Verde
Viajar con Isabella era rápido, avanzaban sin problema alguno y eso porque, al ser también una alfa, seguramente ya estaba acostumbrada a recorrer distancias largas a pesar de las circunstancias.
Ya no quedaba mucho recorrido, si Beka no calculaba mal, solo demorarían dos o tres días a lo mucho.
— El verano durará poco, otra vez...— murmuró la chica cuando caía la ¿quinta o sexta noche? no lo sabía muy bien, aunque no era relevante.
— El verano siempre dura poco— puntualizó Otabek.
Era algo cierto. A pesar de que no hiciera tanto frío, por las tardes sí salían unos vientos algo pesados anunciando que el otoño se acercaba prematuramente y el sol, a pesar de ser molesto a medio día y por el inicio de la tarde, cuando bajaba ya no calentaba con todo su esplendor.
En lo personal, a Otabek no le agradaba mucho la idea de que las tierras de ese continente fueran siempre tan frías, le molestaba sentir frío hasta en los huesos, el temblar y el viento que golpeaba la cara. El invierno pasado había sido soportable únicamente por Yuri.
Oh, Yuri...
— ¿Te preocupa tu omega?
Isabella preguntó sin mirarlo, iba embelesada en el camino pedrado.
Por un instante se sintió tan transparente ante la chica que se molestó consigo mismo, pero no pudo mentir una respuesta:
— Algo así.
La verdad, tenía muchas ganas de verlo, de abrazarlo, de besarle toda la cara. Pero el sentimiento deprimente dentro de sí le abatía el deseo. Su propia mente lo estaba tirando hacia abajo.
Sintió la mano tibia de Isabella en su hombro. Giró para mirarla y quedaron de frente, demasiado cerca para su gusto. Fue un acto involuntario cuando se percató de las casi invisibles pecas de la Yang.
— Te aseguro que tu omega está bien, si está con tu clan debe estar siendo cuidado. Son criaturas débiles pero...
— Yuri no es débil. — declaró con voz firme, con voz inconsciente.
El silencio y luego la sorpresa.
Otabek permaneció estoico a pesar de sentirse anonadado por lo que instintivamente acababa de afirmar. Isabella no ocultó su sorpresa, sus labios semi separados callaron.
La seguridad en su voz había descolocado a la chica. Y sin meditarlo dos veces volvió a reafirmar:
— Yuri no es débil. Es el hombre más obstinado y resistente que conozco. No se deja pasar a llevar y tiene un orgullo y voluntad casi inquebrantables y eso solo porque su naturaleza lo hizo nacer así... un omega.
Isabella lo miraba fijamente. Sin embargo, su pasmo no duró mucho, puesto que la chica desvió la mirada en alerta inmediata al escuchar ruido sobre sus cabezas.
Otabek también pareció darse cuenta de ello y terminó la diminuta (y algo incómoda) distancia que los separaba mirando hacia arriba, no tan alerta puesto algo en su cerebro reconoció el sonido de esas alas.
Un exhausto Maka planeaba en círculos de manera torpe hasta caer en su hombro, mordiéndole la oreja despacio y casi con afecto. No podía más, apenas si había bebido algo de agua. Se quedó muy inmóvil y cerró sus ojos en esa misma posición; una rama de un árbol, el hombro de un alfa, qué mas daba, solo quería dormir aunque fuera un ratito pequeño.
El alfa se compadeció del pobre animal que parecía no haber descansado por largos días de vuelo. Se sintió hasta culpable de no poder ofrecerle algo de comida, no había nada que pudiera darle más que prestarle su hombro para que descansara sus ajetreadas alas.
El alfa desató el papel de la patita de Maka y con manos ágiles lo abrió. No se dio cuenta que otro trozo pequeño cayó al suelo, fue Isabella quien se percató y se agachó para recogerlo.
"Hacia Sigma, después Yplison" —Yuko
Otabek frunció el ceño.
La primera vez no comprendió. Lo volvió a leer. Lo volvió a leer por tercera vez y una cuarta por si las moscas.
Isabella intentaba asomarse para ver qué decía.
—¿Qué es eso?
