó la cabeza mientras asentía a medias.

Se sentía un poco tonto, pero ya estaba echándolo de menos. En la mañana ya no despertaría con Otabek a su lado mirándolo con ternura y dándole los buenos días con un beso. Ni tampoco podría engancharse a su cadera, reclamándole que no se levantara aún y que se quedara con él acurrucado entre las sábanas mientras esperaban que Mickey llegara con cara adormilada a dejar a Luka como cada mañana, metiéndose entre medio de ellos, entre risas y cosquillas.

— Claro que tienes que volver pronto — reclamó intentando parecer animado, sin mucho éxito — me aseguraré de ir a patearte al infierno si no vuelves — rió flojamente, y Beka lo miró con una sonrisa.

— Yura, no me pasará nada — le aseguró tomando su rostro, empezando a comprender el comportamiento del menor minutos atrás — solo serán unos días, te juro que no te darás ni cuenta cuando esté aquí, contigo, con Luka.

Lo besó lento, atrapando despacio y fugaz ese par de almohadas dulces, llevándose el sabor y su aliento consigo. Cuando se separaron Yuri frotó su mejilla con la contraria y Otabek chocó por última vez sus labios con su frente y la de Luka, el que ya había caído rendido al sueño.

Pero aún de ese modo el Plisetsky se sintió inquieto, más cuando las rejas se cerraron y Otabek volteó por última vez a verlo, meneando la mano. Sintió unas ganas naciendo en su pecho de gritarle que se devolviera, que no fuera, que por favor se quedara, pero cuando iba a hacerlo ya era demasiado tarde, habían desaparecido de su vista y las palabras se le murieron en la garganta. Una lástima.

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Las semanas habían sido ajetreadas, zona tras zona y rama con rama. Jean había estado viajando de aquí a allá porque los estaba reuniendo a todos, quería juntar a todo el clan en una sola rama fuerte y poderosa, pero el tiempo se le iba muy rápido para su gusto y estaba demorando más de lo planeado. No sabía tampoco cuánto podría demorar en terminar la labor, para ese punto y con el sol en lo alto su cabeza ya no quería pensar más.

Sentado en el césped los demás lo evitaban, no querían ni cruzarse ante su líder que había estado desde hace mucho con un humor de mierda.

Celestino se estaba encargando de volver al mercado negro, intentando volver a ser la potencia que alguna vez fue. Iba por separado de Jean por el momento, al igual que Emil; quien cumplía tareas de ambos líderes, algunas fáciles, otras pesadas.

Sin duda era el que se llevaba el trabajo más pesado (junto a Isabella, por ser ambos las manos derechas de Leroy). Si había algún negocio él debía hacerse cargo de los cabos sueltos en el mercado, si Leroy lo mandaba a buscar a más gente del clan para que se reuniera en común él debía viajar días y aveces hasta sin comida, hasta si Celestino le pedía dejar en cinta algunas de sus alfas lobas... lo hacía. Era para lo que lo habían intercambiado, era para lo que servía, para lo que en ese mismo segundo estaba respirando, viviendo.

Isabella empezaba a temer, cada vez que Jean se la llevaba por las noches y en sus ojos se reflejaba la rabia en pleno éxtasis, peligrosa, imponente, agresiva y amenazante con poder llegar a hacerle algo a la muchacha. Ya no quería estar en ese lugar, le dolía a infiernos la espalda, sus genitales, las mordidas de Jean, las manos apretándola bruscamente, ya no quería estar más en ese lugar. Sentía que se volvería loca.

En uno de sus tantos mandatos llegó al mercado negro, logrando intercambiar su propia ración de comida con la que tenía que pasar la semana por pastillas anticonceptivas. Si no fuera por ese trueque, ella sabía que ya estaría en cinta. Leroy parecía no darse cuenta, tan inmerso en sus planes ignoraba el hecho de que la chica jamás quedaba preñada por más que anudara dentro suyo.

No se animaba a escapar, sentía que sería imposible, en pleno verano no había forma de que su olor se camuflara con el ambiente y en cuanto su líder se diera cuenta no tardaría en buscarla y hacerla volver. Lo peor es que sabía que no la mataría, sino que se embelesaría y divertiría torturándola. Momentos así pensaba que debió haberse ido junto a Otabek, cuando le ofrecieron cambiar de rama, cuando años después se enteró que el chico por fin había logrado huir con otra chica del clan.

Iba ensimismada en sus pensamientos, estaba encargada de recibir una información para Jean en el punto de control en Lambda. Eso, hasta que una discusión llamó su atención, un poco imperceptible, pero notoria para ella.

La mera curiosidad la hizo pararse cerca de los árboles de ese lugar, y hacerse la tonta, escuchando a ambas personas.

