Playa

Los días siguientes a enterarse de su actual embarazo no fueron los mejores para Yuri. No quería hacer mucho, se acostaba y se levantaba sin muchas ganas, comía solo porque Yuko le exigía hacerlo y el humor que cargaba hacía que los pocos alfas que quedaban le miraran con molestia. Sus feromonas expedían amargura que disfrazaba muy bien la frustración que sentía por dentro.

Habían llegado al consenso junto a Yuko de que ella no diría nada a nadie hasta que Yuri decidiera hacerlo público. A la muchacha no le había gustado mucho la idea porque entonces los demás no le tomarían mucho el peso al cuidado que debían darle al omega, pero Yuri testarudo y rabioso le había gritado que era su decisión y tenía que respetarlo.

No obstante, no era una decisión carente de argumentos. Yuri tenía dos razones por las cuales no hablar sobre su embarazo: una era Otabek Altin, la otra Yuuri Katsuki.

Su frustración nacía con la soledad creciente en la que se hallaba, pero aún así Yuri esperaba que Otabek regresara con todas sus fuerzas. Es por eso que quería que él fuera el primero en saberlo (aunque Yuko se le hubiera adelantado, pero no importaba). Quería ver su reacción, porque de ser posible, su corazón omega latía con ansias irrefenables imaginando el rostro de Beka, ¡Un cachorro! ¡Un cachorro suyo y de Beka!

Por otro lado, un poco menos emocionante sería la reacción de Yuuri. Aunque el orgullo del Plisetsky no lo dejara jamás admitirlo, él apreciaba la amistad con el zorro ártico; él había confiado en Yuri y le había contado cosas de su pasado y de sus miedos que ni a Viktor le había dicho (y en verdad, a ningún otro). No había olvidado que uno de los grandes traumas y complejo que poseía Katsuki era el de su infertilidad y el no poder nunca dar descendientes a nadie. Yuri no quería herir a Katsuki, tampoco dañar su amistad.

...

Con la llegada de Viktor al clan, Yuko se tuvo que poner en marcha días después. Tal cual había hecho el viaje de huida, ahora tendría que hacerlo de regreso hacia la mansión en busca de provisiones. El líder del clan le había dicho que estaba bien si ella no iba, que ya estaba agradecido con lo que había hecho, pero Yuko se negó. Habiendo visto cómo era de fácil traicionar y romper lazos con un clan, ya no iba a cometer otro error más en caso de no ir y que los alimentos en camino terminen desapareciendo junto con sus compañeros. Puede que fuera algo feo desconfiar así de quienes hasta ese momento se habían negado a serles infiel al clan, pero estaban en unas circunstancias en las que el menor error podría costarles caro.

Yuri le hizo un pequeño gesto con la cabeza en señal de adiós a Yuko... y en señal de que estaría bien solo.

...

Por la tarde, el rubio vio al Katsuki pasar unos metros más allá en dirección hacia abajo, hacia la playa.

— ¿Qué haces? — le preguntó alto para que el chico notara su presencia.

El cabello de Yuuri se despeinó con la ligera brisa del día nublado. Llevaba una canasta que se notaba era vieja y los Crispino venían unos metros más atrás corriendo para alcanzarlo. Se echó un mechón de cabello tras la oreja y respondió.

— Iré a ver si hay algunos peces en el mar.

— Pero dijiste que habían explotado la zona.

Luka, que había estado a su lado, tomó su forma híbrida y corrió hacia Sala mientras esta hacía lo mismo, daba una vuelta como si siguiera su cola y se inclinó con sus dos patas delanteras ante el más pequeño en señal de juego. Michelle solo sonrió.

— Eso fue hace más de diez años, Yurio. Es por eso que iré a ver.

Yuri frunció el ceño. Sentía que ya nada podía hacer para poder borrar ese estúpido sobrenombre. Sería conocido por siempre de esa forma para que no hayan confusiones con el otro Yuuri frente a él.