—No... no lo sé bien.
Leyó la nota en voz alta e Isabella quedó aún más confundida.
—Yuko es la enfermera que tenemos. Cuando Viktor no está disponible ella queda a cargo del clan, así fue hace unos pocos días cuando nosotros no estábamos en casa.
—¿Y manda una nota? — a pesar de estar igual de confundida, de pronto pareció interesada en el medio de comunicación tan eficaz que resultaba esa ave.
—Al parecer.
Siguió mirando la nota. Sigma e Yplison estaban más allá de donde la mansión de Viktor se situaba, y Sigma (para los clandestinos) era solo una parada donde ubicarse o tomar un descanso.
—Este trozo se cayó cuando le sacaste ese — Isabella le estiró otro papel mucho más maltratado, una hoja al parecer arrancada de forma rápida y errática.
Otabek lo recibió rápido y con manos más torpes lo abrió. Un mal presentimiento estaba naciendo en su estómago.
"Espero recibas esto. Yo tampoco estoy entendiendo mucho, pero hay que ir donde Yuko apunta. No pases por la mansión, puede ser peligroso, debes cortar camino, vigila que no te sigan y por favor no mueras." —Viktor.
Confirmado. Algo había pasado.
No quiso ni detenerse a pensar en qué tipo de tragedia pudo haberles sucedido. En si estaban bien o mal, heridos o sanos, vivos o muertos. No. No quería detenerse a usar su estúpido cerebro para crear escenarios de lo más traumáticos que solo lo hacían ponerse nervioso, errático y desesperado.
—Vamos hacia Sigma e Yplison. Hay que ir rápido.
Maka espabiló por unos segundos y, previniendo la partida de los alfas, sobrevoló nuevamente a uno de los árboles más frondosos y oscuros para tomar una larga siesta antes de volver por su cuenta.
—Pero tu clan no queda hacia...
—Algo pasó, hay que irnos ahora.
A penas unos segundos y Otabek era una pantera. Un vistazo a Isabella que a penas asentía de forma insegura y Altin se adelantó corriendo.
El pelaje negro se perdió a unos metros y la muchacha tuvo un escalofrío al verlo mimetizarse tan bien con la oscuridad.
Su piel se erizó y sus manos se transformaron en patas, su vista mejoró en la penumbra y su leona pareció realmente hipnotizada por la elegante pantera frente a ella que veía con más detalle.
Otabek la miraba fijamente, al parecer exasperado por cómo movía su cabeza.
"Te vas a mover, ¿o no?"
Sí. Lo seguía.
Pero ¿qué era esa extraña fascinación que de pronto había sentido por ese alfa?
.
.
.
Yuri se refrescó el rostro a las orillas del lago donde esa noche acamparían. Las gotas cristalinas que bajaban desde las colinas más altas resbalaron por su rostro pálido, mas pálido de lo normal. Se sentía fatigado y con muchas ganas de dormir, cosa que no podía hacer porque algo por las noches lo llamaba a quedarse despierto a altas horas, atento a su alrededor a pesar de haber centinelas, sintiendo que debía cuidar, cuidarse.
Llevaba la cuenta de los días: dieciséis fuera de la mansión, diecinueve sin saber de Otabek, dos desde que otro alfa abandonaba el clan; con ese ya eran once alfas que habían decidido romper lazos con los Nikiforov de forma desinteresada y echarse a su suerte bosque adentro por alimento de manera solitaria. Habían perdido la fe en el clan.
Yuko estaba frustrada, sentía que todo lo que estaba pasando (y sobretodo el que algunos decidieran abandonar el clan) era culpa suya, por su carácter no tan fuerte y tan diligente a diferencia del de Viktor.
La chica con híbrido dingo, hacía lo que podía, dirigía el clan hacia Yplison, permanecía atenta si alguien enfermaba o parecía deshidratado, si necesitaban un descanso, cuidaba de los omegas, buscaba alimentos para ellos que no fuera carne cruda, los tenía segundo a segundo a la vista como una madre y sobre todo a cierto rubio terco que costaba mucho cuidar.