— Cómo pudiste hacer eso — la voz del hombre, más viejo y enrabiada se escuchó frustrada — irán tras él, lo pueden matar...

— Lo sé, lo sé, por eso vine a decírtelo — la otras voz femenina sonaba algo complicada, en un punto flexible entre la culpa y la preocupación tras un tono duro — si no se lo decía iba a tomarla contra mi familia...

— ¿No pudiste decirle alguna mentira?

— ¡Lo iba a saber de todos modos!

— Carajo... por eso me separé de ti.

— Ese no es el punto... y fui yo quien se separó de ti.

Se hizo un silencio incómodo, hasta que el anciano volvió a hablar.

— No te lo dejaré pasar, Lilia, ese cadete va a ir tras mi nieto, mi único nieto, y si dices que está tan demente quizá hasta de qué cosas sea capaz de hacer. — su voz de pronto pareció más preocupada, más aterciopelada pero sin dejar esa rudez — mi Vitya...

— Si Viktor le da a Seung lo que quiere, quizá pueda zafarse, debe ser inteligente, tiene que-...

— Maldita sea, Lilia — bajó más la voz, precavido — hay tres omegas en ese lugar, todos con vínculos, están siendo protegidos, uno hasta es la pareja de la mano derecha de Viktor... ¿Sabes cuántos problemas ya tuvieron por los Leroy? ese pobre omega ha sido acosado por todos y ahora que por fin está en paz junto a su alfa vienes con esto... ¿Te imaginas siquiera si es él a quien ese loco busca? ¿O quizá ese pequeño niño?

— Es imposible que sea un niño, está buscando a alguien de más edad.

— ¡Al diablo con eso! Ese no es punto, Lilia, ese omega es la pareja del chico Altin, el mejor amigo de Vitya.

Afilar la audición entre tanto barullo le estaba costando, pero Isabella tragó en seco cuando escuchó ese apellido nítidamente. Supo que no estaba escuchando información cualquiera desde el principio, desde que escuchó que se hablaba de Nikiforov.

— ... Lo siento, tuve que hacerlo. Pero aún tienen algo de tiempo, debes avisarle a Viktor, Seung se demorará en llegar porque no puede ir sol-...

— ¡Isa! — la chica llegó a dar un brinco al escuchar su nombre.

Yakov y Lilia voltearon cautelosos de la pelinegra que se hallaba varada a un par de metros. Pero intentó disimular y no los miró, siguió caminando hacia donde dos alfas más, sus compañeros, la llamaban para partir nuevamente con su clan. Ambos ancianos la miraron hasta que estuvo lo suficientemente lejos, continuando con su discusión, pero ya nada audible para Yang.

El viaje de vuelta duró tres días, en los cuales la chica no se pudo quitar la conversación que había espiado de la mente. Demasiada coincidencia justo cuando quería echarse a morir, ¿Sería algo así como una señal? Siguió divagando hasta que llegaron.

Sus otros compañeros soltaron todo lo que habían recolectado, pero ninguno notificó que Yuri Plisetsky ya se encontraba entre los muros de la mansión Nikiforov, y ella lo notó.

Cuando dio su parte de la información sintió un nudo en la garganta, algo que no la dejó hablar correctamente; las palabras se le estancaban y las ideas se le enredaban. Jean la miró serio cuando dijo terminar.

— ¿Solo eso?

Ella asintió, tensa. Y el chico ensanchó la mirada, poniéndola algo inquieta, intentando sostenerle los ojos para no delatarse.

No podía decirlo, no iba a hacerlo. Su mente y corazón le gritaban no hacerlo, no sabía por qué, no sabía cómo, pero lo presentía. Algo podía hacer con esa información, algo que podría beneficiarla y paralelo a ello poner en desventaja a su clan.

Entrelazó sus manos tras suyo, apretando sus dedos nerviosa, ansiosa a que acabara el interrogatorio y pudiera volver a respirar en calma. Que Jean le creyera, que siguiera recolectando sus animales como si de manzanitas botadas bajo un árbol se trataran, que siguiera pensando que mientras más gente más rápido podrían deshacerse de Viktor, que se demorara buscando a sus perros, que le siguiera dando tiempo, tiempo suficiente para saber cómo utilizar esa información. Que Jean diera ignorante cabida a su salvación.

— ¿Estás segura?

— Lo estoy. Nadie sabía más de Viktor, los chicos también te lo dijeron — subió y bajó los hombros, sus compañeros asintieron tenuemente, apoyándola.

Leroy asintió también, despacio, cruzándose de brazos, examinándola por última vez antes de quitarle los ojos de encima de una última jodida vez por todas.

— Como sea, ya váyanse de aquí antes de que se queden sin comida para la noche — amenazó.

Isabella obedeció junto a los demás, mezclándose con la masa que cada vez se volvía más densa y abundante.


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