— ¿Quieres venir? — le preguntó con una sonrisa amable— si te sientes solo, puedes acomp...

— ¡No me siento solo!— exclamó arrugando la nariz y adelantándose por el camino. Los acompañaría, pero no porque sería solitario quedarse allí arriba, claro que no...

Los demás alfas estaban ocupados con otras tareas. Viktor estaba haciendo quién sabe qué y los otros se distribuían trabajos como buscar leña, buscar qué comer y qué beber. Unos pocos más despejaban algunas casas, las menos en ruinas, para asentarse.

Por parte de Yuri, él y Luka ocupaban una casa cercana a otra en la que se quedaba Yuko y, claramente, donde la marea no lograba llegar por la noche aunque su sonido fuera bravo.

De cierto modo, esa casa le recordaba a la cabaña en la que solía vivir antes de conocer a Otabek; un lugar callado, oculto, muebles viejos con uno que otro rasguño y falla, no había camas pero sí varias mantas que tuvieron que arreglar y lavar antes de ser utilizadas. No era el lugar perfecto, pero era lo suficiente para resguardarse.

Plisetsky, Katsuki, Luka y los Crispino bajaron por un camino rodeado de rocas, donde el suelo de tierra en algún momento pasaba a ser arena y desembocaba en la playa. Yuri no tenía idea si era ese el camino por el que había bajado días atrás en su casi ataque de pánico, no tuvo mucha relevancia en ese momento.

Al final, tuvo que darle la razón a Yuuri Katsuki. La zona explotada se había repoblado de pececitos con escamas plateadas que resplandecían cada que nadaban o cuando uno de los Crispino se lanzaba a agarrarlo. Solo un par de horas y Yuuri tuvo llena la canasta de peces que serían la cena de esa noche.

— Iré a preparar un poco esto, ¿se quedan acá?— preguntó antes de emprender camino hacia arriba.

Yuri estaba a punto de decirle que lo ayudaba, pero de pronto la voz de Yuko le hizo eco "no quiero volver y que estés puro huesos, te vas a comer toda la comida que te den, no vas a andar cargando a Luka porque podría hacerte mal, no vas a saltar de aquí para allá ni mucho menos tienes que hacer fuerza, ¿entendiste?" inconscientemente, asintió. Joder, lo sentía de veras porque Yuuri subiera eso solo, pero debía respetar la atención de Yuko y el cuidado a su cuerpo.

De todos modos, cuando sus hijos le preguntaron si necesitaba ayuda, Yuuri se negó. Lo único que les dejó avisado con voz severa fue:

— Si los veo llegar empapados arriba, los voy a regañar.

— Pero el mar ya nos mojó de la cintura hacia abaj-...

— He dicho.

Miraron a Yuuri caminar por la arena, rodear una curva y volver a aparecer camino arriba hasta desaparecer entre el frondoso verde.

Yuri, que había estado sentado en la arena junto a Luka, le devolvió la mirada a los Crispino que lo observaban expectantes.

— Yurio, ¿podemos...?

Con la ausencia de Yuuri, en teoría quedaban encargados de Plisetsky que con total desinterés subió y bajó los hombros.

— Me da lo mismo. Hagan lo que quieran — y movió la mano como para que se fueran — solo intenten no ahogarse.

Sala exclamó un gracias y de inmediato empezó a adentrarse un poco más mientras las pequeñas y controladas olas reventaban suavemente. Chapoteando, cualquiera diría que así la muchacha no era más que un perrito domesticado intentando mascar las olas.

Mickey miró con duda a Yurio unos segundos, no fue hasta que su vista traicionera caló entre él y el niño a su lado que el rubio se dio cuenta de la razón.

— ¿Qué? — preguntó huraño.

— No — negó algo sobresaltado por lo pesado del rubio — no es nada...

Yuri lo escudriñó con la mirada hasta que el chico se fue con su hermana.

