Llegada
Tras la extenuante tarde dedicada a Luka y el hacerlo hablar, el menor cayó dormido muy temprano. Lograron sacarle muy pocas palabras además del "prometo" que había extasiado a Yuri y el "Mickey" que lo había hecho indignarse. Luka había dicho su propio nombre, a Yuri lo llamó "papá" (cosa que casi lo hace llorar), armó una frase a medias "¿papá Beka vuelve?" (que también casi hace llorar a Yuri) y otra frase completa "no quiero más" refiriéndose a que lo dejaran tranquilo de una vez por todas.
La playa se convirtió en un lugar de recreación como ningún otro. El mar solo subía a cierta hora de la tarde (de 9 de la noche hasta 5 de la madrugada aproximadamente) por lo que, mientras no se hiciera demasiado tarde, los menores podían corretear y mojarse los pies siempre que quisieran o estuvieran aburridos.
Yuri estaba aprendiendo que el sonido del mar de alguna forma lograba relajarlo. Extraño, puesto que siendo mal nadador, un felino puro y varios traumas (como la vez que casi se ahoga), no se declaraba un admirador de cualquier tipo de agua que amenazara su pelaje y respiración.
Maka en llegó casi al mediodía siguiente. El ave fue avistada por Viktor a unos metros en el cielo, entrando por entre las montañas. El pajarito albino bajó despacio, al parecer totalmente recuperada de su largo viaje, observó a Viktor pero siguió de largo, entonces el alfa se dio cuenta que se dirigía a Yuuri que había salido de una de las casas menos devastadas que estaban usando para pasar la noche.
La sonrisa de Yuuri fue de felicidad pura cuando Maka se posó en su antebrazo y mordió despacio sus dedos, señal de que lo había echado de menos. Dirigió la vista hacia Viktor que se acercaba corriendo a él.
— ¿Tiene algo en la pata?
Yuuri recordó lo que la llegada de Maka podría significar y lo revisó. No, no había nada.
— ¿Crees que Beka haya recibido las notas?
— Si es que no se le han caído a Maka... — sonreía.
— Las hubiera tomado con el pico si se le hubiesen caído — Katsuki también sonreía.
Eso solo podía significar una cosa: Otabek venía en camino.
Viktor no cabía del alivio. El haber visto desaparecer a Beka tras el bosque lleno de ascuas no había sido la mejor manera de despedirse, para nada. Esos días tras su llegada a Yplison se hallaba en constante trance, más cuando Yuko tuvo que irse. Solo intercambiaba algunas palabras con los que quedaba y con Leo, no mucho.
Yuuri lo había notado e, intentando con todas sus fuerzas dejar de lado el orgullo y las peleas, se le había acercado para intercambiar una que otra conversación. El omega intentaba convencerse a sí mismo de que lo hacía porque Viktor le daba tristeza, parecía a cada segundo a punto de perderse en su propia mente llena de angustias, sobre el clan, sobre si Beka sobrevivió, sobre esto y aquello. Y aunque se lo repitiera mentalmente una y otra vez, no estaba haciendo nada para detener el buen ambiente que se creaba entre ambos y la tranquilidad que lo invadía al estar cerca de él.
De todos modos, eso era historia para otro momento.
Katsuki no se lo esperó, cuando la sonrisa de Viktor de pronto se estampó contra su frente, en un pequeño beso. Nikiforov al parecer tampoco fue consciente de lo que había hecho, ni mucho menos lo fue después, porque a penas separó los labios de la piel tibia de Yuuri, dio media vuelta dispuesto a ir a recibir a su amigo, a su hermano y camarada. Yuuri se quedó ahí conteniendo la respiración, con Maka mirándolo fijamente. Un granito de su ser sintió rabia porque Viktor hiciera eso, ¿qué se creía para besarlo o siquiera tocarlo? ¿es que le gustaba hacerlo sufrir reviviendo esos fuertes y pesados lazos que los unían? ... y aún así, no podía dejar de sentir sus mejillas calientes porque la molestia pura era debido a que le había emocionado recibir un beso de Viktor, aunque fuera uno infantil en su frente.
