Temple

Viktor llegó una semana después de los demás llegaran a Yplison. La ciudad pareció abrumarlo tanto como a Yuri.

Yuko había desconocido su aroma al inicio, y se puso de pie alarmada cuando sintió el aullido de más perros provenientes de la bajada principal hacia el lugar. Cuando vio a Viktor en la lejanía, se permitió volver a desplomarse en donde había estado sentada, junto a otros alfas que también sonrieron al ver a su líder llegar al fin.

— Dios mío, con lo que la he sufrido guiando tu clan, al fin apareces — casi sollozó la castaña cuando se acercó para abrazar al Nikiforov.

Viktor sonrió cansado, había sido un viaje extenuante. Buscó con la mirada a alguien en específico, pero de inmediato se percató del poco número de personas.

— Hay menos.

— Algunos desistieron y rompieron lazos con el clan.

Viktor cerró los ojos y suspiró pesado, se frotó el rostro. Maldita sea. Ya, estaba bien, luego podría pensar en ello, por el momento solo quería relajarse.

— Hay algunos otros en las cercanías, cazando.

— Bien, luego nos encargaremos del número, gracias por tu trabajo Yuko.

Saludó a un par de sus colegas y, antes de que pudiera hacerle la pregunta a Yuko sobre cierta persona, sus dudas se respondieron solas.

La voz melodiosa llenó sus oídos, deleitando hasta el ultimo trocito de su alma.

— ¡Viktor!

Yuuri Katsuki había llegado al lugar, con sus ojos abiertos de par en par, casi sin poder creer que el Nikiforov estaba allí. Había reconocido su olor a la lejanía, pero aún así ahora confirmando su presencia allí, estaba muy sorprendido. Viktor estaba sano y salvo.

Todo el nudo de ideas y de escenarios trágicos en la mente de Viktor se disipó con ver al zorro ártico ahí. Se puso permitir por fin suspirar con alivio. Al parecer, Yuko había cuidado bien de todos.

Para la sorpresa de algunos y el interés de otros, no fue el Nikiforov quien acortó las distancias. Fueron los mismos brazos del omega los que rodearon el cuello de Viktor, sin poder procesar bien que estaba allí, que lo estaba abrazando, que el alfa continuaba respirando.

¿Era alivio? sí, posiblemente, posiblemente mucho alivio. Lo había estado conteniendo, por el bien de Sala, por el bien de Mickey y por no preocupar a Yuko, Yuri o los demás.

Sus sentimientos eran así: demasiado para él, sin querer mostrarse mucho. Mas, ahora, no los alcanzó a retener cuando ya no quería dejar ir al hombre entre sus brazos.

Quién te entiende, Yuuri Katsuki.

Viktor reaccionó igual de lento que él, pero más vivaz sin duda. Un poco inclinado como estaba por la diferencia de alturas, rodeó la figura delgada del omega y disfrutó el tenerlo cerca.

Sus cuerpos apretados. Su nariz en su cuello.

Si Yuuri lo había notado o no, no lo sabía. Aunque su instinto le decía que había sido puramente un acto sin consciencia.

Ojalá pudieran quedarse así para siempre. Fue lo que pensó justo cuando fueron obligados a separarse por la llegada de más inquilinos.

Revoloteando como siempre solían hacer cuando el Nikiforov estaba cerca, ambos Crispino movían sus colas azabaches frenéticamente. Le ladraban, se agachaban y se subían sobre él, refregaban sus peludas y grandes cabezas contra el pecho de Viktor que tuvo que separarse de Yuuri para no caer.

Los acarició atrás de las orejas, con una sonrisa, besándoles en la frente a cada uno como pudo.

Muy pronto aparecieron Yuri con Luka, la sonrisa abandonó su rostro y se transformó en una mueca culpable. No porque no se alegrara de que el Plisetsky y el cachorro estuvieran bien, sino porque no hubo necesidad de palabras para notar lo que los ojos como el hielo buscaban entre los llegados.

Primero ansiosos, luego helados. Hasta que sus miradas chocaron, entonces la pregunta no se hizo esperar.

— ¿Dónde está Beka?