No. Por nada del mundo daría su brazo a torcer tan fácil. Ya tenía pillado de la cola a Michelle Crispino, ¡tendría que hacer años de esfuerzo en el fango antes de que lo aceptara digno de su hijo! y sobretodo si este era tan solo un pequeño que no mucho sabía del mundo ni tenía la claridad de un adulto en cuanto a sentimientos se trata.

Se negaba. Sobre su cadáver.

Luka sería su lindo cachorro hasta el final de los tiempos.

Miró cómo el niño jugaba con un montón de arena y buscaba algún palito para ponerle en la punta como si fuera un castillo. Fue cuando Luka le devolvió esas joyas azules que tenía por ojos, con duda.

— Jamás vas a dejar de ser mi cachorro, ¿lo entiendes?

Las delgadas cejas de Luka se juntaron, sin entender.

— Prométeme que jamás te irás con algún tonto alfa, ¡deberá ser la copia de tu padre, la copia perfecta de Beka! ¡Si no, no lo aceptaré! — declaró más al cielo que al menor, apretando sus puños.

El niño volvió a asentir un poco asustado por el tono irritado de Yuri. Ah~ las hormonas del embarazo ya estaban haciendo efecto... de nuevo.

— Tienes que prometérmelo, Luka.

Más asentimientos sin mucha confianza.

— ¡Más seguro! ¡Promételo o me pondré muy triste! — a pesar de que todo su tono evidenciaba irritabilidad...

El pequeño casi hace volar su cabecita, todo por el capricho de Yuri.

¡Prometo, yo prometo!

Una voz asustada y bajita, pero audible.

La risa de Michelle distrajo a Luka unos segundos, mirando hacia el mar.

Al parecer, Luka no tenía ni idea de lo que acababa de hacer. Cuando le devolvió la mirada a Yuri deseoso por ir junto a los hermanos, lo detuvo la expresión del Plisetsky.

Yuri a penas y pudo pronunciar palabra, solo pudo decir algo atropellado cuando vio que Luka bajaba los hombros y fruncía las cejas preocupado, como si hubiera hecho algo malo.

— Luka hab... digo, puedes tú... oh, joder, ¡que me parta un rayo! ¡sabes hablar!

Lo había gritado tan alto que llamó la atención de inmediato de los Crispino. Sala quedó mirando hacia la orilla.

— ¿Pasó algo? — le gritó curiosa.

El rubio los miró con una sonrisa no muy habitual en él, lo que evidenció su emoción y que, en efecto, algo había pasado. Los muchachos, todos empapados y peleando para salir primero, llegaron corriendo a ambos omegas.

— ¡Dijo algo! ¡Luka sí puede hablar!

— Me estás tomando el pelo — dijo asombrado Mickey, expectante a Luka que miraba a los tres con algo de incomodidad, como un animalito expuesto a tres críos que esperaban que hiciera algún malabar.

— ¡Es en serio, dijo algo! — volvió a insistir el rubio — vamos Luka, di algo, lo que quieras.

— ¡Di mi nombre!— saltó Sala, igual de emocionada— Di Sala. Sa-la.

— Claro que no, va a decir el mío primero — reclamó Yuri.

— Qué tacaño eres, Yurio, ¡quiere decir el mío!

— ¡Yo soy su padre!

— ¡Pero no por eso querrá decir el tuyo!

— ¡Ah, cállate, va a decir el m...!

Pero Luka no quiso decir ninguno de los dos.

Mickey.

— Qué... ¿por qué Mickey? qué demonios, ¡qué envidia! — reclamó Sala, a pesar de todo, formando una sonrisa al escuchar al menor.

A Yuri Plisetsky no le hizo ni una gracia. Arrugó la nariz con desprecio, miró a Michelle Crispino con odio vivo, declarándole la guerra al muchacho que alternaba la mirada entre Luka y a Yuri. El muchacho de pronto sintió miedo de la mirada con desdén del Plisetsky, gélida como la nieve, pero por más que intentó comportarse, no podía borrar la sonrisa de su cara y se mordía los labios nervioso.


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