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Otabek sonrió a medias cuando vio los primeros indicios de que habían estado habitando esa zona hace muy poco; como las fogatas apagadas o simplemente el camino en el cual las ramas estaban más aplastadas por el paso de alguien.
Cuando vio a Viktor, ciertamente pudo haberse echado a llorar, pero se contuvo.
— Hermano — fue lo primero que le dijo Viktor al abrazarlo y darle una palmada en la espalda, el alivio que sintió de pronto no tuvo precio— ¿Cómo está tu brazo?
— Puedo moverlo, pero duele como la mierda — dijo con voz ronca. Viktor rió — ¿Por qué están aquí? ¿Cómo está Yuri y Luka, los demás?
—Todos estamos bien y lo otro es una larga historia. Te lo explico luego, primero deb-...
Viktor calló al notar que Altin no venía solo. Su ceño se frunció e Isabella se sintió temblar, la chica había visto poco y nada a Viktor Nikiforov en persona, pero en la severidad con la que sus ojos la juzgaron supo que no era alguien que se debía tomar a la ligera (a menos que se tratara de Yuuri, pero ella no lo sabía).
— Isabella Yang, si no me equivoco— su voz gélida.
— Así es — asintió.
— No está con Jean, huyó de su clan — se apresuró a aclarar Otabek a un lado — está dispuesta a colaborar con nosotros.
— Eso mismo nos dijo Chris cuando llegó al nosotros huyendo de los Leroy, también. Quizá no nos traicionó volviendo con él, pero tú sí recuerdas que nos traicionó desde adentro.
Oh, claro que Otabek lo recordaba. Frunció el ceño recordando al malparido hijo de puta que se había atrevido a quebrantar a su persona más preciada.
Pero esta vez era distinto y Otabek tenía certeza de ello, había conocido a Bella de crío y tenía en cuenta que compartían el odio hacia Jean Jacques Leroy y que, además, no era una chica que albergara malos sentimientos al querer pertenecer a otro clan.
— Te doy mi palabra, Viktor, te prometo que solo quiere ayudar, sabe cosas del clan de Jean que nos podría servir. Y en todo caso, si quiere huir, se extraviará, no conoce el camino, jamás podría llegar a Leroy.
Isabella esperaba mordiéndose el labio y jugando con sus manos en su espalda. Decir que estaba nerviosa era poco porque poder convencer a Otabek de llevarla era una cosa y convencer a Viktor de conservarla era otra.
El Nikiforov estaba a punto de decir algo cuando unos pasos los distrajeron. Otabek sintió un peso abrazarse a su cadera. Otabek reconoció de inmediato por el aroma, era Luka. Volteó y vio la sonrisa del menor que lo miraba feliz. No pudo evitar contagiarse también, ese niño era la ternura viva.
— Hey, ¿Cómo estás?
Se agachó y abrazó el pequeño y frágil cuerpo del niño. Tuvo cuidado con la mano que tenía mala, pero eso no evitó que con la otra lo apretujara a sí. Le besó los cabellos azabaches y se permitió perderse unos segundos en esa sensación de familiaridad.
Isabella observaba sorprendida, el olor dulce la aturdió unos segundos y disimuladamente pasó su mano por su nariz como si aquello le ayudara a olvidar el aroma, ¿Cómo podían todos los alfas de ese lugar contenerse con semejante esencia tan dulce y deliciosa? La mirada severa que Viktor le dirigía se lo hizo entender de inmediato.
Yuuri no tardó en aparecer y cuando se separó de Luka, fue el siguiente en tirársele a los brazos, lo siguieron Sala y Mickey que apretaron a Yuuri mucho más. Los menores no paraban de hacer preguntas y decirle muchas cosas enrevesadas que Otabek a penas si entendió algo de extrañar y que Luka... ¿hablaba?
No pudo reaccionar apropiadamente a esa última frase porque el chico que le robaba el aliento había aparecido ante él, mirándole sorprendido con esos ojos que volaban su cabeza, esos malditos ojos aguamarinos gigantes y llenos de vida, mirándolo a él, regalándole en bandeja de plata toda su atención y emoción.