Yuuri y los demás parecieron notarlo. Habían llegado varios, Leo entre ellos que se había sentado a tomar agua junto a otros y ahora bajaba la mirada ante la pregunta del omega.

— Primero fue el tiroteo, luego el incendio. Tuvimos que separarnos... — fue como empezó el relato de Viktor contando lo sucedido semanas atrás.

La expresión de Yuri era inquietante, con los ojos abiertos de par en par y sus labios hechos una línea neutra, no daba mayores gestos a los detalles y cuando Viktor finalmente aceptó que no sabía el estado de Beka, ni si le había llegado el mensaje de Maka, Yuri bajó su vista y se mordió el labio.

Michelle y Sala se habían llevado a Luka. La situación se había vuelto algo privada y fue cuando quedaron menos, entre ellos Yuuri y Yuko que observaban cada movimiento del Plisetsky sin saber qué hacer. Si se acercaban a consolarlo, seguramente el rubio reaccionaría agresivo o arisco, negando cualquier muestra de lástima.

Viktor pudo notarlo. Yuri había quedado mal, sin comentarios sarcásticos o miradas estoicas. Él también estaba sumamente preocupado por Otabek, pero sabía que no se comparaba a la angustia que debería estar sintiendo Plisetsky.

Y es que, ¿cómo podía Yuri fingir ahora? si de Beka no se sabía nada... ni siquiera si estaba vivo. El solo pensar en que el alfa se lo hubieran tragado las llamas lo hizo estremecerse.

No. No iba a llorar frente a tanta gente. Pero tampoco podía disimular su mal estar. Estaba más que todo shockeado.

— No te desanimes, es posible que haya recibido el mensaje de Maka. Ya sabes, es un chico muy terco.

Le había dicho Yuuri, pero no surtió ningún efecto en el menor.

Su interior se sintió como si lo pusieran en pausa, sin sentir, sin saber, sin aceptar. Otabek no podía estar muerto, se negaba a que lo estuviera. Simplemente no podía.

Recordó el día que había partido y se sintió tan terriblemente horrible consigo mismo. Debió haberlo detenido, haberle gritado, ¡no le habría importado hacer cualquier cosa para que no fuera! porque ahora mismo, se estaría ahorrando una terrible angustia que le hacía un nudo en el estómago. Un espanto horrible que le daban ganas de llorar.

— Estúpido alfa hijo de puta — susurró cerrando fuertemente los ojos, apretándolo con sus palmas.

Por qué me haces preocupar tanto...

...

Fue a los pocos días, en una tarde nublada, que Yuko se sentó junto al Plisetsky. El menor había estado muy callado, cabizbajo. No era la mejor manera ni los mejores momentos para que Yuri se enterara de la verdad, pero era necesario que lo supiera.

No estaba comiendo bien (a pesar de que se esforzaran por traerle comida), se notaba pálido y la muchacha temía que si Yuri no se cuidaba debidamente, su embarazo pasara a ser algo complicado tanto para el cachorro como para Yuri.

El menor ni se molestó en mirarla, intentaba calentarse las manos con las pocas brasas que habían quedado de la fogata.

— ¿Cómo has estado?

El rubio suspiró y subió y bajó los hombros.

— Normal, supongo.

— Yuri, sé que no es el mejor momento para esto, pero hay algo que quiero hablar contigo.

Los ojos del omega la miraron con una muda pregunta, ¿qué cosa?

— ¿No notas algo cambiando en ti?

Yuri elevó una ceja, con molestia. Además de sus constantes ánimos bajos, también había estado fácilmente irritable. Si Yuko se refería a eso...

— No, ¿por qué?

— Mhh... — Yuko entrecerró su mirada sobre él.

Yuri no se molestó en seguir observándola, creyendo ciegamente que la chica se refería a su estado anímico. Si venía a darle otra charla de que "Beka está bien porque es un alfa fuerte y blablabla" no gracias, pasaba de ello.

No quería más ayuda psicológica, solo quería descansar su cansada mente.

Ya era suficiente con que su corazón se negara a la idea de que Otabek no existiera más, que le dijera que volvería, que se peleara con sus pensamientos más negativos que le torturaban diciendo que Beka jamás aparecería.