No habían suministros, algunos se las arreglaban cazando una que otra liebre, un ave o hasta ardillas para compartirlas a pequeños trozos.
Era irónico. A raíz de la desgracia se estaba limpiando el clan... aunque no, la verdad, si Yuko lo veía desde una perspectiva algo más positiva, no era irónico. Al fin y al cabo, eran los verdaderos camaradas fieles los que permanecían ayudando al clan y colaborando con él en los momentos más difíciles.
Ahora mismo oscurecía en medio del lugar donde se encontraban.
Yuri suspiró acabando de tomar bocanadas de agua. Levantó sus ojos aguamarinos y observó el lugar. A unos metros de él se encontraban Sala intentando pescar algunos peces que nadaban alterados por el depredador que los acechaba. Mickey estaba sentado junto a Luka en una roca, mojándose los pies, el chico le mostraba algo en su mano al leoncito, al parecer unas piedrecitas con quién sabe qué extravagancia.
El Plisetsky se quedó parado ahí, miró fijamente a ambos durante unos minutos. Frunció levemente el ceño estudiándolos.
Era cierto que Luka se había hecho muy apegado a Sala y Michelle Crispino en los últimos meses. Era como el hermanito menor de ambos y Sala siempre parecía animada de jugar con él. En cuanto a Michelle... su carácter huraño y esquivo parecía apaciguarse al lado del menor, casi al punto de parecer un perro manso y guardián.
—Mmh.
Y la forma en que ahora el muchacho parecía enseñarle algo a Luka, esa paciencia...
—¡Yurio mira, maté a dos peces de un tiro! — Sala lo sacó de sus pensamientos, chapoteando mojada de las rodillas hacia abajo, mostrando un palo en el cual había cruzado a dos de los peces que hace rato había estado intentando atrapar.
Yuri rodó los ojos por ese nombre de mierda con el que lo llamaban para distinguirlo del Tazón de cerdo Katsuki, no obstante, levantó el pulgar en modo de aprobación hacia la emoción de la chica por su logro.
...
Veintinueve días después, llegaron a Yplison.
Yplison estaba situaba en la caída de las cuestas de unas montañas pobladas de verde que caían sutilmente y la rodeaban casi por completo. El camino para entrar a ella era muy extrecho y Yuri tuvo la sensación de estar en un tipo de ciudad como lo era Omega (pero no tan peligrosa o ruidosa), subiendo hacia la que alguna vez fue la casa de Yuuri Katsuki oculta entre la nieve.
Su apodo le rendía tributo. "Ciudad fantasma". Era hasta un poco inquietante tanta tranquilidad, Yuri hasta casi pudo escuchar a la lejanía el romper de las olas, ¿acaso ese lugar tenía mar?
—Se dice que alguna vez estuvo poblada por betas— Katsuki había aparecido al lado del Plisetsky, casi dándole un susto, disimulándolo bastante bien— creyeron que las montañas serían suficiente arma para camuflarse, pero no fue así.
Yuuri pensó que el rubio diría algo, pero no, pareció extrañamente interesado en lo que le contaba, así que continuó con lo que sabía:
—Fue porque creyeron que las montañas podrían cuidarlos es que no construyeron muros a su alrededor como en las demás ciudades. Es una zona costera, por lo que la gente en mayoría vivía de la pesca. Las tierras no son fértiles, no sirven para el cultivo porque está mezclada con arena y eso afecta la fertilidad.
—¿Cómo sabes todo esto?
—El padre de Viktor tenía mucho conocimiento geográfico. Era como si en su cabeza hubiera un mapa. No por nada su clan prosperó tanto tiempo, se encargaba de conocer bien los territorios y de explotarlos. Lástima que cuando se explota mucho algo pierde su eficacia. La generación de Viktor no tuvo la misma suerte que la de su padre o de sus abuelos.
Vaya, Yuuri en un minuto soltó más palabras de las que había dicho en esos veintinueve días. No habían intercambiado muchas palabras porque el azabache parecía realmente cabizbajo desde que había tomado la decisión final de abandonar la mansión.