De las manos de Yuri Plisetsky se resbalaron algunas conchitas de mar que había estado recolectando momentos antes en la playa, junto con Luka. Beka estaba de vuelta, finalmente. Todas las perlitas y pequeños crustáceos quedaron desperdigadas en el suelo cuando echó carrera a Otabek de forma impoluta tal cual fiera cazando.
Otabek lo recibió a tiempo. Las piernas de Yuri se aferraron su torso y sus brazos a su cuello, su cerebro se encontraba casi en blanco, la sola felicidad que le recorría las venas le nublaba la cabeza y hasta llegó a marearse. Cerró los ojos y se escondió en el cuello del alfa, su alfa, aspirando el aroma que en tantos días y sobretodo noches le había hecho falta. Beka estaba ahí, Beka estaba con él, había vuelto, estaba junto a él y aún así no podía calmar su felicidad.
— Isabella, por acá. Luego conversaremos — dijo dirigiéndose a ambos recién llegados — te mostraré dónde puedes quedarte por el momento — se escuchó a Viktor decir mientras se llevaba a la chica.
La muchacha asintió y pasó por el lado de la pareja con algo de ¿incomodidad? Miró a Otabek, mas este no le devolvió la mirada, pero parecía perdido, mirando algo más allá de ella. Se apoyaba en el hombro del omega rubio y aunque su mano dolía, lo aferraba fuertemente a él.
El corazón de Otabek latía dolorosamente. Cerró los ojos y acarició con su nariz el hombro de Yuri, pero no se atrevió a voltear su rostro hacia su cuello.
...
La tensión entre Yuri Plisetsky e Isabella Yang se dio como algo natural. Yuri no la toleraba porque parecía cercana a Otabek (además de haber caído en cuenta que habían estado juntos todo el viaje y eso le provocaba celos) e a Isabella no le agradaba que un omega fuera soberbio y desdeñoso hacia un alfa... un alfa como ella. Como si no le importara ser un omega rodeado de alfas peligrosos, como si se sintiera superior de caminar entre el peligro sin poder ser dañado.
Lástima, porque Yuri no lo hacía a propósito. Él era así: borde y orgulloso.
La Yang bien podría tener toda la buena intención de querer ayudar al clan Nikiforov y despreciar los malos hábitos de un clan como el de Leroy y Cialdini, pero jamás se tuvo que criar con omegas de por medio; en la rama del clan Leroy en que se hallaba, los alfas jamás pudieron darse el lujo de poseer un omega para su diversión y banquete. Es por eso que el desagrado de Isabella no era por odio que naciera de ella, sino porque desde pequeña se le había inculcado que alfas estaban por sobre betas y omegas y que estos últimos eran mera escoria. Bien, ella pensaba que una persona no podía ser escoria, pero aún conservaba la creencia que un omega debía ser respetuoso y cuidadoso con su especie... cosa que Yuri, en efecto, no era.
Y por otro lado, Otabek era un mundo aparte. Mientras Yuri e Isabella se debatían entre su desdén hacia el otro, para ambos el dolor de Otabek pasaba muy lejos. Solo Viktor y Yuuri notaban que a veces el chico se perdía o parecía con menos ánimos de los usuales, pero no se sentían seguros de intervenir por el constante estoicismo de Altin, creían que era posible que pudieran estar malinterpretando el cansancio con tristeza.
Lo estaba pasando mal, estar cerca de Yuri lo hacía el hombre más feliz del mundo, pero recordar lo traicionero que podía ser su alfa para con un omega lo hacía retroceder pasos en su camino a retomar la relación con Yuri tal cual como la habían dejado. Disfrutaba pasar el tiempo al lado de Yuri, su corazón se alocaba como un tonto, su piel completa era como una pieza de metal que se sentía fuertemente atraído al imán de Yuri Plisetsky, pero dado el momento comenzaba a pensar que no estaba bien que Yuri lo buscase a cada segundo ni él a Yuri, no debían ser tan dependientes del otro ¿Por qué se sentían así? cuando ese pensamiento cruzó por su mente temió en demasía, porque no lo comprendía, temió lo peor: que su alfa quería dominar y herir a Yuri y he ahí la raíz de su constante impulso a querer estar veinticuatro siete a su lado y viceversa; Yuri se estaba dejando sin saber al peligro que se estaba exponiendo.