Dolía mucho, extrañar a Beka y mantenerse en la incertidumbre, dolía demasiado.

Pero Yuko continuó, para su mala suerte.

— ¿No tienes hambre?

— No.

— ¿Ni te sientes fatigado?

— Un poco.

— ¿Y...?

— ¡Qué quieres! — se molestó el leopardo de las nieves — si es porque estoy así, ¡bien, sí, así es, estoy deprimido! ahora déjame tranquilo.

— No te vengo a hablar de eso — Yuko frunció su ceño e hizo un puchero. — es algo sobre tu omega, sobre la naturaleza, sobre... bueno, eso.

— ¿Qué?— Yuri la miró con un leve tic en el ojo, no le entendía nada.— ¿Qué tiene mi omega?

—¿Yuri, no has sentido tu cuerpo extraño? como si hubiera algo...

— ¿De qué me estás hablando?— Yuri frunció el ceño, le exasperaba un poco la ambigüedad de Yuko— ¿"Como si hubiera algo"? ¿Qué debería tener?

Yuko cerró los ojos y se frotó la frente. Yuri Plisetsky era todo un caso, aunque bueno, era primerizo, seguramente esa era la razón de no darse el tiempo de estudiar su propio comportamiento.

Paciencia, joder, denme paciencia. Pensó la muchacha.

— Mira Yuri, cuando dos personas se quieren mucho, tienen ciertos actos sexuales, ¿no? —el rostro de Yuri se empezó a desfigurar en una mueca graciosa — ¿Me vas pillando? — pero Yuri seguía mirándola como si estuviera loca — ya sabes, la abejita que poliniza la flor... ¿si?— el chico arrugó la nariz y Yuko terminó por perder la paciencia — ¡Sexo, Plisetsky, follan, tienen sexo!

— ¡Ay, qué asco, Yuko! — se escandalizó el joven leopardito, con su ceño fruncido y sus mejillas rojas.

— ¡No es nada que tú y Beka no hayan hecho, ya no te hagas el inocentón, ya no eres un crío!

Yuri dio un pequeño chillido y miró en todas direcciones, por suerte al parecer nadie estaba lo suficientemente interesado en su plática.

— ¡N-No voy a hablar contigo de mi vida sexual, es privada! — murmuró indignado.

— ¡Ya, está bien! — contó mentalmente hasta cinco y prosiguió— bien, no hablaremos de eso, ese no es el punto. Vuelve a sentarte, por favor.

Yuri, que se había puesto de pie escandalizado, reticente se volvió a sentar lentamente.

— ¿Cada cuánto llega tu celo? —decidió picar por ahí, a ver si esta vez Yuri pillaba mejor su propia situación.

— Soy irregular — respondió simplemente. Yuko elevó sus cejas, señal para que continuara. — Varía de un mes o hasta tres, qué hay con eso, ¿Debería preocuparme?

— ¿Hace cuánto que no ha llegado tu celo?

— Desde la primavera, hace unos...— sus ojos verdes se abrieron, la muchacha supo que ahora sí iba bien encaminado — hace unos tres meses, más o menos.

— ¿Has notado algo extraño desde aquel momento?

Yuri tragó en seco y miró a Yuko. Sí, definitivamente, lo había pillado. Su carita desconcertada le dio algo de compasión a la muchacha. Era un omega joven, sin su alfa, primerizo, era obvio que cuando tuviera la noticia certera en sus manos no reaccionaría exactamente feliz.

— Beka solía pegarse a ti todo el tiempo. Tenías antojos, él buscaba complacerte. Has estado siendo muy maternal con Luka, y me atrevería a decir que con Sala y Michelle también, los cuidas, te cuidas a ti mismo.

Las finas cejas de Yuri se fruncieron, tragó saliva y su corazón latió como loco. Se sentía mareado.

— No — meneó su cabeza— yo estaba tomando pastillas, y-yo no, n-nosotros no hemos tenido relaciones sin...

Pero sí, sí las habían tenido. Lo recordó de súbito. Su último celo, estando en su antiguo hogar, cuando le pidió a Otabek -sin medir las consecuencias- que lo tomara como suyo. El alfa había anudado dentro de él un montón de veces.