Al parecer ahora se sentía un poco mejor, o eso pensó el omega rubio. No lo admitiría nunca, pero le agradaba la voz de Yuuri, era como tener un compañero (y mejor si era de la misma especie). Luka no contaba porque era un niño y no podían hablar temas más serios... además de que Luka no hablaba.
Pero en cuanto a lo que acababa de decir Katsuki, Yuri realmente no quería inmiscuirse de más en los asuntos ajenos. También, no sabía qué opinar ante lo dicho por Yuuri que, con precaución, parecía más atento a dónde pisaba para no caer.
No obstante, ya habían picado su curiosidad y lo que sí quería era saber más de ese lugar.
—Y... ¿qué pasó? ¿por qué ya no hay betas?
—Los inviernos empezaron a ser más crudos, las casas cerca del mar fueron las más afectadas: primero los vientos de la costa, luego el barro que bajaba con la lluvia y las hacía inundarse. Les siguió la escasez de sardinas y de jurel por la sobreexplotación, mucha gente sin trabajo, había poco dinero y todo empezó a subir su costo. La guinda de la torta fue la salida del mar por las tardes hasta altas horas de la madrugada, qué sé yo la razón, la naturaleza es muy quisquillosa.
"La naturaleza es una hija de puta" pensó más bien Yuri.
—La gente tenía que abandonar sus casas y, bueno, así se quedaban sin viviendas.
—Pensé que la falta de murallas también sería algo desfavorable.
—Oh, claro que lo fue. Es por eso que la ciudad ya no está más poblada. Los alfas se encargaron de dejarla sin pobladores una vez los encontraron, pero ni ellos pudieron acostumbrarse a lo caprichoso que se ponía el mar, por eso nadie nunca tendría el interés suficiente en Yplison como para habitarlo.
—Y ahora henos aquí — murmuró el rubio terminando de bajar por la última roca para dar la vuelta y... casi dejar caer su mandíbula ante la vista.
Yuuri Katsuki que lo había visto justo en el momento exacto casi deja salir una carcajada. Y "casi" solamente porque su atención también se vio robada por lo que era Yplison.
—Bueno... — balbuceó Katsuki — yo creo que podría ser peor...
El Plisetsky a penas si asintió, estaba demasiado embobado como para responder algún comentario ingenioso o como para fingir que no le importaba en lo absoluto, porque sí que le importaba vaya vista.
Era increíble como la anteriormente puteada naturaleza parecía querer devorar los terrenos que alguna vez le pertenecieron pura y llanamente. Recorría lento y se enrollaba a las paredes de concreto gris, las abrazaba y las volvía verdes con su clorofila. Tranquila y en paz, cada planta parecía cumplir su papel único llenando cada trozo del suelo mientras con los años crecía y crecía sin que nada la perturbara, parecía que solo la rubia arena y los roqueríos de cobre se salvaban de ser opacados con su color, y por supuesto que el mar también, quien parecía sumamente calmo a esas horas del día.
—¡Dejen de estar baboseando allá arriba! — Yuko les había gritado desde la cabecilla donde guiaba — ¡No se queden atrás, no me hagan rabiar!
Ambos despabilaron y decidieron no darle más problemas a la chica que había estado tan estresada esos días y que además había estado tan pendiente de ellos.
—¿Dices que sube la marea por las tardes? — Yuri siguió mirando el paisaje, viendo de reojo que, más adelante, Mickey llevaba en sus hombros a Luka y Sala parecía igual de extasiada mirando hacia todos lados, emocionada.
—Mhh — asintió— hasta las primeras casas. No sé si con el tiempo eso haya cambiado.
—¿Hace cuánto que el viejo te contó eso?
—Fue el padre de Viktor, no Viktor — aclaró.
—Entonces sí fue hace un par de milenios, ¿Como a qué hora pasa?
—No estoy seguro, ¿Como a las siete pm? solo sé que lo hace lento, pero las olas rompen contra las casas de adelante y eso las hace inhabitables.
La subida del mar inquietaba un poco al rubio, en sí el agua no le entusiasmaba si a bañarse en ellas se trataba. Asumió que Yuko por precaución los haría quedarse en las casas más pegadas a las montañas... por favor.
¡Gracias por leer!