Debía poner un alto, no debía dejar que sus impulsos dieran cabida a herir a Yuri. Si eso pasaba, no se lo perdonaría jamás.
— ¿Me estás escuchando?
La voz algo irritada a su lado lo sacó de su ensoñación.
— ... disculpa, ¿qué decías?
— No me estás escuchando.
El rubio frunció el ceño mientras dejaba que el viento revolviera sus cabellos rubios, una imagen fascinante, como hilos de oro.
Otabek solo pudo sonreír tenuemente. El impulso le ganó y con sus dedos corrió el cabello que le ondeaba en el rostro, lo dejó detrás de su oreja y le acarició con el pulgar el rosado labio inferior a su pareja.
"No. No debes".
El ceño amenazador de Yuri se relajó y sus mejillas se colorearon con timidez repentina, pero se dejó hacer, separando levemente sus labios. Justo cuando Yuri iba a cerrar sus ojos para esperar un beso, Otabek se frenó.
No. No debía.
— Yura, ¿qué me estabas diciendo?
— Ah, es que... eh... — el menor intentó despejar su cerebro un poco, ¿Otabek lo había dejado esperando? — oh, nada, olvídalo.
Yuri miró la arena rubia por la que caminaban, un poco desconcertado. No, no era posible que Otabek hubiese rehuido a un beso suyo... ¿o sí? quizá solo se lo había imaginado y malinterpretó el gesto del otro. Sí, tal vez de eso se trataba.
El silencio se pronunció, solo roto por el mar que al parecer aquel día estaba enfadado, rompiendo en olas ruidosas y con vientos molestos.
Pasaron ocho minutos, Yuri los había contado, y entonces su paranoia comenzó de nuevo, ¿Por qué el silencio se le estaba haciendo tan incómodo? miró de reojo a Otabek pero este también miraba la arena sin prestarle atención. Los silencios entre ambos nunca habían sido tan incómodos, siempre había algo de lo que hablar, de lo que discutir, siempre había tiempo para besarse y coquetear como la pareja juguetona que solían ser, ¿Por qué de pronto le parecía que todo eso fuera difícil de hacerse? casi como si no estuvieran acostumbrados, como si algo estuviera mal.
Otabek caminaba más rápido de lo normal, pero muy metido en sus pensamientos como a Yuri le pareció ¿Es que siempre había caminado tan rápido? a Yuri le costaba seguirle el ritmo y dio dos largas zancadas para alcanzarlo. Le tomó la mano, entrelazando sus dedos y hasta él se llevó el susto cuando el alfa se estremeció sobresaltado.
— Yura, jaja— rió mientras se pasaba la otra mano por la cara — me asustaste.
Solo pudo sonreírle de vuelta. Habían detenido su andar.
El menor se armó de valor y se inclinó hacia Otabek para besarlo... pero algo salió mal y Yuri quedó aún más deshecho. Otabek le había corrido la cara, sorprendido. El beso terminó llegando en su mandíbula.
Yuri se separó más que sorprendido y vio en Otabek todo el deje de culpa. Lo había hecho a propósito. Lo miró ofendido y avergonzado, su cara colorada.
— ¿Qué pasa?
No obstante, su voz sonó como un hilillo desconcertado.
— No, amor, no es nada, es solo que...— suspiró y desvió la mirada, no podía seguir mirando a Yuri a los ojos — sigo algo cansado desde que llegué.
El rubio dio un asentimiento a su excusa. No podía sentirse enojado, de algún modo, quería creer que en verdad Otabek se sentía exhausto y que solo eso era la causa de su actuar tan esquivo. Quizá no tenía ganas de pasear.
¡Gracias por leer!