¿Cómo demonios se había permitido olvidarlo? el celo realmente lo hacía actuar de forma estúpida. Y al parecer, no era el único tonto sin memoria, puesto que Beka ni por si acaso pareció recordarlo hasta el último momento juntos.

Ambos lo habían olvidado como cosa perdida.

Su mano viajó a su vientre, donde residía una criatura que hasta ahora Yuri no había notado su existencia.

— Yuri, felicitaciones, estás encinta.

"Encinta"... — necesitó procesar la palabra— Un cachorro de Otabek — sus labios se apretaron apenas terminó de susurrar la frase.

Un cachorro. Yuri Plisetsky cargaba en su vientre el cachorro de Otabek Altin.

La sola idea lo hizo estremecerse.

De pronto sintió que ese lugar era demasiado pequeño para dos personas hablando, compartiendo el mismo aire.

— Y-yo, ehm, necesito un poco de aire — se puso de pie tan rápido como pudo.

— Por supuesto. Me avisas si necesitas algo, ¿bien?

Yuko no lo culpaba por reaccionar así. Se sentía un poco responsable.

Yuri asintió erráticamente antes de voltear e irse lo más alejado posible de donde hubiera gente. Se sentía aletargado por la noticia, abrumado. Quería alejarse un poco, pensar, refrescar su cabeza y, como sentirse tan confuso también lo hacía sentirse débil, no quería que más personas lo vieran en ese estado. Quería estar solo aunque fueran unos minutos. Solo con sus pensamientos... y ahora con ese cachorro en su barriga.

¿Cómo se tomaría Otabek la noticia? aunque ese no era el punto, sino ¿Dónde estaba Otabek en esos instantes?

Sus pies pisaban de forma rápida el suelo, la tierra, el pasto, la arena. En menos de quince segundos, estaba en la playa. Pero no se percató de ello hasta que detuvo su alterado andar.

Miró a todos lados, solo arena. El silbido del mar camuflaba cualquier otro sonido en las cercanías. Fue allí donde se sentó, mirando las olas ir y venir.

Recordó Sigma. El mar de Sigma con Beka, cuando lo ayudó a huir, cuando le contó sobre sus hermanos, cuando Beka lo hizo sentir felicidad por primera vez.

Beka...

No, no pudo más, fue demasiado. Todo tan repentino había sido mucho para él.

Primero Beka alejándose de él, después un cachorro que no había notado.

El quejido escapó de sus labios tan doloroso como liberador. Apretó con sus manos la arena. Las gotitas saladas no tardaron en caer de sus ojos tristes, nublando el paisaje precioso ante él. Los pequeños quejidos fueron subiendo su tono y se transformaron rápidamente en fuertes sollozos que el mar respondía igual de triste que él cuando rompían las olas.

En la soledad de ese lugar, lloró como cuando era pequeño y se rompía las rodillas jugando con sus hermanos y se iba a llorar a las faldas de su mamá.

¿Un cachorro? ¿Un cachorro él? dioses, estaba tan feliz. Su lado omega lloraba de alegría, un hijo con sangre Plisetsky y Altin.

Pero aún así sentía pena, mucha pena, porque de pronto se sintió más solo que nunca.

Otabek podía ser su fuente inagotable de sentimientos que lo desbordaban, entre esos, ahora estaba el miedo. Miedo de que el alfa jamás volviera y miedo de tener que criar a dos cachorros él solo, ¿podría con tal carga?

Unos meses más y se cumpliría un año de haber sido arrastrado por Viktor a aquella mansión. Lo abrumaba cuánto había cambiado, se sentía como si fuera mucho más tiempo desde que la soledad solía ser su única y más fiel compañera, creyendo que no necesitaba nada más, repeliendo el contacto, huyendo de los sentimientos. Otabek podía hacerlo sentir fuerte, seguro en su compañía, pero también podía hacerlo sentir en el abismo si ya no estaba.

Odiaba sentirse así, pero si le dieran la oportunidad de cambiar algo en el pasado, de evitar el conocer a Otabek... no lo haría, no cambiaría nada.


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